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Teenage Love Triangle - Riren por KaoriLR2

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Notas del fanfic:

Hola :3

Este es mi primer fanfic Riren, así que no sean tan crueles conmigo y lean bien todas las etiquetas para evitar sorpresas. Está redactado en pasado y presente, espero que haya quedado entendible. El final es cerrado, pero bien podrían retroceder un poco y quedarse con el abierto :p

Con mucho cariño para Elena Rico.

Ahí está de nuevo, con los cabellos rebeldes escapando del moño improvisado en su cabeza, estando arrodillado frente al mismo baúl deteriorado de siempre. El viejo baúl que le conecta con su yo del pasado. Con el Eren adolescente.

Mientras gira la llave dentro de la abertura del pequeño candado, internamente puede rememorar cada sensación, cada emoción e inclusive el clima que predominaba en sus días de juventud. Tiene grabados a fuego los rostros de las personas que se ganaron un lugar especial en su vida, muy a parte de los integrantes de su familia.

Armin, Mikasa, Sasha, Connie e incluso Jean, el cara de caballo. Y había más, por supuesto que los había. Su círculo de amigos se extendió luego de que se enamorara de un joven cuya personalidad no parecía ser capaz de compaginar con la suya.

Sin lugar a dudas, toda la vida de Eren cambió cuando lo conoció a él. A ese que poco a poco se convirtió en el centro de su mundo, al que fue su primera vez en todo, su primera ilusión, su primer beso. Por desgracia, también el que fue primero en romperle el corazón en millones de pedacitos que le harían sufrir por largo tiempo.

Casi siempre que se decide a abrir el baúl, su mente vuela y lo hace volver de golpe a ese día. A la dolorosa tarde cuando entró a la cocina de la casa de sus padres empapado por la lluvia, buscando refugio en la mujer que le dio la vida.

—Me engañó, mamá. Él me engañó.

Esto había sido todo lo que pudo decir cuando ella quiso que le explicara por qué se veía tan mal. Eren recuerda cómo su voz se resquebrajó al final de la corta revelación. Fue muy difícil de pronunciar, pero lo soltó de golpe una vez que reunió la poca fuerza que le quedaba. Necesitaba apoyo, necesitaba que alguien lo escuchara sin juzgarle y no había nadie mejor que su madre para ello.

Carla no habló sino hasta después de que su joven hijo dejara salir todo el dolor a través de palabras y maldiciones.

Así, durante días que se volvieron semanas, Eren lloró hasta quedarse dormido varias veces, gritó a todo pulmón aferrado a la baranda de su balcón, golpeó las paredes de su cuarto, arrojó almohadas y cojines, quemó cartas y rompió regalos que él le había dado en las fechas especiales. Todo. Todo lo que quiso hacer lo hiso hasta que se sintió con ganas de levantarse de la cama, volver a clases o pasear con sus amigos.

Eren tenía 17 años cuando atravesó por su primera decepción amorosa, en aquellos días su madre solía decirle que lo que ha de suceder, sucederá. Puede que no entendiera qué era lo que en realidad quería decirle con eso porque no estaba en el mejor momento de su vida, por lo que se limitaba a dejarse estrujar por sus amorosos brazos y disfrutar de los suaves besos que Carla dejaba sobre su sien. Sin embargo, el tiempo no iba a esperar a que se repusiera para continuar su curso, así que, paso a paso, como un bebé aprendiendo a caminar, tuvo que seguir adelante y así es como ha sido desde entonces.

Sus días transcurren entre el ajetreo estresante por el trabajo en el centro de la ciudad, y la calidez de su propio hogar al caer la tarde. Tiene quienes lo reciban ahí con los brazos abiertos, otras veces es él quien los recibe a ellos. ¿Cómo no hacerlo? Si son su más grande dicha.

Los jeans rotos de las rodillas quedaron en el ayer, junto a los zapatos rasgados a causa de su gran energía. Hoy en día, el teléfono móvil le vibra al recibir las notificaciones de las noticias, el clima y uno que otro saludo cordial de Armin o el resto de sus amigos.

No hay prisa, ¿por qué habría de tenerla? Ahora está más cerca de los 40 que de los 20.

Y está bien.

Cuando la nostalgia le invade, acostumbra abrir el gran baúl de madera que alguna vez perteneció a su abuelo, saca todo lo que guardó en su interior y se permite sumergirse en ese mar profundo formado por miles de recuerdos. Gratos y dolorosos. Dulces y amargos.

Pero hoy no es un día de esos, hoy necesita sacar aquella prenda de una vez por todas. No pasa nada, lo ha superado. Su vida actual no se ve afectada por sombras del pasado.

El olor de la madera golpea sus fosas nasales en cuanto lo destapa, sabe que no debe buscar demasiado porque la última vez él mismo la dejó encima, así que solo la toma sin detenerse a pensarlo demasiado. Sigue igual aun al pasar de los años, y Eren podría jurar que mantiene su esencia intacta.

Huele a él.

Huele a Levi. A Levi Ackerman. Su primer amor.

 


 

Levi era… ¿cómo decirlo? Oh sí, un chico sobresaliente con cara de pocos amigos. Un líder natural, sensato, inteligente. Es innegable que en aquel momento Eren solo podía ver sus cualidades e inventarle unas más; porque antes de llegar a amarlo, lo admiró como a una estrella de Hollywood y puede que ese fuera el primero de sus errores. Lo tenía en un pedestal.

Sería una gran mentira el decir que lo suyo fue amor a primera vista, pero fue mil veces mejor que eso. Y el final, mil veces peor.

Levi le fue infiel.

El atractivo joven de facciones intimidantes y obsesión por la limpieza, se pasó por el trasero los catorce meses que llevaban de relación. Tiró por la borda sus planes, sus sueños.

Bajo el viejo roble ubicado justo en la esquina del colegio, Eren se sintió morir cuando Petra Ral se lo contó todo, y Levi ni siquiera terminó de acercarse al encontrarlos conversando. Desesperado, buscó conectar sus miradas con la esperanza de que todo fuera una vil mentira o una broma cruel, pero no. Su novio bajó la mirada al suelo evadiéndolo por completo, confirmándoselo todo.

Aquel día, una parte de Eren se apagó. Algo se quebró sin que nadie pudiera hacer algo para impedirlo, tan solo el viento que anunciaba la tormenta fue testigo de lo que ocurrió ahí. Ya ni siquiera recuerda cómo fue que volvió a casa.

Levi Ackerman llegó a su vida unos cuantos meses después de haber dado inicio el ciclo escolar en el colegio de bachilleres Shiganshina. Levi y dos estudiantes más fueron trasferidos a la clase B, por lo tanto, no existía razón para sus caminos se cruzaran, pero el que no compartieran la misma aula no sería impedimento para el destino.

—¿Pueden acompañar a mi primo al supermercado? Se acaba de mudar y aún no conoce muy bien las calles.

Una pregunta simple, una petición hecha por una apurada Mikasa que debía volver pronto a su hogar debido a un compromiso de su padre.

—No voy a perderme, Mikasa —gruñó el recién llegado.

—No es por eso, le prometí a mi tía Kushel que te acompañaría.

—Tch.

Su amiga de toda la vida ignoró la mala cara del joven al que presentó como su primo, en cambio, centró toda su atención en Armin y en él.

—¿Cuento con ustedes? —les preguntó, antes de volver a mirar el reloj en su muñeca. Acción que la chica Ackerman ya había realizado unas cinco veces en el corto tiempo que llevaban conversando.

Eren lo meditó en silencio, no recordaba tener responsabilidades pendientes en casa aparte de sus tareas, las que no le tomaría más de un par de horas realizar. De haber sabido lo que estaría por venir, es probable que se hubiera negado. Sin embargo…

—Por supuesto —aceptó encantado, para él cualquier cosa era mejor que volver a casa temprano en un día de clima agradable—. Será divertido, ¿cierto, Armin?

Su rubio amigo trató de librarse de aquel plan, porque las alergias lo atacaban terriblemente esa temporada. El inicio de la primavera siempre significaba malas noticias para Armin, quien de verdad quería llegar a casa en lugar de seguir vagando por las calles plagadas de polvo y todo tipo de plantas floreciendo. Más todavía al ver la mirada afilada de Levi, en una clara evidencia de poca disposición a pasar tiempo con ellos, pero esto Eren no lo notó o simplemente no le importó.

Y a partir de ahí, ir al supermercado se convertiría en una rutina para los tres, debido a que Eren terminaba arrastrando a Armin aunque pusiera mil pretextos para no involucrarse.

Media hora a la semana, ese era el tiempo que tardaban los tres jóvenes en el pasillo de productos de limpieza. Eren iba detrás de Levi escuchando sus consejos acerca de cuáles eran los puntos a favor de cada detergente, destapando algunos botes de limpiador líquido o suavizantes de tela para descubrir qué tan buenos eran sus aromas.

Pronto, Armin abandonó la misión, su nariz le pasaba factura a pesar de que él trataba de mantener su distancia para no terminar estornudando. Además, en este punto para él ya era más que obvio que Levi no necesitaba que le acompañaran al supermercado, ya que era un tipo muy listo que se adaptó enseguida a la gran ciudad. También fue el primero en percatarse de que lo que se construía entre Eren y Levi rozaba los límites del compañerismo, era cuestión de tiempo para que se convirtiera en algo más y, por supuesto, no quería quedarse a ser la tercera rueda.

Cada viernes al salir de colegio, Eren pasaba sin falta el recorrido de una hora en el supermercado acompañando a Levi. Se había memorizado sus preferencias en los artículos de limpieza e incluso había llegado a recomendárselos a su madre con sólidos argumentos de por qué era mejor cambiar los que usaban en casa.

—Levi dice que es mejor porque no contienen sulfatos…

—Levi, Levi, Levi —canturreó Carla mientras terminaba de programar la lavadora con la siguiente tanda de ropa—. ¿Qué te ha hecho ese chico para convertirte en un comprador consciente, hijo mío?

—Bueno… —el castaño se rascó la nuca y evadió su mirada— es solo que tiene razón en todo lo que dice. Es muy inteligente, mamá.

—Y guapo, ¿no?

El rostro de Eren enrojeció al escuchar la pregunta directa, sus neuronas haciendo corto circuito entre intentos infructuosos por responder, fueron todo lo que su madre necesitó para saber que había dado en el blanco. Eran tan evidentes sus verdaderas razones para mantenerse siempre junto a Levi que hasta la misma Mikasa tuvo que aprender a lidiar con ello.

Al cabo de unos meses, Eren aceptó que su admiración había trascendido a un plano más elevado, que las palpitaciones aceleradas de su corazón se desataban únicamente cuando podía caminar al lado de él y rosar sus manos u hombros sin querer. Eren era el único que tenía permitido invadir los límites de su espacio personal sin salir lastimado, en especial si se comparaba con Hange Zoe, la mejor amiga de Levi.

De hecho, fue ella quien se encargó de ayudarlo a dar el gran paso. Él pensó que lo hacía porque tal vez Levi le había contado algo, aferrándose a la esperanza de que se sintiera igual.

—¡Solo ve, plántatele enfrente y tómalo por los hombros! —Hange le explicaba los pasos a seguir para una confesión perfecta, con la emoción desbordándole la cara. Lo acorraló contra el muro más cercano, haciéndole sentir inquieto —. Una vez que te armes de valor, le dices: Oye, precioso ¿Sabes cuál es mi peso ideal? —ella movió las cejas de arriba a abajo repetidas veces—. El de tu pecho sobre el mío, bombón. Y le guiñas uno de esos ojazos preciosos que te cargas ¡Caerá rendidito, ya te lo digo!

—¡¿Qué?!  Pe-pero Hange-san…

Por supuesto que no. Eren no podía siquiera pensar en decirle algo como eso a Levi. A lo mejor debió de hacerle caso a Armin y simplemente aprovechar un momento a solas en medio de una charla casual.

—No, ¿Sabes qué? Olvida eso porque…¡Se me ocurre uno mejor!

Ante el entusiasmo de la joven, Eren decidió no agregar nada, dándole otra oportunidad para expresarle su inventiva. Mala idea. Y es que las manos de Hange terminaron por acariciarle la mandíbula en un intento perturbador de seducción, mientras la espalda ya comenzaba a sudarle.

Me encanta tu camisa —atacó de nuevo. El cálido aliento de ella fue perceptible sobre sus labios—. Creo que combinaría a la perfección con mis sábanas…

—¿Qué se supone que están haciendo ustedes dos?

La voz de ultratumba de Levi inundó la sala de estudio en la que se encontraban, lentamente giraron sus rostros enfocando la menuda figura recargada sobre la puerta, con los brazos cruzados a la altura del pecho. Eren tragó grueso al verse descubierto en una situación tan comprometedora: Hange seguía pegada a él con una mano acariciando su mejilla izquierda. El que estuviera acorralado contra la pared no mejoraba el panorama.

—Levi… esto

—Enano lindo, ¿qué se te ofrece? —se adelantó la castaña, separándose despacio de Eren y llevándose una mano al rostro para ajustarse las gafas—. Estamos en medio de una situación importante. Danos chance, por favor.

—Supongo que cualquier guarrada que quieras decirle a Eren puede esperar. Necesito hablar con él ahora mismo.

Levi ingresó hasta tomar asiento en una de las sillas para dejar en claro su posición, Hange comenzó a reír como loca al notar lo tenso del asunto, pero nada que ella no pudiera arreglar. O al menos tratar.

—Pero qué cosas dices, Levicito. Nuestro buen amigo y yo solamente…

—Te fuiste, Han.

—Me fui —aceptó sin más ante el tono severo con el que le habló. Ella le dedicó una mirada de complicidad a Eren levantando uno de sus pulgares para darle ánimos—. Los veré más tarde, caballeros.

El chirrido de la puerta cerrándose bastó para que el corazón de Eren volviera a palpitar descontrolado, no quería quedarse a solas con él porque temía que hubiera malinterpretado las cosas. No tenía palabras en el momento que le permitieran explicar lo que hacían, y lo peor es que no había razón para hacerlo.

—¿Pasa algo? —se animó a preguntar, tanteando con ello el terreno que estaba pisando.

—Dímelo tú —Levi afiló la mirada como de costumbre—. ¿Qué es todo este show que te traes con Hange?

—¿Show? —elevó una ceja fingiendo no entender su cuestionamiento—. No hay ningún show, Hange y yo solo estábamos… pues… —sus ojos verdes recorrieron la sala de aun lado a otro, buscando respuestas lógicas plasmadas por ahí para continuar hablando. La mano tanteando la pared a su espalda como si fuera lo más interesante del mundo.

—Solo dilo, Eren.

—¿Eh? ¿Decir qué? —su ritmo cardiaco se elevó todavía más, sus oídos dejaron de percibir los sonidos provenientes de los pasillos y ahí, de pie por mero milagro, las piernas estaban por volvérsele gelatina.

—Dime que te gusto.

Simple y directo. Cuatro palabras que Eren recibió como un gancho al hígado.

Ver el semblante estoico de Levi no hizo más que mortificarle aún más, nunca entendió cómo es que hacía para mantenerse así todo el tiempo. Puesto que pesar de que Levi era un poco más bajo, sabía perfectamente cómo tomar el control de cualquier situación. Un rasgo en él que a Eren le hechizaba.

Casi podía sentir sus piernas temblar ante la mirada penetrante que en otras circunstancias podría soportar, pero no en ese instante, no bajo tanta presión causada por sus emociones encontradas.

Muy bien, estaba acorralado entre la espada y la pared, literal. Esos fieros ojos no lo dejarían en paz hasta hacerlo hablar. Lo había aprendido en el transcurso de los meses.

—Me gustas, Levi —confesó, dándose por vencido. Un suspiro abandonó su cuerpo antes de poder continuar con energías renovadas por liberarse del peso de un sentimiento oculto—. Me gustas desde hace tiempo y… yo quisiera… yo quiero más bien…

—También quiero salir contigo, Eren.

La radiante sonrisa que fue tomando forma en sus labios al escucharlo, solo fue la primera de muchas. El saberse correspondido le tomó por sorpresa, pero más grande fue la alegría que desbordó su ser cuando Levi se aproximó a él, le alborotó el cabello y le sonrió de una manera apenas perceptible, tan sutil que le pareció adorable.

Los orígenes de la historia de su amor no fueron nada apegados a lo convencional. Los primeros besos, difíciles; muchas veces a escondidas del público, arrinconados entre estantes de libros o últimos asientos del cine. En más de una ocasión sus citas fueron aplazadas por la insistencia de los amigos a salir en grupo, hasta que pasado un tiempo estuvieron listos para dar a conocer su relación con ellos.

Por otro lado, la familia de ambos no podía pasarse por alto. Kushel quedó encantada con Eren desde la primera visita, Kenny lo aceptó a regañadientes, pero con eso bastó. Sobra decir que Carla ya se lo esperaba, y preparó una suculenta cena para conocer al novio oficial de su único hijo, junto a un Grisha que no supo muy bien cómo reaccionar.

Los grandes avances en el noviazgo siempre fueron propiciados por la iniciativa de Eren, quien siempre buscaba establecer contacto físico cada vez más íntimo. Devorarse la boca dentro del auto que Kenny le prestaba a Levi, fue la chispa que provocaría un gran incendio dentro de ellos, notándose en sus pantalones abultados al despedirse.

En determinado momento Eren enfrentó sus deseos, cuando ya no le pareció suficiente contención el atenderse a solas en la ducha o justo antes de dormir, proponerle a Levi sostener un encuentro sexual acaparó sus pensamientos durante semanas. Quería que se diera de la mejor manera posible, quería disfrutar de Levi y que Levi disfrutara de él, sin importar nada.

La oportunidad tocó a su puerta una buena mañana antes de partir al colegio, mientras desayunaba a las prisas junto a su madre luego de haberse levantado media hora tarde.

—Iremos a casa de la abuela —Carla le comentó sin dejar de cortar los Hot Cakes en pequeños trocitos—, tu tía nos dijo que ha estado enferma y que ella no se ha atrevido a decirnos porque no quiere preocuparnos —Eren dejó de beber el jugo de naranja contenido en su vaso, sabía lo que estaba por venir—. Por eso tu padre pidió permiso en la clínica para faltar un par de días, así que…

—No te preocupes, mamá. Puedo quedarme solo.

Ella le sonrío conforme con su respuesta, sin imaginar el revoloteo que llevaba por dentro.

El fin de semana que sus padres se ausentaron, Eren convenció a Levi de quedarse a dormir con él. Lo cierto fue que esas noches se les pasaron en todo menos dormitar, con dudosas manos buscando entre las sábanas, con miradas que decían de todo y donde no había espacio para palabras sin sentido. Sobraban, al igual que el resto del mundo para los dos.

Porque acariciar el rapado en el corte de Levi o arañar su espalda, bastaba. Porque ser el único capaz de verlo alcanzar el éxtasis a su lado, era glorioso. Porque era Levi. Simple y sencillamente, Levi.

Pocas personas tuvieron fe en su relación, algunos apostaban a que no dudarían ni un mes. No obstante, callaron muchas bocas en el proceso.

No era perfecto, a veces discutían, los choques de sus personalidades eran inevitables, pero nunca hubo nada que no pudieran arreglar dialogando. Nunca hubo nada que pudiera derrumbar lo que llevaban tiempo construyendo con mutuo esfuerzo, hasta que lo hubo…

Ocurrió un agosto, fue el último día de aquel mes cuando la imagen que Eren tenía de Levi Ackerman se hizo pedazos a la par de su corazón e ilusiones.

 


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