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Teenage Love Triangle - Riren por KaoriLR2

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Petra nunca tuvo un mes favorito del año hasta que aquel agosto transcurrió.

Quizá lloró más de lo que rio, quizá fue más victimaria que víctima, quizá debió pensárselo dos veces antes de insistirle en que la acompañara al cine. Fue un pretexto, lo supo de desde el principio. Él también lo sabía.

La primera vez que lo vio fue en el salón de clases. Ella dialogaba con Auruo, Mike y Nanaba sobre un proyecto integrador para la última clase, cuando el profesor ingresó al aula con tres alumnos nuevos detrás de él. Al parecer venían transferidos de una casa de estudios de la zona rural, la cual no contaba con el mismo prestigio ni recursos que la institución en la que Petra se encontraba inscrita.

Se trataba de Erwin Smith, Hange Zoe y Levi Ackerman.

A partir del instante en el que esos ojos finos se cruzaron con los suyos, Petra supo que estaba perdida, que iría a donde fuera con tal de verse reflejada de nuevo en la mirada grisácea de su compañero. Y mientras el resto de las chicas de su clase suspiraban por Erwin Smith, ella lo hacía por Levi en el silencio abrumador de su habitación, o desde uno de los rincones del salón, donde solo un par de veces Nanaba pudo escucharla y dar por hecho que estaba en la misma situación que el resto de ellas.

Los primeros tres meses los colmó con simples intentos por acercarse a interactuar con él, pero no conseguía nada destacable. A veces solo los buenos días al cruzar la reja de entrada, otras veces un corto gracias cuando alguna situación escolar lo ameritaba.

Entrar en su reducido circulo social parecía una labor titánica, Hange Zoe siempre estaba acaparando la atención de Levi y cuando no lo hacía ella, lo hacía un chico moreno de ojos bonitos de la clase C. En más de una ocasión, Petra se lo topó recargado en la puerta del salón al terminar una clase, sabía que el joven llegaba a buscar a Levi y que este saldría sin falta para almorzar o solo charlar con él.

¡Qué privilegio! Cuánto aspiraba a tener la oportunidad de ser así de cercana.

En algún momento contempló seriamente la posibilidad de alterar sus planes, de optar por acercarse al joven castaño y entablar una buena amistad con él. Entonces, cuando la confianza fuera la suficiente, ella podría pedirle que le ayudara a conquistar a Levi.

No sucedió.

Petra descartó la idea pronto, de ninguna manera utilizaría a otros para conseguir lo que quería, no era de esa forma en la que pensaba trazar su camino hacia Ackerman.

Luego de semanas de reflexión y suspiros por permanecer observándolo a la distancia, las ideas fluyeron en su cabeza. Sus nuevos esfuerzos se darían a partir de hacer cambios visibles en su aspecto, sus labios con un toque de carmín y las cejas definidas. Dieta, ejercicio, constancia. Lo que hiciera falta.

Al terminar su rutina de gimnasio la tarde de los lunes, pasaba al supermercado para surtir la lista de compras que le dejaba su padre antes de marcharse a trabajar. Hacerlo le causaba conflicto, debido a que terminaba tan cansada que solo ansiaba llegar su casa de una vez por todas, darse un baño relajante, ponerse su pijama de unicornio y tirarse a ver su serie juvenil hasta media noche.

Pensar en ello le motivaba a terminar las compras lo antes posible, entonces podría hacer todo lo que ya tenía en mente, pero la indecisión no le ayudó en una ocasión. Al parecer habían agregado nuevos productos, retirado o movidos de lugar, porque el detergente que acostumbraba llevar a casa no estaba por ningún lado.

Sus ojos miraban de forma intercalada aquellas dos opciones entre las que no sabía cuál elegir.

—Biodegradable —le dijo una voz a su espalda.

Coincidencias de la vida. Al voltear a su derecha, se encontró con el chico de ojos bonitos. El amigo de Levi.

—¿Cómo? —preguntó confundida, sosteniendo un paquete de diferente detergente en cada mano.

—Que te sugiero que elijas este —el joven castaño apuntó con su dedo hacia aquel que ella mantenía en la mano izquierda—. Es una buena opción para cuidar el medio ambiente.

Amable, fue lo primero que se le vino a la cabeza cuando él le sonrió sin pena alguna.

—Oh, claro. Llevaré este entonces —contenta, se deshizo de la segunda opción colocándola de vuelta en el estante—. Gracias… eh…

—Eren. Eren Jaeger.

Un apretón de manos fue suficiente para que la simpatía de el joven frente a ella le terminara de invadir como una ola.

—Mucho gusto. Yo soy Petra Ral.

Luego de que él se ofreciera ayudarla a terminar de hacer la compra, pudo extender el tiempo que tenía para seguir analizándolo a conciencia. Eren también era muy apuesto, pero era más alto que Levi. Eren tenía ojos grandes y Levi pequeños. Eren sin duda tenía lo suyo, pero para Petra, Levi se encontraba en un nivel muy superior. En uno Insuperable.

Esa no sería la única vez que sus caminos se encontrarían e intercambiarían palabras. Verlo recargado en la pared frente a su aula y no saludarlo, fue imposible, ella jamás podría comportarse descortés. Él, tan amable como de costumbre, le respondía e incluso a veces se acercaba para conversar sobre temas triviales.

Surgió un vínculo interesante, uno caracterizado por la cordialidad y que, en un corto lapso de tiempo, llegó a cimentar una amistad, si bien no tan profunda, al menos sí lo suficiente para que Petra se sintiera cómoda a su lado.

—Algunos amigos y yo iremos a tomar un helado a la salida. ¿Te unes?

—¿Yo?

—Sí, ¿quién más? —le respondió Jaeger, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. La sonrisa jovial decorándole el semblante—. Mis amigos son medio brutos, pero te aseguro que no muerden.

Petra no fue capaz de negarse. Por la tarde estaba sentada entre Eren y Mikasa, la mejor amiga de este, siendo integrada a la charla animada que sostenían todos los presentes. Disfrutando helado de diferentes sabores, galletas con chispas y paletas de yogurt. Disfrutando la vista que tenía frente a ella, el hombre al que amaba en secreto sentado en la misma mesa, al lado Hange y Erwin.

Aquella salida se repitió eventualmente, de la heladería al parque y del parque al cine. Botanear en casa de Jean, grandes festejos en casa de Connie.

Cuando vino a darse cuenta, ella ya formaba parte del selecto círculo de personas con las que ambos interactuaban. Era parte de los planes para salir en grupo, tomada en cuenta para las fiestas.

En resumen, su mundo cambió a pasos agigantados.

La primera vez que pudo sostener una conversación de más de dos frases con Levi, casi se le sale el corazón del pecho. No sería gran cosa para los demás, pero para Petra se trató de un gran paso.

Cuando su amigo Eren aparecía constantemente por el salón, ya no le sorprendía. Al contrario, aprovechaba los momentos que su adorado Ackerman tardaba en salir al encuentro, para ella entablar una plática con el castaño. Siempre había algo de qué hablar, planear, opinar; Eren le caía de maravilla y sabía que era mutuo.

Agradecía el haberlo conocido.

—Eren.

Sin embargo, bastaba con escuchar esa voz, la voz que provocaba cosquilleos en su cuerpo, para que su atención fuera completamente desplazada hacia su portador.

Levi aparecía con ese andar tan varonil para encontrarse con Eren. Y entonces, cuando ellos se miraban, era como si Petra estuviera de más. No, como si todo el mundo saliera sobrando. Se recalcaba que eran ideas suyas, una manera de hacerse sentir mejor.

«Son amigos. Muy buenos amigos.»

El efecto no le duraba mucho, porque Eren siempre se lanzaba impetuoso sobre Levi, se acercaba, lo tocaba. Algo que ella jamás podría atreverse a hacer.

—Mi madre nos está esperando afuera —lo escuchó comentar.

No le gustaba ver cómo lo rodeaba por el hombro, menos el semblante relajado de Levi, sin una sola pizca de incomodidad. Petra la evadía, pese a que la verdad estaba frente a sus ojos.

Sus ánimos decayeron cuando, días después, se enteró de que se habían hecho novios.

De ahí en adelante tuvo que verlos pasearse de la mano afuera del instituto, a Hange molestarlos durante el almuerzo, los gestos sutiles que Levi tenía con Eren. Fue testigo silenciosa del florecimiento de su amor, en tanto el suyo se marchitaba abandonado en un rincón.

Se tomó su tiempo para asimilarlo, lloró sobre el hombro de Nanaba luego de contarle la verdad respecto a sus sentimientos, posteriormente, tomó una decisión. Reprimió sus sentimientos por Levi en lo más profundo de su ser y aceptó el lugar que, tanto Eren como él, habían abierto en sus vidas para ella.

No obstante, la duda siempre se mantuvo ahí, rondando sus pensamientos en las noches solitarias, donde casi siempre terminaba por imaginarse en el lugar de Eren, aun si a la mañana siguiente la culpa la hacía actuar con extrema rectitud.

Solo amistad y conformidad.

El desastre no tardaría en desatarse. Había pasado más de un año ahogando su sueño cuando ocurrió. Cuando el chispazo que necesitaba para salir de su letargo, llegó a sus oídos en los últimos días de julio.

Sin querer escuchó a Hange comentárselo a Erwin en medio de una reunión de grupo a la que Levi se negó a asistir. Eren había partido ni bien comenzaron las vacaciones a casa de su abuela en compañía de su familia y, por alguna razón que desconocía, Levi no lo tomó de buena manera.

Petra fingió muy bien el estar pasando por ahí de casualidad la tarde siguiente, conocía de arriba abajo el fraccionamiento en el que se ubicaba el hogar que habitaba la familia Ackerman. Sabía que lo encontraría por la avenida principal si transitaba por ella a las seis, pues él pasaría por ahí de regreso de su empleo de media jornada.

Todo el tiempo que invirtió en observarlo al inicio, no había sido desperdicio.

Por supuesto que estaba preocupada, necesitaba con urgencia saber de él. Si estaba bien, si podía ayudarle en algo. Hacerlo sentir menos solo, o siquiera intentarlo.

—Hola, Levi —un saludo cargado de la auténtica dulzura que la caracterizaba, mezclado con la emoción que le proporcionaba el solo verlo.

—Hola —frío, cortante. Apenas y se detuvo a responderle.

Petra notó el mal humor en su semblante, más irritable que de costumbre. No insistió, prefirió intentar otro día. Tres tardes continuas bastaron para que la interacción creciera un poco más, lo suficiente para que ella pudiera abordarlo de una mejor manera, aunque las respuestas del joven seguían cargadas de ese deje de malestar.

—No vives por esta zona, ¿qué es lo que te trae aquí?

Ella sintió las manos sudarle ante la pregunta.

—Tengo familia, unos tíos lejanos que acaban de mudarse —mintió.

—Ya veo.

Silencio, vacío e insoportable.

—¿Y Eren? —se aventuró a preguntar—. Hace días que no lo veo, fui a buscarlo a su casa, pero no hay nadie…

—Salió de la ciudad un día antes de que comenzaran las vacaciones —Petra no dejaba de verlo mientras escuchaba su respuesta—. Estará todo el mes en casa de su abuela. Me avisó por mensaje el día que se fue —los puños de Levi se aferraron a la tela de sus pantalones, como un modo de canalizar lo que en realidad sentía.

—Siento que eso te molesta.

—Teníamos planes hechos y él solo me envió un mensaje. Estoy en todo mi derecho de enfadarme.

—Claro.

Ella elevó la mirada al cielo ligeramente oscurecido, ahora entendía la razón de su mal humor. Levi debía estar teniendo unas vacaciones terribles.

No le gustaba que fuera de ese modo.

—¿Me acompañas al cine? —la invitación salió de su boca antes de que ella pudiera reflexionar sobre si era una buena idea. El ceño fruncido de Levi le asustaba, no estaba saliendo bien—. Es que… hay una película que se estrenó anoche, pero Nana no pudo acompañarme porque no le dieron permiso. Así que pensé…

—Vale, acepto.

Fue más fácil de lo que creyó. Demasiado.

Bastó con que un taxi se detuviera cerca de ellos para que la ida al cine se concretara.

Sentada al lado suyo, Petra aun dudaba de que aquello estuviera sucediendo. Tuvo que pellizcarse a escondidas para creérselo.

No era mentira lo de sus ganas por ver la película, estuvo esperando durante meses a que se estrenara y el plan original era verla junto a su amiga Nanaba. No cabe duda que la vida te da sorpresas, y no pudo darle una mejor.

A veinte minutos de iniciada la película, el bote de palomitas yacía abandonado a un lado, prefería girar su rostro para poder apreciar mejor lo que tanto había anhelado. Durante dos años. Desde el primer día. El codo de Levi recargado en el descansabrazo contrario, con su mano sosteniendo su mejilla. Esos ojos, los mismos en los que se había perdido desde que lo conoció. Cerca, más cerca de lo que alguna vez pudo tenerlos.

—¿Tengo algo en la cara? —Levi la atrapó observándolo.

Tosco, siempre era así, menos cuando se trataba de Eren, pero ella no era él.

—No, nada. Lo siento.

Tuvo que devolver la vista a la película que tanto había deseado ver, aunque ahora realmente estaba en segundo plano. Petra quería congelar el momento, detener las horas, desaparecer el resto de personas alrededor y, por una vez en la vida, ser el centro de atención para Levi.

Era su sueño. Todos tenemos derecho a tenerlos.

Al terminar, Levi abandonó la sala caminando por delante de ella; como siempre, lo siguió de cerca, observando su menuda pero imponente figura. La cual para Petra quedaba perfecta, sus manos encajarían sin mucha diferencia. Levi no tendría que pararse de puntitas para besarle, ni mirar hacia arriba para establecer contacto visual.

Estaban hechos a la medida, el uno para el otro, pero Levi no veía eso. Levi veía a Eren. Y Eren se había ido a vacacionar dejándolo a la deriva.

Desconsiderado, fue la primera palabra que la parte oscura de sus pensamientos le ofreció para definir al castaño.

El aire frío le golpeó el rostro al llegar a la salida, justo a un lado de la calle en la que circulaban taxis y todo tipo de vehículos en ambos sentidos. El tiempo a solas se les había agotado, el dolorcito en su pecho se lo recalcaba.

—Levi… —un impulso le hizo llamarlo, como si de verdad tuviera algo urgente qué decir. Y lo tenía.

—Dime.

—Yo te… —las palabras se atoraron en su garganta, no debía, no podía atreverse a continuar—. Yo… me preguntaba si te gustó la película.

La expresión contrariada de Levi le indicó que le había salido demasiado falso el cuestionamiento. Sin embargo, él le sonrió.

—La verdad es que prefiero ir a la biblioteca, el ruido y la iluminación de la pantalla me producen jaqueca.

—Oh, lo lamento —genial, tenía la oportunidad de salir con Levi y la convertía una ocasión incómoda para él. Pero todavía podía intentar enmendar lo que consideraba como su error—. ¿Qué tal si vamos mañana? Si no estas ocupado claro.

Los nervios se hicieron presentes cuando sintió la pesada mirada grisácea recorrerla de arriba abajo antes de responderle.

—Bien.


Lo que vino después, le sorprendió hasta a ella misma.

La semana siguiente se le fue como agua entre las manos, el tiempo se pasaba volando cada que Levi llegaba a buscarla a su casa para ir a la biblioteca cercana al parque central. Podían estar ahí hasta tres horas seguidas devorando novelas cortas o libros con datos científicos de gran relevancia.

Ella no era muy fan de los libros y de todas maneras su buró se llenó de ellos hacia el final de la segunda semana.

Nanaba terminó por darse cuenta qué era lo que la mantenía tan ocupada como para no contestarle ni las llamadas. Por supuesto que también vio las señales, el rumbo extraño que tomarían las salidas si no continuaba, sin olvidar el hecho de que Petra nunca había superado su enamoramiento por Levi.

—Estamos saliendo en plan de amigos, Nana —argumentó más para convencerse a sí misma. Muy tarde, sus ilusiones aumentaban en cada oportunidad—. Eren lo dejó solo. No hay nada de malo en que le haga compañía.

La expresión de su amiga cambió enseguida ante su ingenuidad.

—Es cuestión de días para que Eren regrese, Petra. Levi correrá a verlo y todo volverá a ser como era hasta antes de las vacaciones, ¡Reacciona, joder!

Pero Petra se dejaba guiar por lo que dictaba su corazón.

—¿Es lo que querías decirme? Bien, pues gracias por recordarme lo que ya sé. Nos vemos luego, Nana.

Así, el resto de las áreas de su vida quedaron en el olvido. Invitaciones de Auruo para ir al cine acabaron rechazadas más de una vez. Luego, fue silenciando chats que le parecían irrelevantes. En algún momento su móvil ya solo sonaba cuando se trataba de él. De Levi.

Atesoraba sus mensajes, cortos textos que se resumían a concretar la hora en la que se verían en los días próximos. Él nunca le preguntaba cómo estaba, qué tal se sentía o si tenía otros planes, por desgracia ella nunca se atrevió a cuestionarlo, ni a pedir más de lo poco que recibía. Se conformaba, porque era peor no tener nada.

—¿Lo que el viento se llevó?

—Sí, ¿qué te parece?

—No es de mi interés —comentó Levi, escudriñando la pasta del libro entre sus manos. Tomaron asiento en una banquita del parque con el sol ocultándose a sus espaldas—. De todas maneras, eres tú quien gastará su tiempo en leerlo.

—Lo sé, pero para mí es muy importante tu opinión, Levi.

Él le devolvió el libro y miró en la dirección contraria. El silencio que se prolongó por varios minutos, le abrumaba; cuando esto sucedía Petra se sentía desesperada por no saber cómo llenarlos, le aterraba la idea de aburrirlo, de romper la burbuja en la que llevaban más de dos semanas introducidos. Solos. Solo ellos dos.

No había Hange Zoe que llegara a importunar. No había Eren Jaeger ocupando un lugar al lado del siempre perfecto Levi. En ese sitio estaba ella. Casi como siempre imaginó estar.

—¿Qué es exactamente lo que quieres de mí, Petra?

La pregunta vino acompañada de la altiva mirada que tanto adoraba. Finalmente, Levi la confrontó y quizás esa era la oportunidad que tanto esperó.

—Todo, Levi —armada de valor, deslizó sus caderas sobre la banca, cortando toda distancia entre ambos. Su mano derecha, atrevida, se posó sobre la mejilla izquierda de la persona que amaba—. Todo lo que tú quieras darme.

Y se lanzó al precipicio.

Emprendió su caída con un beso que, si bien al inicio no fue correspondido, al cabo de unos segundos le arrebataba el aliento. No hubo fuegos artificiales, ni cupidos tocando la melodía del amor alrededor de ellos. Solo brusquedad y saliva humedeciéndole los labios, el mentón, pronto también algunos dientes hincándose en la piel descubierta de su cuello y clavículas.

Recordaría cada día la sensación de los finos dedos de Levi recorrerle la espalda, después de deshacer el nudo de su blusa; la respiración errática sobre sus hombros y el temor de que fueran a descubrirlos con la vestimenta a medio quitar.

Pasó años mirando su espalda a lo lejos, ansiosa por poder caminar un día a su lado y entrelazar sus manos, pero lo único que unieron fue sus cuerpos bajo la luz de la luna en aquel parque, a escondidas, ocultos entre los arbustos con el pasto emulando una cama.

¿Después?

No hubo un después.

Levi la envió a casa en un taxi y lo días que transcurrieron hasta el fin de las vacaciones, su celular no volvió a sonar con noticias de él. Petra continuó yendo a la biblioteca con la esperanza de encontrárselo, caminando por las calles cercanas al hogar de los Ackerman. No lo consiguió.

Una vez que la desesperación le consumió, optó por llamarlo. Cada una de sus llamadas fueron enviadas directamente al buzón de voz y sus mensajes nunca fueron recibidos. El primer golpe fue saberse bloqueada por todos los medios.

—Oh, lo siento. Mi hijo acaba de salir a ver a su novio —fue lo que la madre de Levi le dijo cuando ella fue a buscarlo a su casa.

Su novio.

Eren

Eren había vuelto.

A pesar de que ya conocía la razón por la que estaba siendo dejada atrás, Petra se negó a creer que todo llegó a su fin. Sus ojos acuosos no pasaron desapercibidos para su padre el regresar a su hogar, pero no se detuvo a explicar nada. El golpetazo que cerró la puerta de su habitación dejó muy en claro que no quería ser molestada.

Cada que alguna lágrima osaba rodar por su cara, se apresuraba a limpiarla con el dorso de su mano. Cerró los ojos, cerró su mente, se abrazó a sí misma y se aferró al único libro que no pudo terminar de leer.

Lo que el viento se llevó tardaría en ser devuelto a los estantes de la biblioteca.


Días antes de que agosto culminara, el regreso a clases le devolvió la esperanza. Ahí no habría manera de que Levi huyera de ella, lo confrontaría en el salón, aun si tenía que hacerlo frente a Hange y Erwin.

Sobra decir que no lo hizo, aguardó paciente hasta que la hora del almuerzo llegara para poder interceptarlo. Solo tenía que ser más rápida que todos, más rápida que Eren, entonces podría disipar sus dudas. Ella merecía una explicación.

—Petra, oye… —escuchó la voz de Nanaba a sus espaldas—. ¿A dónde vas?

No se detuvo, avanzó a grandes zancadas, casi corriendo. Había bastado un segundo de descuido para que Levi se esfumara del aula de clases.

De camino al comedor casi tropieza, el pasillo que daba a las canchas estaba lleno de alumnos y en más de una vez terminó empujando a alguno. Hasta sus modales olvidó, dándole prioridad a lo que tanto necesitaba su corazón.

Precisaba respuestas, un nombre a lo que sucedió y un motivo válido para la forma en la que había sido ignorada.

No le quedó claro hasta tuvo la realidad frente a ella abofeteándola sin reparo.

Justo detrás de los salones de primer año, los vio. Levi besando a Eren de una forma posesiva, esas manos aferrándose a la cintura con desespero, deleitándose en el sabor de su saliva y el olor de la piel del castaño.

Abrumada, sintió a alguien pararse detrás suyo. No hacía falta girarse para saber que se trataba de Nanaba.

—No lo digas… —le suplicó con la voz temblorosa. Lo que menos quería era escuchar un te lo dije.

—Ven acá, bonita. No sigas torturándote.

Y se rompió.

Las horas en las que su padre trabajaba, ella las aprovechaba para dejar salir sus penas. Tenía un nudo en la garganta, un dolor en el pecho que parecía no cesar con nada y ganas de salir corriendo sin rumbo fijo.

Faltó a la escuela por tres días seguidos.

No solo se trataba del dolor que le causaba el sentirse usada, sino que el remordimiento se había instalado en su cabeza y no parecía tener intenciones de marcharse pronto. Los recuerdos de su amistad con Eren le atormentaban cuando parecía que por fin podría quedarse dormida, mucho más al escuchar su celular vibrar bajo la almohada con constantes mensajes suyos preguntándole si se encontraba bien.

Si ella hubiera tenido ánimos de escribir, seguro que habría gastado su pluma favorita en enlistar toda clase de adjetivos despectivos e insultos hacia sí misma. Se sentía como la persona más vil sobre la tierra, porque ni siquiera era capaz de concederle ese lugar al hombre que, todavía, seguía adorando.

Sola y con la conciencia taladrándole todo el día, Petra tomó una decisión: asumiría las consecuencias de sus acciones, fueran las que fueran, anteponiendo la amistad sobre lo que creía amor.

Se le plantó con las pocas fuerzas que le quedaban, dándole la cara, por última vez

—Eren, ¿podemos hablar?

Su amigo sonrió, contento al verla de pie junto a la entrada del colegio. La temperatura descendía conforme los minutos pasaban, el cielo llenándose de nubes oscuras como los hechos en su conciencia

—Claro —Eren contestó.

Saltándose los protocolos de cortesía, Petra lo tomó de la muñeca arrastrándolo lejos de la presencia del resto de los curiosos alumnos. Lejos de Mikasa y Armin. Lo que menos necesitaba era más gente juzgándole.

—¿Cómo estás? ¿Por qué no has venido a clases? —el castaño inició la conversación, ajeno a todo lo que estaba por decirle—. Le pregunté a Levi, pero…

—Es justo de Levi de lo que quiero hablar —le cortó. Sus ojos amenazaban con llenarse de lágrimas.

—Oh, bueno. Te escucho.

Petra inhaló profundamente. No era momento de cobardía, tenía delante suyo a la persona más amigable y considerada que había conocido jamás. Ella no podría vivir guardándose su falta.

—Yo…  —empezó—. Levi y yo…

—¿Qué pasa con Levi?

—Lo si-siento, Eren.

No pudo contenerlo más, en llanto inundó sus mejillas de inmediato. Su voz ahogada por el mismo. Sus manos buscando desesperadamente tomar las de Eren. Pedirle perdón.

—No te entiendo nada, Petra. Venga, dime qué sucede —él la estrechó contra su pecho, tratando de confortarla. No se imaginaba que esta acción no hacía más que incrementar la culpa dentro de ella—. Quiero que te calmes para que puedas decirme qué es lo que te pasó para que estés así.

—No, no me hagas esto, Eren. Deja de abrazarme porque no lo merezco —se apartó de él como pudo y no lo perdió más tiempo—. Amo a Levi. Lo he amado desde siempre, desde antes de llegar a conocerte. No puedo callarlo más —el rostro del castaño palideció al ritmo de su confesión—. Lo siento muchísimo, pero Levi y yo tuvimos relaciones mientras estabas lejos.

En ese momento, los ojos apagados de Eren dejaron de mirarla a ella para enfocarse hacia otro punto alejado de la calle. Giró solo para encontrarse con aquel hombre que tanto había estado persiguiendo.

Levi Ackerman fue el primer hombre en su vida y nunca tuvo intención de permanecer en ella.

 


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