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MY SWEET ALPHA por SonDanSaiyajin

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Notas del capitulo:

No

—¡Abuela Tsunade! ¡¿Hueles eso?! —la emoción tiñe la voz del niño—Es vainilla—olfatea al aire—¡Son galletas de vainilla!


¡Ese niño me puede oler!


De inmediato y con terror invadiendo su pálido rostro, mira a todas direcciones para saber si alguien más siente su aroma. Suspira aliviado cuando se da cuenta de que no ha liberado feromonas, lo que el niño está olfateado es su olor natural de omega, el cual se supone está bien disfrazado con los supresores especiales que toma, pero lo que más intriga le causa es que guiándose por la voz, el niño debe estar bastante lejos de su propio asiento, ¿Cómo puede sentirlo desde ahí?... tal vez sea coincidencia, oh eso le parece, por lo que decide dejarlo pasar.


El avión finaliza su aterrizaje, una vez en tierra firme, el pelinegro se dirige rápidamente hacia las cintas para buscar su equipaje, lo único que quiere es llegar a casa y no trabajar el resto de la semana. La pronta urgencia de ir al sanitario le hace enfadar y como gruñón que es, va de mal humor por tener que arrastrar la maleta hasta ahí. Entra al WC dispuesto para omegas y la felicidad le invade cuando se da cuenta de que este está vacío, le encanta que todo salga perfecto. Orilla la maleta cerca del lavabo y se interna en el cubículo. Por un largo minuto vacía su vejiga y suelta un suspiro de alivio.


El mismo acanelado aroma a licor de naranja irrumpe hasta lo más profundo de su aparato respiratorio, es tan tenue, tan suave, no es el típico olor invasivo y feromonico. Es tan agradable que se queda en el cubículo unos cuantos minutos más para poder olfatear el aire sin pasar la vergüenza de ser visto. Pronto la curiosidad le vence y sale del cubículo para ver al que supone es omega, dueño o dueña de ese aroma. 


La pose típica de indiferencia que usa en todos sitios donde se presenta, se le cae de golpe hasta los pies cuando mira lo que hay en el suelo del sanitario, su maleta ha sido abusada, está abierta de par en par y su ropa ha sido agrupada por tonalidades. El pequeño intruso organizador de maletas ajenas, está acuclillado dándole la espalda mientras dobla de manera "correcta" sus calcetines.


La indignación recorre todo su ser y ni el agradable aroma que inunda el ambiente le hace serenarse. Nunca había sufrido tal violación a su intimidad, tal atrevimiento, tal osadía, nadie, absolutamente nadie había tocado las camisas, los calcetines, los pantalones, ¡los calzoncillos de Uchiha Sasuke!


¡Oe niño! —camina decidido hacia el intruso dispuesto a decirle una que otra cosa¿Qué crees que estás haciendo?


Una vez a sus espaldas, el pequeño rufián gira su cabeza con toda lentitud y le mira con toda inocencia, regalándole una hermosa sonrisa de oreja a oreja a la que le faltaba un diente. A Sasuke se le baja el alma hasta el suelo. ¿Cuál era la posibilidad de que ocurriera lo que estaba ocurriendo en ese preciso instante?, incluso había pocos casos documentados en el mundo acerca de eso. El globo terráqueo tiene 7.837 miles de millones de habitantes, ¿Cómo demonios era posible que hubiese encontrado a su destinado?, y para el peor de los casos ¿A qué deidad se le ocurriría darle como destinado a un infante que seguramente era de nivel primario?


Las palabras y la supuesta regañina se le atoran en la garganta. Su níveo rostro de omega bonito se arrebola como nunca lo había hecho, porque sí, un par de hermosos ojos azules le miran con curiosidad y Sasuke sentía que tanta luz le dejaría ciego. Maldito, mocoso, era lindo, precioso, hermoso, perfecto.


Tú hueles a galletas de vainillay aún acuclillado en el suelo, toma con toda confianza la mano del mayor para incitarlo a sentarse a su ladoY tu ropa también'ttebayo—el tono despreocupado y hasta cierto punto sin emociones, le pone nervioso.


—¿Ah..., ah, sí? —tartajea sin saber qué hacer exactamente y sin percatarse, obedece al mandato de aquella pequeña mano, acuclillándose junto a él, mientras este continúa doblando calcetines.


Pasan varios minutos y Sasuke se dedica a detallarlo para aprenderse cada facción del tostado rostro, aunque eso ya no sea preciso, pues está seguro que nunca podría olvidar esa faz coronada de dorados cabellos. De manera inconsciente se acerca un poco para aspirar más del tenue olor del infante, pero no demasiado, pues teme parecer un pervertido, aunque ya se siente como uno.


—¿Te..te...te gusta mucho doblar ropa? —no puede creer que el omega perfecto está tartamudeando ante un chiquillo chimuelo, al que está dejando tocar su ropa sin restricción alguna. La idea de que este ha estado tocando sus calzoncillos, le hace estremecer y se castiga mentalmente por ello.


Es un niño pequeño...


Es un niño.


Un niño.


Es mi alfa.


Mi alfa.


Mío.


—Solo mi ropa—mantiene la vista fija en la acción que lleva a cabo—Pero vine a buscar tu ropa, para poder organizarla.


—Oh, ya veo—trata de centrarse para sacar la mayor información que pueda—¿Cómo te llamas?


—Naruto Namikaze—responde en ese tono plano que ha estado usando, pero que a Sasuke le suena tan agradable.


—¡NARUTO! ¡NARUTO! ¡NARUTO! —la angustiosa voz de la mujer le saca de sus cavilaciones en torno al niño.


La puerta del sanitario se abre de golpe y entra la mujer que inmediatamente deduce es una beta, muerta de la preocupación, se lanza al suelo y se sienta a una distancia prudente del rubiecito, lo cual llama la atención del pelinegro.


—Cariño... Cariño—solloza—¿Dónde te habías metido?


El chiquillo no responde, se mantiene estoico finalizando su tarea. Cierra el equipaje ajeno y se incorpora ante la vista de los otros dos. Se acerca al lavabo y se lava las manos de una manera demasiado meticulosa.


Tsunade finalmente reacciona y comienza a disculparse con el Uchiha frenéticamente.


—Oh por dios, lo siento, lo siento tanto—junta sus manos reverenciando.


—Está bien—verbaliza frío mientras se incorpora junto con la mujer—¿Te puedo hablar un momento?


—Sí, claro—la mayor no está muy feliz de que el mocoso pretencioso, ese que identifica como un altanero omega, le hable de tú y no de usted, pero debido a lo acontecido se siente en obligación de escucharlo mientras Naruto seca sus manos de manera compulsiva.


Ya se está imaginando lo que el otro le va a decir, he incluso comienza a pensar en los mejores argumentos para darle pelea si se le ocurre meterse con su nieto, probablemente le reclame, le incrimine, juzgue a su dulce niño sin conocerlo o le quiera cobrar la carísima ropa que seguro usa. Pero lo que le dice le deja alucinada, desconcertada, anonadada, sorprendida... Y más con el tono casual que el altivo muchacho emplea, tal cual estuviera hablando del clima.


—Naruto es MI destinado—proclama remarcando el mi, le mira a los ojos de miel, firme y sin contemplaciones, incluso se atreve a cruzar los brazos con soberbia, como esperando a que la mujer se atreva a contradecirlo—Me lo tengo que llevar—en su cabeza de Uchiha su "propuesta" sonaba del todo lógica.


Continuará... 


 

Notas finales:

No


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