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El Dragón del Este (re-subido y re-editado) por Cat_GameO

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Capítulo catorce


Ilusiones


 


Aquella sensación de desasosiego que se apodera de nosotros, como si las voces de nuestro alrededor se opacaran de vez en cuando, como si nuestros cuerpos dejaran de percibir la brisa al tocarnos, como si el tiempo perdiera coherencia y quedáramos atrapados en una especie de recuerdo, como si la realidad se mezclara con los sueños y las fantasías y dejáramos de asegurar que existíamos en un lugar específico, me embestía con tanta continuidad que incluso llevar a cabo tareas simples robaba casi todas mis energías.


Al rededor de cuatro meses había mostrado más problemas de lo usual para crear planeaciones y por ello había recurrido al alcohol y a las noches en soledad encerrado en mi habitación sin poder reconocer dónde me encontraba. Sí, había conseguido un pacto con el actual gobierno y una nueva negociación estaba a punto de iniciar. Ahora nuestros objetivos eran  personas de Cadenas. Deseábamos crear un acuerdo con uno cártel de las grandes metrópolis de la frontera oeste con ese país. La realidad era que hasta ahora las cosas habían salido como una transacción ordinaria, con algunas amenazas por aquí, enfrentamientos por allá pero, al final, nuestros clientes extranjeros todavía no aceptaban la primera parte del acuerdo.


Mientras que la investigación para encontrar a Rhys Connor parecía un laberinto sin salida. No era coherente debido a que los sobrevivientes de los Saltamontes Azules todavía ejercían control en algunas zonas del viejo territorio de Gary. Sin embargo, sus movimientos eran demasiado meticulosos y totalmente fuera del estilo de Gary. Aunque estábamos aliados con Oswin Connor, ninguno de los dos había obtenido una respuesta definitiva sobre el paradero de ese enemigo.


—Es casi como si ya no se encontraran aquí en el país —Connor opinó. Estaba parado cerca de una vieja maquinaria de algún tipo de trailer. Portaba ropa común y su cabello rubio oscuro estaba un poco más largo y con un estilo desordenado. Junto a él se encontraba su mano derecha; Hanz. Hanz lucía con su clásica ropa desajustada pero formal. Continuó—: lo digo porque hemos atacado algunos de los sitios que usan para la venta de sus propias drogas. Lo único que hay es… su gente de la sección más baja del organigrama. Gente que parece ser desechable para él y su madre.


Ni Charles ni yo replicamos. En el exterior del viejo taller se escuchaba la lluvia caer. Nuestras escoltas rondaban el perímetro para asegurar la reunión. Yo estaba recargado en una especie de cabina junto a mi mano derecha. Fumaba como de costumbre y traía la chaqueta negra de cuero que hacía juego con mi apariencia de rockero. Charles usaba su ropaje de oficinista. Él estaba de brazos cruzados y en su rostro externaba seriedad y molestia.


—Fuera del país, ¿dices? —repetí las palabras de Connor—. Eso explicaría el poco contacto que su grupo tiene con nuestro territorio en la actualidad… Pero, ¿a dónde podría haberse ido?


—Creemos que habita en Cadenas junto a su madre —Hanz repuso con un tono seco.


Aunque no era una confirmación, el simple hecho de pensar en esa posibilidad ponía nuestro negocio de exportación en un riesgo incalculable. Sí, Pedro había sido asesinado por nosotros, así que ya no había forma de que obtuvieran información de primera mano sobre mi grupo. Sin embargo, Rhys Connor había causado estragos en los cinco territorios del país y cada vez más parecía tener presencia en el mercado.


—Es una simple posibilidad —Hanz prosiguió—, pero es la peor de todas y la que debemos considerar. Para detenerlo, tendremos que hacer algún movimiento extra. O… iniciar una guerra abierta; misma que se convertirá en un inconveniente mayor. Por fortuna, Jamie y Don B no han intervenido en nuestro conflicto contra Rhys. El punto negativo es que no podemos asegurar qué clase de relación tienen ellos dos con los Saltamontes.


De pronto recordé la información respecto al grupo de Vermillen que nos había contactado meses atrás. Unos supuestos comerciantes querían iniciar negociaciones con nosotros en el territorio de Jamie. No habíamos respondido de manera positiva ni más allá que un simple ‘lo pensaremos’, debido a que una parte de la petición parecía demasiado sospechosa.


—Puede que exista un método sin iniciar una guerra contra Don B y Jamie —hablé con calma—, para descubrir el verdadero paradero de Rhys antes de cometer una estupidez con el nuevo negocio de Cadenas. Sin embargo, para ello, tendremos que violentar los acuerdos de paz con el Dragón Negro. Si están dispuestos, entonces podríamos tomar el riesgo juntos.


Connor y Hanz se contemplaron entre ellos, luego regresaron el interés a Charles y a mí. Pude notar cierta inseguridad en los dos muchachos. Y no podía culparlos. Una decisión así traería consecuencias catastróficas para el futuro distante de ambas organizaciones.


—¿De qué clase de panorama estamos hablando? —indagó Connor.


—De una guerra constante por años. Un conflicto en el cual tanto tú como yo seremos el objetivo primario de Jamie Muller y de sus asesinos por un tiempo indefinido. Y terminará hasta que él nos haya matado o nosotros a él. Pero no creo que Jamie acepte una guerra de esas estilo de los vaqueros. No, él no es como Don B. Será algo más personal y prudente.


—¿Y con ello conseguiremos el paradero de Rhys?


—Sí —aseguré con un rostro vacío. A pesar de que me encontraba frente a uno de mis chicos favoritos, no tenía ánimos para jugar al hermano mayor o al acosador.


—Es un riesgo muy alto.


—Mismo que no estoy dispuesto a pagar yo solo —repuse al dar un toque a mi cigarro.


Por unos minutos no hubo respuesta. Connor dio unos pasos hacia otro motor chatarra de aspecto oxidado, luego miró el portón de la entrada.


—Si no deseas que inicie la investigación —me decidí a hablar con un poco de desánimo—, entonces no tenemos otra cosa que discutir. Por ahora lo único que podemos desear es que nada malo se interponga en el acuerdo con los clientes de Cadenas. Sin embargo, si lo prefieres, Connor, puedes hacerte cargo de la transacción con el gobierno y encargarte de todo tú para dejar este juego de mediaciones conmigo.


Con rapidez, Connor dirigió la mirada a mí. Era obvio que estaba molesto por el comentario.


—No sé qué mierda te ocurrió, Alipsis, pero no he venido aquí a romper pactos, ni a recibir tus tratos indiferentes… —Connor renegó con una voz fuerte—. Yo también quiero destruir a Rhys. Quiero acabar con todo el legado de Gary.


Solté una carcajada y lancé el cigarro al suelo. Ni siquiera tenía energía para divertirme con Connor. ¡Rayos!, era imposible no perder la esperanza.


—Así que harás el movimiento y la investigación necesaria. Puedes pasar por mi territorio con libertad. Pero, antes de eso, antes de que iniciemos con esto, tú y yo nos reuniremos sin Charles ni Hanz.


—¿Connor? —Hanz recriminó con rapidez. Caminó hasta el rubio y tomó su brazo—. ¿Qué mierda estás diciendo? No voy a dejar que te reúnas con este cabrón a solas. Será nuestro aliado, pero nada más. Además, siempre juega al acosador cuando estás con él.


Por suerte, Charles no hizo ningún comentario. Creí que para él no era tan sorpresiva la petición de Connor.


—Esperaré tu llamada —dije con descaro. Di unos pasos rumbo a la salida y Charles me siguió—. Por ahora no haremos ningún movimiento en contra de tu hermanito.


Abrí la puerta un poco; era como un portón metálico de doble hoja. Charles siguió mis pasos y los dos llegamos hasta la camioneta protegida por un grupo de defensa.


—Supongo que necesitaremos organizar bien el plan —la voz de Charles se hizo presente junto a mí—, ¿aunque crees que es conveniente verte con él a solas?


No respondí. Acepté el gesto de uno de mis hombres al abrir la puerta y subí al vehículo en la parte trasera. Charles hizo lo mismo y el resto de nuestro grupo inició la retirada del taller abandonado en la frontera oeste.


—Te lo pregunto —Charles continuó— porque… no te veo convencido de que será lo mejor.


—Dile a Princesa que lo espero hoy en la oficina —dije con seriedad.


—Eh… Está bien. Hablaremos de Connor después.


No tuve que convencer a Charles de que un capricho de Connor no debía quitarnos el tiempo ni mucho menos iniciar una discusión entre nosotros. Miré por la ventana y dejé que mi mente divagara por unos minutos. Hasta este momento, no tenía nada de información respecto a Blake y tampoco había sido molestado por los científicos que se habían llevado a Cal. Del mismo modo, la libertad de Prim era absoluta ahora. No existía un miedo en que el señor Harriet haría algo para llevarse a una de mis mejores soldados. Sin embargo, era incapaz de aceptar que estaba en depresión.


 


***


 


Cuando llegamos a la base central, Princesa estaba en mi despacho y vestía con su imagen femenina usual. Sin perder el tiempo, hablamos del grupo de Vermillen. En primera instancia, Princesa había sido contactado por ellos a través de un mensaje privado en su correo electrónico. Los sujetos habían usado la excusa de que alguien de nuestros compradores de las Islas Brook les había ofrecido el contacto. Aquello me hizo sospechar más sobre el grupo. Quizá sí era parte de los Saltamontes de Rhys y, tal vez, nuestro plan funcionaría. Otro detalle peculiar era que no estaban interesados en Luna u otro producto de Connor. No, no habían mencionado nada de esas drogas. Ellos querían comprar nuestros propios productos para venderlos en el territorio de ellos; en una pequeña parte del sur de la ciudad Moth.


Comprendía que nuestros productos eran de gran calidad debido a Nekros; mi químico. Sin embargo, de entre Gary, Jamie y Don B, sabía que Jamie tenía una exigencia superior en la calidad de sus propios productos que el resto de los otros dos. No podía entrar al territorio de ese hombre porque también conocía las historias que rodeaban a Jamie.


Jamie Muller jamás dejaría que en su territorio se ofrecieran productos de otros cárteles ni mucho menos permitiría a los grupos pequeños de su Distrito hacer contacto con otros productores. Así mismo, Moth era una ciudad ubicada al sureste del Distrito y colindaba con la zona más protegida de su Distrito: la ciudad de Bosque. Esta era otra razón más para creer que el contacto era una trampa de Rhys.


Tras escuchar toda la información de Princesa, di la orden para que se respondiera el correo con un mensaje haciendo hincapié en nuestro deseo por abrir la posibilidad de la negociación. Princesa era el encargado de dicha tarea y nos indicaría sobre la respuesta de inmediato a Charles o a mí.


Este día terminé un poco más temprano la reunión con Princesa por lo que decidí ir a casa. Ni siquiera me despedí de los líderes principales que estaban en alguna parte de las instalaciones. 


 


*** 


 


De camino a casa pasé por una tienda de conveniencia y compré una botella de licor. Al arribar a mi domicilio que era un nuevo departamento de renta en el sureste de la ciudad, encontré la correspondencia en el buzón popular que se usaba en unos gabinetes en el recibidor del edificio. Saqué los sobres y subí por el ascensor hasta el cuarto piso, caminé por el pasillo conector y abrí la puerta marcada con el número once. Cerré la puerta detrás de mí y me acerqué hasta la sala.


El nuevo apartamento ya estaba amueblado por lo que los sillones y mesas parecían de esos seleccionados para mostrar un sito en venta. Todos eran de un tono similar; un beige claro que hacía juego con la decoración preferida por el arrendatario. No les di importancia a los detalles. Llegué al sillón extenso y me acosté. Abrí la botella de licor y comencé a beber sin usar un vaso. Contemplé las cartas en mi mano y decidí revisar los remitentes.


—Banco —hablé al aire al lanzar los sobres a la mesa de centro—, servicio de Internet, banco, otro crédito hipotecario ridículo… —Detuve las palabras antes de lanzar el sobre frente a mí como los demás. El remitente parecía una dirección colocada en la esquina derecha superior, con un par de estampillas que se usaban en correspondencia vieja para indicar que la carta había venido de un lugar lejano. Lo único que había en el remitente como nombre eran dos letras: S.C.


Me incorporé un poco para recargar la espalda en el brazo del sillón, luego abrí el sobre y saqué la hoja. Estaba doblada de tal forma que cabía perfectamente en el sobre. Entonces la extendí y encontré todo el papel en blanco. ¿Qué clase de mal chiste era este? ¡Ah! No estaba de humor para pensar en quién podía haber enviado algo así, por lo que dejé la hoja sobre la mesa de centro. Regresé el interés a la botella y seguí bebiendo.


Durante una media hora, no hice nada más que esperar pasmado. Ni aunque consumiera alcohol podía sentir nada. Quería olvidarme de Blake por mi propia sanidad y deseaba el contacto físico con un hombre para borrar de mi memoria el deseo que mi cuerpo arrojaba cada que pensaba en él.


De forma sorpresiva, mi teléfono celular sonó. Era un timbre como una especie de canción tipo electrónica. La pantalla mostraba el nombre de Charlie, pero no contesté. Durante casi un mes y medio Charlie había iniciado las insistencias de manera constante al pedirme salidas, invitaciones a su nuevo apartamento y ese tipo de cosas. Aunque casi siempre mi respuesta era un no rotundo, creía que ya era momento de seguir adelante con mi vida y destruir las ilusiones que todavía guardaba respecto a Blake.


Contesté y reconocí la voz de Charlie por la bocina del móvil.


—Hey, jefe, ¿qué tal? ¿No interrumpo? —Charlie preguntó—. Te fuiste más temprano de lo usual. Cuando bajé al estacionamiento ya no estaba tu carro nuevo.


—Hola Charlie, no, no interrumpes —repuse con un tono serio.


—Ah… entonces, ¿no estás ocupado?


—No. Dime, ¿qué pasa?


—Genial. Oye, jefe, ¿estás en tu apartamento?


—Sí.


—Bien, yo iba rumbo al mío… pero recordé que todavía no tengo mucha comida ni para cocinar una cena decente. Estaba pensando en comprar algo. ¿Quieres cenar conmigo? Puedo pasar a tu casa y podemos comer juntos.


Titubeé. Si afirmaba, entonces Charlie comenzaría a crearse ilusiones conmigo, pero estaba tan desolado que no me importó.


—Sí, está bien —por fin dije.


—¿D-De verdad? —hubo incredulidad notoria en la voz de Charlie.


—Sí. ¿Qué pensabas comprar para la cena?


—Tallarines al estilo sureño, ¿está bien para ti?


—Sí, está bien. Te espero aquí.


—Perfecto, nos vemos en una media hora, ¿vale?


—Sí, Charlie. Aquí nos vemos.


La llamada terminó y pasé un trago largo de licor. Debido al último mensaje de Blake y también que había descubierto que Charles había leído el penúltimo, había decidido no intervenir en sus asuntos, así deseara poder encontrarlo y asegurar que siguiera con vida. Inclusive Charles había puesto cara de sorpresa y me había cuestionado una y otra vez. A pesar de que no había dejado muy claro el motivo, él, al final, aceptó.


Sí, con eso había conseguido no involucrar a mi grupo directamente con el gobierno y así seguir con las libertades de las que hasta ahora gozábamos. Sin embargo, yo era consumido por el dolor, la desesperanza y la desesperación… y esto había comenzado a repercutir el rumbo por el que nuestra organización iba.


Mi mente se detuvo al escuchar a Charlie tocar la puerta con gentileza. Ni siquiera me di cuenta de cuánto tiempo había divagado en mis pensamientos. Me puse de pie y llegué hasta la entrada. Al abrir la puerta, Charlie ofreció una sonrisa y mostró un par de bolsas con unas cajas de comida rápida. Él se adentró y yo cerré la puerta. Los dos nos sentamos en la sala y Charlie sacó las cajas de cartón donde venían los tallarines.


—Te traje los tradicionales porque no sé cuáles son tus favoritos, jefe —Charlie inició la conversación. Todavía traía la ropa de la oficina; una camisa blanca de mangas largas y unos pantalones de mezclilla oscura de corte vaquero—. ¿Quieres comer en el recipiente desechable o en un plato?


Por unos segundos contemplé el rostro varonil y agraciado de Charlie. ¿Qué hacía? No podía usar a una persona como él para esconder el dolor. No era justo.


—¿Heath?


—Así está bien —repliqué.


Charlie puso las cajitas de los tallarines y los utensilios junto a otro contenedor con verduras en la mesa como si ordenara todo para una comida formal. Pero ninguno de los dos habló.


—¿Estás tomando? —cuestionó Charlie.


Hasta este instante me percaté de que traía la botella en la mano. Suspiré y dejé el licor sobre la mesa. Bajé del sillón y me senté frente a la mesa para iniciar con los alimentos. Charlie me contempló y yo desvié la mirada. Luego hizo lo mismo y se sentó en el piso alfombrado frente a mí.


—Descuida, Heath —sonó la voz de Charlie con algo que me causó culpabilidad—, no le diré nada a mi padre. Ya no vivo con ellos por lo mismo. Quiero evitar las preguntas ridículas y, en especial, los sermones de mi padre. De verdad, ¿cómo lo aguantas? Incluso mi hermana Vivienne dice que es un poco castrante.


No dije nada. Comía despacio y sin mucho apetito. Había cometido un error y estaba a punto de cometer otro y otro y muchos más que terminarían en un conflicto que nos perseguiría hasta un futuro lejano.


—Bien —Charlie suspiró—, si prefieres que me calle, lo haré.


Negué con la cabeza, alcé el rostro y contemplé a Charlie con una sonrisa de tristeza.


—No —dije y esto hizo que Charlie me mirara de frente—, por favor, sigue hablando… tu voz es reconfortante.


No había mentido del todo. Escuchar a Charlie parecía como el rayo de luz que parecía tener coherencia en todo el caos emocional que vivía en este periodo del tiempo.


Charlie sonrió, dejó los cubiertos, limpió sus manos y boca con la servilleta y gateó hasta mi lugar. Yo detuve mis acciones y sostuve la mirada de Charlie. Acto seguido, inicié con toda esa cadena de problemas que desataría uno de los peores caos en toda la organización de una manera lenta e imparable. Recargué mi cuerpo en el sillón, luego tomé la mano de Charlie y lo acerqué a mí. Charlie acortó la distancia y su frente topó suavemente con la mía.


—¿Heath?, ¿estás seguro? —susurró Charlie—. Hasta ahora me has dicho que es mejor guardar distancia… y que prefieres que seamos amigos.


Sí, era verdad. Hubiera preferido que así se quedaran las cosas… pues nadie se merece lo que yo le hice a Charlie. Y sin importar que estuviera ahogado en un mar de decepción, no tenía el derecho de ilusionar a Charlie de esta manera… mucho menos siendo el hijo de mi mano derecha. Cometí una canallada… un fallo que jamás podré perdonarme y que hasta el día actual me recuerda lo idiota que fui.


Con la mano tomé el cuello de Charlie y cerré la distancia entre nosotros. Nuestros labios rozaron para así comenzar a moverse en un beso que se intensificó a cada minuto. Sin embargo, yo podía escuchar en mi mente la frase ‘detente ahora mismo’. Si no lo hacía, si no paraba los actos, sería demasiado tarde.


—Heath —Charlie habló entre el beso. Después retiró mi chaqueta y se colocó encima de mí. Sus manos tocaban mi cuello y aveces mis brazos—, no pienses tanto las cosas.


—¿Cómo? —pregunté sin comprender sus palabras.


—Sé que te estás ahogando en un mar de tus propios pensamientos, pues te has olvidado que te conozco desde que éramos adolescentes. Siempre le das muchas vueltas a las cosas y terminas por hostigarte y reprocharte tus acciones.


Antes de poder responder, Charlie volvió a besarme. Ahora el beso fue muy pasional y permití que Charlie tomara el control de la situación por unos minutos. Me despojó de la playera, luego él de su camisa. A continuación, bajó los labios por mi cuello y comenzó a dejar marcas mientras succionaba mi piel y mordía con cautela algunos puntos sensitivos.


Cerré los ojos y suspiré de placer. Hacía un esfuerzo por no dejar a mi voz salir. Durante unos instantes creí que todo estaría bien y que podría estar con Charlie.


—Ah… C-Charlie —dejé salir un gemido—, e-espera… v-vamos… ¡Ah!


Sin previo aviso, Charlie cambió posiciones. Jaló mi cuerpo para adelante y ahora yo estaba sobre él. Sus manos desabrochaban mi pantalón y luego el suyo. Otra vez acercó su boca a mi cuello y me besó. Yo coloqué las manos sobre sus hombros y nuevamente cerré los ojos.


—Heath —Charlie habló con la respiración cercana a mi piel—, eres muy sexy, ¿lo sabías?


¿Y qué debía responder? No tenía palabras pasionales ni mucho menos de incitación sexual dirigidas hacia él.


—Y quizás ya lo sabes porque es muy obvio —Charlie siguió con las frases—, pero desde que nos conocimos, desde que vi tu rostro serio y consternado —Charlie detuvo los movimientos y metió su mano debajo de mi pantalón.


Cubrí mi boca con rapidez. No había esperado que mi cuerpo arrojara una especie de calosfrío electrizante por mi espalda ante el contacto con Charlie.


Noté que Charlie detuvo la revelación y la actividad. Entonces, retiró mi mano de la boca y me besó con suavidad.


—Te he deseado desde hace tanto, Heath.


¡No, por favor…! ¡No podía seguir escuchando su revelación! Era una farsa lo que yo ofrecía en este momento y sólo pensaba en mí.


—Esto es como mis fantasías.


Las manos de Charlie regresaron a los movimientos debajo de mi ropa interior y en mi pecho. Y, como un estruendo explosivo, el rostro de Blake apareció en mi mente. Anhelaba sentir el tacto de Blake, escuchar su voz, ser besado por él, ser tomado por él nuevamente.


Detuve a Charlie y arrojé una mirada de consternación. Me hice a un lado y quedé junto al joven.


—¿Hice algo malo? —Charlie dudó al intentar sujetar mi rostro.


—No, Charlie… Por favor, perdóname. Yo… no quise hacerte creer que… —suspiré y agaché la cabeza.


—Oh, ya… No querías hacerme creer que podríamos hacerlo. —Charlie desistió del tacto con mi piel y quedó como sin movimiento. —No te preocupes. Me queda claro que olvidar a Blake te tomará más tiempo. Además, no has hecho nada malo. Quizás estés confundido.


¿Confundido? Charlie se equivocaba. No había confusión ni nada de eso. Era algo distinto. Yo actuaba de manera insensata, sin tomar en consideración los sentimientos de él, y había estado a punto de usarlo para satisfacer una fantasía y un deseo. Pero él no era un substituto y no merecía algo así.


—Sí —decidí explicar—, será muy complicado olvidarme de él.


—¿Por qué? Se fue, ¿o no? Te dejó con sólo problemas sin darte explicaciones ni razones —Charlie recriminó—. ¿O qué?, ¿me vas a decir que vas a esperarlo? Por favor, Heath, no puedes vivir de una ilusión. No vale la pena. ¿Por cuánto tiempo más estarás dispuesto a alimentar una falacia?, ¿de verdad crees conveniente desperdiciar tu tiempo en él… en alguien que ni siquiera es seguro que regrese? ¿Y luego qué?, ¿habrán pasado años cuando te hayas dado cuenta de que cometiste un error? No podrás regresar el tiempo y rehacer las cosas. Habrás gastado tu energía en un sueño que ya no está… que ya no es una realidad.


—No, Charlie, no es eso.


—¿Entonces?


Charlie sujetó mi brazo y me encerró entre el sillón y él. Sus manos apretaban mis brazos y su rostro mostraba desesperación.


—¿De verdad crees que él regresará?


No respondí.


—¡Dime! —Charlie ordenó al estrujar mi cuerpo un poco.


Asentí con la cabeza.


—Increíble. Nunca creí que fueras tan iluso al grado que pudieras dejarte llevar por espejismos imposibles de creer.


—Charlie… —Intenté hacer el cuerpo de Charlie para un lado, pero su espalda chocó con la mesa y la botella de licor cayó cerca de la comida y las cartas que había dejado. —Mierda —susurré.


—¿Qué? —Charlie usó un tono molesto.


—El papel. —Intenté señalar la hoja en blanco de la carta extraña y, por fin, conseguí que Charlie soltara mi cuerpo. Me moví al frente, extendí la mano y tomé la hoja empapada de licor. Sin embargo, descubrí que el líquido había revelado una especie de mensaje. —¿Qué rayos?


Charlie se alejó de mí y también prestó interés en la hoja. La letra era moderadamente bonita y esto era algo que me indicaba que no era de Blake, pues él tenía una escritura sumamente bella y cursiva. La carta tenía mi nombre en la parte superior y después comenzaba con un saludo para indicar que las cosas iban bien.


Sin poder terminar la lectura, Charlie tomó la hoja y leyó en voz alta.


—Heath, te escribo esta carta para decirte que por ahora todo va relativamente bien. —Charlie hizo una pausa, me miró y luego regresó la vista al papel. Prosiguió—: y debo agradecerte por lo que hiciste por mí. Aunque fueron un par de días, conseguí —empero, retiré la hoja de las manos de Charlie.


Esa carta era de Cal. Por supuesto, Shaddock Cal, las iniciales de su nombre: S.C. Así que no podía dejar que Charlie leyera el mensaje.


—¿Heath?, ¿qué es esto? —Charlie cuestionó con seriedad.


—Nada.


—¿Nada? Mierda… —Charlie suspiró y pasó la mano por su cabello. —Claro, nada. Como no soy mi padre no puedes contarme.


Tenía razón. Aunque otra vez le revelaría información en exceso confidencial a Charlie por la culpabilidad de mis actos.


—Es de la persona que nos envió a Prim —dije con pesadez.


—Oh, siempre creí que Prim era la nueva novia de Jenny… ah, claro. ¿Cuántos secretos escondes junto a mi padre?


—Hay cosas que es mejor no revelar por el bienestar de la gente. No es algo que podamos tomar a la ligera.


—Y yo sigo siendo ‘gente’.


—Te estoy diciendo la verdad.


—Entonces, déjame terminar de leerla.


Charlie extendió la mano. Yo aguardé por unos instantes y me recriminé lo peligroso que todo esto se tornaba. Entregué la carta y Charlie siguió con la lectura.


—Aunque fueron un par de días, conseguí arreglar la situación con Joel y explicarle a mi padre lo que pasaba. No puedo quejarme por ahora, ya que tengo mi propio laboratorio. No obstante, cumplo las órdenes del imbécil de Harriet porque tiene a mi familia como objetivo si es que desobedezco. Sin embargo, la mejor de mis ofertas para pagarte el favor sigue en pie, amigo, y es aquella que si envías a esta dirección el ADN de la persona a quién amas, yo me aseguraré de ayudarte y concebir al heredero para el imperio de drogas que estás construyendo. La agencia de adopción de Harriet se encargaría de los trámites y tú tendrías a tu bebé, a tu propio descendiente de sangre, en las puertas de tu hogar. ¡Wow! —Charlie sonrió y expresó con incredulidad—: ¿de qué mierda está hablando este tipo?


Suspiré. Blake había dicho que si regresaba, entonces estaría dispuesto a crear una familia conmigo. Y, desde la última charla con Cal, en su casa, antes del encuentro en el muelle del sur, había colectado una muestra de ADN de Blake. Era un cabello rubio-cenizo. Lo había hecho simplemente por curiosidad por descubrir quién era él. Por supuesto, no lo había usado. Y desde nuestra última conversación en el muelle, Cal había implantado una idea de locura en mi cabeza. Me había metido la semilla de la curiosidad y el deseo.


Realmente tenía el interés en aceptar la oferta de Cal. Pero todavía me detenía por prudencia, puesto que estaba seguro que Blake regresaría a mi lado y en algún momento podríamos conversar sobre ello.


—¿Heath? —la voz de Charlie me recordó que seguía frente a él—, ¿vas a contarme de qué se trata esto?


Entonces, sonreí y acorté la distancia con él. Sé que no fue la mejor decisión, pero era la manera más fácil para evitar revelar información sobre Cal. Mi beso fue tímido al comienzo, pero Charlie aceptó la caricia y acrecentó la actividad. De pronto sus manos ya tocaban mi piel y otra vez dejaba marcas en mi cuello.


—¿Podemos seguir? —Charlie cuestionó con un tono casi desilusionado que pude reconocer.


—S-Sí —dije con sensualidad para asegurar que él comprendiera el mensaje.


Charlie me mostró un rostro sonriente y luego volvió a besarme. Tener sexo con él se convertiría en una de las condenas más peligrosas que la organización sufriría de una forma sin igual.


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