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El canto del cisne - Riren por KaoriLR2

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Notas del fanfic:

Aquí vengo con una nueva historia Riren, se trata de un longfic (20 capítulos aproximadamente) AU moderno, con drama, fluff, superación, competencias de baile y muchas cositas más.

Antes de comenzar, es necesario aclarar que la idea pertenece a Ali-Pon, yo solo la he adoptado en el Club de Lectura de Fanfiction. Los acontecimientos de la historia se apegan bastante a su Outline, también los personajes incluidos, entre otros elementos. Me gustaría que se dieran una vuelta por su perfil para que le den una oportunidad a sus historias, ella escribe precioso y es un amor de persona.

Ali, espero que sea lo más cercano a como lo imaginaste en un principio.

Muchas gracias por leer :3

Baila primero. Piensa después. Es el orden natural.

-Samuel Beckett

 

 

—Eren…Eren… ¡Jaeger!

Ante aquel grito y el sonido de un libro siendo azotado sobre su mesa, el joven por fin despertó de su pequeña siesta. Sus ojos esmeraldas apenas fueron capaces de distinguir algunas formas irregulares, colores borrosos o a la persona que tenía justo enfrente. Se encontraba tan aturdido, que terminó siendo la burla del salón.

«¡Mierda, me quedé dormido otra vez!» pensó, sintiendo la vergüenza calentar su rostro.

La mayoría de sus compañeros murmuraban entre ellos, seguro debatiéndose sobre si su actuar había sido una gran osadía o, simplemente, una gran estupidez. Eren acababa de cometer el error más grande que cualquier alumno del honorable colegio Paradis podía cometer. Es decir, quedarse dormido en la clase “prohibida”: Historia.

El profesor de dicha materia era temido por todos los alumnos por muchísimas razones, todas ellas bastante válidas. Tal personaje era un anciano de cabellos blancuzcos, tez arrugada y con manchas, ojos afilados adornados por enormes ojeras, labios tan finos que hasta parecía que ni tenía; espalda encorvada, olor a colonia de los 60’s y un vestir de los 50’s. Sí, ese era el famoso profesor Teodoro. El nombre le sentaba de maravilla al ser tan amargado.

—¿Se atreve a quedarse dormido en clase, Jaeger? —el profesor enfatizó el pronombre, acercando su arrugado rostro al de Eren.

El aire olía a problemas, muy serios problemas. Aquel hombre, que acostumbraba a salirse siempre con la suya y exageraba cuando iba a quejarse de los alumnos frente al director Pixis, era un duro oponente. Todo aquel estudiante que se atrevía a desobedecer, responderle de mala manera o dormir, sufría su anciana ira. Gracias a todo lo anterior era que lo habían nombrado como “El abuelo diabólico”, aunque claro, nadie le llamaría de esa forma en su cara. Se ganó a pulso semejante sobrenombre y hasta con porte lo cargaba.

—Lo lamento, profesor —Eren respondió torpemente, tragando saliva de forma nerviosa. Todo su ser temblaba de miedo ante el docente que, iracundo, solo le ordenó que se dirigiera a la oficina del director inmediatamente.

Sin más remedio, caminó avergonzado aun ante las atentas miradas de sus compañeros de clases, pero al ver que el profesor se acercaba de forma peligrosa de nueva cuenta, tuvo que apresurarse a salir y cerrar la puerta creyendo que así se salvaría. Corrió por el largo pasillo dispuesto a escabullirse por otro lado en cuanto tuviera oportunidad, al menos esa era su intención hasta que la terrible voz del profesor le llegó de nuevo a sus espaldas.

—¡Detente, pequeña sanguijuela! —la exclamación de Teodoro le erizó la piel, pero no se detuvo ni un instante, no era tonto como para hacerlo. Estaba tan cerca de doblar a la izquierda cuando el profesor se jugó su última carta—. ¡Reprobado en mí materia, Jaeger!

Y con eso tuvo para detenerse en seco. El anciano conocía su mayor debilidad: su promedio.

A pesar de estar ya en preparatoria, a tan solo mitad del curso para pasar a su último año, Eren se preocupaba demasiado por sus calificaciones. Había logrado obtener una beca del veinticinco por ciento con mucho esfuerzo, y una de las condiciones era mantener su promedio, sin importar qué. Así que no, definitivamente no estaba dispuesto a perderla solo porque a Teodoro le viniera en gana reprobarlo. No, no la perdería por culpa suya.

Sin más, haciendo uso de todo su autocontrol, se giró para ver de frente a la sonriente pasa andante. «Maldito» pensó frustrado, cerrando con fuerza sus puños. Ese tipo se divertía a costa suya porque sabía que podía joderle la vida si así lo deseaba. Lo peor para Eren era el hecho de que no podía desquitarse, debía tener su papeleo sin mancha alguna hasta graduarse.

—Muy bien, jovencito —la sonrisa de victoria por parte del profesor provocó que sus entrañas se estrujaran del coraje—. Acompáñeme con el director.

Y así, sin poder refutar nada, siguió al encorvado hombre hasta el lugar indicado. No nada más sería la burla de todos, sino que hasta tendría una maravillosa visita a detención, si bien le iba.

Al llegar frente a la puerta con un letrero que tenía la palabra “Director” grabada, el profesor se apresuró a tocar con fingida educación. Después de oír el característico adelante, en segundos, Eren se encontraba sentado frente a la mesa del directivo y su malhumorado profesor a un costado, quejándose de su supuesta insolencia.

«Insolencia mis pelotas.»

—Teodoro…—trató de intervenir el director.

—Profesor Teodoro, por favor —exigió el anciano, verdaderamente ofendido.

Eren miró de soslayo a su acompañante, quien veía con superioridad al director ¡Al director! Sacudió la cabeza sin poder creer la situación y a la espera de que Pixis hiciera algo, tanto con él como con el engreído profesor.

El hombre calvo que poseía ligeras arrugas en los costados de sus ojos y frente, era la autoridad más querida de toda la escuela. A pesar de tener fama de alcohólico sin remedio, los alumnos le guardaban mucho respeto y, en su cumpleaños, Pixis recibía constantes regalos (que no incluían alcohol, ya que los demás profesores consideraban que era un mal ejemplo para los alumnos).

—De acuerdo… profesor Teodoro —dijo el director, con una pizca de burla en su tono–, ¿no le parece que está exagerando?

—¿Me está diciendo mentiroso? —Teodoro respondió receloso, llevándose una mano al pecho.

—Nunca dije eso, simplemente considero que cualquier alumno puede quedarse dormido en alguna clase, y no creo que amerite un día de suspensión o unas horas en detención solo por eso —de reojo, Pixis miró al alumno que le rogaba por ayuda, cosa que trataba de hacer, ya que conocía la situación de Eren.

El muchacho se pagaba una buena parte de la matrícula con sus propios medios, además de apoyar con otros gastos en casa (según le había dicho Eren en algunas de sus pequeñas conversaciones de pasillo). No permitiría que aquel hombre que ya debería estar jubilado desde hace varios años, le hiciera perder la beca por una nimiedad.

–Mí clase no es cualquier clase, director Pixis —el anciano posó sus manos llenas de pecas en sus caderas, más enfadado que antes.

Pixis rodó los ojos al saber que comenzaría (por enésima vez) a escuchar la extensa explicación de por qué Historia era una materia de vital importancia (más que Álgebra incluso, según el hombre pasa).

—Escuche, profesor Teodoro, antes de que agregue una queja más, no le mandaré a Eren algo parecido a un reporte, suspensión o lo que sea que usted esté planeando. Por ello —miró al castaño—, puedes irte al salón si prometes que esto no volverá a ocurrir.

Los ojos esmeraldas de Eren brillaron de alegría, asintió un par de veces agradecido con la oportunidad y se dio prisa para salir de la oficina antes de que su suerte se terminara.

—Pero…—intentó refutar Teodoro.

—Pero nada, profesor. No quiero que vuelva a traerme algún alumno con acusaciones de este tipo. Ésta será la última vez que le permita acceder a mi oficina con semejante historia. Si no tiene nada más qué decir, puede retirarse. —concluyó, señalando la puerta por donde había salido el castaño.

Tuvo que escuchar una rabieta por parte de su compañero docente antes de que este abandonara su oficina. Ni bien se había cerrado la puerta, Pixis tomó un trago de la botellita que cargaba siempre para celebrar que por fin podría volver a tener paz.

 


 

Por desgracia, para Eren su tormento no terminó al abandonar la dirección. Como castigo recibió el doble de tarea, un trabajo especial sobre la Revolución Francesa y las burlas de sus compañeros como complemento. Lo único rescatable de aquella situación, era el hecho de que por fin terminaría la jornada de clases, sería libre y podría ir a hacer lo que realmente le gustaba: bailar.

Sí, Eren adoraba bailar. Uno de sus sueños era ingresar a la respetuosa Academia de Baile Smith, un lugar que le serviría como primer paso para cumplir su sueño principal: bailar en alguna obra teatral de Broadway, lo cual implicaría desarrollar más habilidades y convertirse en un bailarín versátil. Sonaba fantasioso e irreal, pero para Eren se trataba de una meta que alcanzaría sin dudar. Sacrificaría cualquier cosa con tal de verse en un escenario de renombre, siendo observado por un gran número de personas. Sí, lo cumpliría no importando qué.

De pronto, sonó la campana que daba por finalizadas las clases e indicaba el inicio de los talleres y clubes que impartía la misma escuela. La principal razón por la que amaba estudiar en el colegio Paradis pese a lo costoso que era mantenerse ahí.

Con audífonos puestos, la mochila en un hombro y paso lento, se dirigió a la sala donde se impartía el taller de teatro y danza. Su “adorable” profesora Nanaba le estaba esperando junto a sus demás compañeros. Entre ellos se encontraba…

—¡Hey, Eren!

Se giró al escuchar el llamado de su mejor amigo, Armin Arlert. Un jovencito de ojos azules, cabello rubio y estatura de metro sesenta y tres. Un gran cerebrito, pues se encontraba entre los primeros lugares de los mejores promedios. Eren le pedía ayuda para estudiar y sacar buenas notas. Y vaya que le funcionaba estudiar con él.

—¡Oh! Hola, Armin. ¿Qué te trae por aquí? —respondió juguetón, viéndolo terminar de acercarse.

—Solo estoy de visita, hace mucho que no nos vemos —comentó siguiéndole la corriente. Los dos rieron ante lo dicho porque la verdad era que estaban casi todo el tiempo juntos, incluso en ese club, a excepción del horario de las clases, ya que les había tocado en grupos diferentes—. Muero por ver a mi bailarín favorito en acción.

Las bronceadas mejillas de Eren se tornaron un tanto rojizas por las palabras de Armin. Él siempre estaba adulándolo, recordándole lo mucho que destacaba de entre el resto de sus compañeros del club, aunque también era el primero en señalizarle sus errores fuera de ese ámbito, porque conocía la impulsividad que lo caracterizaba y lo llevaba a meterse en los líos menos esperados.

—Me lo has dicho varias veces, Armin. Debes parar, haces que me avergüence —murmuró entre dientes. Su amigo sonrió—. Además, tú también eres muy bueno para el baile. Todos aquí lo sabemos a la perfección.

Esta vez fue el rubio el que terminó poniéndose del color de un tomate, bajó la cabeza y jugueteó un poco con sus dedos. Arlert podía ser brillante a nivel intelectual, pero también era un joven inseguro de sí mismo y de sus capacidades fuera del ámbito académico. Creía haber nacido con dos pies izquierdos a pesar de que el baile también le encantaba, Eren influyó mucho para que también terminara apasionándose de la disciplina artística.

—Eso es cierto. Armin es un excelente bailarín —Mikasa Ackerman llegó al lado de ellos, recogiéndose su sedoso cabello en un moño alto.

Ella también asistía al club de teatro y danza aun cuando sus aspiraciones personales estaban encaminadas hacia otra área. Si mal no recordaban, la chica había dicho años atrás que planeaba entrar al ejército una vez que culminaran sus estudios de nivel preparatoria. Sin embargo, sus planes se vieron alterados una vez que Eren y ella comenzaron una relación sentimental.

—Oh, basta. Puedo sentir el rubor en mis mejillas —Armin se tapó la cara con ambas manos mientras escuchaba a sus dos mejores amigos emitir risitas—. Mejor cuéntenme cómo les fue en las clases hoy —pidió, tratando de serenarse.

—Bien, no ocurrió nada nuevo. A excepción de que el profesor Shadis tiene a los chicos del grupo dando treinta vueltas a la cancha desde hace una hora, los escuchó planear robarle el uniforme a Mina cuando ella fuera a cambiarse para la clase —explicó la joven frunciendo el ceño.

—¡Tus compañeros son un asco, Mikasa! Alguien debería enseñarles a respetar —Eren sintió ganas de ir a darles su merecido, conocía a Mina gracias a su novia y le caía muy bien.

—Calma, Eren. Dijo que ya están siendo castigados.

—¿Te parece que es un castigo justo? —la indignación le inundaba la cara—. Estuvieron a punto de suspenderme hoy solo por quedarme dormido ¿y a esos idiotas solo los ponen a correr? No me jodas.

No pudieron seguir platicando porque la profesora Nanaba comenzó a convocarlos hacia el centro del gran salón. Hasta ese momento Eren se percató de que ella no llevaba el unitardo que utilizaba para la práctica de baile, sino su aburrido uniforme de docente con el logo del colegio al lado izquierdo del pecho. Aquello solo podía significar una cosa: no habría práctica ese día.

Genial, era lo único que le faltaba para terminar el día de la peor manera posible. La cereza del pastel.

—A ver, jóvenes. Necesito que se sienten en el piso lo más juntos posible y que me presten toda su atención —indicó la profesora, alzando la voz para que todos pudieran escuchar. Ella era muy diferente a Teodoro, comenzando porque era joven y bella, pero en ocasiones también podía llegar a ser bastante inflexible.

En cuestión de segundos todos habían acatado la instrucción. Eren y sus amigos estaban sentados al frente para no perder detalle de lo que sea que estuviera a punto de explicarles, esperaban fuera algo importante dado que un par de alumnos conectaban una pantalla de la sala audiovisual en ese momento. No era raro que vieran videos de musicales o coreografías de vez en cuando, pero para la demostración semestral ya tenían algo montado, así que no le veían el caso. Concluyeron que debía tratarse otro asunto.

—Como ya deben intuir, hoy no tendremos ensayo —continuó Nanaba, mientras los alumnos terminaban de encender todo y otras dos mujeres se acomodaba a su lado. Se pudo escuchar el sonido de algunos lamentándose por lo dicho—. Esto se debe a que los dioses les han sonreído, queridos míos. Estas dos preciosuras que ven aquí conmigo —las dos mujeres sonrieron con calidez, una de ellas incluso agitó las manos para darle mayor efusividad al momento—, son mis compañeras en otro centro de trabajo al que me he integrado meses atrás. La Academia de Baile “Smith”.

Hubo murmullos de asombro, bocas entreabiertas y otras expresiones más variadas. A Eren el corazón le comenzó a latir frenético, quería saltar de su lugar para abordar a las tres en busca de todos los detalles, pero sabía que debía ser paciente, sobre todo porque la mano de Mikasa aferrada a su brazo izquierdo se lo recordaba.

—El director Pixis ha dado su autorización para invitarlos a participar en el curso introductorio dentro de las instalaciones de dicha academia… ¡Completamente gratis!

Ni bien terminó de darles la gran noticia, la mayoría de los jóvenes comenzaron a gritar eufóricos por la oportunidad. La academia Smith era reconocida en toda la ciudad por la calidad de sus profesores, las cómodas instalaciones y, sobre todo, los requisitos de ingreso. Un lugar bastante exigente con demasiado para ofrecer, precisamente por esa razón era que no cualquiera podía pertenecer a su selecto número de integrantes.

—¡¿Escucharon eso, chicos?! —preguntó el castaño a sus amigos, como si no fuera obvio que sí lo hicieron. Sus ojos brillaban más que nunca, estaban inundados de regocijo y determinación.

—¡Guarden silencio, novatos! Déjenme terminar de explicarles las bases y los requisitos del curso, ya que, si bien es cierto que cualquiera puede tomarlo, esa no es la mejor parte. Veamos el siguiente promocional.

En la pantalla comenzó a reproducirse un video bastante colorido que mostraba algunas secciones de la academia en cuestión, la persona que se encargaba de narrar todo era el mismísimo Erwin Smith, miembro fundador y actual director de la misma. Lucía tan elegante, pero a la vez amable que algunas jovencitas lanzaron un suspiro anhelante. A Eren lo que le sorprendió no fue el físico del hombre ni su elocuencia, sino la oferta con la que cerró el video:

Participa en la evaluación al finalizar el curso y obtén la oportunidad de convertirte en un alumno formal de la Academia de Baile Smith sin pago en tus primeras dos mensualidades. ¡Te estamos esperando!

Si de por sí todos los alumnos estaban inquietos desde un principio, con lo último todo se salió de control. Una buena parte daba saltos de alegría, se abrazaban entre ellos o agitaban la chaqueta escolar en el aire. La profesora trató de hacerlos calmar de nueva cuenta, fallando en más de un intento. Todos estaban vueltos locos, menos Mikasa y Armin, que trataban de contener a Eren.

—Llamaré al director —amenazó la docente cuando su paciencia se agotó, pero la mano de una de sus compañeras la hizo detenerse en su lugar.

—Tranquila, querida. Yo lo arreglo —anunció, ajustándose las gafas antes de ubicarse justo al frente de todo el jolgorio—. ¡Vaya, qué decepción! —se lamentó en voz alta—. Definitivamente esta no es la clase de alumnos que la prestigiosa academia de baile Smith requiere. Vámonos, Rico.

Algo hizo clic en la cabeza de cada alumno presente, no vieron ni cómo volvieron a sus lugares rogando porque la mujer no se marchara de ahí.

—No, no, no —Eren se zafó de Mikasa y Armin para correr hasta la mujer de coleta castaña que ya había encaminado sus pasos hacia la salida, siendo seguía por la otra—. Por favor, espere, señorita…

—Hange. Hange Zoe —le dijo ella, mirándolo con interés.

—Señorita Hange, no se vayan —rogó, respirando dificultosamente. Todos tenían sus ojos puestos en él.

—¿Por qué habríamos de quedarnos, cariño? Tus compañeros y tú son un verdadero desastre que no pueden ni respetar a su profesora.

—Lo sentimos, de verdad lo sentimos mucho. Es solo que nos ganó la emoción —Eren miró hacia el resto de sus compañeros con el ceño fruncido, de ninguna manera perdería esta oportunidad—. ¿Verdad que lo sentimos mucho, chicos?

—Uh, sí, sí, claro —Armin fue el primero en hablar—. No lo volveremos a hacer. Lo prometemos.

Uno a uno fueron levantando la mano en señal de promesa para que las dos mujeres volvieran al lado de la profesora. Hange le lanzó una mirada cómplice a Nanaba y caminó de vuelta sabiendo que había conseguido su objetivo. En realidad no iban a marcharse, la academia necesitaba alumnos sí o sí. Para eso las había enviado Erwin precisamente a ellas.

Pasaron una hora aproximadamente explicando todos los detalles del curso, contenido, horario, etc. También resolvieron las dudas de la mayoría de los jóvenes, hasta las más absurdas incluso, necesitaban convencerlos de asistir a toda costa.

—Este es el formulario —Hange levantó un formato de dos hojas entre sus dedos—. Van a llenarlo con tinta azul porque tanto negro me pierde, comenzando por sus datos generales y los de su tutor. Cuando terminen, lo dejan dentro de la cajita que están en la mesita de la entrada y podrán retirarse. Espero verlos el día de inicio de curso. Besos a todos.

Eren fue el primero en terminar de llenar el formulario, seguido de Mikasa y Armin. Este último no estaba muy convencido de que fuera buena idea presentarse, pero el castaño se encargó de darle ánimos. Eren quería que los tres aprovecharan la oportunidad e incluso esforzarse al máximo para formar parte de la academia.

No obstante, no estaba considerando una cosa: aspirar a convertirse en alumno regular implicaba un gasto más. Un gasto para el que su sueldo no sería suficiente y su padre lo haría escoger entre seguirlo apoyando con la mitad de la matrícula para Paradis, o pagarle la mensualidad a la academia de baile.

 


 

Los días previos al inicio del tan esperado curso, transcurrieron sin mucha novedad. Dentro del colegio, Eren se las arreglaba para no meterse en más problemas. Resistía con éxito la mirada asesina del profesor Teodoro durante los cincuenta minutos diarios que tenía que ver su arrugado rostro.

Por si fuera poco, había comenzado a irse a la cama a buena hora para no quedarse dormido nunca más, también tuvo que hablar con Hannes para negociar un aumento en su sueldo como ayudante de mecánico los fines de semana, lo cual no pudo ser porque el hombre argumentaba que el trabajo estaba a la baja por esas fechas. Aquello hizo que Eren se desanimara un poco, no quería tener que conformarse con tomar el curso gratuito que la academia ofrecía y ya. De verdad ansiaba por convertirse en parte de ella, demostrar de qué estaba hecho y poder cumplir sus sueños paso a paso.

La suerte le sonrió una tarde, cuando su medio hermano Zeke le hizo videollamada para preguntarle cómo le estaba yendo en sus clases. Eren aprovechó la oportunidad para apelar al cariño de su hermano, quien era médico de planta en un hospital en el extranjero y ganaba muy bien.

—¿Y tú estás seguro de que vas a quedar seleccionado? —le preguntó Zeke.

—¿Dudas de mis capacidades, hermano?

—Oye, no dije eso —Eren se aguantó las ganas de reír al ver que el mayor se apresuró a aclarar su punto—. Tan solo quiero estar seguro de que esto no es un capricho que abandonarás al cabo de unos meses, como el helicóptero a control remoto que me pediste cuando cumpliste doce.

Oh, claro. El helicóptero miniatura con un valor de varios miles de pesos que había terminado cayendo por una alcantarilla. Sí, ese helicóptero del que apenas y se acordaba. Era rojo brillante, ¿O era azul? No, más bien camuflado. Bah, daba igual. Ya no existía.

En su defensa, Eren podría explicar que todo sucedió por culpa de Jean, un vecinito de cara larga que tenían en ese entonces y que era un pesado, así que no fue su error.

—Ah, sí… es que era muy pequeño, pero ahora es diferente. No estamos hablando de un juguete, sino de mi futuro, del primer paso para ir a cumplir mi más grande sueño —argumentó, recargándose contra su almohada. Estaba hablando en serio, quizá por primera vez en su corta vida.

—Sí, y el primer paso a tu futuro cuesta tres grandes de inscripción y dos al mes, Eren. Por esa razón quiero que te asegures un lugar, te comprometas a dar lo mejor y, sobre todo —indicó su hermano levantando el dedo índice con ímpetu—, que no descuides tus estudios en el colegio. Deben ser tu prioridad, ¿entendido? No quiero problemas con nuestro padre.

—Sí, sí, puedes contar con ello —aceptó, dándole por su lado.

Fue así como consiguió que su hermano le respaldara económicamente para poder encaminarse hacia una meta. Eren estaba dispuesto a poner todo de su parte para que las cosas se dieran a su favor, tenía talento y lo sabía, pero no por ese motivo podía confiarse.

Ansiaba con todas sus fuerzas por que llegara el primer día del curso.


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