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El Dragón del Este (re-subido y re-editado) por Cat_GameO

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Capítulo quince


El inicio de la Triada


 


El día de la reunión privada con Connor había llegado al final del penúltimo mes del año. Me había contactado directamente por teléfono privado y me había enviado la dirección donde nos encontraríamos. Por esta razón, manejaba el carro deportivo nuevo; éste no era negro como el anterior, pues había elegido uno color blanco. Mi destino estaba en la ciudad Cristal-Centro, en la capital, en una especie de zona residencial.


Ya había cruzado la frontera después de más o menos una hora y media de viaje y ahora tomaba el distribuidor vial gigantesco que ayudaba a llegar de manera rápida casi a cualquiera de las zonas más importantes de Cristal-Centro. En realidad, había aceptado la petición de Connor sin cuestionamientos y no tenía una idea clara sobre lo que hablaríamos.


Al pasar toda la zona norte, por fin arribé al centro de Cristal y me dirigí por una avenida rumbo al sector residencial que era llamado Milán. Me paré en la caseta de seguridad y con sólo dar la dirección no hubo más preguntas ni la requisición por parte de los guardias para presentar una identificación. El sitio era una especie de suburbio privado, con sus propias calles que llevaban a nuevos pórticos para llegar a circuitos más particulares. Había un montón de árboles que daban la sensación de que estaba en otro Distrito. Hasta había un un lago, una cabaña y una especie de puente, por lo que supuse que la gente que vivía ahí tenía bastante dinero.


En cinco minutos más pasé el portón de seguridad del circuito de nombre Brunné y estacioné el carro frente a una casona elegante de tejas cafés. El estilo de la casa era sencillo en comparación a otras de la vecindad. Tenía dos puertas; una que conectaba con la cochera y otra que parecía dar a la planta alta que estaba unida a un jardín exterior. Cuando bajé del carro, no encontré un timbre y vi el sedán negro de modelo viejo que Connor solía emplear. El auto estaba estacionado en la cochera atrás de una camioneta grande, negra y lujosa.


La primera suposición fue que no estaríamos solos. De pronto, la puerta alta fue abierta y Connor dio unos pasos rumbo al recibidor pequeño. El muchacho portaba un abrigo negro muy sencillo, su cabello estaba un poco despeinado y traía unas botas oscuras de invierno. Yo subí por las escaleras y saludé al chico. En esta ocasión vestía mi gabardina larga que hacía juego con una imagen más clásica y madura.


—Llegas tarde —Connor habló con tranquilidad notoria—, entra.


No discutí. Aunque ya estaba acostumbrado a nuestra interacción seca, todavía no tenía humor para jugar con él como lo había hecho en el pasado.


El interior de la casa era elegante y estaba dividida en segmentos profundos y altos sin un orden tradicional del primer o segundo piso. Las paredes eran opacas y el suelo también era de un tono grisáceo. Bajamos rumbo a una sala de invitados extensa y noté la diferencia. Los pisos cambiaban a un tono más claro, así como las paredes, los muebles eran de colores dorados y compaginaban con los adornos como cuadros, estatuillas y otras cosas en tonalidades de oro y bronce. Había un ventanal extenso al frente que permitía la vista a un jardín hermoso que tenía caminos de piedra, una fuente y hasta una zona alta exterior.


De inmediato, noté que en la mesa de centro había una charola con una tetera, tres tazas y bocadillos como galletas. Tres tazas… Justo como lo había intuido, no estaríamos solos en esa reunión.


—Siéntate. —Indicó Connor al acercarse a la mesa de centro. —Dumá quiere conocerte.


¿Dumá? Jamás había escuchado el apellido en el país, aunque conocía un poco sobre la familia de este nombre que vivía en Cadenas. Sabia que eran dueños de industrias locales en varias ciudades fronterizas del norte, pero su negocio más importante en la actualidad era la pesca. Claro, todas transacciones legales. Sin embargo, por abajo del agua, la familia Dumá era maestra en el tráfico ilegal de mercancías variadas.


Obedecí, así que me senté en el sillón de doble cojín. Connor comenzó a servir el té de una manera casi ceremonial. Nunca había visto al adolescente hacer este tipo de cosas. En realidad, no era tan sorprendente ya que Connor había recibido educación refinada como un niño rico.


Unos segundos después, escuché unos pasos provenir de la puerta de la derecha y vi a un hombre adentrarse a la sala. Era un sujeto grande, de cuerpo ancho y regordete, vestido con una especie de toga formal que hacía juego con el estilo de mafioso del siglo pasado y con sus manos llenas de anillos distintos. El tipo tenía la tez blanca, mostraba un bigote bien estilizado, sus cejas eran gruesas y la boca un poco alargada. Tenía los ojos de un azul claro que combinaba con el cabello y bigote de un color castaño claro. Aunque sus facciones no eran de un hombre mayor a los treinta y tantos, su gordura provocaba que aparentara una edad superior. ¿Él era Dumá?


—Tú debes ser el Dragón del Este, ¿cierto? —la voz del hombre sonó elegante, respetuosa y con un acento extranjero casi pronunciando la letra ‘r’ como una ‘j’ nasal. Por lo menos este detalle confirmó que él provenía de Cadenas, debido a que este acento es el característico de la gente de allá—. Es un placer conocernos en persona, joven Dragón. Connor me contó y me explicó que tú serás el mediador debido al poder que ejerces.


El sujeto se sentó en el sofá individual, aceptó la taza de té que Connor ofreció y bebió con finura.


—Disculpen mis hábitos. Sé que para ustedes aquí en su país no es común tomar el té a estas horas —sonrió al agregar y mirarnos a Connor y a mí—, pero no puedo evitar seguir mis caprichos.


Sin importar que fuera una opinión respecto al té, este sujeto revelaba información. Estaba acostumbrado a que las cosas se hiciera como él deseaba y parecía que tenía el poder para conseguir lo que fuera que se impusiera. Por mi cuenta, sólo sonreí y acepté la taza que Connor colocó frente a mí.


—Descuida —decidí replicar—, si vamos a hablar de negocios, es mejor hacerlo cuando disfrutamos algo que nos gusta.


El tipo denotó una mueca satisfecha y me contempló con intensidad.


—Heath Alipsis, debo excusarme, ya que no me he presentado. Mi nombre es Edme Dumá —reveló el hombre. Luego sacó un puro del interior de su ropa, lo cortó de la punta, usó un encendedor metálico y comenzó a fumar. Prosiguió—: y yo estoy aquí para hacerles una oferta a los dos… Al Dragón del Este y al Alquimista de Agua.


Connor ya estaba sentado en el otro sillón recargado y con una pose de poca preocupación. Estos dos cabrones ya se habían contactado con anterioridad y aquello significaba dos cosas: o algo muy negativo para mí o un nuevo negocio a un costo altísimo.


—Bien —compuse con una mueca falsa de alegría—, ¿y cuál es tu oferta, Dumá?


—Es simple, muy simple, de hecho. Lo único que quiero es que ustedes destruyan el tratado actual que tienen con su gobierno y los grupos favorecidos del gobierno de mi país, y que me vendan sólo a mí algunos de sus productos exclusivos y de la mejor calidad.


—No —repuse sin pensar.


Connor movió su rostro y me contempló con seriedad. En la otra mano, Edme Dumá extendió la mueca de manera obvia como si proyectara complacencia y fumó como esos personajes de películas de mafiosos.


—¿No? —Dumá se movió un poco para sorber del té y repuso—: ¿es, a caso, la bandera de los cobardes la que usan para llevar a cabo sus negocios aquí?


—Aceptar a un solo cliente nos convertiría en enemigos del gobierno y también nos haría perder mercado en Cadenas. No pienso perder las oportunidades de negocios actuales en ese país sólo para venderte a ti.


—No seas idiota, Alipsis —Connor expuso con fuerza—, Dumá nos ofrece exclusividad y protección para nuestros productos en todo Cadenas. Sería una demanda controlada por un tiempo, lo comprendo. Pero siempre con la seguridad de que no nos copiarían o intentarían substituir.


—Tú eres el idiota, Connor —discutí—, lo que esto significa es una ganancia lenta y a un plazo larguísimo. Este hombre controlaría todo el mercado como un monopolio y él sería el ganador primario de esta transacción. Por si esto no fuera poco, el tratado no protege nuestra calidad ni productos.


—Jóvenes, por favor —interrumpió Dumá—, no es necesario pelear. Pedí reunirme con ambos por dos razones. Es cierto, Dragón del Este, mi imperio crecería más que el suyo y, con la exclusividad de sus productos, yo sería el monopolio más grande de drogas únicas en Cadenas. Sin embargo, la exclusividad, la calidad y el sello de origen no serían blasfemados, ya que yo me encargaría de que así fuera. Ustedes ganarían a largo plazo, eso también es real. —Agregó con una voz densa su siguiente frase—: Veo que tienes una facilidad de visión, Alipsis.


—¿Y cuáles son tus razones? —pregunté conservando la mayor calma posible.


—La primera es concerniente al gobierno. Los hijos de puta han decidido esto del capitalismo sin moderación y han comenzado a dar prioridades a las familias de la élite que los rodea a ellos. Nos han abandonado a nosotros; a los que hemos hecho a la economía local de Cadenas crecer. Por ello busco venganza. En la producción de droga no nos ha ido bien, puesto que cortaron el suministro de materia prima. Honestamente, nuestra organización se tambalea un poco. Nuestros negocios legales, me refiero a las industrias pesqueras, han sufrido una baja por las nuevas inversiones extranjeras que el gobierno y su compadrazgo han impuesto. El capital sale de Cadenas y, por primera vez en casi ochenta años, nuestro país va en declive. Mi primera razón es jugar contra el gobierno, pues si yo me quedo con la exclusividad de productos con la calidad de tu droga, Alipsis, y las drogas experimentales de Connor, entonces el gobierno perderá gran parte de la inversión al no habernos apoyado.


—Eso es provocar la guerra civil para derrocar al gobierno —opiné con molestia.


—Es correcto. Lo cual estoy dispuesto a hacer, si es que ustedes deciden venderme a mí y sólo a mí.


—Lo has dicho ya. Tú ganarías de primera mano. Para que Connor y yo obtengamos una mejor ganancia, tendríamos que esperar casi diez o veinte años. Sin contar la inestabilidad que estás por causar contra el gobierno que también nos afectaría a nosotros.


—Correcto.


Dumá volvió a sonreír como si estuviera satisfecho. Me contempló y luego dirigió el interés a Connor.


—Alipsis, veo que proteges al jovencito Connor —Dumá continuó con las palabras y su rostro de complacencia que me comenzaba a molestar tanto—, ¿por qué no dejas que el chico tome su decisión? Si tú no quieres apoyarme, entonces haré el trato con Connor.


En un par de segundos, mis pensamientos se tornaron oscuros. Si Connor aceptaba, entonces yo perdería el tratado de paz con el gobierno, clientela exclusiva de Cadenas y este tal Edme Dumá se convertiría en mi enemigo. Si era así, por lo tanto debía considerar a Connor como un nuevo objetivo para destruir. Y si así debía ser, tendría que acabar con él aquí mismo.


—Todavía no hemos escuchado tu otra razón, Dumá —Connor dijo con un tono de tranquilidad que solía usar cuando discutía conmigo.


—Ah, claro, la segunda razón —aceptó el hombre.


Dumá se puso de pie y se acercó a los ventanales que daban al jardín. Había quedado de espaldas. Esto tampoco me parecía bueno, ya que no podría ver su rostro y buscar por alguna clase de pista.


—La segunda razón tiene que ver con un individuo que comparte el nombre de tu familia, Connor —reveló al fin Dumá.


—Rhys Connor —pronunció Connor con enojo—, ¿así que por eso nos contactaste?


—Al inicio había creído que contigo bastaría, pero el nombre de Alipsis también estaba involucrado. No lo tomen a mal, chicos, pues soy un hombre que cuida cada uno de sus movimientos. Me pareció peculiar que para casi todo ambos estuvieran ligados… como si sus grupos compartieran un lazo más allá de ese simple concepto de vendedor-cliente. No podría conseguir al pequeño Oswin Connor sin conseguir también al joven Heath Alipsis.


—Si Rhys Connor está metido en esto, es obvio que piensas que nosotros aceptaremos tu oferta, ¿verdad?


—Sí, en una parte así lo creo.


Connor soltó una carcajada leve, se puso de pie y se acercó hasta mí. De pronto, se sentó a mi lado y aguardó. Dumá dio una media vuelta y nos observó.


—No sé por qué crees que te ayudaríamos cuando nuestra ganancia no es completamente inmediata y, menos, si sólo nos das un nombre y no información.


—Connor —intenté hablar, pero Dumá caminó de vuelta al sofá y sonrió extrañamente al vernos juntos.


—Incluso entre otros grandes líderes de Cadenas, hay especulaciones sobre ustedes dos. Principalmente por su relación tan… especial —repuso Dumá.


—No hay nada de especial en nuestra relación —dije con desinterés—, somos sólo amigos. Los amigos no se traicionan nunca.


—Por supuesto, sólo amigos. Ya no eres un niño inocente, Alipsis, para decir este tipo de frases ridículas. Si no fueran homosexuales, les creería otro tipo de excusa. Pero son populares por su sexualidad también.


—Déjate de juegos, Dumá —recriminó Connor—, y sólo dinos sobre la segunda razón. ¿Quieres que cerremos el trato?


—Bien. Les diré por qué la segunda razón me ha afectado a mí —Dumá dijo al sonreír levemente—. Ese tal Rhys Connor ha llegado a Cadenas y se ha aliado con una bola de imbéciles; dos traidores y uno de los nuevos líderes del comercio e inversiones extranjeras. Y, con ayuda de esos cabrones, más el liderazgo de Eveline Franco, Rhys está expandiendo su mercado. Vende una clase de imitación de Luna. Debido a que el producto original escasea, además de ser casi imposible de conseguir en la frontera, el niño ha aprovechado este hecho. Sé que el mocoso tiene enemigos del país de donde viene y esos enemigos son ustedes dos. La segunda razón para ofrecer este pacto es para acabar con él. Los tres podríamos trabajar en conjunto y destruir su pequeño imperio creciente y proliferante.


Aceptaba que si teníamos un contacto directo en Cadenas, encontrar a Rhys no sería tan peligroso y no nos colocaría en una posición tan vulnerable. Sin embargo, tenía la sensación de que Edme Dumá se burlaba de nosotros de alguna manera.


—Necesitaremos un poco de tiempo para responder a tu petición —revelé con seguridad.


—Supuse que dirían algo así. El problema es, Alipsis, que yo regresaré a mi país en un par de días.


—En dos días, antes de que te vayas, nos reuniremos aquí, por la noche. Sólo Connor, tú y yo.


—De acuerdo. — Dumá mostró una mueca alegre que me pareció tan falsa que su rostro se distorsionó un poco más.


—Muchas gracias por el té, muchachos.


—Ah, debo mover el carro. —Connor se incorporó de inmediato y caminó hacia la puerta de la derecha.


Al quedar en soledad, Dumá se acercó un poco más a mí y me contempló con esa mirada penetrante que poseía. No sé si deseaba que me sintiera halagado; empero, su mirada era muy incómoda. Había algo más en este sujeto que no terminaba por agradarme. Era cuidadoso con la información, lleno de experiencia, con facilidad de palabra, pero también misterioso.


—Dime, Alipsis, ¿qué estarías dispuesto a sacrificar por Connor? Si dejaras de cargar con él, tu imperio se expandiría y estarías casi a la par del famoso Jamie Muller.


Sus palabras no fueron una sorpresa. Tenía la imagen de mafioso, incluso la fama por antigüedad, así que no me impactaron aquellas frases malintencionadas.


No repliqué. Esperé unos minutos con una pose inmutable hasta que Connor regresó y se quedó parado junto al sofá.


—Nos vemos aquí en dos días, cuando el sol haya caído —pronunció Dumá al dar unos paso en torno a la entrada—. Gracias por el té, joven Connor. Un placer conocerlos en persona. Hasta pronto.


Y, sin otra palabra más, Edme Dumá abandonó la habitación. Yo me puse de pie y seguí sus pasos hasta que él salió de la casa al cruzar una especie de recibidor angosto. La camioneta se encendió y el hombre dejó, por fin, el sitio. Estaba un poco molesto, debido a que Connor no había sido honesto conmigo. Además, comprendía la razón por la que había hecho su petición para vernos a solas frente a Hanz y Charles.


—¿Crees que es una mala opción de negocio? —la voz de Connor sonó cerca de la entrada de la sala.


—Es una jugada que nos deja como objetivos fáciles, Connor —expuse al sacar un cigarrillo, dar la media vuelta y acercarme al muchacho—. Un pacto donde dependeríamos de él en su totalidad para las exportaciones y el control de nuestros productos en el territorio de Cadenas. Y no sólo eso, ese tipo nos hará entrar en una disputa con el gobierno y seríamos perseguidos por ellos durante los seis años de mandato de nuestro querido presidente actual. ¿No lo ves?


—Tú eres quien no lo ve —Connor dijo al caminar rumbo a la sala y sentarse en el sillón de doble cojín—. Al no tener nada de presencia en Cadenas y sin tener una manera de anteponernos a los nuevos amigos de Rhys, este juego de escondidas y suposiciones nos destruirá más rápido de lo que piensas.


—No te confundas —repuse al quedar sentado junto a él y acortar la distancia—, mi grupo puede soportar los juegos de Rhys por años. Tú no. Aunque tu venta de Luna sea buena, es tu ingreso más alto el cual todavía no es suficiente para que tu organización crezca y subsista por sí misma. Tú eres quien más sacaría ventaja de este tratado.


Connor no dijo nada. Suspiró y apartó la mirada de mí. De pronto, me pareció que todo el dolor que sentía por Blake podría desaparecer en estos instantes. Connor todavía era un adolescente de diecinueve años, aunque un líder de la droga… era un niño. Toqué su pierna y luego su rostro para jugar un poco con él.


—Si quieres —susurré en el oído de Connor—, puedes aceptar el trato con Edme Dumá y dejarme fuera del movimiento. Al final, él tiene razón.


—Déjate de idioteces, Alipsis. —Connor movió mi cuerpo e intentó alejarse, pero su espalda topó con el brazo del sillón. —Pensé que estábamos juntos en esto de atrapar a mi hermanito.


Desistí y me hice unos centímetros a un lado. Connor estaba en lo cierto, si entrábamos a Cadenas con ayuda de ese mafioso, entonces nuestro objetivo por acabar con Rhys sería más fácil de obtener.


—Además —Connor continuó al ponerse de pie. Supuse que se sentía más seguro si había distancia entre nosotros. Siguió con sus frases—: sé que odias tanto a Rhys como yo. Es la sombra de Gary. Y sé que no puedes negar que te sientes acorralado cuando Rhys hace de las suyas y nos ataca.


Sin importar que él tuviera razón, no iba a admitir algo así ante su presencia.


—Antes de aceptar cualquier tratado, haremos algo —por fin decidí revelar el plan—. Vamos a corroborar que Rhys tenga contacto con la gente que Edme Dumá mencionó y, de este modo, conoceremos su posición como nuevo narcotraficante en Cadenas. Si realmente estamos en una desventaja, analizaremos la situación… y si parece conveniente crear una alianza con Dumá, entonces lo haremos.


—¿Cómo vamos a corroborar que Rhys está allá?


—Prepara a un equipo de élite. Explícale a Hanz todo. Nos veremos en un punto de la ciudad de Moth.


—¿Moth?, ¿En el Distrito de Jamie Muller?


—Sí. Por eso dije que prepararas a tu equipo élite; a tus mejores soldados. Nos veremos allá en Moth, mañana. Lleva armas discretas, ya que el Distrito de Vermillen es patrullado por la policía local, el ejército y las fuerzas especiales del país, ¿vale?


—Está bien, nos vemos allá.


—Te mandaré la localización exacta hoy. Por ahora, regresemos a nuestras bases.


—¿Alipsis?


Noté la duda genuina en Connor. Me puse de pie y lo encaré. Su rostro no mostraba tranquilidad, así que yo sonreí complacido.


—¿Por qué me ayudas?, ¿por qué sólo a mí? Soy hijo de Gary Connor, ¿lo olvidas? Además, ambos buscamos más poder y control, pero… ¿de verdad lo haces sólo porque somos amigos?


Aguardé por unos segundos. Luego terminé el cigarro y lo dejé en el cenicero de la mesa de centro.


—¿De verdad no crees en esa razón? —indagué.


—No. Creo que tienes otro motivo.


—Es cierto.


—¿Cuál es?


—¿En realidad necesitas saberlo? Deberías conformarte con la información oficial y obvia, porque no quiero que por un malentendido perdamos esta unión que nos ha traído buenos resultados.


Connor agachó el rostro. Suspiró con fuerza, luego me contempló y mostró en sus ojos azules claros seriedad.


—¿Es porque soy fácil de usar?


—¿Qué? —repuse sin pensar en otra respuesta. Negué con la cabeza a toda prisa y compuse—: no, no, para nada. Te respeto, Connor. No cualquier cabrón es capaz de crear una droga como Luna, de conseguir un lugar con los grandes y de llevar a cabo una venganza sin olvidar el objetivo y el camino correcto. Eres un gran líder y te respeto. Este es uno de los motivos por los que te ayudo.


—Pero no el principal… ¿Sabes? —Connor se movió y habló con un tono profundo como si estuviera decepcionado—, cuando me ofreciste ayuda, la primera vez, pensé que era para acercarte a Gary y para usarme como un pase hasta su guarida. Pero, luego lo mataste y tuviste el descaro de buscarme y ofrecerme tratados para que pudiera incursionar Luna en el mercado. No lo comprendía. Incluso Hanz me recordaba una y otra vez el peligro de creerte… de aceptar tus palabras como ciertas. Por un tiempo analizaba cada una de tus frases, cada uno de tus movimientos. Hasta te investigué cuanto pude para cerciorarme que no terminarías como Jamie Muller… con el interés de apoderarte de Luna.


—Nunca ha sido mi intención. ¿De qué me serviría quedarme con Luna si no puedo replicarla exactamente como tu producto? Del mismo modo, justo como lo dijiste, yo maté a tu padre.


—Entiendo que Gary te atacó primero —dijo Connor al suspirar— y que tú te defendiste.


—No, Connor —revelé con cinismo—, no fue así. Yo había invadido la base de Gary Connor y había intentado dejarle un mensaje claro. Igualmente, descubrí que él estaba muy preocupado por mantener a salvo a su segundo hijo. Yo he sido consciente que tú perdiste el respeto de tu padre por desear la venganza y por tu sexualidad. Tú no me servirías como carnada. Esa noche, Charles, Jenny, Roy y el traidor de Pedro me acompañaron junto al grupo de cabrones que creyeron en mí. Nuestro objetivo era matar al segundo hijo, matar a Gary y enviarle un mensaje a Don B y a Jamie. Esa noche pensaba aniquilar a ese hijo de puta y hacerles ver al resto de los Señores de la Droga que yo iba en serio. Fallé por muchas razones, incluido Pedro en mi grupo como un saboteador. Gary me amenazó y cumplió su palabra, pues casi una semana después se apareció en mi base y no me dejó opción. Tuve que matarlo en ese encuentro para satisfacer mi propio deseo de venganza y todos esos resentimientos de odio por él. —Acallé y sólo esperé unos segundos. Observaba a Connor como si buscara provocarlo, pero lo miraba para reconocer su figura ante mí. Continué—: Si lo recuerdas bien, tú y yo ya éramos amigos desde un poco antes de mi ataque directo a su base. Si hubiera querido usarte, entonces lo habría hecho desde tiempo atrás. ¿No lo ves? Me importó una mierda tu propia sed de venganza porque así es esto. En este mundo de locura, de traiciones, donde sólo los más listos y cabrones sobreviven, no hay alianzas puras. Tú sólo has sido un camarada que tiene sus propios deseos; mismos que no son parte de mi agenda.


—Eres un cabrón —Connor pronunció. A toda prisa sacó la pistola y me apuntó en el estómago—. Un hijo de la gran puta que se ha beneficiado de la creación de mi droga Luna. No somos amigos… tan sólo soy una extensión de tu poder. Estás haciendo lo mismo que Jamie intentó, pero tú has decidido darme un poco de ventaja. Bastardo.


—No, tampoco es eso. Sí, Luna es una maravilla y una de las drogas que pertenece a nuestra generación, pero te equivocas. Aunque he obtenido muchos beneficios junto a ti… —toqué el arma de Connor, luego su mano y por último su muñeca para aprisionarlo. Proseguí—: tú también te has beneficiado de mí. No quiero controlar a tu grupo, ni mucho menos ser el único capaz de vender Luna; esa es tu droga. La verdad, es que con el tiempo me di cuenta que podríamos generar más unidos que como enemigos declarados. Por eso te di una oportunidad y mi ayuda. Sin embargo… —acerqué mi boca al oído de Connor y susurré—: hay una razón más que no puedo revelarte.


—¿Por qué? —Connor retiró el seguro de la pistola y presionó un poco más el arma en mi abdomen.


—¿Estás seguro de querer tomar el riesgo? —pregunté al tocar la cintura de Connor y buscar su mirada. A pesar de que era un poco vergonzoso, no iba a negarle una petición a Connor cuando estábamos a punto de aceptar a otro cabrón en nuestro mundo exclusivo.


—Dime, Alipsis.


Sonreí y acorté la distancia más. Mis labios rozaron con los de Connor y sentí que su cuerpo se tensó. Rompí la caricia y volví a sonreír. Este tipo de reacciones eran las que me encantaban de él… como si fuera realmente inocente. Solté la cintura y muñeca de Connor para regresar al sillón y sentarme. Connor se quedó parado y sólo me observó.


—Ya te he respondido —dije al aire y con satisfacción.


—¿Q-Qué? ¿Entonces… lo haces porque quieres follarme?


—No, idiota. —Reí un poco. —Lo hice al inicio porque me parecías un tipo lindo y sexy. Sentía atracción por ti. Ya sabes, la clásica atracción de adolescentes de preparatoria que te embobas con el físico de alguien y luego lo conoces y te gusta más. Pero es sólo eso; una simple atracción de niños que impulsó el interés por ayudarte. Nunca he intentado tener sexo contigo. Tampoco soy un canalla. Comprende que nuestra relación se complicó desde un inicio. Ambos buscábamos venganza contra la misma persona y ambos nos convertimos en narcos.


—Eso… —Connor guardó la pistola de vuelta en el cinturón de su pantalón, tocó sus labios y prosiguió—: eso explica por qué actúas así cada que estamos cara a cara. Hasta Hanz decía que no le agradaba tu forma de interactuar conmigo.


—Bueno, por lo menos se da cuenta que otro hombre te desea. Es un buen novio.


—¿N-Novio? —Connor reaccionó con pena y noté sus mejillas enrojecerse. —Hanz no es mi novio.


—¿No? Pero él está enamorado de ti —dije sin mucho interés.


—No te metas en mis asuntos relacionados con él, ¿quieres?


—Oye, tranquilo, no quiero que lo tomes a mal. Es sólo que cuando me reuní con él, eso fue lo que comprendí.


—Pues entre él y yo no hay nada.


—Claro —repliqué sin intenciones de discutir—, espero que al repetírtelo puedas creértelo. Descuida, no voy a inmiscuirme en tu vida amorosa, Connor.


—Es sólo que… —Connor se sentó en el sillón del frente y agachó la mirada. Continuó—: no quiero que nadie se burle de mí o me haga creer que estoy mal.


Hasta ahora descubrí que Connor tenía problemas para aceptar su sexualidad. No lo juzgaba, ya que conocía el tipo de familia de la que provenía. Connor había sido criado por un machista, misógino y homófobo. Toda su vida, junto a Gary, había escuchado comentarios denigrantes contra la gente de la comunidad LGBT+ y las mujeres.


—Si alguien te hace creer que estás actuando mal por el simple hecho de vivir tu vida como te place, entonces eres más débil de lo que creí —opiné.


—¿Disculpa? ¡No soy débil!


—Lo eres. Lo eres porque crees que las opiniones de otros son importantes. La gente siempre va a opinar y no hay manera de detenerlos. Si dejas que esos comentarios rijan tu vida, entonces, ¿qué clase de vida estás llevando?, ¿la tuya?, ¿o la que ellos creen correcta?


—En el mundo de la droga no podemos mostrar desventaja.


—¿Cuál desventaja?, ¿el ser gay es una desventaja? ¡Qué ridiculez pensar eso! La desventaja sería que otros conocieran el rostro y nombre de tu amado para aniquilarte. Esta sí es una desventaja.


No hubo respuesta. Connor suspiró y recargó la cabeza sobre el respaldo alto del sillón.


—Tienes prohibido decirle a alguien que estoy saliendo con Hanz.


Las palabras de Connor resonaron en la habitación y me hicieron sonreír.


—Nos vemos mañana —me despedí, me puse de pie y subí por las escaleras cercanas a la puerta. Saqué el teléfono y mandé dos mensajes.


—¡Oye! —la voz de Connor me detuvo—, eso incluye a Charles, ¿queda claro?


—Sí, sí, está bien —dije con una ademán de despedida al salir de la casa.


Después de la conversación con Connor, mi cuerpo se sentía diferente, como si estuviera con el estómago lleno y con mucha energía. Había sido una revelación ridícula, nuestro último tema de conversación, pero real. El motivo primario por el cuál había ayudado a Connor había sido aquél sentimiento de atracción que había desarrollado por él. Por supuesto, todo aquello había desaparecido y se había transformado en un cariño genuino por un camarada. Lo que sentía por Connor era muy parecido a lo que sentía por Charles, Cal, hasta por Jenny y Roy. Ellos eran mis amigos más preciados y había encontrado a más personas en el camino justo como Princesa, Román, Prim y Charlie.


Al subir al coche blanco, encendí el motor y comencé a manejar. Había mandado dos órdenes; una para Princesa y otra para Charles. Princesa debía contactar con el líder del grupo pequeño de Vermillen y Charles debía reunir al resto de los líderes en la base central.


Esta vez no podía dejar pasar ningún detalle. Estábamos apunto de entrar al territorio de Jamie Muller y esto podría desatar una guerra oscura e interminable entre nuestros cárteles.


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