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El Dragón del Este (re-subido y re-editado) por Cat_GameO

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Capítulo diez

 

La traición

 

 

 

—Hijo de puta —susurré con enojo. Mi voz no había perturbado el eco de mis pasos. El teléfono estaba cerca de mi oreja y percibía el sonido de marcado. No había respuesta—. Cabrón —volví a maldecir.

 

Detuve el andar en la entrada de la enfermería que existía en la base, presioné un botón en el controlador y la puerta se abrió. Una vez que me adentré a la sala, encontré a Jenny sentada en un banco junto a la cama de hospital, Charles al pie de la misma y Prim acostada con algunos vendajes visibles.

 

—Jefe —Jenny habló al ponerse de pie—, la doctora dice que Prim necesita descanso absoluto y que en dos días podrá hacer actividades simples.

 

—Retírate, Jenny —ordené con seriedad al guardar el celular en la chaqueta—, necesito hablar en privado con Prim y Charles.

 

Jenny no se movió. Su mirada mostraba seriedad y su rostro, adornado con una gasa en el mentón izquierdo, había arrojado una mueca de disgusto distinguible. Asintió con la cabeza y aceptó la orden. Cuando pasó junto a mí, toqué su hombro para hacerle saber que todo estaría bien. Jenny prosiguió y salió de la enfermería.

 

Me acerqué a la cama y contemplé a Prim. La adolescente tenía el brazo derecho vendado, varias gasas pequeñas en el rostro y ya había sido vestida con una bata de paciente de hospital. Sus ojos verdes me contemplaron y no pude reconocer la sensación que denotaba.

 

—¿Te encuentras mejor? —pregunté con calma.

 

Prim asintió con suavidad.

 

—Así que te enfrentaste a otro humano como tú —inicié la conversación—, eso quiere decir que Cal envió otros ‘regalos’ a otros líderes del narco.

 

—El Doctor Cal y la Doctora Rochaix eran responsables de los modelos: 01, 02, 03 y 04. No he enfrentado a ninguno de ellos. Otros doctores tenían bajo su cuidado al resto.

 

—¿Cuántos modelos crearon esos cabrones? —dudé con incredulidad y cierto miedo. ¿Qué había aceptado en realidad con la llegada de Prim?

 

—Prim —Charles compuso con rapidez—, ¿lo mataste? ¿Qué número era?

 

—Sí, lo maté —aseguró la chica con una sonrisa tímida— porque esa es mi razón primaria en esta vida. Era ‘Roku’ o cero-seis.

 

—Tu razón de existir… ¿es matar a otros como tú?

 

—Desgraciado —opiné con enojo—, ¿cómo puede ser tan inhumano y enseñarles a unos niños algo así para que se maten entre ellos? ¡Hijo de puta!

 

—Heath —Charles se acercó a mí y tocó mi hombro con suavidad—, hemos aceptado a Prim.

 

—Lo sé —repuse con inseguridad—, pero no es justo.

 

Sin previo aviso, Prim se movió de lugar. Usaba las rodillas para sostenerse y sus manos tocaban mis brazos. Dirigí la mirada hacia ella y encontré una sonrisa genuina. Sentí que la sangre se me helaba, que mi cuerpo era contenido por una fuerza superior y que mi corazón palpitaba con dolor. Tal vez Prim había sido creada en un laboratorio, pero era una persona, un individuo pensante con sentimientos y con la capacidad para tomar decisiones.

 

—No voy a engañarte, jefe. He hablado con Jenny de muchas cosas y le he contado sobre mi vida en el laboratorio. ¿Sabes qué hizo? —Prim expresó con su voz jovial—, lloró.

 

No pude evitar mostrar impacto.

 

—Jenny lloró y me abrazó. Lloraba tanto cuando le contaba sobre los entrenamientos, el modo de vida, lo que aprendí sobre la sociedad humana… También le dije que el Doctor Cal me había enseñado cosas fuera del protocolo, cosas sobre que existen placeres de la vida muy pequeños como dormir, comer, las formas de socializar y el amor. Jenny no paraba de llorar y de tocar mi cabeza como alguna vez la Doctora Rochaix y el Doctor Cal me demostraron su cariño. Sé que ellos me querían. Jenny me lo hizo saber. Pero… —agachó la mirada y agregó—: no voy a traicionarte.

 

—No es la traición lo que nos preocupa, Prim —Charles dijo como si hubiera notado mi incapacidad para hablar en estos instantes—, son las acciones que puedas llegar a cometer por esa razón que te inculcaron.

 

—Jenny dijo lo mismo —reveló la adolescente—, dijo que en esta vez estaba bien. Pero me cuestionó. Me preguntó que qué voy a hacer cuando encuentre al resto de los que son como yo y que no sean parte de un grupo enemigo.

 

—Por desgracia —continuó Charles—, no podemos dejarte trabajar con nosotros si buscarás asesinar a esa gente sin un motivo. Sí, Prim, lo sé, suena ridículo. Pero analiza bien, corazón, nosotros matamos a los enemigos que invaden nuestro territorio. Sin embargo, no vamos por ahí matando a todos los narcos sólo porque son narcos como nosotros. Antes de tu llegada, mantuvimos unas alianzas con un chico llamado Connor. Él también es un narco y no es un enemigo.

 

Prim alzó la vista y me observó con esa misma sonrisa, aunque ahora, podía jurar, había tristeza en su mirar.

 

—Hasta este momento comprendo a lo que te referías con buscar otro motivo —dijo Prim—, entonces… ¿qué debo hacer? Toda mi existencia perdería razón y me quedaría sin poder contestar por qué estoy aquí.

 

—Nuestros motivos cambian constantemente —aseguré— porque dependen de las circunstancias que nos rodean. Yo, alguna vez, usé la motivante de la venganza para seguir adelante. Pero en el camino encontré muchas otras razones. Por ejemplo, mis camaradas, mis ambiciones por el poder. ¡Vaya! hasta desear probar algo nuevo como la comida o el vino tinto.

 

—Podrían parecer cosas simples, corazón —Charles opinó con un tono paternal—, pero no lo son. Cada uno de nosotros tiene distintos motores e ideales que impulsan nuestra vida.

 

—Entonces… si quiero pelear junto a Jenny, ¿sería una excusa suficiente?, o qué hay de querer estar a su lado y seguir en el grupo para vivir algo tan emocionante como la guerra entre los cárteles, ¿está bien? —cuestionó Prim.

 

—Sí, son motivos válidos —confirmé—, mucho más válidos que esa razón que te dieron en el laboratorio. Nuestras razones deben ser propias, Prim, nunca impuestas por alguien más.

 

—Comprendo.

 

—Tomará un tiempo, corazón, lo sé —Charles usó una voz cálida al dirigirse a Prim. Era muy obvio que en esta niña veía reflejada la imagen de sus propios hijos. Continuó—: pero es parte de la vida. Aceptar que nada tiene sentido, que no hay un motivo que una deidad nos tiene preparado… Cada uno de nosotros descubre que es libre de elegir fundamentos personales y que al luchar por nuestros ideales tiene validez. A veces tendremos la suerte de encontrar a alguien que compartirá aquellos objetivos y que estará dispuesto a seguirnos en este camino como iguales. Mi esposa Diane y yo fuimos afortunados de encontrarnos y ahora caminamos juntos en esta vida. Quizás tú también puedas compartir tu camino, Prim.

 

—Hiciste un buen trabajo. Aun así, no olvides que Jenny está de tu lado —dije con satisfacción— y que puedes confiar en nosotros, así como nosotros en ti.

 

—De acuerdo —Prim sonrió como si fuera una chica común y sin aquella tristeza anterior.

 

Acepté la reacción de Prim y me sentí como un idiota. Por supuesto, todavía estaba cabreado por la mierda que Cal había hecho con esos niños, pero había ignorado la profundidad de la relación que Jenny desarrollaba con esa chica y que, además, Prim había descubierto una fascinación por esta mujer.

 

—Por ahora descansa. Jenny te llevará a casa. Sé que te recuperarás más rápido que alguien ordinario, pero no debes descuidar tu salud —al decir esto, toqué la cabeza de Prim como un mimo dirigido a una hermana menor. También sonreía con honestidad y ofrecía calidez genuina a mi subordinada—. Nosotros nos encargaremos de investigar quiénes eran los atacantes, ¿vale?

 

—Está bien —respondió Prim con el rostro casi radiante.

 

 

 

*** 

 

 

 

Una vez salimos de la enfermería, Jenny se puso en nuestro camino. Ella todavía mostraba un rostro de molestia.

 

—No puedes esconder que sientes algo por ella —opiné con una sonrisa en el rostro— y es una suerte que ella esté tan interesada en ti también. Te voy a ser honesto, Jenny, pensé que tu relación con ella traería problemas. Tú ya no eres una niña y debo aceptar que Prim tampoco es como una adolescente común. No estoy molesto, ni tampoco voy a decirte que te alejes de ella, pues no soy quién para hacerlo. Ya le he dicho que deben trabajar en equipo, aunque se encuentren en el camino con otros como ella. Jenny… —Aguardé. Saqué un cigarrillo y lo encendí. Proseguí—: te va a necesitar, así que llévala a casa y deja que descanse.

 

—¿De verdad no estás enojado? —cuestionó Jenny con un tono sorpresivo. Inclusive su mueca ya no lucía la pesadumbre pasada.

 

—No. Prim es ahora miembro de nuestro equipo y ella está aprendiendo a socializar como una chica común. Me molesta un poco que no podamos ofrecerle una vida distinta, pero le va bien nuestro modo de hacer las cosas. Creo que lo mejor que podemos hacer es tratarla como lo que es: una de los nuestros.

 

—¡Oh, Heath! Pensé que te enojarías al descubrir sobre esa idea de locura que le metieron desde que nació. Y peor… —Jenny cruzó los brazos y sus mejillas se sonrojaron un poco al pronunciar las siguientes frases—: que yo tuve el descuido de enamorarme. Y es que la chica es muy mona… Sin embargo, es una maestra del combate y goza de conversaciones sobre técnicas, armas, y de lo que yo suelo hablar.

 

—Sólo recuerda que es menor que tú, Jennifer —Charles interpuso con un tono serio—, y aunque su ficha técnica y sus papeles como ciudadana que hemos creado para ella digan que tiene dieciocho años, es una niña comparada a ti. No quiero que te aventajes de una situación y de su total inexperiencia en las relaciones humanas.

 

—¡Charles! —El rostro de Jenny se enrojeció por completo; hasta sus orejas descubiertas por el tipo de peinado que usaba estaban coloradas. Habló con un tono que solía emplear cuando estaba apenada—: por favor, ¿en qué imagen me tienes? ¡Por todos los cielos! No voy a hacer algo que le incomode, ni mucho menos he pensado en tocarla sólo por ventaja. ¿Por quién me tomas?

 

Reí con libertad y sonreí al sacar el humo de la boca al fumar.

 

—Es su instinto paternal —repuse con calma—. Ya sabes, no puede dejar de preocuparse por los más jóvenes de nuestro grupo.

 

—Es cierto. —Aceptó Jenny con una sonrisa. —Yo la llevaré a casa y me encargaré de que se recupere. Aunque, no sé si lo notaron, pero no luce tan mal ahora y tan sólo han pasado unas horas. De cualquier forma yo los mantendré informados.

 

—Gracias.

 

Jenny ingresó de vuelta a la enfermería y la sala previa quedó sólo con Charles y mi presencia. No debía desviar la atención del problema real. Si Jamie había entrado a mi territorio, debía haber una explicación; empero, si había sido otro grupo… ¿qué habían buscado? Eran ya demasiadas coincidencias.

 

—Charles, cita a Roy mañana en mi oficina. Necesitamos encontrar a Connor.

 

—¿Connor? —Charles reaccionó y se movió para quedar frente a mí. —Ah, el segundo Connor. ¿Por qué? Es probable que el muchacho esté buscando matar a su hermano mayor.

 

—No, no lo creo así —refuté con seriedad—. Los sobrevivientes del grupo de Gary están con él y su madre estuvo el día en que matamos a Gary. Tengo la ligera sospecha de que ellos han estado moviendo algunos hilos en todo esto. Primero Don B nos ataca sin motivo aparente, sin saber que nosotros habíamos vendido nuevos productos a los cárteles de las Islas Brook. Después la muerte de Pedro… —Acallé de repente. Este incidente era el que más me hacía dudar. Quizá alguien había empleado al primo de Hanz y le había entregado una forma de venganza. Pero… la muerte de Pedro parecía tan irreal. Pedro había sido una persona con experiencia en la guerra contra otros grupos y había sido un ex-militar, así como Roy. ¿Cómo había muerto tan fácilmente en manos de novatos? Proseguí—: Charles —hablé con un tono titubeante—, ¿crees que algún día Jenny y Roy me traicionen?

 

—¿Qué?, ¿a qué viene esto?

 

La muerte de Pedro había ocurrido un poco después de que las negociaciones del sur pasaran, pero él había estado informado de todo el movimiento junto con Princesa. Además, desde mi entrada como líder, ni Jamie ni Don B habían intentado usar a alguien de mi familia para amenazarme. ¡Maldita sea! Recordé a toda prisa las palabras de Alipsis. Los payasos habían ido a buscarlo hasta su casa. Contemplé a Charles con miedo. Las únicas personas que conocían con profundidad mi vida eran Charles, Roy, Jenny y Pedro. Ellos cuatro habían conocido mi caso cuando habían trabajado para Gary Connor y sólo ellos tenían la dirección de mi viejo domicilio. Tal vez no conocían a mi padre personalmente, pero sí la ubicación. Sólo ellos cuatro tenían esta información sobre mí.

 

—¿Heath?, ¿por qué me preguntas algo así? —Charles volvió a interrogar.

 

Después de la muerte de Pedro habíamos sido atacados por esos tipos trajeados y otro de los humanos de laboratorio como Prim. ¡No! No podía creerlo. Incluso mi visita a Cal había sido antes de que Pedro muriera.

 

Cerré los ojos y respiré con fuerza. Abrí los ojos y contemplé a Charles con miedo.

 

—Olvida lo de mañana. Necesito asegurar algo primero.

 

—Heath… —Charles tomó mi mano con fuerza. —¿Qué mierda estás pensando?

 

Moví la cabeza para evitar la mirada de Charles. Nunca había considerado que uno de mis cuatro allegados más fieles cometiera traición contra mí.

 

—Pedro no está muerto. Y ahora lo sabe todo. Sabe dónde está el laboratorio, dónde vive mi contacto, sabe del negocio del sur, sabe de mi familia, ¡y hasta sabe sobre Prim!

 

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Charles soltó mi mano y cruzó los brazos. Su mirada se movió un poco como si buscara en su interior por una respuesta.

 

—Charles, analiza con calma. Pedro trabaja para el segundo Connor y la segunda mujer de Gary. Ella, Eveline Franco, sabía que Gary pronto moriría y debía buscar un método para vengarse.

 

—Maldita sea —opinó Charles—, ¿cómo no pude verlo antes? —Sacó el celular y marcó con rapidez. —Hay que informarle a Roy que ande con cuidado. Debemos juntar al equipo de líderes y explicar la situación. ¿Sí? —habló en la bocina del celular—, ¿Roy?, necesito que mañana te presentes en la oficina temprano, ¿queda claro? Bien, de acuerdo. Escucha, ten mucho cuidado. No te descuides ni un momento, ¿de acuerdo? Sí, sí, nos vemos mañana.

 

—Por ahora debemos investigar con calma —opiné como un perro asustado—, pensar en el siguiente movimiento, ¿vale?

 

—Sí. Debemos asegurar nuestra protección y la de nuestras familias. Haré unas llamadas extras para alertar a los grupos de seguridad. También será conveniente que no regreses a casa solo.

 

Pensé con prontitud. Charles tenía razón. Sin conocer con exactitud la jugada de los enemigos, no podíamos arriesgar la seguridad de nadie. Sin embargo, no podía ignorar el sentimiento de que algo grande estaba por ocurrir.

 

—Charles, asegura el perímetro alrededor del laboratorio y manténme informado sobre las ubicaciones de los líderes. —Di un paso para atrás e intenté avanzar hacia las escaleras de emergencia, pero Charles me detuvo.

 

—¿A dónde vas? —cuestionó Charles con fuerza.

 

—A buscar una respuesta y una solución —respondí llanamente.

 

—No, Heath. Deja que los equipos de investigación se movilicen. Tú debes quedarte aquí o ir a mi casa.

 

Negué con la cabeza, giré y contemplé a Charles.

 

—No voy a quedarme de brazos cruzados. Así que comprende.

 

—¡No, tú comprende! —Charles apretó su mano en mi brazo, luego usó un tono más serio de lo usual—: comprende, por favor, que si te dejo andar solo, no sé qué podría pasar y… no podré asegurar tu bienestar.

 

—Estaré bien. —Alejé la mirada de Charles y suspiré con fuerza. —Por favor. Tenemos que encontrarlos a ellos antes de que nos destruyan. Y tengo que estar preparado para lo peor.

 

Durante unos minutos, no hubo respuesta ni movimiento. A continuación, Charles soltó mi brazo y dio unos pasos para quedar junto a mí. De forma sorpresiva, tomó mi rostro con suavidad y descubrí una expresión seria.

 

—Sólo prométeme algo —por fin dijo Charles—, prométeme que no enfrentarás solo a esos cabrones. Ya no trabajas en soledad, Heath, ya no tienes que buscar a tus enemigos por tu cuenta.

 

—Ante cualquier indicio de problemas, te contactaré. Prepara a una escolta para rondar por Blaze y que estén listos para intervenir.

 

—Sí. —Sonrió Charles al soltar mi cara. —Sí. Yo arreglaré los detalles.

 

—Gracias.

 

Y, a toda prisa, bajé por la escalera de emergencia y llegué hasta el subterráneo. Caminaba con rapidez en torno al carro negro deportivo y deseaba que mis suposiciones fueran erróneas.

 

 

 

 ***

 

 

 

Salí de los cuarteles generales y manejé con prontitud rumbo a la zona del noroeste. Procuré no pasar altos, evitar calles traficadas y tramos que solía utilizar como rutas. Ignoraba el peligro al que iba, pues estaba molesto y un poco desilusionado. Todavía era perseguido por el recuerdo de Gary Connor y creía que la venganza seguía sin terminar.

 

Un sonido inusual se hizo presente en el auto, había sido como un pequeño timbre que no reconocía. Aproveché un alto en un cruce escolar y busqué en el interior de la chaqueta. El teléfono de modelo antiguo que había pertenecido a Blake tenía la pantalla encendida y marcaba, con un ícono de un sobre, que había un mensaje sin leer. Presioné el botón central del teclado y leí el mensaje. Blake preguntaba si estaba libre para charlar un poco. Utilicé las dos manos para escribir con un poco de dificultad con las teclas del aparato y le pedí una media hora para acordar un sitio.

 

Continué con el trayecto hasta que arribé a una carretera extensa que llevaba hacia la autopista fronteriza entre el Distrito de Blaze y Gota. La policía ya no estaba en los alrededores, sólo quedaba una patrulla en las lejanías y varias zonas tenían cintilas rojas que impedían el paso. Proseguí por la vía. Este no era el sitio donde mi grupo había recibido el asalto principal. Tomé una calle a la derecha, luego dos a la izquierda y llegué hasta una especie de lote de autos viejos.

 

Al bajar del carro que estacioné en la acera del frente junto a otros carros para disimular mi llegada, me acerqué a la reja del lote y miré el interior. El espacio estaba lleno de chatarra de automóviles y parecía abandonado por más de un par de años. La reja estaba cerrada por una cadena gruesa y oxidada colocada como si alguien quisiera pretender que nada había pasado allí, así que opté por saltar por el borde derecho. Trepé con facilidad y entré al lote. Di unos pasos en torno a una pila de chatarra, busqué por alguna señal… pero no había nada. Usaba la lámpara de mi móvil para aluzar.

 

De pronto, una camioneta de carrocería pesada se estacionó en la entrada. No había tenido las luces prendidas por lo que sólo el ruido del motor la había delatado. Me moví a la izquierda, apagué la lámpara y usé los carros viejos para esconder mi cuerpo y espiar. Un grupo de tres personas bajaron de la camioneta, retiraron la cadena y se adentraron. Noté por la poca luz que los desconocidos portaban guantes blancos tipo quirúrgicos, botas gruesas y unas caretas claras. Prendieron unas linternas y se adentraron rumbo al oeste. Yo caminé con cautela y evité la luz detrás de unas carrocerías apiladas.

 

—Por acá —sonó la voz de un hombre—, la señal de cero-seis desapareció en este punto.

 

Busqué un camino por los escombros metálicos y seguí el paso de los otros intrusos. Habíamos llegado casi al borde de la pared que daba al poniente donde algunos coches lucían golpeados y colocados de cabeza de forma inusual. ¿Por qué habían esperado tanto tiempo para recolectar restos? ¿Quiénes eran?

 

—Su cuerpo está debajo de este sedán rojo —dijo otro de los intrusos con una voz opacada por la careta que portaba—. El equipo de Cal y Rochaix debió haber recogido sólo una parte. Será mejor que llevemos nuestra parte antes de que la policía descubra que aquí también ocurrió la pelea.

 

Maldito Cal, había aprovechado el incidente y el muy cabrón no había respondido mi llamada.

 

—Cero-uno fue superior en combate —opinó una voz jovial. Quizá hablaba el intruso de la derecha junto al carro chatarra de color rojo—. Supongo que el equipo de ellos dos debe estar satisfecho con el resultado.

 

—Recuerden —dijo una voz profunda proveniente del hombre que aguardaba frente a los dos con la linterna hacia el frente—, también estamos aquí para revelar algunas pistas de los planes de Cal. Tenemos que destruirlo y averiguar su objetivo. Sólo Rochaix confía en él, pero el jefe cree que es un sujeto muy irregular para dejarlo seguir con vida. Es probable que ya haya llamado la atención de otros grupos militares secretos.

 

—¿Por qué no lo matan y ya?

 

—Porque su cerebro es muy brillante y valioso —sonó la voz del hombre que recolectaba las muestras debajo del carro—. Y porque el jefe quiere obtener algo realmente bueno de él antes de borrarlo del mapa o que sea robado por algún cabrón de Cadenas.

 

—¿Brillante? Es un apático de mierda. Y aunque su papi sea el dueño de varias compañías, no deja de ser un imbécil.

 

—Ya, déjense de idioteces y terminen con esto. Recuerden, no tomen nada del cuerpo o la policía lo creerá muy sospechoso. Al final, nadie puede saber quién era cero-seis —repuso el de voz profunda—. Además, los narcos no tardarán en llegar también. Le vendimos uno de los nuestros al cabrón con cara de loco sólo porque tenía información respecto al plan de Cal y Rochaix. Él nos confirmó que ellos hicieron lo mismo. Esos dos malditos entregaron a cero-uno a un grupo de narcos de la región. Realmente a nosotros no nos importan sus guerras estúpidas, pero esto nos arrojará la data necesaria para continuar con los experimentos y copiar todo el proyecto completo de Cal.

 

Con aquella información pude deducir que Cal no había ofrecido a mis enemigos primarios otro de esos super-humanos. Del mismo modo, uno de los grupos de narcotraficantes había adquirido al tal cero-seis, y el único fuera de mi grupo que sabía de la adquisición de Prim era Pedro.

 

—Listo —sonó la voz del intruso recolector—, vámonos de aquí ya. Analizaremos en el laboratorio lo que falló con cero-seis, ¿quieren?

 

—Andando —ordenó el de voz profunda.

 

Escuché los pasos de los intrusos alejarse del sitio y aguardé casi cinco o diez minutos, hasta que el motor de la camioneta sonó fuera de la calle. Abandoné el escondite y me acerqué a la chatarra del sedán rojizo y me incliné. Había una parte de un brazo, tal vez un torso descuartizado y sangre fresca en el metal del auto, techo del mismo y en la tierra. Busqué una cajita de Luna que conservaba del primer regalo de Connor. Al abrirla retiré la droga con forma de pastilla y la guardé en el bolsillo. Aunque no tenía otro método para recolectar una muestra, decidí que era mejor que nada. Usé la caja metálica como una pala y tomé sangre de la tierra. Era probable que iba a necesitar esta muestra si quería reclamar algo de todo esto contra Cal.

 

Cuando me puse de pie, corrí de vuelta a la entrada, dejé la reja cerrada con la cadena y salí del lugar hasta llegar al carro. Subí a toda prisa y suspiré con un poco de estrés. Era consciente que no podía encontrar a Pedro, ni al grupo restante de los Saltamontes Azules. Sentía impotencia, como si estuviera imposibilitado, como si otra vez estuviera en el pasado… frente a Gary Connor.

 

Negué con la cabeza y suspiré. Necesitaba calmar a mi mente y pensar con claridad. Tomé el teléfono de modelo viejo y marqué el único número en la memoria.

 

—¿Blake? —pronuncié al reconocer la voz de la otra persona—, ¿podemos vernos? Pero, no puedo ir a mi casa y no es conveniente un hotel en estos momentos por una situación que está pasando. ¿Podríamos vernos en tu casa?

 

—De acuerdo —sonó la voz de Blake—, te enviaré la dirección en un mensaje.

 

—Gracias.

 

Colgué el teléfono y unos segundos después recibí el mensaje con la dirección. Encendí el motor del carro y manejé rumbo a la periferia sur de Blaze. Por fortuna, no fue difícil ubicar la casa de Blake y, por fortuna, también vivía en un edificio departamental básico.

 

 

 

***

 

 

 

Al aparcar el coche, salí del carro y llegué hasta la entrada principal. Estaba bloqueada y sólo había un comunicador local postrado en la pared para contactar con los inquilinos. Presioné el número cinco que era el número del apartamento de Blake y de inmediato la puerta hizo un sonido como estridente para indicar que podía proseguir. Me adentré y subí por las escaleras con cierta rapidez hasta llegar al número cinco. Toqué la puerta y fue abierta casi al segundo golpe suave. Blake portaba el cabello húmedo, una playera blanca y una pantalonera deportiva. Yo ni siquiera pude sonreír al ver su imagen, sólo pedí el paso.

 

Cuando estuve dentro del apartamento, noté que era un lugar pequeño; más que el mío. Contaba con una sala reducida y sin un comedor ya que era reemplazado por una barra que separaba la cocina de la sala. A la izquierda había dos puertas extras y al frente dos ventanas.

 

—¿Estás bien? —Blake preguntó al cerrar la puerta y acercarse a mí—, luces bastante alterado.

 

Agaché la mirada y suspiré con profundidad. Sí, estaba alterado, pues el descubrimiento de la posible traición de un camarada era algo que no había esperado de las personas que habían apoyado mi venganza contra Gary Connor.

 

Di unos pasos hacia Blake y contemplé su rostro serio.

 

—¿Puedo quedarme aquí? —hablé con un tono seco y un poco tímido.

 

—Claro —Blake respondió. Se alejó de mí y se acercó a la barra de la cocina—. ¿Quieres algo de beber? Tengo whisky, vodka, ¿vino tinto?

 

—No.

 

Me dirigí a la sala y me senté en el sillón grande. Retiré la chaqueta y saqué la pastilla de Luna del bolsillo derecho. Existía una opción para tranquilizarme, debido a que había esperado un trato distinto por parte de Blake. Contemplé al hombre y descubrí que me miraba.

 

—Lamento haber llegado así —decidí explicar y retirar el interés de la droga—, pero tengo unos problemas que resolver respecto a una posible traición y bueno… no puedo afirmar que sea una traición porque en realidad nunca trabajó para mí.

 

—En cualquier lugar la traición es muy normal. Es un comportamiento de la naturaleza humana. No debe sorprendernos y tampoco deberíamos creer que es algo imposible de pasar con, incluso, quienes dicen amarnos.

 

—La traición ocurre porque una relación no es genuina —repuse con molestia. El comentario de Blake había sonado nocivo de acuerdo a mi percepción.

 

—Somos capaces de traicionarnos a nosotros mismo, ¿por qué no habríamos de hacerlo con el resto?

 

—¿Eso es lo que quieres decir?, ¿afirmas que eres capaz de traicionarme?

 

—Quizá tú lo has hecho —la voz de Blake sonó más seria de lo común.

 

Me puse de pie y caminé rumbo a la barra. ¿Realmente había deseado encontrar consuelo en él?

 

—¿A eso viniste? —Blake continuó—, ¿a discutir y a llorar por una traición que podría ocurrir todos los días en tu mundo?

 

—No. Quería verte. Y quería pasar un tiempo en algún lugar seguro para tranquilizar a mi mente.

 

—Comprendo. Es sólo que creí que estabas acostumbrado a la traición, pues en tu mundo es el drama de todos los días.

 

—Lo sé. Aunque… no siempre es así. Por lo menos no para mí.

 

—Heath, tranquilo. No estoy provocando una pelea. Te estoy diciendo las cosas de la manera en como son.

 

Blake rodeó la barra y caminó rumbo a una de las puertas. Se adentró y regresó con una almohada y unas colchas.

 

—Puedes dormir en el sofá.

 

Hasta este momento comprendí por qué estaba molesto. Además de los últimos incidentes, no comprendía las acciones de Blake. Se suponía que ahora teníamos una relación y ni siquiera podía comportarse un poco distinto… o simular, por lo menos un poco, que estaba gustoso de verme. Bien, tranquilicé a mis pensamientos y analicé. Yo había llegado con mi propia cabeza embolada en el problema con Pedro, el segundo hijo de Connor y los hombres que habían hablado de Cal. Sin embargo, había creído que junto a Blake podría sentirme distinto… como si mi presencia fuera deseada.

 

—No —hablé con seguridad—, será mejor que me vaya. Creo que ha sido muy impositivo de mi parte. Lo lamento, Blake, no quise causarte problemas.

 

Caminé de vuelta al sillón, tomé la chaqueta y me dirigí hasta la entrada principal. Percibí los pasos de Blake y en unos segundos se colocó frente a mí.

 

—No comprendo cuál es el problema, Heath —Blake expuso con rapidez—, no te explicas con claridad. ¿Quieres hablar? Te escucho.

 

—No. Me voy.

 

—¿Qué quieres, entonces?

 

—No sé… Quería verte —sentí que mi voz sonó desesperada—, estar contigo, pasar un rato junto a ti.

 

Me di cuenta de que había mentido. Pero lo había hecho de manera inconsciente. En realidad quería hablar del problema y ser escuchado.

 

—Por favor, siéntate y habla. ¿Qué pasó?, ¿qué hay con todo eso de la traición? Anda —Blake acortó la distancia, pero no me tocó—, puedo escucharte.

 

Acepté las palabras y regresé a la barra. Blake hizo lo mismo, pero esta vez sirvió licor en dos vasos enanos. Tomé el vaso y puse la pastilla de Luna sobre la mesa.

 

—En realidad no es el hecho de la traición lo que me molesta —revelé al dar un sorbo al alcohol—, en realidad, el problema es que siento que otra vez estoy peleando contra Gary Connor.


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