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Realidad anhelada por ines_kaiba_wheeler

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Notas del fanfic:

Disclaimer: lo de siempre, Prince of Tennis no me pertenece. No me pagan por escribir esto ni es obra de otro autor. Completamente salido de mi imaginación.

Por otro lado, animo a quien le guste esta pareja a difundirla por el fandom. Un leve oneshot sería suficiente, que estoy cansada de tener que recurrir a leer fics en inglés(los pocos que hay) para leer algo de esta pareja que me encanta y que es CANON, al menos tanto como lo puede ser la golden o la strongest.

¡Viva el akutaka!

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Notas del capitulo: Es un prólogo extraño, pero los demás capítulos no serán así de raros. Simplemente escribo esto así para poneros en situación.

Estás solo. Hoy tu madre tiene jornada completa, no la verás en todo el día. ¿Tu padre? Borracho en cualquier esquina. Toca volver a robar para poder comer algo. Es tu día a día, estás acostumbrado.

Una señora agarra fuertemente el bolso cuando pasas por su lado. Te mira desconfiada, por encima del hombro. Todos te desprecian, ¿aún lo notas ahora? Saben qué haces, lo que quieres, lo que buscas en este momento. No te conocen, no saben quien eres pero te temen. Seguramente no dudarían en pegarte para que te alejaras de ellos porque no te consideran su igual.

Encuentras una presa fácil. Un muchacho de tu edad, de espaldas, sentado en un banco. Llevará la cartera en uno de los bolsillos del pantalón, si lo amenazas te la dará. Lo sabes y él también. Tú te irás con dinero que gastar y él seguirá allí, llorando o rezando a Dios por tener todavía el cuerpo intacto.

Pero no. Esta vez no será igual que siempre.

El muchacho levanta la mirada cuando ve tu sombra ante él. Te mira confundido, después sonríe y te saluda. Tu vecino. Mala elección. Te das la vuelta para que no intuya qué intentabas hacer, al menos que la única persona que ve algo bueno en ti no te dé la espalda. Te llama de nuevo. Genial, seguro que te echará en cara lo que harás una vez te vayas. Como hacen todos.

De nuevo equivocado.

Te agarra la mano y deposita algo en ella. Dinero, el suficiente para comer. Se lo vuelvas a dar, con brusquedad. Te giras de nuevo e intentas irte. Oyes tu nombre otra vez pero ni siquiera te das la vuelta. Intentará dártelo de nuevo y no lo aceptarás, pero esta vez golpeándolo. No quieres que eso suceda de nuevo.

Y no sucederá.

Escuchas como suavemente te invita a comer en su casa. No puedes evitar girar levemente tu cabeza para mirarlo de reojo. Su sonrisa es sincera y sus ojos muestran decisión. No hay burla, no hay desprecio, no hay asco. Ese muchacho no es como los demás. Él te conoce, sabe por qué haces lo que haces, por qué buscas lo que buscas. Sabe quién eres y aún así no te teme.

Eres tú el que tiene miedo.

Por eso rechazas la invitación. Por eso caminas de nuevo. Por eso tratas de ignorar los llamados que portan tu nombre. Por tu cobardía. Porque sabes que si te dejas arrastrar te llevarán a un lugar que no conoces, a una calidez que no has sentido. Una vida que todavía no has podido tener. Y eso te asusta. Lo desconocido. Lo que siempre has ansiado tener y no has podido alcanzar.

Una sonrisa, de nuevo, ante ti. La misma de segundos atrás. No te preguntas cómo te ha alcanzado, por la manera en que se agarra el pecho sabes que te ha seguido corriendo. Insiste en que le acompañes. Añade que está solo en casa y que su madre le dejó mucha comida. Te agarra de la mano y tira de ti. Intentas soltarte pero es en vano, esa sonrisa está tumbando tus defensas. Le preguntas por qué. ¿Por qué no puede ser como los demás?

-¿Por qué no me tienes miedo?

Te mira. La inocencia se ve reflejada en sus ojos. Sonríe nuevamente y agarra con más fuerza tu mano. Desvió su mirada al frente y volvió a tirar de ti.

-¿Cómo voy a tener miedo a mi mejor amigo?

Sientes miedo, emoción, alegría, sorpresa. Notas como tu cuerpo tiembla y te detienes porque él también lo ha hecho. Tus ojos escuecen y los cierras fuertemente. No quieres mostrarte débil. No cuando alguien puede verte.

-No hay nadie.

Fue sólo un susurro, pero lo has escuchado. Cubres tu cara con tu mano libre pensando que ojalá todo esto fuera un sueño y que cuando despertaras siguiera siendo ayer. Cuando la primera lágrima se desliza por tus mejillas escuchas la voz de tu salvador otra vez.

-Hoy no será ayer nunca más.

 

...

 

Te sientes solo. En un banco, sin nada que hacer, nadie a quien hablar. Ni siquiera una piedra a tu alrededor para poder patear tranquilamente. Tu madre trabaja, hasta la noche no la vas a ver. Tu padre en el lugar de siempre, encargándose del negocio familiar. Tus amigos están ocupados. Lo único que te queda es sentarte y esperar.

¿A qué? ¿A qué el tiempo pase sin más?

Tu vida es tan asquerosamente aburrida que hasta bostezas de tener que aguantarte. Un simple cambio estaría bien, no es tanto pedir. Miras el cielo, tan azul como siempre, y suspiras. Las nubes se mueven y tú sigues quieto, esperando a que algo sea diferente. Pero sigues en el mismo banco de ayer, con la misma expresión, con esas mismas ganas de bostezar y la misma mirada aburrida.

El parque no cambió nada en las últimas veinticuatro horas. Los pájaros entonan su canción, los niños juegan disfrutando del fin de semana mientras las madres lo vigilan y las hojas se mueven al compás del viento. Suspiras. Todo igual, ni una arena fuera de lugar. Nunca ocurre nada nuevo.

Pero te equivocas.

Una nueva sombra aparece ante tu soporífero aburrimiento. Algo nuevo. Levantas la cabeza hasta localizar el origen. Un muchacho que te mira fijamente y que su cara te suena demasiado. Sonríes al reconocerlo y posteriormente lo saludas. Es tu vecino. Sabes que su situación es muy diferente a la tuya y que posiblemente quisiera acabar con tus reservas de dinero. Observas cómo se gira y se aleja de ti. Te confundió con una víctima accesible y lo sabes. Por eso lo llamas de nuevo.

Lo agarras de la mano y dejas en ella una parte del dinero de tu paga. Sabes que te lo devolverá con un empujón o un puñetazo, pero aún así se lo das. Pero simplemente te vuelve a soltar el dinero en la mano con un movimiento rápido y algo brusco. Inesperado también. Se gira de nuevo y se va. Recuerdas que tu madre te ha hecho la comida, mucha para uno sólo. Lo llamas de nuevo y sueltas la invitación. Te dará un puñetazo para que te calles.

Pero no hoy.

Te mira de reojo y le sonríes. Es lo único que puedes hacer en ese momento mientras esperas su respuesta. Ves como se gira, te da la espalda y vuelve a caminar. Lo llamas, no se detiene. Han vuelto a dejarte de lado, como siempre. Los cambios no están hechos para ti, ¿o quizá sí?

Corres para alcanzarlo, definitivamente no dejarás que se vaya solo y se meta en problemas como siempre. No más problemas para él. Pronto consigues pasarlo y te detienes ante él. Sonríes mientras buscas el aliento para tus pulmones. Le insistes de nuevo. No te gusta comer solo y hay demasiada comida. Una vez las palabras salen de su boca suenan tan egoístas que quieres volver a meterlas dentro, pero lejos de molestarlo lo han sorprendido. Aunque no lo demuestre lo sabes, tu corazón te lo dicta. Agarras su mano al leer en sus ojos el miedo y tiras de él en dirección a tu casa. Se resiste pero no con las suficientes ganas. No con fuerza. Se desmorona.

-¿Por qué no me tienes miedo?

Apenas fue un murmullo, pero consiguió frenarte. Lo miras y le sonríes mientras tiras de él otra vez. Sabes por qué lo haces, sabes por qué confías en él mejor que nadie.

-¿Cómo voy a tener miedo a mi mejor amigo?

Su mano tiembla, sabes que acaba de desmoronarse por completo. Te detienes. Él también. Sigue temblando, sabes lo que va a suceder. Ni siquiera te das la vuelta, eso sólo empeoraría las cosas. Un pequeño susurro sale de tus labios y tiene el efecto que quieres.

-No hay nadie.

Ambos eran parecidos. Querían un cambio, la diferencia es que tú no les tienes miedo y él sí. Por eso has dicho eso. Por eso no te has girado. Por eso le estas dando la oportunidad de ser diferente, aunque sea un poco, esa mañana. No todo tiene que ser igual siempre.

-Hoy no será ayer nunca más.

Notas finales:

En fin en fin, lo que ya había dicho: raro.

Me gustaría algún comentario aunque sea piadoso :)

 

Atte. Inés


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