Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Erase una vez un omega. por fuyumi chan

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

En tiempos antiguos, los omegas éramos esclavos sin derechos, obligados a ser sumisos y obedientes. Éramos meras posesiones para los ciudadanos de alto rango, como los alfas y betas. Sin embargo, eso quedó atrás hace mucho tiempo. Aunque los alfas siguen siendo la cima de la jerarquía, los omegas ya no somos esclavos. Se crearon leyes de respeto y protección. Sin embargo, siempre hay personas con pensamientos arcaicos que consideran lo moderno como maligno o atroz. Esa es la razón por la que estoy aquí, en este terrible lugar con un centenar de alfas que me hacen sentir como si esos tiempos hostiles nunca hubieran desaparecido.


 


—Mira qué cosita tan adorable tenemos aquí... ¿Cómo es que un niño tan encantador como tú está en detención? Cuéntame, pequeño omega.


 


Preguntó un enorme alfa, con cabello castaño y unos ojos azules tan gélidos que, al recorrer mi cuerpo, me daban escalofríos por su evidente lujuria. Estaba asustado y me cuestionaba por qué decidí estudiar en una escuela pública y mixta en lugar de hacerlo en casa, como era la costumbre en mi familia. Pero no, tenía que demostrarles a mis padres que era capaz de defenderme en el mundo real y que dejaran de sobreprotegerme de manera exagerada. Yo no era antisocial y tímido como mi hermano mayor, ni disfrutaba de la soledad o las manualidades como él. Yo era diferente. Sin embargo, al obtener mi tan ansiada libertad, las cosas no salieron como imaginé, provocándome estrés e ira contenida, algo que, debido a mi condición de omega, no era bien visto. Los omegas debían ser delicados y refinados, y yo era la antítesis de todo eso.


 


Me encontraba en el salón de biología, que también servía como aula de detención por las tardes, recibiendo clases sobre el control de la ira, lo cual era desafortunado para mí. En el salón había seis alfas, y aunque no era el único omega presente, podría decirse que era el más inofensivo. Mi único compañero omega era un chico con una mirada psicópata y una expresión que parecía desear ver arder el mundo. Vestía de negro, su pelo rojo chillón le tapaba un ojo y sostenía un puñal en su mano, mientras tallaba en el pupitre, quizás el nombre de algún enemigo, con tanto odio que los alfas simplemente lo ignoraban. Con su comportamiento tan hostil, hacía que todos los demás chicos se fijaran más en el único blandengue débil quien por supuesto era yo, quien además había sido castigado por una estupidez que seguramente todo el mundo en la escuela conocía a estas alturas, aunque ellos fingían no saberlo descaradamente para entablar conversación e intimidarme.


 


—Sí... es que... yo... yo llamé idiota a mi profesora de arte... pero fue por error...


 


Tartamudeé con miedo, tratando de no molestar al alfa que me acosaba, mientras rememoraba el desastroso incidente de la mañana. Estaba cansado de las constantes críticas de mi profesora omega hacia mi arte, diciendo que no era lindo ni delicado como el de los otros omegas, que era tosco, feo y carente de creatividad. Según ella, mi arte me condenaría a ser soltero, porque no era lo suficientemente bueno como para atraer la atención de cualquier alfa. En medio de la frustración, sin pensarlo, le grité a mi profesora: "¡Y qué si mi arte es chueco y feo, maldita perra! No aspiro a ser la ama de casa de un ingrato alfa. ¡A la mierda con esta basura! Como si me fuera a servir de algo en la vida, vieja estúpida". Mi arrebato hizo que la profesora casi se desmayara hiperventilando, y como consecuencia fui enviado a detención. Mis amigos me miraron con una expresión de preocupación, convencidos de que sería secuestrado por alguno de los alfas delincuentes. Aunque en ese momento me parecía absurdo, con la forma en que las cosas se estaban poniendo, tenía miedo de que eso se hiciera realidad.


 


—Qué adorable pequeña cosita mala eres. ¿Qué tal si después de clases me cuentas más...? —apenas pudo vociferar, para mi suerte, ya que otro alfa de aspecto más amenazador arremetió su cara contra el pupitre, silenciándolo de inmediato. —¡Cierra tu maldita boca de una vez y lárgate! —ordenó un chico rubio, alto y musculoso, con hermosos ojos de color aqua, haciendo que el alfa que me estaba molestando se alejara rápidamente mientras le sangraba la nariz, sin protestar ni quejarse. Suspiré al verlo, sin duda era mi tipo y parecía ser un caballero, pero al mismo tiempo me sentía un poco inquieto.


 


—Gracias por ayudarme... —dije para no parecer descortés, sonrojándome ligeramente, esperando que ese chico no tuviera ninguna intención maliciosa, ya que empezaba a gustarme.


 


—¿Qué te hace pensar que te estaba ayudando? —respondió con arrogancia, destruyendo todo lo que había pensado anteriormente sobre él—Solo quería este asiento, nada más...


 


—Sí, pero aun así... fue muy amable de tu parte...


—¿Qué... partirle toda la maldita cara a ese alfa que se sentó en mi lugar? Eso fue amable...


 


—Supongo...


 


—Por última vez, omega... yo no te estaba ayudando.


 


"Oh... genial, otro alfa neandertal", me dije, intentando contener mis palabras, pero no pude evitarlo. —sí, tienes toda la razón, gracias por no protegerme, no cretino de mierda…—dije con una leve sonrisa, contemplando su expresión de asombro y el silbido burlón de los otros alfas. Sin embargo, antes de que pudiera cobrar venganza por mi arrebato, nuestro profesor entró al salón de clases, cambiando el incómodo ambiente.


 


—¡Buenas tardes, chicos! Sean bienvenidos a la clase de manejo de la ira. Hoy vamos a hacer una hermosa bufanda llena de colores —expresó el profesor con un aura llena de entusiasmo y alegría, cautivando a todos los presentes. Incluso el omega amargado que estaba sentado en la esquina se acercó al frente al escuchar la melodiosa voz del profesor. Su nombre era Aleix, y aunque no era mi profesor, había escuchado rumores de que todos, alfas, betas y omegas, se enamoraban de él debido a sus dulces feromonas.


 


—¿Puedo tener el estambre rosa, profe? —preguntó mi compañero omega, lo cual provocó burlas por parte del alfa que hace poco me acosaba.


—¡De qué te ríes, bastardo! ¡Que sí, me gusta el rosa! —gritó el omega, clavando su navaja en el pupitre del sorprendido alfa.


 


—¡Oye, cálmate, Elián! Y dame esa navaja... confiscada, hasta que te portes bien —reprochó el profesor con un tono infantil, quitándole la navaja de las manos al omega.


 


—Lo siento, profesor, no volverá a pasar —sollozó el chico con el rostro sonrojado, desconcertándome por completo. "¿En qué tipo de mundo loco he caído?", pensé, mientras mi mirada y la del alfa que me protegió se cruzaban con la misma confusión al observar cómo los otros chicos, dejando a un lado su hostilidad, procedían a tomar un estambre con una sonrisa estúpida en el rostro, pareciendo casi seres humanos y no animales.


 


—Hey, ustedes dos, los nuevos. ¿Por qué no toman un estambre y comenzamos? —dijo el profesor con una luz que me hizo sentir incómodo. "¡No puede ser real alguien tan amable!", pensé mientras tomaba un estambre verde.


El profesor comenzó a explicar cómo usar la aguja para tejer, pero por más que intenté prestar atención, estaba claro que era un fracaso en las manualidades.


 


—¡Estoy harto de esta mierda! —vociferé, arrojando el estambre enredado hacia la pizarra y cruzándome de brazos. Aleix suspiró y fue a recoger el estambre, mientras el arrogante alfa a mi lado se reía. "Patético", alcancé a escuchar, lo cual me puso aún más nervioso. Con una mirada despectiva, observé su ridícula creación, que, para mi pesar, era una bufanda perfecta, aunque pequeña.


 


—¡Maldita sea! ¿Cómo es posible que un alfa de mierda como tú pueda hacer algo así y yo no? —me quejé, perdiendo la compostura.


 


—¡Mide ese lenguaje, pequeño! —me regañó el profesor con una mirada oscura que me asustó. Luego continuó con un tono siniestro—. Sabes... había pensado que este sería tu único día aquí, ya que la profesora Mary suele ser bastante tradicional en cuanto a lo que los omegas deben ser. Pero como veo que tienes mal carácter y te enojas por todo, pasarás una larga temporada por aquí...—expresó el profesor con un tono siniestro, dejando claro las consecuencias de mi actitud.


 


—Oh, pobrecito y estúpido omega... —se burló aquel despreciable alfa.


 


—¡Deja de llamarme omega, maldito neandertal, porque tengo un nombre, por si no lo sabes! —respondí con indignación, buscando afirmar mi identidad frente a sus insultos constantes.


 


—Como si me importara... omega —replicó con desdén.


 


—¡Eres imposible y odioso! —exclamé, sintiendo una creciente frustración hacia su actitud.


 


—¡BASTA, AMBOS! —intervino el profesor, imponiendo su autoridad—. Alem pasarás una temporada aquí también si no dejas esa bravuconería —lo regañó, mientras colocaba nuevamente mi desastroso estambre enredado en mi pupitre—. Por otro lado, tú, muchachito, desenrédalo y haz esa linda bufanda que quiero, o pasarás toda la tarde aquí... —amenazó el profesor, revelando su lado estricto y terrorífico.


 


"Él no es para nada lindo, es terrorífico", pensé, observando a los demás alumnos a mi alrededor, quienes parecían felices y enamorados del profesor, sin importarles su cambio de actitud. Volví mi mirada hacia mi enredado estambre, sabiendo que me esperaba un martirio. No me equivoqué, ya que cuatro horas después, casi todos se habían ido, pero el profesor seguía inútilmente intentando explicarme cómo tejer. Y para empeorar las cosas, Alem continuaba allí, disfrutando de mi tortura con una sonrisa burlona, su bufanda ya adornaba su cuello mientras trataba de contener la risa por mi fracaso.


 


—¡No lo soporto, soy un desastre en las manualidades y no entiendo nada... ya basta de esta tortura! —exclamé, con mis dedos enredados y atrapados en los hilos—. ¡Oh, por todos los cielos, eres tan negativo! Pero debo aceptar que eres un desastre en las manualidades —dijo el profesor, dejando de lado su fachada amable—. Entonces, ¿por qué sigo con esta estupidez? —me quejé, rompiendo los hilos de mi prisión—. Sí, es verdad... Supongo que solo era optimista. Pero para la próxima clase, te pondré a hacer otra cosa —sonrió, aumentando aún más mi enojo—. ¡Aaaaaah, maldita cosa! —gruñí, tirando la bola de hilos al suelo.


 


—Nunca en mi vida había conocido a un omega tan inútil... —se burló Alem, riendo a carcajadas por mi enfado.


 


—¡Eres un maldito bastardo abusador! ¡Solo te quedaste aquí para burlarte de mí! —respondí, furioso.


 


—Sí, lo sé. Y ha valido cada maldito segundo, omega... —replicó, riendo con crueldad ante mi frustración.


 


—¡Alem, una semana de castigo para ti! ¡Ya te lo había advertido!


 


—Por favor... No puedes darme una semana de castigo, soy tu hermanito menor —suplicó Alem, intentando apelar al favoritismo familiar.


 


—No tengo favoritismo en mi trabajo... —lo regañó el profesor con voz infantil, dejando claro que no permitiría que las relaciones familiares influyeran en su autoridad. A pesar de la revelación de su parentesco, nada de eso me importaba. Lo único que deseaba era escapar de allí y refugiarme en mi mundo de almohada y ahogar mis penas con chucherías para olvidarme de este día de mierda.


 


—Vaya, pero qué tarde es, demonios, ya casi es hora de mi novela favorita, pero... —dijo el profesor Aleix mientras me observaba detenidamente, y supe que lo que iba a decir no me agradaría en absoluto—. No puedes irte solo a casa, es demasiado tarde, y yo no tengo tiempo para llevarte... Será mejor que llame a tus padres.


 


—¡NOOOOOO! —grité golpeando el pupitre—. Soy perfectamente capaz de ir a casa solo, ¿por qué demonios quiere llamarlos? No soy un niño de kínder que puede perderse o ser engañado por algún delincuente... —me quejé, pero el profesor me ignoró.


 


—Bueno, si no quieres que llame a tus padres, supongo que Alem puede acompañarte a tu casa...


 


—¡Espera un minuto, yo no tengo tiempo para eso!


 


—Solo estarás holgazaneando en casa, deja de hacerte el ocupado. Soy tu hermano mayor y si quiero que lo acompañes a su casa, me obedeces, punto.


 


—Eso es injusto, no puedes...


 


—Le diré a mamá y papá que te estás portando mal y ya verás cómo te va... —amenazó Aleix con seriedad en su rostro.


 


—Yo no necesito...


 


—¿En serio? Eso sería muy sucio de tu parte.


 


—Si te metes con mis novelas, no dudaré en hacerlo...


 


—No necesito compañía... — proteste.


 


—Cállate, mi hermano te llevará a casa, pero hermanito, ni se te ocurra propasarte con el niño o te acusaré con la policía...


 


—¡Qué injusticia! ¿Cómo puedes pensar que yo podría hacerle algo? ¡Ni siquiera me agrada el omega!


 


—Es por si las dudas, además, eres alfa.


 


—Es una reverenda estupidez —protestó resignado Alem, rodando los ojos—. El hecho de ser alfa no significa que esté loco por cualquier omega.


 


—¡Hey, yo no soy cualquiera! —me defendí, dándole un puñetazo en el brazo que me hizo doler al instante—. ¡Ves... yo soy el que debe cuidarse, no al revés! ¡Es un omega violento!


 


—Deja de quejarte y ve a dejarlo a su casa... —expresó el profesor, levantándose de su asiento y dejándome solo con el cretino de su hermano—. Mierda... qué molesto. Ven, vamos ahora que tengo prisa —dijo él, emitiendo un suspiro resignado—. No es necesario que vayas a dejarme, puedo irme solo y tu hermano no tiene por qué saberlo.


 


—Ah... como si fuera tan fácil. Él lo descubrirá y luego me hará pagar si hago eso —expreso con irritación. Levantándome del pupitre. De mala gana, lo seguí hasta el estacionamiento, donde una motocicleta estaba estacionada.


 


—¡Oh no, no pienso subirme a esa cosa!


 


—No te lo estoy preguntando, te subes o te subes. Aunque no importa porque de todos modos lo harás, omega...


 


—Eres un bastardo neandertal, y deja de decirme "omega" de manera tan despectiva. Mi nombre, para que lo sepas, es Liem...


 


—No te pregunté...


 


—¡Aaaaah! Eres odioso, ¡por qué me haces enojar!


 


—Porque es divertido verte refunfuñar como todo un anciano amargado —se rió subiendo a su moto, poniéndose su casco y arrojándome el otro—. Imbécil —murmuré, poniéndomelo y subiendo detrás de él. Lo abracé de mala gana por temor a caerme, lo cual pareció divertir al cretino, y aceleró a propósito—. ¿Dónde vives? —lo escuché preguntar en el azotado viento.


 


—En la calle 40 de Bronze Swamp, casa 7 —respondí, escuchándolo silbar—. Niño rico, ¿eh? —dijo despectivamente, lo que me enfadó. Al llegar a la casa de diseño moderno de color blanco, en lugar de darle las gracias, le planté una bofetada.


 


—¿Ese es el agradecimiento que recibo? Además de amargado y violento, también eres malagradecido, pequeño omega...


 


—¡Me llamo Liem, y si tanto insistes... GRACIAS, neandertal! —grité, dándole la espalda y mostrándole el dedo medio mientras me dirigía a abrir mi puerta. Sin embargo, no fue necesario, ya que mis padres decidieron salir en ese instante, convirtiendo mi vida en un infierno y brindando a nuestros vecinos un buen chisme del que hablar durante semanas.


 


—¿Por qué vienes a estas horas y quién es ese chico? —preguntó mi padre beta, mirando a Alem con desprecio. Mi padre omega, riendo, le dio un codazo—. ¿Querido, qué habíamos hablado? —murmuró entre dientes—. Hola, jovencito, gracias por traer a nuestro hijo a casa... ¿Puedo saber tu nombre y antecedentes? ¿Eres el novio de mi pequeñito, no?


 


—¡PAPÁ! —lo reprendí enfadado, este sin duda era el peor día de mi vida


 


— Jajaja... no, se equivocan. Solo somos... amigos, y mi nombre es Alem.


 


—¡Ugh! ¿Amigos? Los omegas y alfas no pueden ser amigos...


 


—¡POR FAVOR, PAPÁ, BASTA! —exclamé, dirigiéndome a mi padre beta—Solo es un compañero de escuela —corregí, frunciendo el ceño y haciendo gestos a Alem para que se fuera—Sí, compañeros de escuela, amigos de travesuras, ya saben, lo usual en estos días... Pero ahora debo irme, nos vemos en la escuela, cariñito —dijo Alem, estremeciéndome y dejándome en un gran aprieto. Supongo que esa era su venganza por todas las pullas que le había lanzado y que no había podido devolverme.


 


Consternado, lo vi arrancar su moto y alejarse, mientras yo me quedaba parado frente a la casa con la boca abierta. —Considero que tu novio es indigno de ti... y de esta familia. Parece un delincuente y no nos respeta para nada. Termina con él o juro que...


 


—¡Querido, que habíamos hablado! Somos padres modernos y comprensivos, ¿recuerdas? —intervino mi padre omega.


 


—¡No es mi novio, dejen de fastidiarme!


 


—¿Cómo es eso? Si no es tu novio, entonces es... un, ya sabes, amigo con derechos —susurró mi padre omega, haciendo que me sonrojara de vergüenza.


 


—¡Amigo con derechos... LO VOY A MATAR!


 


Gritó mi padre beta, entrando a la casa y probablemente buscando su rifle de caza—¡No, papá! —lo seguí al interior junto con mi padre omega—Esto es tan absurdo y estúpido. No es mi novio ni amigo con derechos, solo es un compañero de escuela que me trajo a casa porque fui castigado en la escuela y se me hizo tarde.


 


—¿Fuiste castigado? ¡¿Por qué?!


 


—Preguntó mi padre omega, visiblemente preocupado—Es que... insulté a la profesora. Pero fue solo porque seguía humillándome por ser malo en esas estúpidas cosas que supuestamente son para omegas. Me enfadé y me enviaron a clases de control de la ira —dije, temiendo decepcionarlos—Esa mujer... cariño, ¿por qué no vamos a la escuela de nuestro Liem mañana y hablamos con esa profesora? —propuso mi padre omega de manera siniestra, haciendo que se me erizara el vello—No, lo sé, James, no quiero problemas... —respondió mi padre beta inocentemente—Bueno, entonces puedes dormir en el sofá esta noche.


 


—Ahora que lo pienso, te acompañaré... —añadió mi padre con una sonrisa falsa—Por favor, no quiero que se metan en problemas por mi culpa —les dije—Para nada, no te preocupes, solo serán unas cuantas palabras inofensivas.


 


—Sí, inofensivas —dijo mi padre beta divertido, rodeando la cintura de mi otro padre y abrazándolo amorosamente antes de darle un beso suave en los labios—Me encanta cuando te pones todo malvado —expresó mi padre beta, causándome asco al instante al notar sus expresiones lascivas—¡Basta, qué asco! ¡Búsquense una habitación! —dije corriendo a mi habitación y cerrando la puerta. Saqué un montón de golosinas de mi mesita de noche y me acosté en mi cama, encendiendo la televisión. Momentáneamente, me olvidé del horrible día que había tenido, sin imaginar que la locura apenas estaba comenzando.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).