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8 Semanas por Naruko

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Notas del fanfic:

Notas del capitulo:

Gracias a Nammy por el cover para este fic

Cover 1

 

 

Los personajes de este fic no me pertenecen. Van a cuenta del señor Kishimoto-sensei. 

 

Capítulo 1: La tercera noche.

 

 

—Él o yo —exigió con seguridad el rostro amenazante.

 

Fue en ese momento cuando realmente comprendió que la vida estaba llena de importantes decisiones; correctas o erróneas. No tenía miedo a los problemas que pudiera acarrearle su decisión, lo difícil era enfrentarse a la rotunda obligación de escoger uno de los dos caminos; estabilidad emocional o rebosante pasión. Caminar en uno significaba abandonar el otro.

 

—¡Él o yo! —le volvieron a gritar insistente.

 

Hay situaciones en la vida en las que no dispones del tiempo suficiente para meditar tus acciones y te arriesgas a escoger uno camino apresurado.

 

Pero ese no era su caso. Por fin lo tenía claro.

 

Escogería el camino correcto.

 

 

Ocho semanas antes…

 

 

—En su anuncio decía que es usted muy discreto.

 

—Y así es —con una indulgente sonrisa, el joven se inclinó sutil y confidencialmente hacia delante para poder examinar de cerca a la bella mujer sentada al otro lado de la mesa—. Pero por favor, sin formalismos, no me trates de usted. Más o menos tendremos la misma edad.

 

La muchacha le sonrió azorada, inclinando ligeramente la cabeza hacia delante, dejando que algunos rosados mechones cayeran sobre sus ojos.

 

—Perdona, es la costumbre. Este tema es realmente embarazoso para mí. Nunca antes me había imaginado contratando servicios de este tipo, y mucho menos a un desconocido. Pero mi jefa me recomendó su gabinete, asegurándome que os encargaríais del asunto con la mayor discreción posible.

 

—Y así lo haremos. No tiene de qué preocuparse.

 

—En ese caso hablemos de los servicios que me ofrece.

 

Con un gesto afirmativo de cabeza, el rubio abrió su maletín de trabajo, dejando a la vista un documento transcrito a doble cara que apresuró a colocar sobre la mesa del café-bar donde se encontraban sentados. Alzó la mirada, y observó indolente el local. Era la primera vez que lo visitaba, y estaba casi seguro de que sería la última. El lugar era mugriento, oscuro y desprendía un olor a rancio completamente desagradable. El antro de mala muerte perfecto para una cita clandestina.

 

—Confidencialidad absoluta, pruebas fotográficas, un informe detallado de los hechos y conductas privadas, así como dar testimonio en el juzgado en caso de que decida presentar una demanda —explicó en un tono privado.

 

Entrelazó los dedos que dejó reposados sobre la mesa, esperando con una paciencia impropia en él, a que la joven de cabellos rosados leyera el contrato que le ofrecía.

 

—¿Y cuánto pide por el servicio, señor Uzumaki?

 

—Llámame Naruto —indicó afable antes de responder a su pregunta—. Mi tarifa es de tres mil quinientos yens la hora, dietas no incluidas, ni el diez por ciento de aumento en caso de nocturnidad.

 

—Por ese precio más le vale ser bueno —masculló.

 

La mujer alzó el contrato a la altura de sus ojos con la intención de leer detenidamente cada cláusula, pero el detective se lo impidió, alargando una mano hacia el papel que fue a posar nuevamente sobre la mesa, reclamando su atención.

 

—Señorita, soy todo un profesional  —aseveró mostrando una confiada sonrisa de dientes blancos—. ¿De qué trata el asunto?

 

—Puedes llamarme Sakura.

 

Con un suspiro afligido, la joven comenzó a revolver el contenido de su bolso color rosa, claramente a juego con su pelo, para extraer una fotografía que tendió insegura hacia el detective.

 

—Quiero que sigas a mi prometido —el tono resultó tajante, aunque sus ojos mostraban un atisbo de inquietud.

 

Naruto recogió la instantánea con curiosidad.

 

La imagen mostraba de perfil a un hermoso joven de cabellos lacios y oscuros, como el ala de un cuervo, tez pálida, nariz recta y labios definidos. Vestía una camisa blanca de seda con los dos primeros botones desabrochados, que a pesar de ser amplia, delineaba un contorno corporal firme y bien entrenado. La imagen no revelaba la extremidad inferior, pero por su complexión corporal resultaba fácil vaticinar su estatura completa. Por lo menos un metro ochenta. Pero lo que más llamaba su atención era los ojos tan negros como la noche; grandes, desafiantes, perturbadores, destilando una fuerza y decisión jamás vistas.

 

Lo único que le incomodaba de aquella instantánea era su ceño fruncido en un profundo gesto de hastío. Como si todo le molestara.

 

—Se llama Uchiha Sasuke —la voz de la joven lo sacó de su letargo y rápidamente alzó la mirada hacia ella—. Es el heredero de industrias Uchiha, la mayor y más adelantada compañía armamentista del mundo. Quizás esa sea una de las razones por las que últimamente se comporta así de extraño. Su padre espera mucho de él y la presión que carga sobre sus hombros es dura de soportar. Pero aun así, no puedo dejar de sentirme intranquila.

 

Sakura hizo una pausa en su relato, para desviar la mirada hacia el gran ventanal, donde por primera vez se vio reflejada contra el cristal. 

 

—Nos vamos a casar dentro de dos meses —prosiguió en el mismo tono angustiado—. Y desde hace un tiempo tengo la impresión de que ya no es el mismo. Está más distante, más frío y ausente, aunque Sasuke nunca ha sido un hombre muy dado a mostrar sus sentimientos. Pero aún así…

 

—Está demostrado que trabajar bajo presión puede desequilibrar el comportamiento de las personas, cuya influencia tiende a canalizar el estrés de una forma ofensiva.

 

—Lo sé y hasta cierto punto lo entiendo. Pero no creo lo vaya a solucionar con sus escapadas nocturnas.

 

—¿Escapadas nocturnas? —repitió curioso Naruto, enarcando una ceja.

 

Sakura apoyó los codos sobre la mesa, escondiendo el apesadumbrado rostro entre sus delicadas manos.

 

—Sí, ese es el principal motivo de solicitar sus servicios —explicó—. Sasuke siempre ha trabajado mucho, desviviéndose por las exigencias de su padre, fueran cuales fueran. Ser heredero único de una multinacional requiere mucho tiempo y esfuerzo. Por eso no me resultaba extraño que de vez en cuando llegara tarde a la casa que compartimos juntos. Quiero decir, yo trabajo como enfermera en el hospital y comprendo mejor que nadie los días en los que el trabajo y el sentido de la responsabilidad te obliga a hacer horas extra. Por eso nunca dudé de él. Pero una noche…

 

Súbitamente se silenció para dejar entrever un rostro afligido. Era evidente que relatar aquellos sucesos le resultaba difícil.

 

—Serían más de las doce, cuando aún no había llegado a casa. Intenté contactar con él por teléfono, pero después de comprobar por cuarta vez que el teléfono al que llamaba estaba apagado o fuera de cobertura, desistí. Tras meditarlo mucho decidí llamar a su familia. La llamada la recogió la sirvienta la cual me informó que no se encontraba allí. Antes de que el pánico se apoderara de mí y mis llamadas pasaran a la policía alegando una posible desaparición, Sasuke apareció. Su aspecto era deplorable; tenía el cabello alborotado, ojos rojos, camisa casi desabrochada con los faldones fuera del pantalón y un olor a alcohol y sudor impropio en él. Esa fue la primera y la última vez que lo vi ebrio.


Sus miradas se cruzaron y Naruto enmudeció ante el inquietante sentimiento de desesperación que destilaban esos hermosos ojos verdes.

 

—Reunión de última hora, me dijo —explicó con una cínica sonrisa—. Pero no era posible que su padre le hubiera convocado una reunión a tan altas horas de la noche —arrugó el entrecejo con disgusto—. Era demasiado inusual. Así que al día siguiente llamé a la oficina. Su secretaria  me confirmó lo que sospechaba —permaneció unos segundos en silencio con evidente gesto irritado, como a aquel que le resulta difícil continuar—. La jornada laboral de Sasuke finalizaba cada día a las seis de la tarde, la misma hora a la que él recogía su maletín y traspasaba la puerta de salida. Sin embargo a nuestra casa no llegaba hasta las once.

 

—Comprendo —intervino conciliador intentando suavizar el hilo de la conversación—. Quiere que averigüe qué es lo que hace durante esas horas muertas y a dónde va.

 

Sakura asintió con la cabeza.

 

—Yo creo que… creo que él… tiene…

 

—Una amante —resolvió Naruto con voz calmada.

 

Sakura volvió a asentir, cabizbaja.

 

—Debes ser rigurosamente discreto, señor Uzumaki. Sasuke no puede enterarse bajo ningún concepto de que lo están siguiendo. Es un hombre muy intuitivo —advirtió—. Creo que su secretaria le comunicó mi llamada, ya que tras mi descubrimiento, Sasuke volvió a comportarse con total normalidad; volviendo a casa puntual después del trabajo y ciñéndose a su habitual rutina tranquila. Seguramente para no levantar sospechas.

 

Se silenció repentinamente, como si recapacitara sobre sus palabras, y al cabo de unos segundos continuó.

 

—Si quiero que lo sigas no es por la desconfianza que me creó durante esos primeros días, sino porque hace varias semanas ha vuelto de nuevo a esos hábitos de escapada.

 

Un caso claro de infidelidad, pensó Naruto como primer análisis. No era el primero que investigaba y seguramente tampoco el último. Y a pesar de ello, todavía seguía sin comprender qué les llevaba a esos hombres dichosos a buscar consuelo en otros brazos tenido disponible los de jóvenes tan atentas como Sakura. Era vergonzoso. Inadmisible.

 

Naruto se levantó, recogiendo la chaqueta del respaldo de la silla que fue a colocarse con un movimiento grácil sobre sus hombros, retirando seguidamente la fotografía del individuo que guardó en el bolsillo interior de su chaqueta.

 

—No se preocupe. Le aseguro que me encargaré de descubrirlo todo.

 

La muchacha asintió con una tímida sonrisa antes de firmar el documento de contrato, y levantarse para tendérselo al detective.

 

—Es curioso —prosiguió animada—. Mi jefa me dijo que me atendería un viejo amigo suyo, un pervertido entrado en años. Me ha sorprendido gratamente que aparecieras tú en su lugar.

 

—Ah sí, el viejo pervertido al que se refiere es mi jefe —musitó rascándose avergonzado las hebras doradas de la nuca—. Créame, es mejor no conocerlo…

 

 

—2—

 

A Naruto no le agradaba especialmente el invierno, ese era un hecho indiscutible para alguien de sangre caliente como él. El sol, que no su calor, apenas se filtraba entre los altos edificios de la urbe gris y oscura al que su búsqueda lo había conducido; un barrio poco transitado, sombrío y oscuro, el lugar perfecto para ocultar una fechoría.

 

A distancia prudencial de su objetivo, Naruto estacionó el vehículo, apagando el motor y las luces.

 

—Hoy tampoco te vas a dejar atrapar, ¿verdad? —murmuró para sí mismo sin dejar de observar la silueta esbelta que, bastantes metros por delante de él, estacionaba de igual forma el vehículo para posteriormente salir de su interior. Naruto recogió del asiento del copiloto unos pequeños prismáticos, a los que les ajustó la lente.

 

No había resultado demasiado difícil iniciar su investigación después de todas las referencias que le había dado su clienta.

 

Los primeros días se dedicó a memorizar el recorrido que solía frecuentar Sasuke. Un trabajo realmente sencillo, ya que el individuo a seguir resultó ser un hombre de costumbres fijas. A las siete en punto de la mañana, salía del domicilio ataviado con ropa de deporte y un pequeño envoltorio de papel que siempre depositaba entre la maleza frente a su casa. Primer error, vaticinó Naruto ante la idea de que el paquete resultara ser algún tipo de mensaje secreto para su amante. Pero tras comprobar el contenido del envoltorio estalló en carcajadas. Tan solo dejaba comida para un gato que rondaba la zona.

 

Tras una hora de intenso ejercicio físico, el Uchiha regresaba de nuevo a su hogar, y media hora después, volvía a hacer acto de presencia duchado y vestido con un pulcro traje de ejecutivo para subirse en su vehículo y tomar rumbo hacia las oficinas de la corporación. Y una vez que el coche se adentraba en el parking personal de la compañía, Naruto perdía por completo su visión, y su acceso.

 

No porque no lo hubiera intentado acceder en varias ocasiones, pero el fuerte sistema de seguridad y vigilancia no le habían permitido franquear esa barrera.

 

Después, tan solo quedaban horas muertas. Lo que hacía dentro de la corporación Uchiha era desconocido, y su accesibilidad nula. Sasuke rara vez salía del recinto hasta que no finalizaba la jornada; momento en el que el vehículo salía de nuevo a la calle y retomaba el mismo camino de vuelta.

 

—Vamos, da tu primer paso hacia el delito… —volvió a murmurar Naruto tamborileando rítmicamente con los dedos el volante.

 

Las luces del vehículo negro parpadearon indicando su cierre y Sasuke se apresuró a entrar en una tienda veinticuatro horas.

 

—Nada inusual —musitó dejando a un lado los prismáticos y soltando un profundo suspiro escéptico. Al parecer hoy tampoco iba a conseguir ningún dato interesante sobre el caso.

 

Tres días llevaba siguiendo al moreno, y por ahora no había conseguido ninguna prueba concluyente de las escapadas nocturnas que mencionó su clienta. La primera noche, simplemente se había limitado a volver puntual al domicilio que compartía con su prometida. La segunda noche, Sasuke había realizado una pequeña escapada hacia las afueras de Konoha, a un recóndito lugar desde el que se podía contemplar toda la ciudad, relumbrada por la luz artificial. Estuvo dos horas en silencio, contemplando las luces hasta que el frío, el aburrimiento, o las dos cosas juntas, le hicieron volver al coche y de ahí de nuevo a su hogar.

 

La tercera noche, aquella misma en la que se encontraba, el BMW negro había conducido por otra ruta diferente. Y lo que en un principio le hizo suponer que por fin daría con una buena pista, había resultado ser una falsa alarma.

 

Cansado, Naruto rasgó el envoltorio de una triste chocolatina que tenía toda la pinta de ser su triste y única cena.

 

—Lo que daría por un tazón de ramen… —se lamentó dándole un fatigoso bocado a la pobre golosina sustituta.

 

Antes de lo esperado, Sasuke volvió a salir de la tienda con una cajetilla de tabaco en mano, de la que extrajo un cigarrillo que se llevó a los labios y prendió, aspirando hondamente el soporífero y adictivo humo que desprendía el filtro.

 

Se encontraba detenido en mitad de la acera, interesado en visualizar ambos lados de la calle, como si intentara localizar algo concreto.

 

Cuando la curiosa mirada negra recayó sobre la hilera de coches en la que el propio Naruto había aparcado, el rubio se agachó todo lo que pudo en un intento por ocultar su presencia. Escuchó pasos alejándose y alzó el rostro prudente. Para su sorpresa, aquella noche, el joven había reanudado su marcha a pie, calle abajo. Justo en sentido contrario a donde había estacionado.

 

¿A dónde demonios iba?

 

Naruto cogió rápidamente la cámara fotográfica y se bajó del coche, iniciando una sigilosa persecución. El comportamiento de Sasuke era inusual, sus actos se salían de la rutina diaria. Algo en su interior le decía que se encontraba en una de esas escapadas nocturnas e iba a presenciar, en vivo, en lo que realmente invertía su tiempo libre.

 

Lo vio cruzar de acera para detenerse a pocos metros de un pequeño grupo de chicos ligeros de ropa y claramente más jóvenes que él. Incluso se aventuraba a asegurar que ninguno de ellos tendría la mayoría de edad. Sasuke dio un par de caladas rápidas apurando el cigarrillo antes de tirarlo despreocupadamente a la carretera, y volver a observar el nutrido grupo de jóvenes. No se detuvo a hablar con ellos, ni siquiera hizo ademán de llamar a alguno en concreto, pero como si de repente estuviera llegando a un acuerdo tácito con ellos con una simple mirada, les dio la espalda, reanudando su marcha hacia una calle trasversal mucho más oscura.

 

Confuso, Naruto permaneció oculto entre los coches aparcados sin saber  a ciencia cierta qué es lo que ocurría. El grupo de chicos se había puesto a discutir entre ellos, hasta que finalmente tan solo uno siguió los pasos de Sasuke hacia esa misma calleja. 

 

—No… no creo que sean…

 

Mientras una alocada idea comenzaba a formarse en su mente, el rubio dio la vuelta a la manzana para entrar por el extremo opuesto de la calle. No era prudente dejarse ver por el grupo de jóvenes y mucho menos tomando la misma dirección que habían seguido. Varios minutos tardó en conseguir su propósito, y con astucia, entró sigiloso en la oscura travesía. 

 

Dos voces amortiguadas musitaban algo en un tono cautelosamente bajo, una más grave que la otra, pero ninguna frase con claridad. Aún se encontraban lejos.

 

Agazapado, Naruto continuó avanzando hasta lograr visualizar con claridad las siluetas. No supo exactamente cuando había muerto la conversación entre ellos y habían pasado a las acciones, pero Sasuke ahora se encontraba de pie, con la espalda apoyada en la mugrienta pared mientras que el otro joven se había arrodillado a sus pies con la cabeza inclinada a la altura de sus caderas.

 

Se sucedieron un par de sonidos de cremallera, y pronto otros mucho más libidinosos, como los que atañe una húmeda succión bucal.

 

—“Oh dios…” —pensó el rubio sorprendido.

 

Desde el primer momento en que Sakura le relató el extraño comportamiento de su prometido, supo que se trataba de un claro ejemplo de infidelidad, aunque jamás pensó en la posibilidad de que la tercera persona en discordia fuera a tratarse de otro hombre como él. Alguien de su mismo sexo.

 

Impugnando las propias reglas de distancia que le marcaba su profesionalidad, y más bien dominado por una incipiente curiosidad, Naruto se acercó disimuladamente hasta quedar a un par de metros de él.

 

Sasuke tenía los ojos cerrados y sus manos se habían deslizado hacia  los cortos cabellos del joven experto, agarrándolos con fuerza e instándolo a mover la boca con mayor rapidez y profundidad sobre su candente erección. Con calma dejó caer la cabeza hacia atrás mientras su cuerpo se arqueaba complacido. Las finas cejas se arrugaban y se relajaban subyugado por las caricias que la tórrida lengua le regalaba. Débiles suspiros brotaban de sus labios entreabiertos al tiempo que su pecho subía y bajaba con entrecortada respiración.

 

Debía admitirlo, a estas alturas y después haberlo seguido durante tres días, a todas horas, era algo incuestionable. Aún con ese rostro tan serio y esa expresión de eterno enfado, Sasuke resultaba ser un hombre hermoso, muy atractivo. Era totalmente comprensible la razón por la que tanto hombres como mujeres le dedicaban una sugestiva mirada a su paso. Su atractivo físico era arrollador.

 

No es que a Naruto le interesara, ni mucho menos, sencillamente estaba siendo honesto consigo mismo. Y el hecho de que Naruto fuera bisexual no tenía nada que ver en el asunto.

 

En absoluto.

 

Un quedo suspiro por parte de Sasuke, le hizo alzar de nuevo la mirada para descubrir un rostro aún más hermoso; ojos cerrados, mejillas sonrojadas y boca entreabierta desde donde escapaba de vez en cuando una sinuosa lengua concentrada en humedecer los labios de arriba a abajo. Como si de repente hubiera dejar caer la máscara de indiferencia tras la que se ocultaba del mundo.

 

Una visión tan perturbadora como adictiva.

 

Y durante un instante, Naruto perdió completamente la cordura. Deseó estar entre esas pálidas piernas, ansió saborear el turgente miembro y hacerlo estallar en su boca, deseó ser el causante de su placer y de sus gemidos entrecortados.

 

Deseó…

 

…deseó ansiosamente a Sasuke.

 

El pulso de Naruto se le disparó y las mejillas se encendieron incandescentes notando como su propio miembro reaccionaba automáticamente ante las tórridas fantasías, comenzando a pulsar peligrosamente bajo el pantalón. Aturdido, deslizó una mano hacia su entrepierna, y un jadeo involuntario se escapó de su boca al sorprender la gran dureza que cobijaba.

 

Los ojos negros se abrieron de par en par en modo de alerta, y se dispararon directamente hacia la posición de Naruto.

 

Lo había pillado.

 

Un fuerte estremecimiento recorrió el cuerpo del rubio cuando sus miradas quedaron conectadas durante eternos segundos. Los brillantes ojos negros lo miraron con una mezcla de sorpresa y preocupación,  apenas unos segundos, antes de que evaluativamente lo analizara con la mirada de arriba abajo. Naruto tragó con dificultad mientras se dejaba observar con aplomo, sin atreverse siquiera a mover un solo músculo. Respiró un poco más tranquilo cuando la expresión del moreno comenzó a relajarse, volviéndose más intensa y curiosa. Dando la impresión de que le gustaba lo que veía.

 

Se sorprendió al comprobar que los segundos pasaban y Sasuke seguía en silencio, sin hacer ademán de huir, ni de detener las acciones del joven distraído a sus pies. Para mofa, se había acomodado mejor sobre la pared, con los ojos fijos sobre Naruto y media sonrisa burlona pintada en los labios.

 

¿Acaso le daba morbo verse sorprendido?

 

El moreno estrechó con más intensidad la cabeza del joven sobre su vientre, mientras crispaba los dedos entre los cabellos, obligándolo a intensificar la felación. Los jadeos que antes había intentado sofocar comenzaron a escucharse deseosos, febriles y excitantes, cada vez con mayor intensidad. Sasuke lo estaba provocando, jugando con su autocontrol, tanto que Naruto no supo si abandonarlo todo y comenzar a tocarse allí mismo buscando el alivio de su gran dureza.

 

Sasuke alzó una mano en su dirección, y moviendo con gracia dos dedos juguetones, le instó a acercarse.

 

Y fue entonces cuando Naruto dejó de respirar. Las piernas le temblaron alarmantemente, un calambre en su entrepierna, parecido al preámbulo de un violento orgasmo, lo aconteció y a punto estuvo de alzarse y acudir a la llamada.

 

¡¿Qué coño estás haciendo, Uzumaki?! ¡Eres un detective!

 

Recordando de repente qué es lo que hacía allí y cuál era su labor, el rubio agitó varias veces la cabeza en un intento por serenar su mente corrupta. No era el momento de dejarse llevar por la atracción que ese cuerpo lujurioso le producía. Investigar a Sasuke era parte de su trabajo, únicamente su objetivo.

 

Con calma separó la mano que tenía afianzada alrededor de su pujante entrepierna, y entonces pudo pensar con claridad.

 

Sí, mucho mejor.

 

Sacó del bolsillo de la chaqueta la cámara digital automática, y sin querer pensar demasiado en sus acciones, disparó una ráfaga de fotos hacia la posición comprometida.

 

Tan rápida fue la acción que Sasuke apenas tuvo tiempo de reaccionar. Para cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, Naruto ya se había levantado y corría como alma que lleva el diablo calle abajo.

 

—Hijo de puta —susurró el moreno estupefacto.

 

Dando un firme empujón al joven entre sus piernas, se subió los pantalones a toda prisa y comenzó a correr como loco tras él, tras esa persona que estaba a punto de llevar su vida al borde del precipicio.

 

—¡Hijo de puta! —volvió a gritar con una mezcla de odio y pavor.

 

Vio como el rubio desaparecía varios metros por delante de él tras girar en una esquina, y su miedo aumentó. No podía perderlo de vista. No podía dejarlo escapar. No podía dejar que esas fotos salieran a la luz.

 

Atravesó todo el oscuro callejón lo más rápido que pudo, giró atropelladamente esa misma esquina, y para su desgracia, no tuvo más remedio que detenerse en medio de la calle iluminada a la que había salido para mirar frenéticamente hacia todos los lados, intentando localizarlo.

 

Pero no había rastro de él.

 

El rubio había desaparecido.

 

Dio varios torpes e indecisos pasos hacia delante por la desértica calle sin encontrar pista alguna del maldito acosador. Parecía que se lo había tragado la tierra.

 

Y entonces enmudeció. Su mirada se tornó ausente, y su corazón daba la impresión de no querer seguir latiendo bajo su pecho, comprendiendo fríamente lo que aquello ocasionaba en su vida.

 

—Joder —balbuceó apretando con fuerza los puños.

 

Hasta ahora se había esforzado por evitar cualquier situación que pudiera delatarlo, cubriéndose constantemente las espaldas con excusas y pretextos, y eso incluía a la prensa. Pero una persona había logrado franquear sus obstáculos. Un maldito cabrón tenía fotos más que comprometidas de él con otro chico. Y si esa información llegaba a su padre… si llegaba a su prometida…

 

Una mano de repente se posó sobre su hombro y Sasuke se giró sobresaltado y a la defensiva, preso de una incipiente angustia, esperando encontrarse de nuevo con esos intensos ojos azules.

 

Pero para su desgracia solo era el joven de cabellos cortos que lo miraba con preocupación.

 

—¿Te encuentras bien? —le susurró el muchacho vacilante.

 

Sasuke ahogó un gruñido impotente recomponiendo su habitual máscara de indiferencia.

 

—Hn.

 

Del bolsillo interior de la chaqueta sacó un fajo de billetes, tendiéndole uno de cien al muchacho, que lo aceptó todo sonrisas, antes de encaminarse con furiosos pasos de nuevo al coche.

 

—Grandísimo cabrón…

 

Continuará…

 

 


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