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La ley del más fuerte. por Maira Lily

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Notas del fanfic:

Bueno ninguno de los personajes me pertenecen ya que son creación de la fabulosa Hiromu Arakawa. Éste fic está basado en el manga, en el  tomo 17 más concretamente. Se me ocurrió leyendo, si así de simple. Espero que sea de su agrado. (Es mi primer Lemon, diganme que tal)

 

El teniente Miles entró en el servicio de caballeros muy entrada la tarde.

Se acercó al lavabo y abrió el grifo. Se quitó las gafas y masajeó sus sienes. Se lavó la cara y se la secó. Entonces se miró al espejo.

-Ojos rojos...- Susurró el teniente a su reflejo. Tan concentrado estaba que no se dio cuenta de que entraron al servicio.

Cerró los ojos intentando recordar a su difunta familia. Todos de extraños ojos rojos. Como esa piedra que buscaban los Elrics.

Sintió frió así que abrió los ojos.

-Kimbley.- Se sobresaltó un poco. Había “huido” a los servicios para quitárselo de encima. ¿Qué demonios hacía Carmesí allí?

-Empezaba a pensar que te había pasado algo.- Reía el alquimista.

-¿Desde cuando te importa lo que me pase, Carmesí?- Miles sonrió con sarcasmo

-¡Qué gracioso Miles!- Hizo una pausa y subió sus manos por el moreno torso del teniente. -Veo que te gusta jugar.- Ronroneó el alquimista.

El teniente empezó a jadear lentamente y el alquimista siguió “jugando”.

Le desabotonó la chaqueta y empezó a jugar con la camisa.

-¿Qué... Qué crees que haces Kimbley?- Jadeó Miles. El alquimista se colocó delante del Ishbalí.

-La ley del más fuerte.- Sonrió.

La camisa pronto siguió a la chaqueta. Miles no asimilaba la situación en la que se encontraba.

Era difícil pensar que un hombre como Kimbley estuviera “jugando” así con un Ishbalí.

Carmesí comenzó a lamer su ombligo, donde se entretuvo un rato, y fue ascendiendo.

La húmeda línea se fue enfriando, era como un extraño ardor.

La cálida boca acogió un pezón y empezó el juego. Miles estaba medio fuera de sí.

La caricia ascendente de la lengua se detuvo en su cuello donde dejó una marca roja. Miles soltó un pequeño suspiro.

Carmesí llegó a sus labios y se apoderó de ellos.

Paseó su lengua por los labios, suaves, del Ishbalí. Este abrió la boca en un leve suspiro. El alquimista introdujo su lengua, ávida de placer, en la húmeda cavidad. Explorando la otra boca y arremetió una de sus piernas entre las del Ishbalí.

Empezó a dar fricción, entre la pierna y el miembro del otro.

Apretó un poco más y aumentó la velocidad.

-Car... mesí.- Gimió Miles. Carmesí sonrió.

Aumentó la velocidad y, al sentirse llegar, Miles se abrazó a él.

-¿Qué tal Miles?- Le preguntó carmesí mientras reía quedamente en su oído.

-Cállate, maldito.- Dijo con voz ronca el más joven.

La sonrisa no quería abandonar al alquimista.

Carmesí tomó su sombrero, dispuesto a irse. Pero el teniente tenía otros planes.

-¿Dónde vas tan rápido, Carmesí?- Susurró Miles al mayor. Este lo miró divertido. Soltó de nuevo su sombrero y acorraló al otro contra la pared.

-Eres muy curioso, Miles.- Dijo con sorna.

De nuevo el alquimista besó ferozmente al soldado, este se aferró a él y tomó el control del beso descaradamente. Entreabrió los ojos para, con satisfacción, mirar el rostro de carmesí. Pero el aludido se veía divertido. Eso enfadó un poco a su acompañante.

Se separaron, más bien por la necesidad de aire que por ganas.

Kimbley empujó al teniente hasta dejarlo caer dentro de uno de los cubículos.

-Ahora empieza el verdadero juego mi pequeño soldadito.- La voz de carmesí sonó lujuriosa, como deseosa de probar ese cuerpo.

El alquimista comenzó lamer el cuello del otro. No tardó mucho en aburrirse y en dirigirse más arriba. Esquivó los labios del moreno con suma rapidez y mordió su lóbulo. Empezó a juguetear con el mientras que con las manos estimulaba los pezones, prácticamente erectos del Ishbalí.

Miles notaba crecer algo en su pantalón. Algo que ya parecía que quería marcha.

Al verlo intentar buscar fricción carmesí rió contra su cuello. Descendió muy despacio. Tan lento que Miles llegó a pensar que no llegaría nunca.

-Todo a su debido tiempo, teniente.- Dicho esto empezó quitarle el pantalón al menor. Jugueteó con el elástico de los bóxers, delineando el contorno. Cuando se aburrió bajó los boxers de un tirón y se preparó para acoger al plato fuerte.

Fue introduciendo la erección lentamente en su boca. La introducía y la sacaba, la volvía a introducir, esta vez un poco más que la anterior, y la sacaba y así una y otra vez. Disfrutando de la cara de Miles. Cuando se hubo divertido bastante engulló el miembro y comenzó a aplicarle un frenético movimiento de vaivén.

El teniente se retorcía para acallar los gemidos como podía. Pero, inevitablemente, algún que otro gemido ahogado se oyó.

Debido a los suaves gemidos mal ahogados del teniente el miembro de carmesí no tardó en estar a punto. Justo cuando Miles estalló lo volteó rápidamente.

Sin preámbulos ni preparación alguna se hundió en ese cuerpo tan bien formado.

El pobre soldado noto como si se rompiera por dentro.

-Pronto habrá pasado todo.-Le susurró al oído el mayor.

-Cerdo.-Articuló como pudo.

-Tu me has buscado.-Rió el alquimista mientras empezaba a moverse.

El otro se aferró a la tapa del váter como pudo. Apretando tanto que sus nudillos se tornaron blancos.

Al cabo de un rato el dolor fue sustituido por una agradable sensación que lo estaba haciendo temblar de pies a cabeza.

El alquimista profundizó las estocadas, acelerando el ritmo. Con sus manos tomó el miembro del otro y empezó a zarandearlo en una rítmica caricia de vaivén.

Ambos llegaron al clímax cuando el alquimista alcanzó un punto en extremo sensible del teniente.

Carmesí salió sin miramientos del interior de Miles. Le volteó, agarró su rostro y Depositó un feroz beso en su boca.

-Nos vemos teniente.-Susurró a su oído.

-Eso espero, Carmesí.-Le contestó Miles con voz suave.-A menos que temas saber que tu no eres el más fuerte aquí.-Añadió sonriendo.

Ambos se miraron con una enorme sonrisa en el rostro.

Carmesí salió de allí vestido. Caminando por los pasillos de al base a sus anchas. Como si estuviera en un lugar conocido para él.

Un chico curioso, sin duda. Había conseguido tenerlo rondando tras el todo el día. Quizás volviera a someterle otro día. Y se marchó por el amplio pasillo con cabeza bien alta, exhibiendo con orgullo su preciosa sonrisa.

 

 

FIN

Notas finales: Gracias por leer. Si tienen alguna duda o cualquier cosa solo haganmelo saber. Gracias de nuevo.

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