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El Dragón del Este (re-subido y re-editado) por Cat_GameO

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Capítulo ocho


Su nombre


 


Los siguientes días llegaron con noticias sorpresivas. Un nuevo grupo, al que algunos llamaban como ‘Los Alquimistas de Agua’, había conseguido ganar territorio en el Distrito de Gota y ya habían reanudado actividades de venta. Pronto llegaría el día en que Connor y yo nos encontraríamos como líderes. Así que lo único que me quedaba por el momento era proteger mi territorio de la frontera del oeste y el suroeste. Además, todavía buscaba información del segundo hijo de Gary Connor.


Por fortuna, para nosotros, habíamos comenzado las exportaciones locales a las Islas Brook para continuar con nuestras ganancias estables y sostener a la organización, pues Princesa, escoltado por Roy y su escuadrón, había asegurado una transacción pacífica y segura.


Esta noche, casi dos semanas después de la reunión con Hanz, estaba en junta con Princesa, Roy y Charles en la oficina. Aunque la oficina no era muy grande, tenía un espacio suficiente para asambleas con mis subordinados más importantes. Princesa estaba sentado en una de las sillas frente a mí. En esta ocasión traía un vestido corto para cocteles de color rosado claro, una peluca de cabello negro y su rostro levemente maquillado. Había entregado una carpeta con el reporte entero de las negociaciones entre los compradores de las islas del extremo este y el grupo. Roy, en la otra mano, estaba parado junto al librero cerca de la puerta. A diferencia de Princesa, los ropajes de Roy eran negros y militarizados y estaban cubiertos por una chaqueta de color café. A pesar de que Princesa y Roy habían tenido algunos problemas al inicio, ahora ninguno de los dos hacía comentarios de quejas… o eso había creído. Charles se hallaba cerca de la ventana junto a mí y estaba parado de brazos cruzados.


—Los clientes recibieron la mercancía y están muy contentos con la calidad de nuestros productos —Princesa informó con una sonrisa en el rostro—. Fue una gran estrategia contratar al chico rarito; a Nekros.


—¿Hubo algún problema de seguridad? —dirigí la pregunta al mirar a Roy. Yo estaba en la silla de respaldo alto y brazos de esas que se usan en juntas de ejecutivos.


—No, por ahora —la voz de Roy sonó en la habitación como algo denso y que parecía ocultar un sentir.


—¿Por ahora? —continué—, explícate, por favor.


—Uno de los sujetos, de los compradores, el tal Suárez —Roy habló al dar dos pasos en dirección al escritorio y quedar cerca de las silla de Princesa—, hace ciertos comentarios cada que se encuentra con él.


—Te he dicho mil veces, bombón, que me digas Princesa —de manera rápida, Princesa expuso con una sonrisa coqueta.


—Es parte de su encanto, Roy —dije con calma—, es una de las razones por las que es un negociante. Será un hombre, pero es consciente de su imagen femenina y usa este poder para convencer a los hombres. No tiene nada de malo usar nuestras apariencias para conseguir algo; menos en un negocio como el nuestro.


—No es eso, jefe.


Contemplé con duda a Roy. No había esperado una respuesta después de la explicación.


—Hay un cierto peligro al que Edward se expone.


—¿Un peligro? —Princesa preguntó al ponerse de rodillas en la silla y encarar a Roy—. ¿Cuál peligro?, ¿tener sexo con Suárez?


—Princesa —Charles intervino antes de que Roy pudiera replicar—, sabes bien que tienes prohibido acostarte con los clientes, compradores primarios, exportadores y proveedores.


—No voy a acostarme con él —Princesa recriminó al mirar hacia nosotros—, no soy estúpido. Nunca he roto la regla de oro y lo saben.


—Entonces… —Regresé la mirada a Roy y proseguí—: ¿por qué dices que hay peligro?


—Sus insinuaciones son más que por obtener sexo —replicó Roy— porque es más como una obsesión enfermiza por Edward. Y Edward no toma la precaución y sigue el juego de sus comentarios.


—Porque eso es todo lo que es: un juego —insistió Princesa al volver el interés a Roy—. Además, ¿a ti qué te importa? Si quiero coquetear o no, no es tu problema. ¿Te molesta tanto que quiera escuchar halagos de otro hombre?


—Princesa —interrumpí con prontitud—, no hagas este tipo de comentarios a la ligera. Tu intención es provocar a Roy, es muy obvio.


—¿Y yo tengo la culpa de que él sea homofóbico? —Princesa me contempló con un rostro molesto.


—Por favor —Charles dijo—, Roy no es homofóbico.


—¿Ah? ¡Por supuesto que lo es! Le molesta que yo me vista así, que haga ademanes femeninos y que hable usando frases provocativas con otros hombres. Si ustedes no lo pueden ver, pues qué lástima. Digo, jefe, tú también eres joto como yo. Sé que lo escondes más que yo, y supongo que es por tu posición como líder, pero, por favor, no se hagan de la vista gorda. A Roy le molesta cuidarme y odia tener a un maricón como compañero de trabajo. Sé que prefiere a Román.


—Princesa, por favor, voy a pedirte —empero Charles fue interrumpido por el tono alto de Princesa.


—¡No, no voy a seguir trabajando con él!


A continuación, Princesa se levantó, pasó con rapidez junto a Roy y azotó la puerta al salir.


Suspiré. No había esperado aquella reacción por parte de Princesa, pero comprendí que todavía había conflicto entre ellos dos. Así que me puse de pie, caminé hasta Roy y me quedé frente a él.


—Dime la verdad, ¿tienes un comentario respecto a la homosexualidad? Eras militar, Roy —dije con tranquilidad—, y sé que a los militares les meten en la cabeza mierda sobre lo que no encaja con sus idioteces de “normalidad”. Además, Princesa no está haciendo nada malo al vestirse como se sienta mejor.


—Jefe —Roy habló con su tono usual y me contempló con firmeza—, a mí no me interesa la vida sexual de una persona. Siempre he pensado que la gente es estúpida por colocar etiquetas y nombres a los comportamientos amorosos y sanos de los humanos. No apruebo actos como la violación, abuso de menores y filias que imposibilitan el desarrollo sano de una persona… Pero, ¿amor entre personas del mismo sexo? Es tan natural como las relaciones heterosexuales. Para mí, el amor no está ligado a los genitales de una persona, ni a su identidad de género, ni a su vestimenta o sexualidad, está ligado a sus comportamientos, a su personalidad, a sus ideales, a quien realmente es.


No pude evitar sonreír con alegría. De una respuesta honesta había entendido que Roy era pansexual. Y sí, usé una etiqueta para definirlo de manera más práctica.


—De acuerdo, entonces, ¿por qué la insistencia con Princesa?


—Porque el comprador Suárez es un sujeto peligroso. Tiene antecedentes penales; ha matado gente sólo por repudio a quienes ejercen su libertad como Edward.


—Investigaste —dije con complacencia. Saqué un cigarrillo, acepté el fuego de Roy y comencé a fumar. Claro, estaba más que orgulloso de Roy, estaba satisfecho con su sola presencia como parte del grupo y su posición como uno de mis hombres más confiables—. Descuida —agregué—, yo hablaré con Princesa.


—Gracias, jefe.


Caminé rumbo al exterior de la oficina, anduve por los pasillos básicos y detuve el paso en la primera intersección que llevaba a los almacenes, a la cocina, el comedor y a la sala de reuniones. Debía encontrar a Princesa, así que opté por la izquierda para entrar a la sala de reuniones.


Justo como había esperado, Princesa estaba ahí. Se encontraba sentado en la silla principal al final de la mesa, con las botas de tacón sobre la mesa y un rostro centrado en la pantalla de su celular.


—Princesa —dije con un tono serio al acercarme al chico y sentarme junto a él—, Roy no es homofóbico. Está consternado por tu bienestar.


—Sí, sí, ya sé que vas a darme el clásico regaño de que soy un adolescente mimado por ustedes y que no pienso en mis palabras.


—No.


Princesa alzó el rostro y me miró con sus ojos cargados de una inocencia palpable.


—Roy investigó específicamente a Suárez de los compradores. El tipo tiene antecedentes penales por matar a gente como nosotros. Es un homofóbico que es incapaz de respetar. Por esta razón, Roy está preocupado de que tú le sigas el juego tan despreocupadamente.


—¿D-De verdad? —Princesa cuestionó al acomodar el cuerpo y sentarse con los pies en el piso—. ¿Entonces, no está molesto por trabajar con una reina como yo?


—No. De hecho, creo que le gustas —dije sin cuidado.


El rostro de Princesa se sonrosó y pude notar una sonrisa tímida. Había hablado de más. Y ahora comprendía que Princesa sentía algo por Roy; tal vez más allá de sus atracciones pasajeras como con otros hombres.


—Oh, bueno —Princesa agachó la mirada y dijo—: pensé que odiaba a los travestis.


—¡Qué va! A Roy le importa un bledo algo tan banal como eso. Él tiene el concepto del amor más puro; de ese que sólo unos cuantos pueden sentir. A Roy le gusta la gente por quien es, sea hombre, mujer, transexual, sin género, hasta intersexual. Él es el tipo de gente que nuestra sociedad necesita.


—Sí, es verdad.


—Le debes una disculpa —compuse como si fuera el hermano mayor de Princesa—, ¿okay?


—Okay.


—Buen chico.


—¿Y tú, jefe?


Detuve mis acciones. Había creído que la conversación estaba resuelta, por lo que estaba a punto de pararme.


—¿Yo qué? —pregunté con cautela.


—Veías a alguien, ¿no? —Princesa levantó el rostro y me sostuvo la mirada. —Lo sé porque te embriagabas. ¿Era tan malo estar con él?


Recargué el cuerpo en la silla, crucé los brazos y suspiré.


—No, no era malo. Era difícil —acepté—, por lo que yo creía. Pensaba que enamorarse no era correcto, en especial siendo el líder reconocido como el Dragón del Este. Vamos, somos narcos. Somos esos tipos rudos que matan a sus enemigos cada que pueden… ya sabes. Creía que esa imagen de narco no podía expresar amor.


—Pero eres muy guapo. De hecho, si no fueras mi jefe y no te viera como a un hermano mayor, te insinuaría coger, pero te respeto mucho.


Sonreí con honestidad.


—Anda —repuse—, ve a disculparte.


—¡Está bien!


Princesa se puso de pie, se dirigió a la puerta y salió de la sala de juntas. Contemplé el lugar por unos minutos, luego me incorporé y di unos pasos en torno a la salida. Sin embargo, mi teléfono vibró y sonó como una campanilla por unos segundos. Era un mensaje, así que lo revisé.


Al tocar la pantalla, descubrí que era un número de teléfono fuera de mis contactos. Deslicé el dedo y leí. No lo podía creer. Pasé saliva y sentí que la energía de mi cuerpo era drenada. Era un mensaje de John. Aunque no tenía remitente, sabía que era él. Era un mensaje corto y simple con la frase ‘tenemos que hablar’, acompañada de una dirección y hora.


Coloqué el teléfono sobre la mesa, me senté en otra silla y cubrí el rostro con la mano. ¿De qué quería hablar? Para mí las cosas habían sido muy claras y, aunque estuviera enamorado de él, no iba a acceder a sus juegos. Del mismo modo, John había puesto las cartas sobre la mesa. Él no deseaba una relación conmigo por el simple hecho de que yo era un varón. ¡Odiaba recordar ese tipo de comentarios! ¿Por qué ahora?, ¿por qué seguir insistiendo si había dejado en claro que yo sólo era un deseo pasajero?


En estos instantes tenía la oportunidad de cerrar todo este capítulo con él, pero, igualmente, tenía la opción de volver a intentarlo.


Regresé la mano al teléfono y releí. A las diez de la noche, en un hotel del centro de Blaze; uno de los hoteles de lujo de cinco estrellas de la cadena Sakura… en la habitación treinta y tres. Bien, si eso quería, entonces iba a escucharlo, iba a dejar que expresara sus ideas ridículas para así acabar con este asunto de una vez por todas.


De manera pronta miré el reloj de pared de la sala y descubrí que eran las nueve con diez minutos. Si salía ahora podría llegar con anticipación y recapitular mi decisión. El problema era que no había decisión respecto a John. Todavía creía en él por el último incidente, por aquella mirada cálida y casi como dolida que había mostrado por primera vez.


Antes de que pudiera continuar con el monólogo, la puerta se abrió y Charles se adentró a la sala. Dio unos pasos y se sentó junto a mí.


—¿Estás bien? —Charles preguntó—, oye, si es por la poca información que hay sobre el segundo Connor, no te preocupes, vamos a encontrarlo.


No respondí. Tomé el teléfono y lo guardé en la chaqueta. Ya estaba por terminar mi cigarrillo, pero di un último toque.


—¿Heath?


—Veré a John —revelé con desilusión.


Charles suspiró con pesadez y movió la mirada al frente. Había recargado los brazos sobre la mesa. Era obvio que el tema todavía no era de su agrado, ni mucho menos aprobaba mi obsesión por ese hombre.


—¿Lo has contactado tú? —interrogó Charles con un tono de padre serio.


—No. Fue él. Yo te había dicho que por mi cuenta no insistiría. Dice que quiere hablar.


—¿Y le crees? Las últimas veces que has ido con él no han sido placenteras. Además, ¿el tipo no te dijo que ahora prefiere salir sólo con mujeres? Es bisexual, ¿no? Si quiere follar con un hombre, que se busque a otro.


—Charles —repuse con seguridad—, lo sé. Pero esta vez ya conozco sus intenciones. Lo voy a escuchar y en cualquier intento de mierda, me largaré, ¿vale?


—¿Y me hablarás si pasa lo peor? —Charles regresó la mirada hacia mí.


Sonreí como un niño pequeño.


—Sí —dije con un tono honesto.


—Heath… Ah… hay algo que quiero decirte.


Guardé mi sorpresa. No esperaba algún comentario por parte de Charles. Asentí con la cabeza para que siguiera con las palabras.


—Mi hijo, Charlie, cumple años en dos días. Ya no es un niño y… pues ha hablado conmigo de algunas cosas. Y lo puedo notar. Además ya le he dicho que no puede ser parte del grupo, pero ha insistido mucho. Sé que cometí el error de enseñarle a usar armas y pelear desde que era muy joven. No puedo negar que tengo miedo de exponerlo al peligro, pero también me siento orgulloso de él.


—Charles, por mí no hay problema —ofrecí con rapidez—, tu hijo ya no es un niño. ¿Cumplirá veinte? Es un poco más grande que Princesa y sabe pelear justo como dijiste. Ni hablar de su facilidad de análisis y competencia para deducir. Lo ha demostrado en las pocas misiones en las que lo hemos dejado participar. Estoy seguro que será un gran recurso para la organización.


—Eh, sí, lo sé. El detalle es que me dijo algo hace un par de días… algo que… es lo que… es la razón por la que no me gustaría que entrara al grupo por completo. Mucho menos en tu escolta o la mía…


—¿Qué? —dudé sin comprender la situación.


—Charlie tiene una cierta obsesión contigo. Desde que te conoció me ha hecho muchas preguntas sobre ti, y tú también lo sabes. Cada que nos visitas el chico quiere estar a tu lado y acapararte.


—Oh… —busqué por una respuesta. No comprendía la consternación de Charles, pues yo no era padre y no tenía un marco de alusión respecto a esta posición. Mi padre biológico jamás había cuestionado nada, ni siquiera mis comportamientos cuando utilizaba droga, ni mucho menos había hablado sobre mi sexualidad. Sí, estaba consciente de que Charles era un sujeto muy respetuosos conmigo, con Princesa y Jenny, pues nosotros mostrábamos nuestra sexualidad de manera abierta. Pero… La persona de la que hablaba era su propio hijo. ¿Qué clase de sentimiento envolvía a Charles?, ¿decepción por que su hijo primogénito prefería a los hombres?, ¿confusión porque su único varón estaba interesado en su propio jefe?, ¿pena de que alguien de su familia mostrara sus colores? Agaché la cabeza y repuse—: no sé que decirte, Charles. No tengo una referencia de todo eso de ser padre. Yo nunca tuve una charla con mi padre biológico, simplemente asumí que él lo sabía desde que mi hermano y yo éramos niños. Siempre ha sido muy obvio, ¿sabes? Cuando éramos pequeños, Mylo y yo jugábamos con cosas que son usuales para una niña, nos vestíamos como muñecas y sabíamos que preferíamos a los hombres. No sé que clase de conversación has tenido con Charlie, pero… tampoco sé cómo te sientes respecto a ello. Al final, él es tu familia de sangre.


—Heath —Charles movió el cuerpo con la silla para encararme de frente—, ¡por todos los dioses! ¿Crees que estoy decepcionado de Charlie por algo así? No, no seas ridículo. Que mi hijo sea gay no lo hace menos hombre o menos valioso. Ese no es el problema. El problema es que él tiene sentimientos de admiración por ti y temo que eso pueda desarrollarse y causarte problemas.


Esta era la quinta o sexta o, no sé, tal vez la décima vez, pero Charles siempre me hacía sentir orgullosos de él y de nuestra amistad. ¡Mierda! ¿Qué había hecho yo para merecer a una persona como él que me acompañaba en toda esta locura?


—No te preocupes por mí. Charlie es como un hermano menor para mí, y estoy seguro que podremos resolver cualquier asunto si lo hablamos con calma.


—Bien, lo sé… y si ese tal John no es bueno para ti… imagina, sería un halago que fueras parte de nuestra familia de forma oficial.


Volví a sonreír. Tampoco era una mala opción. Pero conocía mis sentimientos y en estos instantes mi cuerpo reaccionaba ante las memorias de John, por lo que no podía fingir interés en una persona que temía lastimar.


—Tengo que irme —pronuncié con un poco de timidez—, así que no te preocupes. Charlie puede unirse a la organización de manera oficial. Sabes que es más que bienvenido —me puse de pie y terminé mis frases—: nos vemos mañana si no pasa nada.


—Claro. Hasta mañana. Cuídate y gracias, Heath. Hablaré con Charlie después de su cumpleaños. Yo me encargaré de todo el papeleo y le asignaré una escolta.


—De acuerdo.


Caminé hasta la salida y me sentí burdo. De alguna forma creía que había decepcionado a Charles y que aceptar a su hijo en la organización sería un problema doloroso para ambos.


 


*** 


 


Durante todo el camino, desde la salida en una de las camionetas del estacionamiento, mientras manejaba hasta llegar al hotel, mi cabeza había dado vueltas una y otra vez en el asunto respecto al hijo de Charles. ¿Por qué me había contado aquel detalle sobre los sentimientos de Charlie?, ¿había sido planeado una vez que le revelé de mi encuentro con John?


Bajé de la camioneta, entré al hotel lujoso, saludé casualmente a la recepcionista y le dije que tenía el número de habitación, entré al elevador y arribé a un pasillo alfombrado con muchas puertas y lámparas de techo. Anduve rumbo a la habitación indicada en el mensaje de John; la número treinta y tres. Al quedar frente a la puerta, no hice nada. ¿Y si era mejor olvidarlo?, ¿regresar a casa y olvidar todo lo que sentía por él? Quizás la noticia de Charles no había sido tan mala después de todo y probablemente Charlie era una persona que valdría la pena.


Suspiré con fuerza y di la media vuelta para regresar al ascensor; empero, la puerta se abrió y volteé al interior de la habitación. John no lucía su gabardina café, sus ojos azules me contemplaban y su rostro tenía la seriedad usual.


—¿Por qué no tocaste? —la voz de John sonó como de costumbre, pero mi cerebro la había recibido como un recuerdo doloroso.


—Yo… —intenté dar una excusa—, pues…


—Entra —indicó John al moverse un poco.


Ésta era mi última oportunidad para salir de aquí cuanto antes… para olvidar a ese sujeto y esperar a otra persona. Sin embargo, obedecí. Di unos pasos en dirección a la habitación y escuché que John cerró la puerta.


Por lo menos esta vez la vista del hotel era distinta y muy agradable. Los muebles tenían tapizado oscuro que hacía juego con la alfombra y las paredes, la cama era de talla king y estaba hecha con cuidado y con sábanas de tonos oscuros y elegantes. La ventana tenía vista hacia la ciudad céntrica y lucía unas cortinas blanquecinas con bordados dorados. Había un mini-bar, un peinador, un librero, un mueble con una pantalla grande y un espejo de pared completo. Había dos puertas extras en las esquinas contrarias a la pared izquierda.


—¿Tienes hambre o quieres beber algo? —la voz de John me hizo recordar que, sin importar la belleza del cuarto, todavía estaba con él.


—No —negué al caminar en torno a una silla junto al peinador. Retiré la chaqueta puesto que sabía que con John esa era una ventaja para él y me senté—. No estoy aquí para tus juegos. Dime qué quieres y ya.


John se acercó a la cama y tomó asiento. Su cuerpo relucía por la camisa justa y el pantalón elegante y negro que portaba en esta ocasión. Dirigió la mirada hacia mí y suspiró.


—Quiero pedirte disculpas —por fin habló el hombre—, por lo que sucedió la última vez.


—Eso no va a cambiar el hecho de que el sexo entre nosotros se terminó, John.


—Y, también —prosiguió con el mismo tono de voz—, quiero decirte que me arrepiento de haber dicho eso.


—¿Te arrepientes de decirme que soy sólo un juego pasajero? —dudé con cinismo—. ¿A qué viene eso? ¿Qué mierda quieres de mí?


—Ignoré tus palabras, tu revelación sobre tus sentimientos por mí y ni siquiera tuve el valor de agradecerte por la confianza. —John se puso de pie y se acercó a mí. —Por eso también quiero que me disculpes.


No pude negar el escalofrío que recorría mi cuerpo. No era un miedo como la última vez. Ahora estaba confundido. ¿Debía creerle? Me incorporé y quedé frente a él.


—¿Y qué quieres que te diga?, ¿quieres oír que todo está bien y que te perdono?


—Quiero que me escuches ahora a mí —John replicó con rapidez. Luego caminó hasta la ventana y contempló el exterior. Reinició—: yo no soy un narco como tú, Heath. Sé que intuyes que mi nombre real no es John y no te equivocas. Trabajo para la agencia secreta del gobierno; esa que se dedica a mantener el orden mayor en toda la sociedad humana. No soy un investigador, ni estoy frente a un computador… no. Soy un agente especial; de los que hacen los trabajos más sucios, pero también de los que combaten contra el terrorismo y las amenazas que pueden destruir el poder de aquellos que están en los círculos más secretos de la sociedad. Mi infancia, a diferencia de la tuya, fue tranquila. A los quince años intenté huir de casa porque no podía soportar a mi familia y sus principios arcaicos arraigados a religiones racistas y xenófobas. Me enlisté en el colegio militar y decidí dedicarme a la milicia, pero oculté muchas cosas de mí por miedo al rechazo. Estaba cansado de escuchar palabras como ‘desviado’, ‘error’, ‘enfermo’, ‘volteado’; ese tipo de mierda. Por fortuna, o mala suerte, fui reclutado a los veinte años por un agente del buró de Asuntos Secretos. Acepté a la primera para alejarme de mi familia aún más y comencé a trabajar en esto que ahora hago. Te dije que luchaba por la libertad porque es lo único que motiva mis acciones. No disfruto matar como tú o tus hombres. Yo lo hago por mantener el orden público y por los derechos de la gente que ha sufrido rechazo por aquellas creencias cerradas. Pero, hay ironía en todo esto porque la esfera que más se beneficia de mi trabajo son los líderes de esas sectas podridas. Esos cerdos hijos de puta que usan la incredulidad e ignorancia de la gente. Procuro no pensar en los detalles, pero mi vida cada vez más pierde sentido. No tengo otro objetivo para vivir y había pensado en crear mi propia familia para sobrellevar esto. Intenté salir con algunas mujeres, pero la parte del sexo nunca funcionó porque no puedo negar mi genética que me dicta deseos sexuales únicamente por los varones. Me siento como un fracaso… Y cuando nos conocimos… cuando empezamos a profundizar, no pude evitar enamorarme de ti también.


No era capaz de moverme. Estaba en shock. ¿John, enamorado de mí?


—Por eso huí. Desaparecí para que todo esto terminara… pero cuando regresé, pensando en que todo se habría esfumado… con sólo verte… escuchar tu voz… Mierda —John suspiró y siguió—: no podía dejar de pensar en ti. Todavía no puedo dejar de pensar en ti. Pero decidí herirte y mentirte para alejarte de mí. Creí que de algún modo yo también podría olvidarte. Pero no puedo, Heath. —Se movió rumbo la izquierda y comenzó a caminar en dirección a mi posición. —No puedo olvidarte. No puedo ignorar que siento algo por ti. Por un narco… por uno de los líderes de esa bola de locos que venden la droga que el gobierno tanto necesita para mantener a la sociedad apaciguada.


De repente, sentí la mano de John en mi barbilla. Mi rostro era movido con lentitud para arriba y John acortaba la distancia entre nosotros.


—Pero, quiero intentarlo —susurró John—, quiero que estos sentimientos no se conviertan en un tormento. Heath… —Besó mi boca con suavidad y rapidez. —Por esta razón te pido perdón. No fue correcto lo que hice.


Ahora mi cuerpo fue sujetado de la cintura y jalado hacia el frente. John me besaba con fuerza y pasión. Y yo… respondía a sus caricias. Mi corazón palpitaba con prontitud y mi cuerpo se estremecía con pequeños espasmos que iban de arriba para abajo. Sin pensarlo, ya estaba en la cama junto a John. Ambos nos despojábamos de nuestras ropas. No podía pensar en nada más, lo único que podía repetir era lo feliz que me sentía.


Sin reproche, permití que John tocara mi piel desnuda y dejara marcas en mi cuello y pecho. Aceptaba el calor que se acrecentaba en mi interior y no contenía mis gemidos de gozo.


—J-John —dije entre jadeos—, pero… no te volverás a ir, ¿verdad? No me vas a dejar como la última vez.


—No. —John detuvo las caricias y sus ojos se clavaron en mi rostro. —No, no me iré, Heath. Te lo prometo.


—Entonces, dime tu nombre real, por lo menos eso…


John sonrió y besó mi boca con ternura hasta que sus labios quedaron en mi oído. Sentí sus manos moverse en torno a mi ingle y piernas. Suspiré y escuché la voz de John sobre mi oreja. Me había revelado su nombre real; Blake Just. No pude evitar sonreír. Aunque también deduje que, al igual que yo, él no era originario del país y quizá su origen explicaba el tipo de cultura de la que había hablado respecto a su familia.


Puse los brazos alrededor de su espalda desnuda y lo besé con sensualidad. Él replicó y prosigo con el acto. Llevé mi boca a su oído y susurré su nombre real como si fuera una manera para asegurar que este momento era verídico, etéreo, eterno. Lo decía como un mantra que podía pasmar mi sentir y gozar cada estremecer que mi cuerpo arrojaba ante el tacto de él.


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