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Venecia contigo por PinkuBurakku

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Notas del capitulo:

 

 

Nota: *Alla Vostra salute. Per nuovi inizi  - A tu salud. Por nuevos comienzos. 

Hot Toddy:  Es una bebida caliente hecha a base de Whisky y agua con miel, la misma contiene té, hierbas y especias como la canela y el clavo; también se puede extra endulzar con azúcar. Es popular en Inglaterra e Irlanda y se toma para evitar los resfriados en los climas fríos o con abundantes lluvias.  

Negroni:  Es un coctel italiano clásico, creado a base de Ginebra, Vermut rojo y Campari en cantidades iguales.  Se sirve con cubos de hielo y cascaras de limón o naranja. Suele tener regusto amargo y es perfecto como aperitivo. 

Gracias por leer. 

PK. 

 

     Las historias de amor, son en síntesis el epítome de la humanidad; cursis, trágicas, románticas, prohibidas, sangrientas, dramáticas, llenas de acción o comedia, siempre componen el mismo conjunto perpetuo; dos personas con fuertes sentimientos dejándolo todo de lado por el ser amado, dos seres unidos por medio de sus almas, aún sin reconocer a cabalidad la existencia de dicha cosa, dos almas, arrastrando consigo miles de impedimentos por el amor de su vida; el beso bajo la lluvia al final de la película, es la presentación perfecta de este epítome; el punto máximo que los seres podemos auspiciar y añorar en la vida. La sola escena, dan ganas de gritar al mundo que por fin han encontrado el amor. Húmedo, sensual y pasional, el amor serpentea por nuestra venas, corrompiendo la racionalidad y nublando los sentidos; perturbando hasta el ser más coherente de la humanidad. Sin embargo, es una cruel mentira de Hollywood que todos los enamorados sólo ven rosas, corazones y delicado fucsia; muchos ven dolor, ansiedad, oscuridad e incluso desesperación. El amor, tiene tantas representaciones en el mundo cómo géneros de películas, mismo que componen su propia historia de amor, comercial y pura.

A pesar de ello, el amor se nos inculca cómo necesidad básica; justo a lado de respirar e ingerir comida. Se puede morir por inanición tanto cómo se puede morir de tristeza por un corazón roto. Poco a poco incluso, se ha convertido en una necesidad biológica, un requisito para vivir en sociedad. Dicho amor, es lo más añorado por un ser al cual se le ha negado toda su vida. Desde pequeño ante de quedar irremediablemente huérfano, disfrutaba de las novelas que mi madre veía al cocinar o de las películas de acción que Sirius disfrutaba, dónde siempre el protagonista, salva a la chica; su interés romántico y pasional, la causa de todos sus deseos y delirios. Sin embargo, después de sus muertes, dichos clichés en las pantallas se tornaron aburridos, tediosos e incluso insoportables; los besos bajo la lluvia se volvieron repetitivos y el amor puro, una completa farsa. Incluso al encontrar mi propio faro en medio de la oscuridad, estoy seguro que Ronald no me besaría bajo la lluvia, no me sostendría entre los brazos y confesaría su amor perpetuo; cómo se tornaron las cosas, ni siquiera creo que sea su interés pasional, sólo era el co-protagonista de su historia; una que a pesar de todo sigue perpetua atada al teléfono escondido arriba en la habitación. Deseo el amor, por ello intente casarme, el punto máximo de la representación de dicho sentimiento; no obstante, sólo he conseguido el villano de una mala película de bajo presupuesto.

El amor nuevamente se me vuelve a negar, esta vez sin prospectos a los cuales seguir; sin embargo y a pesar de los oscuros panoramas, no me doy por vencido. El sabor tibio del whisky bajando por la garganta, me incita a no rendirme; el limón y la canela bailando en el paladar me impulsan a vagar por las posibilidades en fucsia, los corazones y las rosas, aún sin marchitar. No espere vivir mi luna de miel, en un bar en Venecia; pero no encuentro mejor prospecto para la noche. Degusto con encanto el sabor fino de la miel contra la lengua, plenamente despierta; el sabor dulzón del fluido se enreda con gracia por el órgano, perlándola y seduciéndome con un nuevo trago. Han pasado pocos minutos desde qué he tomado asiento, sin embargo; el primer vaso de licor ha sucumbido tan rápido, cómo me he sacudido la melancolía de los amores rotos. He tenido buen humor desde la pequeña travesura, un ajuste de cuentas contra el pelinegro del canal; no obstante, es simplemente imposible que al beber sólo, en mi luna de miel, no se cuele un poco de melancolía entre trago y trago. A lo lejos, las parejas charlando animadas, tampoco ayuda el panorama. Pero no me dejo derrumbar por completo sin embargo, bebiendo hasta la última gota de whisky caliente con miel, el calor inundado el estómago ante la mezcla demasiado inglesa, reconforta mi alma traviesa, empujándome a seguir hacia delante.

Fui el co-protagonista de un villano en decadencia, sin embargo, ahora vivo mi propia película, en un paisaje tan surreal cómo Venecia; sin duda, puedo tener mi revancha contra el amor. No lo busco, pero tampoco lo repudio. Sólo quiero hallar algo emocionante en la decadente ciudad del amor, mi propio delirio, mismo que espero, venga con un cielo nublado y ventarrones; sólo para crear el conjunto perfecto al final de mi secuela. Vagando entre los pensamientos tan irrisoriamente cursis y esperanzadores, pido otro trago; he decidido disfrutar de Venecia por completo, no hay mejor manera que celebrar qué probando el sabor de sus calles y costumbres; empezar por el bar del lujoso hotel, no parece una mala idea. Quizás así, pueda mejorar el amargo sabor del primer día en la ciudad, a pesar del baño, aún siento el recuerdo helado del canal contra los huesos. Al menos a dicha cosa, lo acompañan un par de lagos verdosos y profundos, mismo que se contraen con gracias al cerrarse el ascensor en su nariz. Disfruto en silencio de la dulce venganza qué he brindado a conciencia. Espero paciente la preparación de mi próximo trago; brindando a la salud del buen barman y el implacable juicio que he tenido al hacer mi elección en la bebida, doy el primer gran trago.

- Eso fue muy grosero de tu parte - Susurra una voz siseante contra mi oído, tan malditamente cerca que saltó de imprevisto, ahogándome con el licor que vaga hábil por la garganta, desviándose en su objetivo hasta que me estoy ahogando sobre la barra.

- Otra vez tu, veo que no te cansas de perseguirme... - Confiero en medio de exhalación y exhalación para no ahogarme por completo, conteniendo un poco la tos al dar un nuevo sorbo moderado a mi bebida; aunque el whisky baja calentando la garganta, su humedad extra me permite respirar -... Sólo devuelvo un poco de tu amabilidad - Confiero con un último suspiro, levantando la mirada por fin de la barra al contener el ataque de tos. El par de pozos verdes, me miran burlón sobre el granito y la madera. Sin pedir permiso, se ha apostado a mi lado.

- No te persigo. Sólo convergemos en el mismo espacio, desgraciadamente... - Susurra con una buena pizca de desdén apenas contenido, aún así, desplaza la silla a mi lado para acomodar su petulante trasero en ella -... Si tuvieras el placer de conocer mi amabilidad, te darías cuenta que es amplia - Se queja, cruzándose de brazos hacia mí. Encarándome por completo, encarno una ceja indignado ante sus contradicciones. Su amabilidad, no existe por supuesto, que pretenda otra cosa es incoherente.

- ¿Tanto cómo tu ego? - Inquiero con propia malicia, dando un nuevo sorbo al trago; la garganta se ha secado de repente al vislumbrar al hombre en su traje de tres piezas, cruzarse de brazos.

- Aunque me cueste reconocerlo, incluso más que mi ego - Exclama con altura, levantando el cuello y la barbilla, viéndome detrás de sus largas pestañas, descubro rápidamente que el hombre siempre sabrá que decir; es cómo si pudiera leer cada acción y premeditarse a ella. Por extraño que parezca, me irrita.

- Quién podría creer tal cosa - Murmuro sarcástico, al filo del vaso a medio llenar, el hombre no me quita la mirada de encima, observando tan fijo que el cuerpo se tensa un poco ante su intensidad. Tiene poder y puede llegar a ser intimidante, lo sabe a la perfección.

- Te salve en el canal, esa es una muestra fehaciente de mi amabilidad... - Expone retomando nuestro primer encuentro, indignado abro los labios, dejando el vaso sobre la barra; el hombre me regala una mueca parecida a una sonrisa maliciosa -... Un whisky - Ordena al sentir demasiado cerca al barman que viendo la batalla de miradas, se ha acercado; sin embargo, el hombre ni siquiera lo mira, sólo me sonríe. Quiero desaparecer su sonrisa demasiado segura, esta raya incluso con insolencia.

- Creo que otra muestra de amabilidad, es insultarme - Le recuerdo, ya que el hombro ha distorsionado su heroico rescate del inminente ahogamiento, es mi deber devolverlo a la realidad; alguien debe hacerlo. Tal parece que es otra cosa a lo que tampoco está acostumbrado.

- Sólo expongo la verdad tal cómo es... - Murmura con simpleza, recibiendo su trago, de nueva cuenta ni siquiera le regala una mísera mirada al barman; al parecer todas son para mi esta noche -... En cambio, tu episodio en el ascensor es muy infantil y poco amable - Expone por fin el motivo de su completa molestia, frunciendo ligeramente el ceño sin duda reconociendo nuestro mágico encuentro.

Lo observo detenidamente; su forma de hablar, su postura e incluso la molestia en su mirar. Todo denota un hombre poderoso, un hombre que no parece disfrutar de lecciones merecidas. Un hombre demasiado atractivo para su propio ser y la humanidad misma; un hombre que es el perfecto estereotipo de los villanos de Hollywood, aquellos que son la ruina de los protagonistas, con su lengua hábil, la boca imperiosa y el cabello rizado impecable. Es la personificación de la ruina, misma que no estoy dispuesto a sostener. Ya lo he dejado en ridículo, una afrenta infinitamente deseable al saber que lo puede trastocar tanto; la gran molestia en su voz y lo sardónico de su lengua al modular, son mi premio gordo en la pujada infantil; misma de la cual participa activamente a pesar de la superioridad de la cual quiere blindarse. Retomo el vaso sobre la barra, dando en pocos sorbos con el fondo del vaso, la bebida caliente se desliza cómo la mejor gasolina para encender todo mi organismo, con los sistemas tibios, decido por una escapada rápida; la mejor estrategia en esta batalla de orgullo y miradas. Al terminar mi trago, saco un par de billetes y levantó el trasero del taburete. La noche aún es joven. El primer paso en mi tour por beberme a Venecia, ha comenzado.

- ¿A dónde vas?... - Inquiere el hombre detrás de su whisky cuando los pies tocan el suelo, encarnó una ceja ante su extraño planteó; se ha quejado de mi presencia y acciones, espero otra cosa del hombre que al parecer está obligado a existir en mi mismo plano astral -... Estamos teniendo una conversación - Prosigue, cómo sí esto fuese lo más obvio del mundo; con elegancia deja su vaso cómo la barra, cruzándose de nueva cuenta de brazos, yo sólo me preguntó si algo de agua ha ido a su cabeza, el hombre es demasiado descarado. ¡Me ha insultado desde que lo conozco!.

- Yo afuera a tomar algo con mi infantil comportamiento... - Explico con sorna, bordeando las palabras de un poco de irritación, sosteniéndome de la espalda del taburete sin entender el predicamento del hombre -... Tu te puedes quedar con tu whisky a conversar - Observo señalando la bebida, dando un paso tentativo hacia atrás; dispuesto a seguir con mi noche.

- No seas un niño, estamos dialogando - Exige el hombre, insultándome de nueva cuenta; mientras su mano sale disparada a sostenerme el brazo ante la inminente huida. Esto ni siquiera puede considerarse una conversación coherente, no es mucho más un choque de ideales.

- ¿Sólo sabes insultar al abrir la boca? - Replico mirando fijamente el hombre aún prendado de mi piel; el hombre expone nuevamente su arrogante sonrisa, de nueva cuenta quiero borrarla, pero me limito a ser sostenido por el inglés. Al parecer algo en mí, le ha hecho verdadera gracia.

- Mi boca es hábil en sin fin de menesteres - Expone con altivez, mirando nuevamente sobre sus pestañas sin embargo, las palabras se tornan densas esta vez entre ambos. Pesadas y significativas.

Ambos ojos se miran con curiosidad, sintiendo un espeso cambio en el ambiente, a pesar de la lucha reciente. Ambas lenguas repiten la frase dicha por mero morbo, obteniendo un par de significado sustanciales de las simples palabras; hay algo en ellas que no está del todo limpio aunque sospecho que esta no ha sido su intención. Cada letra se ha impregnado de una extraña coquetería y no sólo su altanería natural, ambos lo hemos notado al acabar la frase y la forma de su boca, al murmurar, cerrarse y rizarse contra las palabras. Dicha verdad se acrecienta en un repentino y denso silencio, mientras la implícita complicidad, aunque irónica nos sobrecoge; es un extraño momento en el tiempo que nos sostiene sobre la barra, con sólo los ojos del contrario para observar. Encarno una ceja burlón ante la obvia insinuación de su boca, un sin fin de menesteres dónde su cavidad puede ser hábil aparecen sin rumbo y de la nada; la amabilidad, ni siquiera es planteada. El hombre responde al reto de la expresión con una sonrisa torcida, misma que apenas pierde altivez, aunque es simplemente diferente en su esencia. Incluso podría decirse que coqueta. Extraña concepción. Ambos llegamos a la misma conclusión, el hombre bebe de su whisky para tragar la premisa. Hábil, resuena nuevamente en la psique al ver sus labios envolver el vidrio del vaso; la palabra definitivamente suena sucia.

- A lo que me refiero, es que puedo ser hábil con las palabras... - Observa el hombre después de un nuevo trago y un carraspeo sutil. Aún sin soltarme, no puedo evitar reírme bajo, la carcajada simplemente escapa del interior al ver cómo intenta corregir lo inevitable; lo hemos visto, ambos lo hemos sentido, la electrificante suciedad en la ambigüedad de sus palabras aunque no fuese su intención -... Déjame probarlo, permíteme ser amable - Pide, vagando sus poderosos ojos sobre los propios. Sólo me preguntó, porque no he echado andar todavía, peor; porque vuelvo a mi sitio en el taburete.

- No te creo en absoluto - Confiero con un poco de verdad; aunque sólo sea malicia para provocar al hombre, me descubro disfrutándolo. Sobre todo al ser recompensado nuevamente por la sombra de su sonrisa altiva, me suelta por fin cuando estoy apostado por completo en la barra.

- Me encantan los desafíos - Expresa repentinamente animado el hombre; mucho más de lo apreciado en nuestros precarios encuentros. Definitivamente siento que disfrutare la noche, beber a Venecia queda sesgado bajo la anticipación de descubrir la amabilidad ajena.

- ¿Hot Toddy?... - Pregunta el hombre al inclinarse sobre la barra y mi cuerpo, perpetrando mi espacio personal de manera natural, sólo para olisquear el vaso ahora vacío; frunzo ligeramente el ceño asintiendo, el hombre sabe de cócteles al parecer -... Parece ser que incluso en Venecia, Inglaterra no sale de ti - Murmura con aparente diversión, me encojo de hombros; no me pareció mal inicio para toda una noche de cócteles extranjeros.

- Para evitar un posible resfriado, hoy me caí en el canal - Explico recordando nuestro primer paso, esta vez con malicia y una sonrisa que no sé de dónde ha salido; la misma es compartida con el hombre en complicidad. Su sonrisa se ladea aún más, definitivamente es una completa ruina.

- Dos Negronis - Ordena con soltura, mirando por fin al barman que hábil se ha deslizado cerca de ambos, el hombre le devuelve una sonrisa y un ligero asentimiento, prueba irrefutable que ha comenzado el pedido. 

A pesar de lo creído en las últimas semanas, el alcohol no siempre comanda mis acciones; así que no tengo idea de lo qué pide el hombre. Pocas son las veces que compartía alguna que otra cerveza con Ronald o un cóctel en las noches más divertidas; sin embargo, nunca he escuchado tal nombre para un cóctel. Dejando de lado por un momento al hombre imposible a mi lado, me fijo en el cantinero y su exquisita manera de preparar nuestra bebida; la forma de colocar el hielo no batido ni picado, sólo tallado, la forma de medir y revolver las sustancias coloridas y la decoración final con un trozo de naranja; es todo un espectáculo. No se que contiene a cabalidad el cóctel, pero sin duda he reconocido la ginebra; un cambio significativo para mi caliente Toddy. Al finalizar ambas bebidas, se me entrega la propia, mientras admiro su poderoso color rojizo me preguntó cuántos podré tomar antes de desfallecer, su color intenso es una advertencia explícita; me encuentro ansioso por probarlo. Viro hacia el hombre a mi lado, el cual aguarda con su bebida en la mano, admirando mi expectativa ante la bebida, me incita a tomarla. Parece seguro de sí mismo y su elección; para variar.  

- ¿Tu muestra de amabilidad? - Inquiero con la bebida entre las manos, el poderoso olor a alcohol y naranja, penetra las fosas nasales.

- Mi muestra de buen gusto... - Acepta el hombre, con su sonrisa ya desgastada para el momento; quién podría creer que el hombre podría sonreír tanto después de maldecir toda la tarde -... A tu salud, niño - Expone, levantando su bebida, sonsacándome a beber.

- Harry, mi nombre es Harry Potter - Explico, cansado de la palabra niño, un concepto diametralmente unido a infantil; no me gustan ambas premisas. A pesar que es obvio que el hombre al frente tiene un par de años de ventaja.

- Tom - Se presenta aún sosteniendo su vaso en alto, esperando que secunde sus intenciones interrumpidas. Avanzo el vaso hasta el ajeno, hasta que el vidrio tintinea al chocar.

- ¿Sólo Tom? - Preguntó con obvia curiosidad. Tom se ríe repentinamente divertido de mis palabras; no encuentro la causa de la premisa, pero al no ser maliciosa no puedo ofuscarme. Parece ser que el hombre, tiene un sentido de la diversión diferente.

- Sólo Tom - Expone sin dar más detalles que eso, no pujo por mucho más, aunque definitivamente es raro no presentar su apellido, no forzare por una respuesta; después de todo, lo he conocido precariamente por una tarde. Una acuosa tarde

- A tu salud, sólo Tom... - Murmuro ingiriendo por fin su bebida escogida; la explosión de sabor se extiende por todo el paladar, mezclándose con la saliva hasta ser intoxicante -... Tu amabilidad es un poco amarga. Aunque exquisita - Reconozco, dando concienzudamente un nuevo trago, probando de nueva cuenta el cóctel. En verdad es amargo, pero también atrayente y definitivamente mucho más fuerte que mi ligero Toddy. Pinta bien la noche sí vamos a beber dicha cosa en toda la velada.

- Te lo he dicho... Buen gusto - Expresa con altivez, nuevamente posicionado en su actitud natural. Esta vez, tengo que reconocer dicho gusto. Hay diferentes variantes que lo apoyan. 

Doy un nuevo sorbo a mi bebida, humedeciendo la garganta a conciencia antes de deslizarme por una ociosa conversación; el hombre a mi lado, complacido con la ligera tregua que componemos y el elogio a su buena elección, acepta el desafío que es entretenerme con una adecuada conversación; después de todo, aún quiere exponer a cabalidad su amabilidad. Con meros tropiezos entre ideas y temas dispares, damos por fin con un hilo conductor que serpenteamos con soltura, embriagándonos no sólo de Negronis, sino de una buena conversación; incluso animada y morbosamente divertida, aunque parezca extravagante dado nuestro historial, Tom resulta ser buen conversador; ingenioso, astuto y divertido. Sabe qué decir y cómo decirlo; no me impresiona por completo sin embargo, después de todo su lengua es muy hábil. No obstante, quedo totalmente sorprendido de la facilidad con la cual me saca de la melancolía del amor negado y la luna de miel en soledad. El hombre es un deleite al hablar, moviendo los labios con soltura atrayente; su lengua al modular parece una extremidad más de la conversación, me descubro atraído por dicha cosa. Pierdo la cuenta de cuantos temas hemos trazado, así cómo de los vasos de cóctel absorbidos. Lo único que tengo claro es que estoy, candentemente animado. Incluso las mejillas se han tornado un poco rojizas por la alegre ingesta de alcohol.

- ¿Por qué brindaremos ahora, Tom? - Cuestiono con un nuevo vaso repleto de rojizo entre los dedos. El barman a nuestro lado, se ha desvivido en servirnos sin conciencia un vaso detrás de otro. A pesar de la leve amargura, el alcohol se desliza con gusto por la garganta.

- ¿Por qué quieres brindar tu? - Devuelve Tom con su sonrisa ladeada, misma que se acrecienta cuando dejó de mirar el vaso y viró hacia él. Su traje de tres piezas se ha desajustado un poco, dándole un aspecto mucho más atrayente.

- ¿Por nuevos comienzos? - Intento con un poco de diversión, viendo el desajustado caos en que se ha convertido su postura; incluso puedo jurar que se está divirtiendo, disfrutando la ociosa charla.

- Alla vostra salute. Per nuovi inizi* - Murmura en otra lengua el hombre; quedo prendado de nueva cuenta de su acento doblegándose a sí mismo, mutando a voluntad. El italiano se enreda a la perfección en su lengua, endiosando el órgano.

- Alla vostra salute - Pronuncio sin la mitad de su gracia, haciéndome una idea vaga del significado de las palabras. Tom parece divertirse maliciosamente del intento. Al dar un sorbo del cóctel, poco me importa su hábil burla.

- No lo haces tan mal. No cómo en el canal por supuesto - Reconoce con un poco de burla, recodando aquel atentado a la humanidad y toda lengua existente; la mezcla patética entre italiano y español, me perseguirá toda la vida. Apuro mi trago sólo para apagar el rojizo en las mejillas avergonzadas.

- Tu tampoco lo haces tan mal - Confiero sólo para devolver el ligero cumplido, aunque sospecho que dicha cosa acariciara su ego; enalteciéndolo más allá de toda concepción. Por la sonrisa encantada que compone, el efecto ha empezado a surgir.

- Mí maestro de italiano estaría feliz de escucharte - Corresponde con altivez seductora, dando un calculado sorbo a su vaso medio lleno. En un par de tragos, necesitaremos otros más. A pesar de la ginebra, tal parece que el cóctel es un mero aperitivo en nuestras gargantas.

- Necesito uno de esos... - Expongo con diversión, no pensé que mi luna de miel se convirtiera en una inmersión por completo a Italia; aún así, estoy descubriendo con avidez las delicias que tiene por ofrecer el país, aunque lo más interesante hasta ahora, sea producto de mi tierra materna y poseas ojos verdes cómo la mejor de las lagunas -... A la salud de los maestros de italiano - Brindo, dando un nuevo sobro; la garganta se me ha secado ante tanta observación perpetua a Tom.

- Puedo ser tu maestro, cómo he dicho... Soy en especial amable - Brinda de nueva cuenta el hombre; oscuramente quedo prendado de las gotas restante de la bebida en sus labios. Si puedo reconocer a conciencia que tiene buen trasero, puedo aceptar sin pena alguna lo excelso de sus labios.

- ¿Cuál será la primera lección? ¿Cómo insultar con propiedad a hombres que acabas de conocer? - Inquiero ligeramente trastocado por su diversión tenuemente maliciosa, la dualidad de sus palabras no me ha pasado desapercibida. Esta vez, puedo jurar que lo ha hecho con toda conciencia.

- Cómo insultar con propiedad, a hombres que acabas de conocer y los cuales te ahogan en el canal en pleno invierno; sería más preciso - Rechista levantando sólo una comisura de sus labios, amenazando al vaso frente a él con ser tomado nuevamente en meros segundos; al parecer la necesidad de humedecer la garganta también es propia. Ahora apreciada la nueva forma de su sonrisa, sus labios son más que excelsos, son adictivos; sin probarlos puedo jurarlo. ¿Probarlos? que pensamiento tan morboso.

- Un poco largo el nombre - Acuso aún deambulando por las reticencias que el alcohol produce en el cuerpo bajando las barreras de la moral y la lógica. ¿Besar a un completo desconocido que disfruta de los buenos cocteles, el arte y la ropa fina? no suena tan escandaloso.

- Buscaré uno que te satisfaga más - Promete con seducción innata el hombre, acercándose lo suficiente para penetrar mi espacio vital. Sus labios se mueven en complicidad al saber que los observó con obsesión. Tom disfruta la premisa. 

Tomó un nuevo sorbo, hasta acabarme el cóctel sólo por la necesidad de calmar la sequedad en la garganta; producto puro del ligero calor que me cubre las mejillas. Una extraña mezcla de seducción compatible con el lugar, la ciudad y nuestras bebidas nos inundan; un erotismo maduro y sensual que no pensé experimentar, no, que nunca antes había sentido. Una química innata que nos rodea, hasta ser ilógicamente real. Tom también parece seducido por dicha química intocable, pasa lo que queda de su trago de un sólo sorbo; pidiendo en un perfecto italiano, dos vasos más. Esta vez, mientras el barman prepara las bebidas, no fijó los ojos en este, sino en el hombre frente a mi, el cual en confidencia, desata su chaleco pálido; el saco ya ha sido desabotonado. Lo admiro en silencio, la tela que lo recubre parece fina e incluso sueva contra su piel pálida. Ruinmente atractivo, me recuerdo. El hombre se inclina mucho más cerca, después de liberar sus aparentes ataduras; siento sus piernas en perfecta comunión con las propias, ambas rodillas rozándose con descaro. Aunque debería retroceder, no se me permite completar el pensamiento con una nueva tanda de cócteles. Ambos tomamos el propio, dando un significativo trago al estar en armonía con el ligeramente amargo sabor. Desde allí, pierdo el norte de la noche. Junto de la mano de Tom, serpenteamos temas muchos más íntimos que los viajes anteriores, la belleza de Venecia o las nimiedades de las habitaciones del hotel. Lentamente escalamos temas muchos más personales, sin brindar gran información; pero la suficiente para conocernos al menos en síntesis, un poco más. Los cocteles en verdad, nos han aflojado las ataduras de los primeros encuentros.

- Dejando el escabroso inicio de lado... - Propone Tom, después de una sutil risa recordando cómo su guardaespaldas nos saco a ambos del canal; un tema recurrente que al parecer nunca morirá de nuestra conservación, siempre encontrando un ángulo nuevo por el cual ser visto -... ¿A qué has venido a Venecia, Harry? No creo que expresamente a tirar turistas en el canal - Sonrío detrás del vidrio en complicidad, ante la malicia obvia de su premisa. Doy un pequeño sorbito sólo por mero gusto. La bebida se ha vuelto agua entre los sesos cediendo de a poco.

- Es un nuevo gusto adquirido... - Bromeo siguiendo su singular sentido del humor, uno que empiezo a entender debido a las gracias del alcohol -... Pero he venido a olvidar malos recuerdos - Reconozco sin disminuir la sonrisa, después de todo, los problemas se enfrentan reconociendo que hay algo mal. En mi caso, son muchas variantes las defectuosas, mismas que estoy dispuesto a finiquitar.

- ¿Y tú a qué has venido a Venecia en pleno invierno? - Devuelvo la jugada, sin querer ser el único expuesto; aunque el reconocimiento de mis intenciones, no fue tan difícil de expresar. Quiero saber un poco más del altivo hombre a mi lado, es la verdadera premisa.

- Ha olvidar malos recuerdos - Repite, sin brindar más explicación alguna, sin embargo, dicha cosa me basta; es un reto que con gusto serpenteare más tarde, también adoro los desafíos. Tom ha solventado el propio con soltura.

- En ese caso, olvidemos juntos; señor Tom - Propongo, empujando por un nuevo brindis, he perdido la cuenta de cuántas veces, hemos compuesto el mismo teatro. Sólo tengo la certeza que aún faltan muchos más antes de acabar la velada.

- Olvidemos juntos, señor Potter - Secunda mis intenciones Tom, dando profundamente un trago a su rojizo cóctel, el mismo baja con maestría por su estrecha garganta, hasta que esta se perturba al tragar el hombre. Absorto sigo todo el recorrido; impecablemente enloquecedor. Tan mísero acto, es incluso tentador. 

Vago por el escabroso pensamiento de atracción innata; recordando vagamente que estoy en medio de mi luna de miel, misma que aunque sea una pantomima al final contiene algo de veracidad. Tengo qué disfrutar, soltar las ataduras que aún me sostienen prendado a Inglaterra, demostrarme y demostrar al fantasma de Ronald respirando en mi nuca que un nerd sabelotodo cómo me ha acusado, también puede divertirse, todo sin caer en su burdo intento de diversión adolescente; soy mejor que eso, tengo mucho más clase, tal cómo el espécimen al frente, mismo que se desabrocha los primeros botones de su costosa camisa, sin corbata más parches de pálida piel quedan a la vista, un tema mucho más interesantes que ex comprometidos. Doy un nuevo sorbo de mi trago, demasiado tambaleante sobre la línea difusa de locura; traspasando el umbral al terminar por completo el vaso. Después de lo que creo son horas, me doy cuenta que traspasar ese umbral, fue la mejor decisión de la noche. No sé en qué momento el barman deja de servir mas elixir vinotinto o el bar queda en perpetuo silencio, sin siquiera algún borracho en la esquina o una pareja besándose íntimamente entre las sombras; prodigándome de su compañía. Lo único que tengo conciencia es que las luces se ven más centelleantes y el mundo gira levemente sobre su propio eje, tal parece que al final de la noche; han sido muchos cócteles lo que he consumido. Intento recordar el nombre del mismo sólo para enfocarme en algo que no sea la tierra andando demasiado de prisa. Debo llegar a la habitación.

En medio de mi terrible intento por un italiano aceptable y un nombre esquivo, Tom aparece en la periferia, sin duda al tanto del intento de recuperar la motricidad de mi cuerpo; se ríe indiscriminadamente de mi patosidad, hasta que su boca presumida se tuerce en una perfecta curva. Sin embargo, es mi turno de sonreír cuando el altivo sujeto falla en pagar la cuenta, tambaleando la oscura tarjeta de crédito entre sus dedos. El barman tiene que sostenerla por su propia cuenta para finalizar la transacción; me río más oscuramente cuando Tom intenta guardar la tarjeta en su billetera, tambalea ligeramente al hacerlo; me preguntó en este momento de necesidad, dónde está su heroico guardaespaldas. Definitivamente han sido demasiados tragos para ambos, sin poder coordinar por completo y a pesar de conocerlo de una mera tarde, aceptó la mano que el hombre me tiende para iniciar nuestra cruzada hasta las habitaciones. Tom envuelve los dedos con los propios, tirando con ímpetu, componiendo la perfecta pantomima de estabilidad, cuando es obvio que no posee dicha cosa, ladeándose contra mi costado de vez en cuánto, por los espejos del ascensor al que nos hemos arrastrado; puedo apreciar cómo Tom un poco desgarbado, con su traje desabrochado y el cabello desprolijo, parpadea furiosamente intentando enfocarse; rio escandalosamente sin poder evitarlo, la risa está más floja qué de costumbre, tanto cómo la diversión esquiva en Tom quién sin comprender mi euforia también ríe, sólo por el hecho de acompañarme en el acto.

Tom da un par de tirones a los dedos unidos, cómo sí tuviese qué comprobar que aún estamos unidos; le devuelvo el gesto afianzando su toque. Sí, aún estamos sosteniendo los dedos contrarios, parece complacido con el gesto; casi sobre su costado en busca de estabilidad, poca importancia le doy al gesto. La cabeza da cuantiosas y reconfortantes giros, mismos que me arrullan con la ayuda del aroma del perfume gobernando al hombre a mi lado; ginebra y naranja sin duda. A eso, debe saber su boca, incluso un poco amarga para complementar el trago; descubro que sin duda, Tom debe saber a negroni. Me emociono al dar por fin con el nombre del cóctel en la cabeza revuelta, mientras zarandeo a Tom gracias a la pequeña emoción, el hombre me secunda preso de la repentina euforia, deteniendo el ascensor de súbito. El ligero tirón en el estómago no se siente del todo placentero, pero creo que es hora de avanzar, estoy seguro que no llevamos meros minutos en el ascensor. Por la mirada suspicaz e incluso tediosa que nos brinda el guardaespaldas de Tom apostado frente a ambos, hemos dados un adecuado paseo entre los pisos del hotel. Tom por otro lado, ni siquiera presta atención a tal acto, pasando de su guardaespaldas, tirando de mí en el proceso hasta que cruzamos el umbral del ascensor. Sólo se detiene, al dar contra nuestras puertas en comunión. Frente a frente, nos admiramos por otro par de minutos, hasta que sólo la respiración ralentizada de ambos, es nuestro hilo conductor. Incluso parpadeamos escasamente, sólo para no perder la obra de arte ajena; un poco borrosa y tambaleante.

- Fue un gusto, Harry... - Expone Tom con mucho menos clase que al inicio de nuestra conversación; pero sin duda también con mucho menos resentimiento debido a una infantil jugarreta, la sonrisa en su boca apenas se tuerce al levantar su mano y ofrecerla cómo finalización de nuestro encuentro -... Espero que hayas disfrutado mi amabilidad - Repone cuando divertido, sostengo su mano dando un ligero apretón, ignorando a cabalidad que de hecho estamos unidos por nuestra otra mano; los dedos aún entrelazados, no parecen ser tenidos en cuenta por el hombre.

- Su amabilidad ha sido encantadora. Quizás la pruebe en otra ocasión - Ofrezco con justa dualidad; brindando el mismo trato que el hombre ha tenido el placer de enseñarme. Tom parece complacido con tal gesto, desenredando ambas manos.

- Me complace escucharlo... - Reconoce, mientras una vez más perturba mi espacio personal; cuando creo que me dará una ligera palmada en el hombro cómo muestra sencilla de camaradería, el hombre aposta un beso ligero en la mejilla izquierda, tomándose el tiempo de deslizar sus labios por la piel -... Un saludo italiano, recuerda; seré tu profesor - Susurra ante mi mutismo, besando mejilla restante, sin molestarse en acabar el encuentro húmedo con mi piel con rapidez. Su aliento cálido, se traspasa incluso más allá de la rojiza mejilla tintada por el alcohol.

- Buenas noches, Harry - Pronuncia con la agradable burla, colgándose de su lengua hábil; definitivamente el hombre tiene un tipo de humor peculiar, incluso malicioso. Tom ha perdido la cabeza por completo entre tanto coctel.

- Buenas noches, Tom - Murmuro aún un poco abrumado por la cercanía de su cuerpo y el ligero contacto, sin embargo, después de un sutil carraspeo; ambos volvemos a nuestros puestos. El umbral de su puerta nos acuna con encanto.

Nuevamente, nos quedamos un par de minutos en perpetuo silencio, hasta que la cabeza mareada de tambalea ligeramente y los ojos recorren el cuerpo ajeno, en su estado más puro de desequilibrio; Tom con la ropa revuelta no compone el mismo altivo hombre, se por supuesto que con el cabello alborotado y los ojos desenfocados, tampoco compongo al mocoso quisquillo y vengativo que Tom me ha designado. Ninguno de los dos, somos la representación de nuestros papeles iniciales, eso por supuesto es increíble. Hemos dado, un par de pasos en la correcta dirección; antes que a Tom se le ocurra brindarme nuevamente su italiano saludo, me apuro a mi habitación con un poco de prisa tambaleante; incluso después de cerrar la puerta, escucho su risa al tanto de mi furtivo escape, sólo puedo respirar de nueva cuenta al escuchar la puerta de al lado cerrarse. Aunque quiero deslizarme sobre la puerta y descansar allí mismo, me apuro hacia la cama. Hace calor a pesar de estar en pleno invierno. En mi camino hacia la cama, me desvió ligeramente para abrir la ventana, el espeso viento helado me consume al segundo; pero es lo necesitado para mi cabeza tambaleante y la piel demasiado tibia. Al tocar la cabeza la cama, no puedo evitar que la sonrisa perpetua que me ha acompañado durante toda la velada, salga al encuentro de la luna; definitivamente así de tibio debería sentirse el mundo siempre. Sin siquiera hacer amago por otra cosa, me rindo al cansancio del primer día en Venecia.

¡Oh Mamma mia, ho perso la testa! 

Notas finales:

Nos vemos pronto. 

PK. 


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