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El Dragón del Este (re-subido y re-editado) por Cat_GameO

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Notas del fanfic:

Este fanfic es una historia 100% original. Todas los relatos aquí mostrados son ficción y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

ADVERTENCIA: Esta historia contiene temas como el abuso de substancias nocivas como las drogas, alcohol y tabaco. También se muestran situaciones con temáticas de violación, asesinatos a sangre fría y a fin. Por favor, tomar las discreciones correctas antes de leer. NO ES RECOMENDABLE  para personas menores de 16 años.

Todos los personajes son de mi autoría.

Esta versión está corregida y editada en comparación a la que estaba en mi anterior cuenta.

Espero que lo disfruten.

Esta es la primera parte de la saga IMPERIUM. Es previo a la historia del Trono Oculto que también encontrarán en mi cuenta.

Capítulo uno


Revelaciones


 


—¿Y cómo terminaste como uno de los Señores de la Droga? —preguntó con su voz varonil John.


Él estaba sentado frente a mí en un sillón rústico de tela café. Sus ojos azules un poco opacos contemplaban mi imagen con seriedad y su rostro agraciado y maduro parecía inmutable.


Antes de replicar, tomé un vaso que estaba sobre la mesa; éste tenía un líquido dorado que al pasar por mi garganta dejaba un sabor a madera rústica. Mi mano temblaba un poco y sé que mis ojos de un tono verde claro iban de John hacia la ventana. Nunca antes había decidido hablar con una persona externa a mi grupo sobre mi vida privada. Sin embargo, era inevitable ignorar los estremecimientos que recorrían mi cuerpo cada que pensaba en este hombre. Suspiré y puse el vaso de vuelta en la mesa. Crucé los brazos y hablé:


—No fue por la adicción que alguna vez tuve, si es lo que piensas —revelé con una voz tranquila y jovial—, aunque sí fue una gran influencia en mis decisiones. Pero la motivante fue otra. Quizás haya sido el odio que sentía por el sujeto al que le trabajaba o por el repudio a la vida que me ha seguido hasta este momento. Tal vez sea la única forma de sobrevivir ante la suerte que el destino me ha impuesto.


—Fuiste un adicto… —John opinó con desilusión palpable—. ¿Lo eres aún?


—Fui —reiteré con rapidez—. Ahora utilizo el alcohol…


Acallé. Aquella revelación había sonado como una excusa que había dicho para convencerme a mí mismo más que para limpiar mi reputación frente a John. Todavía el pasado me perseguía hasta este punto y no podía negar que era un prisionero… el mismo tipo que siempre había sido.


—Quizá no lo comprendas, John —agregué—, porque es muy probable que tú nunca hayas pasado por momentos tan desagradables como yo.


—No puedes saberlo —compuso el hombre.


Durante unos minutos, nuestras miradas quedaron prendidas una de la otra; yo arrojaba molestia y él mostraba una seriedad imposible de interpretar. Ninguno de los dos nos movimos. John portaba una gabardina larga, unas botas cortas y un saco elegante. Su imagen mística era capaz de atormentarme con deseos sexuales y mórbidos. Por otro lado, yo traía una camisa negra, una corbata roja, un saco rojizo y el pantalón oscuro que combinaba con las botas negras tipo militar; era mi atuendo especial y el que utilizaba por motivos de celebración. Horas antes había salido de la oficina para encontrarme con John. Incluso había ignorado las peticiones de Charles; mi subordinado más próximo y mi mano derecha.


No podía negar que las advertencias de Charles tenían cierta verdad y estaban bien intencionadas… pues no conocía nada de John. Tan sólo podía asegurar de que ese nombre era un alias, pero nada más.


—Supongo que ninguno de los dos confía en el otro —la voz de John llenó la habitación.


Sonreí con honestidad. No deseaba volver a perder el contacto con él, así que estaba dispuesto a hablar.


—Mucho antes de acercarme a las drogas —comencé—, a una corta edad, comprendí que el único regalo que la vida me ha dejado es el sufrimiento. Mi padre fue un adicto y vivió cosas desagradables que lo llevaron a un punto sin salvación. Casi toda nuestra infancia, mi hermano y yo nos protegimos el uno al otro. Nos cuidábamos para salir adelante ante la soledad y suerte de haber nacido sin ser deseados por nadie. Pero él también era un niño como yo y, por más que nos apoyáramos, no podíamos combatirlo todo. Una noche, antes de tomar el camino fácil, mi padre tuvo una fiesta. Había invitado a un montón de supuestos amigos. Sé que nos había ordenado permanecer en nuestra habitación. Sin embargo, no puedes controlarlo todo, y así ocurrió esa noche. Uno de los invitados, un conocido de mi padre, entró a nuestra habitación. Mi hermano había salido a buscar comida, ya que llevábamos dos días sin alimentarnos debidamente. El hombre tomó ventaja de su estatura y peso… Supongo que puedes imaginar lo qué pasó.


John no replicó. Movió la cabeza a un lado para evitar mis ojos. Yo bebí del vaso de licor y recordé aquellas imágenes. Sí, mi vida había sido un desastre. Estaba llena de situaciones oscuras e incontrolables. Aún así, ya no podía seguir con la huída. Sabía que tenía que enfrentar el pasado y perdonar. Debía dejar ir todos aquellos sentimientos de odio que me habían rodeado.


—Si no quieres proseguir, podemos olvidarlo —opinó John.


—Eso dependerá de ti —contrapuse con un tono tranquilo—. A mí no me molesta contarte lo que ocurrió.


—Puedo hacerme una idea, justo como lo dijiste.


—Entonces, ¿quieres que siga?


John asintió con calma y regresó la mirada a mí. Al igual que yo, su tez era pálida, pero su cabello era rubio claro-cenizo y un poco largo. En cambio, el mío es de un tono totalmente negro y muy corto.


—Esa noche probé el primer trago amargo que detonaría toda esta locura al nivel que ahora vivo. Mi cuerpo fue abusado y yo lo único que hice fue esconderme de mi hermano y padre. Por supuesto que mi hermano se dio cuenta y lo único que pudo hacer fue quedarse en la habitación y llorar junto a mí. Nuestra relación se entrelazó a un nivel enfermizo, ya que acrecentamos los lazos y sobrepasamos límites. No nos juzgues… —dije como si pidiera misericordia—, éramos niños de catorce años que no conocían otra forma de amor. Cometimos incesto creyendo que así borraríamos el pasado, que así haríamos que el exterior dejara de dañarnos, que así nos mantendríamos unidos y protegidos por siempre. Pero, un año después, mi padre volvió a caer en el vicio y el dinero escaseó todavía más. Hubo días en los que no comíamos nada… que no teníamos ni para una manzana o un pan. Mi padre se ausentó extrañamente por casi tres meses, mientras que nosotros vagamos en las calles de la ciudad donde vivíamos. Así fue como decidí trabajar como vendedor de mercancía de un grupo local. Obtuve el contacto gracias al historial de mi padre y era fácil para mí vender la droga a chicos de mi edad. Pensé que todo sería mejor, pues tenía dinero… pero… un niño no tiene la madurez para tomar una decisión así.


Agaché la cabeza y contuve el llanto.


—Sé que tú jamás has consumido —expresé con un dolor profundo—, por eso mismo no puedes comprender lo que las drogas fueron para mí en esos tiempos. Cada que las consumía, todo el dolor y toda la realidad se esfumaban. Ya no había memorias que atormentaran mi cabeza de manera constante, ni los sentimientos confusos respecto a mi hermano gemelo, ni mucho menos el rencor y odio que siento hacia mi padre. Era como si flotara en una nube suave que se alejaba por los cielos y lo único que me dejaba ver era un hermoso atardecer y sueños en otra realidad. Era una fantasía que me llevaba a un mundo perfecto; uno en donde era un simple estudiante de preparatoria que tenía un padre que le amara y le protegiera… un lugar en el cual existían amigos reales, y podía vivir cosas como el resto de los chicos de mi edad. Sin embargo, también había otra realidad intrínseca a ese paraíso perfecto, pues las drogas que consumía eran las que debía vender.


De forma rápida cubrí mi rostro con la mano izquierda y dejé a un respiro profundo salir. Todavía, hasta este momento, era imposible no sentir nada.


—¿Heath? —John preguntó al no escuchar mi voz—. No tienes que contarme si no lo deseas.


—Quiero que lo sepas —revelé con prisa al descubrir mi cara— porque no quiero que sigamos con esta relación tan vacía. Quiero conocerte de verdad y quiero que conozcas quién soy realmente. No quiero que te quedes con la imagen del líder de un cártel de drogas que actúa como si lo único que lo impulsara fuera el poder.


No hubo respuesta. Terminé la bebida y aclaré la garganta.


—Connor… Gary Connor era mi jefe. El Líder del Cártel del Oeste; los Saltamontes Azules. Trabajaba para él. Y, aquél día en el que juré asesinarlo, había sido un día común para mí hasta que la noche llegó. Ya tenía más de cinco alertas durante casi los dos años de trabajo que llevaba con él y había sido golpeado varias veces por sus matones. Estos actos habían sido una forma de avisarme que él no toleraría mis evasivas y que debía pagar por toda la mercancía que me había entregado. Lo único que hice fue ignorar su mensaje y recibir una parte de la mercancía. Creía que podía seguir evitando los problemas que se apilaban como libros pesados. Mi adicción era profunda y estaba alimentada por el dolor que rodeaba a mi familia y todas las circunstancias que vivía en esos instantes. Ya no tenía control. Mejor dicho: no quería afrontar la realidad, ni mucho menos aceptar que estaba perdido y abandonado. —Detuve las frases por unos instantes y di un trago pesado al vaso de licor. Proseguí—: Regresé a casa y usé todo lo que pude para viajar hasta esas fantasías que eran perfectas. Había subestimado a los hombres de Connor, a mi propia familia y a la misma realidad. Durante la madrugada, entraron al departamento y me llevaron a rastras. Me golpearon un poco hasta que me metieron al maletero de un coche. Mi cerebro todavía estaba adormecido… Ignoraba el peligro real porque ya estaba acostumbrado a las palizas que solía recibir. Pero esa vez fue diferente. Llegamos hasta uno de los bares bajo el control de Connor y me llevaron hasta una habitación privada donde había unas mesas de billar para eventos exclusivos. Me ataron, me inyectaron sedantes en cantidades bajas, me despojaron de mis ropas, me golpearon para mantener mis sentidos alertas y me dejaron con un grupo previamente seleccionado por el líder. Connor me advirtió y me dijo que después de esa ‘pequeña’ —enfaticé en la última palabra y seguí con la revelación—: amenaza no habría más. Y cuando él salió de la habitación, los sujetos que habían quedado comenzaron a tocarme sin cuidado y me violaron. No sé por cuántas horas mi cuerpo fue abuzado una y otra vez sin descanso, pero lo que sí sé es que tomé una decisión.


Agaché la mirada otra vez y contemplé el suelo. No podía engañar a nadie. Mis manos se habían manchado de sangre desde ese incidente… y jamás volverían a ser las manos de aquél niño inocente que alguna vez existió en mi interior.


—Sé lo que piensas, John. Sé que crees que incluso ese tipo de cosas no pueden excusar los asesinatos que he cometido. Pero en mi mundo no existe la justicia… sólo existe el poder. Y yo aprendí que las formas del poder tienen muchas representaciones. Maté a cada uno de los cabrones que me violaron esa vez y luego comencé una rebelión interna en el grupo de Connor. Me robé a uno de sus mejores hombres y ataqué una parte de sus territorios. Además, lo asesiné personalmente hace unos meses, cuando nuestra guerra escaló a otro nivel. Sé que al matarlo a él, despojé a otros de la oportunidad de sus propias venganzas. Pero no me arrepiento de mis actos —dije al sostener la mirada de John.


Durante unos segundos no hubo sonido extra al tictac del reloj de pared que estaba en la habitación del hotel. Luego, John se puso de pie, caminó rumbo al trinchero enano y sujetó una de las botellas del licor.


—Si ya has matado a ese cabrón —habló John—, ¿por qué te escondes en el alcohol?


—Aunque no lo creas —repliqué—, todas las heridas que dejó en mí y las que mi familia forjó en mi camino no han sido fáciles de sobrellevar. Todavía puedo recordar el dolor, la humillación, las súplicas y el miedo que sentí durante esa noche en que Connor decidió darme una lección de por vida. No he podido recuperar mi fuerza por completo. Sé que ahora tengo poder, pero es un poder que ejerzo sobre otros… no sobre mí. Todavía soy incapaz de confiar en los demás y de dejar entrar a las personas a mi vida. Aún no he podido perdonar a mi padre ni a mi hermano. La única forma de sentir seguridad es cuando tengo un arma junto a mí o cuando estoy alcoholizado o cuando Charles está a mi lado.


John volteó para contemplar mi lugar y descubrí un rostro más serio de lo normal. ¿Estaba molesto?


—¿Qué ganas al contarme todo esto, Heath? —John preguntó con un tono fuerte. Dio unos pasos, colocó la botella en la mesa y se sentó en el otro espacio del sillón junto a mí—. ¿Quieres que también te cuente mi vida?


Contemplé a John con molestia. Estaba consciente de que entre nosotros no había más que sexo casual. Pero las últimas veces había sido distinto. Casi podía asegurar que John también había desarrollado sentimientos por mí. Tal vez yo estaba herido y marcado por las circunstancias de mi historia, pero todavía era capaz de sentir, ¡maldita sea! Y sabía que él también.


—Quería que supieras más de mí. No sólo soy el Dragón del Este; un cabrón que se dedica a matar a sus enemigos.


—Y vas a hablar de más sentimentalismos —John me interrumpió—, para excusar tus acciones como uno de los Señores de la Droga, Heath. Eres un asesino, un matón como el resto de esos cabrones. Y, encima de eso, un marica que le está contado excusas a un hijo de puta que lo único que ha hecho es follarte y aprovechar tu cuerpo cada que estás ebrio. ¿Qué clase de mierda somos al usar nuestros pasados para reponer nuestras acciones como correctas?


—Has matado —dije con seguridad al comprender las palabras de John— y todavía lo haces.


—Por supuesto. Pero no voy a excusarme, chico. A diferencia de ti, nunca he sido violado ni he consumido drogas como un adicto estúpido. Lo único que tengo en esta vida es una misión… un cometido que se rige bajo la ideología de la libertad. Tampoco creo en la justicia, Heath, porque sé que no existe. Creo en la libertad… aunque, si dejara de hacerlo, entonces, todo mi mundo se derrumbaría. Yo no soy un asesino para alcanzar el poder. Yo lo hago porque son las órdenes de quienes comandan nuestros mundos. Quizás he perdido cosas importantes en el camino como a la familia, pero eso no cambiará la decisión de luchar por la libertad.


—John —insistí al acercar mi cuerpo al otro hombre—, ¿y sería tan malo intentarlo?


—Ni tú ni yo podemos jugar a las fantasías. No ganaríamos nada.


—¿Cómo estás tan seguro de ello? —renegué.


—Eres uno de los líderes emergentes de la droga, y yo… sigo los comandos de los que están sobre ti. Esa es nuestra primera realidad. Ambos somos hombres, ¿no lo ves? Todas esas estupideces de crear una familia no es más que mera fantasía. Ah, y te recuerdo que no estoy interesado en los hombres únicamente, así que preferiría intentar eso de la familia con una mujer. Tú no ofreces nada más que un rato de diversión.


Contuve mi voz. Estaba disgustado, pero también dolido. Había bajado la guardia ante este hombre y había revelado cosas de mi pasado que nadie más que Charles y unos pocos más conocían. Agaché la mirada y cerré los ojos. No había considerado una respuesta negativa por parte de John. Había creído lo contrario. Pues, después de dos meses de ausencia, ambos habíamos regresado al mismo bar donde nos habíamos conocido, y podía notar en su mirada el deseo. Era fácil percatarse de nuestra insistencia por encontrarnos en el hotel donde hablábamos en este momento, cada que nuestros trabajos lo permitían. Si lo único que quería era sexo, ¿por qué no buscaba a una prostituta y ya?


Entonces, sujeté el hombro de John y acorté la distancia. Él era más alto que yo, quizá quince o veinte centímetros, y su cuerpo era más ancho que el mío por la musculatura y estructura gruesa. Su cabello era largo hasta debajo de las orejas y su rostro era más maduro en comparación al mío. John no evitó el tacto y colocó su mano en mi pierna.


—Mientes —susurré en su oído—, lo sé, John. Sé que mientes.


—¿Cómo estás tan seguro? —dudó John con un tono neutral.


—Porque regresaste… y me buscaste. Si lo que quieres es sólo coger, entonces ve con una puta.


Durante unos minutos no hubo reacción. Moví el cuerpo para atrás y desistí. Mi mente se llenó de dudas y tormentos. ¿Era demasiado pedir? Después de todo lo que había vivido, a pesar de todo el dolor que había en mi interior, ¿a caso debía aceptar que aquella idea del amor nunca sería posible en el camino que ahora recorría?


—Está bien —acepté con una voz seria al sentir que John retiraba la mano de mi—, si esa es tu respuesta, entonces hasta aquí llegamos, John. No volveré a insistir. Y lamento haber hablado de algo incómodo contigo. —Me puse de pie y anduve hasta la puerta sin regresar la mirada hacia aquél desconocido que se había convertido en algo más. Antes de abrir la puerta, agregué—: espero que puedas vivir en la mentira… porque yo no podré. Me enamoré de ti. Algo que creí imposible después de todos estos años. Pero no te molestaré con algo que consideras ridículo. He aprendido a alejarme cada que me siento vulnerable, a pesar de que había aceptado esa sensación a tu lado. No tienes que preocuparte por la información, pues diré que esto jamás pasó. Hasta nunca, John.


Ni siquiera aguardé un segundo. Salí a toda prisa y caminé por el pasillo alfombrado e iluminado por lámparas de pared. Sentía una presión en el pecho y un ardor en el estómago. Deseaba llorar, pero me había privado de ese lujo tiempo atrás y eso no cambiaría ahora. 


 


***


 


Saqué el móvil y busqué el nombre de Charles. Marqué y esperé.


—¿Jefe? —sonó la voz profunda de Charles por la bocina del teléfono—, ¿qué pasa?


No dije nada. Contemplé la pantalla del celular y colgué. Ni siquiera tenía fuerzas para hablar con la única persona a la que ahora consideraba mi familia. Llegué hasta el aparcamiento, busqué el coche negro con estilo deportivo, subí y encendí el motor. Manejé fuera del hotel y prendí la radio; a esta hora de la noche transmitían clásicos del jazz. Por lo menos la música calmaba mis pensamientos. Lo único que deseaba era esconderme, sentirme protegido… y genuinamente amado.


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