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Another day por Menma Lightwood-Uzumaki

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Notas del fanfic:

Una probadita de lo que será el mes Angst OwO

*Capitulo único*

             

Cuando Itachi comenzó a estudiar literatura comprendió que las palabras eran más poderosas de lo que creía, incluso al grado de que ningún artista famoso era capaz de equiparar por completo la potencia de su significado; No obstante, a pesar de haber creído que un verso era capaz de generar en diferentes personas un sin fin de emociones, jamás creyó que una sola palabra fuese suficiente para arruinar todo lo que alguna vez construyó con tanto esfuerzo.

Su cabeza se alzó de inmediato al ver llegar a Deidara con los documentos en la mano, y aunque su corazón ya había estado latiendo lo suficientemente fuerte antes de su llegada, ver la expresión en su rostro solo sirvió para hacerlo retumbar con más potencia.

Es entonces cuando, alzando un papel en específico, su pareja pronunció aquella catastrófica palabra.

– Positivo.

«A veces pienso que nuestro error no fue equivocarnos, sino creer que estábamos listo para lidiar con ello»

– ¿Tú que sugieres?

Sacando con cierta violencia una cerveza del fondo de la nevera, Deidara miró a Itachi con una expresión de fastidio que casi rayaba en la desesperación.

– No tengo ni puta idea.

Antes de poder seguir centrandose en el tema principal, el Uchiha observó a su pareja dar un trago demasiado largo y frunció el ceño por inercia.

– No deberías beber...

– Si bueno – Inspiró hondo, sentandose en el suelo frente de él sin soltar la botella – Tampoco debería estar esperando un maldito mocoso cuando se supone que nos estamos cuidando.

Un suspiro de lo más pesado abandonó los labios del Uchiha, ni el mismo se lo podía terminar de creer. Una de las primeras pautas que establecieron al momento de irse a vivir juntos fue utilizar más de un método anticonceptivo, con eso evitaban accidentes, gastar dinero y el estar preocupándose por otras cosas que no fuesen el trabajo o la universidad.

Evidentemente no lo hicieron muy bien.

– No entiendo que pudo fallar – Dijo honestamente, a lo que Deidara tomó otro poco de cerveza, sabiendo que la situación ameritaba algún tipo de colirio si no quería enloquecer.

– A ver, es un mes... ¿Que hicimos hace un maldito mes? – Evidentemente tener sexo, pero ese asunto no estaba en discusión, sino el calcular en que segundo se descuidaron; Elevando la mirada al cielo, Deidara comenzó a sacar cuentas – ¿La reunión en casa de tus padres?

– No, ahí no – Recordaba muy bien que ese día, aunque se le hubieran acabado los condones, seguía teniendo algunos guardados en su antigua habitación. No era un escondite particularmente caluroso y mucho menos húmedo, por lo que no dudaba de su efectividad.

– ¿El cumpleaños de Naruto? – Inquirió, aunque no con muchas ganas, ya que a pesar de haber sido un día bastante caótico, recordaba los acontecimientos casi tan bien como su pareja.

Negó con la cabeza.

– Dormimos solamente.

– ¿Nuestro aniversario? – Entonces Itachi se quedó repentinamente callado, y a él se le abrieron los ojos – Mierda, ¿Te pusiste algo esa vez?

Habiendo estado tan confundido como podría estarlo una persona que, por motivos de celebración, se tomaba en menos de dos horas casi dos botellas de vodka, tuvo que ser honesto.

– No lo recuerdo.

– ¿Cómo mierda no te acuerdas?

– ¿Lo recuerdas tú? – Levantando una ceja con un escepticismo que le hizo torcer el gesto. Él también estuvo demasiado ebrio ese día, pero a fin de cuentas ese había sido el propósito, era una noche para celebrar su noviazgo, no para andarse preocupando por temas que ya daban por sentado.

– Se supone que para eso están las inyecciones.

– ¿Y la última te la pusiste?

– Obviamente – Le miró mal, aunque eso no mitigó las duda del otro.

– ¿Cuando exactamente?

Al haber hecho aquella dichosa pregunta, el rostro de Deidara se contrajo antes de ablandarse, dándose cuenta de algo que le hizo cubrirse el rostro con la mano izquierda.

– ...El día anterior – "Mierda y más mierda..."  Aún si lo normal es que fuese relativamente estable el mismo día que se aplica, su doctor le había recomendado esperar al menos siete días si deseaba tener completa seguridad en el método; Usar algún preservativo podía ayudar en caso de que no quisiera esperar la semana para tener sexo, pero en vista de que no lo habían usado por estar ebrios y que encima estuvieron una gran parte de la noche ocupados, bueno...; Deidara se estrelló la mano en la frente – Seré imbécil.

– No ha sido tu culpa – El mismo Deidara fue quien le dijo que solía ser muy olvidadizo con esos temas, por lo que fue él quien voluntariamente se comprometió a ayudarle a recordar las fechas; Que ahora estuvieran en esa situación era, sin dudas, responsabilidad de ambos.

Deidara bufó a medias.

– Itachi, agradezco tu compasión cuando se me va un cliente o pierdo el transporte público, pero ahora eso no me está ayudando.

– ¿Que puedo hacer entonces? – Preguntó con esa misma buena disposición que siempre tenía para apoyarle con cualquier cosa.

– Pensar – Respondió con acidez –  Necesito que pensemos en que demonios vamos a hacer.

El Uchiha entonces guardo silencio, intentando mover los hilos de su mente para que pudiesen formar algún tipo de plan que les ayudase en ese momento, Deidara parecía estar haciendo lo propio, viéndose algo frustrado al tener la botella vacía. Que pudiera beber tan rápido y no le afectase ni un poco solo era signo de lo estresado que realmente estaba, sin embargo, y aunque no estuviera entre sus intenciones el potenciar su estrés, lo primero que se le ocurrió fue la opción más típica.

– Podríamos... - Deidara fijo sus ojos en él, interrogandole con una duda que le provocó suspirar - Podríamos intentarlo.

– ¿Ser padres? - Al artista se le alzaron las cejas de una forma exagerada, casi como si quisiera reír, echarse a llorar y golpearlo en la cabeza. Todo a la vez - Itachi, tu no tienes tiempo de sobra y a mí se me mueren hasta los peces. Aparte no tenemos dinero.

No es que estuvieran en una posición necesariamente mala, pero eran jóvenes y la mayoría de lo que ganaban se iba en gastos básicos. Por lo menos no pagaban alquiler ya que la casa le fue heredada a Deidara por una de sus abuelas, aunque eso, por supuesto, no eliminaba el costo del transporte, los servicios, la universidad – y todo lo que tenía que ver con ella – la comida, limpieza...; Ganaban lo justo para vivir bien y tal vez un poco más, al menos como para permitirse viajar una vez al año, pero de allí a agregar una carga tan pesada como lo era un hijo existía un trecho bastante largo.

La lógica era simple: Si no tenían para comprar comida, mucho menos pañales.

– Podríamos buscar otro trabajo – Ofreció entonces el Uchiha, aunque a Deidara no pareció darle gracia.

– Teníamos un acuerdo, ¿Lo olvidas? Tú estudias, yo trabajo – No es que Itachi hubiera querido atrasar la universidad, pero tras la muerte de sus padres debió pausar los estudios para cuidar de Sasuke, e incluso cuando este tuvo la edad suficiente para valerse por si mismo seguían teniendo demasiados gastos como para agregar otros; Fue gracias a Deidara que finalmente tuvo la disposición necesaria para comenzar su carrera, ya que al vivir juntos se les hacía más fácil continuar con su relación y al mismo tiempo tener responsabilidades por separado – Estás a medio camino, será un desperdicio si abandonas ahora.

– El problema es que aun si decides seguir trabajando llegará un punto en que no podrás continuar – Itachi se frotó en rostro mientras imaginaba lo turbulento que sería el tener que dialogar con un Deidara queriendo trasnocharse para entregar el trabajo a tiempo mientras cargaba una inmensa barriga – ¿Quien pagaría los gastos?

– Pues yo podría trabajar desde aquí un tiempo – Si de hacer esculturas se trataba, él no necesitaba de un estudio profesional para crear arte, solamente sus materiales y algo de inspiración – El detalle viene después, si yo vuelvo a trabajar y tú regresas a la universidad ¿Quien se supone que lo va a cuidar? Ninguno de los dos puede llevárselo y mi madre no está en discusión, esa mujer está loca.

La universidad de Itachi era buena, pero no al grado de tener una guardería para los estudiantes, y llevárselo al salón de clases tampoco era opción puesto que podría resultar una molestia para él o sus propios compañeros. Deidara, por otro lado, manejaba constantemente todo tipo de material en su estudio, desde arcilla hasta madera, todos y cada uno con un grado de polvo que seguramente le destruiría los pulmones a cualquier recién nacido.

Es entonces que Itachi cerró los ojos con pesar, dándose cuenta que no era una exageración cuando decían que la paternidad no era un asunto sencillo.

– Habría que buscar una niñera entonces.

– ¿Y pagarle con qué? Los ahorros se irían con el mocoso.

– Eso sin contar el pago del hospital, el pediatra, los estudios de Sasuke... – El joven Uchiha aun vivía en la casa que fue de sus padres y tenía su propio empleo, pero eso no le alcanzaba para abarcarlo todo, por lo que de vez en cuando Itachi debía ofrecer tutorías pagadas para poder ayudar a su hermano. De tener a ese bebé ya no podría hacerlo, puesto que cada centavo debía ser ahorrado minuciosamente si no querían llegar a un punto en el que no tuvieran para darle de comer.

Era una situación difícil, apenas tenían dos años viviendo juntos y aunque se conocían bien, nunca se sabían los giros que podían dar las personalidades al encontrarse en una situación tan delicada. Aparte de eso consideraba que seguían siendo muy jóvenes, él apenas había cumplido los veintitrés años y además tampoco se sentía del todo dispuesto con la idea de tener un hijo. Siempre consideró que esa necesidad fue satisfecha en el momento que se hizo cargo de Sasuke, por lo que le agradó el saber que Deidara tampoco tenía mucho interés en la paternidad, no obstante, decidieron no tomar ninguna decisión drástica hasta tener al menos seis años de relación, buscando no ser precipitarse con algo que era permanente.

Alzó la mirada cuando sintió que le observaban, encontrandose con los ojos intrigados de su pareja.

– ¿Tú que opinas?

– Es difícil – Comentó en medio de una respiración profunda – Tampoco creo que sea el momento más adecuado, pero...

– Eso no es lo que te estoy preguntando – Le interrumpió, mirándole de esa forma que siempre utilizaba cuando quería saber la verdad, y en este caso, Itachi comprendía que no le estaba preguntando lo que era correcto, sino lo que él quería como persona.

Y no le podía mentir.

– Quisiera esto contigo... – Procuró ser lo más honesto posible, sosteniendo su mirada con firmeza en todo momento. Luego, lentamente, sus hombros decayeron un poco – Pero no ahora.

A pesar de cómo pudiera resultar para otra persona, escucharlo decir aquello fue como un soplo de alivio para él, ya que sin importar la condiciones, no quería embaucarse en una guerra de rencores con su pareja por no estar de acuerdo en algo tan importante.

– ¿Y tú? – No obstante, cuando Itachi le preguntó aquello, ambos intuían la respuesta que daría.

– Lo mismo.

«El mundo no era nuestro, y sin embargo, estaba dispuesto a creer que así era... porque tú estabas conmigo»

Deidara estaba acostado de lado, procurando no moverse demasiado para no tentar los límites del analgésico que se tomó hace algún tiempo. El efecto era relativamente bueno, no sentía dolor más allá de una leve incomodidad al cambiar de posición y asumía que estaría así por lo menos unas cuantas horas más. No era una sensación cómoda, pero el tener a Itachi pegado a su espalda, acariciando con paciencia la línea de su brazo, era todo el confort que necesitaba.

– ¿Estás bien? – Sus dedos acariciaron la esquina de su frente, y le hubiese abrazado de no ser porque prefería guardar un poco de distancia hasta que su cuerpo estuviera recuperado.

Menos adolorido de lo que creyó que estaría – eso por haber seguido las indicaciones al pie de letra más el acompañamiento de su pareja en todo momento – Deidara se acomodó un poco mejor. El vientre aún lo sentía acalambrado y todavía no perdía del todo las náuseas, pero al menos ya no sangraba. Lo único que le faltaba esperar era que el resto de los síntomas como la somnolencia, el aumento de apetito y los dolores de cabeza desaparecieran también.

– Si – Emitió un suspiro en lo que le miraba de reojo – Estoy bien.

Con cuidado, Itachi reposo el mentón en su hombro con una sonrisa.

– He comprado helado – Anunció, consiguiendo distraerlo de forma efectiva – Adivina el sabor.

– Galleta... no, mmm ¿Oreo? – Supuso con una mueca de intriga que se transformó en sonrisa cuando recibió un asentimiento – Genial.

– Me parece que aún no deberías comer dulces, pero también he traído nueces mientras tanto.

– ¿Acaso llenaste la despensa? – Sintiendo como un gesto de lo más entretenido luchaba por salir.

– Si – No mostró culpa alguna, y eso le resultó adorable – Tenemos todo lo que necesitas por un buen rato.

Cuando se trataba de salud, Itachi rara vez escatimaba en gastos. Solía decir que lo más importante en ese momento era mantener a la persona con vida en vez de andar contando con lupa el dinero, y como en vista de que ya no tendrían que gastar sus ahorros en cosas para bebés, supuso que se le hizo sencillo tomar una parte para llenar la casa con todo aquello que Deidara necesitaría para estar como nuevo. Desde comida hasta analgésicos y toallas desechables por si acaso.

Suspiró.

– También creo que debería llamar a mi doctor...

– Ya lo he hecho – Recibiendo una ceja en alto, Itachi le rozó el pómulo con suavidad – Tienes cita el viernes. Intenté que fuese antes, pero parece que está algo ocupado esta semana.

– Está bien – Se giró un poco en si mismo para poder entrelazar sus dedos. Aún tenía fresco el recuerdo de él sosteniendo su mano en todo momento, murmurandole que estarían bien y que no se iría a ningún lado. Que no le dejaría solo – No hay problema.

– ¿Necesitas algo más?
                
Deidara tenía en cuenta de que el desorden hormonal tardaría un rato en bajar por completo, por lo que no le sorprendió sentirse más blando al escuchar tan cerca ese tono de voz lleno de preocupación y sinceridad. Sus ojos se enrojecieron de pronto, llenos de las lágrimas que se secaron contra el pecho de su acompañante cuando se acurrucó contra él, necesitando recibir algo más de cariño.

Unas semanas, solo necesitaba eso, unos cuantos días más y todo estaría bien.

«Realmente queria creer que podíamos con todo... pero si el mundo no nos pertenecía, las personas mucho menos.

Habrían cambiado tantas cosas de haber sido así...»

– ¿Quien mierda le dijo a la chismosa de la vecina?

Sentado en el sofá con una cara de no haber dormido mucho en los últimos días, Itachi Uchiha recargó el mentón en una de sus manos, se le veía fastidiado, y sentirse mejor habría sido más sencillo de no ser porque su pareja estaba igual o más enfadada que él.

– No lo sé – Tras responder a su exclamación, Itachi tomó un trago de su bebida. Ahora era él quien necesitaba de una cerveza – Su sobrina trabaja en la farmacia, quizás ella le habrá dicho.

– Fabuloso – Chistó Deidara, aplastandose a su lado con el ceño fruncido.

Intentando apelar al lado pacifista que toda la vida había tenido, Itachi le frotó un poco el brazo.

– No dejes que te moleste.

– ...No lo entiendes – Habiendo soltado un resoplido de frustración, el artista torció la boca – No me importa si medio mundo se entera, porque a fin de cuentas yo no me siento arrepentido – Le miró a los ojos un segundo, y tras confirmar que Itachi compartía su sentir, continúo con más confianza – Lo que me molesta es que una vieja metiche quiera venir a darme clases de moralidad.

– ¿Ha sido tan malo?

Como queriendo enfatizar su punto, Deidara le extendió un folleto.

– Me entregó esta mierda en la mañana.

El Uchiha lo tomó para examinarlo y se le alzaron las cejas cuando leyó el título «Cinco formas efectivas de encontrar a Dios»; No se podía ni imaginar la cara que puso Deidara al momento de recibir aquello, ni tampoco la sarta de blasfemias – a su criterio, muy bien merecidas – que le habría dicho por andar husmeando en dónde no debe.

– Encontrar a Dios y una mierda... – Continúo mascullando entre dientes – Solo les interesa pedir dinero y luego mandar a la gente al infierno.

– No les hagas caso – Dejando la botella a un lado, Itachi se giró para poder verlo de frente y de paso tomar su mano – Solo busca llamar la atención, no se la des.

– Es difícil cuando vive tan cerca, en especial cuando piensa que soy un infeliz. Bueno, ambos – Su rostro se contrajo en una mueca al recordar el sermón que la mujer trató de darle, aunque él no se lo permitió, primero porque nunca se lo pidió y segundo por el desagrado inmenso que sintió al escuchar como de forma muy poco sutil les llamaba asesinos.

Itachi entonces acarició su mentón, inclinandose luego para dejarle un beso en la mejilla, luego otro en la punta de la nariz y finalmente en los labios. Deidara no era muy afectuoso, pero recibir cursilerías por lo general tendía a bajarle el mal humor, y esa vez no fue la excepción; Después de probar su boca con la paciencia habitual, él se separó un poco sin dejar de acariciarle el rostro.

– No podemos hacer que las personas piensen como queremos – Comenzó en un tono suave, tranquilo – Pero si podemos elegir no pensar como ellos. Nosotros estamos bien con lo que decidimos, eso es lo único que importa.

Intentando en vano retener la sonrisa que siempre lograba causarle su lado romántico, Deidara tomó de nuevo el folleto y lo alzó con cierto sarcasmo.

– ¿Aún si me voy al infierno?

Itachi no dudó en besarlo de nuevo, acercándole más a su cuerpo en lo que Deidara degustaba el leve resquicio de alcohol en su boca, así como la suavidad del sofá cuando le recostó sobre él. Podía sentir la confianza emanando en cada movimiento que hacía, y mientras una de sus manos ya se iba enrollando sensualmente en su cintura, la otra le tomó de la barbilla para que pudiese ver sus ojos.

– Si te vas, iré contigo.

«En mi realidad no existía el infierno, solo un espacio vacío en el que tú no estabas presente.

Llegué a pensar que no existía aquel lugar o que al menos nunca lo conocería. No sentía ningún tipo de temor... pero debí hacerlo»

Al principio solo eran los folletos de la vecina – los cuales, con un poco de esfuerzo, lograron ignorar – pero luego se fueron uniendo las indirectas del vecino, las miradas furtivas de la dueña de la tienda, la cara de malas pulgas del guardia del vecindario y hasta el comportamiento esquivo de la señora que antes les saludaba al llegar. Hacer como que no sucedía nada dejó de ser tan sencillo, y cuando el chisme finalmente cayó en oídos de su madre, Deidara supo que aquello no podía terminar bien.

– ¿¡Cómo se te ocurre!? – Ella estaba histérica, paseándose de un lado a otro en su sala de estar como si fuese víctima de una crisis – ¿Cómo fue que pudiste hacer algo tan horrible?

Sentado en la silla de la cocina, Deidara se preguntó de nuevo como fue que le pareció buena idea acudir cuando ella lo mandó a llamar.

– Simple – Se encogió de hombros – Saqué las cuentas y decidí que la pastilla me salía más barata.

Su madre pareció enloquecer aún más con su indiferencia.

– ¡Esto no se trata de dinero!

– Amén que no, porque de ser así tú no me lo darías – Una mirada fija de su parte fue suficiente para recordarle la pésima relación que mantenían precisamente porque ella nunca le apoyó en nada de lo que quiso hacer, sobretodo si de dinero se trataba – Y a fin de cuentas ¿Que te importa? Tú ni siquiera te acuerdas de llamarme, tampoco es como que te afecte mucho que digamos.

– ¡Pues dile eso a mis vecinos! – Señalando desesperadamente la ventana como si por arte de magia una turba furiosa fuese a aparecer tras ella.

– Déjame ver si entiendo... – Sosteniendose por un instante el puente de la nariz, Deidara procedió a mirarla con toda la fuerza de su ironía – ¿Lo que te preocupa no es "el alma de tu nieto no nacido" sino la mierda que hablan tus estúpidos vecinos? – Al no obtener una respuesta de su parte, resopló de fastidio – Que porquería.

– Búrlate todo lo quieras, pero habemos personas a las que nos importa lo que piensen los demás.

– Todos menos yo, al parecer. 

– Por Dios, Deidara, no me salgas con esto de nuevo.

– No, tu fuiste la que me llamó así que te toca aguantarlo, justo como yo me acabo de calar tu maldito sermón – Infinitamente harto, él se levantó para encararla, dispuesto a darle fin a aquella diatriba que no tenía ni pies ni cabeza – No te importa esto así como tampoco te importo yo. De haber sido algo bueno ni siquiera te hubieras dignado en llamarme, pero como es algo que crees malo te piensas que tienes el derecho de venir a criticar mi vida.

– Puedo criticarte todo lo que yo quiera – Elevando la barbilla con aquel dichoso orgullo que desgraciadamente le tocó heredar, ella se vió muy digna – Soy tu madre.

Deidara alzó una ceja.

– ¿Ahora sí lo eres?

– ¡Tu fuiste el que se largó de aquí! – Le gritó entonces con una ira que él no dudo el devolverle.

– ¡Me fuí porque no soportaba vivir contigo! – Con la respiración hecha un desastre y los puños apretados, él se vió teniendo quince años de nuevo, gritándole a su madre por primera vez en su vida –  ¡Porque estaba harto de aguantar ser el culpable de tus miserias! ¡Yo no pedí estar aquí, tu me trajiste, y aún así nunca dejaste de culparme por ello!

Un tinte luminoso surcó por los ojos azules de la mujer, recordando, así como él, el desastre que siempre fué su relación madre e hijo; No es como si ella no se hubiese esforzado por ser la buena madre que el mundo esperaba que fuese, pero era tan joven cuando una de las personas en las que más apreciaba destruyó su confianza – apenas tenía catorce años, mientras que él, hace rato había cumplido los cuarenta – que jamás pudo recuperarse por completo. Ella no lo recordaba, al menos no todo, las partes más horribles estaban escondidas en un rincón oscuro de su cabeza, así como el olor del alcohol en su aliento y las manos que la sujetaron para que no pudiera moverse. Su propia familia jamás le ofreció apoyo emocional incluso cuando tuvo un embarazo para probar que no mentía, se limitaron a culparla por ser joven, bonita y de ojos coquetos. Y aún si jamás escuchó una palabra de aliento en sus momentos más oscuros, advertencias de ser dejada a un lado nunca le faltaron cuando consideró el no ser la mamá de un niño que llegó de la peor forma que podía existir.

No importaba realmente si Deidara era su viva imagen, una versión masculina de ella incluso en carácter... verlo siempre le recordaría algo que, por más que lo intentase, no podía olvidar.

– Olvídalo, me voy – En algún punto del pasado Deidara intentó entenderla, pero al final terminó entendiendo dos cosas muy importantes, la primera: Él era tan víctima como lo es ella, y la segunda: No se puede ayudar a alguien que no desea que lo ayuden – Y no vuelvas a llamarme.

No llegó a abrir del todo la puerta cuando un tirón en su manga le detuvo. Su versión de diez años sintió una ligera emoción por tener algo de la atención de mamá, mientras que su madurez de hombre adulto solo se limitó a mirarla, esperando la decepción que de seguro le daría.

Y no se equivocó. 

– ¿No crees que lo hicieron fue cruel?

Él la observó unos segundos, teniendo la extraña sensación de que no parecía estarselo preguntando, más bien lucia como si se estuviera cuestionando algo a si misma.

– Cruel habría sido traer a un mocoso a este mundo para luego pasarme años recriminandole lo mala que ha sido mi vida por su culpa – No vaciló al responder, así como tampoco al mirarla con ese tinte despectivo que muchas veces recibió en su infancia – Al menos tú sabes bien lo que es eso.

A ella le corrió una lágrima por la mejilla, quizás por la culpa, pero eso no le detuvo, pensando en todo momento que su vida podría haber sido más fácil si su madre le hubiese mostrado a su versión más joven la misma compasión que él le tuvo por mucho tiempo.

Pero no más.

– Hice lo que tú no pudiste hacer – Espetó, abriendo la puerta con brusquedad y esperando jamás tener que volver a cruzar por ella – Y no me arrepiento, puedes decirle eso a tus malditos vecinos.

Su madre jamás lo vió porque ya estaba bastante lejos, pero sus ojos también lagrimearon al cruzar la esquina, entristecido por el hecho de que, sin importar lo mucho que se esforzara, su relación estaba destruida de una manera que ellos ya no podían reparar.

Cuando Deidara llegó a casa lo único que deseaba era echarse a dormir, de preferencia abrazado al único apoyo emocional con el que contaba ahora mismo, pero el susodicho en cuestión seguía en la sala, rodeado de un montón de libros en lo que su cabeza reposaba sobre uno de ellos. Dormido era poco, más bien parecía noqueado, y mientras él se acercaba para cubrir sus hombros con una manta, un tipo diferente de decepción le embargó cuando vió el tema en el que su pareja estudiaba con tanto ahínco.

Hace mucho tiempo que entre ambos cuadraban horarios, así como los pendientes de cada quien, es de esa forma que Deidara supo que esos trabajos no eran urgentes, y sin embargo, Itachi parecía matarse cómo si lo fueran, aún si no le hacía falta.

Sabía que la situación estaba resultando estresante para ambos, pero ver cómo prefería escudarse en los estudios en vez de conversarlo le resultó mas desalentador que la conversación con su madre. Quería creer que no le estaba evitando, que solo necesitaba desestresarse así como cuando él se encerraba en soledad a esculpir algo, pero le era difícil mantenerse optimista, sobretodo cuando ya tenían más de tres meses en la misma rutina.

A pesar de sus dudas, su inquietud y tristeza, Deidara presionó un beso en un costado de su frente  para luego retirarse a su habitación. Aquella vez le tocaba dormir solo, pero esperaba que no fuese así la próxima.

«De pronto, ese vacío del que tanto llegué a dudar terminó convirtiéndose en toda mi existencia...

Y no paraba de preguntarme, si estabas aquí ¿Por qué no lo parecía?»

No lo veía.

Al menos, no como antes.

Al principio Itachi se excusaba diciendo que tenía mucho que hacer en la universidad, a lo que él, con la escasa paciencia que tenía, le daba su espacio. Sin embargo no pasaban ni tres días cuando se comenzaba a sentir frustrado por su ausencia, de modo que cuando el Uchiha aparecía para querer recompensarlo, Deidara tenía sus propias "cosas que hacer". Al principio era como una forma de vengarse por sus largos periodos de ausencia, pero luego se le comenzó a acumular el trabajo, llegando a descuadrar sus horarios a tal punto de que cuando uno estaba disponible, el otro tenía algo pendiente que no podía cancelar.

Ambos en cierto modo entendían que los rumores y las críticas eran capaces de hacer sentir mal a cualquiera si se eran aplicados con tanta cizaña – Para Itachi, la cosa se volvió aún más incómoda cuando Sasuke terminó por enterarse gracias a la misma sobrina chismosa de la farmacia cuando fue a comprar algo junto a unos amigos – pero tampoco era justificacion para ese comportamiento.

Por supuesto, seguían teniendo algunos esporádicos momentos buenos, de esos en los que alguno se metía en el espacio del otro buscando llamar su atención. Itachi a veces le sorprendía colándose en la cama, abandonando momentáneamente los libros para deslizar la mano por debajo de sus pantalones de pijama, acariciandole de arriba a abajo en lo que dejaba mordiscos por su cuello. Así como Deidara podía optar por ser altruista y colarse en su ducha, dejando besos descendentes por toda la piel húmeda de su torso hasta terminar arrodillándose, consiguiendo de forma rápida y efectiva que no se ignorasen por al menos el resto de ese día.

No obstante, esos momentos eran escasos, lo más habitual era que – por motivos que jamás comprendían del todo – buscasen la forma de estar solos. Es por eso que a Deidara le sorprendió enormemente cuando llegó a casa y descubrió que Itachi había acomodado todo para que tuvieran una "cita casera". Tenían más de medio año que no salían, pero a primera instancia consideró que era un gesto tierno de su parte, algo que quizás podría darles el impulso necesario para rescatar su relación.

No lo fué.

Y aunque no supieran a ciencia cierta el motivo, existieron en aquella cita tantos factores negativos que ni siquiera podían llegar a contarlos todos.

El ambiente no era tan ameno como en épocas pasadas, en parte porque de alguna forma u otra todos los temas volvían a los rumores, y en parte también porque, si eran objetivos, no tenían mucho de que hablar. Ambos se habían aislado a su manera, no salían mucho con amistades pero tampoco salían entre ellos, era como si el estrés y el agotamiento les hubiese orillado a esconderse de todo el mundo, olvidando que aquello había sucedido, para empezar, porque tenían una relación.

Terminaron la noche haciendo algo que no creyeron poder arruinar: ver una película. Una bonita, por supuesto. No necesitaban agregarle más drama al momento.

Sin embargo, llegó un punto en el que Deidara vio una imagen que le cambió la perspectiva. No era una pareja peleándose o teniendo un choque emocional como el de ellos, es más, ni siquiera era una escena triste, apenas diez segundos en los que se podía ver a un cachorro correr en pantalla, buscando la pelota que algún extra – porque para rematar, el perro ni del protagonista era – le había lanzado; Es en ese instante que pensó ¿Por qué no adoptaban un perro? Eran enérgicos y solían traer felicidad, aparte que les serviría de excusa para pasar más tiempo juntos. La idea era feliz, pero terminó enterrada cuando se dió cuenta de que esa posibilidad no era accesible para ellos.

Porque los animales necesitaban atención, amor, cariño y responsabilidad, cosa que, siendo honestos, ni siquiera mantenían bien entre ellos. En el susodicho caso de que trajese a ese animal seguramente sería olvidado al cabo de unas semanas, pasando a rodar tristemente su pelota favorita por toda la casa mientras gemía por algo de atención. Luego de esa anoche lo más probable es que Itachi se volviera a encerrar en los estudios, y cuando quisiera tener un momento con él, Deidara estaría muy enfadado como para aceptarlo.

Le molestaba no por el hecho de estar ocupado, sino porque tenía la oportunidad de desquitar su estrés de otra forma e igualmente seguía escogiendo la opción que los mantenía separados, ¿Y lo peor? Ambos lo sabían y no les importaba.

A su mente le dió un bajón repentino y casi doloroso, de esos que suelen dejar sin aire. La escena del animal ya había pasado, pero él siguió mirando un punto fijo en la pantalla mientras no paraba de pensar en él, sintiendo como su mente se contraía y sus ojos se nublaban.

¿Por qué no podían ser una pareja sana y arreglar sus problemas sin evitarse? ¿Por qué la gente tenía que meterse en una decisión que era de pareja? ¿Por qué los crucificaban por pensar en su futuro? ¿Por qué eran debían condenar sus vidas por un error? ¿Por qué no podían estar como antes?

¿Por qué mierda no podían adoptar un maldito perro?

Itachi se sobresaltó de pronto cuando escuchó un sollozo a su lado, quedándose absolutamente pasmado al ver cómo Deidara se cubría el rostro con una de sus manos en un vano intento de ocultar sus lágrimas. En muy contadas ocasiones le había visto llorar con tanto esmero, y sin lugar a dudas, esa debía ser la vez más impactante de todas. No porque no pudiera encontrar el motivo de aquello que lo puso triste sino por el sentimiento con el cual sollozaba contra sus puños apretados, se le veía genuinamente desolado, y él se encontró estando más que perdido.

Lo primero que se le ocurrió fue alzar una mano hacia él, pero aquello había sido tan repentino e inesperado... que simplemente no supo que hacer. El brazo le cayó a un lado antes de poder procesarlo, y Deidara, habiéndolo visto todo, solo se levantó y se fué.

El Uchiha mentiría si dijese que no se sintió decepcionado de si mismo, más de tres años de relación... ¿Y no sabía cómo consolar a su pareja? Parecía que incluso eso lo había olvidado, pequeños pero valiosos detalles como esos, que no conllevaban algún tipo de connotación sexual, parecieron borrarse de su mente, como si no supiera que acción tomar para hacerle sentir mejor. Es entonces que entendió que las cosas habían ido demasiado lejos, ya no eran una pareja, no realmente, solo dos extraños viviendo juntos que de vez en cuando se mostraban interés, pero nada más, y la prueba más grande de ello fue cuando no pudo levantarse para ir a su lado.

Quería perseguirlo, abrazarlo, disculparse y demostrarle que tenía razón en estar triste, que se había equivocado pero que podía remediarlo...

Así como los meses anteriores, no pudo hacerlo.

Y se dió cuenta de que quizás jamás podría.

«Fuiste la persona que más ame en toda mi vida...

Y también con la que comprendí que a veces eso no es suficiente»

Al ver que Itachi no le seguía, Deidara tomó la súbita decisión de empacar sus cosas. No todas, pero si las suficientes para un viaje de al menos una semana. Necesitaba espacio para pensar y alejarse de todos los problemas, le urgía encontrar un lugar en el que su mente colapsada pudiera refugiarse y solo obtendría aquello alejándose de todas sus preocupaciones.

En ese momento, Itachi representaba más de la mitad de ellas.

Se fue de su casa asegurandose de que Itachi no estaba, y aunque su visión se hizo borrosa al ver que le había hecho el desayuno – quizás a modo de compensa – eso no le detuvo, continúo con su camino y terminó por tomar el primer tren que lo dejase en un sitio lejos pero medianamente conocido, al menos lo suficiente como para despejar su cabeza. No quería ir a un psicólogo, por lo que apeló a la táctica de la música, la relajación y la soledad para lamer sus heridas y luego apreciar sus cicatrices, aprendiendo quizás no a quererlas pero si a aceptar que eran una parte de la vida.

Fue un viaje terapéutico que le tomó aproximadamente dos semanas, pero a diferencia de lo que creyó encontrar en casa, resultó que Itachi también había decidido tomar unas pequeñas vacaciones.

La nota se la dejó en la mesa del comedor, algo sobre necesitar más o menos el mismo espacio que él fue a buscar en su momento, y aunque difícilmente Deidara se creía con la moral de criticarlo luego de que prácticamente hizo lo mismo, si le pareció extraño el hecho de que, a diferencia de él, se había llevado más de sus cosas personales.

No tuvo buena espina, pero como difícilmente Itachi se habría sentido diferente con su propia partida, lo dejó estar.

Con el tiempo, la soledad y la energía terapéutica de la música Deidara llegó a varias conclusiones, algo tardías, pero conclusiones al fin. Cómo que, para empezar, aunque Itachi estuvo equivocado en sus métodos para eludir el estrés, él también pecó en optar por vengarse en vez de simplemente decirle que su comportamiento le molestaba. Debió explicarle desde un principio que sus actos le ofendian y que era el deber de ambos encontrar la forma de que aquello no se les saliera de las manos. Por supuesto, eso no excusaba lo absoluto a Itachi por su falta de responsabilidad afectiva, pero podía aceptar sin muchas ganas que ambos tomaron las decisiones que les convenían como personas y no como pareja.

Así como usualmente suele suceder cuando se tiene una epifanía, Deidara sintió la necesidad de hablar con Itachi para darle fin a la guerra que ellos mismos habían formado, pero no pudo hacerlo de inmediato. Esto porque, en el mes que había pasado, no tuvo ninguna noticia de él.

Llamarlo fue un asunto que le tomó varios dias ya que su orgullo se veía reacio a colaborar, sin embargo, cuando finalmente se recordó a si mismo que el Uchiha no había sido el único carente de responsabilidad afectiva – la cantidad de veces que él buscó a Itachi eran apenas una minucia en comparación a las ocasiones en las que Itachi lo buscó a él – echó a un lado el coraje y decidió llamarlo.

No se tardó ni un segundo en contestar, aunque le tomó algo más de tiempo notarlo ya que no pronunció palabra alguna.

– Déjame adivinar – Ante el súbito silencio, Deidara resopló con desgana – No pensaste que llamaría.

Un suspiro se escuchó al otro lado de la línea.

– La verdad no.

– Es bueno saber que me tienes esperanzas – Más que una broma resultó casi como un reclamo, y antes de poder escuchar lo que sea que Itachi fuese a decir en su defensa, soltó lo único que en ese momento quería saber – ¿Cuando volverás?

A ser posible, el silencio que recibió a cambio fue aún más pesado que el anterior.

– ...No lo sé – Existía en su voz un cierto tinte de frustración personal que se mezclaba con algo parecido al abatimiento, pero no se lo podía justificar. Él solo necesitó dos semanas.. Itachi llevaba fuera casi dos meses, las cuentas se sacaban solas.

– ¿Sabes algo? – Parecía como si simplemente ya no quisiera regresar, y ante el súbito calor que le hostigó el pecho, Deidara se encontró queriendo exactamente lo mismo – No lo hagas.

Colgó antes de que pudiera responder y simplemente volvió a irse, esta vez no a un lugar lejano sino a la casa de un conocido que pudiera recibirlo hasta que sucediera lo que ya se imaginaba; Mantuvo el teléfono apagado por lo que no pudo atender la única llamada que Itachi intentó hacerle, sencillamente se quedó en un estado de desconexión total que se terminó extendiendo por varias semanas, finalizando solo en el momento que recordó que debía seguir trabajando, ya que dejándose morir no conseguía nada.

Volvió exactamente cuatro semanas después, y cuando lo hizo, sus cosas eran las únicas que estaban allí.

«Te fuiste... o yo me fui, la verdad ya no puedo recordarlo. Quizás nos fuimos los dos y no nos dimos cuenta hasta que fue demasiado tarde, da igual como fuese...

El vacío simplemente no dejó de crecer»

Así como en los primeros días de una ruptura, Deidara se sentía vacío, extrañando cada aspecto existente de su compañía y al mismo tiempo maldiciendo cualquier minucia que le recordase a él, fue una etapa de amor/odio que se extendió por mucho tiempo, casi consumiendole por completo, pero terminó levantándose eventualmente, recordándose en todo momento que una ruptura no era el fin del mundo por mucho que así lo pareciera, y que si había podido lograr superar el distanciamiento con la mujer que literalmente le dió la vida, podía hacer lo mismo con una ex pareja.

Al final todo el asunto del embarazo se borró de su mente, los chismes nunca cesaron por completo pero en cierta forma se redujeron lo suficiente como para hacer que olvidase el tema, casi como si aquello no fuese con él; Funcionó también porque decidió vender la casa de su abuela, optando mejor por tomar ese dinero y mudarse lejos de su familia para vivir en un sitio más cómodo. A fin de cuentas, no los necesitó antes y estaba seguro de que no los necesitaría después.

Deidara siguió trabajando, consiguió otros clientes en su nueva localidad y de paso adoptó el perro que tanto quería. Era rubio como él, ruidoso, travieso y muy juguetón, pero era justamente esa energía la que necesitaba, y el joven animal se la ofrecía sin pedir nada a cambio.

Llegó a recordar a Itachi en algunas ocasiones, pero llegó un punto en su vida en el que simplemente dejó de hacerlo. No por algo que buscase, sino porque, sencillamente, dejó de ser importante para lo que quería obtener en su vida.

Quizás fue por eso que lo siguiente que sucedió aquel día lo tomó tan desprevenido.

– ¿Hola? – Tenía el teléfono sujeto entre la mejilla y el hombro, buscando tener las manos libres para poder batir la mezcla que acababa de sacar de lo más profundo del internet. Estaba ensimismado en su labor, demasiado como para ver el número en pantalla.

La voz al otro lado era grave, ligeramente dudosa y demasiado familiar.

– ¿Deidara?

"Por la mier..." Sus movimientos se detuvieron de inmediato, y él tuvo que tomar correctamente el teléfono para asegurarse de que no se le cayera; Encendió la pantalla y lo confirmó: el mismo número, la misma persona y sabrá Dios si el mismo motivo.

El suspiro fue más que pesado.

– ¿Que pasa? – Quería ir directo al grano y al parecer su interlocutor estaba más o menos en la misma página.

– ¿Estás ocupado?

– Más o menos, shh – Le chistó al perro cuando ladró en su dirección, probablemente sintiendo su incomodidad – ¿Por qué?

– ¿Recuerdas la plaza que estaba cerca de mi universidad?

Raro sería que no se acordase, lo esperó tantas veces ahí que casi tenía un arbusto con su nombre.

– ¿Ajá?

– Tal vez... podrías venir – A pesar del ligero titubeo, a Deidara el asunto le pareció tan hilarante que soltó una pequeña risita – ¿Qué?

– Cuando le dije al destino esta mañana que me sorprendiera con algo, no era exactamente esto a lo que me refería – Sorprendentemente y aún con la tensión de por medio, el Uchiha también pareció reír un poco – Hoy no podría, además estoy algo lejos – Avisó entonces, dándose cuenta que quizás él no estaba al tanto de su mudanza – Tal vez mañana en la tarde.

Casi como si lo tuviera presente, le imaginó asintiendo con su rostro neutral pero simpático.

– Bien.

– ¿Estarás ahí?

– No habría llamado de no ser así.

En su rostro se formó una minúscula sonrisa antes de colgar, no se sentía entusiasmado como posiblemente lo hubiese estado de haber ocurrido esa llamada unos meses después de terminar, pero asumió que era normal. Había pasado demasiado tiempo, e incluso si no lo hubiera querido, el dolor de su ausencia se marchó cuando finalmente pudo superarlo.

Y esperaba que él sintiera lo mismo.

«¿Que habría sido de nosotros si nuestros sentimientos hubieran sido tan maduros como nuestras decisiones? ¿Te habrías quedado? ¿Lo habría hecho yo?

Ahora tenía la respuesta: Si, nos hubiéramos quedado... pero eso no significa que fuese lo mejor»

Tras no haber visto de él ni una sola fotografía a lo largo de los años, a Deidara le sorprendió verlo de frente. Se veía más regio y alto, como una versión madura y de cabello más largo que el Uchiha de sus recuerdos. Él, por otra parte, a los ojos de Itachi se veía más vibrante, con su rostro viéndose enmarcado por los cortos mechones amarillos que caían apenas un poco más allá de su barbilla.

– Tengo curiosidad – Fue lo primero que dijo el artista al verlo.

– ¿De por qué decidí llamar? – Intentó suponer, recibiendo una negativa.

– No, de porque te dejaste crecer tanto el cabello, te pareces a mi de adolescente pero sin el carisma – Una vez confirmado que aún no perdía la habilidad de hacerle sonreír, se sentó a su lado, viendo cómo le miraba atentamente – ¿Entonces?

– No lo sé – Se encogió a medias – Me pareció cómodo de esa forma.

– Ya – Cabeceó, consiguiendo que su acompañante le viese con interés.

– ¿Por qué te cortaste tú el tuyo?

– Me daba mucho calor – La simplicidad de su respuesta le pareció lo bastante graciosa como para sonreír ampliamente, aunque no le duró demasiado – Pero admito que adivinaste mi siguiente duda, no se porqué decidiste llamar.

Aún si pareciera haber llegado a la parte más problemática del momento, Itachi no vaciló cuando le miró a los ojos.

– Quería disculparme.

– ¿Ahora? – No pudo evitarlo, la ceja se le arqueó antes de darse cuenta – Han pasado seis años.

– Lo sé – Suspiró.

– ¿De que te serviría eso ahora?

– No estoy del todo seguro – Podían estar sentados uno al lado del otro, pero entre medio tenían años de separación por un dilema que nunca resolvieron del todo, y lo sabía – Pero quería hacerlo de todas formas.

– ¿Y por qué, exactamente? – En contraste a lo que creyó ver, el Uchiha se vió increíblemente voluble de pronto.

– Irme fue una decisión egoísta.

– No, irte fue lo mejor – Se sintió sonreír con una mezcla de sarcasmo y melancolía al ver cómo Itachi pareció sorprendido  – De haberte quedado habríamos tenido que hablar, y honestamente no quedaba mucho que decir.

Itachi frunció las cejas con un sentimiento que era bastante notorio.

– Podría haber dicho mucho...

– Pero no lo hiciste – Le atajó de inmediato, tomandose un segundo para luego suspirar con resignación – Yo tampoco, si soy justo, así que no tengo mucho de que quejarme.

La parte mala de crecer era dejar atrás momentos muy bellos, pero al mismo tiempo la ventaja era que aprendía mucho de ellos, aún si sabía que algunos jamás podría vivirlos de nuevo.

Deidara hace años había aceptado que se equivocó, que debió ser menos vengativo y más abierto con su pareja, pero al mismo tiempo tenía la madurez necesaria para aceptar que no era el culpable de todo, aunque eso no significaba que debía guardar rencor. Lo importante es que se sintiera bien consigo mismo.

A su lado, el otro hombre volvió a hablar sin despegar sus ojos de los suyos.

– ¿Crees nuestras vidas habrían sido diferente de tomar otra decisión?

– No – Respondió con toda franqueza – Lo único que hubiera cambiado es que estaríamos obligados a vernos por alguien más.

– ¿Habría sido tan malo eso? – Esbozó una sonrisa tenue que de alguna forma logró remover algo en su interior, pero eso no alteró su respuesta.

– Verte ahora ya es lo bastante jodido, no me imagino todos los días.

Es entonces cuando la sonrisa en su rostro se hizo más pronunciada, y quizás un poco más nostálgica.

– ¿Debo tomar eso como que no aceptas las disculpas?

– Para nada – Entre la calma que intentaba mantener, se coló un ligero vestigio de vulnerabilidad – Yo te perdoné hace tiempo, supongo que al mismo momento que logré perdonarme a mi.

– Al menos tú pudiste hacerlo – Comentó, manteniendo la seriedad de una forma tan sombría que le causó intriga.

– ¿Tan grande es la culpa que llevas?

– No es tan grande como lo es de pesada – Admitió en medio de una mueca que buscaba parecerse a una sonrisa. No lo logró, y Deidara no pudo evitar encontrarse genuinamente interesado en la pena que acarreaba su espíritu.

– ¿Te pesa el haberte ido?

– Me pesa el no haberte dicho que vinieras conmigo.

Deidara tragó saliva cuando sintió por un breve segundo que la situación podría sobrepasarlo, aunque afortunadamente se recuperó a tiempo. El lamentarse era parte de la vida, eso es inevitable hasta para las personas más fuertes, pero él había aprendido a no recriminarse más de la cuenta por cosas que ya no podía remediar, y el conflicto que había sido su último año de relación se encontraba entre ellas. A ser posible en primer lugar.

Le dolía, por supuesto, de alguna u otra forma siempre lo haría, pero ahora tenía la determinación para no dejar que eso controlase toda su vida.

– No hubiese ido, ¿Lo sabes, no? – Él también le sostuvo la mirada, procurando observarle con toda transparencia – Y tampoco pienso ir ahora.

Algo surgió en los ojos negros del Uchiha, y Deidara pudo identificarlo aún si desapareció tan rápido como llegó: era decepción. Solo así comprendió que Itachi, de alguna u otra manera, había albergado la esperanza de recomponer aquello que en su juventud dejaron en pausa, pero él ya no se encontraba interesado en ello. Estaba en esa etapa de su vida en la que disfrutaba de cosechar los frutos de su esfuerzo y pasear con su mascota, ver películas hasta tarde y tener cómo única preocupación el trabajo. Una pareja no encajaba en sus planes de la misma forma que un bebé no lo hizo en su tiempo, se sentía bien estando de esa manera, y una vez se convenció que una persona se podía sentir completa sin tener hijos o una pareja a su lado, supo sin lugar a dudas que ese era el camino que deseaba seguir.

E Itachi pareció comprenderlo también.

– Lo imaginaba – Sonrió otro poco, esta vez con resignación – Está bien de todas formas... y también me alegra que estés bien.

– Tu también lo estarás algún día. – Esperaba realmente que así fuera, pues el que no fuese parte de su vida no significaba, sorprendentemente, que le desease el mal; Agradecido por ello, Itachi le dió un ligero toquecito con el dorso de su mano.

– ¿Alguna recomendación?

– Si, adopta un perro, son fastidiosos pero alegran un montón. Es como tenerme a mi pero en versión animal – El comentario le resultó tan espontáneo que consiguió hacerles reír, pero una vez esas risas acabaron, ambos supieron que era hora de partir, pues ya no tenían mas para decirse; Estando frente a frente en lo que parecía ser la última vez, Deidara se permitió mirarlo con sentimiento – Cuídate, Uchiha.

Sabiendo que era la última oportunidad que tendría, Itachi se tomó la libertad de acariciar suavemente la línea de su mandíbula.

– Tu igual.

Ambos se separaron entonces, caminando en direcciones opuestas, aunque Deidara apenas dió un par de pasos antes de girar la cabeza, sintiendo que necesitaba verlo marchar para cerrar ese ciclo, y así fué. Le observó dar cada paso hasta que se perdió en el horizonte, llevándose un pedazo de su juventud, su corazón y también de su más grande trauma.

«Fui al infierno, Itachi... al final si fui al infierno... pero tú no viniste conmigo.

Ni siquiera estuviste ahí.

Pero no importa, yo logré volver solo, y no esperaré a nadie si debo volver a bajar.

Porque no lo necesito.

No lo necesito para ser feliz»

.

.

 

Fin.

Notas finales:

Les mando un besito UwU ¡Ah, y feliz navidad!


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