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Bach por RsMoony

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Bach

Las primeras notas del solo de Bach llegaron a mí. El solo de violín.

Cerré los ojos. Oh, es una hermosa canción. Mi mente empezó a divagar, pensando en la guerra. El periodo de paz había terminado y la segunda guerra comenzó. Y esta canción, inexplicablemente, me hacía recordar las veces que había tenido que luchar por defender Hogwarts. Y recordé, también, a los caídos en guerra.

Recordé a Sirius. A Remus. A... a los Weasley. Recordé todas las cosas dolorosas que me había esforzado por olvidar. Y ahora, al escuchar las suaves notas del violín, volví a recordar.

Tantos recuerdos olvidados. Tantas noches en vela. Y los paseos nocturnos (ese era uno de ellos) que necesité para aclarar mi mente. Para convencerme de que ahora estaba realmente solo. Pero... no quería saberlo. No quería saber que en una noche de tormenta, todo cambió.

Desde ese día, no he vuelto a sonreír.

Las notas se alzaban cada vez más, llegando a la parte central de la melodía. Complicados acordes flotaron alrededor de mí. Acordes que solo un maestro podía lograr. ¿Quién era el músico? ¿A quién pertenecían las bellas manos que sostenían delicadamente el instrumento? Quise saberlo. En ese momento no lo supe, pero desde que las primeras notas llegaron, me enamoré del artista. Alguien con tanto talento tenía que ser, claramente, la más bella persona del planeta.

Caminé lentamente hacia donde provenía la música y de pronto me vi frente a la enorme puerta de roble del Gran Comedor. De ahí provenía el sonido. Empujé suavemente la pesada puerta y entré, silenciosamente.

Ahí, de espaldas, sumido en la obscuridad, estaba el músico. Tocaba sin darse cuenta de mi presencia: parecía sumido en los sonidos que emanaban del instrumento. Y yo, al verlo sin más preocupación que sus notas, olvidé todo. Olvidé la guerra. Solo quería escuchar. Parecía que, para el artista, solo existían las cuerdas. El y su violín.

Estaba seguro, sin saber la razón, de que la pieza pronto terminaría. Me deslicé por entre las mesas y, al terminarse las últimas notas, puse mi mano sobre su hombro y le susurré suavemente:

-Toca una más.

No se sorprendió de verme ahí. Ni siquiera volteó. Solamente puso de nuevo el arco sobre las cuerdas y comenzó a tocar.

Caminé alrededor de el hasta quedar de frente. Y pude ver unos ojos plateados que me devolvían la mirada, medio ocultos por unos mechones de cabello rubio que caían elegantemente sobre sus ojos.

Draco Malfoy.

No hizo gesto alguno. Se limitó a verme fijamente, sin dejar de tocar. Sus dedos se movían ágilmente sobre las cuerdas, arrancando maravillosos sonidos.

Y tuve que aceptarlo: me había enamorado de mi rival. Al verlo ahí, tan... humano, supe que no estaba solo. Sus ojos me decían que no debía de caer y por su música, me daba ánimos para continuar. Las palabras sobraban.

Me decía que no todo estaba perdido y que aún lo tenía a el. Que no pensaba irse y lucharía junto a mí. Que no me dejaría solo.

Me explicó sin palabras su vida, sus sueños y su muerte. Me dijo que me amaba y me pedía disculpas por todo lo que había pasado.

Y yo no pude más que responderle, al terminar la melodía.

-Yo también.

Y fue todo. No hubo más. No necesité decir más. Con esas palabras todo quedó aclarado y empezó una nueva vida. Una vida en la que no dudaba que podía confiar.

Con esas palabras Draco Malfoy dejó de ser mi rival para convertirse en mi amante.

El no habló esa noche. Y ahora sonrío al darme cuenta de lo equivocado que estaba acerca de el. Realmente estaba equivocado. Esa noche supe todos sus secretos. Me contó sus miedos y sus ilusiones. Luchó conmigo en la última batalla y desgraciadamente me fue imposible volver a ver brillar sus ojos plateados. Murió en la última batalla y no pude hacer nada para evitarlo. Pero ahora, tres años después de la caída del Lord Oscuro, recuerdo lo que sucedió esa noche en la que conocí realmente a Draco Malfoy. Recuerdo como sonreía alegremente al verme y su forma de decir lo que no podía explicar.

Recuerdo su violín, que ahora está guardado cuidadosamente en un baúl. Nunca dejó de tocar y justo ahora, en medio de la noche, escucho la melodía con la que me enamoré de el.

El solo de violín sale de los muros, envolviéndome con sus suaves notas. Y lo que es inexplicable: la música sale de la nada. Me parece que puedo aspirar un tenue aroma a almendras y sonrío al darme cuenta de que lo extraño.

Extraño su manera de tocar para mí por las noches, su manera de acurrucarse contra mí.

Oh, lo extraño.

Y pensar que con dos palabras, Draco Malfoy dejó de ser mi rival para convertirse en mi amante.

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