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Venecia contigo por PinkuBurakku

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Notas del capitulo:

 

Gracias a Riona_Sagita, por comentar la historia, tus comentarios siempre me alegran el día. Espero te guste el nuevo capitulo. 

PK. 

 

7/17

 


Parlami d'amore Mariú - Giuseppe di stefano


 


- Tom -


 


       Desde la infancia, se me ha pugnado por poseer sin importar el precio, la perfección que presenta la vida; esquiva, sublime y añorada, la perfección sólo se presenta, en ciertos parámetros controlados, cómo la representación elevada que nos acerca a la divinidad. Los mejores quesos y vinos, no se degustan en paladares excelsos, hasta que su nivel de maduración, no sólo es óptimo sino sublime; los licores añejos, entre más controlado sea el procedimiento, mejor es el resultado. Es la segunda enseñanza que se me ha inculcado, la perfección siempre está arraigada a ornamentos cómo el poder, el control y la dominancia; una eficacia que se presenta incluso en el reino animal, cómo bestias domesticadas, es casi un rechiste que pocos seres, puedan poseer la pura y gloriosa perfección. Desde la cuna, se ha dejado en claro, no sólo la diferencia de la cual gozo, misma que me hace diferente al resto de personas que me rodean, sino de los aditamentos con los cuales se me ha blindado, para obtener superioridad sobre aquello que ansío. Siempre se me ha plasmado una línea divisoria entre lo divino y lo mundano, exaltando mi alma en el segundo ítem; induciéndome incluso más allá de lo coherente, a la supremacía misma; me han criado para perseguir mi propio nirvana personal, no sólo eso, sino conservarlo hasta que el capricho, obtenga su final. Por muchos puede parecer ególatra e incluso demencial, tales parámetros, sin embargo, debo ser perfecto, un duque, siempre lo es; sólo así, nuestro legado no sólo estará exento de manchas, sino que será adorado y recordado, eso compone según mi madre, el mejor de las representaciones históricas.


Por ello he ahondado en la plenitud de la perfección misma, vagando entre las sombras de lo correcto e incorrecto, aferrándome al calor colindante a cada rama que voy descubriendo cómo excelso para mí, por supuesto esto varía de individuo en individuo, por ello escarbo con tanta profundidad, en los recovecos de la vida misma. Descubro rápidamente, no sólo que tanta divinidad perversa es sólo una farsa, sino que estar en la cima de lo divino puede ser aburrido, estresante y por irónico que suene, en demasía banal. Aprendo entonces, una premisa mucho más interesante, dejando de lado la falsa e hipócrita supremacía; la perfección también se puede hallar en la imperfección; aunque los mejores vinos, sean los exquisitamente madurados, una copa de vino, puede saber mucho mejor con la compañía adecuada; al final del día todo depende de la perspectiva. No es para malentender por supuesto mis palabras, he encontrado en los excesos una cantidad sórdida de placer, sin embargo, junto a compañía humana, es más disfrutable el paraíso, por supuesto, no cualquier persona puede disfrutar el desenfreno que brinda la vida, mucha menos puede hacerlo al lado de un duque. Son los pequeños placeres que la vida, compone para aquellos afortunados que nacen cómo yo en cunas de oro, ribeteadas de plata y esmeraldas.


A pesar de todo lo dicho, hay momentos; escasos momentos de locura, dónde dejó el trono de la divinidad para bajar al firmamento, buscando hallar entre sus parajes, la diversión absoluta de una buena compañía, esto por supuesto me ha llevado a tantos aciertos cómo desaciertos, pero gracia a eso, poseí algo tan hermoso y puro, cómo lo es la lujuria innata de un cuerpo en decadencia. Así conocí al qué creí sería la representación más banal, pero añorada del esplendor; nadie dudaría de lo contrario al verlo. Cabello platinado, ojos grisáceos, una postura perfecta, una labia exquisita, humor tan oscuro cómo sus gustos perversos en la cama; una carnalidad intoxicante y por supuesto, una excentricidad comparable a la propia. Era en síntesis, lo mejor que podía obtener detrás de la línea divisoria de la superioridad incautada; aunque el perfecto ángel perteneciera de hecho al mismo paraíso de dónde sacaron mi alma. No obstante, hasta las mejores manzanas, pueden contener cruentos gusanos, aprendí la lección a las malas. Las consecuencias de dicho desvarío, me lleva a Venecia, para terminar siendo ahogado por un idiota que no puede, comandar con gracia sus pies. Un maldito pelinegro que se incrusto bajo mi piel, cómo el frío helaje del canal, lo hizo dentro de los huesos. No contiene chiste ni gracia alguna, empapado hasta la saciedad, con el cabello enmarañado y los lentes torcidos; posee mucha menos, al competir con mi mal humor e irritación; al seguirme sólo puedo pensar en lo jodido que estoy, luego el pelinegro abre la boca.


El cuatro ojos, despotrica con arrebato, tanto cómo no he presenciado a nadie antes; se impone sobre mi presencia, dando decididamente su opinión, aunque nadie le ha pedido tal cosa, pero sin duda, lo peor del panorama, son sus increíblemente atrayentes ojos verdes, los mismos que se encogen, despliegan y turban, dependiendo de la emoción que le imprima su portador. Hipnotizados por estos, incluso pierdo el norte al traspasar el umbral de mi habitación, con un estado increíblemente perturbado, por toda la situación extravagante. Ni siquiera he permitido el tacto de mi guardaespaldas, al encerrarme en la suite de lujo; vagando entre la absurda coincidencia que se he llevado a cabo, con mi incoherente vecino. Decanto todo el asunto cómo un oscuro accidente, nada más, nada menos, con parsimonia, tomo la botella de vino sobre la mesa del sustancial salón, antecesor de la recámara; con los dientes, en el más burdo de los comportamientos, descorcho la botella, bebiendo directamente del cristal; si mí madre me viera, una afrenta sería el menor de mis problemas, sin embargo, ninguno de ellos puede alcanzarme en Venecia, al tener el teléfono por completo bloqueado; incluso le he retirado la batería, para evitar accidentes y rastreos innecesarios. Estoy a salvo en mi burbuja personal de canales, historia, arte y vino; las delicatessen italianas que me enamoran el alma, no la cabeza; un panorama increíblemente más atractivo que todo el oro, gobernado por opulencia en Inglaterra. Esa es la oscura realidad de un corazón supuestamente roto, aunque en la objetividad de las cosas, mi corazón está perfectamente bien. Sólo quiero sacar un burdo recuerdo de mi psique, allí es dónde entra el preciado vino.


Después de acabar el poco contenido que queda de la botella, me deshago de ella, con el sencillo objetivo de vestirme, despertar e ir a disfrutar la vida nocturna de la ciudad, en algún bar aceptable que me transporte al cielo. No obstante, al intentar tomar el ascensor que me descienda a mis pecados; una demente criatura compone mi cerbero personal, mismo que en un infantil movimiento, cierra de golpe las puertas de cristal. Me obligo a tomar una cruenta respiración, en aras de no frenar el ascensor de golpe. ¿El tonto chico, sabe que puedo llamar al ascensor, logrando que su estúpido escape, quede inconcluso?. Prefiero no estropearle la diversión. Maquinando desde ese instante, cómo vengarme de este obvio ultraje. He maldecido cómo un depravado, al verlo partir sin poder comprender lo infantil que ha resultado. Me ha sacado la lengua. ¿Cuántos malditos años tiene?¿Cinco?. Con una calma asesina, espero el siguiente ascensor, tramando las oscuras repercusiones. Todas ellas quedan en vilo, al observarlo sentado en la barra del bar, bebiendo obtusamente de su Hot Toddy, tan burdamente inglés, incluso para mí. Aprovecho su decadencia inminente para acercarme. Lo tomo por sorpresa, perfecto.


Verlo ahogarse, compone maravillosamente cualquier venganza; es patéticamente torpe. Me aposto a su lado, repasando al pelinegro, sus lentes vuelven a torcerse al toser de manera tan escandalosa; incluso un par de comensales se giran al vernos, agradezco que estén lo suficientemente ebrios, para no ahondar en la premisa del chico, despeinado, rojo y escupiendo todo su trago sobre la fina madera de la barra. El siguiente hilo de acontecimientos no son planeados, mucho menos comprendidos a cabalidad, sólo se qué, parte de la melancolía de la vida, la soledad misma, desaparece con la escabrosa conversación; la manera tan ingeniosa que el chico me sigue la conversación, es exquisita. Lo ato bajo mi mano, utilizando de pretexto una amabilidad que no poseo, pero que parece una buena excusa, para brindar junto al extraño chico. La seducción de la cual me vanaglorio, sale a flote de forma natural, la dualidad en las palabras, parece correrle el interior, pero tal cómo un león, lo enfrenta con valentía, devolviendo con habilidad los pequeños escarnios que suelto entre ambos. Me irgo adecuadamente, echando mano de una educación perpetua, para desplegar el más indecoroso de los lenguajes corporales, tengo que reír con sorna, cuando el pelinegro, queda prendado de mi lengua, con mucho más ahínco al murmurar un par de palabras en italiano; no miento, mi maestro, estaría orgulloso de tal eficacia al pronunciar el idioma, alabaría la soltura cómo siempre lo ha hecho y exaltaría por los cielos, el increíble manejo de la lengua, todo ello por supuesto; por ser el lame botas de mi padre. Me siento mórbidamente bien, ante la maravilla reflejada en los ojos ajenos. Este ni siquiera puede contenerlo.


Su pronunciación por otro lado, es divertidamente atrayente; sucia y sórdida, pero que me atrae de sobremanera; si algo he aprendido a lo largo de los años, es la imperfección de la perfección, sólo en las desdibujadas líneas, nacen las mayores obras de arte. Dejo de lado toda la pulcritud que siempre porto de lado, intercambiándola por una complicidad que no he sentido en algún tiempo; el chico sin saberlo, forma una amalgama de diversión maliciosa, seducción escueta y extraño erotismo del que estoy seguro, no es consciente en absoluto; mientras los negronis avanzan, también lo hace nuestra confidencia, no le entrego un apellido por la obviedad del respeto excesivo, el interés astuto o en el peor de los casos, la admiración obsesiva; no quiero perturbar la frágil paz que hemos compuesto, después del escabroso inicio. Afortunadamente para ambos, el chico es toda una eminencia en sostener mi mirada, sonrojar sus perladas mejillas y atraerme cómo una polilla a la luz; algo hay en su desordenado ser que me es inevitable seguir, quizás es su falta de decoro, recato o modales fingidos; la simpleza de la burda vida. Cómo fuese el chico no escapa de mis garras, ni siquiera cuando dejo sobre la mesa, todos los ornamentos con sabor a seducción, mismas que me han conseguido más de una vez, la esquiva divinidad de un cuerpo estrecho y húmedo. En la íntima, sabía, hermosa y erótica Venecia, me encuentro persiguiendo de nueva cuenta, las ansias del calor ajeno, compartido esta vez, por algo tan básico cómo mi conocimiento en licores. Al terminar la noche, decido aprovechar la velada, buscando la conclusión de todos mis deseos despiertos.


Entrego de buena voluntad un poco de mí, para recibir en cambio; un poco de él, la mejor transacción de la cual he sido acreedor en la vida. La atracción entre ambos es innata, la química fluye sin tener que forzarla en absoluto, cómo si fuese su estado natural estar entre ambos. Corrompo dicha conexión, sonsacando la mejor ginebra que puede entregar el hotel. La noche pasa de manera tan amena que al llegar nuestro fin, puedo vanagloriarme de haber sido el ganador de la contienda, mejor aún, poseer el ansiado premio, al final de la lucha. Los recuerdos son borrosos, sin duda perturbados por el alcohol, pero recuerdo a la perfección, sostener la tibia mano ajena todo el trayecto hasta la habitación, una odisea en sí misma, al estar tan sobrepasados no sólo por el licor, sino por la indecencia; se que compongo el mejor de los espectáculos, cuando la sonrisa espléndida del chico, es indeleble, adornando su bonita y atrayente boca. Le entrego un sonido esquivo en mi boca, una risa sin duda contagiada, pero reconfortante, al sostener la ajena; nunca había disfrutado de un sonido tan sencillo, incluso bajo los efectos del alcohol; dónde al parecer las inhibiciones deciden caer. Tengo que comprobar tan excelsa experiencia un par de veces; tirando de los dedos ajenos, sólo para tener la perpetua certeza que esto, no sólo es una alucinación. Al llegar a nuestro destino, es inevitable que me rinda a la inmoralidad de poseer su boca; a pesar de mi innata fascinación, sólo consigo su lisa mejilla, me basta en la incoherencia de mis acciones, al perderse la sombra del chico; doy por concluido nuestro encuentro, la tibieza de su piel, me persigue incluso entre los sueños.


Al día siguiente junto a la ligera resaca, el recuerdo vivido de la noche anterior; aún se alza imperturbable sobre la densa irritación, ni siquiera el escueto dolor de cabeza, puede barrer la remembranza del par de esmeraldas preciosas, mucho menos, la divinidad de sus labios. Debo tenerlo, aunque sea sólo por diversión; es la oscura verdad con la cual serpenteo en las primeras horas de la mañana. El corazón que en primer lugar, nunca ha estado roto, late apreciativamente ante la premisa qué nos planteo seguir. Antes por supuesto, busco el historial del chico; sólo para estar seguro de ciertos detalles, tampoco existe en mí, tanta inconsciencia para no llevar a cabo tal acción. La mañana pasa rápidamente, al contemplar todos los detalles de Harry James Potter. Bebiendo de un fuerte café, recuerdo que me he inscrito en un tour, para recorrer la ciudad; aunque ya he admirado la belleza de Venecia, por mi propia mano, descubrir los atajos que las guías proporcionan, no parece tan mala idea, sobre todo porque se que en medio de todos esos turistas insulsos, se encuentran esperándome con algún torbellino entre manos; no me decepciono al admirarlo pelear con un camarero en el Florian, la incursión esta vez, me cuesta un poco de sangrado; además de un dolor considerable en la nariz, al menos el caótico pelinegro intenta retener la hemorragia, mientras su rostro brilla tan rojo cómo un tomate, el dolor mengua considerablemente al verlo tan avergonzado, por el sutil accidente; bloqueo la vista de mi guardaespaldas, mismo que con una mirada intimida al chico. Sin embargo, lo verdaderamente importante, es el idiota gritando a su espalda.


Me desago el adulador camarero, imponiendo mi presencia, ante su sustancial avaricia. Me hago cargo por completo de la situación, aprovechando la misma a mi favor; necesito atraer al ojiverde, seducirlo vilmente no sólo con mi basta labia; el poder intrínseco en mi porte, es oscuramente utilizado, su ignorancia no sólo en el idioma, es mi mejor arma. Parece maravillado con la opulencia que nos rodea, para mí es sólo otro café más, aunque la verdadera riqueza se encuentre en su historia, misma que con gusto comunico cómo la mejor de las hazañas, tener tanto conocimiento, es ricamente apreciado en estos momentos. Con morbosa diversión, aprecio cómo me recorre sin pestañear siquiera, consideraría patético tal muestra de desfachatez, pero en el pelinegro es oscuramente atrayente; lo dejo vagar a su gusto, hasta que me puede desgastar el traje, con una mirada más, le atraigo, incluso más allá del simple gusto; si puedo pecar de egocéntrico, lo cual hago; puedo ver la ligera tensión en sus acciones, producto directo de la lujuria innata. También quiero dicho complemento en nuestros encuentros, sin embargo, poco a poco, se construyó Roma, no pienso hacerlo de otra manera junto al pelinegro. La grandeza de su ser, no merece otra cosa.


Juego con él, en todo nuestro encuentro, compartiendo mucho más que comida; el conocimiento y la curiosidad con la cual se deja embriagar, logran que sonría con soltura, solventando cómo una charla casual, nuestro intercambio; una charla casual con poderosos tintes duales de encanto y deseo. Tomo un segundo café, mientras admiro con satisfacción, la entrega que le imprime a una mínima cosa cómo comer; nunca he visto a un ser tan maravillado con pequeñas nimiedades cómo estas, es transparente en su sentir, sin guardarse nada y tan sincero, que me preguntó, si hay más personas cómo el pelinegro en el mundo; es imposible, decanto de inmediato, nadie puede portar con tanta gracia, un perfecto equilibrio entre lo ordinario y lo glorioso, mucho menos dotando de tan complicada comunión; inteligencia, encanto, soberbia al hablar y diversión. He encontrado un precioso ser, mismo que no me detendré hasta poseerlo. Atado a sus dedos toda la tarde, todo el chaparrón de la tarde húmeda, parece mucho mejor. Al anochecer, me he jurado diversión absoluta a su lado. Sin embargo al verlo casi desnudo en el umbral de su puerta, un sentimiento mucho más mórbido que la admiración a su perfecta alma, nace con incipiente rapidez; tanto que tengo que cantar el himno nacional para no izar la bandera. Recorro con gula, las gotas de agua rodando por su cuello, agradezco nuestra interrupción, sólo así, puedo tentar aún más mi necesidad, al sentir lo atrayente de su pecho desnudo. Estoy sumamente tentado a acariciarlo, dejando de lado la noche que he planteado para ambos; el torbellino caótico que compone el chico, arrastra mi cabeza bajo su hábil manto. 


Afortunadamente para ambos, todo finiquita con un roce indiscreto sobre su mejilla, ante el latir constante de ambos corazones; dejo que se pierda en su huida táctica, utilizando su vestir cómo estandarte. Me muevo en consecuencia, hasta el lobby del hotel, calmando a su vez, todo la exaltación en mi sangre, misma que sólo se dispara, aunque no en el exquisito sentido, al sostener el teléfono móvil de mi guardaespaldas, mis padres, por fin han dado con mi paradero; amenazan con irme a buscar cómo un maldito crio, pero los ignoro a la perfección al sentir la presencia de Harry junto a mí. He despedido a mi guardaespaldas, ante la irritación de la llamada, así qué en toda la velada, sólo somos los dos; me entrego por completo a la presencia ajena, cumpliendo sus caprichos con rapidez, al nombrarlos, estoy hipnotizado, mejor aún, embrujado por Harry Potter. El pelinegro escupe sobre mis planes milimétricamente estudiados, en post de su locura innata; con la seducción de la noche, me dejo arrastrar por su excentricidad. La noche pasa entre danzas impúdicas, mismas que puedo agradecer a un ángel caído, que me ha obligado a tomar las clases, en busca de una diversión sana. Reconozco que pierdo con facilidad los sentidos, no sólo por los malditos celos que me corroen cómo un cerillo inundado de gasolina, ante la mínima llama; sino por arrastrar por fin, la indecencia a la boca ajena. Quiero jurar que sabe a gloria, así fue cómo me lo plantee, sin embargo, el chico sabe a alcohol, puro e intoxicante alcohol, en la imperfecciones del universo, Harry me permite encontrar otra perfección, en su sabor entremezclado.


El resto de la velada, es un conjunto de música estridente, el sabor ajeno, la lujuria no consumada y luces titilantes, sólo recobro la conciencia, al intentar usar mi poder y apellido para poder seguir adorando el nirvana junto a las caderas de Harry. Por supuesto en mi estado, no lo consigo, pero mi premio de consolación, es ser sostenido por el pelinegro, ni siquiera me quejo, aunque se que estoy haciendo el papel de mi vida; las náuseas por el exceso de alcohol, finiquitan mi humillante estado, mismo que me deja por completo vulnerable. Tengo la tentación de llamar a mi guardaespaldas, sólo él me ha visto en tal estado deplorable, sin embargo, todo pensamiento muere al sentir a Potter, aunque con un poco de duda, encargarse del desastre de mi cuerpo, a pesar del alcohol en mi sangre, el agotamiento por las arcadas y el mareo constante, mi corazón late desbocado ante la amenidad, con la cual Harry me guía, hasta hacerse dueño de mi alma con tan poco. He tenido personas que se encarguen de mí desde la infancia; nanas, sirvientas, choferes, guardaespaldas, no obstante, nunca nadie lo había hecho con tanta paciencia, incluso pureza cariñosa. Me arrastra de nuevo, hacia la cama, en la poca capacidad mental que posee, no quiero alejarme de la luz brillante que compone Potter; puedo morir sí no lo sostengo junto a mi pecho, el sentimiento es enloquecedoramente nuevo, por ello, pujo cómo mejor puedo por un roce indiscreto creyendo con fervor que al sostener su cuerpo, el alma será el comodín que añoro. El chico tiene amnistía por mi alma, se rinde ante el ruego de un ebrio con falta de calidez. 


Al alba centellante, reconozco que dejo de ser el Señor Riddle, para renacer sólo cómo Tom; en los brazos de Harry, no hay mejor lugar en el cual quisiera estar; las lejanas palabras de mi madre, atacan los sentidos perturbados y difusos, debo poseer la perfección, esta se me presenta en un desordenado cabello negro, una boca adictiva, unos lentes torcidos y una habilidad inigualable para atarme bajo su mano. Llevo poco de conocerlo, pero me pregunto, dónde ha estado todo este jodido tiempo. Maldigo a la vida, por no presentarme dicha divinidad antes, es pecaminoso, no haber sostenido dicho cuerpo con anterioridad. Sólo descanso en la plenitud de lo encontrado, con la decisión extravagante de poseerlo por completo; el chico será mío, aunque tenga que utilizar toda mi fortuna, poder, conocimiento, cuerpo y alma, para obtenerlo. Harry no tiene mínima idea del delirio que le espera; me arrullo con el ligero peso de su cuerpo, junto al propio y la calidez del mismo. Despierto de súbito, apenas un segundo después, así lo siento,  sin reconocer mi entorno; peor aún, sin conectar una idea con otra, eso pasa cuando bebo en exceso. La acidez de mi estomago, junto al ligero dolor de cabeza, hacen un paneo general de lo desastroso de mi estado; la noche anterior sin duda fue todo un bacanal. Antes de abrir los ojos, lo primero que percibo es el denso olor al alcohol; cómo también, la calidez que me envuelve, siempre tengo poco de ello a la mano, al dormir casi desnudo incluso en invierno, mi piel no tiene problema con aguantar uno o dos grados menos; no obstante la calidez que me embriaga, es diferente, tan diferente que las ideas se conectan al instante. No es el clima, es algo mucho mejor; Harry Potter.


Debo pestañear con insistencia, para acostumbrarme a la ligera luz del lugar; esta no es mucho pero al estar consumido en la perpetua oscuridad, tal parece que hiere ligeramente los ojos sensibles. Una maraña de cabello azabache, se atraviesa en mi reconocimiento del entorno. Sonrío al instante, su melena es un desastre peor por las mañanas. Recorro sus facciones dormidas, sin pista de sus lentes, ni otro aditamento que pueda perturbar su perfección. Es la pureza misma de lo excelso, por las mañanas. Tiene ligeramente abiertos los labios, absorbiendo todo el oxígeno que necesita de mi pecho desnudo, mismo dónde está profundamente acurrucada su cabeza, Harry se aferra a mis costillas con fuerza, envolviendo incluso sus piernas con las propias. Somos un manojo de extremidades, unidas entre sí, por la simpleza de la complicidad. Pruebo con removerme un poco, sintiendo los brazos adormecidos, al igual que la cabeza palpitante y la vejiga a punto de reventar; Harry no se mueve, por lo cual decido levantarme, el proceso es lento mientras me desenredo de sus brazos. Al no tener mi calor, el chico se encoge en sí mismo. La oscura ternura, corrompe mi mente tan temprano; para tener una boca tan ingeniosa, su cuerpo durmiente es demasiado mimoso, junto a su torpeza natural, son ornamentos que me incitan a tenerlo; porque si algo tengo claro entre la laguna mental, es comprometerme al viento con poseerlo, Potter debe ser mío por completo. Aunque muchos puedan reírse de mi desacierto, el gusto por el pelinegro se ha incrustado cómo una necesidad básica.


Me retiro al baño tan rápido que no pasan ni cinco minutos, antes de seguir admirando al ojiverde. ¿Qué hacer con tal preciosidad en mi cama?. Corromperlo, por supuesto. Me deslizo sobre la cama con parsimonia, teniendo siempre cuidado de no despertar al chico, hasta que todo el teatro esté en su lugar; debo desenvolverlo cómo el mejor de los regalos del edredón que machaca entre sus dedos. Su nariz se mueve en consecuencia, cuando lo descubro por completo. Su camisa es un desastre, ligeramente abierta y arrugada, sus pantalones han sido desajustados en algún momento, pues estos caen con divinidad sobre su marcada cadera, dejando ver un vestigio de su ropa interior. La perfección de la imperfección. Lo sonsaco a cabalidad, hasta que queda sobre su espalda, tan desparramado cómo una estrella de mar; me río de su sencillez incluso al dormir. Me irgo sobre él, descansando todo mi peso sobre los codos, apostados a cada lado de su cabeza, permito que la inmoralidad de la entrepierna sustancialmente erguida, ante tal vista, se frote con la ajena que a pesar de lo durmiente de su dueño, se iza con apreciación. Harry tiene dos opciones al despertar, maldecirme o seguir el juego; por los recuerdos vagos de la noche anterior, me desvivo por la segunda opción. Pruebo con despertarlo primero. Beso ligeramente uno de sus ojos, tomándome el tiempo para levantar los labios; Potter se frunce el ceño ligeramente, largando un suspiro.


Tomó esa reacción, cómo directriz para seguir; imito el movimiento sobre el otro ojo, sintiendo como este vibra en consecuencia. Lentamente Harry deja el mundo de los sueños, bajo mi mano. Sigo el recorrido, besando su respingona nariz, la misma que se contrae, mientras el pelinegro mueve la cabeza ligeramente, contengo la risa, en afán de no despertarlo por completo. Beso ambas mejillas, rozándolas cálidamente con la nariz para empaparme del olor corporal del chico, el mismo que aunque intoxicado por el alcohol, aún guarda un buen resquicio del mismo. Huele a la banalidad del jabón de ducha, crema de afeitar y algún perfume amaderado. Puedo jurar incluso que su aroma, posee un ligero tono salado, ante todo el sudor que ha perdido al bailar. Por extraño que parezco, dicho dictamen, me vuelve profundamente loco, totalmente erguido contra la entrepierna ajena. Bamboleo las caderas ligeramente, en busca de una reacción igual de placentera que los pequeños gestos, que compone su rostro dormido. Su entrepierna vibra contra la propia; preso de la gula que produce su anatomía, finalizo el recorrido mañanero en sus labios. Tomo uno entre los propios, succionando con verdadera ansia. Me atrevo incluso a mordisquear la carne ligeramente hinchada, hasta dónde tengo concepción, ha sido mi propia boca, quién ha corrompido tal maravilla, al ladear el rostro, lamiendo el labio inferior del pelinegro, por fin se despierta; sostiene la respiración, antes de soltar por completo el aire, un instante después sus esmeraldas son descubiertas. 


- Buenos días - Comunico cantarín, con un buen humor que no poseía, desde las folladas comunitarias en la universidad. Esta vez, aunque tengo por completo cargados los testículos, presenciar el despertar ajeno me brinda la misma dopamina. He enloquecido.


- Tom - Murmura aún impregnado de sueño el pelinegro, a la vez que al abrir los labios, puedo tomar un poco más de su boca. Succiono sus labios a conciencia, tragándome su primer jadeo mañanero; Potter es toda una eminencia al estar ligeramente no combativo. 


- ¿Lo hicimos anoche? - Inquiero sólo para probar al chico, sobre todo para sonsacar un poco de la timidez que puede expeler al sentir mi dominancia, sobre nuestra tensión sexual; por supuesto que he notado su anhelo contenido.


- ¿Hacer qué? - Pregunta entregando ligeramente su boca, moviéndose por instinto, incluso inclina sutilmente la cabeza; dándome un hueco mucho más profundo por dónde colarme, buscando su lengua con ansias. Sólo un giro imitando mis caderas, es todo lo que puedo componer.


- Tom... ¿Qué demonios haces? - Inquiere el león despierto, sonrío dejando sus labios de lado, deslizándome por su cuello desnudo, prendándome de este, al sentir cómo empieza a removerse el chico, ahora por completo despierto. Esto sólo frota con más insistencia, nuestras entrepiernas unidas, a pesar de la tela que las cubre.


- Comprobar la evidencia - Comunico deslizando los dientes por los boquerones que he dejado sobre su cuello; me he divertido en grande con su piel al bailar. Está hermosamente irritada. Al succionar un pedazo de ella, siento el primer empujón en forma del pelinegro; mi felicidad acaba rápidamente .


- ¡No hay evidencia, trastornado! - Jadea el ojiverde, llevando las manos a mis hombros desnudos, siendo consciente de la dureza que se frota con la propia, aún prendado de su garganta, puedo sentir el aumento de su temperatura.


- Debimos hacerlo, me pones muy animado... - Confiero dejando de lado, la gracia de la seducción por el ataque directo, esto por supuesto, desespera más oscuramente al chico, mientras sus mejillas se tornan encantadoramente tibias -... Sobre todo al amanecer... - Acoto con un giro perverso de la pelvis, misma que genera un encantador jadeo en el pelinegro; sin duda, puedo acostumbrarme a dicho despertar por mucho tiempo.


-... Sin duda, no podía desaprovechar la oportunidad, al tenerte en mi cama... - Acuso con la obviedad que no he traspasado, la barrera de la inmoralidad con el ojiverde, aún así, las lagunas profundas de mi memoria, quieren pecar sin consideración -... Sí es que profane tu piel, lamento no poder acordarme del suceso - Murmuro contra su clavícula, parcialmente cubierta, descansando mis dientes contra el deleite de su piel. Potter estalla en rojizo. Me vanaglorio de dicha cómo cómo un verdadero vicioso.


- Podemos revivir el encuentro - Propongo con partes iguales de sugestión y diversión, aunque mis acciones pueden parecer lo contrario, en realidad más que adorar su piel vespertina, también juego con su conciencia medio dormida.


- No hicimos nada, pervertido... - Maldice Potter, demostrándome la tenacidad que tanto me ha prendado de su cabeza; sin precaución alguna, empuja su rodilla con fuerza en mi estomago irritado, al instante suelto su piel; la realidad que siempre termino herido a su lado, sólo se acentúa con el movimiento -... ¡Adiós! - Escupe con fulgor, al patear de nueva cuenta mi abdomen, hasta que caigo de lado sobre la cama; el golpe me deja momentáneamente sin aire. Allí está la ternura, propia de Potter.


- ¡Harry! - Llamo con soltura, incluso levantando la voz, al ir detrás del pelinegro; este ha escapado en un instante, importándole poco estar descalzo, excitado y vuelto un desastre mañanero. 


Compongo una paródica situación que jamás pensé llevar a cabo, salgo en busca de mi fugitivo acompañante, siendo recibido por la puerta cerrada de su habitación, no me molesto en golpear, sin embargo, levanto mi cántico en busca de su atención, el chico me maldice al instante ahora en la seguridad de su habitación, resguardado por la cerradura de la misma; estoy tan cerca, que su voz agitada me eriza la piel, mientras el invierno compone otro tanto, intento dialogar con toda la diplomacia que conservo, pidiendo que abra la puerta; sin embargo, el chico se niega sin amedrentarse ante mi innato encanto. Rápidamente nuestra algarabía, se torna viciosa, llamando la atención de terceros e incluso cuartos, todos con grandes sonrisas cómplices, me miran intentar persuadir al torbellino detrás de la puerta; muchos murmura algunas nimiedades que poco me importan, por supuesto que acoto dicha premisa al estar casi desnudo, aún excitado, desarreglado, despeinado, ojeroso y resacoso. De enviarle en estos instantes, una imagen de mi actual apariencia a mis padres, sería el fin de mi casta, también por supuesto de mi madre. Aún así, poco tiene importancia cuando quiero conseguir mi objetivo, el mismo, no da resultado luego de quince minutos de susurros galantes. Después de un audible loco, Harry se retira del otro lado de la puerta.


- Señor Riddle... - Carraspea mi guardaespaldas que después de tanto jolgorio, ha aparecido de la nada; aún mirando la puerta cerrada de Potter, sonrío con suficiencia, es sólo el primer embiste -... Sus padres han llamado, al igual que el señorito... - Susurra conscientemente bajo, sin saber si aún nuestro invitado, puede escucharnos; su sensatez logra que recobre la propia, vuelvo a la habitación.


- No me interesa, si vuelven a llamar diles que me fui de Venecia... - Ordeno serpenteando el cómodo salón colindante a la habitación, en ella una botella de vino nueva, descansa sobre la mesa, junto a un par de aspirinas, me decanto por las segundas, con suficiente alcohol en la sangre; necesito estar sobrio para mi conquista, aunque Potter después me embriague por completo -... De Italia misma, si con eso pueden perderme el rastro - Prosigo directamente al armario, dejando de lado el desorden en la recamara por la noche anterior; definitivamente Harry es un huracán por completo. Un caos atrayente.


- Señor... ¿A dónde va? - Inquiere mi guardaespaldas, al verme rebuscar entre mis finas prendas, algo acorde para la velada que me espera; al encontrar algo perfectamente adecuado, voy con rapidez al baño.


- Tengo un tour al cual ir... Me esperan con ansias - Finiquito con cierta ironía al finalizar la oración; Bartemius se debe hacer una idea clara de a quién me refiero. Sin otra palabra, se despide de inmediato. 


En la soledad de la ducha, rememoro todos los acontecimientos no sólo de la noche anterior, sino del enérgico despertar. Definitivamente he enloquecido bajo el poder atrayente de Potter, a pesar de conocer los detalles más comunes de su personalidad, gracias a mi exploración de campo y previa investigación, el chico sigue sorprendiéndome. Termino rápidamente con la incursión al baño, vistiéndome con parsimonia, al dejar parte de mi adrenalina mañanera en la ducha, vuelvo a mi sensatez al redoblarme de pulcritud. Tomo con paciencia un buen café, al menos lo que puedo componer bajo la sombra de la anticipación; nunca antes he estado tan ansioso por un encuentro, pero me obligo a mantenerme bajo la sombra de la quietud. Después del mediodía, hago mi triunfal aparición, el tour casi acaba, pero dicha cosa carece de mi atención, no he venido precisamente a apreciar el buen arte de la ciudad, sólo una obra, llama mi esquiva atención. 


El chico está al final del grupo, perfectamente encantado con todo el panorama dispuesto para sus ojos; no lleva los estorbosos lentes que encubren sus esmeraldas atrayentes, sin suda, usa lentes de contacto; sus gafas descansan en el nochero de mi habitación, al igual que sus zapatos. Es todo un delirio la premisa. Me apresuro a darle caza, pasando de todos los ojos que me admiran de arriba a abajo, ataviado de un traje de dos piezas; dejando la camisa abierta en sus dos primeros botones y el cabello pulcramente despeinado, he descubierto que es el estilo que más parece interesarle al pelinegro; al apostarme a su lado, sin embargo, este me ignora por completo. Aceptando el reto por su atención, compongo una escueta charla, murmurando con sabiduría, la historia de cada lugar que recorremos, no obstante al llegar al puente de los suspiros, me siento cómo un condenado; tomo su muñeca, tirando de su cuerpo, hacia la entrada del puente, sobre los adoquines, encaro al pelinegro. 


- Después de nuestra buena noche ¿me ignoraras todo el trayecto?... - Cuestiono, tomando su muñeca con soltura por si se le da por escapar, irguiéndome sobre el chico, mismo que descansa la espalda contra la pared del puente, pero sin molestarse en huir, muestra la valentía que me vuelve tan loco, cómo ha acusado en nuestro fantástico despertar -... Eres cruel con mi abnegada alma - Dramatizo con solemnidad, un juego que parece gustarle al contrario, pues encarna una ceja ante tanta teatralidad. Tomo cómo buen indicio, su simple gesto.


- ¿El centro del mundo, puede sufrir por otros? - Inquiere ciertamente burlón, tirando de su muñeca; aunque no quiero liberarlo, bajo el poder de sus esmeraldas chirriantes; le regalo la consideración, sabiendo a la perfección que el pelinegro sólo juega con mi cordura al ignorarme tan mordazmente. Tiene un carácter inigualable.


- ¿Restaría divinidad a mi reclamo?... - Preguntó siguiendo la morbosa palabrería que hemos configurado a la pared del puente, me empujo ligeramente contra Potter, acortando la distancia entre ambos; sus labios hinchados parecen llamarme con cada modulación ajena -... ¿O por el contrario me concedería la plenitud de su afecto? - Compongo con una galantería propia de las novelas irrisorias que consume Merope, mismas que tomo prestadas para encarcelar en un acertijo sin salida a mi ansiada perfección.


- Definitivamente el alcohol, te ha atrofiado las neuronas - Maldice al tanto de la densa confidencia que componemos, en el rincón más oscuro del puente; agradezco la tarde pronta a morir, sólo así, podemos entrelazarnos en la lúgubre sombra.


- ¿Tan mal me comporté anoche? - Interrogo aún con parches inconclusos de la noche anterior; Harry intenta retroceder a la vez que avanzo en busca de su divinidad, el chico solamente al momento, se da cuenta de todo el camino que me ha dejado avanzar; coloco con poca sutileza una mano al lado de su cabeza, acariciando la piedra que compone nuestro cómplice.


- Me besaste - Aclara un poco sofocado, sin estar al tanto que dicha cosa, lo puedo recordar a la perfección. Su boca es uno de los pocos placeres, que me han trastornado tanto, cómo para revivir su indecencia una y otra vez, esperando que Potter se compadezca de mi alma, brindándome otra probada de su boca.


- ¿Fue tan patético que me has dejado de hablar? - Murmuro entrecerrando los ojos, pero sin desaparecer la sonrisa; al estar al tanto de mis excelentes habilidades motrices. Mucho más al estar tan inspirado. Harry enrojece apeteciblemente.


- No es el caso... - Confiere con soltura, levantando el pecho y el rostro, sin retroceder aunque la obvia vergüenza surque sus facciones; tentado llevo una mano, acariciando su tersa piel, el chico me permite el indulto -... Sólo, al despertar... Tu... - Murmura ahogado, rememorando nuestro ínfimo despertar; con la sombra de sus labios sobre los propios, es imposible que la burla, no haga su triunfante aparición.


- ¿Yo? - Interrogó sin poder contenerme, riéndome con descaro sobre su mejilla, dónde se me ha permitido descansar los labios; a pesar de ignorarme con ahínco, Potter es descuidadamente activo, ante el avance de mis sucias intenciones.


- Eres un idiota - Se queja a sabiendas que mi gozo, es producto de su ligera incomodidad. Acorto aún más nuestra distancia, casi encima de él, Harry parece menos cohibido, sus manos escalan mi pecho, buscando un soporte que con gusto le brindo.


- Vamos, Harry... - Susurro con innata seducción, acercándome tanto que ni siquiera el aire, se cuela entre ambos; aunque disfruto el aroma de su cuerpo, lo qué más disfruto sin embargo, es su estruendoso corazón, palpitando contra el propio -... ¿Dónde están tus ansias de aventura?... - Reto con morbo, susurrando sobre sus labios, los pecados que quiero llevar a cabo con su mente; Harry por fin sonríe coqueto. Dispuesto a la aventura.


-... ¿No fuiste tú, quién cerró el ascensor después de sacarme la lengua? - Incito con malicia, recordando nuestra primera guerra de miradas, Harry también rememora en ella con satisfacción, es de hecho, quién se encarga de solventar nuestra mínima distancia.


- Eres insoportable, Tom - Exclama con diversión, picoteando mis labios con parsimonia; el pañuelo blanco indiscutible, en nuestra guerra llena de mutismo, me alzo cómo el ganador del encuentro, reclamando su boca. 


La conexión casi mágica que nos ha envuelto desde nuestro caótico inicio, estalla en nuestros labios unidos, ahora en la cabalidad de los sentidos, puedo disfrutar por completo la sensación agónica de esa boca húmeda que me ha vuelto tan loco, antes de siquiera probarla. La timidez que a veces perturba al pelinegro muere con fulgor, al chocar nuestros bordes, empuja egoístamente por lo que quiere; yendo directamente entre mis labios, sin amedrentarse siquiera de lo impositivo que resulta. Tomo su rostro a dos manos, controlando un poco su tempestad, enseñándole el verdadero camino; me inclino sobre su boca, ladeando el rostro, para encontrar el ángulo perfecto para degustarlo. Potter es fuego en su máxima expresión, le enseño a controlar su llamarada, calmadamente, envuelvo la lengua con la ajena, indicando el roce perfecto para nuestra sinfonía, con oscuro gusto, jadeo contra su boca, al sentirlo seguir el ritmo; aprende rápido, no hay mejor perversión que esa, Harry muestra una habilidad adictiva. Succiona mis labios, mientras ataco los propios, encerrándome en mi propia cavidad, cuando le apetece ir por un roce más morboso, río extasiado contra su carne, tirando con un poco más de fuerza. Sus manos me arrugan la camisa, mientras se aferra con fuerza, buscando un soporte en medio de sus jadeos ahogados, repaso su paladar con la lengua, prodigándole de muchas más sensaciones, su corazón hará un agujero en mi pecho. Los dedos, adoran en perversión, su rostro cálido. Bebo activamente de su saliva, libre de alcohol, sabe incluso mejor que llena de ginebra. Sin embargo, nuestra nube de placer mal contenido, es rota por un carraspeo indecoroso. 


- Por favor, no se queden rezagados - Pide el guía del tour, irreverentemente quiero maldecirlo por privarme de mi paraíso personal, no obstante, dicho espécimen jadea esta vez sorprendido, bebiendo una última vez de mis labios, antes de prestar atención al intruso en nuestra sublime entrega.


- Tom - Pide o exige no lo tengo claro, ante la fragilidad perversa de su voz, aún prendado de su boca, rechisto negándome a soltarla; no quiero hacerlo, aún así me rindo ante su ruego, pocas veces me veo obligado a cumplir el capricho de otro, pero esta vez vale la pena.


- ¿Alguna historia por contar? - Murmura entregándome un último choque de nuestros labios húmedos, antes de carraspear a la par del guía que nos espera, acomoda con soltura la camisa que ha convertido en un desastre, incluso la ha zafado de los pantalones. Imito su carraspeo, para despejarme la cabeza, dejando libre su cuerpo, mientras siento sus manos vestirme adecuadamente. 


- Gracias por preguntar, lo estaba esperando - Confiero apostándome a su lado, una vez listo, tomando su mano cuando veo su huida inminente, ante los ojos filosos que nos vigilan, al ver nuestros dedos unidos, por fin se larga. Estoy sumamente agradecido, no quiero maldecir a nadie este día; me expugna ser interrumpido al poseer mi divinidad.


- Entonces eso nos convierte en condenados... - Susurra Harry después que le he narrado con audacia la historia sobre el puente que nos encontramos y su adecuado nombre; puente de los suspiros, es apto incluso en nuestra época, aunque por motivos muy diferentes -... ¿Cuál sería tu crimen? - Pregunta manteniendo la voz baja, pero enérgica al dejar el puente atrás, mientras nos alejamos en complicidad del tour un poco; andando no sólo a nuestro propio ritmo, sino en nuestra propia burbuja.


- Robarte otro beso... - Confiero sin dudarlo, soy bendecido con escuchar su contagiosa risa; beso su cabello desordenado, echando un vistazo de derecha a izquierda, antes de tirar de nuestros dedos unidos, arrastrando a Harry por las callejuelas de la ciudad; qué se joda el tour y el guía -... Con gusto, puedo esperar mi sentencia - Murmuro nuevamente a escasos centímetros de su boca, arrinconando su cuerpo, contra un callejón apreciativamente oscurecido con la caída inminente de la tarde.


Harry no responde, se limita a sellar mi condena. Tomando con más seguridad mi boca, manejando a su antojo nuestro beso. Sonrío contra su boca, sin dejarle el camino fácil, encerrándolo en su propia cavidad; componemos una guerra velada, misma que sólo nos emociona con mucha más perversidad, aún así, esto no parece perturbar lo interesante e íntimo del asunto; nuestra complicidad es perfecta. Siento sus ansias, entremezclándose con las propias, hasta jadear en la boca ajena; tenemos que hacer algo con la tensión sexual. A la mierda Roma, no puedo andar con parsimonia, por el camino que Harry tranza para mí; exclusivamente para mí, no hay nada más precioso que eso. Desde siempre se me ha enseñado sobre la perfecta divinidad, ahora que se que dicha cosa existe, le muerdo los labios con gula. En las callejuelas solitarias de Venecia, he encontrado, la misión de mi vida, la hermosa maravilla del mundo; esquiva, sublime y añorada, ahora me pertenece por completo. Haré cualquier cosa por no soltarla nunca. Su luz ilumina todos los vicios de mi vida, gimiendo mi nombre con picardía. No hay cosa más bella en el mundo. Ni siquiera, la propia Venecia. 


 


Ho trovato la mia strada, la perfezione desiderata della mia vita. 

Notas finales:

Gracias por leer. PK. 


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