El gato es gris, con rayas más oscuras en el lomo y los ojos verdes. Al lo acaricia, le rasca detrás de las orejas, y el animal ronronea y se hace un ovillo sobre su regazo.
- ¿Todavía sigues con esa cosa? - pregunta Envy con expresión malhumorada, sentándose junto a él en las escaleras de piedra.
- No es una cosa, Envy - regaña dulcemente el chico. El sol de la tarde resalta el color dorado oscuro de su cabello - Es un gatito. Un gatito muy, muy lindo - dice, pasando su mano por su lomo.
- Exacto - confirma Envy - Es un gato. Es un animal egoísta, traicionero y agresivo que sólo se preocupa por sí mismo – indica el homunculi con una expresión de pedante disgusto en su rostro pálido.
El chico se ríe con una risa cristalina que hace que el inmóvil pecho de Envy duela, y luego apoya su cabeza en el hombro del homunculi.
- Hablo en serio, Al, deberías deshacerte de esa cosa ahora que aún estás a tiempo.
- Tal y como hablas del pobre gato, haces que parezca una alimaña – dice al tiempo que Envy rodea su cintura con un brazo.
- Eso es porque lo es – gruñe Envy, y luego lo besa suavemente en el cuello.
- Vale, quizá los gatos no son tan leales como los perros… - el homunculi suelta un bufido, pero Al lo ignora y sigue hablando – pero algo que sea tan mimoso como los gatos son no puede ser malo – dice, sus ojos marrones fijos en él en una mirada llena de un algo inexplicable.
Envy parpadea, y se da cuenta de que Al ya no está hablando de gatos. El homunculi sonríe y roza suavemente el pelaje del felino en una caricia.
- Quizás tienes razón – admite en un susurro.
- No me cabe duda de ello – responde Al antes de besarlo.
FIN
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