Esa mañana un muchacho de ojos casi transparentes estaba dando vueltas como un loco por toda su habitación. Había algo que tenía que hacer y no le apetecía para nada porque podría enfrentarlo a la única persona de su familia por la que sentía respeto y admiración.
Sin embargo su vida se había vuelto del todo loca, había tratado de olvidarlo, de buscarse un nuevo pasatiempo y enamorarse de otra persona, pero decididamente en el corazón nadie mandaba y el suyo lo insultaba cada vez que trataba de borrar a su persona especial de él.
Se miró frente al espejo y trató de no pensar en las lágrimas que derramaría ella al saberlo, se sintió mal porque en su vida jamás hubiera querido lastimarla y menos después de esa lucha en la que casi termina con su vida, pero no podía evitar sentir lo que sentía.
Con paso lento se dirigió al lugar donde siempre quedaban para entrenar juntos. En su fuero interno temía las reacciones de ella, temía que lo odiara por amarlo a él y lo que más asustaba a Hyuga Neji, que jamás había tenido miedo de nada, era que ella ya no lo quisiera.
Porque Neji no era tonto y sabía perfectamente que Hinata lo quería muchísimo. Más como a un hermano que como a un primo, casi más se atrevería a afirmar que a su propia hermana. Ella siempre lo había defendido, había sido la única que se había enfrentado a su padre por protegerlo. Ella era su único apoyo en la familia y temía que después de ese día ya no lo fuera más.
Al llegar se la encontró sentada, jugueteando con sus dedos indecisa. Se aproximó a ella y se sentó a su lado.
- Hinata-sama. - Le dijo. - Tenemos que hablar.
- Neji, te he dicho mil veces que me llames Hina. - Protestó y le regaló una tímida sonrisa con sus labios.
- Hm... lo siento. - Se disculpó él y bajó su rostro.
- ¿Qué te ocurre? - Hinata tomó a Neji de sus mejillas. - Pareces preocupado, más preocupado de lo normal.
¿Te ha hecho algo mi padre o Hanabi? - Dijo furiosa.
- Es sobre otra cosa, Hinata-sama...
- ¡Hina! - Protestó la peliazul y miró a su primo preocupada. - Dímelo, puedes contarme cualquier cosa, Neji sabes que yo siempre te apoyaré en tus decisiones.
- No creo que esto te agrade, Hinata-sama. - Comentó. - Yo... me he enamorado de Naruto... - Neji miró a su prima avergonzado. - Lo he intentado todo para olvidarlo...
- Pero no ha funcionado, ¿verdad? - Hinata sonrió a su primo y le acarició la frente con ternura. - Lo sé, lo entiendo. - Hinata se incorporó y ayudó a su primo a incorporarse. - ¿Cómo piensas que voy a tomarme eso a mal si yo misma lo amo desde que tengo uso de razón?
Naruto es un ser extraordinario, Neji y por eso acepto tus sentimientos.
- ¿No me odias porque me haya enamorado de Naruto?
- No puedo odiarte, Neji. - Hinata caminó un poco y se giró hacia Neji. - Sabes, eres la única persona que me valora de verdad en esta familia, para mi padre y mi hermana sólo soy la pequeña Hinata, la heredera de la familia y que no tiene el poder completo del Byakugan.
A ellos no les importaría que yo muriese mañana, de hecho seguro que lo festejarían porque soy inferior.
- ¡No es verdad, Hina! - Neji fue hacia su prima y la rodeó afectuosamente con sus brazos. - Tú eres la única realmente valiosa de todos los Hyuga y eres la única por la que yo estaría dispuesto a dar mi vida una y mil veces.
Tu padre, tu hermana. Ellos son despreciables, se muestran orgullosos porque tienen un gran poder e ignoran que la realmente poderosa eres tú, Hina.
Cuando luchamos por ser Chunin... yo... te derroté, logré hacerte heridas gravísimas y casi acabo con tu vida, sin embargo te mantuviste en pie hasta el final.
Estoy convencido de que si hubiera luchado contra Hanabi o tu padre ellos se habrían rendido, tú tienes corazón, Hina y gracias a Naruto tú y yo sabemos que la verdadera fuerza de un ninja reside en su corazón.
Y tú, tú tienes corazón de sobra para derrotar a tu padre, a tu hermana y a toda la aldea de Konoha.
Hina, tú eres la única persona a la que quiero de todo el clan, la única.
Siempre me defiendes cuando me tratan como si fuera un sirviente, te has enfrentado mil veces a tu padre porque me saquen la marca que llevo en la frente, esa que representa el pájaro enjaulado y que a mí tanto me disgusta, pero sabes qué, la llevaré con orgullo si la persona por la que debo dar la vida eres tú.
- Yo... - Hinata se sonrojó hasta la raíz del cabello y besó a su primo en la mejilla.- También te quiero, Neji.
- Gracias, Hina. - Neji observó a su prima y ella le miró con sus ojos casi trasparentes.
- Tengo que decirte Neji, que tú eres la única persona que ha tenido el valor de decirme que está interesado en Naruto-kun y por ese motivo precisamente te considero mi digno rival.
- ¿La única? ¿Es que hay más gente interesada en Naruto?
- Sí, están Sakura e Ino. Ellas dos saben que a mi Naruto-kun me gusta desde que era una niña y sin embargo no tienen el valor de decirme a la cara que ahora ellas sienten lo mismo.
También Sai, que desde que entró en el equipo 7 está tratando de ganárselo.
Pero no te engañes, Neji. - Hinata miró a su primo con una sonrisa benévola. - Que acepte que a ti te guste Naruto, no significa que yo vaya a renunciar a él.
Yo también lucharé para ganarme su corazón.
Sin embargo si no soy yo la elegida y lo eres tú, lo aceptaré de buen grado porque si hay alguien que se merece a Naruto además de mí, ese sin duda alguna eres tú.
- Hina. - Neji se acercó a su prima y le robó un beso en la mejilla. - Yo también me alegraré si eres tú quien gana esta batalla.
- ¿Planificamos una estrategia para quitarnos de en medio a los demás rivales?
Si lo hacemos será un uno contra uno, pero no jugaremos sucio entre nosotros. ¿Estás de acuerdo?
- Sí. - Neji sonrió a Hinata. - Me alegra ver que ya no eres tan apocada como antes, Hinata.
- Te lo debo a ti. - Hinata miró orgullosa a su primo. - Me has enseñado a ser fuerte.
- ¿Entrenamos? - Neji se preparó para entrenar. - Luego le pediré ayuda a Shikamaru para que nos dé una estrategia a seguir.
- ¡Hai! - Hinata y su primo comenzaron a entrenar juntos.
Ninguno de los dos estaba dispuesto a renunciar a Naruto, pero aún así se veía a las leguas que ambos Hyugas jamás jugarían sucio entre ellos.
La soledad a la que les habían sometido dentro del clan desde pequeños había forjado entre ellos un lazo irrompible y era seguro que ganase quien ganase, los dos se sentirían feliz por el otro.