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El Dragón del Este (re-subido y re-editado) por Cat_GameO

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Capítulo cinco


El último grano de suerte


 


—¡¿Qué mierda significa esto?! —la voz de Charles sonó junto a la cápsula.


Ya habíamos abierto el paquete. Jenny me había ayudado para no golpear nada y mantener el movimiento al mínimo. Charles había leído algunas páginas del manual, pero ahora se encontraba frente a la cara frontal del paquete que estaba descubierta. Incluso Jenny y yo no podíamos contener nuestra sorpresa.


Antes de describir lo que había en el interior del paquete, me veo en la necesidad de decir algo. Shaddock Cal nunca había sido un sujeto fácil de interpretar. Desde tiempos viejos, cuando nos conocimos, incluso con la imagen que tenía de chico de modelo de pasarelas de ropa interior, sus palabras no eran de un tipo hueco. Ahora podía asegurar que Cal había conseguido iniciar con todos esos proyectos locos que tenía. Por una parte comprendía su afán por descubrir su propio origen, ya que eso explicaba la obsesión que había generado con el paso de los años y de los intereses en el estudio de la bio-genética. Quizá por sus ambiciones, eso de la nanotecnología y los avances científicos era más que un juego por el dinero sino una competición. Y este regalo que había enviado lo decía todo.


El interior del paquete tenía una especie de persona colocada en un molde de algún vidrio resistente. Era como una persona de entre un metro sesenta y cinco, con cabello largo y de color azulado. La persona tenía los ojos cerrados, pero su rostro era muy tierno y demasiado femenino. Traía puesta una especie de ropa básica de hospital; una bata que cubría el cuerpo delgado y estético. La verdad, parecía como una niña adolescente no mayor a los dieciocho años. La piel estaba pálida, pero era un tono más palidecido de lo común y casi blanca como la nieve. Detrás de esta persona había un compartimento de goma protectora que mostraba un mango de algún tipo de cuchillo o espada y junto a éste había unos lentes gruesos; de esos que se encuentran comúnmente en las consolas de realidad virtual.


Sin pensarlo dos veces, me acerqué a la especie de chica y busqué algo que pudiera asegurarme de que estaba viva. Me di cuenta que la cápsula era como un congelador para contener vida. Sin previo aviso, los ojos de la persona se abrieron y descubrí un tono verde oscurecido. Su mirada estaba vacía y parecía contemplar al frente sin enfocar. ¿Era un robot?, y si lo era, ¿cómo podía lucir tan perfecto y casi como un ser humano?


Negué con la cabeza y me sentí como en una película de ciencia ficción. ¿Qué mierda iba a hacer con este regalo?


—Función —una voz robótica y femenina se hizo presente como un eco desde el interior de la caja—, nombre del dueño.


—Eh —Charles hizo un sonido y luego dijo—: ¿nombre del dueño?


—Identificando.


Descubrí que los ojos de la muchacha extraña me miraban de forma fija. No pude evitar sonreír por la ironía y locura del momento.


—Identificación finalizada —prosiguió la voz como en eco de computadora—, dueño: Heath Alipsis; conocido también como ‘El Dragón del Este’.


Antes de que pudiéramos hablar, la persona salió del compartimento de la caja y caminó con sus pies descalzos en torno a mi posición. ¿A caso Cal quería mofarse de mí?


—Heath Alipsis —ahora la persona inusual habló. Su tono de voz no parecía como de un robot… como lo había esperado. Había sido como la voz de una chica ordinaria; casi como la hija de Charles de tan sólo catorce años—, un gusto conocerlo. Mi número de serie es 01 y soy el primer modelo de prueba basado en el prototipo 00. De ahora en adelante, seré su nueva arma y aliada.


—¿Es un robot? —Jenny preguntó al acercarse a mí.


—No —contestó el modelo de prueba cero-uno—, no soy un robot, señorita. Soy un ser vivo, pero con las capacidades híper-aumentadas para el combate, la guerra y otros trabajos de la misma índole. Aunque mis estructuras fisiológica y biológica estén basadas en la imagen humana, hay un ligero cambio en mi piel, músculos y órganos para otorgar una resistencia superior a la de un ser humano ordinario sin cambiar mi imagen. Mis capacidades visual, auditiva, kinésica y lógica-analítica también han sido modificadas para llevar a cabo las misiones con la más alta eficiencia y obtener los resultados en poco tiempo. Puedo analizar información a una velocidad superior a la de una persona promedio, con una diferencia de un segundo coma trescientos microsegundos, para así tomar las decisiones adecuadas de acuerdo al objetivo necesario.


—Jefe, ¿cómo aceptaste esto? —Charles interrumpió al colocarse en mi otro costado—, ¿qué vamos a hacer con una niña?


—Mi apariencia femenina no es más que para encajar en la sociedad humana, señor, pero le aseguro que se me ha instruido con un sistema de madurez racional para actuar de manera independiente.


—En otras palabras, eres una especie de super-humano, ¿verdad? —me atreví a preguntar.


—Si esa explicación satisface su comprensión, Heath Alipsis, entonces sí. Podría decirse que soy un humano mejorado y creado en un laboratorio por un sistema sintético de un proyecto llamado ‘Matriz P’.


—Y… ¿no tienes un nombre, pequeña? —Jenny cuestionó al dar unos pasos hacia la chica—. No creo que quieras ser llamada como un número de serie. Menos si posees personalidad.


—No, no poseo un nombre como el de ustedes. Pero algunos de los doctores en los laboratorios me llamaban Primus o Unity.


—¿Primus? —Jenny repitió—, jefe, es su decisión.


—Será muy obvio llamarte Primus o Unity, así que usaremos Prim —dije con calma— y necesitarás un hogar. No puedes quedarte aquí todo el tiempo. Además, necesito que uses ropa de uso cotidiano y arregles tu cabello. Charles y yo leeremos el manual de instrucciones, así que irás con Jenny por ahora. Jenny, consigue ropa para Prim y muéstrale las instalaciones —agregué al dirigirme a Jenny.


—¿Yo? —Jenny dio una media vuelta y me contempló con un rostro como de sorpresa. —¿Y por qué yo? Charles es padre, él sabe lidiar con niños. Yo no tengo ni sobrinos, ¿qué se supone que soy para ustedes; una niñera?


—No —reiteré con seriedad—. Prim luce como una niña, pero dijo que no lo es. Así que haz lo que te pido, Jenny.


A pesar de que Jenny abandonó la bodega junto a Prim, y que había salido con una frase de queja, sabía que mi subordinada haría un buen trabajo. Dirigí la atención a Charles y luego caminé rumbo a la caja.


—No voy a preguntarte el porqué, ni tampoco voy a discutir el hecho de que hayas aceptado una cosa así —la voz de Charles inundó la sala—, pero, ¿estás seguro?


—Cal me dio un poco de pistas sobre el tipo de arma que llegaría —dije al aire. Había sacado los lentes extraños y el mango de espada; supuse que era una herramienta que Prim iba a necesitar en algún momento.


—Heath.


—No va a pasar nada malo, Charles. Cal jamás traicionaría la confianza de quienes le ayudan en sus estúpidos proyectos de doctor maniático.


—Confías demasiado en la gente. —Charles se acercó a mi posición, y agregó—: olvidándote de que ese tal Cal no deja de ser parte de la alta sociedad y de la élite más poderosa del mundo. Y, probablemente, con esto me queda un poco claro, pertenece al gremio más oscuro del planeta.


—Descuida, confía en mí.


Charles abrió la boca para hablar, pero su atención fue robada por el móvil que cargaba en el bolsillo de su saco de oficinista. Presionó la pantalla táctil y respondió la llamada.


—¿Sí? —Charles usó un tono de voz neutral que reconocía de las veces que hablaba con los demás—, ¿cómo? Habla más despacio, Rafa, ¿en el sur, en Fuego? En el puerto del sur, en la base del cliente. Mierda, ¿estás seguro?


Había identificado dos frases clave que aseguraban problemas. ‘Habla más despacio’ y ‘¿estás seguro?’. Charles solía usar estas oraciones cuando alguien nos daba malas noticias. Perfecto, para mí había llegado como un buen augurio estar liados en estos instantes. Entonces, saqué el teléfono y busqué el contacto de Jenny. Redacté un mensaje urgente y le pedí que llevara a Prim con ella hasta el estacionamiento.


Caminé rumbo a la salida junto a Chales y preparé la escolta para abandonar la base de inmediato. Charles ya había colgado el teléfono y seguía mis pasos hasta el aparcamiento subterráneo donde guardábamos todos los autos blindados para nuestras guerras personales. Bajamos por un elevador y llegamos al estacionamiento.


—¿Vamos a llevar a la niña? —Charles preguntó.


Asentí con la cabeza. Si probaba las capacidades de esa chica, entonces habría obtenido más que una simple molestia por parte de Cal. Empero, en ese entonces no tenía idea de lo que realmente Prim sería para el grupo.


Una vez nos encontramos con Jenny y Prim, noté que la niña traía una blusa tipo tanque, unos shorts cortos y unas botas estilo militar. Su cabello estaba recogido en una coleta y su rostro mostraba seriedad.


—¿No pudiste buscar algo que la protegiera más? —Charles renegó al mirar a Jenny—, es una niña.


—Oye, no tengo más ropa aquí. Y todos mis pantalones le quedan grandes. La chica es flaquita. Además, no soy ni su madre ni su hermana para estarla cuidando. Así que no me reclames. Y, para su información, yo no voy a cargar con ella, ¿queda claro?


—Por ahora no discutiremos eso —opuse con rapidez—. Parece ser que Don B ha decidido atacar nuestro territorio y van hacia las Islas Brook. Nuestro comprador ha solicitado ayuda, ¿cierto, Charles?


—Y anularán el negocio si no actuamos rápido —aseguró Charles.


Por fin nos organizamos. Habíamos recibido dos baúles de armas traídos por una de las escoltas y comenzamos la preparación. Dejé que Prim seleccionara sus armas y descubrí que la chica había tomado una pistola de nueve milímetros, una escopeta semiautomática, un cuchillo profesional y dos granadas explosivas. Su elección, para mi gusto, había sido muy básica. Pero no podía opinar, pues yo también había tomado una nueve milímetros, un par de granadas explosivas y una metralleta de mano.


En cuanto terminamos de tomar las armas y colocar chalecos antibalas, ingresamos a las camionetas blindadas y nos dividimos. Jenny iría con Charles, debido a sus comentarios de que éramos unos machistas por dejarla con la niña, y yo iría con Prim. 


 


***


 


Manejamos a toda velocidad por la ciudad de Blaze para llegar a la frontera sur, ingresamos por unos caminos terregosos y pasamos a la ciudad de Fuego hasta que al fin encontramos el punto de reunión. El puerto del sur era la conexión más cercana con las Islas Brook y, aunque no eran parte oficial de mi territorio todavía, no iba a dejar que Don B tomara ventaja de una zona así de proliferante.


Las balas se escuchaban como una lluvia antinatural. Habíamos dejado las camionetas a unos metros del muelle. Los enemigos vestían ropas variadas, pero todos usaban máscaras de payasos; era una característica oficial de Don B y una forma de alardeo para mostrar que él controlaba a la policía distrital de Xilofón. Aunque cometíamos un crimen al disparar contra un grupo armado, cuando se trataba de los payasos, la autoridad solía llegar horas después del incidente. Tenía sus ventajas, ya que así no seríamos molestados por el gobierno.


—Prim —dije con presura antes de bajar del auto—, escucha con atención. Si matamos al líder podremos ganar con más rapidez. Además, el objetivo es que no salgan del puerto con sus barcos pintados con caras de payasos.


—De acuerdo, pero, ¿debo llamarle ‘jefe’ como el resto de sus subordinados? —la chica preguntó.


Su cuestionamiento no había sido el esperado, pero acepté su duda.


—No, puedes llamarme Heath y hablarme de tú.


—Está bien, Heath. Entonces, quieres que los barcos queden imposibilitados. ¿Trajiste mi cuchillo progresivo?


¡Ajá! ¡Lo sabía! Había tenido la sensación de que ese extraño mango de armamento era, en realidad, una especie de complemento para Prim. Saqué el arma de la chaqueta de cuero, pues la había tomado de la caja antes de salir de la base, y la entregué a la jovencita.


—Andando —dije con seguridad.


Durante los años pasados, cuando todavía trabajaba para Gary Connor, este tipo de situaciones habían parecido muy peligrosas y lejanas. Ahora ya era algo cotidiano. Estaba acostumbrado a tirar del gatillo y dispararle a otros seres humanos. Ya no existía ningún titubeo. Comprendía que era parte del oficio. Y, aunado a esto, por un tiempo había usado el resentimiento contra esa clase de personas para hacer más sencilla la tarea.


Utilicé la puerta de la camioneta para cubrir una ola de balas dirigida a mí, tomé la pistola y regresé el fuego. Uno de los enemigos cayó al suelo, pero otro se escondió en la caja metálica. Me moví rumbo a la parte trasera del vehículo, pero detuve los pasos al escuchar una bala pasar cercana. Los payasos de Don B estaban bien posicionados y ya habían derribado a cuatro de mis hombres de la escolta de defensa.


—Mierda —susurré. Luego prendí el radio local y llevé la bocina de chícharo hasta mi oreja izquierda. Hablé con un tono bajo—: Charles, si no entramos al puerto de anclaje van a salir a mar abierto para llegar hasta las islas.


—Sí, lo sé —se escuchó la voz de Charles por la bocina pequeña—, pero ni Jenny ni yo podemos acercarnos. Y las dos escoltas extras que nos siguieron están en fuego abierto protegiendo a los sobrevivientes.


Miré hacia los costados y por debajo de la camioneta. No encontré a Prim. En cualquier otra situación me habría alterado, pero sabía que, aunque esa niña luciera como una colegiala cualquiera, no era un ser humano ordinario. Otra vez las balas comenzaron a estamparse y botar en la armadura blindada del auto. Tomé una posición distinta y disparé contra el grupo de la izquierda.


Los payasos se habían movilizado y los motores de dos botes sonaban encendidos. Sabía que si salían del puerto, estaríamos en problemas y perdería a mis compradores de las Islas Brook.


Entonces, busqué una de las granadas explosivas de mi cinturón, retiré el seguro y la lancé en dirección al cubo metálico que protegía a esos cabrones. La explosión aturdió a los enemigos y aproveché la situación. Disparé a la cabeza de un payaso que corría hacia la camioneta, me moví a toda prisa hasta llegar al cubo metálico y cubrí mi cuerpo de otras balas. Había llamas a mi alrededor y cadáveres incendiados. Sólo debía avanzar dos espacios más para llegar hasta el muelle, pero los contenedores metálicos junto al malecón industrial estaban repletos de payasos.


—¡Charles! —hablé por el comunicador, empero una explosión me hizo acallar.


Miré por detrás de la protección y vi uno de los botes salir desplomado en el cielo. El otro había avanzado unos metros al este, pero volví a quedar sorprendido. Incluso los payasos colocados a la defensiva habían detenido los disparos a discreción. El siguiente bote también estalló como si una nube rojiza lo absorbiera y se elevara unos metros para terminar como una expansión. ¿Cómo había ocurrido aquello?


—¡Heath! —la voz de Charles sonó por el comunicador local—, ¡van en dirección a sus coches! ¡Están huyendo! Jenny y yo nos movilizaremos de manera  frontal y a la izquierda.


“¡M-Mierda!”, pensaba una y otra vez. Estaba un poco aterrado. A pesar de que ahora teníamos ventaja, no podía aceptar la única respuesta que mi mente arrojaba. ¿Había sido posible? Pero lucía como una niña inocente y tierna. ¿Cómo había destruido los botes y ahuyentado a los enemigos?


De manera rápida toqué el comunicador.


—¡Charles! Destruyan los autos y no los dejen escapar. Vamos a demostrarle a Don B que no se puede meter con nosotros sin llevarse una verdadera sorpresa.


A continuación, abandoné el escondite y corrí en torno al grupo de enemigos. Los payasos disparaban de vez en cuando, pero parecía más una forma de defensa que de agresión. Había gritos de terror y maldiciones dirigidas a una mujer. Me escudé detrás de una de las camionetas de mi equipo, apunté en dirección a la batalla y encontré algo impactante.


Como una especie de soldado superdotado, Prim asesinaba a los payasos sin problemas. Las armas eran disparadas sin precisión por parte de los enemigos, mientras que Prim hacía saltos acrobáticos y disparaba en las cabezas y pechos de los hombres. De vez en cuando evitaba golpes directos y usaba el cuchillo progresivo para cortar como rebanadas de queso los cuerpos de los subordinados de Don B. Ella sola había acabado con casi todos los objetivos y había impedido a los botes salir.


De forma imprevista, las sirenas de la policía se escucharon en la lejanía. Regresé la mente al momento y me adentré a la escena de la masacre. Me coloqué en el camino de Prim y esto detuvo sus ataques. Incluso los enemigos ya no disparaban debido a que salían despavoridos camino a sus autos. Tomé el brazo de la niña y corrimos en dirección a una de las camionetas.


Al subir, encendí el motor y comencé a manejar. Sabía que el resto de mi escolta hacía lo mismo para no ser capturados por las autoridades.


—Charles —presioné el auricular con la mano derecha al hablar—, ordena la retirada completa y diríjanse a la base.


—¿Diríjanse? —dudó Charles por la bocina—, ¿y tú?


—Yo tengo que arreglar algunos detalles antes de volver. No te preocupes, todo está bien.


—De acuerdo, confío en ti.


Una vez terminó la conversación, manejé con destino a la frontera del oeste y busqué por una solución. ¿Debía aceptar un arma así de letal y peligrosa?, ¿cómo podía confiar en que Prim me obedecería sólo a mí? No tenía idea de lo que significaba esta jovencita y el único que podría aclarar mis dudas era el cabrón de Cal.


 


*** 


 


Casi por una hora no hubo conversación, hasta que tuve que bajar la velocidad entre la frontera de Blaze y Fuego.


—¿Hice algo incorrecto? —sonó la voz de Prim.


—¿Qué? —no pude ni pensar en una mejor pregunta.


—Dijiste que detuviera a los botes, buscara al líder y lo matara. Eso hice. Ahora luces asustado. Y sé, por tu voz, que estabas un poco alterado cuando hablaste con el señor Charles. Dime, ¿hice algo incorrecto?


—No, no, Prim. El problema es que hiciste todo como si no fuera nada, como si todo hubiera sido un juego para ti.


—No lo fue. Obedecí tus comandos porque mi nueva misión es esa: obedecer a Heath Alipsis.


No detuve el coche por completo y tomé la avenida Dunas para cortar por la zona periférica y arribar a Cristal más rápido.


—Entonces, ¿estás molesto conmigo? —cuestionó la niña.


—No, no.


—¿Me temes? Los doctores Rochaix y Cal me dijeron que habría una posibilidad muy alta de que la gente del exterior me temiera. Pero dijeron que no debo olvidar mi razón primaria.


—¿Razón primaria? ¿Qué es eso? —pregunté como un idiota.


—Si mi objetivo perdía validez por algún motivo, entonces mi razón primaria me conduciría en la vida que ahora han seleccionado para mí. Es algo así como el motivo de mi existencia.


No pude evitar sentirme como un imbécil. Aparqué la camioneta en una acera cercana a una especie de zona hotelera, suspiré y analicé. La forma de expresarse de Prim era dolorosa y me hacía sentir culpable.


—¿Ya no quieres que te obedezca?


—No es eso, Prim. Toda mi gente está conmigo por razones más allá de la lealtad, respeto u obligación —inicié la conversación con más calma y miré a la chica—. Existe algo más profundo que me une a ellos. Sí, somos un grupo de matones que pelean por territorios y que asesinan a otros por clientes. Así es el mundo de la droga. Pero cuando inicié esta organización hice una promesa. Me aseguraría que todas las personas que trabajaran para mí sintieran que eran parte de un grupo que comprendiera sus propios deseos por llevar esta vida. Tú eres un obsequio de una vieja amistad.


—El doctor Cal —afirmó Prim al voltear su mirada hacia mí.


—Sí, ese hijo de la mierda. Pero, Prim, ¿qué tal si un día algo falla con tu misión y decides matarme? ¿Cómo voy a asegurar que puedo confiar en ti? No acepto a cualquiera en mi asociación; no… sin antes tener una prueba de lealtad como mínimo.


—El doctor Cal me contó sobre ti. Dijo que eres un tipo muy inteligente y una persona como él y como yo.


—¿Cómo?, ¿a qué te refieres con eso?


—Él dijo que tú has sufrido mucho. Él también, de acuerdo a lo que me contó. Y dijo que nosotros, los nuevos humanos del futuro, la evolución perfecta, también hemos sufrido. Lo comprendo. Yo no tengo una madre ni un padre biológicos y nunca seré amada como a un ser humano. Por eso, el doctor Cal era un tipo especial para mí… casi como un padre.


—¿Los humanos del futuro? Ese hijo de la chingada, ¿a qué está jugando?, ¿se cree un dios?


—Él tampoco tiene padres biológicos. Inclusive ha buscado en toda la base de datos del país Redden; su lugar de origen. También lo ha hecho en casi todo el planeta y no ha encontrado nada. Dijo que tú eres un poco parecido a nosotros… que tampoco tienes familia.


—Sí tengo. Mi padre biológico existe, aunque no lo considero como familia. Pero… —acallé. Ni siquiera estaba seguro de la historia completa de mi padre, pues él jamás había mencionada a una madre… ¿Cómo habíamos nacido Mylo y yo realmente?


—Entonces —la voz de Prim capturó mi atención—, ¿ya no quieres que siga tus órdenes?


Hasta este instante descubrí algo en el rostro de esa niña. Había una marca de sangre causada por una herida minúscula en su piel por algún descuido. Levanté la mano en torno a la herida y toqué con suavidad su piel. Había esperado una sensación fría, pero descubrí un calor que emanaba de Prim. ¿No era una máquina? ¡Ah! ¡Maldita sea, ese Cal! ¿Qué rayos debía pensar?


—Tienes sangre…


—Sí, soy una humana. Pero la doctora Rochaix dijo que no somos ordinarios porque tenemos modificaciones en nuestros genes. Por ejemplo, el color de mi cabello es una modificación nueva en la genética. Así como la fuerza, velocidad —Prim no pudo continuar.


—Sí, sí, me queda claro que eres superior. Pero eres un ente vivo. No fuiste programada como una computadora. Tienes raciocinio propio. Simplemente fuiste educada y criada para actuar así como un robot. Entonces, ¿cuántos años tienes?


—Nací hace cuatro años, pero mis células fueron aceleradas para alcanzar la edad física de una persona de diecisiete años. ¿Te molesta?


—No, pero… Hagamos un trato, Prim.


—¿Un trato?


—Te ofrezco un hogar, la oportunidad de una vida, aunque sea dentro del mundo de la droga, pero con protección. No quiero que me obedezcas porque te lo dijeron, quiero que lo elijas. ¿Te gustaría trabajar conmigo en este negocio? No como una especie de obligación impuesta por Cal, sino por la opción que te ofrezco. Podrías vivir en un apartamento sola, o con alguien del grupo, y descubrir la libertad fuera de un laboratorio.


—¿Puedo vivir con Jenny?


—Eh… sí, sí puedes.


—Pero si mi objetivo ya no es servirte por obligación, ¿debo obedecer a mi razón primaria?


—Puedes generar tu propia razón primaria y no seguir aquella que te enseñaron en los laboratorios. Por supuesto, eso va a depender de ti.


Prim no respondió. Volteó la mirada al frente, tocó la herida en su rostro y contempló la sangre en sus dedos. Esa chica era un ente pensante, un ser humano creado de manera artificial, una persona que había sido criada en circunstancias perfectamente controladas por esos doctores hijos de puta. En este momento maldije con todo mi repertorio más agresivo a Cal, pero también acepté el reto.


—¿Prim?


—Está bien —dijo la niña—, estoy de acuerdo con el trato. Y buscaré otra razón primaria para darle validez a mi existencia.


—Bien. Por ahora te dejaré en casa de Jenny. Yo hablaré con ella para que no haga ningún comentario idiota. Descuida, ambas recibirán sus sueldos para sustentarse de manera independiente.


Encendí el motor de la camioneta y noté que Prim asintió con la cabeza y su boca se curvó como una sonrisa pequeña. Después arreglaría con Cal este asunto. Por ahora, había sido satisfactorio conocer la reacción de Prim.


 


 ***


 


Cuando llegamos al apartamento de Jenny, ya era casi la noche. Estábamos en el noreste de Blaze en una colonia segura y bonita. Le expliqué a mi amiga la situación y ella aceptó renuente la decisión de Prim respecto a vivir con ella temporalmente. Tampoco tenía idea de lo que ocurriría entre ellas dos, y había subestimado la importancia que Jenny tendría como el contacto directo de Prim. Por supuesto que después lo agradecería, pero cometí el error de dudar de Jenny en esta ocasión.


Por fortuna, esta misma noche logré conciliar el sueño. Ya había regresado a casa para las diez y media de la noche. Había hablado con Charles y le había prometido que le explicaría todo respecto al caso de Prim y Cal. Había evitado una discusión que, tal vez, habría sido necesaria en el momento.


Para la mañana siguiente obtuvimos la respuesta que habíamos esperado de Don B. El hombre deseaba, de acuerdo a él, una reunión pacífica entre líderes para arreglar el malentendido. No era tonto, y Charles había pensado lo mismo que yo. Don B tenía un plan bajo la manga para solicitar una reunión de líderes. Claro, Don B había propuesto un lugar neutral: la capital; la ciudad Cristal-Centro en el Distrito de Cristal.


En la oficina nos encontrábamos Charles y yo. Él estaba parado junto al escritorio vestido con su clásico traje de oficinista. Yo contemplaba el librero que estaba cerca de la puerta y fumaba sin reparo. No estaba nervioso ni tan sorprendido por la petición de mi enemigo. Había confiado en que nada podría ser usado en mi contra. Pensaba que recibiría sólo amenazas de invasión de territorio y palabrerío sobre asesinatos a unas cuantas vidas de algunos integrantes de mi grupo.


—Heath, tenemos que llevar a los mejores y estar preparados para lo peor —Charles volvió a insistir.


Miré el escritorio y descubrí a Charles con una carpeta en la mano; eran los informes de Roy sobre el homicidio de Pedro. Caminé rumbo a la posición de Charles y retiré los documentos de sus manos para capturar su atención.


—Jenny y Prim irán con nosotros como escolta. No podemos descuidar la frontera con Gota —revelé.


—¿Y arriesgarnos? —agregó Charles—. Además, no han llegado.


—Jenny me mandó un mensaje. Dijo que venían en camino. Mencionó que Prim había pedido su ayuda y tiempo extra para hacer algo.


—Sé que pediste que no interrogara, pero… Heath… —Charles suspiró e interrogó—: ¿de verdad podemos confiar en esa niña?


—Sí. Ya te dije que investigaré más cuando resolvamos este conflicto con Don B.


—Otra vez creyendo en la gente. No sé si eres tan ingenuo o si realmente aún conservas un poco de inocencia en ti, pero no podemos mostrar debilidad.


Sonreí con suavidad y honestidad. Anteriormente habría iniciado una pelea con Charles como una discusión entre padre e hijo donde yo reclamaba por ese tipo de comentarios. Alguna vez había pensado que para Charles yo no dejaría de ser un niño indefenso. Ahora sabía que sus palabras eran por el cariño que me profesaba; mismo que había aceptado y dejado que manifestara con libertad.


Cuando recibimos la confirmación de Jenny, salimos de la oficina y seleccionamos una de las camionetas de uso rudo. Charles manejó en torno a la periferia de Blaze y en casi una hora y media cruzamos la frontera con el territorio de Cristal. Don B nos había pedido vernos en un edificio abandonado y cerca de la zona industrial del norte, así que continuamos por las calles de Cristal-Norte hasta llegar al punto de reunión.


Bajamos de la camioneta y nos acompañaron las chicas. Noté que Prim vestía unos pantalones negros holgados, una especie de top y una chaqueta verde. Su cabello ya no era largo; lo había cortado a la moda con un estilo de hongo. Guardé una sonrisa y supuse que ella y Jenny habían formado una mejor relación al conocerse un poco más. Además de esto, todo el grupo iba bien armado y Prim traía el cuchillo progresivo. Charles y yo habíamos descubierto que el manual sólo hablaba del arma de la chica y de los lentes extraños, pero no había más información sobre ella.


Al entrar a las instalaciones abandonadas de una especie de maquiladora, encontramos una sala de almacenamiento. Parecía un garaje abandonado que alguna vez había servido como punto de carga y descarga. Los hombres de Don B portaban las máscaras clásicas de payasos y dejaban ver las metralletas de alto calibre como símbolo de poder. Don B era un hombre vestido con un traje lujoso color blanco. Era gordo, tal vez de un metro setenta, con ojos de un color café, de tez blanca y cabello de un tono castaño claro. Su cabeza estaba cubierta con un gorro elegante que compaginaba con el atuendo.


Don B sonrió con rapidez al vernos.


—Heath Alipsis —sonó la voz gruesa de Don B—, el joven Dragón del Este. Qué agradable sorpresa.


—Dejémonos de formalidades falsas, B —dije con seguridad—. Invadiste mi territorio y mataste a mi patrulla del puerto del sureste en Fuego. ¿Para qué guardar las apariencias?


—Joven e irracional, justo como lo esperaba. Dragón del Este, no voy a jugar contigo. Por eso te daré dos opciones. O abandonas el puerto del sureste del Distrito Blaze, o mato a tu hermano.


Todo mi cuerpo quedó inmóvil. Nadie de mis enemigos, a excepción de Gary Connor, tenía información de que mi hermano gemelo existía. Del mismo modo, Mylo había desaparecido desde dos años atrás. Ni siquiera yo sabía a dónde había ido. El último recuerdo que tenía de mi hermano era en el viejo apartamento de nuestro padre cuando había decidido salir del país. Suspiré con pesadez e hice un esfuerzo para no mostrar miedo. ¿Debía creer que este hombre tenía a mi hermano como prisionero? Y, para colmo, no tenía manera de contactar con Mylo. La suerte se me había agotado por completo. 


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