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Fuego y miel por 1827kratSN

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—Señor Portugal, por favor, necesitamos que trabaje.

—No estoy de humor —se mantenía firme en su berrinche, sin moverse siquiera de su escritorio, manteniendo sus brazos cruzados y una expresión de odio puro a la situación.

—Señor, por favor.

—No.

—Ya sabemos que lo molestamos de improvisto en sus vacaciones, pero esto es realmente importante.

—No solo eran mis vacaciones —los miró con desdén—. Eran LAS vacaciones.

—Señor.

—Si no es de vida o muerte, no tolero que me saquen de casa.

Lo que todos ahí no sabían o conocían con detalle, era que habían interrumpido a su representación en nada más que el día en que armaban el árbol de navidad en su hogar. Situación extremadamente importante para él, porque era la época en donde King accedía a cumplirle alguno de sus sueños eróticos sin reclamo, casi sin restricciones.

Era como su navidad antes de la verdadera navidad.

Por eso planificaba ese día específico para que nada ni nadie interrumpiera.

Y esos infelices gobernantes lo sacaron de su casa solo para tenerlo sentado decidiendo algo que pudo haber hecho por teléfono. Como si evitar el volver a una dictadura fuera más importante que pasar tiempo de calidad con su pareja. Las actividades para prevenir un golpe de estado ya estaban fijadas en un protocolo que él mismo ayudó a pulir hace décadas.

Estaba en furia.

No quería poner a su cerebro a trabajar, no quería moverse de su asiento, ni siquiera miraba a quienes le hablaban, y nada ni nadie le haría cambiar de opinión.

—Esto es para usted.

La asistente, con calma y una gentil sonrisa, extendió una pequeña cajita hacia su representación. Ignoró el bufido dado por el omega y las preguntas de los demás dirigentes, y se acercó para susurrar.

—Lo envió el señor United Kingdom.

No faltó más para que Portugal tomara el objeto y con una sonrisa de emoción pura abriera casi de inmediato el pequeño presente. Se halló con un pañuelo que ni bien acercó a su nariz le trajo el suave sentimiento hogareño que tenía su casa. Y al fondo también se halló con una pequeña nota que lo hizo exaltarse.

—Me tomaré quince minutos de receso —dictó.

—Está bien —suspiraron los demás asistentes.

—Pero por favor, señor Portugal, no escape del edificio. En serio necesitamos hablar sobre esto.

Portugal poco escuchó de aquella petición. Guardando el pañuelo de UK en su bolsillo, con emoción desbordante salió de aquella fea oficina para seguir a cabalidad la instrucción dada en la nota que obviamente la escribió su alfa.

La caligrafía era inconfundible.

La esencia plasmada en el papel también.

Bajó las escaleras buscando el balcón del segundo piso, el que formaba parte del salón de eventos segundario de aquel sitio. Y casi en incredulidad, abrió la puerta para encontrarse con su alfa quien era iluminado por la tenue luz de esa mañana. UK se había tomado la molestia de ir por él, a hacerle compañía tal vez, o solo para verlo.

Su enfado se fue al encontrar aquella mirada que reflejaba el cielo.

—Querido —lo recibió con una sonrisa.

Portugal solo lo abrazó y refunfuñando bajito soltó toda su frustración en un largo suspiro que murió en el cuello de su pareja.

—Sabía que estarías muy frustrado por perderte este día.

—Dime que vienes a secuestrarme para volver a casa, King.

—No.

—Ay ¡por favor!

—Me explicaron más o menos a qué te trajeron, no me dieron detalles, pero sé que es importante.

—Huyamos juntos… O quédate conmigo.

—No puedo ceder a ninguna de esas opciones —UK le acarició los cabellos—. No puedo entrometerme en asuntos de tu territorio y lo sabes, así que no es viable hacer una locura.

—Por favor. 

—Pero puedo reconfortarte en cierta medida, para que no te sientas tan mal mientras arreglas todo eso.

El ofrecimiento sonó tentador, por eso Portugal se alejó lo suficiente para mirar al gran reino. Tenía curiosidad por la solución que le darían a su conflicto emocional.

—¿Y qué harás?

—Impregnación de aroma.

—¿Qué?

—Será como tenerme a tu lado, pero no dura para siempre.

—Oh… —soltó un suspiro frustrado—. Hablas de impregnarme con tu aroma… Obviamente.

—Sí.

—Pero odio estar aquí.

—Considera que mientras más pronto termines, más rápido podrás volver a casa y ser cuan caprichoso quieras.

—¿En serio?

—Sí.

—Bien, bien —suspiró otra vez—. Hazlo antes de que me arrepienta.

Entonces, sin siquiera darle un respiro, UK tomó su brazo, lo descubrió, y sin prepararlo psicológicamente siquiera, mordió el músculo cercano a su muñeca izquierda.

Se quejó instantáneamente.

Pero sintió una oleada extraña entre placer y adrenalina.

—¿Qué haces, King?

—Intenté enlazar contigo de nuevo, es diferente a morder tu cuello, el efecto dura unos pocos días, pero sentirás el mismo ensimismamiento que los días posteriores a nuestro lazo alfa-omega… O el letargo que sientes después de cada mordida en medio de nuestro calor.  

—Ah… ¿qué?

—Te drogué.

Portugal soltó una risita.

—¿Qué?

—Y para que el efecto sea completo y tu cerebro se acelere un poco.

Portugal sintió en su cuello el cómo la mejilla de su alfa se restregaba suavemente, generándole cosquillas suavecitas y agradables, sintió una lamida también, y lo mismo con el otro lado de su cuello hasta que poco a poco se relajó.

Si era una droga, qué buena era.  

—Me haces cosquillas.

—Sopórtalo un poco, estoy marcando territorio.

Esta vez Portugal soltó una carcajada y continuó riendo en susurros mientras dejaba que UK siguiera restregándose en su cuello, mejillas, manos, brazos y lo que tuviera al alcance. No estaba seguro de si su alfa bromeaba con todo eso, pero era genial.

—King, ya basta, no juegues.

—No es juego —se alejó un poquito para mirarlo—. ¿No sientes tu cuerpo reaccionar?

Portugal se dio un momento para mirar a su pareja como si estuviera loca, pero cuando quiso reírse en secreto y ocultó su rostro con su brazo izquierdo, justo donde la “marca falsa” se había colocado, sintió un calor extraño ascender hasta su rostro.

Su cuerpo se relajó.

Se envolvió en el aroma en su brazo.

Suspiró y casi al instante volvió a sentirse en el cielo.

Como aquella vez.

Con la misma felicidad de saber su corazón unido a su alfa.

Con la misma tranquilidad después de su periodo de calor cuando palpaba su nueva mordida.

En el cielo, donde nada podía molestarlo.

—¿Portugal? —le acarició la mejilla, verificando si lo que hizo funcionó.

—¿Sí, cariño?

—¿Estás bien?

—Me siento bien —se acercó para respirar en el cuello de UK—. Huelo a ti.

—Es la mordida falsa haciendo efecto —susurró.

—Bueno.

—¿Ya estás más dispuesto a ir a trabajar?

—Más o menos.

—¿Arreglarás el problema para ir a casa lo más pronto posible?

—Sí —suspiró esbozando una sutil sonrisa.

—Entonces deberías ir.

—¿Y si te quedas esperando aquí por mí?

—No, querido, no deben verme aquí.

—Vamos, King.

Se acercó a aquellos labios y le dio un besito, otro más, dos, tres, cuatro. Se dio tiempo de suspirar sobre la piel ajena y gozar de aquella mágica danza para saborear a su gran reino.

—Si me extrañas, huele tus brazos, estaré contigo… siempre.

—Eso es tan romántico, King.

Y es que, aunque parecía una locura que la mordida falsa le diera esa sensación gratificante que le cedía un nivel de buen humor indescriptible, funcionó.

Regresó a la oficina, puso atención al problema, dio soluciones que pulieron con la opinión de todos, y en menos de cinco horas ya todo estaba terminado.

Si UK lo drogó, quería que lo hiciera más seguido. Para experimentar el ensimismamiento del día en que enlazaron, llenarse de esa emoción desbordante, envolverse con ese aroma tan delicioso, sentir su cuerpo liviano, tener su mente despejada y relajada.

Adoraba eso.

Pero más adoró volver a casa y ser recibido con un suave beso, galletas navideñas, un árbol a medio armar, muérdagos por varias partes de la casa, y leche tibia que calmó su cansancio.

No sabía si fue la treta de UK, la mordida falsa, o solo su mente jugando.

Pero fue un gran día.

Los siguientes también fueron excelentes, asistiendo a una fiesta formal para representaciones, intercambiando obsequios, asistiendo a un par de cenas, y regresar a su casa para abrir los regalos que depositaron bajo el árbol. Acurrucarse con su alfa para ver alguna película, descansar juntos, reír juntos.

Fue perfecto.

 

 


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