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Maestro de Seducción por _Emmyllie

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Notas del fanfic:

Harry Potter es propiedad de J.K. Rowling. Sólo es mía la historia que leerán a continuación, la cual es hecha de fans para fans, sin ningún fin lucrativo de por medio.

Notas del capitulo:

Los dos primeros capítulos de esta historia ya están publicados aquí, bajo el seudónimo de Emmyllie Saiyan, sin embargo perdí el axceso a esa cuenta y tuve que resolverlo creando una nueva. Por ende subiré el fic desde cero, añadiendo las dos actualizaciones ya escritas que no pudieron ser publicadas antes. Agradezco desde ya las lecturas, no olviden dejarme su opinión para saber qué les va pareciendo; todo review es bien recibido y más que valorado <3

Un nuevo día daba comienzo para los alumnos de la escuela Hogwarts, establecimiento reconocido a nivel nacional por tener uno de los mejores métodos de enseñanza de todo el país.

Era hora de receso y él, desde el segundo piso, observaba ensimismado la amena interacción entre tres de sus compañeros de clase. Desde su posición era visible la puerta de la cafetería, robándole una embobada sonrisa el poder contemplar a su eterno crush charlando y riendo junto a sus amigos, sintiéndose un completo acosador por no hacer nada más que prendarse de su imagen durante sus tiempos libres.

Apretó la baranda entre sus dedos al divisar como la única chica entre ellos, quien era dueña de una silueta envidiable, se acercaba al encarnado motivo de sus fantasías menos inocentes, pegándosele incluso peor que una asquerosa sanguijuela al detectar sangre fresca. Sus ojos dispararon dagas infectadas de veneno en su dirección, la bestia de los celos rugiendo y retorciéndose de impotencia en sus entrañas, mientras un mordaz insulto entre dientes le eludía la garganta.

—No tienes razón para estar tan molesto, Harry —expresó una femenina y más que familiar voz, justo a sus espaldas—. Todos en el instituto sabemos que Draco Malfoy es gay.

—Bisexual —le corrigió, girándose a mirarla con expresión desconsolada—. Ella tiene las mismas posibilidades que cualquier chico que se le insinúe.

Su amiga le sonrió condescendiente, situándose a su lado para ojear a la rápida la escena. Sus labios se fruncieron en una mueca disgustada, mientras se acomodaba grácilmente tras la oreja un rizado mechón de su castaño cabello.

—Deberías hablarle y lo sabes —sentenció seria, entrecerrando los ojos—. Llevas babeando por él todo el año, mínimo acércate para ver si tienes oportunidad.

El chico resopló, optando por darle la espalda al barandal.

—Eso no ocurrirá nunca —replicó, arrugando el entrecejo—. Apenas logro responderle un miserable "hola" de vez en cuando... ¿Qué crees que sucedería si me atrevo a iniciar una conversación? Sólo me pondría en ridículo —claudicó, agachando la cabeza.

Ella posó una mano gentil en su hombro, acariciando la zona en gesto fraternal, buscando brindarle algo de calma e incondicional apoyo.

—Algún día tendrás que hablarle —concluyó, suspirando audiblemente—. No puedes pasarte la vida entera ocultando que te encanta.

—De hecho sí...

Hermione resopló estresada, al tiempo que un coro de risitas coquetas se dejaba escuchar, provenientes de la escalera más próxima a ellos. Segundos después apareció en su campo visual uno de sus compañeros de clase, seguido de al menos diez chicas que se peleaban sin descaro ni vergüenza por estar más cerca de él.

Tez pálida, rasgos cincelados, rizos oscuros pulcramente peinados y fisionomía escultural. Tom Riddle reflejaba en su rostro un hastío latente, mientras hacía todo lo posible por ignorar magistralmente al séquito de féminas sin respeto, que se empeñaba en acosarlo a todas horas.

—Veo que tu orda de zombies retrasadas y hambrientas de sexo no te da tregua, Tom —comentó la joven Granger, regalándole a las nombradas un vistazo desdeñoso y desaprobador.

—Ha hablado la despechada —se defendió una de ellas, sujetándose melosamente al brazo del apuesto chico—. Parece que aún te duele que Tom te cambiara por todas nosotras —se jactó.

La joven de melena castaña carcajeó fuerte, avanzando en su dirección, luciendo desafiante.

—Cree lo que quieras, zombie —musitó, quedando a escasos centímetros, lo que dejó a Riddle justo en medio de ambas —. No podrían importarme menos las patéticas reflexiones que realice tu inexistente cerebro.

—Te crees la gran cosa, sólo porque tuviste exclusividad un par de meses —exclamó la aludida, avanzando un par de pasos en su dirección, mientras aferraba con más ahínco el brazo de su deseable y delicioso crush.

—Casi un año, querrás decir —aclaró Hermione, remedando su acción sin vacilación alguna.

—¡Hija de...!

—¡Ya cállense! —exclamó Tom, al límite de su paciencia e incapaz de tolerar un segundo más tan irrisoria escena—. ¡Están peor que hienas peleándose por un trozo de carne!

—Técnicamente... eso eres para ellas... —opinó Harry por lo bajo, esbozando una mueca azorada.

—No me ayudes —masculló el unigénito de los Riddle, apartándose bruscamente de su grupo de fans, al tiempo que fulminaba a su ex novia con ojos homicidas—. Ténganse un poco de amor propio y dejen de seguirme a todos lados —espetó sin mirarlas, situándose al lado de Potter, visiblemente hastiado—. No es necesario que me acosen todo el día para llamar mi atención, sólo se ponen en ridículo y eso es incómodo —ultimó, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.

Contrario al efecto esperado, ellas no movieron siquiera un músculo para irse de allí, limitándose a devorar con ojos deseosos la esculpida anatomía de su compañero.

Tom suspiró, comenzando a hartarse de verdad. Si bien no le disgustaba del todo tener tras de sí a sus posibles prospectos de ligue, en ese preciso instante no se sentía de humor para soportar sus estúpidas rencillas por ver cuál de ellas conseguía despertar su interés.

—Olvidé mi botella de agua... en los vestidores... —dejó caer como por casualidad.

La reacción fue automática. Todas se giraron y corrieron como una estampida escaleras abajo, empujándose unas a otras para lograr ser quien llegara primero a dicho lugar.

—Tropa de ridículas —masculló Hermione, bufando enfurruñada—. ¿Cómo pueden caer tan bajo?

—Tú no actuaste mejor que ellas —le recriminó su ex novio, viéndola con reprobación—. No era necesario que te pusieras a su altura, te creía mucho más inteligente y madura que eso —concluyó, apoyándose distraídamente en la baranda de contención, en esa pose rebelde y despreocupada que embobaba a todo aquel que le viera.

La aludida se sonrojó, de seguro por vergüenza, chistando su lengua para restarle importancia.

—Me gusta ver el mundo arder —resolvió sin más, peinando su ondulado cabello con los dedos—. Ellas creen que tú y yo rompimos por una infidelidad, pero ambos sabemos que no es así. Fue una ruptura de mutuo acuerdo, por razones totalmente distintas, que nadie tiene por qué saber. ¿En qué te afecta que las ponga en su lugar de vez en cuando? Es divertido ver como se sulfuran por nunca haber tenido exclusividad contigo —finalizó con una sonrisa.

Riddle bufó, doblando una de sus piernas para acomodar mejor su cuerpo en la metálica reja.

—Me da igual —le dijo, observando hacia arriba con abrumador desinterés—. Haz lo que quieras.

—Nunca te dejan en paz... ¿Cómo lo toleras? —le cuestionó Harry, observándolo fijamente.

Éste se encogió de hombros, extrayendo de su mochila su preciada botella de agua.

—Tiene sus ventajas... —expuso malicioso, bebiendo un gran sorbo del vital líquido transparente.

—Imagino cuáles —sentenció Potter, volviendo su mirada a la cafetería.

Draco y sus amigos ya se habían ido, lo cual le produjo un desagradable sinsabor en el pecho. Si tan sólo tuviera el valor de acercarse, si tan sólo fuera un poco menos como él y más como... como Tom...

Observó a Riddle por el rabillo de su ojo, preguntándose cuál sería su estrategia para ser tan irresistible a ojos de casi todo Hogwarts. A diferencia de él, el apuesto chico de rizos oscuros era popular, codiciado, jodidamente inteligente y seguro de sí mismo. Tanto así, que hasta los de último año le mostraban su respeto y admiración, al punto de invitarlo a sus reuniones de estudio, las cuales no eran más que intensas fiestas clandestinas en plena semana escolar.

Suspiró profundo e inaudible, avistando a unos cuantos de sus compañeros de clase dirigiéndose en su dirección, tras subir las escaleras. Su corazón se aceleró y su estómago dio un vuelco cuando sus ojos se posaron en su crush, quien se apresuró a ir hacia ellos, mientras los demás se desviaban en sentido contrario. Un estremecimiento le recorrió la espalda, a la vez que sentía a sus piernas temblar ligeramente.

«¡Está tan cerca!»

—Oigan, ¿supieron que se suspendió la última clase? —inquirió el rubio, deteniéndose justo junto a Harry, aunque apenas dignándose a dedicarle un fugaz vistazo—. El profesor Dumbledore se intoxicó con unos mariscos en mal estado, así que nos dieron autorización para irnos —les comunicó, sonriendo complacido.

—Oh, gracias por venir a avisarnos —agradeció Granger, sonriendo levemente—. Entonces supongo que no tiene sentido seguir más tiempo aquí... mejor aprovecharé el tiempo libre para comenzar la investigación que nos mandaron en historia —meditó para sí misma, girándose a ver a su mejor amigo con algo indescifrable en sus ojos castaños—. Tú te quedarás, ¡no, Harry? Tienes algo pendiente que resolver —comentó con cierta diversión, viendo disimuladamente de Potter a Malfoy y viceversa.

El aludido se sobresaltó, fulminándola con una mirada de odio en su estado más puro.

—No tengo nada pendiente que hacer —objetó, esbozando una mueca—. Me voy contigo, Herms.

—Bien —espetó ella, frunciendo el ceño—. Como quieras, señor cobarde. Luego no te quejes.

Su amigo frunció el ceño también, empezando a caminar rumbo a la escalera. Por más que anhelara hablar con Draco, su timidez era más grande y lo hacía huír a la primera oportunidad.

«Soy un idiota» Se recriminó, pateándose internamente. «¿Cómo despertaré su interés, si ni siquiera puedo hablar con él? ¡Hermione tiene razón! Soy un maldito cobarde...»

—No olvides la cena con nuestros padres esta noche, Harry —le recordó Tom, deteniendo abruptamente su masacre mental.

—No lo haré —le aseguró, girándose a mirarlo y sonriéndole un tanto ofuscado—. ¿Te veo allá?

—Claro —respondió él, guardando su botella de agua de regreso a su mochila.

—¿Vas al gimnasio, Riddle? —le oyó preguntar de pronto al rubio de ojos grises.

—Sí, debo recoger mi uniforme —contestó el mencionado—. ¿Por qué?

—Te acompaño... también olvidé mi uniforme allá —declaró Draco, empleando un tono de voz que Harry no supo cómo interpretar.

—Si quieres —fue la breve respuesta que recibió, repleta de desinterés y abismal indiferencia.

Harry y Hermione los observaron bajar por las escaleras, ambos notando atónitos el segundo mismo en que los ojos del rubio platinado se posaban descaradamente en el trasero de Tom, irradiando en su mirada tanta lascivia que la castaña casi suelta un grito de pura impresión.

—No lo puedo creer —musitó ella, cubriéndose la boca con ambas manos—. ¿Malfoy también?

Potter no contestó, empezando a bajar por los escalones, visiblemente desanimado y molesto.

¡Quería llorar! ¿Cómo era posible que incluso a Draco le gustara Tom Riddle?

Sabía que el bastardo no era feo... joder, no estaba ni remotamente cerca de serlo. Sus rasgos lo hacían parecer un adonis, especialmente si tenías el privilegio de recibir una mirada de atención por parte de esos ojos imposiblemente azules e intensos. Era alguien apuesto... muy apuesto... eso Harry no podía negarlo. ¿Pero! ¡Por qué hasta su crush debía gustar de él?

~~~

Las familias Potter y Riddle solían ser muy unidas, debido a la gran amistad que, casi desde el inicio de sus vidas, habían establecido ambos matrimonios. A modo de tradición, se reunían una vez al mes para cenar todos juntos, buscando así fomentar una mejor convivencia entre sus hijos. No obstante, y pese a sus constantes esfuerzos, el trato entre Harry y Tom jamás había logrado rebasar los parámetros de una relación cordial y socialmente correcta, pues eran tan diferentes uno del otro, que les resultaba difícil congeniar sin cuestionarse en el proceso. Aun así coexistían en armonía en el instituto y durante sus reuniones, lo cual conservaba en pie las esperanzas de sus padres de verlos siendo tan amigos como lo eran ellos mismos.

Luego de cenar, Harry propuso una ronda de videojuegos, por lo que ambos chicos se encaminaron hacia la sala de recreación de los Riddle, mientras los adultos optaban por irse a la terraza a continuar con su amena conversación.

—¿Guerra de baile en el Just Dance? —sugirió el oji-esmeralda, entregándole uno de los controles, mientras tomaba el dichoso juego de un delgado estante junto al smart TV de sesenta pulgadas colgado en la pared.

—De acuerdo —respondió Tom, dejándose caer con algo de pereza sobre el cómodo sofá de tres cuerpos, estratégicamente situado justo en frente de la enorme televisión.

...

Una hora más tarde, cada uno bebía un vaso de refresco con abundante hielo, completamente agotados de tanto moverse. Había sido una partida bastante reñida, pero Harry acabó adjudicándose la victoria, justo en la última canción.

Acordaron poner una película de terror, género favorito de ambos, siendo el turno de Tom para decidir cuál verían. Tras reproducirla, se sentaron juntos en el enorme sofá, disfrutando de un silencio para nada incómodo. Porque, aunque su relación no fuera la amistad incondicional que sus padres tanto anhelaban, sí podían llevarse bastante bien si se lo proponían.

Mientras veía como el protagonista escapaba del asesino, Harry sintió que era el momento de hablar con él. Tenía claro que probablemente Tom no aceptaría, que incluso se burlaría cruelmente de su desesperada petición de ayuda, pero a esas alturas su deseo de dejar de ser invisible ante los ojos de Draco, era mucho más poderoso que conservar su dignidad.

—¿Cómo lo haces? —inquirió en un susurro, lo suficientemente audible para que lo escuchara en medio de la música ambiental del film.

Éste se giró a mirarlo, desconcierto puro plasmado en el profundo abismo de sus azules ojos.

—¿Cómo hago qué? —inquirió de vuelta, enarcando una ceja en gesto de máxima extrañeza.

Su interlocutor exhaló suavemente, un ligero rubor trepándole por las mejillas.

—¿Cómo haces para tener a más de medio Hogwarts babeando por ti? —reformuló su pregunta, escrutándolo con los párpados entrecerrados—. Casi ninguna chica se te resiste, incluso Hermione cayó rendida a tus pies. ¡Hasta hay chicos que quieren ligar contigo! Dime... ¿Cuál es tu secreto? ¿Es alguna especie de truco especial o algo así?

—Por supuesto que no —respondió su compañero, recostándose mejor contra el respaldo del sofá para estar más cómodo, sin apartar sus penetrantes zafiros de la expresión ceñuda en el níveo rostro de Potter—. Ellos me buscan porque quieren, no porque yo utilice algún tipo de "truco especial"— replicó, enfatizando en las palabras recién dichas por el otro.

—Aun así, algo debes hacer para atraerlos de esa manera tan intensa —insistió Harry, frunciendo los labios en un puchero enfurruñado—. Nadie se fija en alguien sólo porque sí.

Tom sonrió, de ese modo ladino y arrogante que tan bien lo caracterizaba.

—Sólo soy yo y ya, no tiene ninguna ciencia —declaró, levantándose del sofá para irse.

Éste se apuró a seguirlo, llendo tras él como impulsado por un resorte.

—Oh, por favor... ¡Ni tú te crees eso! —exclamó, interceptándolo al pie de la escalera que conducía a su habitación—. ¡Sólo dime cuál es tu secreto y ya!

Riddle lo fulminó con la mirada y frunció el ceño, notoriamente fastidiado.

—¿Por qué tanta insistencia? —demandó saber, escudriñando fijamente sus ojos.

Harry deshizo rápidamente el contacto visual, temiendo que la transparencia en su mirada delatara sus intenciones.

—Por nada —musitó, visiblemente nervioso—. Sólo es curiosidad— mintió, negándose a mirarlo.

—Ahá... claro... —ironizó Tom, subiendo un escalón para apoyar seductoramente un brazo sobre el barandal—. Fingiré que te creo, pequeño mentiroso.

Su compañero bufó, dejando caer sus brazos a los lados de su cuerpo en gesto de rendición. Avanzó varios pasos hasta quedar justo debajo de donde él estaba, dejando a la vista sus ojos para permitirle ahondar a gusto en el cristalino mar de su expresiva mirada esmeralda.

—Quiero aprender... a ser como tú —expresó cohibido, la calidez del sonrojo abrasando su rostro.

—¿Y eso por qué? —indagó el primogénito de los Riddle, admitiendo por un microsegundo que ese tenue carmín en su nívea piel, le hacía lucir jodidamente adorable.

Él entrelazó sus dedos, abrazándose a sí mismo para infundirse valor.

—Porque quiero que... Draco se fije en mí —confesó, apartando la mirada una vez más.

Sus palabras fueron secundadas por el silencio. Un largo, incómodo, y denso silencio.

Tom se quedó momentáneamente en shock, intentando procesar lo recién dicho por su no amigo. Le sorprendía saber que Harry gustaba de otro chico, pues siempre había creído que la razón de su nula interacción romántica con otras chicas, era mero resultado de su timidez. Definitivamente lo conocía menos de lo que pensaba, aunque tampoco se había esforzado demasiado en hacerlo. Como fuera, la reciente confesión no tenía por qué cambiar nada entre ellos. Su percepción de él no sería distinta ahora que sabía que era gay, por mucho que la noticia le hubiera caído tan de súbito.

—Malfoy... ¿En serio? —fue su respuesta, el tono en su voz reflejando cierta incredulidad—. ¿No pudiste fijarte en alguien menos idiota?

El aludido soltó el aire que no supo en qué momento retuvo, en el fondo de sí mismo sintiéndose en demasía aliviado de que a Tom pareciera no importarle en lo más mínimo su orientación sexual. No podía negar el temor que lo invadió de que su silencio fuera roto por alguna frase desdeñosa, un miedo fundamentado en el exceso de heterosexualidad que emanaba del apuesto joven de ojos azules. ¡Realmente agradecía haberse equivocado!

—Oye... —reprochó en tono falsamente enojado, sonriendo dulcemente ante su tácita aceptación—. Yo no te digo nada por ligar con las más descerebradas de la escuela —rebatió, haciendo un mohín que, una vez más, fue jodidamente adorable a ojos de su compañero.

—No necesito que usen el cerebro para complacer mis deseos —replicó él en tono sugerente, mordiéndose el labio inferior en gesto por demás sensual.

—Ugh, demasiada información —Harry le soltó un leve golpe en el antebrazo, esbozando una mueca ofuscada—. No necesito que me des ideas de qué hacen para complacerte, gracias —espetó, reprimiendo una juguetona sonrisa.

—Pero sí quieres saber cómo hago para que más de medio Hogwarts babee por mí —declaró con sorna, bajando el escalón que había subido para estar más cerca.

Él asintió, sosteniéndole la mirada una vez más.

—¿Lo harás? —preguntó con la voz ligeramente entrecortada, el traicionero rubor volviendo a treparle las mejillas—. ¿Me enseñarás a ser como tú?

Tom suspiró, descruzando los brazos. Con una sonrisa maliciosa le revolvió el cabello, riendo ante su exaltado gritito de indignación. Sabía que Harry odiaba que desordenara sus rebeldes hebras cuando lograba peinarlas de forma decente, lo cual fomentaba aún más sus ganas de hacerlo.

—Está bien —espetó, resignado—. Buscaré un modo de ayudarte a que el mimado de Draco Malfoy se dé cuenta de tu existencia. Pero será un secreto entre tú y yo... nadie debe enterarse.

—De acuerdo —aceptó Harry, sonriendo ampliamente—. Gracias, Tom.

Éste asintió, restándole importancia con un chasquido de su lengua.

—Ven mañana en la tarde para que empecemos. Mientras más rápido terminemos, mejor —señaló en tono hastiado, empleando su faceta de indiferencia para poner fin a la conversación.

—Hecho —accedió el otro, alejándose unos pasos para devolverle su espacio personal.

Caminaron de regreso a la sala de recreación, pues sabían que sus padres los forzarían a pasar tiempo juntos, si se daban cuenta que andaba cada uno a su libre albedrío dentro de la casa.


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