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Venecia contigo por PinkuBurakku

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Notas del capitulo:

 

Nota: * Cazzo!... Sei scemo? Chi arriva a Venezia senza saper nuotare? - ¡Mierda!...¿Eres estúpido? ¿Quién viene a Venecia sin saber nadar?.

** Buonanotte!  - ¡Buenas noches!

Dispiace - Lo siento. 

 

Gracias a Muriel Suriel, por comentar <3 

 

3/17

 

l'appuntamento -  ornella vanoni

 

     Es terriblemente perturbador, cómo sólo una decisión puede cambiar el mundo mismo; al menos el mundo presentado frente a cada uno, lo que compone en síntesis, un todo. La vida es un evento variable, el mundo una perspectiva cambiante y subjetiva. Aún así, meras decisiones pueden componer un nuevo paradigma sin explorar; perturbador y muchas veces terrorífico, después de todo, nuestra imagen del mundo compone nuestra única razón para vivir; aferrarse al mundo es tan natural como respirar, una perfectamente equilibrada relación entre causa y efecto. Con la mirada clavada en el techo y el aparato del mal entre los dedos, recuerdo que no he pagado la suite más costosa de toda Venecia, para filosofar sobre las consecuencias humanas, mucho menos, sobre la razón de vivir. De un salto, me arrastró fuera del balcón abierto; las nubes grises han cedido, ahora sólo una leve niebla me abraza mientras, un deje de melancolía se cuela entre mis huesos, sin embargo, esto también es normal; la lluvia, es una forma de escapar entre pensamientos y escarmientos propios. No debo dejar que me dominen, estoy en mi luna de miel

Echando un último vistazo al paraje que se presenta frente a mí, enciendo un cigarrillo, viejo vicio aprendido de Ronald y atado a mi alma, tanto cómo el agua se ata corrosivamente a los ladrillos de las casas flotando bajo su merced. Venecia, hermosa Venecia; se levanta bajo sus imperiosa aguas; no tan cristalinas cómo se puede llegar a pensar, pero después de todo, es una laguna; reflexiono con el ligero pitillo entre los dedos, un calmo conjunto de nicotina y alquitrán que entibia mi alma ante el inclemente clima; aunque por supuesto, de esto no puede haber ninguna objeción, fue mi temperamental cabeza, sin detenerse a meditar las consecuencias, las que designaron a Venecia cómo mi luna de miel, quizás el vino también me indujo a la estupidez. Miro el agua meciéndose levemente contra el vaivén que componen las pequeñas olas; el teléfono aún en la mano; los mensajes sin contestar siguen sumándose a la lista, muchos de ellos, son divertidos; al menos la diversión cruda y llena de venganza a la que he sido impulsado. Ronald vestido de novio, esperando en el podio con su cara de encanto, un perfecto smoking y el cabello engominado, aunque sea un bastardo se ve increíble, lastima que esa precisamente es la treta que quiere formar junto a su amante, su maldito padrino para el caso. Suspiro al cielo encapotado de nubes y ligera niebla, en qué momento la situación escaló tanto. Con un nuevo mensaje de Molly, decido apagar el aparato del mal. No es sano, lo estoy superando.  La tentación  de tirar el teléfono al canal, me absorbe por un momento; me dejo embriagar por ella negando, es extremo. Liberador, pero una completa locura. 

Apagó el pitillo a medio consumir, esperando que en sus cenizas se consuma la melancolía que me embriaga, fue muy soñador creer que en meros días, todo el organismo lleno de Ronald se podría olvidar, la rabia y la humillación parecen ajenas al sufrimiento del alma, misma que se aferra a lo recordado del pelirrojo, no precisamente al hombre. Contradicciones y sentimientos inconclusos, serán mi ruina; está visto que necesito un desintoxicante con urgencia. Compongo una última sonrisa melancólica a Venecia, la ciudad será mi ancla, llevo pocas horas; muchas de ellas torturándome con el teléfono en la mano, pero sin duda, podré sanar. Dándome un par de ánimos, con un nuevo vuelco en las emociones discordantes y poco equilibradas, vuelvo a la lujosa suite, tanta opulencia me hace sentir un poco mejor, al igual que los apostadores que se van a las vegas, el dinero ayuda a la pobreza del alma. Tiró el cigarrillo consumido a la papelera, calzó un par de zapatillas y toma la cámara recién comprada de la cama; reviso rápidamente la memoria, una sola imagen. Herm atada a mis hombros con una sonrisa de oreja a oreja; debo ser feliz, seré feliz. Toda la felicidad que el consumismo me puede regalar. Con una nueva perspectiva mucho más animada y mi kit de viajero novato, avanzó hacia la tarde poco despejada. La melancolía, perdiéndose a grandes pasos.

El aire directamente del canal, barre lo poco de melancolía que aún se adhiere a mi; tal parece que sin el teléfono en la mano para torturarme, todo va mucho mejor. Encantado con el pasaje a mi alrededor y con un tour costoso por delante avanzo entre las callejuelas un poco húmedas. Cómo un verdadero niño, sacó fotografías de todo lo que me rodea, incluso las pequeñas inscripciones en italiano parecen interesantes; repito en voz baja las inscripciones aunque apenas las entienda, el diccionario de italiano en el hotel debe ser ojeado con más insistencia, me río quedamente de los pensamientos, soy por completo un aburrido sabelotodo cómo me ha acusado Ronald, sin embargo, alzó el pecho con orgullo. Demasiado inteligente, es un maldito halago. Con una captura más, una góndola en pleno movimiento queda plasmada detrás del lente. Apenas prestó atención al guía parloteando delante, la ciudad alzándose detrás de la niebla con el escaso sol de mediodía, me entretiene mucho más; mi cabeza vuela lejos, adornada por los clic del disparador de la cámara. Aunque el cielo amenaza con lluvia, no puede ser un día más perfecto. Precisamente la amenaza del sereno, lo vuelve todo mucho más divertido, estar bajo la lluvia en pleno invierno, no parece la decisión más sensata, pero nada en mi lo es. Nuevas experiencias son bien recibidas. El canal tan cerca de mí, me absorbe del mundo lejos del lente.

Sin embargo, es precisamente en esa inconsciencia del exterior, que el canal se precipita demasiado rápido hacia mí. La orilla húmeda, se funde en una delgada línea que apenas me puede contener derecho; en medio del desespero ante la inminente verdad, las zapatillas renuncian ante tan resbaladizo intento por sostenerme, sin pensarlo, me sostengo de lo primero que encuentro, que para mi fortuna no es sólo el viento, no obstante, el soporte no identificado pierde mucho más rápido el equilibrio que las zapatillas húmedas, en meros segundos siento el agua helada rodearme hasta la conciencia, despertándome de un golpe helado de mi ensoñación. La cámara en el cuello sale a flote, mientras cómo un verdadero poseído me remuevo en medio de la calma marea que se agita ante el patético intento qué hago por flotar hacia la superficie. Creo un remolino sin sentido con los pies, mientras siento el agua cómo aguijones filtrándose por la ropa hasta llegar a torturar la piel sensible. Jadeo ante la impresión de lo helado del agua; un gran error, en meros segundos me estoy ahogando furiosamente, sintiendo el agua entrar por la garganta y la nariz hasta taponarla oscuramente. Moriré ahogado en un canal de Venecia. Ante la terrorífica realidad, me aferro al soporte que he traído conmigo. Mismo que en un estado parecido, tira hacia arriba por aire, pataleando con la misma fiereza, intentado quitar el peso extra de sus costillas. Empujando con fuerza mi cabeza hacia el fondo. No lo logra, me aferro con más fuerza hasta que es doloroso, moriremos ambos. Resignado, me aferro con más fuerza aunque empuje el peso extra hacia abajo.

A pesar del inminente final, veo la luz al final del sendero, detrás del agua mucho más cristalina desde esta perspectiva, un fuerte brazo sale en post de nuestra ayuda, tirando de ambos con tanta brutalidad que logra separarnos, me deslizo como una hoja hacia el fondo del canal,  el cuerpo extra emerge del agua cómo un pez; mientras mi cuerpo ahora sin soporte se hunde otro poco, los pulmones gritan aire mientras el agua reclama mi garganta. Aunque pataleo quedamente, no puedo componer mucho más, me estoy ahogando sin escapatoria alguna, cierro escasamente los ojos a medio camino de la desesperación y la resignación. Sin embargo, la luz vuelve a aparecer en el horizonte, cómo si fuese una pluma sin peso alguno, una mano tira de mí, hasta que siento el golpe de aire entremezclado con el agua; toso patéticamente ahogándome con mi propia respiración, los pulmones en su intento por llenarse me marean y  siento el desayuno demasiado cerca de la superficie, mientras la garganta arde por completo, siento escasas lágrimas en la esquina de los ojos, aunque pueden ser sólo gotas de agua, no lo sé, sólo sé; que necesito respirar. Miro hacia delante a pesar de la humedad de las gafas, necesito centrarme en algo de la realidad para sacar mi cabeza del estúpido y terrorífico ahogamiento. Delante, me recibe una sombra alargada... No, un hombre alargado. No, un hombre aparentemente alto. Uno empapado hasta los huesos. Veo la furia acuosa en las irises más verdes que he visto jamás.  Ni siquiera las propias, pueden tomar tal tono. 

- Cazzo!... - La palabra sale de su boca con un acento extraño, aunque nuevamente puede ser por el agua que lo empapa por completo, su garganta debe arder tanto cómo la propia, estoico me pierdo en su voz y las pupilas esmeraldas -... Sei scemo? Chi arriva a Venezia senza saper nuotare?* - Exige o pregunta, no lo tengo claro, lo único que creo puedo entender en medio de la conciencia a medias es que está gritando, quizás maldiciendo; descubro que tampoco lo llevo claro.

- Lo siento... Yo no hablo... - Intento, hincándome adecuadamente, al menos lo poco que puedo con las costillas doliendo después del ataque de tos. No le entiendo al hombre, pero sin duda, está hablando en italiano -... Dispiace, io no hablo... italiano... Non soy... - Burdamente intento gesticular lo poco que he aprendido del idioma, apoyándome de las manos para hacerme entender, el hombre me ve cual bicho raro en medio del intento; la piel me arde y no es por la inminente muerte -... Io soy Inglés - Intentó nuevamente, detrás de la palidez del cuerpo empapado, el tono rosa comienza a escalar mi rostro. Parpadeó furiosamente intentando enfocar al hombre. Las gafas húmedas poco ayudan.

- ¿Eres inglés? - Pregunta por fin en una lengua que puedo entender; el pensamiento que debo limpiar los lentes para enfocar mejor muere a la mitad de una neurona así cómo las palabras se atoran en la garganta. Joder.

- ¿Lo eres tú? - Regreso torpemente, parpadeando tan rápido que comienzo a marearme. El hombre alto, empapado, furioso y aparentemente inglés. Tiene un jodido acento que sólo la realeza puede lograr; joder.

- Por supuesto - Su respuesta es altiva, mientras me escudriña sin consideración. Los nervios reemplazan cualquier otra emoción o pensamiento cuerdo. JODER

Quedó nadando en un canal mental, cómo me empuje patéticamente hace pocos minutos en el agua turbia de Venecia. El hombre alto, es más que eso; la forma en que modula, es instintivamente atrayente. Aunque sólo son sus cuerdas vocales expulsando su rabia, aunque sólo es un arrogante tono con ceja arqueada incluso, en pleno escepticismo, siento cómo si susurrara contra mi oído hasta erizar la piel de por sí ya sensible ante el inclemente frío del invierno. No, no, debo alejarme de los ingleses, a pesar de ser uno. Quizás por la conciencia de raza, se lo que puede lograr una voz tan grave cómo esta, debe ser un maldito gen; no es normal, tal nivel de atracción. Ronald, su voz era semejante aunque en un tono diferente. Debo alejarme. Como sí el atractivo hombre al frente fuese una bestia a punto de atacar, me levanto con un poco de temblor, el frío me azota con mucha más fuerza al estar de pie. El hombre aún en el suelo, me analiza una vez más, la condescendencia pura estalla en su entrecejo fruncido, la furia vuelve a su sistema. Cómo sí fuese una llama, veo estallar por completo el fuego en su cuerpo, incluso tiembla; aunque también puede ser por el frío. No lo se, no debe importarme. Carraspeo dispuesto a disculparme, lo he arrastrado conmigo. Maldición, los nervios atacan nuevamente.

- No era mi intención arrastrarlo, me disculpo - Con sinceridad, estirando una mano para ayudarlo a poner en pie, aunque tenga poco equilibrio. El hombre por otro lado, manotea mi buen intento. ¿Qué demonios?.

- Al parecer, debes hacerte una revisión en los lentes; esos están defectuosos... - Compone recibiendo la mano de un sujeto que hasta ahora tengo conciencia está detrás del hombre alto, frunzo el ceño al recorrerlo, tiene la manga de su traje negro húmeda; el nos ha sacado, no puedo centrarme mucho más en el sujeto, el tono oscurecido y cruel de pelinegro al frente me sacude -... Ni siquiera con ese grosor, logras ver por dónde vas - Insulta con furia, de pie, es mucho más alto; una maldita vara llena de imponencia, agua y mal humor. Quedo aturdido un par de segundos.

- Por eso no me gusta mezclarse con personas comunes - Susurra sacando en un intento patético el exceso de agua del cuerpo; no lo logra y sabe que soy consiente de ello, sólo lo enfurece mucho más, sin embargo, el hechizo de su altura, queda sesgado por la arrogancia de su tono. Bastardo idiota.

- Nuevamente me disculpo, adiós - Me apresuro a terminar con el encuentro, consciente de las personas aglomeradas a nuestro alrededor, vislumbrando el par de idiotas que se han caído al canal. La calidez en las mejillas, vuelve irremediablemente. 

A paso apresurado, aún húmedo y empezando a temblar oscuramente; no sólo por el frío sino por la rabia contenida ante tan desagradable sujeto, ando lejos de la multitud, llevando las manos bajo las axilas, necesito calor urgente. Cómo una bala, una sombra pasa a mi lado, su aroma mezclado con la humedad del canal y la ciudad misma, apenas me perturba; no le daré el gusto, su espalda queda sesgada bajo la humedad de las gafas aún sin limpiar, aunque ha disminuido considerablemente el agua en los lentes, aún veo su figura en medio de un par de gotas gordas; su trasero empañado por una en especial, a pesar de ello puedo apreciar la perfecta forma, al tener la tela de su traje pegada a la piel, fingiendo demencia, miró hacia otro lado. Camino viendo el canal, desde ahora, siempre estaré consciente de su existencia y límites. Doy pequeños vistazos hacia delante, sólo por morbo de la espalda ancha y el cabello azabache goteando en medio de la fría tarde. Me reprendo viendo sobre su cabeza y lo que creo es su guardaespaldas, pegado cómo lapa a su lado; necesito llegar al hotel, pero la maldita y atractiva vara, me obstruye el camino, ofuscado, apuro el paso hasta que la jodida suerte, me lleva casi a su lado. El hombre, a pesar de poseer una zancada mucho más extensa, disminuye el paso para verme. Su ceño aún fruncido, su boca torcida hacia un lado, en una línea casi recta. Me preparo mentalmente para su desagradable y grave acento. No me decepciona.

- ¿Ahora me sigues? ¿Necesitas algo?... - Pregunta a medio camino de la petulancia y el ácido enojo; parece que en verdad espera una respuesta de mí, al boquear cómo un pez, más ofendido que otra cosa, decide que mi respuesta es poco interesante y sigue con su verborrea -... Ya arruinaste mi ropa, pertenencias y mi día. No me sigas - Exige, en verdad el tipo parece ser de la realeza, porque tiene el ego de uno, el príncipe de las serpientes, sería un buen título nobiliario para el idiota.

- No te estoy siguiendo, maldición - Expulso con poco tacto, disfruto con perturbadora diversión al verlo frenar en seco, indignado ante lo escuchado. Le sonrió audazmente, avanzando de su lado, el hombre por otro lado, se recompone con rapidez dándome caza en segundos. Maldita sea su altura y aparente agilidad.

- ¿Entonces sólo imitas mi andar? - Tosco exige nuevamente, me preguntó si el sujeto reconoce la amabilidad, la palabra parece fuera de su léxico. Sin poder contenerme ante tanta arrogancia junta, no me muerdo la lengua al responder. También puedo ser un bastardo estirado.

- Pensé que el sol, era el astro cercano más inmenso... - Murmuro viendo su perfil desde el rabillo del ojo, al tanto que también me mira de igual forma, lo compruebo aún más al verlo separar los labios, dispuesto a responder al comentario aparentemente sin sentido; no le permito tal osadía -... ¿También lo cree o sólo su ego alcanza tales magnitudes? - Preguntó con oscura ironía, el hombre trastabilla detrás de mi espalda; cómo si le hubiese dado un golpe, me jacto de tal reacción. A un par de pasos de mí, no le permito hablar nuevamente, devolviendo la misma amabilidad anteriormente mostrada por él.

- Voy a mi hotel... - Repongo, sólo para aclarar un punto que parece debe ser aclarado al hombre; nuevamente está a mi lado, demasiado rápido -... Ese de allí - Señalo la estructura ostentosa, al vislumbrarla bajo el cielo aún encapotado, pero a la luz del escaso sol, parece brillar. 

- Debe ser un chiste... - El hombre camufla su sorpresa con más ironía, incluso una especie de burla que se enreda en su lengua, afectando el peso de su acento; mejorándolo incluso, sí es que eso es posible -... Un chico cómo tu, no puede pagar tal cosa - El siguiente en trastabillar es mi cuerpo, ofendido hasta que tensó la mandíbula. El sujeto, aprovecha el leve impactó para avanzar delante, pero siempre mirando sobre su hombro. Respiro profundo, al ver la puerta abierta para mí.

- Bienvenido, Sr Weasley - Comunica el botones con la puerta en la mano, mismo que al parecer, ha buscado mi apellido en la reservación, ni siquiera me molesto en corregirlo. Estoy casado, es mi luna de miel. En vez de eso, disfruto de la sorpresa humillante ahora plasmada en el rostro de la atractiva y desagradable vara al frente, quién se detiene junto al ascensor.

- Han bajado la clase del lugar... - Murmura junto al nuevo botones que nos espera junto al ascensor, mismo que apenas puede ocultar su sorpresa al vernos empapados hasta los huesos, nos mira de lado a lado -... Debería cambiarme de hotel - Sigue en su monólogo entrando a toda prisa al ascensor, sin embargo, dentro de las paredes llenas de espejo, mismas que el bastardo se ha apresurado a cerrar, dejándome casi afuera. La imperiosa necesidad de responder me ataca de nueva cuenta. 

- Por favor, sería de ayuda a la humanidad... - Compongo tomando prestada un poco de su arrogancia, el hombre no necesita girarse para encararme, veo su reacción a la perfección contra los espejos del ascensor, la disfruto cómo nunca nada antes, incluso le sonrió al salir del ascensor; hemos llegado al piso demasiado rápido; sí, hemos. Parece ser su piso también, perfecto -... No se si lo has notado, pero no eres el centro del mundo - Informó cómo verdad absoluta, una que sin duda, no le exponen muy seguido al hombre. Se detiene justo al lado de mi habitación, mucho más que perfecto

- Maldito petulante - Murmuró al cruzar el umbral de la puerta, por cómo retiene el aire; se que me escucho, cierro la puerta antes de escuchar su respuesta. Susurra lo que se tengo conciencia es una maldición en italiano, aunque no entienda su significado.

En la calma de mi habitación, puedo respirar por fin, sin tener conocimiento que estaba reteniendo el aire; adjudico cualquier trastorno al espécimen recién descubierto, ahora en la intimidad de la soledad puedo reconocer que bajo las capas de arrogancia y ropa húmeda, es un completo idiota. Uno que se diluye junto al agua tibia en la bañera, mientras juego con el aparato del mal nuevamente entres los dedos, es una manía que se aferra a no desaparecer; el recuerdo de Ronald, se aferra al presente. Los mensajes comienzan a tornarse viciosos, me maldicen todos sus hermanos; Molly está desconsolada, las amenazas no dejan de aparecer. En medio de todo el caos de texto, uno resalta entre la montaña de nombres en negritas. Draco. Un simple gracias, es todo lo qué necesita para mandar mi cuerpo por completo contra la tina de mármol. Apago de nueva cuenta el teléfono, mirando al techo adoquinado, lleno de patrones inconexos pero armoniosos. Necesito drogarme de Venecia, no dejare que Ronald me persiga aún aquí, lejos de tu toque. En un cuarto de hora, estoy por completo vestido con una sola idea en mente, la diversión perpetua de mi alma en agonía, una que ha pasado demasiado tiempo en el pasado. Con miras hacia el futuro y una tarde muriendo tras la espalda, nada mejor que conocer la ciudad; Venecia de noche debe ser todo un espectáculo, pero primero, un buen combustible, un trago en el bar avivara cualquier ánimo consumido por el leve encuentro junto a la tina. 

Al salir de la habitación por otro lado, un par de recuerdos me azotan nuevamente; estos, nada tienen que ver con el pelirrojo. Un cabello azabache inundado de agua, espalda ancha, ojos verdes, labios demasiado animados y petulantes… buen trasero. El recuerdo vago de su acento me eriza la piel. No, debo alejarme; ya tengo suficiente de ingleses idiotas. Decidido a dejar los recuerdos en el umbral, incluso los del hombre misterioso, avanzó hacia el ascensor. El pasillo es rápidamente tragado bajo los zapatos de vestir, mientras el ascensor casualmente va subiendo hasta el piso. Me apresuro a tomarlo, sonriendo por el ligero y estúpido logro, la cabeza nuevamente en las nubes, imaginando una buena velada. Sin embargo, al estar por completo dentro de la estrecha habitación rodeada de espejos, una sombra aparece en mi radar. Una vara embutida en un perfecto traje de tres piezas sale de su habitación; formal… Muy formal. Su aspecto resulta mucho más imponente vestido de negro, el saco bajo la chaqueta pálido, brilla contra su piel, misma que parece alabastro a la escaza luz del pasillo; lo recorro a conciencia, detenido en el tiempo. El ascensor, la noche, Venecia misma, pierde un poco de claridad delante del hombre en medio del pasillo.

Su buena complexión resalta las curvas rectas de su cuerpo, dejando a la vista un conjunto de ángulos paralelos entre sí, pero que forman una armoniosa anatomía; una trabajada, cuidada y atractiva anatomía. Todo coronado de un rostro anguloso, afeitado y con la sombra de una chispa malignamente candente en los ojos verdes, mismos que ahora en la tenuidad de la luz, son más dos pozos verduzcos que esmeraldas brillantes; nada que lamentar, son atrayentes, todo en el hombre lo es, hasta su maldita nariz es atractiva. Me detengo en los labios, mismos que se curvan hacia arriba, rizados sin duda por el idiota que lo recorre cómo sí fuese la mejor de las esculturas. El David de Michelangelo, debería sentir envidia de tal espécimen, sin duda puedo deletrear la diversión de tal pensamiento en su boca; su ego, volando cerca del sol. Despierto de su hechizo nuevamente gracias a su boca, aunque esta vez no haya pronunciado palabra alguna. Lo veo avanzar a través del largo pasillo, su altivez es incluso peor al andar; moviendo las caderas con seguridad, tan alto cómo es; su confianza raya en egocentrismo, me irrita. Derecho, tanto cómo puedo, decido darle una lección, alguien debería hacerlo, su sonrisa petulante me carcomen por dentro, asentándose en el estómago de maneras indescriptibles. Los recuerdos de nuestro accidente me inundan. Venganza.

- Buonanotte!** - Murmuro lo más alto qué puedo en nuestra confidencia, riendo con malicia; se que ve las malas intenciones en la punta de la lengua que sale a su encuentro. Un pequeño vestigio infantil pero encantador que lo detiene a medio camino. 

Oprimo el botón para cerrar las puertas, estas despiertan del letargo en el cual las he consumido, moviéndose en sincronía con la malicia de mi alma. Lentamente veo cómo se apresura a andar, esperando alcanzar el ascensor antes de que se cierre, observó con un gusto malicioso que no creí tenía, cómo corre al darse cuenta que no alcanzara y cómo, sus labios se separan en la más florida de las maldiciones. Justo cuando siento su aroma inundarme los sentidos, las puertas se cierran frente a su nariz, cercenando de raíz nuestro encuentro, rompiendo con la cruenta venganza; finiquitando la misma, es imposible que no estalle en una risa escandalosa. Es una lección para su bien formado pero petulante trasero. No recibe muchas seguido, lo se ahora a la perfección. Sólo cuando llegó al bar, puedo conseguir algo de calma en la estruendosa algarabía, los restos de risa en forma de lágrimas se aferran a las pestañas, incluso tengo que quitar los lentes para limpiar las esquinas alegres de los párpados. Al estar todo nuevamente en su lugar, con un nuevo brillo, Venecia me recibe con los brazos abiertos. Bienvenida la verdadera diversión. Avanzó más decidido que nunca antes en la vida.

¡Venezia, Amore mío!

 

Notas finales:

Nos vemos pronto. PK. 


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