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Teenage Love Triangle - Riren por KaoriLR2

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¿Has experimentado alguna vez la jodida sensación de no ser suficiente, de no estar a la altura o estar de más?

Eren lidió con ello durante un buen periodo de tiempo, con la inseguridad susurrándole al oído una y mil razones por las que él no debía estar con Levi, porque le faltaba distinción, porque le faltaba estilo, cerebro, modales, etc. Noches de insomnio al dejar el teléfono en el buró luego de enviar un último mensaje de buenas noches, donde los pensamientos le pinchaban la cabeza hasta la madrugada.

Y es que no solo era una batalla contra sus demonios personales, ya que no hubo un día en el colegio en el que no escuchara los comentarios despectivos hacia su persona. A los ojos del resto de los alumnos, Eren Jaeger no era lo suficientemente bueno para alguien como Levi Ackerman, el estudiante número uno de todas las clases de primero.

Por eso, cuando fue traicionado, esas dudas solo se convirtieron en certezas, punzadas intensas de dolor y ríos de lágrimas que tardarían en secar.

¿Por qué?

Fue la pregunta que le atormentó incontables veces. Él creía necesitar una respuesta, por más dolorosa que fuera.

—¿Estás seguro de que lo soportarías? —se inclinó hacia atrás al ver a su amigo acercársele con gran ímpetu. Armin no tenía reparos a la hora de tratar de hacerlo entrar en razón—. ¿Resistirías escucharlo decir que fue porque no te quiso, no le importas o porque penetrar una vagina le prende más? Dime, Eren ¿lo soportarías?

—N-no, por supuesto que no —su voz quebrada por el llanto que llevaba rato tratando de evadir. No, definitivamente no quería escuchar nada de eso.

—Entonces deja de preguntártelo. Lo que Levi hizo no es tu culpa, de ninguna manera lo es y quiero que te quede muy claro —el rubio le tomó las manos acariciándole el dorso con los pulgares—. Eren Jaeger no ha perdido nada. A Eren Jaeger lo perdieron.

Asintió, intentando apropiarse de ese pensamiento.

El camino para recuperarse de la traición, sería largo. Muy largo, tanto como necesario.

La compañía de Armin le ayudó a sobrellevar el dolor, Mikasa se mantenía en silencio, tal vez porque de alguna manera se sentía culpable porque al final de cuentas Levi era su primo. Cuando estuvo listo, Eren se encargó de dejarle en claro que no tenía nada de qué preocuparse y que agradecía de corazón que ella no se alejara después de lo ocurrido.

Hange y Erwin encontraron la forma de acercarse a él poco a poco, la amistad que habían logrado construir no podía perderse por errores de alguien más. Este último reprobaba por completo las acciones de Ackerman e insistía en ayudarle a estudiar para que se pusiera al corriente lo más pronto posible.

Posteriormente, los viernes en donde pasaba la tarde en el supermercado, quedaron desplazados por horas de estudio en compañía de Armin y Erwin. Con ese par respaldándole en las cuestiones académicas, el regresar a clases se convirtió en un proceso más ameno.

Grisha se sorprendió el día que rechazó el nuevo permiso médico que había hecho para él, justo cuando se iban a cumplir tres semanas en las que se negaba a asistir al colegio. Para sus padres, que tomara la decisión de retomar su formación escolar, constituyó una luz al final del túnel.

No es que hubiera superado rápidamente, él estaba muy lejos de eso. Más bien había sido la insistencia de sus amigos, sus constantes visitas y los apapachos asfixiantes de su madre que, cabe aclarar, él no pedía, pero tampoco rechazaba    . Las personas más especiales de su vida estuvieron ahí cuando el mundo se le vino encima, no cualquiera tenía una oportunidad como esa.

La primera vez que vio a Levi después de lo sucedido, estuvo a punto de retroceder sobre sus pasos y volver a casa para meterse bajo las sábanas, estaría a salvo ahí. Claro que sus amigos no se lo permitirían. Jean lo agarró del brazo para llevárselo a rastras hasta el salón.

—Ni lo pienses, bastardo suicida —le reprendió, sin importar las miradas de asombro del resto de los chicos—. No hemos esperado tanto para que te eches para atrás en este punto.

—Idiota —fue su original forma de agradecerle por rescatarlo de sí mismo.

Por último, alcanzó a ver la mirada de advertencia que Mikasa lanzó con falso disimulo hacia Levi y continuó su camino.

Así era cada vez que él trataba de abandonarse, de rendirse de nuevo. Siempre había alguien por ahí cerca, sospechaba que todos ellos se organizaron para que así fuera. No preguntó nada por supuesto, se limitó a expresarles sus sentimientos en cuanto se dio la oportunidad, dejando que las palabras fluyeran en medio de una plática casual.

—Los aprecio más que a nada en el mundo.

Terminó sonrojado luego de decirlo. No fue el único, también los demás lo estaban.

Se sentía muy agradecido, por tal motivo sus esfuerzos los dedicó a todos ellos. A salir con Mikasa al parque los domingos para apreciar el atardecer desde ahí, a andar en bicicleta con Sasha y Connie, a quedar con Armin para ir a pasear el perro que Zeke le regaló en vacaciones.

A volver a ser el Eren de siempre.

El mismo medía su progreso considerando que las ganas de hacer algo nuevo cada día, le estaban volviendo de a poquito. Tristemente, no todo sería color de rosa. Los inconvenientes surgían en las noches, en especial al estar a punto de bloquear el teléfono para disponerse a dormir.

Faltaba algo.

Faltaba alguien.

Y por más que Eren sabía con exactitud lo que era, no lo mencionó jamás.

Pronto su rutina cambió, pues de lunes a viernes empezó a caminar al colegio acompañado de una sola persona. De quien menos se imaginó.

Erwin lo esperaba recargado en la cerca de su casa, sin tocar el timbre porque decía que no deseaba apresurarlo. La facilidad de palabra que el mejor amigo de su exnovio tenía era impresionante, por lo que el camino al colegio se sentía como nada. Nunca se había tomado el tiempo de conversar con él a profundidad. Le agradaba, para qué mentir.

Fue Armin quien se encargó de hacerle ver lo que en realidad Erwin pretendía, y aunque al principio él mismo se negó a creerlo, una tarde al volver a casa, Erwin se sinceró por completo.

Eren no supo bien a bien cómo debía de responderle.

—No te presiono —Erwin le sostuvo las manos con firmeza—. Tómate el tiempo que necesites para darme una respuesta. Seré paciente.

—No puedo prometer nada. Todavía no estoy en condiciones de… sabes a lo que me refiero, ¿no?

—Claro.

En tanto Erwin le soltaba con el único propósito de acariciar una de sus mejillas, él desvió la vista hacia su izquierda. Puede que haya sido simple paranoia, pero tenía la extraña sensación de ser observado, no solo en esa ocasión, sino muy a menudo.

Que el rubio se aproximara más a su rostro lo obligó a girarse, su espacio personal se había reducido a prácticamente nada.

—Yo no traicionaría la confianza de nadie. Mucho menos la de alguien como tú, Eren —el fresco aliento de Erwin rebotó contra su cara y se percató de la forma en la que esos ojos azules se enfocaban en su boca.

Supo que lo sucedería si seguía quedándose quieto. Un segundo bastó para que Eren se volteara de nuevo hacia el otro extremo de la calle.

—Creo que hay alguien detrás de aquel auto —comentó, evadiendo el tema anterior.

—Bueno, estamos en la vía pública, Eren

—Cierto.

Rio con cierta vergüenza, obteniendo con ello una oportunidad para desplazarse unos centímetros hacia atrás.

Cuando finalmente Smith partió y él pudo ingresar a su hogar, exhaló con ganas recargado en la puerta. Carla pasaba en ese momento con una macetita en sus manos, ella lo escuchó bien.

—¿Te pasa algo, cielo?

Negó reiteradas veces. No tenía palabras para explicarlo a detalle, pero sí una corta idea.

—Creo que no quiero saber nunca más del amor, mamá.

Terminada su declaración, Eren subió a toda prisa las escaleras.

—Ojalá que el amor tome en cuenta tu opinión, hijo. —le pareció escucharla responderle desde la planta baja.

Era cierto, no se trataba de decir no quiero enamorarme y listo. No quiero amar. No quiero esto. No quiero nada. Porque sus sentimientos por Levi no pidieron permiso para surgir, y no podía arrancárselos del pecho por mucho que intentaba. Seguían ahí, ocultos bajo la gruesa capa de dolor que su infidelidad le causó.

Por otra parte, también estaba la propuesta de Erwin a la que debía dar una respuesta sensata. Erwin no merecía que le hicieran esperar, su tiempo era valioso y podía invertirlo en otras actividades, otras personas. En alguien que no dudara en aceptar su amor.

Porque sí, Eren lo consideraba físicamente atractivo, pero no sería suficiente ni justo.

Hubo días junto al Erwin en los que no pudo evitar que su mente realizara comparaciones. Buscaba a Levi en él, y el caer en cuenta de ello solo lo hizo sentir miserable.

Por esa misma razón, dejó de aplazar lo inevitable.

—No puedo aceptarte, Erwin —declaró apenado. La cabeza agachada y sus manos ocultas en sus bolsillos delanteros—. Agradezco con toda el alma tu apoyo, pero no…

—Eren, mírame —el gentil agarre de los dedos del rubio sobre su barbilla lo invitaron a levantar la cara. No había razón para que se avergonzara—. Tranquilo. Lo entiendo —concluyó sonriendo.

No supo si la sonrisa de Erwin fue una sonrisa real o solo un intento de enmascarar la tristeza por su rechazo. No obstante, Eren estaba en paz con la decisión que tomó.

 

No puedes sacar un clavo con otro. No puedes escribir un nuevo capítulo sobre uno ya pasado, bueno sí puedes, pero… ¿era lo que él quería? ¿engañar a un buen hombre para poder “sanarse”?

Claro que no.

Pasado el mediodía optó por ir un rato a la biblioteca a adelantar las tareas de la semana. Necesitaba tiempo a solas, disfrutarlo también.

Ese día volvería a casa solo, Armin y Mikasa parecían andar en algo cada uno por su lado, así que no tendría otra opción. Al terminar, recogió sus libros con calma, se acomodó la mochila e hizo amago de abandonar la biblioteca. No terminó de hacerlo, había un recuerdo por ahí colándose en su memoria. Hiriéndole.

—¿Qué me responderías si te dijera que te amo? —le preguntó ladeando la cabeza como un cachorrito.

—Te diría que debes poner más atención —Levi le despeinó los cabellos y luego señaló de vuelta a la guía de ejercicios matemáticos—. Aquí es menos, no más, mocoso.

Suspiró.

Grande fue su sorpresa aquel día cuando en lugar de las típicas marcas rojas con las que Levi solía revisarle los ejercicios, estaba una frase. Tres palabras y un corazón dibujado por los habilidosos dedos de Levi.

Te amo, Eren.

Una lágrima traicionera se dejó caer libre de su ojo derecho, la limpió enseguida con la manga de su uniforme. Suficiente. No era el lugar para ponerse melancólico.

Cuando por fin abandonada la biblioteca, casi le da un infarto al sentir una mano pesada tocarle el hombro. Era el profesor Pixis, lo supo al percibir el aroma a licor barato. No entendía cómo era que el director Zacley no lo despedía si casi siempre se le veía bebiendo oculto detrás de las aulas.

—Joven Jaeger. Necesito que me haga un favor.

—Claro, señor —contestó sin dudar. ¿Qué más daba? En realidad, no tenía nada mejor qué hacer.

Se arrepentiría después, dentro del gran auditorio cuando escuchó la puerta ser abierta y reconoció al individuo que ingresaba.

Seis meses después volvieron a encontrarse lo suficientemente cerca, a solas, sin que nadie viniera en su rescate o le diera un empujoncito de valor. Estaba acompañado por su dolor y las inmensas ganas de destrozar la piel de porcelana del tipo que insistía en quedarse a despejar el escenario.

Se apresuró a acomodar todo de regreso en su sitio. Pensándolo bien sí tenía algo mejor qué hacer, mantenerse a varios metros de distancia de Levi Ackerman era ese algo.

Terminó y corrió hacia su mochila. Debía irse cuanto antes.

—Eren —lo vio obstruyendo la salida, llamándole como si nada hubiera sucedido. Sus dedos se apretaron en puños—. ¿Podemos hablar?

La irá aumentaba dentro de él como un volcán a punto de erupción, pero trató de no perder el control de sus impulsos. Así que se rio, de Levi y de las ironías de la vida.

—¿Ahora sí quieres hablar? —le reclamó.

Y mintió, le aseguró no requerir de ninguna explicación de su parte, de estar bien. Olvidando que sus orejas rojas lo dejarían descubierto.

—Me da gusto que hayas seguido adelante a pesar de mí.

No fue capaz de descifrar si Levi se lo dijo en serio o si se estaba burlando de él, pero Levi no hacía bromas así.

No. Ya no podía afirmar que conocía lo que en realidad era el sujeto delante suyo.

Por eso explotó, dejo salir la carga de reclamos, maldiciones e insultos que había reservado para él. Le apuntaba al pecho con su dedo índice haciéndolo retroceder dos pasos, le enfermaba su presencia, le encolerizaba que le permitiera tratarlo como a un cacharro viejo y le gritó porque quería escuchar sus respuestas.

Armin le dijo que no preguntara, que no hacía falta indagar en ese tipo de detalles. Sin embargo, insistió en saber.

—Cómo, cuándo y dónde —puntualizó iracundo.

—Eren, por favor.

—No —le cortó—, dijiste que me responderías.

—¿De qué te serviría conocer los detalles sórdidos de lo que pasó, Eren?

Levi tenía un punto, era cuestión de seguir hurgando en la herida. Aquello no le ayudaría a sanar, aunque eso no le impidió reformular sus interrogantes.

Era justificado su sentir.

—¡¿Qué me faltó?! ¡¿Qué fue lo que no te di?! —apostaba a que Levi se sentía frustrado, pero no al mismo nivel que él—. Dime, ¿qué estuvo mal en mi para que fuera tan sencillo reemplazarme?

—¡No te reemplacé, carajo! ¡Fue una puta vez!

—¡¿Y eso disminuye la gravedad de tú traición?!

Con ello dio en el clavo.

El silencio reinó por minutos interminables, había tanto y la vez tan poco para contar. Sobraba dolor, faltaban palabras.

—Lo siento… —lo escuchó decirle. Levi sonó tan sincero que le quemaba.

Y decidido a ponerle fin a la obra que montaban sobre el escenario, recogiendo sus pertenencias para retirarse. Era demasiado blando entonces como para permitirse seguir ahí.

—Te extraño, te extraño hasta por las cosas más simples, Eren —volvió a hablarle Levi y sus piernas temblaron como gelatinas fuera del molde. Maldijo que su voz todavía tuviera efecto sobre él.

Tuvo que detenerse antes de que se quedara sin fuerzas, estaba agotado en todos los sentidos. Aun así, no volteó para verlo, no resistiría hacerlo porque terminaría por arrogarse de nuevo en sus brazos. Porque lo extrañaba tanto que quería perdonarlo.

Y no podía.

No podía.

—Basta, Levi…

Le partió el alma verlo arrodillarse de repente, tener al hombre inalterable a sus pies, aceptando sus errores como cualquier humano con decencia básica. Se le hizo insoportable la situación y terminaron en el piso, consumidos por el llanto, entre confesiones, promesas y demás.

Una en especial.

Y se fue a casa para volver a llorar. Fue la última vez que accedió a conversar con él.

Necesitaba explicaciones, un cierre a su relación pasada y lo tuvo. Se dio cuenta de que a partir de ahí las cosas darían un giro, que se acababan las excusas, tan solo quedaba dejar de mirar hacia atrás y avanzar. A su propio ritmo, claro está.

Los siguientes meses los pasó estresándose con el resto de los chicos por los exámenes finales, en poco tiempo estaría iniciando una nueva etapa en su vida. Cada uno tomaría caminos distintos para ir a cumplir una meta mayor, sin que eso significara cortar sus lazos de amistad.

Imposible luego de tanto.

El último día de clases en el colegio Shiganshina, el viento sopló fuerte en compañía de una gran tormenta, esfumando así las intenciones de celebrar en grupo. Los alumnos salieron disparados huyendo rumbo a sus hogares con la mochila en la cabeza, Eren resopló al ver que sus amigos también se arriesgaban a terminar empapados. Estaba a punto de echarse a correr bajo la lluvia cuando fue detenido por el brazo.

—Vas a resfriarte —sus ojos verdes enfocaron la mano que le sostenía con suavidad, la reconocería en cualquier parte. Levi—. Será mejor que esperes a que la lluvia se calme.

Quince minutos después estaba sentado a un lado de él, sobre el penúltimo escalón hacia la salida de la institución y con la brisa mojándoles el calzado.

No pronunciaron palabras, puede que no hicieran falta.

Lo extrañaba. Se extrañaban.

Levi estuvo respetando su espacio en el transcurso de los meses, a veces lo veía o se lo topaba de frente en los pasillos, las ganas de saludar se le colaban por todo el cuerpo y seguro que no era el único. Sin embargo, ninguno lo hizo.

Sabía que Levi se iría pronto, así que el estar así sería lo más cercano a una despedida. Su relación había llegado a su fin tiempo atrás, pero aquello dentro de él que le unía a Levi, permanecía ahí, batallando contra su autocontrol para poder ver la superficie una última vez.

Sus manos físicamente cercanas, centímetros que se acortaban conforme él deslizaba los dedos sobre el área húmeda del escalón. Fue descubierto en el intento y sus dedos fueron entrelazados de inmediato, sin pedir permiso. Estaba implícito.

Eren volteó hacia otro lado, ocultando la sonrisa boba que pretendía plasmarse en sus labios.

Así se quedaron, eternos veinte minutos que el tiempo les concedió.

Cuando la lluvia comenzaba apaciguarse, Levi recibió una llamada, seguro de su madre preguntando por qué no había regresado aún.

—Debo irme —le anunció.

Él entendió sin hacer más preguntas, se vio obligado a soltar su mano y sentir la suya enfriarse con el viento.

Eren se reservó el Adiós para después, junto a todo el cúmulo de sentimientos que, a partir de ese instante, se prometía resguardar bajo llave en un rincón de su corazón.

—Mis palabras siguen en pie —comenzó Levi. Eren sabía exactamente a qué se refería con ello. Lo miró quitarse la chaqueta de su uniforme y ponérsela a él, rodeando sus hombros ya que era probable que no le quedaría. Sus mejillas se colorearon ante esa acción—. Hasta pronto, Eren.

Levi se marchó a paso rápido bajo las escasas gotitas de lluvia. Lo contempló hasta que desapareció al dar vuelta en una esquina, reprimiendo sus ganas por ir detrás suyo una vez más.

Ese pronto, no llegaría en los años siguientes.

Y siguió adelante a la par del tiempo.

Cuatro años estudiando diseño gráfico, haciendo nuevos amigos, sin olvidar aquellos a los que más bien ya consideraba hermanos. Conociendo personas, explorando lugares, respirando nuevos aires. Tuvo citas, encuentros casuales con otros chicos y un casi algo con Floch Forster, al cual terminó por ponerle una orden de restricción.   

Cuatro largos años en la universidad estatal, mientras que sus padres decidieron mudarse al pueblo para vivir de forma más relajada. Cuatro años adquiriendo experiencias, nuevos hobbies y construyendo al Eren que desde niño quería ser.

A veces recibía mensajes por las noches, cuando la carga universitaria no le permitía ni dormir. Levi estuvo ahí aun en la distancia, animándolo.

Las circunstancias se acomodaron lo suficiente para que, en determinado momento, él pudiera reencontrarse cara a cara con Petra Ral. Eren no odiaba, pero tampoco justificaba. Había aprendido mucho en esos años.

Ella fue quien dio el primer paso para que sucediera.

En un restaurante, haciendo uso de frases trilladas y comentarios simples, estuvieron tratando de mantener la conversación.

—Levi me buscó meses después de lo que… pasó —contó ella. Al escuchar eso, su corazón se comprimió dentro de él—. No pongas esa cara —Petra se percató de cuanto le afectaron sus palabras—, no es lo que te imaginas.

—¿Entonces?

—Levi me buscó para disculparse por su comportamiento. La verdad es que no pude decirle gran cosa, Nanaba lo abofeteó hasta cansarse y yo… no hice nada para evitarlo.

—Ya veo. Es comprensible.

La charla fue perdiendo tensión conforme pasaron a temas más actuales, como los sucesos de sus vidas, proyectos y demás.

—Voy a casarme, Eren.

—Felicidades.

—Gracias —contestó la mujer con la sonrisa cálida de siempre. Luego, un elegante sobre con letras doradas se deslizó sobre la mesa en dirección a él—. Me gustaría que estuvieras presente. Es decir, todos. Mikasa, Armin…

—Trataré.

Y sí, al cabo de unos meses estuvo presente en la refinada ceremonia junto a varios de sus amigos. Fue un día de reencuentros muy emotivos. Esperaba encontrarlo a él por ahí, pero no sucedió.

Pasaría un tiempo más antes de que en lugar de mensajes, Eren respondiera una llamada. No cualquiera, sino la llamada.

Levi Ackerman volvería del extranjero luego de graduarse con honores de una prestigiosa universidad, la cual había costeado Kenny. Conocía los detalles porque él mismo se los contaba. Entonces pactaron encontrarse, no sería una cita, solo algo de amigos o eso es lo que se repetía.

Al llegar al lugar acordado, ya lo estaba esperando. Con la estatura baja de siempre, los ojos grises azulado enmarcados por las cejas finas, los brazos cruzados sobre el pecho, mirando hacia afuera.

Le sudaban las manos, aun así, Eren avanzó hasta quedar lo suficientemente cerca y poder saludar como es debido.

—Hola —le habló, como si no estuviera al borde del colapso.

—Hola, Eren.

La mirada de Levi no se apartó de él ni un momento, las personas que iban y venían simplemente los rodeaban. Pudo volver a sentirse como antaño, el mundo siendo olvidado para ambos.

—Te has dejado crecer el cabello —dijo Levi y el comentario no le sorprendió. Por instinto se acarició sus hebras castañas antes de responderle.

—Sí, es… es un símbolo de rebeldía. Es lo que dice mi madre.

—Te sienta bien —ahí estaba, su corazón saltándose un latido de nuevo—. Luces espléndido.

—Gracias. Tú también.

Caminaron en dirección a la salida solo para terminar deteniéndose de nuevo, eran como dos muchachitos atrapados en cuerpos adultos. Bueno, Levi no tanto.

Ni ellos se lo creían.

—Y, ¿qué hacemos ahora? —Eren se animó a preguntar mirando en ambas direcciones de la calle. No habían decidido nada más por llamada.

—¿Qué tal un café?

—No te gusta el café —le respondió con seguridad. No olvidaba eso.

—Lo odio, de hecho, pero por ti podría hacer una excepción —Levi dio un paso al frente, y no solo en el sentido literal de las palabras. Su pulso descontrolándose de repente—. ¿Qué me dices, Eren? ¿Aceptas?

 


 

—¿Qué haces, papá?

El ligero apretón sobre su hombro lo trae de regreso al presente, Eren parpadea un par de veces antes de dirigir sus ojos bonitos hacia la mano pálida que aun reposa sobre él.

—Luken —pronuncia el nombre. Es su hijo quien está detrás de él.

—Estamos de vuelta. Trajimos hamburguesas con doble queso y un bote de helado —el adolescente se relame los labios imaginando el banquete que les espera en el comedor—. Llevamos toda la semana comiendo sano, nos lo merecemos, ¿no?

—Definitivamente.

Sus manos quedan vacías cuando Luken le arrebata la prenda que buscaba en el baúl. Oh cierto, el baúl sigue abierto.

¿Cuánto tiempo se quedó perdido entre sus memorias?

—Vaya, con qué así es como lucía el uniforme del colegio Shiganshina en tus tiempos, ¿eh? —la chaqueta color azul marino da vueltas entre las jóvenes manos—. Está… horrible

—¡Oye! —reprocha.

—Es broma, es broma.

Lo mira alzar las manos en son de paz y le regala una sonrisa.

Su hijo está cada día más alto, pronto lo habrá alcanzado a él también. Hace ocho años que lo adoptaron, cuando era pequeño e inquieto, le recordaba a él cuando niño. No cabe duda que los años no pasan en vano.

Cierra el baúl con cuidado, en tanto Luken sigue revisando las costuras de la vieja prenda de uniforme. Sabe que está encantado con ella, aunque diga que no.

—Vamos a comer antes de que cierta persona se ponga de malas porque tardamos en bajar —le aconseja dándole un empujoncito.

Mientras descienden los escalones, su hijo sigue contándole animadamente sobre su día en la tienda de té. Al parecer hay una nueva clienta merodeando por ahí y parece que al jovencito no le da buena espina.

Luken puede ser muy celoso con sus padres a veces.

—Debiste verla, con esas tetas enormes casi saliéndosele por el escote de su blusa —él finge estar asombrado por la información que le está dando—. Pobrecilla. Papá ni siquiera le puso atención —concluye el menor saltando los últimos dos escalones.

—Pero por lo que veo tú si, eh —la sonrisa pícara consigue su objetivo.

—¡Por supuesto que no!

—¿Entonces cómo te diste cuenta de eso?

—Pues… —su hijo desvía el rostro en dirección a la mesa.

—Tch, ¿Van a seguir hablando de tetas o ya nos podemos sentar a cenar como la gente decente?

Ambos se sueltan a reír al escuchar eso.

Es Levi Ackerman, su esposo desde hace diez años. Está parado con la mano apoyada en la cintura esperando a que se dignen a hacerle caso, él lo mira y se aguanta la risa. Ahora Eren es mucho más alto, pero el papel de autoridad casi siempre se lo adjudica Levi.

Se sienta a la mesa, junto a él. Luken desaparece con rumbo a la cocina seguramente para buscar la botella de kétchup en la alacena. Siempre exagera con ella.

—¿La encontraste? —le pregunta Levi, sabe a qué se refiere.

—Claro que sí, ¿con quién crees que estás tratando? —sonríe orgulloso.

Levi toma su mano sobre la mesa, se la lleva hacia los labios con total calma y le besa el dorso. Cerca, muy cerca del anillo que decora su dedo anular.

—¿Sabes para qué la quiere el mocoso?

—Dice que para una obra teatral con motivo del aniversario de la escuela —revela—. Según él.

—Va a romperla —Levi se le aproxima poco a poco, siente los mechones de su cabello ser acomodados tras su oreja.

—No importa. Ya has cumplido tu palabra.

—Cierto —Eren se regocija de la curva que se forma en la expresión de su esposo—. Te amo, Eren.

Y consiente que capture sus labios con pasión, en segundos el aroma de su colonia le nubla los sentidos. Basta un momento para que rodee su cuello tanto como el estar en una posición un poco incómoda le permite.

Levi ha cambiado. Él también.

Hace años que tuvo que ser honesto consigo mismo.

No. No ocurrió de un día para otro.

Hay personas que no pueden. Se entiende, no es fácil.

Ha sido un camino arduo, lleno de obstáculos, personas inconformes, dudas, habladurías y demás. La confianza tardó años en ser recuperada.

El beso pierde intensidad cuando recuerda que deberían estar cenando, habrá tiempo para amarse a solas en la habitación. Levi se aparta sin ganas, sabe que desea más de esto al igual que él, pero ya no tienen 17. No hay prisa.

Luken carraspea llamando la atención de ambos.

Eren se endereza aguantando la pena, está acalorado. Bendito Levi que puede disimularlo.

—¿Vamos a comer o tengo que esperar a que los viejitos dejen de manosearse? —Eren le saca la lengua y su hijo finge tener ganas de vomitar ante la escena. Es un payaso de primera, tal vez está aprendiendo algo de las visitas de Connie o Hange.

—¿Te quieres quedar si hamburguesa? —escucha a Levi amenazarlo. Evita reírse.

—Por eso digo, sigan en lo suyo, tórtolos.

Por fin comienzan a degustar su cena con calma. Los adultos charlan acerca del trabajo que tienen pendiente, la próxima reunión con los amigos y los mensajes que han recibido sobre el próximo bebé de Mikasa.

—Hace un mes le dijeron que es niña, ahora le salen con que no, que es niño —cuenta Eren—. Es un relajo.

Luken golpea sin querer un vaso de agua a su izquierda, afortunadamente alcanza a evitar el desastre. Los movimientos torpes no terminan ahí, el colmo es una papa frita que sale volando para sumergirse en la bebida de Eren.

El chico está ansioso por alguna razón. Levi afila la mirada, se viene una buena y es inevitable. Después de tantos años, ellos ya son capaces de leerlo a la perfección.

—Ya, suéltalo de una vez antes de que derrames algo sobre el mantel —dice Levi sosteniendo entre sus dedos su taza favorita con té negro.

Luken se queda quieto en su sitio, sus dedos juguetean bajo la mesa. Está acorralado por sus padres.

—Bien —el jovencito inhala y exhala, como armándose de valor para continuar—. Papás, hay alguien a quien quiero que conozcan…

Eren y Levi intercambian miradas. Los papeles se han invertido.

El primer amor se su hijo, ha llegado.

Fin

 

Notas finales:

¿Qué puedo decir?

Sé que es muy probable que Elena y todas las personas que se hayan animado a leer este fic, quieran matarme por el final. Lo sé, incluso yo me cuestioné bastante cuando lo terminé, cambié el final al menos unas tres veces y siempre regresaba a la idea que tuve primero.

Alguna vez estuve en los zapatos de Eren (Betty en la canción), comprendo lo que se siente el ser víctima de una infidelidad, el grado de destrucción y sus secuelas.

Decidí darle un final feliz porque mi Eren ya había sufrido bastante. Sí, es algo que no pasa en la realidad, pero bueno, creo que Betty y James sí volvieron a estar juntos en algún momento. O eso es lo que las canciones me hicieron pensar.

Obviamente, en la vida real las cosas cambian. Una infidelidad es una falta gravísima, una que no pretendo romantizar ni nada por el estilo. Al contrario, quería mostrar las versiones de todas las partes involucradas.

¿Levi fue un tremendo Hdp tanto con Eren como con Petra? Por supuesto, lo fue.

¿Petra fue una “mala amiga”? Ok, pero no por eso es la “mala del cuento” o la culpable de todo.

Escribir esta historia fue una bonita forma de hacer catarsis, así que creo que la que debe dar las gracias soy yo.

Gracias Elena, y espero que haya conseguido satisfacer tus expectativas.

Saludos :3


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