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Noche de Amantes por Kitta

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Notas del fanfic:

¡Mi Primer Fan Fic de Inuyasha! Ya tengo otro en mente (hace rato) pero aún no lo he siquiera empezado a escribir, asi que hasta el año que viene e incluso hasta el otro, no lo esperen xP

 

 Aclaración: Por alguna razón que no entiendo. Hay veces (generalmente después de un punto) que la é no aparece y en cambio se muestran ... 

Así que cuando los vean ya saben que es una e con acento. Aún así, hay veces que los ... son exactamente eso y no una e.

Espero hayan entendido xD

Notas del capitulo: Los personajes de esta serie le pertenecen a Rumiko Takahashi.

La canción es propiedad de Roberto Sánchez Ocampo, conocido más que nada por su alias "Sandro". Este es mi homenaje. Espero les guste, lo hice con el corazón. Y del mismo modo que se los recomendé a los que leyeron el Songfic de Yu Yu Hakusho, les recomiendo a ustedes también que escuchen la canción. Es muy linda.
Noche de Amantes




Sesshoumaru salía furtivamente de la casa de uno de sus amigos. De los escasos amigos que tenía, no había ni uno solo que no se hubiera acostado con él…, desde aquel día. La luna resplandecía orgullosa en lo alto del cielo al saberse superior a ese hombre que tan bajo había caído. Ella permanecía indomable, mientras que él… él ya había entregado su dignidad al diablo. La lujuria lo había superado hacía ya rato y él no se había molestado en seguir combatiéndola ya que sabía que aquella única persona que alguna vez había logrado calmarla por completo, ya no volvería jamás a hacerlo.

Su cuerpo estaba completamente sudado. Ni siquiera se había molestado en tomar un baño. Sólo deseaba llegar a su casa. Por su puesto, luego de una noche de pasión Sesshoumaru huía del lecho. …l nunca se quedaba para ver despertar a su amante, sólo pasaba un rato con él y finalmente se iba, a dormir a su casa. Tranquilo, en paz y solo… sobre todo solo. Su cuerpo aún estaba un poco entumecido, sin embargo no le prestó atención. No iba a permitir que ese insignificante detalle lo detuviera. Nada ni nadie jamás lo detendrían. Sólo una persona lo hubiese podido hacer, pero ella ya no estaba allí para hacerlo.



Noche de amantes perdidos,

noche de viejas memorias

de amores solos y olvidos,

en cada amante una historia




Caminaba hacia su fría y solitaria mansión en donde pasaba las noches luego de calmar su sed de placer. Aquel ser que tanto añoraba desde que lo había abandonado, sonreía feliz desde un recuadro posado en la mesa de luz de Sesshoumaru. Estaba abrasándolo desde detrás de él y por el cuello, como si hubiese acabado de colgarse en su espalda. Sus pelos estaban abarrotados y sus ojos destilaban un brillo resplandeciente. Se notaba fácilmente quien de los dos era el más grande. Sesshoumaru era una persona imponente, y a pesar de provocar terror en varias personas en aquella fotografía parecía inofensivo. …l también exponía una bella sonrisa, aunque más suave que su acompañante pero no por eso menos hermosa. En sus ojos se veía fácilmente la felicidad y en esos momentos, parecía mentira que aquel ser que ahora se mostraba tan decaído haya sido alguna vez feliz.

Sesshoumaru recordó aquella época en la cual era feliz al lado de su gran amor y un nudo le obstruyó la garganta. Le dolía recordarlo sabiendo que jamás iba a volver a estar con él. Que jamás iba a sentir nuevamente su calor, su cuerpo, sus hermosos besos. Nunca iba a volver a ver en persona esos cálidos ojos. Sólo los podía ver en fotografías. Sólo en frías imágenes que nada podía reflejar el calor de aquel hermoso ser. Ese día, en el cual tomaron aquella fotografía parecía muy lejano. Apenas podía recordar en esos momentos todas las cosas que habían hecho. No obstante, recordaba que habían ido a un día de camping en aquella plaza que tan hermosa se veía en ese entonces, aunque quizá esa belleza se la debía reconocer más al hecho de que se encontraba con la persona que más amaba allí.



La calle está desolada

y hay mucho frío en mi almohada,

ya no tengo de tu aliento

el calor que acostumbraba




Sesshoumaru, como todos los días, se dejó caer vencido en la cama. Se martirizaba él solo mirando aquella imagen, pero no podía evitarlo, al menos quería ver aquel bello rostro en figuritas. No obstante, ver ese retrato en el cual recordaba los lindos momentos pasados con aquel a quien pudo amar de verdad, le dolía. Saber que nada de eso volvería a pasar jamás le hacía daño. Deseaba tanto volver el tiempo atrás y cambiar lo sucedido. Deseaba tanto evitar haberse enamorado de él. Si no fuese por su egoísmo de ser feliz quizá las cosas fueran muy diferentes. No estaría con su amor seguramente, pero al menos quizá pudiera ser feliz con otra persona y él también. No estar de amante en amante temiendo una relación para no sufrir nuevamente el tormento que sufrió con aquel ser que de verdad amó. Pese a eso, volver el tiempo atrás era imposible. No podía hacer nada. No podía cambiar nada. Las cosas ya estaban hechas. Y aunque no le gustasen así como estaban, iba a tener que aceptarlas, aunque le doliera en lo más profundo de su corazón. Las lágrimas se abrieron paso sin permiso entre los ojos de Sesshoumaru y éste los cerró para contenerlas pero ya era demasiado tarde. El dolor inundaba todo su corazón y el recuerdo de aquella persona no lo dejaba en paz. “Inuyasha”, era todo lo que repetía mientras se abrazaba con fuerza a la almohada resentido con el destino y llorando sin consuelo y, finalmente, se dejó vencer por el sueño quien lo llevó a un mundo diferente lejos de aquellos dolores.



Mi corazón ya desecho,

mi mano desesperada

buscándote por el lecho

más de ti no queda nada,

más de ti no queda nada




Los recuerdos de los momentos felices volvían a la vida en aquel mundo ajeno a la realidad. …l era un hombre contento en ese universo, junto a la persona que tanto amaba, incluso hasta tenía hijos. Era feliz. Y sobre todo, tenía una vida. Una verdadera vida. No aquella maldita función en la cual tenía que actuar todos los días. Las empresas, los amantes, los negocios. No eran más que una distracción para no recordar todo lo que había perdido cuando lo dejó ir. Aquel calor, aquel amor, aquellos ojos. Esa bella sonrisa que tanto amaba. Esos cálidos abrazos que siempre le otorgaba. Esas palabras que tanto deseaba volver a oír de su boca, jamás las volvería a escuchar, no del modo en que él tan tiernamente se las decía. Su inocencia era un factor fascinante que Sesshoumaru jamás olvidaría.

Inuyasha. Ese hermoso y seductor ser. Sus cabellos blancos y largos eran una marca definitivamente distintiva de su familia y aún así eran maravillosos para Sesshoumaru. Tan solo le llevaba dos años, pero aquel bello y fino rostro le recordaba al de un niño, y le encantaba. Sus hermosos ojos dorados. Sesshoumaru no había visto la calidez de aquellos ojos en los de nadie más, y era de esperarse, el amor que ellos transmitían jamás serían superados por el cariño de nadie. Nadie jamás iba a amarlo como él lo hacía, y Sesshoumaru nunca amaría a nadie como lo había amado a él, porque él era único, porque él lo había sido todo para Sesshoumaru, porque a él le había entregado su corazón y jamás se lo había devuelto.



Noche de noches pasadas,

cuando tu amor yo tenía

si hay una ley sobre amores,

te juro no lo sabía




Sin embargo, no importaba cuanto lo amara. Inuyasha era su hermano, y aquel amor estaba destruyendo la vida de todos. La vida de su padre, de su madre, hasta la de ellos dos. Eso no podía continuar mucho más y era evidente que tarde o temprano acabaría. Aunque Sesshoumaru no esperaba que acabase tan mal. Deseaba al menos volver a ver a su hermano, aunque supiera que no podía ser a su lado. Deseaba verlo feliz, con una esposa, con hijos, con nietos. Pero ya era demasiado tarde para eso. Porque desde aquel día, supo que jamás iba a volver a verlo, sólo en fotografías.

Desde aquel día, el mundo de Sesshoumaru se derrumbó y jamás volvió a erguirse. Al principio supuso que se lo merecía. Que aquello era inevitable. Que era de esperarse que algo por el estilo sucediera por haberse atrevido a desafiar a la naturaleza, al mundo, al destino. Ellos no habían nacido para vivir juntos como pareja, sino como hermanos, y desafiar ese orden merecía un precio. Sin embargo, con el tiempo comenzó a resentirse. Comenzó a cuestionar. ¿Por qué? …l lo amaba, y su hermano lo amaba a él, ¿Era pecado amar? ¿Entonces por qué lo castigaban? ¿No era suficiente, acaso, el dolor que le provocaban sus padres al discutirles a ellos dos una y otra vez por qué no podían ser normales y dale tranquilidad a su familia y sobre todo una descendencia que además de todo le tenían que penar de ese modo? …l no estaba dispuesto a vivir aquella condena. Lo amaba, y aunque ya no pudiese verlo nunca más, nada ni nadie iban a impedir que lo siguiese amando.



Una ley de amores viejos

que destruyó corazones,

para un amor como el mío,

no existen ley ni razones.




Aquel fatal accidente en el cual su tan preciado hermano perdió la vida luego de discutir con Sesshoumaru acerca de que lo mejor era separarse un tiempo para que su familia no sufriese más, le había arrebatado a Sesshoumaru también la suya. La vida de aquel joven empresario, rico y famoso, se volvió un caos luego de aquel día. No había podido asistir al funeral de lo destruido que estaba. Sólo había logrado llegar a su habitación y dejarse caer en la cama para llorar amargamente la muerte de la persona que más amaba. Sus padres no se habían opuesto ya que sabían que aquel estado destruiría la poca reputación que le quedaba a la familia. No obstante, cuando todos volvieron y la tumba de Inuyasha yacía enterrada bajo tierra en el cementerio, Sesshoumaru fue a dejarle sus presentes. Hermosas flores amarillas posaban en la lápida en la cual una inscripción rezaba “Inuyasha Taisho”.

El dolor y la tristeza le obstruían la garganta e impedían que pudiera hablar. Así que simplemente se dedicó a mirar las flores y la lápida. Esperaba que con el color de esas rosas Inuyasha entendiera el mensaje. Se suponía que esas flores tenían significados ocultos e Inuyasha se había esmerado en explicarle lo que cada una quería decir. Sin embargo, en ese momento Sesshoumaru no había prestado mucha atención. Sólo le importaba ver aquel hermoso rostro. Sólo recordó lo que las rosas amarillas significaban, quizá porque Inuyasha en ese momento le había gritado que no lo escuchaba y le había obligado a prestarle atención, o quizá porque su hermano siempre decía que eran las que más le gustaban, la razón por la cual recordaba el significado de esas flores no lo sabía, pero tampoco le importaba. Lo único que le importaba en ese momento era que no iba a volver a verlo nunca más. …l dolor volvió a inundar su cuerpo y nuevas lágrimas salieron de los enrojecidos ojos de Sesshoumaru quien se dejó caer de rodillas sobre la tierra. Aún no podía creer que hacía solamente unos días se había peleado con él. Así era como Inuyasha se había ido. Se había ido por su culpa. …l era quien lo había matado. Si no se hubieran peleado. Si él no se hubiera enamorado de su propio hermano. No quería que terminara así. No quería que su hermano se fuera pensando que él estaba enojado consigo. Debía gritarle, implorarle que lo perdonara, que no lo había dejado de amar, que aún lo quería. Tenía que decirle, aunque se le fuera la voz al hacerlo, que lo amaba. Tenía que decírselo, aunque sus padres lo odiasen para siempre, aunque el mundo se viniese abajo, no podía despedirse de su hermano sin decirle que aún lo amaba, que lo extrañaba, que no quería que se fuera. No así.



Pero ante tanta ignorancia,

Dios justo me ha sentenciado,

habrá una ley sobre amores

porque soy un condenado




Sesshoumaru se encontraba frente a la lápida del cementerio que tenía una inscripción con el nombre de su hermano. Hacía mucho tiempo ya que no la visitaba. Solamente la esquivaba para no tener que sufrir ya que era suficiente con lo que soportaba al recordarlo en su casa como para encima ir al lugar que demostraba que aquello por lo cual sufría era cierto y no una mera ilusión que él se creaba para olvidarse de su querido hermano. Nuevamente, como todas las veces que iba a aquel lugar, Sesshoumaru tenía en sus manos rosas amarillas. La primera vez que había ido se lo había dicho. Le había costado mucho pero finalmente le dijo todo lo que deseaba decirle. Todo cuanto lo amaba. Lo que aquellas flores significaban. Lo mucho que lo extrañaría. Sin embargo, nunca le dijo lo mucho que lo lloraría.

-Te amo. Tú lo sabes, sé que lo sabes. Al menos eso quiero creer. Sabes a la perfección que no estoy enojado contigo. ¿Cómo podría estarlo? Te amo. Es lo único que siento por ti, amor, nada más. Nunca podía odiarte o enojarme contigo, porque te amo. Siempre lo voy a hacer, aunque no pueda, aunque no quieran que lo haga. Sé que no debo hacerlo, sé que está prohibido que te ame. Pero no me importa. Porque al corazón no se le pueden prohibir cosas, y yo voy a amarte para siempre, hasta que algún día podamos volver a vernos. No importa si voy al infierno por cometer este pecado; mi infierno será mi cielo si tú estás en él.



Owari

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