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« Kioku wa kako no sasen o egaite» « Los recuerdos dibujan el pasado » por Raziel Soul

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Había pasado casi un mes desde que acabaron la mudanza, Kyo estaba bastante emocionado con su nuevo trabajo de medio tiempo y el curso que había comenzado en la escuela técnica; le encantaban las motos y todo lo que tuviese que ver con motores, así que no fue tan sorpresivo el que quisiese estudiar para ser técnico automotriz, lo inverosímil es que quisiera estudiar. Casi le da con el florero a Yagami cuando le hizo esa observación, sin embargo, este último lo apoyó en todo. Al principio hacer que se levantase temprano era toda una proeza, pero ahora incluso parecía tener pila extra a pesar de estar más ocupado que nunca.


Sus padres estaban sumamente orgullosos de su vástago, aunque no se casara con la princesa, logró con ayuda de los Yata y Yagami desenmascarar a la serpiente mentirosa, y ahora parecía más feliz que antaño, claro que al mayor de los Kusanagi no le agradó saber que no tendría nietos. Afortunadamente su hermano tenía aun posibilidades de preservar el apellido tanto con Souji como con Aoi. También existía opción de la adopción, pero en primera, esos dos (Iori y Kyo) no se veían como padres, y en segunda, aun si el susodicho tuviese el apellido de alguno de ellos, no compartirían la sangre, lo cual era fundamental para muchos japoneses, en especial si eran tan tradicionales como Saisyu y el resto del clan del sol y la luna, sin mencionar que un hijo adoptivo no podría hacer brotar fuego de sus manos como lo marcaba la tradición.


 


-Buenas tardes Yagami – la voz a su espalda le saca de sus pensamientos.


 


Estaba parado frente a un escaparate meditando en cuál sería la mejor opción de todo lo que allí había, años antes sería un tipo de vitrina diferente, tal vez para comprar plumas y tintas pues se dio cuenta que al moreno le gustaba escribir, quizá una joyería para regalarle algo personalizado como aquel anillo “promesa” del año pasado pero, ahora los estuches de llaves fijas, combinadas, graduales, desarmadores, calibradores y todo lo que tuviese que ver con arreglos de autos u otros menesteres parecidos invadían los estantes.


 


- Hola- farfulle de manera escueta, no tenía ni la menor idea que se encontraría con ese sujeto, de haberlo sabido con anticipación seguiría en cama negándose a salir hasta el otro día


- ¿Buscando un obsequio? – pregunta el rubio, antaño hablar con el pecoso le significaría un enorme sacrifico, vaya ni siquiera se le hubiese atravesado por la mente hacer algo así, pero ya había superado a Kyo, ahora sí, solo eran amigos, verdaderos mejores amigos.


- No sé de qué hablas – ni siquiera ha volteado a ver al otro


- Si no te conociera como lo hago, aunque no te guste admitirlo, te creería que estas aquí por casualidad, pero hoy es el día, ese día especial de Marzo… - sonríe socarronamente para hacerle molestar – ¿compras de última hora? – alza una ceja de manera un tanto acusadora solo para hacerle hervir la sangre un poco, sí, ya no sentía celos de él, pero eso no significaba molestarlo de vez en cuando


- ¿Y tú qué? ¿Acaso no vienes a lo mismo? – le mira por fin con un toque desafiante


- Así es… lo mismo que tú, aunque mis compras las hice un par de locales antes… sumado a que el culpable no es el olvido sino la curiosidad, pues esta siempre gana, y al cotillear por los rincones se pudiesen encontrar los obsequios antes de la entrega, en realidad no suelo hacer compras de último minuto, soy un sujeto bastante organizado – el pelirrojo observa las bolsas en las manos del rubio, a él no es que se le hubiese olvidado, el trabajo con la banda le hizo estar fuera un par de semanas, lo que acortó su tiempo de “estudio de campo” así que cuando supo qué era lo mejor para darle al gato idiota el tiempo ya estaba encima


- Debe ser difícil tener que comprar el doble ¿no? – ladea un poco la cabeza como cachorrito confundido al ver la sonrisa aflorar en ese rostro tan atractivo del hombre frente suyo


- Me gusta consentirlos – dice como si nada – con la lindurita…


- “lindurita?” – piensa Iori internamente


-… es fácil, cualquier cosa por pequeña que sea le emociona


- ¿Entonces el zorro albino es el difícil? – mete las manos en los bolsillos escuchando a la escobeta con piernas


- No… es decir, si por él fuera con comprarle una docena de paquetes de carne seca sería feliz… - ambos hacen un gesto de desagrado – no pide nada y eso es lo que me pone las cosas más difíciles… aun no sé muy bien qué le gusta… se cierra demasiado – eso último lo dice más para sí


- Y yo aún no sé cómo puedes sobrellevar algo así, no te juzgo – aclara, no para evitar malos entendidos, pero no suele meterse en la vida de los demás – ni me considero tradicional, simplemente no soporto que alguien más toque mis cosas… mucho menos si se tratase de ese maldito gato – comienza a andar a la par de Benimaru pues la gente les ha empezado a observar con insana curiosidad por el tipo de plática que sostenían, algo que a ninguno de ellos le gusta


- Yo tampoco puedo explicarlo, solo… ambos me complementan, y entre ellos lo hacen también, son el equilibrio perfecto que necesitaba mi vida… - asegura con una sonrisa sincera, no como esas odiosas de modelo perfecto, sino más humana y natural.


- Mientras seas feliz que se joda el puto mundo – asegura el pelirrojo, esas palabras sorprenden al rubio, pero le agradan sobre manera, pues era precisamente lo que él pensaba


- Exactamente – suspira, era tan curioso ya no sentir esos celos al estar cerca de Yagami – entonces…. Debo suponer que te dio un chocolate la última vez ¿no? – pregunta para cambiar un poco la conversación


- Sí… pero eso no cambia nada, aun si no me diese chocolates buscaría corresponder sus sentimientos con algo que le guste, sencillamente porque es él quien está a mi lado – era extraño escucharle hablar de forma tan abierta sobre sus sentimientos, quizá aún le tenía desconfianza y por tanto intentaba marcar territorio, Benimaru sonríe internamente


- Comprendo, pero ¿Qué hacías en esa tienda?


- ¿No te ha dicho que está estudiando?


- Sí, se escuchaba tan feliz cuando lo hizo… creo que tanto o más que antes de entrar a un torneo


- Bueno, pues necesita cosas para estudiar, buscaba algo práctico


- ¿Práctico? Anda, si eres aburrido hasta para dar regalos – farfulle Nikaido mientras niega – creí que conocías a Kyo mejor que eso… a él le gustan las cosas divertidas, videojuegos, dulces… más videojuegos… ¿Por qué no llamas a Shingo? Seguro él te podría dar una enorme lista de todas las cosas agradables que le pudieses regalar a tu gatito…


- TU no le llames así… solo yo puedo – masculle con seriedad


- Vale, vale… no le digo así – comenta divertido el rubio mientras marca el número de aquel chiquillo obsesionado con el clan del sol…


 


*************


Departamento Yagami/Kusanagi


 


El timbre suena, era el día libre de Kyo, aunque en realidad no le tocaba descansar ese dia de su trabajo de medio tiempo, Yamada-san se lo dio, le encantaba que esas fechas pasaran juntos el mayor tiempo posible. El sonido de los pasos es audible desde afuera, la puerta se abre


 


- ¡Madre! – Kusanagi se sorprende al ver frente suyo a Shizu-sama, a quien invita a pasar sin tardanza, le da un par de sandalias para que cambie sus geta


- Hola cielo ¿cómo estás? – pregunta siguiendo al menor después de acomodar sus zapatos, observa de reojo el lugar, es pequeño pero acogedor, más grande que el apartamento de Yagami-san donde vivían antes, además estaba sumamente ordenado, cosa que le sorprende pues sabe que su hijo es un desastre andante – ¿Y Yagami-san? ¿no interrumpo nada importante? – si había algo que no le agradaba demasiado era llegar a un lugar sin ser invitada o sin avisar con antelación, pero fue a hacer algunas compras y vio un par de cosas que le parecieron apropiadas como obsequio para el nuevo departamento de los muchachos.


- No mamá, descuida, siempre eres bienvenida a casa – la hace pasar a la habitación principal, ambos se sientan en el piso, Kyo le pregunta si quiere té, pero ella niega, argumentando que solo es una visita rápida – perdona el desorden, pero si no acomodo estas cosas hoy mañana no podré… - estaba sacudiendo algunos objetos que guardó así nada más para deshacerse de las ultimas cajas de la mudanza y que Iori no estuviese molestando.


- Vaya… quien diría que serías una perfecta ama de casa


- ¡MAMÁ! – el tono de reclamo/vergüenza por parte de su hijo es notorio, ella solo atina a reír a lo bajo tapando su boca con la manga del kimono de forma elegante – aunque… en realidad no lo hago todo yo, siempre nos repartimos las tareas, tenemos en la cocina una pizarra pequeña para que no se nos olvide qué le toca a cada quien – de hecho la puso Iori para que al chico de ojos avellana no se le olvidara, ni pusiera de pretexto eso para no hacer sus deberes – cuando no tiene que ir de gira, claro, pues cuando eso pasa tengo permiso de hacer el desastre que quiera con tal de que encuentre limpia la casa el día que llegue…


- Seguro haces todo unas horas antes – la mujer le conocía bien, nota al otro asentir, el gesto de su hijo parece tan iluminado, es feliz, y es todo lo que ella necesita saber para serlo también


- Hace un par de meses que estamos viviendo juntos en forma y… todo me parece un sueño, o, mejor dicho, todo lo que pasamos juntos antes de ahora, fue como una pesadilla, el odio entre los clanes… tantos siglos distanciados solo porque nos engañaron… las muertes sin motivo, las batallas que enfrentamos unos contra otros por embustes de un reptil, nunca creí que gracias a todo eso encontraría al amor de mi vida… - al hablar con ella sentía plena libertad de expresarse – te traeré un té – se levanta dejando una pequeña cajita bastante desvencijada sobre una mesita de centro que había llevado a la habitación para acomodar algunos papeles.


- Gracias cariño – dice la mujer viendo a su hijo salir sin cerrar la puerta, al poco rato regresa


- En cuanto suene la tetera estará listo – asegura, toma el paquete que había dejado, pero este se desfonda tirando su contenido, un par de canicas, algunas piedrecillas con forma de media luna, un par de zarcillos, y el chocolate aplastado de veinte años atrás.


 


Cuando Shizu ve todo aquello su rostro se torna lleno de sorpresa, Kyo estaba intentando rearmar el contenedor, tal vez si le ponía algo de cinta alrededor sellaría bien, podría cambiar la caja, pero no sabe si es también especial para su pareja,  debía preguntarla en cuanto llegara, iba a comenzar a hablar de nuevo con Shizu-sama cuando ve la delicada mano de su madre tomar el envoltorio aquel.


 


- ¿Puedes creer que tiene eso desde hace veinte años? – comenta Kyo divertido – aunque no quiera admitirlo es… - alza la mirada encontrándose con un par de ojos húmedos – ¿madre? – frunce levemente el ceño con curiosidad y preocupación combinadas - ¿qué pasa? – sus dedos acarician la tersa mejilla de la señora Kusanagi, atrapan una lagrimita que se ha escapado


- No creí que… - ella mientras tano observaba con detenimiento la envoltura


- ¿Mamá? – repite Kyo intentando hacerla regresar, cuando Asahi-sama alza el rostro un poco, se da cuenta que ha vuelto a la realidad – ¿recordaste algo?... ¿por qué estás llorando? – pregunta directo pasándole un pañuelito desechable, ella se enjuga las lágrimas con elegancia


- Lo siento cariño… es solo que… había olvidado aquel día, pero ahora…


- ¿De qué día hablas? – dice él sin entender, nota como ella vuelve a dejar el chocolate en la mesita con total cuidado, pero su gesto es de melancolía.


Comienza a relatar aquel 14 de febrero de hacía veinte años, cuando encontraron a Iori con su madre en el centro comercial. El gesto de Kyo es de incredulidad, el no recordaba nada, era obvio, tenían seis años, o, mejor dicho, él estaba por cumplir 6 lo mismo que Iori, además le pidió que no le dijese nada a su padre, el odio entre ellos estaba bastante fresco, especialmente por la decepción de Yume con Saisyu. Fue un secreto entre madre e hijo que ayudó a que aquel recuerdo se perdiese en el subconsciente del pequeño, sin embargo, ella, al ver ese dulce, lo recordó sin problemas.


 


-Fue la última vez que vi a Megami-san con vida… y también la última vez que vi a Yagami-san sonreír como el pequeño que era, su rostro cuando le diste ese chocolate se iluminó de tal forma que solo pude pedir que nunca perdiera esa sonrisa… sin embargo… “no fue así” – piensa eso último


- Entonces… yo fui su primer san Valentín – susurra el moreno, observaba el chocolate sin perder detalle, si solo por ser algo importante para Yagami lo atesoraría, con lo que sabía ahora lo haría aún más, especialmente al comprender que Iori lo había guardado como algo valioso todos esos años.


- Así es… - ahora es ella la que acaricia esa mejilla – creo que su destino era estar juntos


- Lo es madre… desde hace siglos… - toma entre sus manos la de ella besando el dorso – ahora más que nunca le obligaré a corresponder mis sentimientos cada día blanco – bromea


- ¿Día blanco?... – pregunta Shizu haciendo memoria – ¡ES VERDAD! Es hoy… y yo quitándote el tiempo, seguro tienes prepara…


- Tranquila – Kyo no la deja levantar – descuida, el que tiene que hacer preparativos es otro… - sonríe- tenemos la extraña tradición de que yo me encargo de San Valentín y el me obsequia algo este día… lo tengo atrapado en una vorágine de amor – bromea divertido


- Bueno, eso se nota en cómo te mira – aquello desarma al moreno por completo


- Pero qué dices, si mira a todos como si quisiera atravesarlos con cuchillos… - intenta disimular su emoción por las palabras ajenas


- No te das cuenta porque lo hace cuando no lo ves… pero yo sí he podido encontrarlo mientras te observa intensamente… o incluso como un cachorrito emocionado, te ama y yo agradezco que lo haga, porque sé que cuando yo no esté tendrás a alguien a tu lado que te ama tanto como yo… aún recuerdo la última fiesta de cumpleaños que te organizó… se ve que es bastante detallista pese a lo que aparenta


- Lo es… hace un año adoptó a Kibou para mí – ambos observan al felino, ya bastante crecido, que dormía en su cama cerca de la ventana en la que llegaban los rayos del sol a esa hora del día – lo bañó y puso presentable, también me obsequió el anillo que tanto te gusta…


- Es cierto… cuando lo vi creí que era un anillo de compromiso… deberían dejar que parejas como ustedes puedan casarse… Japón aún necesita mucho que aprender – un pucherito tierno invade las facciones de Shizu, algo raro de ver pues la mayor parte del tiempo conservaba un gesto amable, pero hasta cierto punto impasible.


- Tal vez en un futuro… aunque – suspira internamente, no sabía si un día tendrán la oportunidad de llevar a cabo una ceremonia de ese tipo, quizá si viajaran a América pero ¿aceptarían en Japón esos papeles como algo legal? Intenta no pensar más en eso – regresando al tema… muchas veces prefiere darme obsequios prácticos…


- ¿Prácticos? – pregunta curiosa por saber la respuesta, ninguno de ellos se percata del silbido de la tetera anunciando que el agua para el té está lista


- Si… cuando se enteró que me gustaba la poesía me regaló un par de antologías de poesía universal, después me regalaba plumas y libretas para escribir mis poemas; un día se me ocurrió no llevarme el casco al viajar en moto para llegar a uno de nuestros enfrentamientos… al siguiente combate llegó con casco en mano y me lo puso en la cabeza de un movimiento bruco… ese día no peleamos porque perdimos más tiempo intentando quitarme el jodido casco… - se tapa la boca – lo siento… se me salió…


- Que curioso – sonríe al ver la felicidad en el rostro de su hijo mientras le platica todo aquello obviando la “mala palabra” que soltó su vástago


- Como hombres la sociedad suele exigirnos no ser demasiado cariñosos o detallistas, e incluso románticos… por eso no espero rosas u otras cosas que se pudiesen considerar “adecuados” para darle a una pareja… sin embargo él sabe cómo complacerme, porque con cada cosa me deja saber que se fija en mí, en lo que hago, en lo que necesito…


- Eso vale más que una caja de bombones


- Si…


Shizu-sama iba a decir algo cuando la puerta del departamento es azotada, ambos dan un respingo pues estaban demasiado concentrados en la plática.


 


- ¡Ya vine! – la grave voz de Iori se esparce por el lugar – oye gato imbécil, ¿sabes a quien me encontré en Shibuya? – ni siquiera se había fijado en que había un par de getas en la entrada, así que hablaba como siempre lo hacían cuando estaban a solas, claro que Iori ni siquiera deja a Kyo responder, sabe que está ahí y eso es lo único que le importa – a tu amigo, la anguila eléctrica poli amorosa – la señora Kusanagi voltea a ver a su vástago porque no entiende a quién se refiere, nota que su hijo dice “Benimaru” solo moviendo los labios pero sin emitir sonido alguno para no interrumpir al pelirrojo – no sé cómo puede estar fornicando con esos dos… yo no dejaría que otro idiota te pusiera una mano encima – dejaba las cosas de la compra en la mesa, el castaño estaba entre entretenido y apenado por escuchar tanta cosa pero que al mismo tiempo su madre estuviese ahí, sin embargo Shizu-san se miraba más que divertida también, aunque trataba de guardar la compostura – más te vale que nadie se te acerque gato idiota o… ¡gato del demonio! Nos vas a quemar la casa – dice pues la tetera ya casi no tenía agua, apaga la estufa frunciendo el ceño con molestia - ¡si vas a tomar un puñetero té pon atención en lo que ha… - el último paso que da es debajo del quicio de la puerta, frente a él los dos Kusanagi mirándole fijamente, con el moreno no tiene inconveniente, pero su rostro se torna peor que un tomate al ver a su suegra ahí, la mujer a quien le tiene el mayor respeto del mundo, después de su madre claro, si esta siguiera viva.


 


Sus ojos abiertos de par en par denotan la sorpresa de encontrarla ahí, recordando de pronto cada uno de los improperios antes soltados, solo atina a cerrar la puerta para que no le vean, sabe que está totalmente sonrojado porque puede sentir su rostro arder, las pecas ahora seguro se perdían entre lo colorado de la piel, no sabe qué hacer, o mejor dicho, con qué cara observar de nuevo a la mayor, no solo a escuchado como insulta a su hijo, si no que ha cotilleado del mejor amigo de este y además sobre temas sexuales, menos mal que dijo fornicar en lugar de la otra palabra con F, porque de ser así, en veinte años no se podría presentar frente a la mujer.


 


-Es hora de irme cielo, no quiero importunarles más – comenta ella un tanto divertida por lo ocurrido, no se asustaba en absoluto, había convivido mucho tiempo con Saisyu y este no era una perita en dulce, así que estaba acostumbrada al lenguaje soez, claro que el castaño también solía cuidarse de no soltar improperios frente a ella, pero le ganaba la emoción muchas veces.


- Nunca lo haces mamá, créeme, Iori te aprecia mucho – pese a esas palabras ella se levanta


- Lo sé, pero precisamente para que eso no llegue a cambiar no puedo estar de suegra metomentodo


- Ni siquiera pude darte el té… en verdad lo siento… - ambos caminan hacia la puerta


- Descuida cielo, la próxima vez que venga te avisaré, lo prome… - al abrir se encuentra con un hombre haciendo una reverencia de noventa grados


- En verdad siento lo que pasó Shizuka-sama – en su vida ese par de Kusanagi creyeron ver algo como lo que estaba sucediendo el pelirrojo no solía disculparse con nadie aun sabiendo que había hecho algo malo


- Por favor Yagami-san, no se preocupe – ella le hace erguirse, aún sigue avergonzado, se nota en sus ojos, más aun cuando las manos de la mayor le toman por las mejillas de esa forma, el cómo le mira derrite su corazón – no tiene que disculparse, usted no sabía que yo me encontraba aquí


- Esa no es…


- No hay excusa, ustedes se comportan así en la intimidad, yo fui quien vino sin avisar, así que no más disculpas – “exige” tajante pero con esa sonrisa amable de siempre, Iori asiente de forma leve – nos vemos cariño – un beso en las mejillas de su hijo – hasta luego Yagami-san – un beso en la frente del ojiazul quien lo recibe sin chistar


- Recuerda que puedes venir cuando quieras madre


-Cualquier día y todo el tiempo que desee – secunda Iori, ella agradece a ambos con una reverencia.


 


El chofer le ayuda a bajar las escaleras y subir al auto, se despide con la mano para después alejarse del lugar.


 


-Así que nadie puede ponerme una mano encima… ¿no? – le mira de reojo


- Tch… ni se te ocurra dejar que eso pase o te mato en ese instante… - cierran la puerta y acto seguido caminan a la habitación


- ¿Por qué están mis cosas regadas? – pregunta el ojiazul con un dejo de molestia pues no le gusta que cotilleen en sus pertenencias


– Intentaba sacudirlas, pero se desfondó la cajita… aunque, agradezco que eso pasara… - Yagami no entiende a qué se refiere.


El moreno le hace sentarse, toma con sumo cuidado el envejecido y aplastado envoltorio, se sienta, como es su costumbre, en las piernas ajenas para contarle el origen de aquel regalo de san Valentín. Iori escucha todo con atención, sin embargo, el castaño puede notar que, en algunas partes, especialmente donde menciona a su madre, el mayor traga saliva con cierta dificultad como si estuviese reprimiendo sus emociones, sabe que lo hace pues hablar de Tsukihime-san es bastante doloroso pese a todos los años que han pasado desde su muerte.


 


-Así que… yo fui tu primer san Valentín – dice pegando su frente a la ajena – madre dice que estábamos destinados a estar juntos…


- No lo dudo ni un segundo – adoraba que no se riera en situaciones así, claro que eso lo había aprendido con el tiempo, al principio se burlaba de todo lo que tuviese un grado de cursilería por mínimo que fuera, nota las manos del mayor rodear su cintura, atrayéndole.


El oído de Iori queda justo en el corazón del chico de ojos avellana, puede escuchar sin problemas ese tic tac acompasado, que va haciéndose un tanto alocado por tenerle tan cerca, él sabe que es el causante de que el pulso ajeno se acelere, y eso aumenta su ego complaciéndole sobremanera. Los dedos de Kyo se pasean por su cabello, nota las yemas acariciarle.


 


- Sabes… alguna vez creí estar enamorado de tu madre…


- ¡QUÉ! – Kusanagi se separa rápido ante tal confesión – pero qué carajos estás…


- Dije, creí… oye a los 16 años lo que sentía al verla cualquier adolescente podría confundirlo con amor… sin embargo, ahora sé que es porque me recuerda a mi madre – en otros tiempo el menor habría sentido celos porque Iori hablase así de su madre, era su mamá, no del pelirrojo, pero justo en ese instante entendía por completo a su pareja, vuelve a abrazarle, dejándole hablar – al principio sentía mucha envidia de ti, me preguntaba por qué yo  no podía tener a mamá junto a mi… creí que había hecho algo terrible por lo que fui castigado de esa forma… comencé a odiar a todo el mundo pues sentía que ese mundo, que la vida misma me odiaba a mí – el corazón de Kyo se estruja bastante al escuchar esas palabras


- Tal vez no lo creas, pero mamá te quiere como a un hijo… mientras no me hagas sufrir claro – dice divertido intentando que el ambiente se relaje un poco


- Eres un niñato consentido, odioso… y seguro estás esperando que te de tu regalo – le hace sentarse en el tatami pese a que Kusanagi aún no quería separarse


- No te lo voy a negar… de hecho le estaba contando a mi madre que adoro tus obsequios – habla de forma algo más alta pues el chico ojiazul ha ido a la cocina para sacar el regalo de las bolsas


- ¿Qué tanto le dijiste? – por “indicaciones” o sugerencias de Yabuki, terminó comprándole unos bombones rellenos de licor, y un disco de baladas de Rock.


- Que atesoro cada cosa que me regalas… sabes lo que necesito y no dudas en dármelo, ya sea un hermoso gatito o un casco para la moto – se había tumbado en el tatami esperando al otro.


- ¿No te parecen regalos más prácticos y aburridos que… apegados al día blanco? – pregunta con genuina curiosidad


- Para nada… como le dije a ella… con cada cosa que me das me dejas saber que me pones atención, te fijas en lo que hago y sabes qué necesito, eso es más valioso que… una caja de bombones – menos mal que Kyo estaba en el cuarto, de no ser así Iori habría tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para disimular esa sonrisa de oreja a oreja, no solo de felicidad por las palabras ajenas sino por saber que él tenía razón, y que el escobillón y el psicópata obsesivo no conocían como creían a su gato idiota.


- Feliz día blanco… aunque por las prisas no pude envolverlo – frente al menor un juego de más de 20 llaves Allen por demás resistentes, Kusanagi había comprado otro juego semanas antes, pero no las que hubiese querido ya que no las encontró, por lo que debido a su fuerza rompió más de la mitad, pero esas que le daba el pelirrojo eran precisamente las que él necesitaba.


- ¿Ves? Justo lo que yo quería – le atrae tomándolo desprevenido, haciéndolo quedar encima suyo mientras le besa de manera intensa


Es obvio que con ese beso Iori no tiene nada que reclamar, aunque casi le mandan de bruces contra el tatami, corresponde de la misma forma, siente las manos del moreno empezar a desnudarle, le agradaba que el gatito llevase la iniciativa de vez en cuando


 


- Carajo… - se lastima con una de las canicas que habían botado por ahí – el piso es un campo de minas – susurra entre besos – vamos a la cama anda – pese a no querer parar ni un segundo lo que estaban haciendo Kusanagi asiente.


- Hoy quiero comerte a ti… serás mi bombón del día blanco – la playera del castaño queda relegada por un lado de la cama, Yagami no puede evitar devorar ese cuerpo con la mirada, aunque se enfoca enseguida en lo que hace su amante, pues le ha dejado semi desnudo en menos de tres minutos, claro que no se queja en lo absoluto.


- Te ves muy sexy así – los ojos avellana se pasean por cada centímetro de piel blanca, ha quedado solo en camisa, sus manos se deslizan por las fuertes piernas, y besa el muslo interno, escucha un leve bufido por parte del pelirrojo, retira la camisa que semi cubría el sexo ajeno, se estaba comportando bastante dominante, algo que no molestaba para nada a Yagami. No si era ese gato quien lo hacía.


Un par de besos por esa extensión, retira el prepucio para besar la punta y comenzar a lamer, sus ojos fijos en los gestos de su amante, quien tampoco le pierde de vista, parecía decirle “maldito gato” con esa mirada. Se relame un poco al notar los labios de su pareja bajar por el tronco ya henchido y totalmente erguido, le cuesta trabajo, lo sabe bien, pero llega hasta el final.


 


- ¡Joder…Kyo! – adoraba escuchar su nombre en voz del otro, especialmente de esa manera tan excitada, espera unos momentos hasta que no puede más y lo saca por completo, hilillos de saliva los unen, pero no se detiene, repite la acción un par de veces más escuchando los gemidos de su amante, varoniles y sensuales que le hacen excitar también.


 


Mientras tanto el pelirrojo disfrutaba en demasía, se preguntaba al final quién era el que estaba recibiendo el regalo de día blanco, pues lo que hacía el castaño le fascinaba, verle lamer de esa manera su extensión, observando fijamente esos enormes ojos los cuales no perdían el mínimo detalle tampoco. Está disfrutando tanto que ni siquiera le detiene cuando se siente correr en esa boca ahora experta, la cual conocía cada sitio preciso para hacerle llegar al clímax. El chico de ojos avellana se desnuda por completo, no de forma sexy, pero si con premura, su entrepierna ya no soportaba la presión de los pantalones. La camisa de Yagami es desabotonada por completo, se notaba su abdomen subir y bajar tal que, si hubiese corrido un maratón, no solo por la previa felación sino por el panorama que se presentaba frente a sus ojos. Las manos firmes de Kyo no paran de recorrer su cuerpo, recreándose bastante en los músculos definidos del abdomen, el aliento ajeno choca con el suyo antes de besarse de forma intensa.  


Las manos firmes del ojiazul estrujan con descaro ese trasero, Kusanagi no puede evitar sonreír un poco, algo que nunca faltaba a la hora del sexo era ese tipo de “caricias” por parte de su amante.


 


- Qué manía tienes con mi trasero – susurra para luego jalar un poco el labio inferior de Iori


- Quéjate cuando no sea el tuyo – el mayor vuelve a esos labios dulces y sexys, pues se habían hinchado un poco por el oral, y el tono rojizo se volvió un tanto más intenso. 


Se sienta con el otro sobre sus muslos, mientras continúan con esos besos húmedos, profundos y lúbricos, el moreno empieza a masturbar a ambos al mismo tiempo, él sentía la necesidad de aliviar el “dolor” en su entrepierna mientras alistaba al otro para que pudiese tomarle como le gusta.


 


- Animal… - Farfulle el moreno cuando los dientes ajenos se aferran a una de sus tetillas sin miramiento alguno, sin embargo aunque le ha dolido como los mil demonios las posteriores punzadas provocan un cosquilleo mayor en su entrepierna, obligándole a tocar ambos falos con más rapidez.  Gime a lo bajo cuando los labios de su amante aprisionan la piel succionando hasta formar una marquita posesiva. – Más te vale no dejarme marcas visibles


- ¿Acaso tienes que ocultarlas a alguien? – pregunta directo


- Le debemos respeto a Yamada-san – se muerde el labio inferior pues ahora es la mano de Iori la que les atiende sin miramientos, los glandes chocando entre sí por el ritmo de aquella mano


- No la menciones mientras follamos…


- Y tú no uses esas palabras vulgares… joder entra ya… - suplica el moreno pues Iori pese a haberle acomodado sobre su falo solo rozaba la punta contra su entrada


- Feliz día blanco… gato idiota – alza su pelvis al tiempo que obliga a Kusanagi a bajar las caderas, el gemido de su félido es sensual y va acompañado de un suspiro de satisfacción.


El gesto de placer en ambos no puede ocultarse, uno sin inhibición alguna, pues adoraba sentirse tan unido a su “fría serpiente”, al tiempo que el gesto del pelirrojo aunque un tanto mesurado no se reserva totalmente lo que siente en esos momentos, el ritmo es constante, la posición le permite llegar un poco más adentro y Kyo agradece aquello a cada gemido que suelta en el oído de su amante, los besos no cesan, no suelen hablar demasiado mientras se entregan, unas cuantas palabras sueltas: no pares, más rápido, qué estrecho.


Kusanagi termina de espaldas a la cama, Iori no ha podido resistir más, necesita moverse con mayor soltura, entrar hasta lo más profundo y golpear una y otra vez con fuerza y ritmo constante aquel botoncito de placer en el cuerpo de su amante, quien le abraza con las piernas como no deseando que se vaya. El semen del castaño mancha el abdomen del mayor, se ha corrido hacía unos segundos, el ojiazul lo sabe pues conoce ese cuerpo a la perfección, la forma en que se ha contraído su entrada se lo dejó notar más allá del semen en su torso. Pero está consciente que no debe detenerse, no hasta derramarse en ese interior. Lo cual sucede minutos después cuando Kyo lo hace también por segunda ocasión. Un par de embestidas más hasta que su falo flácido no puede hundirse de nuevo por falta de firmeza.


Los besos ansiosos son reemplazados por unos tranquilos, pero no menos significativos. Se tumba en la cama al lado del menor, espera a que la respiración de ambos se regule para comenzar a hablar


 


-También te compré unos bombones y un disco de Rock… ¿romántico? – duda un poco al utilizar dicho concepto unido a “Rock”


- ¿Te lo sugirió Benimaru? – pregunta curioso, no es que Yagami no fuese detallista, pero regularmente, como se lo dijo a su madre hace más de una hora, solía darle cosas más prácticas.


- En realidad fue Yabuki quien lo hizo… no sabía que estaba tan obsesionado contigo, es decir… lo sabía, pero no tenía claro cuánto, es impresionante todo lo que te conoce


- Pero qué tonterías dices, tu eres el que más me conoce – Iori iba a darle una hostia por lo de “tonterías” pero el  chico de ojos avellana no le permite hablar, se acomoda de costado para poder ver el rostro de su amante mientras le “reprende” – él cree conocerme, pero solo sabe cosas básicas, algunas que aprendió observándome en la secundaria, o en la preparatoria, cuando estaba saliendo con Yuki, en los pocos entrenamientos que tuvimos y seguro cuando practicaba con mi padre… cosa que aun hace y seguro entre mamá y papá no se cortan en su presencia para hablar de mi… sin embargo tú me conoces desde antes, sabes a qué le temo, lo que me hace enloquecer, conoces mi forma de dormir y lo que hago cuando estoy aburrido, la comida que más me gusta más allá del pescado, qué deseo para más adelante en mi vida… - acaricia una de las mejillas - ¿Quién más sino mi pareja puede conocerme mejor?


Si no fuese tan serio y reservado seguramente sus mejillas estarían peor que cuando se dio cuenta que Shizu-sama había escuchado todas sus palabrotas, la sonrisa afloraría más que nunca en esos labios que apenas y dibujan una leve mueca de satisfacción, sin embargo celebraba por dentro, ese gato idiota en realidad sabía cómo elevar su ego hasta niveles insospechados, le atrae de pronto para besarle de forma intensa, apasionada, pegándole contra suyo, en definitiva ese día blanco sería testigo de más de una entrega entre ese par cuya historia, sin saberlo, comenzó veinte años atrás. 


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