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El Dragón del Este (re-subido y re-editado) por Cat_GameO

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Capítulo once


La guerra, parte II


 


—Sé que trabajaste para Gary Connor, me lo contaste —Blake expresó con calma al beber del vaso—, y sé que ese tipo te hizo mucho daño. Pero, ¿por qué sientes que luchas contra él si ya lo mataste?


—Porque son los sobrevivientes de su grupo… la gente que seguía sus ideales. Además, ahora tienen un nuevo líder. —Pausé al dar un trago largo a la bebida. Continué—: y ese líder es el segundo hijo de Gary Connor. Su nombre es Rhys Connor y es el hermano menor de Oswin Connor. Sé que Rhys tiene diecisiete años actualmente y su madre, Eveline Franco, tiene influencia con los hombre de Gary. Sé que nació fuera del primer matrimonio de Gary, pero no fue hasta que cumplió nueve años que su padre lo nombró heredero digno de toda su riqueza y su poder. Y yo fui un imbécil al subestimar a Eveline y su capacidad para controlar a otros. Ahora quieren venganza contra mí y es probable que quieran matar a Oswin. Sin embargo, tengo entendido que en el testamento de Gary, en el documento oficial, Oswin sigue siendo el heredero legítimo de la familia Connor. Y no hay nada que puedan hacer. Eveline fue la amante de Gary, por lo que no tiene poder para cambiar el documento. La madre de Oswin fue asesinada hace tiempo por el mismo Gary y era la única persona que pudo haber optado por hacer el cambio además de Oswin.


—Sí, sé que el tipo era conocido por su brutalidad y crueldad.


—Pero… —pronuncié desesperado—, ¿debo aceptar que mi guerra con él no ha terminado? A diferencia de Gary, ellos tienen más información sobre mí, sobre mi familia, sobre mis allegados y sobre mi territorio.


—Si te tranquilizas, podrás analizar la situación y encontrarás una solución. Quizás no tengas el poder para detener todos los ataques, pero sí una forma de demostrar que es difícil que puedan destruirte.


—Lo sé. No voy a dejarme vencer y es obvio que tengo que buscar una forma para descubrir sus siguientes movimientos. De hecho, tengo una corazonada. Creo que atacarán el laboratorio.


—Toma las debidas precauciones y, si puedes, haz jugadas inesperadas.


Ante las palabras de Blake, moví la mirada hacia la pastilla de droga sobre la mesa. Luna era mi única conexión real con Oswin Connor. Ahora estaba seguro que el segundo Connor había iniciado la producción falsa de Luna, había involucrado al ex-grupo de Hanz y hasta había adquirido un artículo de la gente que trabajaba en el mismo laboratorio que Cal. Era muy factible que el informante era Pedro.


—Heath, ¿por qué no descansas por hoy? Estás agotado y si duermes un poco podrás ver con más claridad las cosas y tomar una decisión —Blake habló con un tono sereno. Abandonó la posición y se acercó a la orilla de la barra.


Terminé mi bebida de un trago largo, luego me dirigí hasta Blake y toqué su mano. Nuestras miradas se entrelazaron y no pude evitar sonreír con timidez. Me había tranquilizado y, al hablar, había comprendido que lo que vivía era una consecuencia de mis actos. No podía ignorar la situación y huir de ella.


—¿Puedo besarte? —pregunté con titubeos.


Blake asintió con la cabeza. Acto seguido, acorté la distancia y besé los labios de Blake. El beso era cálido y agradable. De pronto, mis manos se colocaron en la cintura y brazo de él. Había levantado un poco mi cuerpo sobre las puntas de mis pies para no romper la caricia. Sentí que Blake tocó mi cintura y acercó su cuerpo más a mí. Podía percibir el calor al contacto con su piel.


—Blake —dije al romper el beso—, te extraño.


Blake no replicó. Soltó mi cuerpo y se acercó al sillón de la sala. Por unos minutos me quedé estático. ¿Por qué no había continuado? Casi podía asegurar que él también estaba deseoso por proseguir; sin embargo, había sido como si hubiera evitado mi cuerpo.


—Mañana tengo que salir temprano —Blake divulgó—, así que puedes quedarte y dormir lo que desees. El seguro de la puerta es automático, por lo que no hay problema si sales después que yo.


—¿Blake?


—Si ya estás más tranquilo, ve a dormir.


Sin siquiera despedirse de frente, Blake se adentró a la habitación de la izquierda y cerró la puerta. Honestamente no comprendía sus acciones, aunque preferí evitar otra discusión y acomodé las colchas en el sillón. Retiré la chaqueta y recordé que la pastilla de Luna seguía sobre la barra. Fui hasta la mesa y tomé la droga para guardarla en el bolsillo del pantalón. Una vez regresé al sillón, me acosté y usé la almohada para recargar la cabeza e intentar dormir.


Es muy probable que estaba soñando con mucha vivacidad, pues veía imágenes en una especie de casona amplia como una sala de comedor elegante. Yo estaba sentado en una silla y frente a mí había dos niños. El primero tenía el cabello muy largo, lacio y rubio claro, su tez era en exceso pálida y sus ojos eran de un verde clarísimo. El segundo tenía los ojos azules, el cabello negro y corto y la tez pálida. Había un cierto parecido entre ellos dos… como si fueran hermanos. No había sonido detectable, sólo una especie de estática que se acrecentaba y que era acompañada de un timbre armonioso y reconocible. De pronto la imagen se opacó y el timbre se agudizó.


Abrí los ojos y escuché mi teléfono sonar. Sujeté el aparato y leí el nombre de Charles en la pantalla. La hora marcaba las tres y media de la madrugada. Presioné la pantalla en el botón verde y contesté.


—¿Charles? —dije adormilado—, ¿qué pasa?


—Heath, es Princesa… Edward ha sido tomado como rehén. Entraron a su casa y se lo han llevado —resonó la voz desesperada de Charles por la bocina del celular.


Me incorporé a toda prisa. Comencé a vestirme. Aunque no recordaba cuándo me había despojado de mis ropas, no le di mucha importancia al detalle.


—¿Dónde estás? —pregunté con rapidez.


—En su apartamento. Roy está conmigo. Dejaron una nota. Quieren que vayamos al puerto del sur, el que conecta con las Islas Brook en la ciudad de Fuego, pero piden tu presencia obligatoria o lo matarán.


—De acuerdo. Voy para allá. Llama a Jenny y dile que lleve a Prim. Manda a Roy al laboratorio y que asegure el bienestar de Nekros.


—De inmediato.


Cuando terminé de alistarme, doblé a toda prisa las colchas y escuché la puerta del cuarto de Blake abrirse.


—Lamento despertarte —dije al aire al poner la almohada junto a las colchas. Caminé rumbo a la salida y miré a Blake antes de salir. Proseguí—: tengo que irme. Gracias.


Blake no replicó… Y yo no podía darme el lujo de esperar sus respuestas. Así que abrí la puerta principal y abandoné el departamento. Corrí por las escaleras y salí hacia el aparcamiento libre y retiré la alarma de mi auto. Mi mente daba vueltas en un montón de cosas, pero comprendía el peligro de la situación en que uno de mis amigos estaba, por esta razón ignoré al resto de mis pensamientos.


Sin reparo, conduje entre ciento veinte y ciento sesenta kilómetros por hora en dirección a la ciudad de Fuego. En carretera libre llevé al motor del auto hasta casi ciento noventa kilómetros por hora y dejé que el estrés proporcionara a mi cuerpo suficiente adrenalina y agudizara mis sentidos.


 


*** 


 


Llegué al puerto del sureste en unos cincuenta minutos aproximadamente o tal vez menos. Estacioné el auto entre dos camionetas blindadas reconocibles de mi grupo de escolta y bajé con rapidez.


Lo primero que vi fue a Princesa atado, hincado y con el rostro lloroso. Traía puesta una playera, unos bóxers y no portaba ninguna peluca ni maquillaje así que podía notar su cabellera castaña y despeinada. Princesa denotaba miedo en el rostro inocente que lo caracterizaba y negaba con la cabeza. También había notado que ningún cuerpo de los hombres de la escolta de defensa estaba visible, a pesar de las camionetas.


Saqué la pistola y caminé hacia el adolescente; empero, una voz conocida detuvo mis pasos. La voz parecía como la de un locutor de radio, con un tinte sensual y sumamente agradable.


—Heath —dijo la voz reconocible—, tu escolta de defensa no tuvo tanta suerte como tú. Y Charles no ha llegado. Tal vez no tarda en arribar con el resto del grupo de rescate, ¿verdad?


—Pedro —repliqué al buscar la posición de Pedro.


Pedro estaba parado cerca del muelle con el cuerpo recargado en una caja de carga metálica muy grande, portaba una playera negra de cuello elegante y unos pantalones de mezclilla. Su rostro mostraba una sonrisa segura.


—Supuse que te encontraría aquí —acepté.


—Bien, por lo menos usas tu cerebro todavía. No me esperaba menos de ti.


—Entonces, ¿te has aliado a Connor? —pregunté con descaro.


—Es que nunca fui tu aliado, muchacho. Cuando la Patrona Eveline me contactó, antes de la muerte de Gary y de que llevaras a cabo tu plan, me hizo ver que mi verdadero lugar está con la familia Connor y no con los desconocidos insignificantes. Le hablé de tu plan, de tus ideas, de lo que deseabas hacer. Primero creímos que fracasaría, pues eras un mocoso indefenso, pero cuando te uniste a Oswin, nos dimos cuenta que eres una verdadera amenaza para nuestra familia.


—Nuestra familia —repetí con calma. Ya había evaluado un poco la situación. No había más autos en las cercanías y todavía no encontraba el paradero de los cadáveres de mi equipo defensivo. El enemigo debía estar oculto y expectante a las órdenes de Pedro.


—Exacto —prosiguió el hombre—, nuestra familia. Tu estúpida manera de pensar, ese idealismo absurdo que te identifica es, al final, tu mayor desventaja. Eres parecido a Gary Connor, aunque más débil que él.


—Dime algo, Pedro —intenté fanfarronear. Necesitaba ganar tiempo para enfrentar a Pedro con la ayuda de Charles y el resto de mi gente. Agregué—: ¿tenías que dejar cada una de las pistas?, ¿hacerme creer que el enemigo era Don B o Jamie?, ¿o intentabas ponerme en contra de Oswin Connor?


—La verdad quería hacer que tú mismo destruyeras al idiota de Oswin, pero no caiste en mis trampas. Después me enteré que le entregaste a los pobres imbéciles que usé para falsificar Luna.


¡Desgraciado! Había dudado del pobre chico Hanz por culpa de Pedro. Por supuesto que tenía sentido. Durante nuestra venta de Luna, Pedro y Princesa habían hecho las negociaciones con los hombres de Connor y habían sido los encargados de la distribución del producto.


—Es una lástima que ya no pueda esperar un poco más, pues debo revelarte, Heath, que es muy divertido jugar contigo. Pero el tiempo se ha agotado. La Patrona está muy enfadada con los resultados y tampoco está satisfecha con que tú sigas con vida junto a Oswin. ¿No lo comprendes? Tú y ese chico son unos parásitos que han robado el poder del ex-jefe y lo han usado para su propia ventaja.


Sonreí con cinismo. Estos comentarios eran simples provocaciones expresadas para obtener una reacción irracional de mi parte. Sí, era verdad que yo había tomado la ventaja de la tiranía de Gary Connor y había creado mi propio clan. Quizás también Oswin se había beneficiado de los errores de Gary pero, al igual que yo, había ganado su reputación por sus propios méritos. Yo había enfrentado al temible Jamie Muller para robar el Distrito de Blaze y había hecho que el Dragón Negro abandonara el sector del este del país. Por eso mismo yo había ganado el apodo del Dragón del Este. Por otra parte, Oswin había iniciado su propio mercado con Luna y no había usado las conexiones de su padre. Había obtenido su nombre por aquella droga que él mismo había desarrollado. Y creía que Pedro olvidaba algo sumamente importante en este negocio: nunca debes dejar pasar una oportunidad.


—¿Y qué sigue, Pedro?, ¿nos vamos a matar a tiros como en las películas de vaqueros? —indagué con burla.


—Bueno, es que aquí no va a haber una de esas balaceras épicas de narcos porque tú solo no podrás enfrentarme ni a mí ni a mi gente.


A continuación, Pedro chasqueó los dedos y un grupo de casi veinte o treinta hombres apareció de diferentes escondites. Todos vestían con camisas elegantes, cinturones de hebillas ostentosas y pantalones de mezclilla. Todos portaban metralletas automáticas tipo M y todos apuntaban hacia nuestra posición.


Estaba metido en un lío gordo y había subestimado el tiempo que el encuentro tomaría. Estaba seguro que esta vez ya no habría salida. Sin embargo, lo que ocurrió después me tomó por sorpresa.


De manera imprevista, tres carros oscuros de marca popular tipo sedán arribaron hasta el muelle. Uno se estampó directo contra uno de los contenedores y causó que la agrupación de enemigos se moviera por los alrededores, el segundo quedó parado a tres o cuatro metros de mí, en dirección a la izquierda, y los pasajeros abrieron fuego y dispararon un lanza misiles en dirección al lugar de Pedro. Yo cubrí el cuerpo de Princesa para luego dispara contra algunos enemigos distraídos.


Estas personas en los autos comunes, no eran de mi grupo. Pero me ayudaban, ¿por qué?


El tercer coche cerró la visión del frente y sirvió como protección de las balas dirigidas a mí y a Princesa. Uno de los pasajeros abrió la puerta trasera y gritó mi nombre. Obedecí y entré al sedán común junto a Princesa.


—Alipsis —la voz conocida sonó con calma relativa—, llama a tu gente y diles que desvíen su camino. ¡Rápido, Hanz!


—A la orden —replicó el conductor.


—Connor —dije con un tono de sorpresa—, ¿qué mierda estás haciendo aquí?


—Salvándote el culo, claro —respondió el copiloto.


Saqué el móvil y contacté a Charles a toda prisa. Informaba respecto a la situación y le pedía que llegara a una de las casas de seguridad que teníamos en la zona sur de Fuego.


—Connor, ¿puedes dejarme en una de las bases de por aquí? —pregunté con rapidez.


—Sí. De hecho, vamos a necesitar de su ayuda para acabar con esos cabrones de mierda —replicó Connor con un tono que me sorprendía.


Hanz condujo con habilidad y siguió mis direcciones. La casa de seguridad estaba en uno de los barrios adyacentes a un mercado local. Sólo mi grupo actual era capaz de reconocerla, ya que había sido adquirida unos días atrás por sugerencia de Charles. Probaría ser una ventaja, incluso contra Pedro.


Durante el trayecto, ayudé a Princesa y desaté la soga que contenía su cuerpo así como la cinta que habían colocado en su boca. El pobre todavía tenía lágrimas en los ojos y hacía un esfuerzo notorio por detener su llanto silencioso. Me acerqué a Edward y toqué su brazo y hombro para tranquilizarlo. Aunque no era la primera vez que él vivía algo así, era muy obvio que para él era difícil sobrellevar este tipo de situaciones.


 


 ***


 


Cuando arribamos a la casa de seguridad, bajamos del auto y me dirigí a la entrada del portón café. Los hombres de Connor estacionaron sus coches en las cercanías y comenzaron a bajar. Noté que la mayoría lucía como chicos de entre diecinueve y veintitantos años. Unos minutos después, cuatro camionetas llegaron y se acomodaron en las aceras frente a la casa. Charles y el equipo de asalto se unieron a nosotros y por fin nos adentramos.


El interior de la casa estaba reacondicionada con refuerzos en las paredes. Había sacos de arena apilados como barricadas de protección. Había una puerta en la pared del frente, dos a la derecha y un pasillo que conducía a las habitaciones del fondo.


—Princesa… —Charles se acercó al adolescente y le ofreció una manta. —Ve con dos de los chicos de la escolta a las habitaciones de atrás, toma un poco de agua e intenta calmarte.


Princesa asintió con la cabeza y obedeció sin opinar.


Por otro lado, Connor se colocó frente a mí y mostró un rostro sonriente. Hanz iba junto a él y esto provocó que Charles se acercara a mí y que los cuarto quedáramos como en un círculo.


—Heath —Connor dijo con rapidez—, fuiste un idiota al caer en la trampa de Rhys. Pero, ¿qué podías hacer? Sé que te importa muchísimo el bienestar de tus chicos.


—Connor —dije con descaro—, ¿cómo estás?… Bien, supongo que te deshiciste de los imitadores.


—Gracias por el favor y siento mucho que el cabrón de Pedro terminara por traicionarte. Dejemos los reclamos y hablemos. ¿Qué vamos a hacer? Sé que el puerto del sur es tuyo.


—Primero que nada, responde mi duda anterior —contrapuse—, ¿qué haces aquí?


—Hanz y yo investigamos un poco más y, ¡oh, sorpresa!, me di cuenta de que algo que habías mencionado no tenía sentido. Primero pensé que nos habías mentido sobre la muerte de uno de tus hombres… Luego analicé. No tenía sentido. Pues Pedro había revelado su locación en uno de los asaltos contra mi grupo… El muerto que debió haber sido asesinado por los imitadores según tu información, estaba atacándonos. En ese instante supe que te habían traicionado y supuse que no lo habías descubierto aún.


—Eso no responde la pregunta —recriminó Charles con fuerza—, pues ese cabrón está en nuestro territorio, así que es nuestro conflicto. El jefe les dejó en claro que nuestra postura sigue igual. Están violando nuestro acuerdo.


—Charles —Connor dijo al contemplar a mi mano derecha con cierto respeto notorio—, pensaba cambiar un poco nuestro acuerdo, pero al no obtener respuesta un par de horas atrás, sospeché que ya se habían dado cuenta de la traición de Pedro. Es la razón por la que decidí actuar con rapidez y violar nuestras últimas palabras. Nosotros hemos reiniciado la producción de Luna.


Antes que Connor pudiera continuar, saqué la pastilla de Luna y la mostré.


—Todavía conservo la primera muestra que me diste —dije— porque sabía que un día como este llegaría. Connor, ¿qué es lo que propones? —pregunté con una sonrisa complacida.


Connor me miro y también sonrió.


—Queremos que ustedes sean los distribuidores oficiales y exclusivos de Luna en el Distrito de Blaze. Además, conservaremos nuestros precios con ustedes y tendrán la libertad de imponer sus propios mercados. Queremos reabrir el negocio con el grupo del Dragón del Este y buscar la mejor de las relaciones.


Por fin. Connor se colocaba como un igual a mí y era consciente que yo no formaba parte de sus enemigos.


—De acuerdo. Pero, este asunto con Pedro —empero fui interrumpido.


—Es mi problema —reveló Connor— y tú problema. Es de los dos. Mi hermanito nos tiene en la mira. Así que por hoy déjanos jugar en tu territorio. Tenía que salvar tu trasero, Heath, por eso violé el tratado anterior.


—Sólo por esta vez vamos a aceptar su ayuda. Y cada que esos hijos de puta entren a nuestro territorio vamos a responder. Eso deja en claro que si Rhys nos busca, voy a defenderme y matarlo.


—Sí, totalmente de acuerdo. Hiciste lo mismo con mi padre. Y sé que no te vas a detener sólo por darme el lujo de matarlo yo mismo. Está bien, no me molesta.


—¿De verdad? —acorté la distancia entre Connor y yo al expresarme—, porque tú querías matarlo. Me lo revelaste en una de nuestras pláticas, ¿o ya lo olvidaste?


—Nunca lo olvidaré. Y no sólo deseaba eso. Voy a tomar lo que es mío por derecho legal. Sí, le metiste una bala en la cabeza a Gary. Pero, ¿qué más podías hacer si el muy canalla voló tu base? No soy imbécil, sé que me has ayudado. Aunque todavía no puedo asegurar tus motivos, he aceptado que podemos ser aliados.


Volví a dar un paso hacia Connor y toqué su rostro con morbo. Sus ojos azules se abrieron un poco en forma de sorpresa.


—¿Realmente quieres saber por qué te considero un aliado? —susurré cerca del rostro del adolescente—, si quieres —proseguí con jugueteo—, puedo mostrarte aquí mismo mis motivos.


—Déjate de juegos, cabrón. —Connor empujó mi cuerpo con suavidad, golpeó mi mano ligeramente y suspiró con profundidad. —Deja de hacer estupideces y hagamos un plan para ir a matar al imbécil de Pedro.


—De acuerdo. Charles, dividiremos los equipos en cuatro partes —hablé con seguridad al regresar junto a Charles—. Quiero que tres ataquen por tierra y uno por mar. Prepara los botes lancha. Quiero que Jenny y su escuadrón vayan por el mar. Los otros tres atacaremos por el sur, norte y oeste. Connor, tú y tus hombres llegarán por el oeste. Los otros dos equipos iremos por el norte y sur. Yo iré con el equipo del sur.


—¿Por el oeste?


—Sí. Ustedes están armados con lanza misiles, así que tendrán una vista directa contra ellos. Nosotros bloquearemos las salidas, ¿de acuerdo?


—Sí —Charles replicó—, informaré de inmediato a los chicos. Dejaré a una escolta aquí para cuidar a Princesa y les indicaré que lo lleven por la mañana a su casa.


—Charles —dije con prontitud—, ¿el equipo de Roy encontró amenaza en los alrededores del laboratorio?


—Por ahora no. Pero están vigilando la casa de Nekros para mantenerlo protegido.


—Perfecto. Vayamos al puerto del sur.


Nos organizamos de inmediato. Salimos de la casa de seguridad y nos separamos. Jenny y su escuadrón habían salido en dirección a la costa a toda prisa y ya habían informado al equipo acuático de la situación. Connor y sus hombres manejaron los autos tipo sedán comunes hacia las calles del bulevar Sirenas en dirección al muelle. Charles y yo nos dividimos. Yo me integré con el grupo del sur. Manejé una de las camionetas blindadas por la ruta de la avenida Gaviotas.


Tardamos unos diez minutos o menos en arribar al puerto del sur. Los hombres de Connor dispararon en contra de los enemigos que ya habían formado barricadas con pedazos de chatarra, carros recién estacionados y sacos de arena y mariscos de los barcos pesqueros de las cercanías. El grupo acuático de Jenny había quemado las lanchas enemigas y había interceptado a los barcos que habían intentado salir a mar abierto.


Sin titubeos, colocamos las camionetas como barricadas y abrimos fuego a discreción contra los contrincantes. Charles y yo habíamos dejado disponible el canal de comunicación local y usábamos el auricular de chícharo para comunicar sobre la situación.


Las balas chocaban con los autos, el asfalto, las cajas metálicas, los sacos de arena y pescado, las paredes de las bodegas, algunos barcos anclados y el agua. Era un sonido constante y mitigante que podría percibirse en las vecindades del sitio. Intuía que la policía llegaría en una media hora o menos.


Con suavidad, toqué el auricular y, entre la conmoción, hablé.


—Prim, ¿me escuchas? —dije. Aunque Prim había sido herida en el encuentro anterior, había solicitado su ayuda. Y, sí, debo agregar, me sentía como un jefe abusivo por hacerla participar en una misión así en este estado.


—¿Qué pasa, jefe? —sonó la voz jovial de la chica por la bocina—, ¿estás en problemas?


—No. Necesito que tú te acerques a la posición de Pedro, detrás de la caja metálica roja que está marcada con las siglas Y.O.D.M.A.


—De acuerdo.


—¡No lo enfrentes, Prim! Sólo haz que salga hacia el norte —repuse con rapidez.


—Está bien.


Debíamos acabar con los enemigos y mi mejor opción era llevar a Pedro en dirección a la posición de Charles y su grupo. Utilicé las camionetas para moverme rumbo al centro. Por fortuna mi auto deportivo seguía en el sitio inicial con el vidrio estrellado por las balas, pero también estaba blindado. Encontré a Connor detrás de uno de los autos de su gente y pedí apoyo. Connor disparó al frente para distraer al enemigo y obligarlos a cubrirse, así que yo corrí hasta mi auto y tomé protección detrás de la puerta del copiloto. Las camionetas que habían estado allí, pertenecientes a la primera escolta de mi grupo, habían sido volcadas en torno a la zona del enemigo y eran usadas como protección.


—Charles —mi voz sonó mezclada con las ráfagas de balas que ahora eran disparadas por los adversarios—, Pedro va hacia tu posición.


—Enterado —pronunció Charles por la bocina.


—Yo me acercaré lo más posible.


Visualicé el panorama y disparé varias veces en contra de cuatro sujetos que se ocultaban detrás de una barricada improvisada. Sin previo aviso, un sonido agudo se hizo presente y un misil voló para chochar en una de las cajas metálicas. El impacto fue suficiente para detener los proyectiles del grupo de esta posición. Mi gente no era de armas de calibre de destrucción masiva como Connor, pues evitábamos llamar la atención de la policía. Mucho menos las usábamos con enemigos que no lo ameritaban. Sin embargo, Connor parecía disfrutar de las explosiones.


Salí del escondite, corrí hasta un auto estacionado cercano y barrí mi cuerpo para alcanzar a cubrir unos balazos. Contemplé la caja roja y encontré a Pedro corriendo por uno de los muelles que dirigía a un almacén. Disparé en torno a su posición y forcé su parada. Había tomado resguardo detrás de unos sacos de pesca. Regresé el fuego y perforé los sacos para que los mariscos cayeran al suelo. Pedro no tenía opción, así que hizo lo que esperaba. Salió a toda marcha rumbo a otra protección, esta vez, cercana a la calle.


El cabrón regresó el fuego y me escondí entre la llanta y el maletero del auto. Por desgracia, este coche no estaba blindado y no podía asegurar mi resguardo absoluto.


Cuando las balas se detuvieron, supuse que Pedro había decidido escapar. Abandoné la posición y salí a toda prisa hasta su locación. Ya había detectado las sirenas de las patrullas en la lejanía. ¡El tiempo se agotaba! Este hecho provocó que algunos desistieran del combate y el sonido de las balas disminuyó paulatinamente. Al alcanzar a Pedro, salté y embestí su cuerpo. Ambos rodamos camino a una de las camionetas del equipo de Charles; empero, Pedro golpeó mi rostro y pateó mi estómago.


Rodé hacia un costado y sentí el cuerpo de Pedro sobre el mío. Otra vez mi rostro fue golpeado con fuerza, aunque esta vez conseguí contrarrestar sus golpes. Sentí que la sangre salía de mi cara y hacía un esfuerzo por contener las arremetidas de Pedro. Él era más fuerte que yo.


Algunos motores de auto se escucharon y llantas quemando el pavimento se hicieron presente. Supuse que los enemigos y Connor habían comenzado la retirada por el sonido de la policía a unos minutos de nuestra posición. Sin previo aviso, cinco disparos sonaron cerca de Pedro y de mí. El cuerpo de Pedro detuvo sus movimientos y cayó en mi costado derecho. Mi cuerpo fue levantado por dos de mis escoltas.


—¡Jefe, hay que salir de aquí ya! —dijo uno de los muchachos que trabajaba para mí.


Abrí una puerta de la camioneta junto a nosotros y subimos. El resto de mis hombres comenzaron la huida rápidamente. Yo recargué el cuerpo en el asiento trasero y visualicé a Charles al volante. Charles había arrancado a toda potencia y tomaba la ruta del norte para evitar seguir el camino del resto de nuestra gente. Toqué mi rostro y encontré un río de sangre que caía por la nariz y ceja derecha.


Respiraba con agitación, pero sonreía con tranquilidad. Habíamos matado a Pedro y eso nos daría unos meses de ventaja contra Rhys Connor y su madre. Además, sabía que Charles había jalado del gatillo y no había titubeado, por lo que me sentía satisfecho.


—Heath —la voz de Charles resonó en toda la camioneta—, ¿estás bien?


—Sí, es sólo un rasguño —agregué. Estaba acostumbrado a este tipo de dolor de todas las palizas que había recibido en mi adolescencia.


—Aquí tiene, jefe —dijo el hombre junto a mí al ofrecer una pañoleta de color blanco.


—Gracias, Luis —acepté el pañuelo y lo coloqué en mi nariz. —Charles, baja la velocidad cuando entremos a la ciudad Montes, ¿quieres? Lo último que necesito es sobornar a la policía en estos momentos.


—Claro —confirmó Charles.


Ignoré la presencia de mis subordinados y saqué el teléfono de vieja generación. Retiré el pañuelo del rostro y escribí un mensaje al único contacto grabado. A pesar de que eran las cinco de la madrugada ya, tenía la esperanza de recibir una respuesta por parte de Blake… aunque fuera un simple mensaje para saber que estaba bien.


Regresé la mirada al frente y guardé el teléfono en la chaqueta. Noté que los ojos de Charles se reflejaban en el retrovisor y me miraban para luego volver al volante. Supuse que había visto el teléfono antiguo y deseaba interrogarme.


—Te llevaré a casa, Heath —Charles dijo con un tono falso que reconocí como si informara.


Asentí con la cabeza y respiré con tranquilidad. Mi cuerpo ya había calmado el palpitar acelerado del corazón y no era envuelto por la sensación de la adrenalina como un par de minutos atrás.


—Oh —dije con casualidad—, mi auto. Se quedó en el puerto.


—Más tarde mandaré por él y haré que lo lleven al taller —ofreció Charles.


—Gracias.


Por el momento supuse que podía relajarme y aceptar que habíamos obtenido algo bueno de toda esta locura. El pacto con Connor se había reiniciado y había salvado la vida de Princesa. Ni siquiera sentía una pizca de remordimiento ante la muerte de Pedro y descubrí que, por primera vez, era capaz de juzgar y vengar actos de traición de gente que había considerado cercana. Me sentí como un imbécil, como uno de esos asesinos sociópatas que pueden actuar como si nada hubiera ocurrido. ¿Estaba mal?, ¿a caso debía sentirme arrepentido? Recapitulé las palabras de Pedro y acepté que había usado sus comentarios como excusas para matar a alguien que había considerado un aliado sumamente querido y respetado.


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