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Unidos más que por la soledad

Unidos más que por la soledad

El viento aullaba entre las ruinas de la vieja base militar, llenando el aire con un eco que resonaba como un lamento. Yuji, con el cabello cobrizo desordenado y ojos marrones apagados, se hallaba sentado en un rincón polvoriento, rodeado de recuerdos y sombras. Las paredes estaban desgastadas, cubiertas de grafitis que contaban historias de épocas pasadas, de batallas olvidadas y sueños perdidos. Su mente estaba atrapada en un ciclo de recuerdos de Marlene, la mujer que había amado y perdido a manos de los monstruos Blue. Cada día, la pena lo consumía más, como un fuego que devoraba todo a su alrededor.

 

Llorar no servía de nada, pero la tristeza se aferraba a su pecho como un puño. Se levantó, tambaleándose, y se dirigió hacia el centro de la sala, donde una extraña máquina brillante llamaba su atención. Era un artefacto antiguo que parecía fuera de lugar en aquel escenario desolado. Mientras Yuji la observaba, una chispa de curiosidad se encendió en su interior.

 

—¿Qué es esto? —preguntó en voz alta, como si la máquina pudiera responderle.

 

Se acercó, tocando su superficie fría y metálica. Un zumbido bajo resonó, y la máquina cobró vida, proyectando luces de colores en las paredes. Sin pensarlo dos veces, Yuji apretó un botón.

 

Un destello de luz lo envolvió, y de repente, se encontró en un lugar completamente diferente. La Colonia Espacial se extendía ante él, un paisaje de estructuras brillantes y tecnología avanzada, pero con un aire de nostalgia que lo envolvía. Yuji sintió que el suelo temblaba bajo sus pies.

 

—¿Dónde estoy? —se preguntó, la ansiedad apoderándose de él.

 

Mientras exploraba, sus pasos lo llevaron a un pequeño parque en el corazón de la colonia. Allí, se encontró con un joven rubio de ojos azules que lo miraba con una mezcla de curiosidad y tristeza. Era Quatre, un habitante de aquel lugar, que también cargaba con sus propias pérdidas.

 

—¿Eres nuevo aquí? —preguntó Quatre, su voz suave pero llena de una tristeza latente.

 

—Sí… algo así. Me llamo Yuji —respondió Yuji, sintiéndose un poco más ligero al hablar con alguien. —¿Tú vives aquí?

 

—Desde siempre —dijo Quatre, mirando al horizonte. —Pero… he perdido a alguien.— Su voz se quebró brevemente, pero rápidamente se recompuso. —Se llamaba Trowa. Era… todo para mí.

 

—Lo siento —dijo Yuji, sintiendo la conexión instantánea entre ellos. —Yo también perdí a alguien.

 

Quatre lo miró con interés.

 

—Un ataque... No pude hacer nada —confesó Yuji, sintiendo que las palabras eran más pesadas de lo que había anticipado. —Y tú, ¿qué pasó con Trowa?

 

—Fue una batalla, como muchas otras. Pero esta vez… no volvió —explicó Quatre, su mirada distante. —Desde entonces, vivo como un fantasma, sin rumbo.

 

—Nos parecemos mucho —dijo Yuji, sintiendo una extraña conexión entre ellos. —Ambos estamos perdidos al parecer

 

—Quizás podamos encontrarnos a nosotros mismos juntos —sugirió Quatre, una chispa de esperanza iluminando sus ojos azules. —Podemos compartir nuestras historias.

 

—Eso suena bien —aceptó Yuji, sintiéndose un poco más ligero. La idea de no estar solo en su dolor era reconfortante. —Quiero escuchar más sobre Trowa.

 

Quatre sonrió, un gesto genuino que iluminó su rostro.

 

—Era un guerrero. Fuerte y valiente. Pero también tenía un lado suave. Nos pasábamos las noches hablando de sueños y de lo que vendría.

 

—Eso suena hermoso —dijo Yuji, imaginando la conexión que habían compartido. —Yo y Marlene también teníamos sueños, pero todo se desvaneció.

 

Los dos hombres compartieron historias de sus amores perdidos, y mientras hablaban, el dolor de la pérdida parecía suavizarse un poco. Con cada palabra, una nueva conexión se formaba entre ellos.

 

—¿Te gustaría quedarte aquí un tiempo? —preguntó Quatre, su voz llena de una súplica silenciosa. —No tienes que estar solo.

 

Yuji sintió su corazón latir más rápido.

 

—Sí, creo que me gustaría —Era un paso hacia adelante, salir de la oscuridad que lo había envuelto tanto tiempo. —Pero, ¿qué pasará si un día de repente desaparezco? Así como llegué

 

—No lo sé —admitió Quatre, su mirada volviendo a caer en el suelo. —Pero quizás podamos encontrar respuestas juntos.

 

Los días pasaron en la Colonia, y cada momento compartido fortalecía su vínculo. Rieron, exploraron, y al caer la noche, se encontraban en el parque hablando de sus sueños. El eco de sus corazones solitarios se unía en una melodía que resonaba en el aire.

 

Cada día, su conexión se profundizaba, y su amor por el otro florecía, aunque ambos eran reacios a admitirlo.

 

Una tarde, mientras estaban en el parque, Yuji observó a Quatre concentrado en un ejercicio. Sus músculos marcados se movían con gracia, y la luz dorada del sol iluminaba su cabello rubio.

 

—Eres increíble —dijo Yuji, sintiéndose un poco nervioso por el impulso de acercarse más.

 

Quatre se detuvo, sonriendo tímidamente.

 

—Gracias. Pero tú también lo eres. Has pasado por tanto y sigues aquí.

 

—Solo porque te tengo a ti —respondió Yuji, sintiendo la calidez en su pecho. —Siento que puedo enfrentar cualquier cosa contigo a mi lado.

 

—¿Y si…? —Quatre vaciló, su mirada seria. ¿Y si luchamos juntos y luego encontramos un lugar donde podamos ser felices?

 

Las palabras flotaron en el aire, y Yuji sintió que su corazón se aceleraba.

 

—Eso suena perfecto —dijo, acercándose un poco más. —Pero, Quatre…

 

—¿Sí? —preguntó Quatre, su voz suave, casi como un susurro.

 

—¿Tú… sientes esto también? —La pregunta salió de su boca antes de que pudiera detenerla.

 

Quatre se sonrojó, sus ojos azules reflejando una lucha interna.

 

—Yo… sí. Siento algo especial contigo.

 

—Entonces, tal vez deberíamos dejar de lado nuestros miedos —sugirió Yuji, acercándose aún más. —No podemos cambiar lo que pasó, pero podemos crear algo nuevo.

 

Ambos se miraron a los ojos, y en ese momento, el mundo a su alrededor se desvaneció. Yuji tomó la mano de Quatre, y juntos se acercaron, hasta que sus labios finalmente se encontraron en un beso suave pero lleno de promesas. Era un gesto que sellaba su conexión, un nuevo comienzo en medio del caos.

 

Las semanas siguientes fueron un torbellino de emociones. Se recuperaron de las heridas emocionales, y comenzaron a reconstruir sus vidas, trabajando codo a codo. Cada día, su amor se hacía más fuerte, y cada risa compartida ayudaba a sanar las cicatrices del pasado.

 

Una noche, mientras contemplaban las estrellas, Yuji tomó la mano de Quatre.

 

—Nunca pensé que encontraría a alguien que pudiera entenderme así —dijo, su voz llena de emoción. —Gracias por darme esperanza de nuevo.

 

—Gracias a ti por estar aquí —respondió Quatre, su mirada iluminada por la luna. —Juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.

 

—Sí —asintió Yuji, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, su corazón estaba en paz. —Y siempre estaré a tu lado.

 

Mientras miraban el vasto cielo estrellado, supieron que habían encontrado un nuevo hogar en el amor que compartían, un refugio donde las heridas del pasado podían finalmente sanar. A medida que el tiempo pasaba, la Colonia se convertía en un símbolo de su renacimiento, un lugar donde dos almas solitarias habían encontrado la fuerza para seguir adelante.

Notas finales:

No me pregunten por qué, me nació escribir algo así, me gustan las historias que encajan entre sí, me gustan los Mechas y ese tipo de historias. Espero encontrar a alguien como yo por aquí, si les gusta, dejen comentario. Gracias


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