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With you por L_inverse

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Notas del fanfic:

- Ship Riren
- Advertencias: Contenido adulto, escenas explícitas y aborda temáticas de salud mental.
- Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son del autor de la obra Shingeki no Kyojin, Hajime Isayama.

With you

 

Capítulo 1: Agujero negro

 

Esa noche llovería, podía olerlo en el aire. El viento estaba impregnado de ese aroma de nubes cargadas con agua, corriendo de manera sutilmente cálida mientras movía los estragos de hojas secas de otoño sobre el pavimento y le daba señal a las aves para que se resguardaran de la tormenta que se avecinaba.

Habían pronosticado que la lluvia comenzaría para mañana — sábado —, pero, al parecer, el clima no estaba interesado en seguir las predicciones de los meteorólogos, porque, de hecho, en esos momentos podía sentir unas delgadas gotas de agua descender de los cielos grises, siendo que recién era medio día; y, con eso, anunciando que ese fin de semana tendría que quedarse encerrado en su habitación del campus debido al mal tiempo.

Ya en el tercer piso de la residencia universitaria, el azabache de metro con sesenta de estatura caminó por el estrecho y mal iluminado pasillo de paredes de concreto y suelo de cerámicas, haciendo que sus bototos negros rechinaran sutilmente sobre ellas debido a su humedad; y, tras pasar los cuartos que le antecedían, finalmente llegó hasta la puerta de su habitación, apresurándose a introducir la llave en la cerradura para, por fin, resguardarse del resto del mundo en ese espacio que consideraba propio, pese a que sólo se lo prestaba la universidad por el tiempo que duraban sus estudios.

Bueno, el plan era dejarse caer en la cama por unos momentos antes de decidirse a comer algo y luego tratar de organizar sus tiempos, sabiendo que ese fin de semana no podría visitar a su madre debido a los trabajos que tenía pendientes y los exámenes que ya se avecinaban para poder cerrar ese periodo académico; pero todos sus planes se vieron interrumpidos al ver esa espalda morena, semi tapada por sus sábanas grises, en la cama de plaza y media que se encontraba arrinconada contra la pared del fondo de su habitación.

Levi Ackerman miró la escena, completamente impresionado por unos breves momentos, hasta finalmente soltar un corto suspiro y adentrarse en el cuarto, cerrando la puerta tras de sí. No pretendía que sonara tan fuerte y, aun así, el joven pareció sentir su presencia en el cuarto, puesto que se removió entre las sábanas, volteándose para mirarlo con ojos somnolientos como si recién acabara de despertar.

Esos ojos verdeazulados se mostraban muy oscuros debido a la escasa luminosidad que entraba a su habitación por las nubes densas que surcaban los cielos; lo vio fruncir un poco sus expresivas cejas pobladas, como intentando aterrizar a la realidad y comprender en dónde estaba y, en seguida, se irguió sobre la cama, revolviendo desprolijamente sus lisos cabellos castaños que le llegaban hasta el hombro, al tiempo que pegaba un gran bostezo.

Luego, sus ojos se encontraron con la mirada azul grisácea del azabache, pues Levi no le había quitado la vista de encima desde que llegó, notando esas marcas rojas que tenía en su cuello y sus hombros, así como reparó que sus labios todavía estaban hinchados.

Lo cierto es que, aun todo perezoso y desalineado, el joven que estaba en su cama se veía realmente atractivo, con su trabajado y delgado torso al completo desnudo, evidenciando las marcas que había dejado en él la noche anterior; esto lo llevó a contener la sonrisa de autosatisfacción que le provocó recordar la gran escena que protagonizaron por la madrugada.

— Pensé que ya te habrías ido. — habló Levi cuando una débil sonrisa se dibujó en el rostro del otro chico.

— Lo siento, estaba... cansado. — confesó él, mostrando una leve vergüenza cuando lo miró desde abajo, como sintiéndose culpable por estar ahí todavía.

— Bueno, creo que nos descontrolamos un poco anoche... no te preocupes. — comentó él, recordando que esa mañana, al salir de la ducha, notó los rasguños que tenía en su espalda y las marcas de uñas enterradas sobre sus brazos.

Agradecía el clima frío para justificar el usar bufanda y mangas largas, de lo contrario, tendría bastante que explicar a sus amigos.

La sonrisa del otro chico se le antojó mucho más provocadora que sus propios pensamientos y él se reprimió la carcajada, bajando su vista y procediendo a sacarse el bolso negro que colgaba de su hombro, así como también su chaqueta.

— ¿Me prestas tu ducha antes de irme? — preguntó el moreno, señalando la puerta del baño que estaba continua a la cama.

— Adelante. — tras darle el permiso, el joven quitó las sábanas que aún lo cubrían y procedió a buscar sus ropas que, por cierto, Levi había dejado ordenadas a los pies de la cama, sólo porque no le gustaba la idea de que hubiera mucho desorden en su habitación; sin embargo, apenas el moreno se puso de pie, su gesto de dolor no fue lo único que lo alarmó, sino el gemido contenido que lo hizo curvar su cuerpo hacia adelante, doblando sutilmente las rodillas y llevando su mano hacia la parte baja de la espalda.

— Mierda. — le escuchó quejarse, a lo que Levi sólo pudo soltar una carcajada cuando el otro le dedicó una mirada resentida. "Dios, qué buena noche", pensó.

— Tú fuiste quien pidió más. — le recordó, enarcando una ceja en su dirección cuando el otro pasó junto a él tras tomar sus pertenencias.

— Sí, sí... ya lo sé. — su desalineado andar le hizo sentir un poco de pena por el pobre chico, pero, tras ver la sonrisa divertida que le regaló, sólo pudo suspirar y le acercó una de sus toallas para que pudiera secarse correctamente.

Cuando el joven cerró la puerta del baño, Levi miró su cuarto y, por fin, se permitió sonreír con suficiencia. Anoche el joven moreno y él se habían dejado llevar por unos instintos casi animales, compartiendo un encuentro que rayó en lo violento y placentero, destruyendo, con ello, una de sus preciadas camisetas cuando el otro chico se desesperó por sentir su cuerpo pálido.

Sabía que por la mañana ambos estarían un poco doloridos, porque, cabe destacar, tampoco fue un encuentro corto, sino que se dejaron dominar por varias horas de incesante placer y orgasmos obscenos que, ahora, le daba un poco de vergüenza recordar.

Y, bajo este pensamiento, considerando que ya era medio día y que el joven moreno recién venía despertando, se atrevió a salir de la habitación hasta el pequeño carro de café que se ubicaba en el patio de la residencia, donde compró dos cappuccinos medianos y un brownie, que no tardó en llevar hasta su habitación nuevamente.

Para cuando volvió a entrar y sacarse la chaqueta de nueva cuenta, el chico salió del baño, vestido con esa camiseta blanca ligeramente entallada a su figura, con la que había llegado la noche anterior, y sus pantalones negros que llevaba rasgados a la altura de las rodillas. Su cabello castaño estilaba agua todavía y este se encontraba tratando de quitar la humedad de ellos con rápidos movimientos de la toalla sobre sus mechones rebeldes.

— ¿No viste mi liga para el cabello? — le preguntó, llevando su vista hacia el piso alfombrado en busca de ese elástico negro.

— Se rompió, así que la boté a la basura. — contestó Levi, acercándose para entregarle el vaso con el café y el dulce que le había comprado.

El chico lo miró abriendo ampliamente sus ojos verdes, dejando que estos se llenaran de un resplandor que, inmediatamente, los aclaró tanto que casi parecían volverse azules; sin dudas, una de las tantas cosas que le fascinó desde el primer momento en que lo conoció fue ese brillo particular de sus orbes esmeraldas, uno que se opacaba cuando lo devoraba con la mirada, manifestando ese deseo, poco oculto, de querer acostarse con él.

Tras unos microsegundos de intercambiar miradas, el joven sonrió anchamente, tomando el vaso de bebida caliente y la bolsa de papel que traía el brownie; luego, bebió un sorbo del café y ensanchó su sonrisa al sentirse complacido por su sabor.

— ¿Esto no se sale de nuestro acuerdo? — preguntó el moreno con un tono lascivo, enarcando una ceja en su dirección mientras bebía otro sorbo de café.

— Tch, considéralo una compensación por tener que caminar como ridículo por culpa del dolor. — ante sus palabras, el joven soltó una carcajada, alejándose un poco de él para proceder a calzarse los zapatos marrones que Levi había dejado junto al velador. Todo esto mostrando movimientos sumamente ralentizados.

— Hey, Levi... — lo llamó cuando terminó de ponerse sus zapatos y se mantuvo sentado sobre la cama, mirándolo con una sutil aflicción. — Lamento haberme quedado dormido. — soltó, con clara vergüenza, en cuanto sus miradas se volvieron a encontrar, ya que el azabache se había sentado en la silla de su escritorio, procediendo a beberse su propio café.

— Te dije que me traía sin cuidados. — expuso él, siendo sincero al decir que no le molestaba haber pasado, literalmente, toda la noche con él. — Fue inevitable. —

— Lo sé, sólo no quiero incomodarte. — añadió, ahora poniéndose de pie y tomando su chaqueta de mezclilla color celeste claro, la cual, afortunadamente, tenía un forro de chiporro en el interior que le iba a permitir soportar el frío que haría debido a la lluvia. Luego, el chico se puso su bufanda oscura, tapando con ello las marcas que había dejado Levi sobre su piel. — Creo que ya me voy. — dijo finalmente, tomando la mochila que había junto a él en el piso y cargándosela al hombro.

— Espero que no te desaparezcas por tanto tiempo. — soltó Levi, sutilmente nervioso de planteárselo, pero lo cierto es que disfrutaba mucho de esos encuentros con él; y, para su sorpresa, el joven se acercó hasta donde se encontraba, siempre sonriendo con ese encanto que hizo que cayera en sus juegos desde el momento en que lo conoció.

— De hecho, sé que sonará algo inusual, pero... — comenzó a decir, desviando la mirada hacia el piso y mostrando un ligero sonrojo en sus altos pómulos. — ¿Te parece repetirlo esta noche? —

— Vaya, alguien disfrutó mucho lo de anoche. — comentó el azabache, internamente muy satisfecho consigo mismo.

— Claro, ¿tú no? — cuestionó el chico, mirándolo con sorna todavía, rebosando confianza y con ese coqueteo descarado.

— ¿Crees estar en condiciones? — preguntó Levi, preocupado por el estado del chico, sabiendo el dolor que se estaba cargando ahora. Pero el otro simplemente soltó otra carcajada, nuevamente avergonzado.

— Esto hará que me recupere más rápido, gracias. — respondió, señalando el café y el brownie que le había regalado. Una sonrisa quiso aparecer en el rostro del dueño del cuarto, pero se contuvo.

— Lo cierto es que planeo quedarme hasta tarde haciendo un trabajo. No sé a qué hora me desocupe. — planteó, diciendo medianamente la verdad; sin embargo, también usándolo como excusa, pues no sabía si era correcto revelarle a ese chico que se moría por tenerlo de nuevo entre sus brazos.

— Tú sólo avísame, no me importa mucho la hora. — esta vez, se mostró más seguro, acomodando la mochila sobre su hombro. Levi se puso de pie, evidenciando esa diferencia de altura de casi veinte centímetros entre ellos; una de las cosas que le molestaba de sí mismo era su baja estatura, aunque eso no supuso ningún problema entre ellos, claramente.

— Oh, es decir, si te hablo de madrugada, ¿vendrías? — se tentó en preguntar, logrando que el otro chico se acercara hasta él de esa manera provocadora que tanto le llamaba la atención.

— Pruébame. — murmuró, todavía manteniendo cierta distancia entre ellos; sin embargo, eran precisamente esos escasos centímetros que separaba sus bocas lo que aumentaba el lívido del azabache.

— No me decepciones, mocoso. — se atrevió decir Levi, a lo que él otro volvió a perder un poco su confianza altanera para sonreír avergonzado.

— Que tengas un buen día. — se despidió al tiempo que abría la puerta de la habitación.

— Igualmente, Eren. —

El sonido de la puerta al chocar con la madera del marco de la entrada le hizo soltar el aire que mantenía en sus pulmones, llevando su mano hacia la zona rapada de su nuca para acariciarla distraídamente mientras rememoraba todos sus encuentros con el chico, que, por cierto, cada vez se hacían más frecuentes y también desprolijos de vergüenza, porque nunca había tenido una noche tan pasional con alguien, ni siquiera con su pareja de más años.

Pero es que Eren era un enigma de esos que se antojan ridículamente excitantes; si con tan sólo recordar la mirada que le dedicó la noche que se conocieron y esa sonrisa perfecta y manipuladora que había utilizado para coquetearle y hacer que bajara sus defensas, Levi perdía los nervios y debía morderse el labio inferior para contener sus emociones; emociones que nunca había sentido con alguien más.

Claro, pero todo esto era nuevo y emocionante para él, pues el chico de ojos verdes había coincidido con el azabache cuando establecieron las reglas de esa relación; los «acuerdos», como le había dicho el mocoso, y estos eran muy claros, incluso, les daba más emoción a sus encuentros.

Habían compartido sus números de teléfonos y sus nombres, pero con la única condición de que, si conversaban, era para acordar un encuentro sexual entre ambos; así es, nada más. De hecho, parte del acuerdo es que no podían revelar nada de sus vidas, salvo lo obvio e inevitable, como el hecho de que Levi estudiara en esa universidad, porque sus encuentros se realizaban en su habitación.

Esta situación era por completo nueva e inexplorada por el azabache, porque él solía ser jodidamente desconfiando con las personas, pese a haber salido con varios chicos y chicas en su vida; pero, con Eren, todo sucedió de acuerdo a las pautas que él había establecido de lleno esa noche, en ese bar y tras esos tragos... Por primera vez, se había dejado llevar por la descarada insinuación que había ejercido el moreno sobre él, sucumbiendo a sus encantos y llevándoselo a la cama la misma noche que se habían conocido.

Levi no tenía experiencia en encuentros casuales y, por fortuna, Eren lo había notado y le había planteado estas reglas para no tener que vivir situaciones incómodas en las próximas; porque sí, si algo había quedado claro, es que habría otras.

Ciertamente, le estaba gustando mucho este tipo de relación, pues una vez que el moreno salía de su habitación se permitía no pensar en él y seguir su vida; sin ataduras, ni preocupación, sin tener que someterse a incómodas reglas sociales sobre citas y confesiones. Nada de eso. Era lo mejor para él, quien nunca sabía cómo llevar una relación de pareja, tanto así que muchas de sus propias parejas se lo habían hecho notar...

"Supongo que esta es la mejor opción para alguien como yo... y, por qué mentir, no me quejo para nada", pensó el universitario, viendo sobre los libros de su escritorio la liga para el cabello del chico que recién se había marchado.

 

~*~~~*~~~*~

 

Para cuando terminó de redactar el dichoso ensayo que le habían pedido para su clase, Levi notó que la lluvia se había vuelto un aguacero que golpeaba la ventana de su pequeño dormitorio en la residencia; no se sentía mayor ruido de la lluvia, salvo el sutil repiqueteo de las gotas cada vez que se estrellaban con el vidrio debido a esas corrientes de vientos que movían los árboles desnudos.

Se sacó las gafas que utilizaba cuando trabajaba en la computadora y masajeó sus ojos con gentileza, tratando de disminuir la tensión que debieron haber soportado tras varias horas sentado frente a la pantalla, leyendo información y redactando el contenido que serviría para su calificación final; luego, estiró su delgado cuerpo lo más que pudo, todavía manteniéndose sentado en aquella silla negra giratoria que había sido un regalo de su tío cuando entró a la universidad. Sin dudas, una genial inversión, pues pasaba demasiado tiempo sentado en ella como para notar que, sin el respaldo y el asiento acolchado, junto al diseño ergonómico que poseía, probablemente ya estaría con problemas lumbares.

No es que la universidad le resultara abrumadoramente difícil, pero sí le consumía mucho tiempo, sobre todo considerando que Levi era una persona perfeccionista en sus trabajos y también muy riguroso en sus estudios, porque odiaba la mediocridad y, sobre todo, si estaba con un beca en ese lugar y su madre hacía grandes esfuerzos por enviarle dinero para mantenerse por su cuenta, lo mínimo que debía hacer era aprovechar todas las oportunidades para aprender lo más posible, sacándole todo el provecho a esa casa de estudio, a sus profesores, a la biblioteca y el montón de recursos que ofrecía para los estudiantes.

Miró la pantalla que reflejaba el documento con el ensayo de más de diez páginas que había logrado redactar durante esa noche; sabía que todavía no estaba completo, pues tenía que volver a leerlo para corregir errores de conectores, ortografía, redacción y gramaticales, por lo que, pese a que el contenido en sí estaba cubierto, aún faltaba la parte más tediosa que era la edición; sin embargo, se sentía bastante satisfecho de haberlo terminado esa misma noche, ya que le quedaba el resto del fin de semana para descansar y hacer el resto de sus deberes con mucha más calma.

Soltó un suspiro cuando miró la taza vacía de té que yacía a un lado de la computadora, junto a su celular que había permanecido inalterable durante la noche, ya que se había asegurado de dejarlo en silencio para no tener distracciones; así, inmediatamente, como ya era bastante usual en él, tomó el aparato para revisar la hora, que marcaba las una treinta de la madrugada.

Se permitió revisar vagamente sus notificaciones, encontrándose con un par de correos basura en su bandeja de entrada, así como también algunos mensajes de sus amigos comentando lo fuerte que estaba el temporal y lo triste que era perder un viernes por la noche debido al mal tiempo y la época de evaluaciones finales.

Soltó una leve carcajada y no pudo evitar hacer una mueca nerviosa cuando abrió el chat con la conversación entre Eren y él del día anterior, donde el chico le había sugerido encontrarse y, bueno, todavía tenía muy marcadas las evidencias de ese encuentro recién la noche pasada, junto a ese glorioso recuerdo de la piel del moreno deslizándose bajo sus manos, el calor que emanaba junto su olor tan varonil que se mezclaba con su sudor y su aliento mentolado, debido a que había llegado degustando uno de esos caramelos de menta que parecían ser sus favoritos, ya que lo había visto consumiéndolos en todas las oportunidades que tuvieron de coincidir.

Su sugerencia de la mañana lo motivó para textearle, sólo a modo de diversión.

Tú.

«Acabo de terminar mi trabajo, ¿todavía sigues con tu idea?»

Tardó unos momentos en contestar, pero, ciertamente, fue mucho más rápido de lo que pensó.

Eren.

«Sabes que odio decepcionarte 😉»

El azabache se pasó la mano por el cabello, dudoso de seguir con esas insinuaciones con el chico; en primer lugar, porque era bastante tarde y no tenía idea dónde vivía el moreno. Si residía en un lugar bastante apartado tardaría demasiado en llegar o se le dificultaría debido al horario de pocos buses, a menos que tuviera vehículo propio; sin embargo, lo segundo que lo perturbaba un poco es que llovía demasiado fuerte como para que se expusiera de esa forma. Por mucho que su relación se basara únicamente en encuentros sexuales, no implicaba que Levi fuese un bastardo desconsiderado con él.

Chasqueó la lengua, un poco contrariado consigo mismo por estar haciendo esto. ¿Es que no podía pasar una jodida noche sin pensar en acostarse con él? Sí, no se veían todos los días, pero tampoco podía negar que, las últimas semanas, la frecuencia de sus encuentros había ido en aumento, como si ya no pudiese aguantar por verlo nuevamente.

Pero es que... no se trataba sólo de acostarse con él. Durante los últimos encuentros, Levi se había visto en la necesidad de preguntarle cosas, como el motivo de algunas extrañas cicatrices que tenía en su hombro o por qué, en ciertas ocasiones, parecía tener ojeras mucho más marcadas bajo sus orbes color esmeralda.

Levi nunca fue bueno con ese tipo de relación, porque, de hecho, nunca había estado en una. Si bien no le apetecía conocer gente nueva ni ser una persona completamente sociable, el moreno era totalmente distinto a las personas que conocía; una bestia cargada de lujuria durante sus encuentros pasionales y un dulce joven de sonrisas cálidas e inocentes cuando se saludaban o despedían, dos versiones de una misma persona en apenas unas horas y, francamente, el azabache no sabía cuál de esas facetas le gustaba más.

Sí, Levi reconocía que le empezaba a gustar ese muchacho, que quería saber más de él; pero, obviamente, no haría nada al respecto. El acuerdo era bastante simple y claro, estando él completamente consciente de este al momento de comenzar con esos encuentros, así que era ridículo que ahora saliera con estupideces como hablar de ellos mismos.

Un nuevo mensaje hizo vibrar el celular entre sus manos, dándose cuenta de que se había distraído pensando en el chico; curioso, porque el mensaje entrante había sido de él.

Eren.

«Vamos, sé que lo estás pensando porque realmente quieres que vaya.»

.

«Es tarde. Puede ser peligroso, sobre todo por la lluvia

Esperaba que con eso el chico coincidiera con él — o, al menos, sembrar la duda en su mente — respecto a lo disparatado que sonaba el que fuese hasta su dormitorio en esos momentos.

Eren.

«La pregunta es, ¿quieres que vaya o no? Si la respuesta es sí, estaré en menos de lo que piensas frente a tu puerta.»

"Maldito desquiciado", pensó Levi para sus adentros. Por supuesto que quería verlo de nuevo...

Tú.

«No quiero ser el causante de que tengas un accidente o algo así.»

Se arrepintió de haberle texteado su preocupación, no entendiendo si eso estaba mal en una relación como la que estaban manteniendo.

Eren.

«Gracias por preocuparte, Levi 😊 Te prometo que llegaré. Sólo si me dices que eso es lo que quieres.»

El azabache sonrió y sacudió su cabeza para espantar todos sus pensamientos. Tal vez el chico vivía cerca de la universidad y contaba con vehículo, haciendo de ese traslado algo mucho más sencillo que esperar el transporte público o pagar un taxi; con esto en mente, y notando la insistencia que mostraba el otro por repetir el encuentro de la noche recién pasada, se decidió a textear de vuelta.

.

«Te estaré esperando.»

 

~*~~~*~~~*~

 

Cuando sintió el llamado de la puerta, no supo por qué se puso tan nervioso.

No era la primera vez que Eren iba hasta su dormitorio de noche, porque, principalmente, la mayoría de sus encuentros eran después de que acababan sus clases y tenía más tiempo libre sin tener que recibir visitas inesperadas en su habitación que pudieran interrumpirlos.

Pero, por alguna razón, su corazón latió fuerte bajo su pecho y tuvo que tomar una bocanada de aire bastante grande, que infló sus pulmones a la máxima extensión, antes de dejar salir una exhalación controlada, acomodando sus prendas y tratando de recuperar la seguridad que siempre parecía verse mermada cuando se trataba del moreno.

Se tomó unos segundos más en los que le dio un corto vistazo a su habitación para verificar su correcto orden y limpieza y procedió a abrir la puerta del dormitorio; lo que se encontró debió ser una imagen sumamente esperable dado el contexto climático en el que estaban en aquella noche, pero no por ello no le impresionó ver que Eren parecía haberse caído a una piscina y recién haber salido de ella.

Su ropa estaba totalmente mojada y sus mechones de cabello castaño estilaban agua casi como un grifo; el joven hizo el intento de quitarse las gotas de agua que surcaban su precioso rostro y le sonrió con entusiasmo, como si fuese algo sumamente normal llegar en esas condiciones a cualquier parte.

— Maldición, Eren. ¿Qué mierda te pasó? — no pudo controlar el volumen de su voz, que salió más elevada e histérica de lo que pretendió y pareció intimidar levemente al chico frente él; pero, sin darle tiempo de responder o hacer cualquier cosa, lo jaló del brazo para hacerlo entrar a su dormitorio, cerrando la puerta para que el calor que brindaba el pequeño y económico radiador ubicado cerca del escritorio no escapara del lugar.

— Bueno, está lloviendo. ¿qué esperabas? — lo cuestionó una vez que el azabache cerró la puerta tras de sí.

— ¡No te muevas, demonios! —

No comprendía lo que pasaba. Eren había llegado a los veinte minutos tras el último mensaje que le envió, eso llevó al azabache a pensar que tenía su propio trasporte para llegar hasta el lugar, porque no se explicaba la rapidez de su llegada.

Pero la distancia del estacionamiento hasta el dormitorio no era tanto y, por lo demás, gran parte de ese camino estaba techado. Entonces, ¿por qué aparecía así de empapado? Lucía como si hubiese estado toda la noche caminando bajo la lluvia hasta llegar a su residencia... ¿era una especie de hipersexual o algo así?

— Tienes que sacarte esa ropa, ahora. — le espetó al moreno.

Dos cosas lo estaban molestando principalmente en ese momento; la primera, es que estaba dejando el piso todo mojado debido a la cantidad desbordante de agua que portaba el moreno y, con lo obsesivo que era con el orden y limpieza de sus entornos, sencillamente le estaba colmando los nervios ver todo ese desastre. Lo segundo, es que si había caminado bajo la lluvia por varios minutos para llegar en ese estado, seguir con las prendas mojadas le provocaría una terrible gripe y no podía dejar que eso sucediera.

— Dios, estás algo apresurado con esto... — comentó Eren con un tono divertido. Pero algo dentro de Levi le hizo notar que este entendía la situación.

— Ve a darte un baño caliente. Te prestaré algo que tal vez te quede. —

El chico le regaló una sonrisa que dejó muchas dudas dentro de Levi y luego se encerró en el pequeño baño que disponía la habitación del universitario.

Algo estaba mal. Algo estaba jodidamente mal ante los ojos del azabache. Eren siempre pareció un alma distante, un chico encantador que podía cautivar a cualquier persona con su sonrisa y esa mirada penetrante que parecía querer revelarte un montón de secretos, cuando en verdad te estaba desnudando por dentro, descubriendo tus propios secretos con aquellas esmeraldas.

Pero, ahora, el chico que estaba frente a él era otra faceta de Eren. Alguien que parecía destruido, alguien que lucía completamente roto y perdido, alguien que no le importaba su propia salud como para exponerse de esa forma... ¿es que acaso venir a verlo había sido una excusa para algo más? ¿Este supuesto encuentro que le había sugerido tenía otras intenciones más allá de acostarse con él?

Tenía miedo. No podía negar que su instinto había encendido todas las alarmas ante este chico que estaba ahora duchándose en su propia habitación.

Un extraño.

Era un completo desconocido para Levi. ¿qué estaba haciendo? No sabía absolutamente nada de Eren, con suerte que era un año menor que él y que era jodidamente bueno en la cama; pero no tenía idea cuál era su apellido, dónde vivía, qué hacía con su vida, si tenía más parejas sexuales aparte de él... Nada, no sabía absolutamente nada de él; y, sin embargo, esa sonrisa que le dedicó le encogió el corazón. Nunca pensó que una sonrisa pudiese ser más dolorosa que unas lágrimas y un nudo en la garganta, pues aquella mueca que hacían sus labios al curvarse hacia arriba intentaba mostrar que él no estaba bien.

Levi entró al baño y dejó cerca de la ducha la toalla, una camiseta, ropa interior y un short deportivo que era lo más ancho y elástico que encontró, pues sabía que ninguno de sus pantalones podría siquiera llegarle a la cadera; además, tomó la cesta donde el chico había dejado su ropa mojada y procedió a estrujarla sobre el lavamanos, intentando quitar los excesos de agua antes de decidirse a ponerla cerca del radiador para que se secara durante la noche; si dejaba encendido el extractor de aire del baño no tendría problemas con la humedad.

— Lo siento mucho. — le escuchó decir al chico tras la cortina azulada del baño, cuya voz sonó amortiguada por el ruido del agua caer desde la ducha.

— ¿Dónde estabas? — a la mierda con todo, había pensado Levi. Debía tener información para entender lo que estaba pasando.

— Deambulando por las calles. — le sorprendió que, tras un par de segundos en silencio, el joven finalmente le respondiera; más aún, que sus palabras fueran algo que no había esperado ni remotamente.

— ¿Es una broma? ¿Con este clima? — inquirió, totalmente confundido y hasta un poco irritado.

— Sí... — el agua dejó de correr en la ducha y nuevamente hubo silencio en aquel pequeño cuarto de azulejos. No se volteó a ver que Eren sacaba un brazo detrás de la cortina para tomar la toalla que había dejado para él, pero supuso que fue así cuando escuchó el sonido del metal de los ganchos, que sostenían la plástica separación entre ellos, deslizarse ruidosamente por el fierro que se anteponía a la ducha.

Y entonces lo miró. Su cuerpo estaba sutilmente seco, con leves rastros de humedad que la blanca toalla — que ahora se amarraba a su cintura — no alcanzó a absorber. Su cabello caía lacio hacia atrás de su rostro, tocando sus hombros anchos con delicadeza.

Ya había visto a Eren desnudo y por supuesto que su cuerpo lo había fascinado, pero ahora lo recorría con cierto escrutinio tras ver su semblante abatido y lejano, como si su mente no estuviese en ese mismo lugar junto a Levi, sino encerrada tras un profundo agujero negro que se escondía en los recónditos escondites de sus secretos.

Sus ojos grises repararon en las leves marcas de mordidas y chupones que había dejado sobre su cuello la noche anterior, pero su hombro derecho y su ante brazo izquierdo le llamaron la atención, pues ambos mostraban unos hematomas que, si bien no eran muy pronunciados, parecían querer expandirse en el corto plazo, como si fuesen recientes.

Se acercó hasta él un poco asustado. ¿Él le había dejado esos golpes?

— Maldición, Eren, ¿por qué no me dijiste que había sido muy bruto contigo? — le cuestionó, tomando su mano izquierda para examinar ese antebrazo que mostraba claros signos de un apretón con fuerza desmedida.

— ¡Dios! No, Levi. No fue tu culpa. — dijo el joven, apartando su mano, como intentando esconderla. — Esto me lo hice yo. Me caí mientras trabajaba. — la manera en que tenía el chico de rehuir de su mirada volvió a alarmarlo.

No. Esas marcas no eran suyas, eran de alguien más. ¿Se había peleado con alguien? ¿O tal vez...?

— ¿Qué dices? ¿Ahora soy más digno de ti? — ese tono lascivo ni se acercaba al que había empleado con él en sus encuentros anteriores y Levi sentía que ya no podía dejar pasar todas las señales de que algo muy malo estaba pasando con el chico que estaba frente a él.

— Eren, tenemos que hablar. — le dijo son seriedad, tratando de que sus miradas conectaran, pero el otro seguía esquivándolo.

— Vamos, Levi. Tenemos un acuerdo. — le recordó, esta vez alzando sus ojos verdes hacia él y enarcando una ceja.

— Lo sé... Pero no puedo dejar pasar este mal presentimiento. — trató de ser sincero. Es decir, era lo mínimo que podía hacer si esperaba que el otro fuese honesto con él. — ¿Qué demonios te pasó antes de llegar aquí? —

— No importa. Vamos a la cama... — trató de decir, intentando empujar al más bajo para que salieran del baño; sin embargo, haciendo uso de su superioridad en cuanto a fuerza, el azabache tomó al chico de la mano y lo llevó hasta la habitación, sentándolo al borde la cama y alcanzándole las prendas que antes había buscado para él.

— Vístete. No me acostaré contigo. — algo parecido al pánico se encendió en la mirada verdeazulada del joven tras escuchar a Levi decir eso, logrando exacerbar la preocupación del azabache. Se acercó y se sentó a su lado, guardando cierta distancia. — Eren, entiendo que tenemos un acuerdo, pero no soy un hijo de puta desalmado ni nada por el estilo. Estoy preocupado por ti, no es normal que anduvieras deambulando por las calles con este temporal a las dos de la madrugada. — tomó una pausa, observando cómo el semblante del joven se oscurecía conforme bajaba su mirada y la clavaba en el piso alfombrado de la habitación.

Los segundos pasaron como horas entre ambos. Levi no apartó su mirada del chico, pero tampoco hizo el intento de acercarse más a él o establecer algún tipo de contacto; tal vez porque no sabía cómo iba a reaccionar el mocoso ante esto y si iba a alterarlo o asustarlo de alguna forma, ya que no podía ignorar lo vulnerable y frágil que se mostraba en ese instante; y es que, seguramente, el verdadero motivo que mantenía al azabache quieto en su lugar, era que tenía miedo de hablar; miedo de preguntar lo que se estaba formulando en su cabeza, miedo de que, si lo tocaba o decía las palabras equivocadas... el muchacho frente a él se rompería en mil pedazos.

— No sabía a dónde ir... — murmuró de pronto, dejando escapar ese suave sonido por sus labios con un volumen bajo y tembloroso. Y es que todo su cuerpo pareció comenzar a temblar, haciendo que rápidamente Levi reaccionara y le pusiera encima la manta que estaba a los pies de la cama, intentando brindarle calor. — No tenía dónde quedarme esta noche. Así que me puse a deambular, esperando a ver si tomarías mi propuesta de reunirnos nuevamente... así, quizá, podría refugiarme en un sitio seguro por unas horas. —

— Es decir que viniste aquí, ¿sólo para tener dónde dormir? —

— Sí y no. — le respondió, esta vez, un poco más animado. — Quería tener la posibilidad de dormir aquí tras acostarme contigo... pero, bueno, también quería hacerlo. — su tono avergonzado y el rosado que tiñó sus mejillas le permitieron a Levi respirar un poco, esperanzado de que ese chico no se rompería con tanta facilidad como creyó.

— ¿Alguien te lastimó, Eren? — preguntó repentinamente, tomando valor tras ese ápice de ánimo que mostró el otro. Necesitaba saberlo, necesitaba comprender qué le pasa, porque no podía dejarlo ir así como si nada...

Ese chico estaba sufriendo. ¿Qué hubiese pasado si él se quedaba dormido y no le mensajeaba para verse? ¿habría pasado toda la noche en la calle, al frío y bajo la lluvia? Intentó dedicarle una mirada de comprensión y apoyo, pero sabía que sólo estaba manifestando su molestia, preocupación y miedo... no obstante, Eren asintió débilmente, haciendo, con eso, que su estómago se revolviera.

— Está bien. No tienes que contarme ahora. — le dijo, tratando de calmarlo o tratando de calmarse él, porque no sabía cómo actuar ante esta situación. — ¿Qué puedo hacer por ti? — le preguntó, sabiéndose ignorante en cómo tratarlo, si ni siquiera lo conocía.

— ¿Puedo... quedarme a dormir aquí? Prometo irme lo más temprano que mi ropa lo permita. — señaló apresuradamente, mirando detrás de Levi donde su ropa se encontraba sobre el lavamanos del baño.

— Por supuesto, idiota. — le reprochó, molesto. Pero no con el moreno, sino con él mismo por no saber cómo mierda actuar. — Ahora vístete y trata de descansar. — le soltó mientras se ponía de pie para ir a terminar su labor con la ropa del mocoso, pero la mano del chico sujetando suavemente su muñeca lo detuvo en seco, volviendo su atención a él, quien parecía avergonzando.

— ¿Seguro que no quieres...? — comenzó a preguntar, haciendo un gesto con su cabeza en dirección a la cama y dándole una segunda intención a sus palabras.

— Demonios, Eren. No tienes que acostarte conmigo para quedarte aquí. Sé que no me conoces lo suficiente, pero no soy el tipo de persona que te echaría a la calle ahora o te pediría sexo a cambio de refugio por una noche. — se sentía ridículo. Toda esa situación se transformó en un asunto sumamente delicado y es que, ¿qué le había pasado realmente a Eren? Una mala corazonada lo tenía al borde de las náuseas de sólo pensar que alguien podría haber abusado de él, sobre todo al ver la fea marca de su antebrazo, que claramente era producto de una mano opresora que, con violencia, había sujetado al chico.

— Eres una gran persona, Levi. — le dijo el chico, curvando sus labios en una débil sonrisa que, esta vez, pretendía ser más alegre que todas las anteriores que había dibujado esa noche. — Lo supe desde que nos conocimos. Pero no quiero abusar de esa cualidad tuya... de verdad, lamento estarte causando estos problemas. — el azabache hizo acopio de todas sus fuerzas para no ponerse a maldecir. Sentía un nudo en el estómago de sólo pensar en lo desesperado que estaba ese chico como para rondar las calles en espera de un mensaje que ni siquiera sabía si llegaría, con ese clima tormentoso y a esas horas de la noche.

— No tienes que decirme nada. — le espetó con un suspiro, sujetando el puente de su nariz con fuerza para tratar de controlar su propio clima mental. — Hablaremos en la mañana, tú descansa ahora. — trató de mostrarse considerado; no por obligación sino porque no sabía qué hacer para hacerlo sentir reconfortado y seguro. Nada le pasaría ahora, al menos por esa noche, Levi no lo iba a permitir... pero ¿qué pasaría al otro día? — Sécate el cabello mientras te tomas algo caliente. Yo trataré de secar un poco tu ropa. — se apresuró a decir al ponerse de pie para proceder a calentar agua en el pequeño hervidor ubicado en una esquina de su habitación.

— Gracias... — murmuró Eren, pero cuando Levi lo miró de reojo, le había dado la espalda para comenzar a vestirse con las prendas que le había pasado. Su voz había sonado quebrada y lo más probable era que, en esos momentos, el moreno no quería que lo viera llorar, aunque sabía que lo estaba haciendo tras escucharlo sorber suavemente.

No entendía cómo habían llegado a esa situación, ni siquiera entendía la situación en sí; y eso no le importó servirle una bebida caliente al chico mientras este usaba el secador sentado en su cama, quitándole los rastros de humedad a su melena castaña, al tiempo que Levi llevaba el radiador hasta la pared junto al baño e instalar la silla sobre la cual había estirado las prendas empapadas con las que el otro había llegado.

Pensó que tal vez Eren preferiría mantener el silencio, pero, en su lugar, optó por preguntarle por el té que le había servido, así como también se burló un poco por el tamaño de su ropa y lo gracioso que debía verse con ella.

Levi le siguió la corriente casi por inercia, aunque no podía dejar de pensar que lo más probable es que tratara de esconder el dolor que antes había tenido problemas en ocultar.

 

~*~~~*~~~*~

 

Todavía era de noche y se filtraba muy poca luz por la ventana, sometiendo al cuarto a una oscuridad casi total hasta que la vista se acostumbraba lo suficiente. Se había quedado en la misma posición — sobre su costado — desde que sus ojos se abrieron, sólo porque desde ese ángulo podía observar el apacible semblante que mostraba Levi mientras dormía a su lado, atenuando — pero no borrando — la arruga en su entrecejo y relajando su quijada, dejando sus labios levemente entreabiertos mientras respiraba pausadamente. Desde esa cercana posición podía jurar que escuchaba los sutiles estragos de ese mundo onírico en el que estaba envuelto el azabache a esas horas de la madrugada y sintió deseos de tener la habilidad de poder meterse en esos mundos para conocerlos, para conocer al hombre que estaba junto a él.

Levi era un agujero negro, no sólo porque su cabello era más negro que la noche, sino porque tenía un campo gravitacional que hacía difícil el alejarse de él, casi imposible. La primera vez que lo vio había sido en ese bar al que había dado a parar por extraños giros del destino, no pretendiendo encontrar a nadie con quien ligar porque, de hecho, quería olvidarse de esa parte de su vida y despejar su mente con algo de alcohol y música buena, ya que esa noche tocaba una banda estilo indie y había un buen número de personas atentas a sus baladas.

Estaba sentado en un taburete tambaleante junto a la barra, bebiendo de un licor que poco le gustaba, pero que era lo único que podía costearse, y no supo realmente cómo había sucedido todo, porque los altavoces emitían — a un considerable volumen — el sonido de los instrumentos de la banda, así como la melódica voz de la chica sobre el escenario; también habían otras personas tarareando la letra que cantaba la vocalista y, por supuesto, las usuales risas y conversaciones de los clientes que atestaban el lugar; y, aun así, el sonido que había reconocido como la voz profunda de Levi había llegado hasta él con una claridad impresionante, como si estuviese a su lado en un salón vacío y silencioso, pese a que, en realidad, el azabache estaba a varios metros de él, pidiéndole otra cerveza al barman con cortesía y seriedad.

Había volteado a verlo casi de inmediato, esquivando a las personas que se anteponían entre ellos, buscando al portador de esa voz atrayente, casi como si le hubiese llamado a él.

Y de pronto, sus miradas conectaron. Podría decir que el poder de agujero negro que tenía Levi no podía llamarse como tal si no fuese porque esa preciosa mirada azul grisáceo resplandecía coronando sus pupilas cuales vórtices espaciales, invitándolo a adentrarse a recónditos lugares en la mente de ese hombre. Sólo bastó eso para que sonriera hacia él, sin saber por qué lo hacía. En su mente se había olvidado hasta del motivo por el cual se hallaba en ese bar a esas horas de la noche, se había olvidado de su vergüenza y de que no quería estar ahí para coquetearle a nadie.

Así, tan instantánea como su sonrisa y sus miradas conectadas a metros de distancia, el moreno había roto cualquier separación espacial entre ellos al acercarse sin reparos hacia él, sentándose a su lado sin apartar la vista de ese hombre.

El azabache había clavado esos orbes afilados en él. Al principio pensó que, tal vez, ese hermoso color se debía a algún tipo de lente de contacto, pero no, sus preciosas iris eran tan propias de él como esa ceja enarcada que indicaba el escrutinio que todavía le hacía ante ese acto tan osado de acercarse, de creer tener el derecho de orbitar cerca suyo.

No le robó una sonrisa hasta un par de minutos más, entre que se bebía su amargo ron y el otro dejaba vacío el vaso de cerveza; de hecho, la carcajada que le robó ni siquiera se comparaba con la sonrisa ladina que, tras otros momentos, había terminado regalándole; con Levi parecía tener que pasar niveles, como en un video juego, donde la recompensa era cada vez más preciada y difícil de conseguir: una sonrisa, una insinuación, un roce de pieles, una mirada lujuriosa, un beso fugaz.

Pese al deseo que lo inundaba, era la intriga de estar junto a él lo que lo había llevado a seguirlo hasta su dormitorio en la residencia universitaria, que quedaba tan cerca como lejos, pues ese trayecto había sido el más confuso de su vida, y no debido al alcohol.

Caer en su cama mientras su varonil cuerpo lo cubría fue una sensación que lo embargó por horas tras haberse marchado de ahí; Levi no lo tocaba con amor, sino con deseo, pero también era una caricia gentil que mostraba su interés por consentirlo, por darle placer también y no acosta del propio.

Le gustaba. Le gustaba esa forma de ser deseado, de ser atendido, de ser admirado cuando se erguía para apreciarlo aunque estaba sonrojado y sudoroso, jadeante y avergonzado pidiendo por más, por más de sus besos, de sus caricias y su respiración; sentía que quería robarle todo y a la vez entregarle todo de sí, que dispusiera de su piel y la besara con dulzura y lujuria, como si pudiesen siquiera coexistir en armonía ambas emociones.

Ni siquiera había terminado su primer encuentro y él ya sabía que quería más, que quería volver a hacerlo con él, volver a ser devorado por su mirada y ser dejado sin aliento ante sus besos; quería entrar en su mente y saber lo que pensaba, si es que pensaba lo mismo que él sobre aquel contacto; quería conocer a Levi...

Pero no quería que él lo conociera. 

 

~*~~~*~~~*~

Notas finales:

¡Hola a todos y todas!


Estoy muy emocionada de estar de vuelta por estas plataformas, nada más y nada menos que con un Riren (no me odien las Ereri fans please). 


Esta historia la empecé a escribir hace mucho tiempo y me sacó un poco de mi bloqueo escritor, por lo que decidí probar a publicarla, a ver si les gustaba. Por supuesto que no dejaré de lado "Criminal", sólo que ahora tendré dos historias, muy distintas una de la otra, que espero sean de su agrado.


No quiero decirles lo que se viene porque sería una pena arruinar la historia. Sólo quiero decir que esta no será tan larga como Criminal, sino que tendrá (espero) máximo unos 20 capítulos, tal vez menos, tal vez menos. Ustedes saben cómo me gusta divagar. 


Por lo demás, hoy he traído una encuesta para ustedes: Qué prefieren, ¿final feliz?¿final triste? Es una simple encuesta, no necesariamente influirá en el desenlace de esta historia, pero siempre es bueno considerarlo... 


Ya, no me extiendo más. Cuídense mucho y, si les gusta, no olviden comentarlo y dar sus votitos. Su retroalimentación siempre me hace mejor en esto que me encanta hacer: escribir. 


¡Un abrazo!


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