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La Nueva Era por Camila mku

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Notas del fanfic:

¡Bienvenidos, lectores! Este fic está basado solo y únicamente en mi fanatismo desmedido por la novela de Jurasssic Park y todas las películas, series y videojuegos bartardos que salieorn en su honor. Los personajes principales son los dos niños de Jurassic Park 1 (Tim y su hermana Alex) y los dos niños de Jurassic World 1 (Zach y Gray). 

La trama se sitúa en un futuro distópico que se cuenta en la última peli que salió: Jurassic World 3 Dominion, donde los dinosaurios que huyeron del parque ahora están en libertad por todo el mundo. Hay gente en contra de esto, que intentará capturar o matar a los dinosaurios para que no estén en contacto con los humanos y otras especies, y hay gente a favor que hará cualquier cosa con tal de que los dinosaurios convivan en armonía con el resto de especies.

Ojalá les guste. Abrazo y ¡nos leemos xD!

 

Timothy sujetó la jeringa e inyectó suave y lentamente el óvulo. Había estado una semana entera trabajando horas extra, examinando el esperma de cada triceratop macho y, después de una investigación exhaustiva, concluyó que Bruse era el dinosaurio que tenía los mejores genes de la especie, o por lo menos del grupo de triceratops que Timothy había clonado el último año.

Debía reconocer que su hallazgo no le sorprendía en absoluto, porque desde que Bruse rompió el cascarón demostró tener una fortaleza y energía que destacaban del resto. Resultó obvio que acabaría siendo el que usaría Biosyn para inseminar a todas las hembras de la manada ese año.

Se quitó los guantes quirúrgicos y salió del laboratorio hacia la oficina, con la sensación de haber terminado la jornada laboral exitosamente. Por esa noche estaba bien hasta donde había hecho, se encargaría de inseminar a las hembras por la mañana; ya que ahora tenía un asunto personal que atender.

Se alarmó cuando chequeó su reloj de muñeca: eran pasadas de las ocho de la noche y todavía ni se había quitado el delantal. Salió tiritando de la cámara criogénica, que era el sector más frío de Biosyn y en el cual él pasaba la mayor parte del tiempo. No le extrañaba empezar a estornudar, el cambio de temperatura adentro de Biosyn siempre le generaba algún que otro resfrío.

Atravesó el solitario pasillo hasta llegar a las oficinas. Nadie merodeaba por ahí a esas horas, todos acostumbraban irse a casa a las seis de la tarde. Él solía ser el único que se quedaba de noche.

—¿No vas a hacer horas extras, como siempre? —Era la voz de Genna, su asistente principal. Timothy dio un salto.

—¡Diablos! Me asustaste… —exclamó, y se llevó una mano al pecho. La muchacha sonrió. Era una mujer joven que adoraba lucir ropas oscuras, aretes y tenía los brazos llenos de tatuajes. En un principio Lewis, el dueño de Biosyn, no había tenido intenciones de contratarla por su aspecto desprolijo; sin embargo Timothy vio potencial en ella y luchó por integrarla al equipo de administrativos. A partir de ese entonces, Genna empezó a sentir afinidad hacia el doctor Hammond. Lo quería como si se tratase de su hermano mayor y tenía tanta confianza con él que hasta se atrevía a hacerle preguntas íntimas e indecorosas.

—¿En serio no me viste? —preguntó ella socarronamente. Timothy negó con la cabeza.

—Todo este tiempo pensé que estaba solo.

—Pues no —le contestó—. Me quedé para ordenar el papeleo de la tarde. —Timothy le echó un vistazo a la cantidad estrafalaria de hojas que había sobre el escritorio—. Tengo para rato… ¿Qué hay de usted, doctor Hammond? ¿No va a quedarse hasta las diez?

Genna estaba al tanto de la obsesión de Timothy por el trabajo. En realidad, todo Biosyn lo sabía, y tal vez había sido ese el motivo por el cual Tim había ascendido tan rápido de puesto laboral: en tres años había pasado de ser un empleado más de laboratorio a ser el encargado de las inseminaciones, y a Genna no le sorprendía, Tim era el sujeto perfecto para ese puesto, se había graduado con honores de la carrera de Bioquímico genético y había ido a parar a Biosyn muy joven. Ahora, era el encargado de clonar a más de diez dinosaurios por mes y, sumado que prefería mil veces estar en el laboratorio que en su lujoso departamento en el centro de California, era el candidato perfecto para ascender a la gerencia de Biosyn.

A Genna le parecía muy sospechoso verlo fuera del laboratorio y con intenciones de irse a casa tan temprano.

—No voy a quedarme trabajando esta noche —murmuró él. La muchacha lo miró de reojo y levantó una ceja cuando Timothy se desabrochó el delantal y lo colgó en el perchero.

—¡Diablos! Sí que se ve bien, doctor —exclamó con descares.

—Gracias —contestó él, entre halagado e incómodo. Colgó la bata blanca y se acomodó la camisa negra.

—¿Adónde va tan arreglado? —Quiso saber Genna. Aunque ya podía imaginarlo.

Timothy rodó los ojos. No había querido contárselo a nadie, porque tampoco quería crearse falsas expectativas.

—Tengo una cita. —Intentó no sonar demasiado entusiasmado, aunque por dentro estaba muriendo de los nervios.

Genna abrió la boca como tarro y su mirada brilló con entusiasmo.

—¡¿En serio?! —dijo casi gritando de la emoción—. ¿Con quién?

—Dudo que lo conozcas. Se llama Fausto. —Se puso al hombro la mochila que solía llevar a la oficina y agarró las llaves del auto—. Empezamos a hablar por Tinder hace una semana.

El sonido de un cuaderno que de repente había caído al suelo desde la estantería, hizo que Genna levantara la mirada. No vio a nadie más que a ellos dos merodeando por las oficinas, pero le resultó más que obvio el hecho de que había una tercera persona escuchando la conversación, y ya creía saber de quién se trataba.

—Bueno, me alegra que, por lo menos, alguien lo haya convencido de desprenderse un poco del trabajo, doctor Hammond. —Soltó Genna e inmiscuyó la cabeza en los papeles cuando vio a Timothy acercándose a la puerta de salida.

—Nos vemos el lunes, Genna. Buen fin de semana.

—Buen finde, doc. —Tras escuchar el portazo miró en dirección a la estantería—. ¡Ya sal de ahí, Anton! Ya se fue. —El muchacho rubio y esbelto que había estado escondido detrás de una repisa azul, se aproximó a paso lento y torpe hacia ella.

—¿Quién es ese tal "Fausto"? —preguntó Anton mientras tomaba asiento frente al escritorio de su compañera.

—¿Qué no escuchaste toda la conversación? ¿Cuánto tiempo estuviste ahí escondido? —exclamó, casi como regaño.

—¡No estaba escondido! —la contradijo. Ella rodó los ojos—. Quise venir a traer las pruebas de ADN de los velociraptores y, bueno… los escuché hablando —tartamudeó—. No quise interrumpir. —Genna puso los ojos en blanco al mismo tiempo que escribía algunas anotaciones sobre un papel—. ¿Crees… que sea guapo? —preguntó él, nervioso y asustado.

Genna enarcó una ceja.

—Si quieres mi opinión, pues… yo creo que ya deberías confesárselo —dijo. Se encogió de hombros y volvió a mirar la pila de papeles.

Anton agachó la mirada, pensativo.

—No puedo —acabó diciendo, cabizbajo y abatido—. No es correcto. Él es mi jefe y… no quisiera que me rechace y después tener que soportar verlo todos los días, y que nuestra relación laboral se estropee por culpa de eso.

Genna observó la expresión decaída de Anton y no pudo no sentir compasión por él. Anton ya trabajaba en Biosyn cuando ella entró. Era un muchacho muy amable, guapo e inteligente que, al igual que Timothy, se había recibido con honores de la carrera de Biogenética.

No tuvo que pasar demasiado tiempo para que Genna se diera cuenta de que Anton era gay, y de que moría por Timothy. La contrapartida de esa situación era que Timothy tenía una obsesión enfermiza por el trabajo, y Anton, por su parte, era demasiado tímido como para siquiera intentar conversar con él sobre algún tema casual. Muchas veces había pensado que la relación que podrían llegar a tener sería muy sana para ambos, pero si las cosas seguían al paso que iban eso jamás pasaría. Quizás, pensó Genna, debía echarle a Anton un poco de ayuda.

La muchacha se recostó sobre el respaldo de la silla, se cruzó de brazos y soltó un largo suspiro.

—Puede que te rechace, pero puede que no. —Se encogió de hombros—. Nunca sabrás lo que pueda llegar a pasar si no se lo dices. —Un silencio reflexivo e intenso los invadió—. Y te aconsejo que sea cuanto antes —agregó con determinación. Anton la escuchó atentamente—, No esperes a estar listo, porque cuando lo estés quizás ya sea demasiado tarde.

Anton sintió un remolino de sensaciones, esas palabras habían logrado calarlo profundo.

—¿Qué hago…? —preguntó con tanta tristeza que a Genna no le quedaron dudas de que sus sentimientos por Tim eran profundos y sinceros—. Está por ir a conocer a alguien, ¿se te ocurre alguna idea?

Genna desvió la mirada y pensó unos instantes. Una sonrisa pecaminosa se dibujó en su rostro.

—Sí, se me ocurre un plan —soltó ante la mirada esperanzadora de Anton—. Vas a confesarle tus sentimientos hoy mismo a Tim… pero primero vamos a estropear esa cita.


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