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Antipatía por Princesa de los Saiyajin

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Notas del fanfic:

Las reglas del Omegaverse usadas en este fanfic trataré de explicarlas conforme se desarrollen los hechos.

1

Encuentro

 

—Vegeta, ¿me prestas una camisa? Olvidé lavar algunas cosas—preguntó, asomándose por la puerta. El aludido levantó la mirada para enfocar con sus ojos negros a ese chico de cabellera alborotada.

     —Te estuve repitiendo toda la semana que metieras tus cosas en la lavadora.

     —Je Je—rascó su nuca—. ¿Me lo prestas?

     —Tsk—soltó aire, resignado—. Agarra lo que necesites. Pero que sea la última vez, Kakarotto.

     —¡Gracias, Vegeta! —se acercó a su armario, y comenzó a rebuscar entre las prendas que estaban en gancho—. ¿Sí me acompañarás?

     —Odio los lugares con demasiada gente—el menor lo miró—. No iré.

     —¿Eh? ¡¿Pero por qué no?! —hizo un puchero, que fácilmente fue ignorado por el más bajo, quien retomó su lectura—. ¡Será divertido!

     —Ya di que sólo tú piensas en la comida que habrá—el de cabellera alborotada rio—. Olvídalo. Tú eres beta, no te afecta en lo absoluto las feromonas. Pero a mí sí. Y en lugares así el ambiente es asqueroso.

     —No seas tan amargado—se acercó a su cama y lo comenzó a mover, consiguiendo que esa venita en su frente se inflamara y su ceño se frunciera un poco más—. Ven, Vegeta. Aunque sea un rato—el chico lo miró—. Por favor.

     —¿Cómo puedes convencerme? —le dio un pequeño zape—. Muévete, buscaré ropa antes de que me arrepienta.

     —¡Genial, Vegeta! —señaló una camisa azul—. Esta te queda grande, ¿verdad? La usaré hoy—avisó, antes de salir de su habitación para ir a la propia.

     —Tsk…—soltó un pesado suspiro antes de dejar el libro a un lado.

     Se levantó de la cama, para arreglar un poco las sábanas y buscó un conjunto de ropa limpia. Se metió a la ducha, para asearse. Estando bajo el agua de la regadera no pudo evitar soltar un pesado suspiro.

     La idea de ir a una fiesta, donde posiblemente haya alcohol y tabaco, no le fascinaba en lo absoluto. No por nada las experiencias anteriores le habían quitado todos los deseos de regresar a un evento así, donde un mar de feromonas llenó sus fosas nasales al punto de tener que salir asqueado.

     ¡¿Y cómo no?! Siendo un alfa dominante su olfato era hipersensible ante las feromonas de alfas y omegas. Y era muy probable que en ese lugar estuviera inundado de jóvenes que todavía no podían controlar la cantidad de feromonas que emitían.

     Al menos Kakarotto, como beta, no tenía ese problema. Era inmune ante las esencias de cada individuo, siendo también que no podía identificar si eran alfas, betas u omegas. Pero no tenía problema de estar en una habitación donde los olores de cada ser se combinaban.

     Los alfas y omegas, debido a la posibilidad del vínculo entre ambos, eran los únicos que percibían dichos aromas. Aunque, claro, cuando se concretaba la mordida en la nuca se estimulaban unos neurotransmisores, provocando un pequeño “click” que impedía volver a percibir las feromonas de alguien más, para ambos miembros.

     —Tremenda estupidez…—susurró, antes de cerrar la llave del agua. Extendió su mano para alcanzar la toalla y secó su cuerpo.

     ¡Ni siquiera estaba convencido de ir a esa mentada fiesta! Usualmente, tanto alfas como omegas tan sólo iniciaban su edad fértil podían liberar feromonas, y muchos ni siquiera llegaban a aprender cómo controlarlas. Eso sin contar que los omegas tenían celos más frecuentes que los alfas, donde el aroma se intensificaba de sobremanera. Si bien ahora existían muchos supresores (por cierto, bastante asequibles), había quienes olvidaban llevarlos consigo o, peor aún, no les hacía efecto.

     Su único consuelo era que, al alcanzar una maduración, entre los 20 y 25 años dependiendo de la persona, la percepción de feromonas se reducía demasiado (así como los ciclos de celo) al ya haberse regulado muchas características fisiológicas. Esto para todos, y para los dominantes significaba un alivio mucho mayor, ya que los recesivos solían percibir feromonas únicamente cuando eran muy fuertes, contrario a los demás que lo hacían todo el tiempo aunque fueran sutiles.

     Claro, esto sin considerar una mordida a temprana edad, que iniciaba un vínculo imposible de romper. Una total tontería, siendo que se llegaba a convertir en una decisión (o acción que afecta) para toda la vida. También por esa razón muchas parejas decidían no morder a sus parejas, aunque esto eliminara el celo por completo y que pudiera percibir a otros, para evitar arrepentirse en un futuro.

     Aunque, por otro lado, existían quienes se dejaban llevar en pleno acto y lo hacían sin pensar en las consecuencias. ¡Y ni hablar de los imbéciles que justificaban violaciones por este simple hecho! ¿Qué “ser humano” podría decir que estuvo bien dañar a otros sólo porque “las feromonas lo provocaron”? ¡Una completa idiotez! Si bien el instinto despertaba, no quería decir que la conciencia se apagara por completo.

     —Vegeta, ¿ya estás listo? —abrió la puerta, encontrándoselo sin camisa—. ¿Todavía no te vistes?

     —Bah, no estoy de humor, en serio—se colocó una playera blanca de manga corta y encima una chaqueta café.

     —Sólo un rato. ¡Te divertirás!

     —¿Por qué estás tan insistente en ir? —guardó un supresor en su bolsillo, junto con su cartera y llaves.

     —Cuando estaba en secundaria conocí a un chico, y nos volvimos amigos muy cercanos. Tenía mucho tiempo sin saber de él. Dodoria me dio permiso de invitarlo a su fiesta, aunque no lo conoce. Mi amigo me dijo que irá al local a verme, y le dije que podría venir a quedarse a dormir aquí—el mayor lo miró—. No hay problema, ¿verdad?

     —Bah, si es de confianza, puede quedarse—caminaron hacia la salida del apartamento, apagando todas las luces de la casa.

     Bajaron al estacionamiento y subieron al auto del más bajo, quien condujo hasta la dirección de un club nocturno, donde se llevaría a cabo el festejo de cumpleaños de un amigo del Son. Estacionó el auto y pasaron al establecimiento. El lugar estaba lleno de luces, en su mayoría azules, con una música fuerte de fondo.

     Se acercaron a las escaleras, para subir al segundo piso, donde se llevaría a cabo el evento privado. Había un considerable grupo de personas en toda la extensión del lugar. El espacio tenía una pista de baile cercana al DJ, y junto a las paredes estaban mesas con sillones. También había un pequeño bar al fondo, donde podrían solicitar cualquier tipo de bebida alcohólica que desearan; y al centro, entre la pista y las mesas, había un área de cocina donde servían algunos platillos sencillos, rodeada de una barra con banquitos altos, para quien quisiera ir a degustar algún bocadillo.

     —¡Goku! ¡Vegeta! —un chico algo robusto y bajito se acercó a ellos—. Pueden pedir lo que quieran, la barra es muy variada.

     —¡Gracias, Dodoria! —le extendió una cajita con un moño—. Espero que te guste. Feliz cumpleaños.

     —Gracias—se despidió y volvió a su lugar, donde había otro grupo de chicos que lucían de su mismo estatus social.

     La presente fiesta privada había sido posible gracias a que era el hijo del dueño, quien tenía varios locales más en la ciudad. Si bien era un chico ligeramente pretencioso, cuyo círculo de amigos eran de igual al no escatimar en gastos, en esos momentos no podían negar que el lugar lucía bastante atractivo y era casi un privilegio el haber sido invitados.

     —Vegeta, ¿vamos a comer? —preguntó el menor, tomándole el brazo y jalándolo un poco.

     —Sólo venías por esto, ¿cierto? —el Son ensanchó su sonrisa—. Claro, te acompaño.

     Fueron a la barra de comida, donde un cocinero le sirvió a Goku un plato de fideos condimentados con salsa. El Saiyan sólo tomaba una que otra albóndiga del plato del Son, sin tanto apetito como para pedir una porción completa para él.

     Miró con desinterés hacia la pista de baile. La combinación de algunas feromonas discretas, junto con el aroma de tabaco, y de la máquina de humo, lo hizo sentir el estómago revuelto. Una vez más se sentía incómodo en un lugar lleno de afluencia de gente, donde muchos de ellos ya estaban pasados de copas.

     —Amigo, ¿quieres bailar? —preguntó una chica de cabellera azul marino que llegó a su lado. El Saiyan giró un poco su cabeza para poder enfocarla.

     Sus ojos eran azules, y llevaba un lindo lazo rojo en el cabello. Vestía un corto short amarillo, con un top verde que resaltaba su nívea piel. Lucía como una chica algo tímida, por la manera en que se había acercado a él.

     —Lo siento, no bailo—ella hizo una pequeña mueca de pena y se alejó luego de disculparse—. Bah, ¡qué fastidio! —llevó su cabeza a su puño, sosteniéndose mientras su codo se apoyaba contra la barra. Su cabeza era sostenida, mirando al menor que estaba animadamente disfrutando del platillo.

     —¿Por qué no quisiste bailar? —preguntó, antes de beber de ese enorme vaso de limonada que el mesero le llevó.

     —La pista de baile debe estar inundada de feromonas—el menor encogió sus hombros, restándole interés, para seguir degustando el platillo—. Sería más fácil siendo beta…—soltó un suspiro, mirando al Son comer. Sus mejillas se inflaban de manera tierna conforme comía otro bocado—. Un chico beta… ¿será que…?

     Se acercó despacio, primero moviendo el banquillo sobre el que estaba sentado, y después aproximando su rostro lentamente hacia el de Goku quien, al notar su cercanía, giró su cabeza para verlo.

     —Ay, perdón. ¿Querías la última albóndiga? —preguntó, teniendo en su boca todavía el bocadito de carne.

     —No es eso…—subió su dedo a la comisura de los labios del Son, retirando un poco de salsa que tenía ahí, para llevársela a la boca, mirando fijamente aquellos ojos negros brillantes.

     —Vegeta, si tienes hambre pide algo. No tengas vergüenza —mencionó, antes de seguir comiendo de la porción de fideos.

     El Saiyan sólo atinó a reír bajito, bajando la mirada. Desde cierta perspectiva, la idea de salir con un beta podría hacerlo sentir menos incomodidad por los “aromas”. Pero esa persona definitivamente no podría ser Kakarotto. Quien era tan… él.

     No había una palabra que pudiera describir aquella personalidad del más alto. Si bien, cuando se conocieron en preparatoria desde el examen de admisión, al principio creyó que era una cabeza hueca en toda la extensión de la palabra, se dio cuenta de que sólo era un poco distraído y bastante inocente.

     Y gracias a esos tres años de amistad durante su estancia en la preparatoria, fue que decidieron ser roomies durante ya cuatro años de universidad, aprovechando que sus facultades estaban en el mismo campus.

     Aunque el Son estaba en Organización Deportiva, y él en Administración, seguían conviviendo en sus horas libres en común. Su amistad se había fortalecido bastante, y aunque eran muy diferentes, habían aprendido a acoplarse el uno con el otro.

     Pero al final eso eran: amigos. Si bien de momentos consideraba que los betas podrían ser una mejor opción ahora que era hipersensible, el Son estaba fuera de sus posibilidades. Y no porque gustara de Goku y haya sido rechazado, sino por el simple hecho de que no tenía, en esos momentos, interés en alguien en específico. Y el menor, al mismo tiempo, era un chico muy indiferente a cualquier mención de una relación afectiva.

     Incluso se preguntó en ese momento si ese chico no era asexual por la falta de interés en alguna persona que siempre mostraba. Al menos en todos sus años de conocerse no había escuchado de él que alguien le llamara la atención siquiera un poco.

     —¿Quieres que pida por ti? —salió de sus pensamientos para ver al Son, quien ahora comía papas fritas.

     —No, no tengo tanta hambre—robó una papa del plato del menor y cruzó sus brazos sobre la barra, sintiendo que la música retumbaba fuertemente en sus oídos—. Me estoy volviendo loco en este lugar—el choque de algunos vasos de unos chicos que brindaron lo hizo bufar—. ¿Es cosa mía o subieron el volumen de las bocinas? —miró hacia allá, en la pista todos levantaban los brazos y brincaban, gritando al ritmo de la música—. Maldita sea… —se levantó de la silla—. Iré a lavarme—avisó, el Son asintió.

     Comenzó a caminar hacia los sanitarios, chocando ocasionalmente tanto con personas que bailaban, como con algunos meseros que llevaban comida o bebidas. La combinación de perfumes, lociones, comida y el humo de quién sabe qué llegó a él. Cubrió su nariz antes de adentrarse al baño y pasar directo a los lavabos.

     —Qué porquería… —lavó su rostro con el agua fría que salía del grifo, mirándose en el reflejo del espejo—. No puedo seguir aquí… —levantó la mirada al ver que la bombilla del techo tintineaba un poco, posiblemente pronto se fundiría, trayéndole a la mente la imagen de las luces estroboscópicas de la pista de baile—. Ese aroma…

     Giró su rostro al ver a dos chicos entrando al baño. Volvió a verse en el reflejo, tratando de alinear su cabello sólo un poco, mirando también cómo ambos se metían al mismo cubículo. Cubrió su boca al sentir que el ambiente se llenaba de un peculiar aroma.

     —Siento náuseas—salió rápido del lugar, mostrándose casi perturbado.

     Casi a empujones consiguió atravesar el tumulto de personas que se había incrementado desde su ida, y llegó a donde estaba el Son, que seguía degustando platillo tras platillo que le era servido.

     —¿Beberás? —cuestionó, sosteniéndose de la barra.

     —No. ¿Pasa algo?

     —Me voy a casa. Ya no soporto este lugar… ¿vienes o te quedas?

     —Me quedaré. Esperaré a mi amigo, después podemos tomar un taxi juntos—el Saiyan colocó su mano en su hombro.

     —Si beben o si pasa algo, llámame. Vendré en el momento.

     Salió rápido, bajó las escaleras dándose cuenta de que el ambiente abajo, que era para el público en general, era igual o peor. Sin detenerse huyó hasta que vio la luz de las farolas en la calle, tomando aire fresco y suspirando aliviado.

     Ser dominante en esos momentos parecía una maldición, cada maldita cosa la percibía, haciendo que la combinación tanto de comida, colonia, personas, y mil aromas más lo invadieran rápidamente.

     —Maldita sea…—caminó a pasos firmes hasta el estacionamiento, subió a su coche y sintió un enorme alivio al oler el aroma a menta del aromatizante que colgaba del espejo retrovisor—. Incluso si fuera alfa recesivo, sería más sencillo de asimilar todo…

     Encendió la radio y después el motor, para conducir hasta el edificio de departamentos donde vivía. Bajó del auto tan sólo aparcó y se acercó al elevador. Colocó su mano en el botón al ver a una mujer corriendo hacia allá.

     —Gracias—dijo, acomodándose dentro y permitiendo que el Saiyan soltara el botón.

     —¿A qué piso?

     —Al catorce—el de cabellera negra presionó el botón y así comenzaron a ascender—. Nunca te había visto, ¿de qué piso eres?

     —Diecisiete—la miró de reojo. Era una chica, quizá un poco mayor que él, de cabello naranja bastante esponjoso, y sus ojos eran de un bonito color dorado—. Es una alfa…—soltó aire disimuladamente, antes de recargarse contra una de las paredes del elevador.

     ¿Qué acaso no podía tener un momento de normalidad, sin tener que olfatear tantas cosas todo el tiempo? Sus únicos momentos así era cuando podía estar en casa y, si acaso, con el Son, quien únicamente olía a restaurante por todos los bocadillos que siempre comía. Pero, fuera de eso, era bastante ameno compartir espacio sin tener que sentir que se asfixiaba.

     —Buenas noches—se despidió la chica, bajando en su piso. La miró una última vez antes de que las puertas se cerraran de nuevo.

     Al llegar al decimoséptimo, buscó su puerta y entró totalmente aliviado. Incluso agradecía que el Son fuera algo desordenado y que en esos momentos oliera su departamento a las galletas de canela que había comido esa tarde y que había dejado los empaques en la mesita de la sala.

     Para despejar sus pensamientos comenzó a asear la sala, luego de pedir por llamada a un restaurante servicio a domicilio. Recogió el poco desorden que había y, para evitar vergüenzas con la visita que el Son llevaría, se metió en su alcoba, notando un total desastre. Soltó aire, sin creer cómo ese chico de ya 21 años era capaz de dejar envolturas de dulces en su cama.

     Recogió lo que estaba a simple vista, esparció un poco de aromatizante de flores y apagó la luz. Cenó en silencio cuando el repartidor llegó con su pedido, en casi completa oscuridad, iluminando su plato únicamente con la luz que entraba por la ventana, sintiendo un enorme vacío en esos momentos.

 

***

 

—Creí que tardarías más—comentó, cuando el chico que era ligeramente más bajito que él se sentó a su lado.

     —Me mudé esta mañana, no conozco bien la ciudad.

     —¿Te perdiste? —preguntó, algo burlón—. ¡Me hubieras avisado para ir por ti!

     —La próxima vez será—soltó aire—. Muero de hambre.

     —Pediré algo para ti, el cocinero ya me conoce—avisó guiñando su ojo. Se levantó de la mesa y fue hacia la barra.

     El peliverde se quedó ahí, esperando pacientemente al Son. El ambiente escandaloso no terminaba de encantarle, y eso que apenas eran las 11pm. El más alto regresó con un plato enorme de comida y un vaso de limonada. Aprovechó su compañía para comer mientras conversaban, sintiéndose tranquilo de tener un conocido en ese lugar tan nuevo para él.

     —Creí que tu compañero vendría, dijiste que ambos estarían aquí…

     —Pfff, Vegeta se quiso ir antes. Es un amargado—respondió. Su voz tenía que ser algo alta para que el otro pudiera oírlo pese a que estaba a menos de medio metro. El de ojos claros lo miró—. Se duerme temprano, en serio es muy aburrido.

     —No me lo tomes a mal, pero este lugar es demasiado ruidoso—cubrió su boca y nariz—. Diablos, un maldito alfa.

     —¿Mhg? —miró a su alrededor—. Creo que sólo conozco dos tipos de aquí que lo son. ¿Por? —miró la expresión de asco del peliverde—. ¿Te afecta mucho?

     —Creo que ambos son recesivos, pero tratan de imponerse en su pelea—seguía cubriendo su boca, señalando con su otra mano a dos sujetos al fondo que estaban empujándose, casi iniciando un pleito—. Están demasiado exaltados.

     —¿Quieres que nos vayamos? —recibió una afirmación—. Ay, yo quería quedarme hasta que partieran el pastel—lo ayudó a levantarse y caminaron hacia la salida. Lo llevó de la mano, siendo que conocía mejor la instalación por esas fiestas anteriores a las que había sido invitado en ese mismo lugar, y notando que el peliverde estaba aturdido de tantas luces parpadeantes en variados colores.

     —Necesitaba aire fresco—el Son lo veía atento, todavía tomándolo del brazo pese a que ya estaban afuera. Miró al pelinegro, quien lucía muy enérgico—. ¿Quieres pasar al supermercado para comprar un postre? Tal vez encuentres pastel.

     —Sí. ¡A la vuelta hay un supermercado! —comenzaron a caminar despacio por la acera. La iluminación de las farolas, además de la luz que se filtraba de cada local y antro cercano les permitió visualizar su camino hacia aquella tienda de conveniencia.

     Pasearon por cada pasillo, mirando los diferentes bocadillos empaquetados que ofrecían. Mientras Goku iba al área de dulces, él se quedó en donde estaban los refrescos y botanas saladas. Tomó unas cuantas bolsas y una botella grande de refresco, y fue al área de cajas para esperar al Son, quien llegó con una sonrisa resplandeciente y una emoción al encontrar una charolita con una rebanada de pastel de fresas.

     Tras pagar pidieron un taxi que los dejó frente a un edificio enorme. El peliverde siguió al Son en todo momento, siendo un lugar totalmente desconocido para él. No sólo por ser un área residencial que nunca había visitado, sino también por haber vivido prácticamente toda su vida en otra ciudad.

     —Mmm… Creo que Vegeta ya está dormido—comentó, tras abrir la puerta de su departamento y notar todas las luces apagadas—. Ven.

     Lo guio hacia su habitación, tirándose ambos en el colchón para comenzar a comer. En cierto momento al más alto se le ocurrió encender la consola para poder jugar videojuegos mientras seguían conversando.

     —Me duele el estómago—dijo, dejando la charola con la mitad de la porción a medio comer—. No puedo más.

     —Ya era hora de que dejaras de comer—el Son se recostó con los brazos extendidos—. Ni se te ocurra vomitar aquí.

     —Ay, no me regañes—se hizo bolita en la cama, escondiéndose bajo la cobija. El peliverde soltó aire y bajó al suelo, donde acomodó una colcha para recostarse. Apagó la consola y el televisor, y apagó las luces.

     Se acostó y cerró sus ojos, tratando de conciliar el sueño pronto. La cobija picaba, ¿no? Y la poca ventilación en la alcoba lo estaba ahogando. Se removió un poco, acomodándose de lado, siendo el duro suelo muy incómodo.

     No, no era eso. La colcha era lo suficientemente mullida para aminorar la rigidez del piso.

     —¿Acaso es…? —se incorporó rápido, al sentir que el calor poco a poco aumentaba en su cuerpo—. Maldita sea… —miró a su alrededor, distinguiendo en la oscuridad de la habitación sólo la figura inmóvil del adolorido Son—. Por lo menos es seguro este lugar—se levantó, rebuscando en su bolsa aquellas pastillas y salió de la alcoba, para ir por un poco de agua y poder tragarla con facilidad.

     Se detuvo en la entrada de la cocina al distinguir una figura masculina, posiblemente era el compañero del Son. Ese chico tenía la puerta del refrigerador abierta, como si buscara algún bocadillo de medianoche.

     —Ese aroma…—se colocó en pose defensiva. Se notaba que la respiración del peliverde era irregular, sus hombros subían y bajaban conforme tomaba aire. Pero mantenía sus ojos fijos sobre aquel cuerpo.

     —Demonios—cubrió su boca y nariz—. ¿¡Qué diablos…?!

     —Ni se te ocurra acercarte, maldito alfa—el Saiyan lo miró de reojo—. Si te acercas te juro que te romperé un brazo.

     —¡Toma un maldito supresor! —rodeó la mesa, para dejar más espacio entre ellos—. Maldita sea, toma algo rápido. Es asqueroso.

     —Asqueroso…—frunció el ceño—. Mantente lejos, no estoy jugando.

     —Tsk… ¡muévete! —caminó hacia la puerta sólo para alejarse rápido—. Si necesitas un maldito supresor envía a Kakarotto por uno a mi habitación—avisó, antes de encerrarse en su alcoba.

     —Alfa dominante…—susurró, percibiendo un olor tan tenue, como si aquel pelinegro controlara a la perfección la cantidad de feromonas que emitía.

     Rápido se sirvió un poco de agua para tragar la pastilla, volviendo a la habitación del Son y cerrando bien detrás de sí. Tomó un cojín y se lo aventó, consiguiendo que se quejara.

     —¡Ouch! ¿Qué te pasa?

     —¿Por qué diablos no me dijiste que el idiota con el que vives es un alfa?

     —¿No te lo dije? —se acomodó en su lugar, mirando todavía al peliverde—. Bueno, Vegeta es alfa.

     —Tsk…—se acercó a la colcha en el suelo y se tiró con pesadez.

     —¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

     —¿Qué? —miró al Son—. No se dará cuenta…—soltó aire, recordando que con ese chico de cabellera alborotada (en estos temas) debería tener mucha paciencia—. Me llegó un celo.

     —Oh, eso… —estiró su brazo, alcanzando la cuchara y comiendo un bocado más de la tarta—. ¿Necesitas algo?

     —No, sólo esperaré a que el supresor haga efecto—entrecerró los ojos, mirando con el ceño fruncido al Son—. Oye, Goku… ¿Y qué relación tienes con él? No se ha aprovechado ni nada, ¿o sí?

     —¿Eh? No… Vegeta es mi mejor amigo. Me cuidaba en la preparatoria, y entrenaba siempre con él artes marciales. ¡Estábamos en el representativo! Pero después en la universidad no quiso seguir compitiendo. Somos muy unidos, a veces me acuesto con él—el peliverde lo miró confundido ante sus últimas palabras.

     —¿Que te… acuestas con él?

     —Sí, me deja dormir en su cama cuando veo una película de terror—el de ojos claros entendió a qué se refería en realidad.

     Si bien, popularmente, se decía la expresión de “acostarse con alguien” para referirse con un encuentro sexual, ahora veía que sólo se trataba del sentido literal: ir a su cama a dormir un rato. Y esto, por lo escuchado, sólo porque Goku tenía terror de dormir solo luego de una sesión de películas de horror.

     —Si el maldito te hace algo, lo voy a matar—el menor soltó una risita.

     —Vegeta nunca me ha hecho nada, ¿por qué te preocupas tanto? —el otro desvió la mirada—. ¿Es porque es muy gruñón?

     —Tsk, olvídalo… —soltó un suspiro aliviado al sentir que el medicamento ya estaba haciendo efecto—. De verdad creí que vivías con otro beta.

     —Te agradará Vegeta, estoy seguro—el peliverde negó—. Espera, me envió un mensaje—tomó su celular con ambas manos para poder responder—. Me dijo que dejó supresores en la mesa de la sala, y que no sea holgazán y vaya por algo más fuerte a la farmacia si lo necesitas.

     —¿Eso dijo? —cuestionó, arqueando una ceja.

     Con esa mirada juiciosa trató de visualizar las expresiones del más alto, quien sólo tecleaba un mensaje en su móvil. ¿Tanta confianza le tenía a ese sujeto? Bueno, no es como si no supiera la razón. Goku le había mencionado en más de una ocasión que se conocían desde hace casi 7 años, viviendo juntos cuatro durante la temporada escolar, distanciándose sólo en las vacaciones cuando iba con su familia.

     —Sí. También dijo que debí decirle que traería a un omega para irse a otro lugar a pasar la noche—empezó a reír—. Si estuviera con él, seguro me diría idiota o me aventaría algo.

     —Es alfa dominante, ¿cierto?

     —Sí, ¿por?

     —Goku, ¿por qué eres tan distraído? —se cubrió la cabeza con la almohada que le prestó—. Sabes que la percepción de feromonas es mayor cuando eres dominante. Es molesto.

     —¿Necesitarás más medicamento? —el peliverde negó—. ¿Quieres que te traiga algo de la nevera? —recibió otra negación.

     —Déjalo, sólo quiero descansar—se acomodó, dándole la espalda al Son.

     —Está bien. Buenas noches, Granola.

     —Buenas noches.

     Sin girarse a verlo, sólo se quedó pensando en silencio, oyendo de lejos la respiración pesada del Son, quien posiblemente tenía problemas para tomar aire por tanta comida con la que llenó su estómago. Soltó un suspiro, sintiéndose tan frustrado en esos momentos.

      Al menos su temperatura había bajado, y podría dormir cómodamente. Sin sensaciones raras, sin calor intenso, sin sentir que su mirada se nublaba…

     A su mente regresó el recuerdo de aquella figura que vio minutos atrás. Un chico de cabellera oscura en forma de flama, con una mirada bastante hostil tan sólo lo percibió. Era, ¿qué? ¿tres o cuatro centímetros más bajito que él?

     —Idiota…—se giró, para ver al techo—. Goku querrá que conviva con él. Tiene la maña de querer que todo mundo sea amigo.

     Miró al Son, quien, juzgando por la forma en que su pecho subía y bajaba tan tranquilamente, ya se había quedado dormido.

     —Qué porquería tener a alguien así cerca, en la otra habitación…—cerró los ojos—. Fueron dos pastillas, me queda otro par, por si me llega otro celo repentino… Si fuera regular, al menos no tendría problemas con que me sorprenda de esta manera.

     —No, mamá… no quiero ir a la escuela… Solo con tres sándwiches con queso por favor…

     Soltó una risita al oír hablando al Son dormido.

     ¿Cuándo había sido la última vez que pasaron tiempo juntos? Un año, quizá. Y aunque se mantenían en contacto con mensajes, sus encuentros para salir a pasear o hacer una actividad como amigos se habían limitado, siendo que ahora ya casi no encontraban momentos donde ambos tuvieran tiempo libre.

     Notó cómo el Son se removía en su lugar antes de levantarse y, a pasos lentos, abrir una puerta dentro de esa habitación y encender la luz. Sólo escuchó una fuerte arcada que hacía eco por el reducido espacio. Se levantó y se acercó al baño, notando al joven arrodillado frente al inodoro, sosteniéndose como podía del tanque de agua.

     —Gran…—volvió su mirada al frente antes de volver a vomitar—. Mi estómago…

     —Eso te pasa por comer tanto—se recargó en el marco de la puerta, viendo cómo sollozaba un poco mientras sostenía su estómago—. Además, ¿por qué demonios te acabaste el pastel si ya no te cabía?

     —Es que estaba muy rico—volvió a vomitar—. Dile a Vegeta que me estoy muriendo.

     —Primero vacía todo…—soltó aire y miró hacia la puerta, la cual había asegurado perfectamente en desconfianza de aquel chico, por si acaso tenía la estúpida idea de querer entrar.

     Caminó a pasos firmes hacia ahí, destrabando y yendo a la habitación contigua, tocando algo fuerte con su puño. Al no recibir respuesta, volvió a tocar, ahora más escandalosamente.

     —Kakarotto, ¿qué diablos quieres? —oyó desde adentro. Frunció el ceño al no escuchar siquiera pasos que indicaran que abriría. Volvió a tocar, ahora sin detenerse—. Kakarotto, ¿cuántas veces te he dicho que…? —abrió rápidamente, dispuesto a regañar al Son.

     Sin embargo, toparse con la figura de aquel omega lo descolocó. Frunció el ceño, mirando de la misma manera desafiante como estaba siendo visto. Ese chico peliverde, con unos curiosos ojos con heterocromía, estaba en silencio, sólo observándolo bastante antipático.

     —¿Qué quieres?

     —Goku está vomitando. Habrá que llevarlo al hospital.

     —Tsk, ¿bebió en el antro?

     —No tengo idea. Pero es lo de menos, considerando que comió mucho—respondió, con ese mismo tono hostil que tenía el pelinegro.

     Ese ambiente era bastante incómodo para ambos. Y no por el evento ocurrido hace casi una hora, donde Vegeta estaba tranquilo en la cocina buscando un jugo o una bebida en el refrigerador cuando un omega en celo se había acercado desde la oscuridad.  Sino por el notable desagrado de la presencia del contrario.

     Que ahora estuvieran “estables”, ocultando al mínimo sus feromonas, tanto Vegeta que podía controlarlas a la perfección, como Granola quien gracias al medicamento había podido controlar el celo repentino, no impedía que sintieran la repulsión de sus aromas. El simple hecho de percibirlos, con mayor intensidad por ser dominantes, bastaba para querer tomar distancia.

     —Bah…—comenzó a caminar hacia la habitación del menor, donde había un poco del olor del peliverde—. Diablos, se encerró su aroma…—trató de ignorarlo para aproximarse al baño, mirando al menor hecho un ovillo contra la pared—. Idiota, ¿qué te he dicho de excederte?

     —Ya, Vegeta, no eres mi mamá—se quejó, cubriendo sus oídos—. Creo que un platillo estaba malo, de seguro fueron los dumplings.

     —¿Cuáles dumplings? Cuando estaba contigo no vi que comieras ninguno —el menor rio nervioso—. Demonios. Ven, te ayudaré a levantarte—lo sostuvo del brazo, caminando hacia la sala. Lo dejó sobre el sofá, sentado—. Creo que queda un suero en la alacena—se acercó a la cocina, abriendo puertas y buscando, encontrando la última botella junto a las bebidas rehidratantes que el Son, como deportista, solía beber—. Toma, no quiero que te mueras todavía.

     —¿Lo llevarás al médico?

     —¿Eh? —miró al peliverde—. No quiero que se vomite a medio camino y manche todo. Tengo que esperar a que el imbécil de Kakarotto se calme.

     —Tsk, más te vale que tengas cuidado—el Saiyan arqueó una ceja.

     —¿Disculpa? Te recuerdo que yo me encargo de él todos los días—se incorporó, mirando a ese chico de ojos claros.

     —Chicos, no peleen. Somos amigos los tres—tanto el Saiyan como el peliverde chasquearon la lengua—. ¿Chicos?

     —Como sea… ¿Vendrás o no?

     —No.

     —Bien—se acercó al Son, lo estiró del brazo y lo levantó—. Si quieres algo de la cocina, tómalo.

     Llevó casi a rastras a Goku, quien difícilmente podía sostenerse. Incluso el camino en auto tuvo que hacerlo muy lento, evitando acelerar para no regresarle las náuseas. Pasaron directamente al área de urgencias, donde tomaron asiento antes de que lo dirijan a un consultorio y saber si sólo había sido el exceso o, como el menor insistía, una intoxicación por comida dañada.

     —Es un sabor muy feo este, Vegeta. ¿Quién compra suero sabor naranja? —el más bajo rio al ver que sufría bebiendo aquel líquido. Le revolvió el cabello.

     —Termínalo. De lo contrario te pondrán una intravenosa.

     —¡¿Me inyectarán?! —se levantó rápido, siendo sostenido del brazo fuertemente antes de que saliera huyendo.

     —Si te lo terminas, no tendrán por qué inyectarte—Goku hizo un puchero, antes de seguir bebiendo eso—. Me das demasiados problemas, Kakarotto.

     —Ya, no me digas nada. Te digo que algo estaba en mal estado—apoyó su cabeza contra la del Saiyan—. ¿Por qué odias a Granola? Todavía no lo conoces.

     —¿Estás seguro de que no es él quien me odia?...  Es dominante, ¿cierto? —el menor comenzó a jugar con la botella, sin poder moverse mucho por el dolor en su abdomen—. ¿Cómo te lo explico?... Bah, ¿recuerdas cuando te llevé a la fábrica de pastelillos? Tú amas esos pastelitos, pero estando ahí terminaste harto de tanto olor combinado.

     >>Similar funciona con alfas y omegas dominantes. El olfato, al ser más sensible, hace que constantemente huelas eso… Se supone que dentro de poco dejaré de percibirlo con tal intensidad, pero hasta entonces es completamente molesto.

     —¿El celo de Granola te molestó?

     —Sientes que te asfixias, como si no tuvieras aire fresco. Como cuando estás en el subterráneo lleno de gente en temporada de verano—el Son hizo un sonido de afirmación, comprendiendo bien esa sensación—. Kakarotto, ahora que lo pienso. ¿Cómo dices que conoces a ese sujeto?

     —Entrenando artes marciales. En la Academia Kame, él estaba en el área de defensa personal y después pasó a judo. Es muy hábil, nunca pude seguirle el ritmo mientras entrenábamos juntos.

     —Entonces… ¿será que temía que me aprovechara en ese momento? —pensó en la pose que hizo el chico cuando se vieron, se había colocado en una perfecta posición de combate—. No, no creo que tuviera miedo. De verdad estaba dispuesto a dar un golpe certero.

     —Granola es muy buena persona cuando lo conoces bien, sólo que es un poco tímido. Te agradará y…

     —Kakarotto, déjalo así.

     —Pero…

     —De verdad es un fastidio para ambos. Es repulsivo… la situación lo es.

     —Pero sólo pasó una vez, Vegeta. Es irregular, no creo que…

     —Un minuto, ¿es irregular? —el menor asintió—. Eso explica por qué hasta ese momento tomó el supresor. Creí que estaba imaginando el olor hasta que llegó a la cocina—subió su mano hasta la cabellera del Son, para enredar sus dedos, mimándolo un poco al notarlo tan adolorido—. Kakarotto, ¿sabes qué pasa cuando un alfa huele a un omega en celo? —preguntó en su oído, notando cómo una familia con un menor en brazos entraba y buscaba un asiento—. El cuerpo del alfa reacciona cuando la exposición es muy prolongada. Hablo de varios minutos.

     >>Aunque no quiera, el cuerpo lo notará—soltó aire—. Es la moral de cada persona lo que define si se aprovecha de un omega vulnerable atosigándolo de más feromonas.

     >> ¿Pero sabes algo, Kakarotto? Es una estupidez pensar que “sólo sigues tus instintos”, porque se pueden reprimir la mayoría de ellos. El percibirlo, no quiere decir que no te puedas controlar.

     >>También es así para él, estoy seguro. Percibe alfas y omegas todo el tiempo, no como los recesivos que sólo lo hacen cuando las feromonas son muy altas, y está asqueado. Necesitamos un poco de tranquilidad, y estar juntos no ayuda.

     —Ahora entiendo por qué Granola quiso salir del antro. Dijo que dos alfas recesivos que peleaban trataban de imponerse liberando feromonas.

     —Tal vez… Posiblemente terminaré acostumbrándome a su aroma, como con nuestros amigos, Kakarotto. Pero después de esta noche, no quiero tenerlo cerca por ahora. Estoy bastante aturdido.

     —Es una lástima. Quería que mañana fuéramos al parque de diversiones, o visitar el centro comercial.

     —¿Por qué quieres que todo el mundo sea amigo? —le revolvió el cabello, sacándole una risita al Son—. Si quieres salir con él, adelante. Pero paso esta vez.

     —Son Goku—llamó una enfermera, el menor levantó la mano—. Consultorio dos.

     El aludido se levantó de la silla y caminó despacio hasta la puerta marcada con un enorme número dos en color verde, abrazando todavía su botella de suero a medio terminar. Soltó una risita al ver que lucía asustado, posiblemente por esa advertencia falsa de que, si no terminaba su bebida, el doctor sacaría una aguja.

     —Nunca conocí a un omega dominante…—pensó—. Y de los pocos alfas dominante que conozco, ya son adultos mayores. No recuerdo a alguien de la universidad—soltó aire, para mirar el blanco techo—. Sólo un par de años más y se tranquilizará todo de una buena vez por todas… —sin querer pensó de nuevo en aquel chico, de su mirada amenazante con ese par de orbes claros, uno de un impresionante tono azul, y el otro de un inusual y raro color rubí.

     >>Si su celo es irregular, quiere decir que quizá ha tenido más eventos así. Supongo que de ahí fue el interés de entrenar. Aunque… ¿Qué no el celo llega a debilitar y a nublarte? En mi último celo duré en cama casi una semana porque no tomé el maldito medicamento rápido, se prolongaron algunos síntomas, y se intensificaron los efectos secundarios de las pastillas.

     >>No se ve del tipo que se rinde a la primera. Incluso, en ese instante, se veía listo para pelear… Supongo que puede resistirse, pero terminará dañándose si siempre dura tanto sin el supresor una vez que empieza el celo.

     —¡Ya me aburrí! —empezó a quejarse un niño cerca. Por las ronchas en su piel, dedujo que había tenido una reacción alérgica leve—. ¡Ya me quiero ir a casa!

     —¡Shh! El señor se está enojando—el menor le dirigió una mirada incrédula al Saiyan, quien frunció el ceño y chasqueó la lengua. El infante inmediatamente se sentó en su lugar y se abrazó a su madre, quien le guiñó el ojo al pelinegro a modo de agradecimiento, se veía que estaba agotada por las ojeras en su rostro y la palidez de su piel, sumada a la preocupación de ese momento por su hijo.

     Sintió un poco de gracia ante la situación. Todo era más sencillo a esa edad: jugar, comer e ir a dormir. Tan simple, sin tener que preocuparse de nada y sin darse cuenta de la asquerosa realidad donde vivía.

     —Todo sería perfecto si todos fuéramos betas…—cerró los ojos y se acomodó en el asiento, algo adormilado—. Estoy cansado de todo.

Notas finales:

10/07/2022


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