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Nightmare in Tango por Eiri_Shuichi

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Notas del fanfic:

Hummm el resumen es pesimo y el fic no es mejor aunq... sigo creyendo q era una buena idea _ _|| la heche a perder

Notas del capitulo:

No hace falta repetir q lo eche todo a perder pero defiendo las bases q nacieron tras mucho escuchar "Mujer de lujo" de Ricardo Arjona y "El tango de Roxane" de Molino Rojo

En otras palabras: yo tengo la culpa

 

La lluvia caía copiosamente sobre el asfalto citadino sin poder enfriar por un solo instante su por demás excitado corazón que palpitaba a un ritmo acelerado, casi saliendo, explotando sus cavidades en medio del frenesí que sus emociones desbordadas producían, ese que produce un sueño cumpliéndose, esa sensación que uno tiene cuando la vida parece abrir las puertas de la más profunda motivación, era simplemente felicidad, anhelo; era perfecto o, al menos, a él así le parecía.

Respirando hondo Gabriel introdujo la llave en la cerradura del enorme portón de aquel edificio un tanto viejo, el metal rechino mientras entraba junto con sus pocas maletas para después subir las escaleras hasta el apartamento 303; precisamente el que acababa de rentar hacia poco, aquel que cuyo pago era tan accesible que, obviamente, tenía que ser compartido. Aquel cuarto ya tenía un ocupante pero no le importo demasiado cuando el dueño le aseguro que tendrían más o menos la misma edad y que, a su criterio, no era problemático ni mucho menos. Precisamente era eso lo que él buscaba, un lugar tranquilo donde poder pasar las noches, donde estudiar y, si tenia suerte, comer y sobrevivir por los siguientes cuatro años, lo suficiente para cursas Derecho en la Universidad y ya habiendo obtenido un trabajo estable buscaría algo mejor.

Su cuerpo alto y resistente era capaz de llevar todo su equipaje que, en realidad, tampoco era mucho, abrió pues la puerta blanca con el número predilecto y entro buscando a prisa entre sus cosas una toalla para secar el castaño cabello empapado tanto como su pantalón de mezclilla y su camisa blanca; su piel bronceaba delataba su origen tropical, una vida viviendo en una pequeña ciudad en la costa donde era feliz con su familia a la que ahora dejaba con la esperanza de conseguir sus ilusiones. Recorrió las habitaciones una por una, todas sencillas pero en buen estado, todo parecía limpio y en orden lo que le quito un peso de encima, pero nada le pareció tan extraordinario como la recamara casi vacía de no ser por una sencilla cama individual, un closet y un escritorio; la puerta de junto daba sin duda a la que pertenecía a su compañero pero al menos ese pequeño espacio de algunos cuantos metros cúbicos le pertenecía.

Tuvo tiempo más que suficiente para desempacar y tomar una ducha que le quitara el frió de la calle cuando, ya un poco entrada la tarde y con la lluvia vuelta apenas una milésima parte de lo que hubiera sido horas antes escucho unos pasos afuera y las llaves abriendo paso a la estancia, fue ahí que le vio, tan pequeño, tan frágil y, como negarlo, tan adorable;  su pelo castaño claro ligeramente ondulado hasta los hombros sin sentido, las facciones ligeramente infantiles, los ojos celestes, la complexión sencilla sin llegar a ser menuda, simplemente adorable.

Sus miradas se cruzaron, aquel profundo azul con un verde aceitunado que parecían ahogarse mutuamente para terminar sonriendo uno al otro, había sido un buen comienzo.

 

 

 

Tres meses después la convivencia en el apartamento no podía ser mejor, Gabriel ya cursaba el primer semestre para ser un reconocido abogado mientras que su compañero Daniel, nueve meses menor aún iba al Liceo mientras que en las tardes trabajaba de mesero en un café y los fines de semana tomaba clases de baile pues, como le hubiera confesado una noche, aquella era su vocación y la razón por la que se alejara meses antes de su familia.

Se trataba de un joven adolescente dulce, amable, bueno en la cocina y, en general, grata compañía; procedía de una humilde pero maravillosa familia que se esforzaba al máximo por ayudarle y por ello era que su poco tiempo libre lo ocupaba en ganar dinero sirviendo en el local del centro. Tenía varios amigos en sus clases y su trabajo pero no había encontrado alguien que pudiera compartir con el los gastos de una renta y era por lo mismo que se había decidido por ese lugar y, al final, estaba sumamente satisfecho con Gabriel que, a su vez, le parecía una persona bastante grata.

En general todo marchaba a la perfección, mas la vida, el destino o lo que fuera se encarga siempre de interponer un "pero" más que suficiente para gastarle las neuronas a cualquiera y Daniel no era la excepción; simplemente no podía evitar admirar el rostro de Gabriel cada vez que estudiaba, cada vez que se encontraba concentrado y parecía no notar su vista fija sobre su figura, no podía ignorar su sonrisa constante y casi sin razón, las muchas veces en que le ofrecía su ayuda para las labores de la casa, como parecía darse cuenta de detalles insignificantes y luego, convertirlos en momentos inolvidables, no podía menos que sentirse agradecido, que comenzar a apreciarle, a quererle y, posiblemente, a amarle.

Por la mente se Gabriel surcaban igualmente ideas demasiado confusas; hasta el simple acto de barrer en Daniel le parecía un arte, como hacía todo tarareando siempre con su voz trabajada, como pasaba por todos los canales para, finalmente, aburrirse y coger un libro de la pila que entre ambos habían formado un tanto accidente un tanto a propósito en la sala de estar, como a algunas veces lo había sorprendido practicando danza en una u otra parte del piso con una gracia angelical. Era imposible no fijarse en él.

Posiblemente eran esas las causas del extraño ambiente que entre esas cuatro paredes se formaba, como el filo de una espada acariciando sensualmente la garganta provocando, invitando, amenazando; seguramente aquello fue lo que propicio que aquella noche, cuando el menor llego, Gabriel sintiera miedo de acercarse a darle su regalo de cumpleaños. Daniel se sonrojo tan infantil como era y, al reconocer un disco de tango sencillamente se lanzo a los brazos del otro para con ese contacto sentir ambos como el aliento se escapaba, mas retuvieron sus instintos primarios y se separaron antes de que el deseo venciera su voluntad.

 

 

 

El sonido del presuroso paso de Daniel que sin espera cerro de un golpe la puerta alarmo a Gabriel que había salido un par de horas antes, las orbes azules se dilataron de pánico al saberse descubierto para, finalmente, dejar escapar las copiosas lágrimas que reclamaban terreno a los sollozos que su boca emitía; el mayor se acerco a él y en un gesto amigable y sobre protector lo acogió entre sus brazos.

-¿Qué pasa?- -Por favor perdóname?- Daniel lloraba sin conuelo buscando un escape para la culpabilidad ahogándole -Daniel, ¿qué pasa?- -Te juro que yo no quería pero... Gabriel no se como decírtelo; te mentí, todo este tiempo te he mentido- -¿De qué me hablas?- -El café, el local donde trabajo es en realidad una casa de citas- -¡Qué!- la sorpresa en el rostro del moreno fue también la le impulso inconscientemente a separar de un empuje el cuerpo que poco antes resguardaba -¿eso que significa?, ¿acaso tú...?, ¡por qué!

Daniel no paraba de llorar, su desesperación lo consumía por dentro y simplemente no creía poder aguantar más -¿por qué?, ¿acaso crees que me gusta?, ¡pues te equivocas!, ¿qué se suponía que hiciera si no tenía ni un centavo?, era la única manera de mantener el instituto y este lugar, además, tenía que ayudar a mi familia- y su corazón parecía fragmentarse

-Yo, Daniel perdóname, es solo que me has tomado por sorpresa; no me parece bien lo que haces, pero se que eres una buena persona- -Pero no basta, no soy lo suficientemente bueno para ti- -Por favor, ya es mucho por una noche, si tienes alo que decir solo dilo y no le des más vueltas- -¿Y qué se supone que diga si de cualquier forma te da lo mismo?, Gabriel, llevo días, semanas muriéndome de solo verte, aguantándome las ganas de robarte un beso, te aprecio demasiado como amigo para hacer algo así

Nuevamente el corazón de Gabriel no cabía en si de felicidad, por ello nuevamente abrazo con ternura a Daniel que se aferro a él cuanto le era posible, poco a poco se fue colando entre los espacios vacíos que los separaban hasta que su boca encontró su objetivo, aquellos labios que le deleitaban la pupila a la distancia lo suficientemente prudente para reprimir sus instintos y lo suficientemente cerca para admirarlos en todo su esplendor; fue aquel el primer beso y el comienzo de una relación que se veía predestinada desde aquel primer encuentro, tan mágico, tan hermoso, tan fatídico a la vez.

 

 

 

La relación entre ambos era un sueño maravilloso de fino satín, pero Gabriel tenía que luchar constantemente contra sus celos y su irá fundamentados en pensar que, mientras él esperaba pacientemente en aquel apartamento su novio podía estar en cualquier cuarto de motel o en la parte trasera de cualquier auto, cualquier lugar que le ofreciera una persona con suficiente dinero y lujuria en la sangre.

Su furia solo se apaciguaba cuando podía tener contra su cuerpo el aroma fresco de su amante, cuando con afectuosos mimos y tiernos besos podían expresarle su fidelidad y era eso lo que le apaciguaba el alma lo suficiente para soportar hasta el siguiente día; había querido persuadirlo de cambiar de trabajo pero Daniel se negaba rotundamente alegando que era la única forma en que ganaba lo suficiente para solventar todos sus gastos y, sin agrado, acepto el argumento.

Aún así en secreto guardaba la esperanza de formar una vida con el más joven, una en la que él pudiera dedicarse a algo menos complicado por darle adjetivo alguno y era esa misma fe la que lo motivaba a trabajar cada tarde en una tienda de música donde ganaba poco pero al menos era algo que ahorraba con devoción para un día empezar de nuevo con ese capital.

Así transcurrieron años como un dulce cuento de hadas, hermosos sueños entretejidos que de la nada se transformaron en pesadilla; justo aquel día debía llegar hasta las cinco de la tarde mas la suerte decidió que fuera horas antes, esa suerte embustera le tendió la trampa  o, quizá, se había apiadado tanto de él que le quito la venda de los ojos; en todo caso la escena que presencio fue más horrible que sus peores pesadillas juntas: ahí, sobre el lecho que compartía con su amante, este yacía tendido entre las sabanas enredado al cuerpo de otra persona, el olor a sexo inundaba la alcoba y él no pudo más que reprimir su dolor y salir huyendo, quería desaparecer, quería borrar ese amargo recuerdo, quería arrancarse los fragmentos de su corazón que tras reventar se habían esparcido por todo el interior de su cuerpo como cuchillas letales, quería creer que todo era una vil mentira.

Regreso entrada la noche, con el alcohol nublándole los sentidos pero no había sido suficiente para borrar la realidad de que aquel que le abrazaba sollozando de preocupación era el mismo que horas antes le engañara en su propia casa y era precisamente eso lo que no lo dejaba en paz, quiso entonces ignorarlo por el bien de su amor común pero la urgencia de verdad le llevo a volver una semana siguiente a la misma hora y sus sospechas fueron confirmadas con mayor crudeza cuando, tras la puerta de la habitación pudo escucharlo gemir de puro placer y supo entonces que no había forma de reparar el daño.

 

 

Tres meses después todo estaba listo, aquel día cumplían tres años y Gabriel le tenía a su pareja la sorpresa de su vida; espero pacientemente a que llegara el manto nocturno y con el la silueta de su amante al que sin paciencia tomo robándole el beso más reclamante de todos quitándole el aliento en todas formas, sus manos viajaban por la tersa piel de manera sensual y el contacto de su lengua con el cuello provocaba los más exquisitos suspiros de placer. Y lo hizo suyo en todas las formas que conocía, con sexo pasional y poético, con sadismo y con romance, con el deseo brotando de cara poro de su ser y así, habiendo fatigado a Daniel, cuándo este buscaba un ultimo y calmo beso le rechazo provocando en este unos segundos de expectativa y fue entonces que sin delicadeza le arrojo a la cama un fajo de billetes, se vistió y se fue sin que el otro pudiese reaccionar.

 

-Gariel, por favor, no puedes hacerme esto- -Te equivocas mi amor- el mayor le cogió por la mejilla susurrando tan cerca de su oído que lo hizo estremecer -ya lo hice- -¿Por qué me haces esto?- preguntó llorando una vez más -Porque ya tienes otros amantes- -No se de que me hablas- -Daniel ,por favor, deja las cosas por la paz, llevo semanas viéndote con otros y ya me canse- -¡Tú sabias de mi trabajo!- -¿Y eran trabajo también los que llevabas a nuestra alcoba?- reclamo pues Gabriel -eso es lo que me hiere, no fuiste capaz de respetar eso, quise darte una nueva vida, quise que fuéramos feliz y lo echaste todo a perder- -¡Nos mantenía!- -¡Buscabas la salida fácil!, olvídalo- -¿Acaso dejaste de amarme así de fácil?- -Es lo más difícil que he tenido que hacer en toda mi vida, pero es lo mejor; adiós Daniel

 

 

 

Un año después Gabriel había conseguido un trabajo en una firma, era un abogado importante, con un gran futuro por delante y una amplio apartamento en el centro para él solo, era incapaz de mantener una pareja estable, era incapaz de olvidar a Daniel y lo sabía, no podía borrar el amor más grande de su vida y era por eso que se sumía en su depresión y se ahogaba en alcohol y medicamentos cada noche frente a un televisor al que realmente poca atención le prestaba.

Por su parte el menor no estaba mejor, sentía su vida vuelta un infierno y se había sumido en una paranoia incontrolable.

El frío de la noche se colaba por la ventana y lo invito a escapar de todos sus problemas, tal y como Gabriel le hubiera dicho: buscaba siempre la salida fácil y todo era más simple que vivir sin él.

 

Esa noche en que una figura demasiado familiar aprecia en la pantalla a color todo su mundo giro de nueva cuenta; Daniel, un poco mayor, demacrado y muerto aparecía en el noticiero nocturno como la última novedad en suicidios. Apago el aparato sin ánimos con un deje demasiado grande de tristeza, encendió el estereo a todo volumen con un CD de tango, la música que más le recordaba a su amado de ojos celestes; tomo un frasco de antidepresivos y fue hacia el baño donde lleno la tina y se introdujo en ella tras ingerir el frasco entero y, poco a poco se fue sumiendo en un profundo sopor, en un sueño arrullado por el tango, por su amor y por sus pesadillas.

Notas finales: Si, es un final tragico q no salva en nada la asquerosa narracion q le di a esta historia q merecia mas d lo q pude ofrecer... una razon mas para odiarm

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