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Bajo la Sombra de una Iglesia por Supa_Mame

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Notas del fanfic:

Full Metal Alchemist le pertenece a Hiromu Arakawa.

 

Bajo la sombra de una iglesia

 

Amestris se conocía por sus hermosas mañanas de primavera, el ambiente húmedo, el sol brillante y, sobretodo, los pajarillos cantores que deleitaban a sus habitantes con su lindo canto. Sin embargo, aquella estación se sentía tan ajena en Ciudad Central, en el cuartel general de la milicia del estado.

 

Se respiraba un ambiente tenso y lleno de estrés por la próxima llegada del Fuhrer de la guerra que se había llevado acabo en fechas pasadas. Todos arreglando papeleos, recibiendo reportes de soldados heridos y del bando enemigo, y entre muchas cosas.

Todo mundo sabe que en momentos así se necesita desconectarse por un momento del mundo para relajarse y disfrutar por lo menos cinco minutos del trabajo. Aquello era muy bien practicado por cierto coronel y sus subordinados en la oficina del primero.

 

-¿Qué con cuantas he estado? -preguntó Mustang, alzando la mirada de los reportes que no hace poco había dejado la teniente Riza Hawkeye en su escritorio, viendo con incredulidad y algo de pereza a sus subordinados, en especial a cierto fumador -¿A que viene esa pregunta? -tenía una suerte de que Havoc por lo menos era un tanto sensato y no preguntar esas cosas enfrente de Riza, ella de seguro lo mataba.

 

-Mera curiosidad, coronel.- Contestó Havoc recargando una de sus manos en el escritorio del pelinegro con mucho poder sobre ellos.

A un lado de este rubio de dos tonos, se encontraban otros tres hombres. Uno no muy alto y de lentes con grosor negro y unos ojos que mostraban la evidencia de que no lastimaría ni a una mosca, otro un poco robusto, cabello anaranjado y su uniforme azul un poco descuidado, y otro hombre de cabello ceniciento y el más alto de los que allí se encontraban.

-Ayer la teniente Penélope estuvo divulgando por allí que tu y ella tuvieron un encuentro cercano del tercer tipo.-  Siguió Havoc con sus ojos azules y retirando el cigarro de su boca entre abierta y sonriendo con complicidad. -¿Cuántas van esta semana?

 

Levantó una ceja ante la imprudencia y poco respeto del teniente Havoc, para después tomar el cigarrillo de la mano del chico y quemarlo de un solo chasquido de sus dedos, mostrando la increíble habilidad de los guantes que portaba con el signo del control de la alquimia del fuego.

Sin siquiera tomarse la molestia de ver al fumador, sonrió de modo altanero y soberbio -Lo que haga o deje de hacer con mis citas es muy mi vida, teniente Havoc -soltó dirigiendo su mirada a los reportes en su otra mano -Y tenga respeto cuando se dirija a su superior.

 

-¡Waaah! Ese era mi último cigarrillo...- Se quejó el teniente ojiazul con lagrimillas en sus ojos al ver como aquel cigarro se había vuelto cenizas.

Aquello sacó una gota detrás de la nuca de Falman quien, indirectamente, escuchaba con atención lo que platicaban aquellos dos.

 

-Yo le dije que no era propio de subordinados como nosotros preguntar semejante indiscreción, Coronel -se defendió Furey, con sus anchos y negros lentes de fondo de botella cubriendo los pequeños ojos, que los vidrios hacían ver enormes.

Roy miró al más pequeño del grupo, que se crispó ante los ojos fríos y ecuánimes del superior.

-Sí, ¿verdad? -soltó alzando una ceja ante las palabras del chico -Por eso están todos en mi oficina -remarcó rodando los ojos ante la ineptitud de los soldados.

 

Havoc rió nerviosamente mientras se rascaba la nuca  con su mano derecha y sacaba una cajetilla de cigarrillos nueva de su bolsillo con su mano izquierda. -¿Pero y si te preguntamos como amigos?- Preguntó el rubio sacando un cigarrillo de aquella cajetilla. -Vamos, como buenos amigos, no nos lo puedes negar.

 

-¿No que era tu último cigarrillo?- Preguntó Falman mirando al Havoc con una ceja alzada.

-De mi otra cajetilla, si.- Contestó el teniente Jean.

 

Roy frunció el cejo ante la impertinencia y descaro del teniente, y dispuesto a chasquear sus dedos de nueva cuenta, miró con recelo al rubio, para después caer en la cuenta de algo.

-¿Y a ustedes que les interesa eso? -preguntó cruzándose de brazos, sin pararse de su silla de cuero negro -Y si vuelve a tutearme, teniente, lo carbonizo -soltó mirando a Havoc con la mirada afilada y achicada.

Furey sudó una gota ante esto y se escondió detrás de Falman.

 

Havoc sudó mil gotas con nerviosismo ante la amenaza del coronel y levantó ambas manos en señal de que se rendía. -D-disculpe...- Se disculpó el hombre para después aclararse la garganta y seguir hablando, esta vez hablándole de ‘usted'. -Pero usted sabe como son aquí, hay muchos rumores por allí sobre como puede llevarse a quien deseé a la cama...

 

Roy sonrió de lado, dejando ver ligeramente la perfecta dentadura blanca de la que gozaba y presumía, recargó sus codos en el escritorio de madera y su barbilla en sus dedos entrelazados.

-¿Algún problema con esos rumores? -examinó a todos con la mirada -¿Quieren lecciones de cómo se puede cortejar a una dama debidamente? -burló con sorna sin conocer las verdaderas intenciones de Havoc, ya que los demás, parecían solo estar como meros espectadores.

 

-¿De verdad lo logra, señor?- Preguntó Havoc olvidándose de la última pregunta del pelinegro. -¿A todas las que quiere ha logrado llevárselas a la cama? ¿No importa quién sea?

Notaba que lentamente estaba logrando envolver a aquel hombre en su telaraña.

 

Soltó una risa discreta y se recargó en su silla, con una pose tranquila y de hombros caídos, sin quitar la elegancia y superioridad de su porte.

-A quien quiera -reafirmó, mirando directo a los ojos azules del fumador. Furey se sonrojó ante las palabras del Coronel, sin poder creerlas del todo, y sin evitar sentirse maravillado por ellas.

 

Havoc sonrió con complicidad y asintió ligeramente y sin decir nada, solo encendiendo su cigarrillo con un encendedor de plata que había sacado de su bolsillo. -Vaya...- Soltó guardándose sus cosas y mirando al pelinegro con una sonrisilla. -¿Hasta a las personas con carácter terco y, a veces, molesto?

 

-Esas son las más entretenidas -dijo enorgullecido por sus grandes logros, ya que para el Coronel de Amestris, poder cortejar a cualquier persona, suave o dura de carácter, era algo que se debía de elogiar.

 

-Ni que lo digas.- Dijo Havoc llevándose aquel cigarrillo a la boca. -Recuerdo la vez que me llevé al mayor Elric a la cama...- Comenzó Havoc a contar como si fuera de lo más casual el asunto que trataba. -Si hablamos de tercos, ese chico se lleva el premio. ¿No lo cree?

 

Furey casi sentía que se le iba el alma ante las palabras de su compañero y no pudo evitar mirar con extrema cautela al Coronel pelinegro.

Mustang no había mostrado ninguna seña física de interés en el tema, continuando con su mirada en los ojos del teniente.

-¿Así que has logrado seducir a ese enano? -soltó con prepotencia Roy -Cualquiera puede hacerlo entonces...

 

Falman tan solo desvió la mirada, sabía que Havoc tramaba algo con cada palabra que decía respecto el tema.

-Así es.- Afirmó cuando sacó el humo, de aquel cigarro que fumaba, de su boca. -Por lo que he escuchado ese chico si que está disfrutando de su juventud y acostándose con cualquiera que se proponga seducirle.

Sus ojos azules miraban con detenimiento cualquier movimiento que viniese de su superior. Estaba ansioso por escuchar la respuesta de la pregunta que estaba apunto de hacer. -¿Cómo le hizo usted con él?- Preguntó aún con aquella sonrisa un tanto morbosa en su rostro. -Bueno, por ser usted, apuesto que no tuvo problema alguno para acostarse con él.

 

Abrió ligeramente más sus ojos ante la pregunta de Havoc. Él ni por la mente le había pasado si quiera intimar de esa manera con un niño, que era menos en estatura de lo que debería de ser. Más una ligera punzada en su orgullo le hizo ver el rostro del fumador, sintiendo algo de reto burdo en sus palabras.

-Ese chico no es de mi interés -soltó sin importancia, encogiéndose de hombros restándole valor al Alquimista de Acero -Si dices que cualquiera lo puede seducir, el chico no ha de valer nada.

 

-Si, ¿no?- Comenzó Havoc apagando su cigarro en el cenicero que se encontraba de un lado del escritorio de Mustang y recargando su espalda ligeramente contra el mueble. -Si cualquiera puede seducirlo, ¿por qué usted no?

 

Jugó con sus pequeños flequillos rubios para después hacerse el sorprendido y mirar con intensa curiosidad al de cabello azabache. -¿No me diga que no se ha acostado con el mayor Edward?

 

Frunció el cejo ante la poca gracia teatral de la que gozaba el Teniente Havoc y aclarándose la garganta dijo -Acero no representa ningún reto para mi -acomodó los informes en sus manos -Además... puedo degradarlo por intimar con un superior y divulgarlo en el cuartel -sacó su As ganador, viendo con victoria al rubio que intentaba jugarle pésimos juegos mentales.

 

Havoc se separó un poco del escritorio de su superior, quien siempre sabía que decir para salir ganando y suspiró. -Cálmese, señor. - Se intentó defender el de aliento a cigarro. -Solo intentaba tener una plática amistosa con usted ya que el día está bastante aburrido.

 

-Largo -sentenció sin nada de cortesía, ni con intención de al menos caer en cuenta de lo que decía el rubio de ojos azules, señaló su puerta indicándoles a los intrusos la salida.

Furey no se lo pensó dos veces y con piernas rápidas, llegó hasta la puerta, para abrirla enseguida y salir del despacho en donde nadie era bienvenido, salvo la teniente Riza.

 

Havoc miró la puerta con algo de reproche más solo atinó con asentir y caminar hacia ella, siendo seguido por Falman y cerrarla detrás de ambos.

-No debiste mentirle sobre el chico Elric de aquella manera. -Le regaño Falman una vez afuera en los pasillos de aquel cuartel mientras caminaban hacia la cafetería del lugar, era hora del almuerzo. -Te pasaste...

 

Havoc sudó una gota y asintió. -Mientras no se entere el chico, mi pellejo estará a salvo...- contestó en su caminar.

 

Recargado, con las manos unidas con elegancia, Roy Mustang miraba la nada de su despacho, sus ojos afilados no dejaban entender, menos dejar en claro lo que pensaba.

Movía ligeramente su asiento, adelante, atrás... suave y apenas perceptible al ojo humano.

‘Quien lo diría...' pensaba Mustang ‘Que el pequeño alquimista de Acero ya se había echo su propia fama de perro' sonrió a su modo, uno que dejaba en claro que, una nueva idea se formaba en su cabeza ‘Bueno... hay que enseñarle que solo será perro de un dueño'

 

Pasos pesados y lentos se escuchaban en la entrada de aquel cuartel, la puerta de aquel lugar se abrió con fuerza para así mostrar a un chico rubio con cara de pocos amigos con los rayos de sol iluminándole por detrás.

Varias personas, que transitaba por aquella área, miraron al chico de apariencia moleste por varios segundos para después volver a enfocarse en sus actividades.

Era normal que Edward Elric, el alquimista de acero, llegara molesto todas las mañanas a aquel lugar.

 

Edward, chico prodigo de cabellos dorados y ojos de mismo color. Vestía como de costumbre aquel día, vestido de negro salvo su gabardina roja y guantes blancos que decoraban sus manos.

Si había algo que podía poner de mal humor a ese chico cada mañana era...

 

-¡Cuantas veces tengo que repetir que no soy un enano...!- Se quejó entre dientes y con varias venitas decorándole su rostro enfadado.

 

Alphonse, hermano menor de Edward Elric, siendo ahora una armadura por el pecado cometido al querer resucitar a su amada madre, miraba con algo de nerviosismo a su hermano, ya que las miradas sobre ellos no se hicieron esperar, con las manos enguantadas en caucho y de brazos grande y de metal, tomó el hombro del rubio mayor, cubriéndolo casi en su totalidad.

-Hermano, no lo dijo con el afán de molestarte -intentó hacerlo entrar en razón, siempre con voz afable y tranquila, característico del menor de los Elric.

 

Edward detuvo sus pasos para así mirar a la armadura delante de él que fácil le sacaba un metro de diferencia de altura. -¿Que no lo dijo para molestarme?- Preguntó el rubio sonando molesto y después resoplando ante aquello. -¿"Buenos días, pequeño" no te suena a una burla?- Preguntó el trenzado cruzado de brazos. -Esos guardias deberían aprender a cerrar el pico.

 

-Ay, hermano -suspiró con pesadez la pobre armadura parlante, sudando unas gotitas tras el comentario sin sentido, ni madurez de su hermano.

-Mejor ve ya con el Coronel -dijo enderezándose, ya que se había encorvado para detener la rápida caminata de Edward -De seguro ya te está esperando y tú sabes que no es nada paciente cuando se trata de ti -se rascó el casco con una "mueca" de duda tras pensar en lo que había dicho.

 

El trenzado suspiró molesto y sacó el informe que por tanto tiempo Mustang le había apurado en entregar. -¿Tengo qué?- Preguntó el rubio rascándose el cuello. -Me llamará "enano" y dirá algún sarcasmo de cómo nunca hago las cosas bien...- Soltó el rubio perdiendo sus ánimos por completo. -Mejor ve y dáselo tú por mi, ¿Si?

 

-Yo no puedo entrar en su despacho, hermano ¿lo olvidas? -preguntó como si se tratara de una incógnita tan obvia que ni siquiera se necesitaba mencionar -Yo soy un civil como cualquiera, entrar al despacho del Coronel sería una irrespetuosidad de mi parte -aclaró rascando la parte trasera de su casco, con una gota en la cabeza -Lo siento, hermano... pero debes de entrar tu, no yo -puntualizó con algo de pena por su hermano -Yo te espero aquí sentado -señaló unas sillas algo alejadas de la puerta de Mustang.

 

-Veo que no tengo de otra.- Sentenció Edward dejando caer sus hombros hacia delante al igual que su cabeza, quedándose así varios segundos. -Pero entre más rápido lo haga, más rápido nos largamos de aquí.- Fue lo que dijo Ed al enderezarse y releer por última vez su informe y, así, caminar un poco indeciso hasta la puerta del coronel Roy Mustang.

 

Levantó su puño ligeramente, dispuesto a tocar aquella puerta, pero se detuvo ante un pensamiento que le aceleró el corazón.

Negó con brusquedad y miró sobre su hombro hacia su hermano menor sentado en una silla. -No tardo...- Avisó al tocar aquella puerta cuatro veces.

 

Alphonse asintió ante las palabras de su hermano -¡Suerte! -levantando su pulgar, animando al rubio.

 

Edward sonrió forzosamente y de nueva cuenta miró aquella puerta frente si. -Si, suerte es lo que más necesito... especialmente con él...- Susurró sólo para sí al sujetar la perilla y girarla lentamente para abrir aquella puerta y revelar lo que había detrás de ella

 

El alquimista de fuego, Roy Mustang se encontraba dando la espalda a la puerta, sus ojos fijos en la ventana veían a Black Hayate jugar en el patio del cuartel, correteando una mariposa, Riza se encontraba con el cachorro.

Al escuchar la puerta ser abierta volteó lentamente, con la mirada siempre afilada y ecuánime.

-Ya era hora, Acero -soltó Mustang, sentándose en su silla y encarar al rubio con el informe en mano, informe que debió de haber entregado hace tiempo.

 

-Si...- Soltó el rubio soltando la perilla de aquella puerta para que esa se cerrara sola ante la falta de agarre. Edward se sobó la mejilla y desvió la mirada al encontrarse solo con aquel coronel que, desde hace tiempo, había despertado algo en él que todavía no comprendía totalmente.

Para ser sinceros, no sabía que decirle al moreno, así que prefirió tan solo caminar hacia delante y colocar aquel informe sobre el escritorio del pelinegro. Quizás así se evitarían una plática...

 

Antes de que si quiera Edward alejara su mano del reporte que reposaba en el escritorio, Roy detuvo la mano del chico con algo de fuerza.

Miró los ojos dorados fijamente, esperando reacción en ellos, una que conocía a base de la experiencia, la cual necesitaba verificar si el rubio la tenía.

 

-Suélteme.- Contestó el rubio en un intento de que aquel agarre se rompiera.

¿Por qué le había tomado su mano con presión? ¿Qué buscaba? La duda ponía nervioso al chico pero este, siendo firme, lo ocultaba con un semblante casual.

 

Observó con cuidado los orbes del chico, intentando dar con algo de lo que Havoc había dicho, sin poder creerse aún, que quisiera confirmar algo sacado de la lengua suelta de ese fumador.

Sin soltar la pequeña mano, Roy jaló un poco más a Edward hacia él, con el estorboso escritorio de por medio, presionando el estomago del chico contra éste, necesitaba saber si era verdad...

 

Presionaba sus labios al ser jalado de aquella manera, el escritorio presionaba contra su estómago y aquello realmente le había llegado a causar molestias.

-Que me suelte, coronel.- Ordenó el rubio de carácter fuerte, no se dejaría intimidar por aquel pelinegro. Y así, siguió forcejeando hasta que, sin planearlo, miró aquellos ojos oscuros que eran su punto débil... lo distraían...

 

Así lo quería, fijo en sus ojos, en nada más, aguzó la mirada, detallando en cada diferencia en los ojos. Intentando ver a través de esa actitud de niño que siempre llevaba el mayor de los Elric.

Sonrió a su modo, intentando comprobar algo -Tienes un color de ojos...-empezó Mustang, sin soltar la mano del rubio.

 

Los orbes del rubio bailaban con nerviosismo al ser mencionadas por Mustang.

¿Pero que sucedía allí? ¿Por qué no se soltaba del agarre de Roy y se largaba de allí? ¡¿Por qué no se movía?!

Había dejado de forcejear, solo mirándole... se había perdido en aquellos ojos y ahora solo estaba esperando lo que el moreno quería decirle...

 

Lo empezó a acercar más hacia sí, esperando ver alguna reacción del rubio, Roy seguía con un semblante frío y sereno, solo paciente a cada movimiento de Edward.

Más el acercamiento entre ambos era notorio, ya Roy podía ver mucho mejor el rostro de Edward, inclusive, él también había tenido que inclinarse ligeramente para poder estar más cerca del chico...

 

-¿Qué tiene el color de mis ojos?- Se atrevió a preguntar el rubio al retomar un poco su cordura e intentar alejarse de nueva cuenta del pelinegro. No iba a mostrarse débil... no se iba dejar ver débil. -Son dorados como los que tenía el bastardo de mi padre.

 

Roy lo soltó de la nada, al ver el forcejeo del rubio, sonriendo para sus adentros, vaya que cuando Edward se lo proponía era difícil de leer, tendría que hacer otra cosa para poder ver más adentro del chico y comprobar la palabrería de Havoc.

-Cuida tu lenguaje enfrente de tu superior, Acero -soltó el pelinegro ya sin sostener al rubio y tomando el informe sobre la mesa.

 

Edward se sobó su mano con la otra y miró al coronel sentado detrás de aquella silla por varios segundos al preguntarse por el comportamiento del otro.

Duda tras duda rodeaba la cabeza del rubio cuando este solo asintió sin ánimos a lo que Roy le decía. Edward odiaba seguir órdenes...

-Lo que diga...- Soltó al desviar su mirada de aquel hombre y colocarla en la puerta, su escapatoria. -Si me lo permite, me retiro.

 

Mustang dejó el informe del rubio en su escritorio y caminó hacia Edward, para recargarse en su escritorio y quedar de frente al chico, si Edward no caía tan rápido... entonces, tendría que recurrir a otros modos de obtención.

Tomó la mano del rubio con suavidad, acariciándola sobre el guante. Miró directo  a los ojos dorados.

 

El rubio se maldijo cuando sintió como lentamente sus mejillas se teñían de un rosa claro, pero es que el cómo actuaba su coronel, de verdad lo estaba confundiendo.

-¿Pero que es lo que hace...?- Preguntó Edward sin apartar su mano de la de Roy. Por alguna extraña razón le gustaba la calidez de la mano del otro...

 

Lo jaló con mucha delicadeza hacia sí, para tomarlo de la cintura con su mano, y la que sostenía la mano de Edward, pasó a la mejilla de éste, Roy miraba fijamente al rubio, siendo serio para después, romper esa frivolidad y sonreír de modo tierno y amoroso.

-Eres lindo, Acero -soltó como si nada.

 

Aquel sonrojo en las mejillas de Edward no tardó en intensificarse el doble al escucha aquella palabras y al sentir aquella mano sobre su cintura.

- P-pero que cosas dice.- Dijo el rubio volteando su rostro a el lado contrario de donde Roy sujetaba su mejilla. -Ha de estar trabajando mucho que ya no sabe de lo que anda hablando...

 

Negó con suavidad y acercó más a Edward a su cuerpo, ahora encerrándolo en un abrazo protector en la cintura del rubio.

-No puedo dejar al cansancio del trabajo, algo tan obvio... eres muy lindo -acarició la mejilla del chico, queriendo que volviera a mirarle.

 

Y cosa que logró sacar de aquel chico que experimentaba la timidez, cosa que él casi nunca pasaba por. Sus ojos nuevamente miraban  los del mayor con una confusión perceptible para quien sea.

¿Pero que rayos pasaba allí? ¿Por qué el coronel se comportaba con él de aquella manera?

-Coronel... yo...- Edward comenzó.

 

Levantó, sin ser nada obvio, una ceja. Así que esa era la táctica de Edward... hacerse el inocente y tímido, le gustaba eso... pero sería él, Roy Mustang, quien llevaría la situación, no Edward.

Reafirmó su agarre en la cintura de Ed y lo acercó más hacia sí, para depositar un sutil beso en la mejilla del chico, un suave roce, como las alas de una mariposa.

 

Edward cerró sus ojos al sentir aquel beso sobre sus mejillas ardientes, aquellos labios un poco fríos sobre su piel, hacían un contraste adictivo para el rubio.

Sus manos temblaron ligeramente y aquellos orbes volvieron a abrirse para volver a mirarlo...

 

Pasó sus labios hasta la comisura de los de Edward y besó de lleno los labios del rubio, sin profundizar en ellos, más gozaba del poder besar solo los labios de Edward, sintiéndolos tembloroso y algo indecisos.

Esperando la reacción del rubio, continuó besándolo con suavidad y algo de paciencia.

 

La sorpresa no se hizo de esperar en el rostro de Elric cuando se percató que Mustang se había atrevido a besarle. Sus labios, en vez de regresar aquel beso, se habían congelado y permanecido inmóviles sin saber si quiera que hacer o como reaccionar.

Pero era solo que... jamás... había sido besado antes. ¿Cómo iba a saber...?

 

¡¿Qué?!... ahora resultaba que el chico se las iba a dar de puro y no pretendía responderle el beso, vaya que Edward era bueno en lo que hacía, con razón muchos habían caído en sus artimañas, con semejante actuación... cualquiera pensaría que Edward era un inexperto en la materia.

Se separó del rubio con suavidad ‘Ya veremos cuanto dura tu teatrito, Acero' pensó Roy, acariciando los pequeños labios del rubio, que estaban húmedos por su culpa.

-Perdona... fue muy rápido...-soltó con arrepentimiento falsamente bien actuado. Él también era un experto en su juego.

 

Edward negó varias veces y después bajó la mirada apenado, sin atreverse a mirarle.

-N-no te preocupes...-Dijo al llevarse una de sus manos a los labios y sintiéndolos, aun sintiendo los labios de Roy sobre los suyos. Su rostro lucía realmente caliente. -Creo que mejor será que me vaya...

 

Roy ya no dijo nada, dejó de tener sus manos encima del chico y las recargó en el escritorio, esperando a que Edward saliera de su despacho, sin dejar de verlo con ojos cariñosos y cálidos.

Sonrió con ligera ternura.

 

-Hasta luego...- Fue lo último que dijo Edward antes de prácticamente salir corriendo de aquel despacho con su corazón golpeando contra su pecho a una velocidad impresionante.

Tenía que organizar su mente... tenía que saber que demonios había pasado aquella tarde...

 

Al esperar un tiempo relativamente considerado, Roy estalló en una sonora carcajada, para después componerse casi enseguida, agarrando el cuello de su camisa.

-Vaya que el chico tiene talento...-soltó para si mismo, caminando hacia su silla de cuero y sentándose cómodamente en ella.

Tomó el informe de Edward y giró hacia la ventana -Pero te digo, Acero... serás tu el que caiga...

 

-¿Seguro que no tienes nada, hermano? -preguntó por enésima vez Alphonse, viendo a su hermano en el cuarto que se les asignó en Central, ya tenían rato de haber llegado a dicho lugar, nada de buen ver, ni pulcro, solo algo barato con la pintura casi cayéndose.

 

-Que no.- Contestó Edward sentado en aquella cama vieja con cobijas verde oscuro y gastadas mientras se quitaba sus botas y las hacía a un lado en el suelo para después dejarse caer de espaldas sobre aquel lecho. -No tengo nada, ya deja de preocuparte tanto...- Agregó al girarse y quedar acostado de lado, dándole la espalda a su hermano menor.

 

Al dio hizo un gesto que se pudo interpretar como un suspiro y negó con lentitud -Voy a comprar algo para cenar, hermano -aclaró la armadura de color gris, esperando reacción del rubio -¿Vienes conmigo?

 

-No... prefiero quedarme...- Dijo entrecerrando sus ojos al tener su cabeza contra la almohada cálida que poseía. -Necesito tiempo para pensar...

 

-¿Pensar? -repitió Al, caminando hacia su hermano, ya que se había alejado unos pasos a la puerta gastada y de perilla opaca -Vez como si te pasa algo, ¿Qué es lo que tienes que pensar?

 

Edward permaneció en silencio por unos momentos. ¿Que tanto tenía que pensar?

Recuerdos de aquel beso, que lo tomó por sorpresa, llegaron a su mente y decoraron su mejilla con carmín.

-En por que a veces soy tan fácil de manipular...- Susurró el rubio escondiendo su rostro en sus manos.

 

-¿Manipular? -preguntó Alphonse, sentándose en la cama gemela a la de Edward, recargando sus manos en sus rodillas de metal -Hermano... si hablas por lo de la misión pasada -comenzó intentando reanimar a su hermano -No fue manipulación que les hicieras creer que te tenían contra la espada y la pared -defendió, sin quitarse la venda del "Hermano perfecto" que siempre portaba Al en los ojos del alma.

 

-La misión pasada...- Susurró el trenzado al notar que Alphonse no había captado del todo a lo que él se refería. Sus ojos se suavizaron y eso lo llevó a asentir lentamente. -Si...

‘Si tan solo fuera la misión pasada lo que me tuviera así...', pensó cuando un suspiro se escapó de sus labios.

 

Alphonse continuó hablando y hablando, recalcando los valores de su hermano, las virtudes, las diferencias entre hacer y no hacer las cosas, el como era siempre Edward el que lograba librarse de algún aprieto sin que nadie inocente saliera lastimado, en fin... Al se dedicaba a subirle el ego y espíritu a Ed, quien a su parecer, tenía más pinta de estarle dando el avión, que estar al pendiente de lo que decía la armadura parlante.

 

‘Coronel...', pensaba Edward con un sonrojo atravesándole el rostro.

Cerraba sus ojos y podía sentir aquellos labios expertos sobre los suyos vírgenes, chocando su aliento, humedeciéndolos... Aquella mano manteniendo un agarre sobre su fina cintura, haciendo pensar a cualquiera que él le pertenecía...

Esos pensamientos asechaban la mente del Elric mayor. ‘¿Por... qué me haz besado, coronel?

¿Hay algo de mí que... quieras poseer?'

 

‘Eres lindo.', recordó aquellas palabras que lo hicieron estremecer.

 

‘¿De verdad cree usted eso de mí, coronel Mustang?'

 

-Eres un iluso, Edward...-soltó Roy, viendo el nombre al que estaba el informe que recibió aquella tarde. Su postura relajada y paciente dejaban en claro que el Coronel de Amestris no sentía remordimiento, ni pesar en su conciencia -Esta es una especie de guerra entre dos "conquistadores"... pero descuida... no seré muy duro...-sonrió con cinismo, y acarició el nombre escrito en el reporte

Edward Elric.

SAIGO NO KAJITSU: http://www.youtube.com/watch?v=WXGCc8gKsQg

 

Notas finales:

El Universo PrismaColor de SupaMame

¡Gente! Nuevamente regresamos, Akia y Syao a darles otra historia de amor entre nuestra pareja favorita, impregnada de mentiras, engaños y desamores.

Esperamos de todo corazón que BAJO LA SOMBRA DE UNA IGLESIA tenga la misma aceptación que GHOST y TRASTORNADO (al que le falta poco para la segunda temporada)

Sin nada más que decir, ojalá que hayan disfrutado del capi y dejen un lindo review, que ya saben... los reviews son nuestra gasolina.

¡GUBAI!


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