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El beso del Vampiro por hakusan16

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Notas del capitulo:

Ja, ja, ja que bueno que les gustó el capítulo, gracias a todos los que me dejaron su lindo review, se los voy a leer a Hakusan ja, ja.

Feliz cumpleaños Sasu-chan n-nU

Actualizo porque es el cumple de Sasu-chan y también feliz cumpleaños Ariadnee y gracias por dejar tu comentario n_n

Bueno espero que les guste.

 


Capítulo 2 “Violines en la noche”


 


Antes de que empezaran las clases, ya se me habían acercado Gaara y Lee.


 


El día anterior se habían preocupado por que no había respondido sus llamadas. Me di cuenta de que había sido un error rechazarlas. Si no las hubiera rechazado, en este momento no estarían insistiéndome tanto qué me había pasado la noche anterior.


Todos se dieron cuenta de que no estaba de buen humor, así que les expliqué la verdad, que Uchiha me había tirado en la montaña del fin. No debería de a verlo hecho porque en ese preciso instante, empezó la guerra de Gaara, Lee, Sai, Neji y Kiba contra Uchiha. Lo primero que hicieron fue pedirle explicaciones -¡estúpidos!, di que fueran caballeros de la edad media con la misión de defender mi honor- y, el reaccionó con indiferencia y arrogancia. Apenas se dieron empujones en el pasillo, pero luego se batieron en el entrenamiento de esgrima.


 


Gaara conocía muchos trucos que rozaban lo permitido, y Uchiha le mostró muchos más. Su intención de ridiculizarlo delante de todos fue un fracaso, y el entrenador tuvo que separarlos antes de que fueran demasiado lejos. Hinata y yo lo oímos todo desde la clase de gimnasia. Ahora Gaara también se sentía insultado, lo que me hacía más empeorar la situación. Además, Sakura quiso pensar que Uchiha me había dado un plantón de una única noche, y así se lo dijo a todos los que quisieron escuchar y también a los que no.


 


A Uchiha no le importaba nada. Durante las cuatro semanas siguientes salió con un chico de nuestro curso y una chica de otro curso superior, a la que encontraron llorando en los baños después de cortar con ella. Me asusté un poco de mi mismo al ver que no tenía compasión, pero la verdad era que tendría que a verlo pensado antes; Uchiha ya tiene cierta fama. Durante ese día no podía observarlo cuando me lo encontraba, aunque con disimulo. Me fascinaban sus movimientos, suaves y acechantes, y hubiera dado cualquier cosa por verle a los ojos. Si oía su voz por el pasillo, se me flaqueaban las piernas. Una vez, nos encontramos de cara a cara, y le me olvidó respirar, aunque no me di cuenta de que me pasó de largo. Me dedicó una mirada asesina, por así decirlo suavemente, y aún no me explicaba por qué se había enfadado tanto conmigo. Lo que pasó en El fin no podía ser motivo.


 


Las últimas semanas de septiembre, volvió nuestro profesor de literatura inglesa, el señor Ibiki Morino. Había tenido un grave accidente de auto poco después de empezar el curso, había pasado un tiempo el hospital y aún caminaba en muletas. No me había enterado de que había habido un cambio de aula y fui uno de los últimos en llegar. Como no tenía ganas de sentarme cerca de Haruno Sakura, me fui a la penúltima silla. El señor Ibiki  ya estaba en su mesa cuando entró Sasuke murmurando una disculpa. Sólo quedaba un asiento libre en la última fila totalmente vacía…atrás de mí. Se me secó la boca, a él tampoco le pasó desapercibido, apretó la mandíbula y se fue a la última fila. Sakura chismeó con sus amigas y estas rieron. Sin despegar la mirada de la pizarra me puse rojo de la vergüenza.


 


-Me parece que todavía no nos conocemos-dijo el señor Ibiki Morino mirando la lista.


 


-No, todavía no-contestó-; me llamo Uchiha Sasuke y me cambié a Konoha hace apenas dos meses.


 


-Bienvenido, entonces-añadió el profesor-, pero prefiero que se siente al lado de


Naruto, Sasuke, así no me quedaré afónico. No se preocupe no le va a morder.


 


Me di la vuelta, él me miró. No, yo no le mordería, pero, ¿él a mí? Después de un incómodo silencio se sentó a mi lado. La mirada que pude percibir, aunque a través de esas gafas oscuras, me mandaban al infierno como si yo fuera el culpable del acercamiento forzoso.


 


Con los brazos cruzados y sus largas piernas estiradas, Uchiha se puso cómodo. Fijó la vista en el punto detrás del profesor y se quedó inmóvil, como diciendo: <<Sólo estoy aquí porque me obligas, así que, déjame en paz>>. Y no había otra cosa que hiciera yo con más placer que eso.


 


Al principio del curso habíamos empezado a leer El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Probablemente él no lo supiera o no le interesaba o había olvidado su libro en casa, la cuestión fue que cuando le tocó leer un pasaje, le acerqué un poco mi libro. Lo hice con precaución como cuando se le acercaba un filete a un animal salvaje enjaulado. Con fastidio se sentó derecho y se inclinó algo así como un centímetro a mí. Bajo la mesa vi como apretaba los puños fuertemente.


 


Leyó alto y claro. Su voz me daba escalofríos y me costaba estar quieto. Le pasaba las páginas y una vez casi se me olvida, aunque nadie lo notó porque todos le escuchaban absortos. Me di cuenta de que tenía un ligero acento extranjero y de que a medida avanzaba se le acentuaba un poco más. Cuando salió de su asombro, el señor Ibiki le dijo que era suficiente, y Uchiha volvió a su posición de antes, distante y soberbio, aunque me pareció oír relinchar los dientes.


 


Al acabar la clase, el profesor me pidió que nos quedáramos un momento a todos.


 


-Como ya saben, el mes que viene es el de Halloween-dijo entre rumores-. Gracias al padre de Sakura lo celebraremos en el antiguo teatro Mangetsu.


 


Hubo un rumor general, y el señor Ibiki levantó la mano asiéndonos callar.


 


-Ayer le eché un vistazo, está lleno de polvo y hay que sacar muchos trastos viejos antes de empezar a montar la decoración. Hoy, a las tres de la tarde, los del equipo de limpieza tienen que estar en la puerta.-Los que como yo, que pertenecía al equipo, emitieron un murmullo de fastidio.


 


-Sí, ya lo sé-dijo el señor Morino comprensivo-, pero alguna vez tenemos que empezar. Como Kiba se ha roto la muñeca, necesitaremos a un sustituto-dijo mirando a Uchiha y sonriendo-. ¿Qué le parece, Sasuke?-sugirió-. Al fin y al cabo, dicen que fue el responsable del accidente.


 


Uchiha ba a decir algo, apuesto que era un << ¡no!>> rotundo, pero el maestro Ibiki le dio una oportunidad.


 


-Muy bien, entonces solucionado-sentenció asintiendo y mirándolo-. Nos vemos allí a las tres.


 


Oí un suave gruñido a mi lado, sus labios eran una fina línea, estaba seguro de que no vendría, aunque lo amonestaran por ello.


 


Me equivoqué. Vino y Kiba y Gaara que pertenecían al equipo no parecieron alegrarse.


Mangetsu era una pequeña bocacalle de la calle Sharingan (N/A: Perdonen por la poca imaginación -_-U) la avenida principal de Konoha. Los altos edificios de obra vista con escaleras de emergencia y repisa de gres, te transportaban a otra época, como si estuviera decorado de una película de Al Capone o diera un salto a los felices años veinte del siglo pasado. Fue esa época cuando se construyó el teatro. Por lo que me habían dicho, sufrió un incendio y el dueño lo reconstruyó, pero no a tiempo de funcionar de nuevo y el teatro cerró definitivamente. Desde ese entonces había cambiado de dueños, hasta llegar al padre de Sakura. Una escalinata llevaba a la entrada; Uchiha estaba apoyado en una columna, junto con su Blade negra. Saludó brevemente a Hinata, y a mi me miró con dureza y a Gaara y  a Kiba ni  siquiera los miró de reojo, aunque no pudo reprimir una sonrisa media ya arrogante.


 


La antesala, vestida con cortinas de terciopelo negro, apestaba a polvo y carecía de luz. Fuimos entrando poco a poco y un chico de pelo castaño y delgado –uno de las primeras víctimas de Uchiha- estornudó varias veces. El señor Ibiki se adentró a una cortina grande y negra de terciopelo, armado con una linterna desapareció.


De pronto todo se hizo claro, al parecer el señor Morino había encontrado el interruptor.


 


En fila india pasamos por debajo del telón con cuidado de tocar para que no cayera más polvo, o que no se viniera abajo por lo viejo. Uchiha y Hinata eran los últimos. Admiramos el viejo esplendor del Mangetsu: una sala semicircular lleno de sillas alrededor del escenario de la cual colgaban grandes cortinas de color negro y rojo de terciopelo. En el techo le coronaba una cúpula de la que en medio había una gran lámpara de araña de cristales colgantes, de la cual me había preguntado como no se había caído uno de estos días. Las paredes eran decoradas con extrañas pinturas antiguas. El escenario tenía un metro de alto, y los telones estaban recogidos. Todo el esplendor de antaño estaba cubierto por una gruesa capa de polvo. Tardaríamos una eternidad en limpiar todo. Reprimí un suspiro.


 


El señor Ibiki propuso limpiar primero la zona de los espectadores y la antesala.


Mientras unos limpiaban las sillas, otros limpiaban lámparas y telones.


Todo lo que estuviera roto y/o no funcionara lo teníamos que llevar afuera. Por la cara que ponía Ibiki, no contaba con acabar ese mismo día y ni el siguiente, y eso si lo lográbamos acabar a tiempo.


 


Nos dividió en grupos, separando a Gaara y a Kiba de Uchiha ya que había sentido la tensión en ellos. Por lo visto no se dio cuenta de lo mal que me miraba a mí, porque me puso en su grupo de Hinata, Ino y Shikamaru, y nos ordenó que sacáramos todos los trastos del escenario, descolgáramos el telón y le quitáramos el polvo. Uchiha escuchó en silencio con una sonrisa entre compasiva y burlona y ocupó su puesto en la parte del escenario que menos estaba iluminado. Cogí uno de los sacos de basura que tan generosamente repartía el señor Ibiki, y yo por un lado, y Ino por el otro, fuimos recogiendo todo tipo de basura. Hinata y Shikamaru intentaban descolgar el telón mientras que Uchiha limpiaba la parte de atrás y aparecía cargando basura de vez en cuando para meterla en la bolsa de Ino.


 


Hinata y Shika salieron a sacudir el telón, Ino fue a vaciar la bolsa, y yo me quedé solo. Oí un fuerte ruido en la parte de atrás y a Uchiha tosiendo. Parecía que se hubiera desplomado algo. Hubo otro estruendo y yo me acerqué a ver qué pasaba.  Me encontré con Uchiha en un pequeño cuarto trasero envuelto  en una nube de polvo. El suelo estaba cubierto de toda clase de objetos, o por los restos de los objetos que habían estado en lo que había sido la estantería. Lo vi agacharse y recoger algo, todavía tosiendo, y renegando en un idioma incomprensible. Me acerqué y le toqué el hombro. En sus manos tenía un viejo violín y les estaba quitando el polvo.


-¿Estás bien-dattebayo?-pregunté.


 


No sé que pensar que su respuesta sería amable. No se había dado cuenta de que había entrado, y en cuanto me vio, gruñó y puso mala cara. Le vi un corte en la ceja.


 


-Estás sangrando.


 


Acerqué mi mano a su cara para verle mejor la herida, pero me cogió la muñeca y me la apretó con fuerza.


 


-Déjame en paz, Uzumaki.


 


-Pero, tú… ¡Itae!-repliqué, y me empujó contra la pared.


 


Se me acercó con peligrosa lentitud, con el violín todavía en manos.


 


-¿Acaso no te quedó claro en el mirador?-me dijo con agresividad-¡No te quiero cerca!


 


-No hace falta que me lo pidas. ¡Imbécil!-respondí, y lo empujé sin siquiera hacerle retroceder ningún centímetro.


 


>>Ojalá la próxima vez se te caigan las estanterías encima<<


 


Torció la boca como si hubiera leído mi pensamiento y salió del cuarto, lo vi cruzar el escenario. Si pensaba que iba a recoger el caos que había organizado, estaba muy equivocado.


 


Volví por mi saco de basura y cuando iba a agacharme para recoger el trozo de madera, oí un fuerte crujido. Miré hacia arriba y vi que se me venían encima un montón de tablones, pero me quedé paralizado, incapaz de reaccionar. Todo fue muy rápido, pero por instante vi lo que sucedía a mí alrededor en un ángulo de 360°. Algunos miraban a mi dirección sorprendidos. Uchiha caminaba con sigilo por un lado del escenario. Oí una cuerda desbocada en una polea, y oí una voz en mi interior que me gritó a todo pulmón un: << ¡Corre!>>, pero no supe obedecerla y me quedé mirando la oscura imagen que se me venía encima. En el último segundo tiraron de mí y caí al suelo. Un cuerpo encima de mí me cubría de las tablas y trozos de metal que caían a nuestro alrededor. Se oyó otro crujido y el dichoso silbido de la cuerda, y otra parte de la tramoya se abalanzó sobre nosotros. Está vez me asusté demasiado que mi boca quedó un poco entreabierta. Por suerte rodamos por el suelo, porque cayó un andamio justo en el lugar donde estábamos. Cerré los ojos y luego sentí que caíamos. Abrí los ojos y no podía reaccionar, debajo de mí esta Uchiha Sasuke. Sus brazos me apretaban con tanta fuerza que apenas podía respirar. Veía reflejada mi cara de pánico en el cristal oscuro de sus gafas, que estaban apunto de caérsele. Vi sus ojos: eres oscuros como la noche, dos pozos negros y profundos, pero en ellos brillaba de manera extraña, un matiz que cambiaba constantemente de color rojizo. Me miró y el tiempo se paró. Su mano recorrió mi espalda, hasta el cuello y llevó mi cabeza al lado de la suya.


 


-¡¿Están bien?! ¡¿Están heridos?!


 


El tiempo no se atrevía a avanzar, asustado, pero cuando volvió a correr lo hizo tan deprisa, como queriendo recuperar el lapso perdido. El señor Morino corrió tan rápido como le permitían las muletas. Uchiha me soltó, se colocó bien las gafas, y me ayudó a levantarme. Todos se acercaron a ver que pasaba y se creó un gran alboroto. Me fijé del escenario, cubierto de maderas, cuerda y piezas de metal, allí donde habíamos estado hace unos segundos.


 


-¿Seguros que están bien?-preguntó de nuevo el señor Morino.


 


Apenas asentí con la cabeza, y miré a Uchiha quien decía un sí con la cabeza mientras se levantaba con elegancia como si no hubiera pasado nada. El profesor suspiró aliviado. Yo, por mi parte, no podía dejar de repetirme que Uchiha Sasuke me había salvado la vida. Él pareció leerme los pensamientos, porque antes de que pudiera darle las gracias meneó la cabeza.


 


-No te hagas ilusiones, Uzumaki -dijo en voz baja para que no lo oye nadie más-, sólo fuiste mi buena acción del día, nada más. Olvídate de esto lo antes posible.


Pasó de largo y despareció entre los demás. El señor Ibiki Morino lo siguió con la mirada, sorprendido, hizo un gesto de incredulidad y se volvió hacia mí.


 


-¿Seguro estás bien, Naruto?-volvió a preguntar.


 


-Sí-asentí de nuevo.


 


Gaara y Kiba se pusieron cada uno a un lado mío y Hinata detrás, como para sostenerme en el caso que desfalleciera.


 


-Bueno-dijo el profesor mirando el desbarajuste-, hemos acabado por hoy. Antes de continuar, alguien tendrá que verificar que el teatro es seguro. Nos vemos en clase mañana.


 


Todos recogieron sus chaquetas, mochilas entre murmullos y salieron a la calle. Al día siguiente todo el instituto sabría lo que me había pasado, y me moría de la vergüenza sólo de pensarlo. Quizá debería decir que me dolía la cabeza y no salir de casa durante los días siguientes.


 


El señor Ibiki me miró de arriba abajo, y después miró a Gaara, Kiba y Hinata.


 


-Ustedes tres, quédense con él, ¿vale?-dijo dándole un billete de cien yenes a Kiba- vayan a comer algo antes de volver a casa, y dejen que Sasuke lo acompañe si quiere.


 


Él también está algo conmocionado, como Naruto.


 


Los tres asintieron. Gaara y Kiba me tomaron del brazo y salimos del edificio mientras Hinata –muy a pesar de los chicos- iba a buscar a Uchiha. Volví por mi chaqueta y mi mochila, pero aunque quisiera ir solo, ellos no me dejaron, cosa que no me sorprendió.


 


Me llevaron del brazo al café de la vuelta de la esquina, aunque les aseguraba que podía caminar y que me encontraba perfectamente bien. Hinata sólo pidió un café con leche, los chicos tomaron una gaseosa cada uno y yo pedí un batido de chocolate. Apenas participé en la conversación, no podía dejar de pensar que un tipo que no me aguantaba me había salvado la vida y lo peor no era eso, sino que Uchiha estaba al otro lado del escenario cuando se me vino la tramoya encima. ¿Cómo pudo llegar hasta mí, en tan poco tiempo?


 


Miraba mi reflejo en la cristalera de café e intentaba reproducir el momento imaginando la distancia que nos separaba. Por muchas vueltas que le diera no dejaba de parecerme imposible lo que me había sucedido.


 


-¿Vieron dónde estaba cuando se soltaron las tablas-datte’?-dije interrumpiendo su conversación, y me miraron confundidos


 


-¿Quién?-contestó Gaara jugando con la pajita de su gaseosa


 


-Uchiha Sasuke-se miraron absortos y a la ves con gesto pensativo.


 


-No-dijo Gaara frunciendo el ceño-pero, calculo que tenía que estar sobre el escenario.


De repente lo vi a tu lado, se cayeron las cosas, y en un segundo caían del escenario.-los miré, Kiba asintió y Hinata se encogió de hombros- También vi como saltó-continuó-, te agarró y rodaste por el suelo. Pensé que les había caído algo encima. ¿Por qué lo preguntas?


 


Pues porque lo que había hecho Uchiha era algo imposible, pero si se lo decía, pensarían que me había dado un golpe en la cabeza y querrían llevarme a un médico. O peor aún, al hospital.


 


-Por nada-dije con una sonrisa, inseguro-, fue tan rápido que no podía acordarme y pensé que ustedes me lo podrían explicar. No importa-dattebayo.


 


Gaara y Kiba asintieron compresivos y Hinata me acarició el brazo. Consiguieron que me sintiera peor, ya que al fin y al cabo les había mentido. Di un trago a mi batido, que ya no estaba frío y no estaba bueno. No podía quitarme esa idea de la cabeza, sólo quería convencerme de que mis sentimientos me habían engañado. Eche un vistazo a mi reloj, era un poco más tarde de las ocho. ¿Y si el señor Ibiki todavía estuviera en el Mangetsu? Quizá tenía suerte, por lo menos tendría que intentarlo. Me miraron sorprendidos cuando me levanté. Gaara, pensaba que me iba a casa, por lo que se ofreció, pero le rechacé. Tenía otros planes.


 


La oscuridad y el silencio reinaban en Mangetsu. Tampoco se veía que había luz. El señor Ibiki como era de esperar se había marchado y la puerta estaba bien cerrada. Comencé a alumbrar con una linterna que había ido a buscar al coche. De pronto vi la moto negra de Uchiha al lado de la escalera  de entrada. Todavía andaba por ahí ¿Pero dónde? ¿En el Mangetsu? Desde afuera no se veía nada de luz. A lo mejor estaba por ahí cerca. Ichiraku estaba a sólo un par de calles, pero no hubiera dejado la moto ahí sola, ¿no? Esa parte de la cuidad no tenía buena fama, la gente la evitaba, hasta los coches que se escuchaban no pasaba por Sharingan es más sonaban lejanos. La Fireblade estaba en la parte de la entrada más alejada a la calle. Me distancié un poco observando el Mangetsu, estaba todo oscuro y tranquilo, no había nadie. Lo mejor sería que me fuera y preguntarle mañana a Uchiha como le había hecho, o pedirle la llave al señor Ibiki.


 


Cambié de idea cuando ya me estaba adentrando a Sharingan. No podía irme con esa sensación, no podía quitármelo de la cabeza, tenía que saberlo en es momento. Me di la vuelta, decidido y comencé a andar para después toparme con Mangetsu, comencé a alumbrar. Me encontré con un estrecho paso entre el Mangetsu y otro edificio. Me aseguré de que no hubiera nadie. <<Entran a robar el Mangetsu. Sobrino del rico empresario Orochimaru con las manos en la masa>>. Por un titular así mi tío me llevaría a un pueblo mil veces más aburrido que Konoha y dejaría que me pudriera ahí el resto de mi vida. Me metí a un callejón y alumbré los viejos cubos de basura. Detrás de ellos se movió algo y tropecé con unos ojos brillantes. Un gato había salido de su escondite y había desaparecido en la oscuridad. Suspiré y seguí caminando. Detrás del Mangetsu había una escalera de emergencia, pero estaba oxidada que preferí escalar la pared antes de confiar en su resistencia.


 


Justo arriba de la escalera había una ventana entreabierta. Mi corazón latía con fuerza y mis manos estaban frías y húmedas. Ignoré la débil vocecilla que me gritaba en mi interior que me alejara de ahí y que lo dejara para mañana y busqué algo en que subirme para llegar a la ventana. Evitando hacer ruido, coloqué un cubo de basura y me subí en él, abrí la ventana e iluminé el cuarto. Estaba lleno de basura y muebles cubiertos con sábanas. Decidido, entré y un viejo sillón me dio la bienvenida al amortiguar mi caída. Crucé la habitación abriéndome paso entre los muebles y la basura, y me disponía a salir cuando vi un rayo de luz y también algo que se movía. Me quedé inmóvil y dejé también de respirar hasta que había visto que era un espejo sin cubrir; me había asustado de mi mismo. Salí del cuarto echándome en cara mi miedo casi infantil. Eché un vistazo al pasillo. ¿Estaba alucinando o alguien tocaba… el violín? No cabía duda. Aunque estaba lejos, la música sonaba suave, dulce y apasionada. La intensidad fue creciendo y desembocó rabia, amargura y desesperación. Me dieron ganas de salir huyendo, pero la melodía suave volvió. De repente se hizo el silencio. Que yo supiera no habían fantasmas en Mangetsu. Entonces quién tocaba el violín. ¿No sería Uchiha? Sólo de pensarlo me hacía gracia. Volvió a sonar la música y la curiosidad se apoderó en mí. Tenía la linterna, en caso de emergencia sería una estupenda arma improvisada.


 


Poco a poco abrí una puerta y eche un vistazo, estaba a oscuras. Encendí la linterna un momento para orientarme, para poder salir  sin que me vieran en caso de que no fuera Uchiha; la luz podía delatarme.


 


Debía estar en la parte trasera del teatro, seguramente los camerinos. El pasillo estrecho me llevaría hasta el escenario. Encendí y apagué la linterna y seguía avanzando a tientas. Estaba completamente a oscuras, incluso después de doblar la esquina me pareció ver el escenario. En ese momento era demasiado arriesgado encender la linterna, no pasaría desapercibida desde la parte trasera. Cuanto más me acercaba mejor distinguía las siluetas de las sillas. La luz de la luna entraba tímidamente por las ventanas un poco más arriba pegadas casi al techo. La música volvió a silenciarse y me quedé quieto, escuchando el silencio. No se oía nada, ni un paso al escenario, ni una respiración.


 


Seguí avanzando, con cautela. Una mano agarró mi cuello y me empujó contra la pared. Se cayó un cuadro y se rompió en pedazos. Mis pies no tocaban el suelo. Intenté pegar a mi agresor con la linterna, pero me agarró de la muñeca y me estranguló el cuello con más fuerza. En vez de gritar, saqué un jadeo de dolor. Escuché un respingo y mis pies volvieron a tocar el suelo.


 


-¿Tú? Kuso, Uzumaki, ¿cómo puedes estar en todas  partes?-gruñó una voz en la oscuridad demasiado conocida para mí.


 


Tosí y me llevé una mano a mi cuello maltratado.


 


-¿Estás loco? Casi me matas…-jadeaba tratando de buscar el mayor oxígeno posible.


 


-¿Se puede saber que haces aquí?


 


-Eso te pregunto yo-contesté un poco más recuperado, y busqué la linterna por el suelo.


 


No sólo no me ayudo a buscarla, sino que dio varios pasos hacia atrás.


 


-¿Tú qué crees? Esconderme de ti, Uzumaki.


 


-Que gracioso eres-dattebayo-dije sarcástico y con pereza.


 


-Lo que tú digas-dijo alejándose-, pero no quiero volver a verte.


 


Desapareció entre la oscuridad del escenario. Traté de encender la linterna, pero se había estropeado, así que no me quedó más remedio que seguir los pasos a tientas. Vi moverse una sombra.


 


-¿Qué haces aquí?-le pregunté.


 


-A ti qué te importa, Uzumaki. Esfúmate-dijo-, a estas horas los niños buenos como están viendo tele en casa de sus papás, no colándose en edificios abandonados.


 


Sus palabras me hirieron, nunca había visto a mis padres, o al menos eso recordaba, pero eso a él no se lo iba a explicar.


 


-No me he colado-dije.


 


-Ah ¿no?, entonces ¿entraste por la puerta principal? Márchate ¿quieres?


 


-Por lo visto entré por el mismo sitio que tú-dattebayo.-dije mordaz.


 


-Lo dudo mucho-dijo riendo-; lárgate y vete a jugar con tus amiguitos.


 


-No sin que antes me respondas una pregunta.


 


Empezó a tocar el violín, ignorándome. << ¡Estúpido! ¿Cuántos años te condenarían por matar a alguien con una linterna? Eso no sería un problema para mí>>


 


Tomé aire, lo mejor sería que mantuviera la calma.


 


-Tocas bien-dije-. ¿Dónde aprendiste?


 


No respondió, y di unos pasos acercándome. Mi pie chocó contra algo que rodó y cayó rompiéndose en pedazos tras caer del escenario.


 


-¿Cómo puedes tocar a oscuras?


 


-¿Qué tengo que hacer para que me dejes en paz?-dejó de tocar.


 


-¡Dime cómo lo hiciste!


 


-¿Qué?


 


-Cuando todo se me vino encima-dije señalando los escombros-, te vi al otro lado del escenario, estabas muy lejos como para poder ayudarme, pero lo hiciste. ¡Explica cómo-dattebayo!


 


El silencio que se hizo tenía algo de peligroso, no sabía si sólo me miraba o si se había movido. Se puso la piel de gallina y hubiera salido corriendo. Tenía la boca seca cuando Uchiha habló por fin. Me daba la espalda.


 


-Pero por lo demás estás bien, ¿no?-preguntó, enfadado-. Deberías oírte hablar, nunca me habían dicho algo tan estúpido. Si no hubiera estado cerca, serías ahora historia, Uzumaki. Dame las gracias y lárgate.


 


-¡No!-respondí-. Estabas al otro lado, estoy seguro-dattebayo.


 


De nuevo se hizo silencio.


 


-Muy bien, Uzumaki, juguemos-me dijo-, quizá así me dejes en paz. Sí, estaba al otro lado, ¿y qué significa eso? Pues que estás muerto, pero tu alma no lo acepta y por eso tu espíritu vaga por el teatro y no me deja en paz.


 


<< ¡No me importa cuantos años de cárcel, yo lo mato con o sin linterna-dattebayo!>>


 


-Se perfectamente lo que vi-insistí.


 


-¿Y cómo crees entonces que te salvé la vida?-dijo-, porque te la salvé yo, Uzumaki. ¿Por quién me tomas? ¿Superman? ¿Copperfield? Has visto demasiado Expediente X y La dimensión desconocida, que se te está dañando el cerebro y vas a quedar más dobe de lo que eres-rió-, ¡Y ahora largo!


 


Se puso con tanta agresividad que se me olvido el enojo del insulto y pensé mejor en salir corriendo, pero cerré los puños, no iba a dejar que me intimidara, y di un paso hacia él.


 


-Si no me lo dices es porque tienes algo que ocultar.


 


No me hizo caso y siguió tocando. Me exasperaba.


 


-Mírate-dije, acercándome-, sentado aquí en plena noche tocando el violín. Y aunque estamos a oscuras saltaste sobre mí como un felino. Eres raro, pero no se lo diré a nadie.


 


Al no recibir respuesta, agité la linterna con rabia. Se encendió alumbrando a Uchiha.


El violín emitió notas desafinadas, y el levantó lo brazos para cubrirse los ojos. Continué enfocándolo. 


 


-¡Para!-gritó.


 


-¿Qué tipo de freak eres?-pregunté bajando la linterna-. No puedes negar que hacer cosas raras. Siempre con las gafas de sol…


 


Me miró enfurecido, pero no dijo nada. Volvió a colocarse el violín y comenzó a tocar.


¡Desgraciado!


 


-Tendré que preguntarles a tus ex novias y ex novios-dije-, seguramente tengan algo que contarme y también les interese tu extraño comportamiento… como a todo el instituto.


 


¿Estaba yendo lejos? Eso había sonado como chantaje, y aunque adrede, estaba jugando con fuego. Sólo estábamos él y yo, y lo estaba provocando. Pero lejos de hacerme nada, siguió tocando ignorándome. Sentí que me había vuelto loco. En un teatro abandonado en plena noche haciendo todo lo posible para sonsacarle una palabras a un chico que me odiaba. En un intento de salvar lo que me quedaba de dignidad, decidí retirarme.


 


-Como quieras-dattebayo.-dije, y bajé del escenario.


 


-¡Espera, Uzumaki!-me llamó. Dejó de tocar el violín y se acercó a mí-. Escucha ya corren demasiados rumores sobre mí por el dichoso instituto.


Lo miré fijamente, por lo visto su mala fama sí le importaba.


-Sólo quiero que me dejen en paz, te lo pido de la mejor manera que puedo que no extiendan más los rumores.


 


Sonaba a súplica, no podía creerlo.


 


-Explícame cómo lo hiciste-insistí.


 


-Estas empeñado en saberlo, ¿eh?


 


-Sí.


 


-Bueno-dijo-, estoy en forma.


 


Torcí el gesto como si no me lo creyera.


 


-Vale, es una media verdad-admitió-, pero es cierto que oí soltarse una cuerda y supe que iba a caerse algo. No me quedé paralizado como tus amigos y por eso tuve tiempo de llegar hacia ti.


 


- ¿Y cómo supiste que iba a caerse algo?-pregunté desconfiado.


 


-Porque mis padres eran artistas-contestó-, y esas cosas no se me olvidan.


 


-¿Estuviste en el circo?


 


-Algo así.


 


-¿Y por qué no sigues ahí?


 


-Tuve un accidente y no volví a actuar. Prefiero no hablar de ello, Uzumaki, así que no sigas-dijo mirándome-. ¿Has acabado con tu interrogatorio?


 


-Todavía no. ¿Por qué siempre utilizas tus gafas?-le pregunté sabiendo que me pasa de raya, pero la curiosidad me inundó.


 


-Es genético-contesto-, mis ojos no toleran la luz del brillante, aunque por la noche veo mejor. ¿Has acabado?


 


-¡Sólo una más!


 


-¡A ver!-dijo molesto.


 


-Deja de llamar Uzumaki, me llamo Naruto.


 


-Lo sé-titubeó-, Naruto.


 


Escuchar mi nombre dentro de su boca de dio un escalofrío. Nos miramos, y el tiempo volvió a parar como esta tarde… hasta que desvió la mirada.


 


-Pero prefiero decirte dobe.


 


¿Qué?...


 


-Y aunque me digas que te llamas Naruto, no te haré caso-hizo una pausa-, dobe.


 


Apreté los puño enojado, como se atrevía a llamarme por ese insulto, el me las cobraría, pero este no era el momento, debía de calmarme un poco.


Suspiré.


 


Le tendí la mano.


 


-¿Hacemos las paces?


 


Miró mi mano, y se mordió el labio. Disimulé lo mejor que pude mi enfado y mi decepción. ¿En que momento pensé que me chocaría la mano? Sólo había respondido a mis preguntas porque no quería que corriera más rumores de él. Sin embargo, antes de que retirara la mano, me la tomó.


 


-En paces-repitió, aunque retiró la mano fugazmente.


 


Parecía que le daba asco, o algo parecido. Se hizo silencio. Había contestado mis preguntas, no tenía más motivos para quedarme, pero eso era precisamente lo que quería; quedar y seguir hablando con él hasta que amanezca.  


 


-Ya he respondido tus preguntas-dijo como si hubiera leído mis pensamientos-, puedes marcharte, tus padres estarán esperando.


 


Con la barbilla me indicó el pasillo por el que había llegado. Me estaba echando, no cabía duda alguna.


 


-Entonces hasta mañana-dattebayo-me despedí disimulando mi fastidio.


 


Salí por el pasillo alumbrándome con la linterna, observando los cuadros. Cuándo salté por encima de unos cristales rotos perdí el equilibrio. Sin querer golpeé la linterna contra la pared para no caerme y se apagó. Traté de volver a encenderla pero ya no funcionaba más, maldije.


 


Sin previo aviso tenía a Sasuke a mi lado –¿Cómo era tan rápido y silencioso?- aunque sonara absurdo había algo extraño en él.


 


-¿Por dónde has entrado?-dijo.


 


-Por ahí atrás-dije levantando mi brazo-. ¿Por?


 


-Yo te llevo-dijo tirando de mí-, no sea que te rompas la pierna.


 


Tu ve que fiarme de él, porque a la velocidad que me llevó no veía nada. No exageró cuando me dijo que veía bien en la oscuridad, sorteaba obstáculos que yo ni hubiera visto. No sé como hubiera llegado a la salida de no ser por él.


 


-¿Por ahí?-preguntó.


 


Asentí y subió el sillón de la otra vez, y se agarró del marco de la ventana.


 


-¿Adonde vas?-pregunté.


 


-Te acompaño al coche-dijo mirándome.


 


-¿Y eso?


-¿Por qué no?


 


-Pensaba que todavía no tenías que irte.


 


-Tengo cosas que hacer-dijo encogiéndose de hombros-. Me da igual irme ahora o más tarde.


 


Antes de que pudiera decir algo más ya había salido, luego yo me subí a la ventana y bajó los brazos agarrando mi cintura para poder ayudarme, algo que parecía que lo había hecho sin esfuerzo alguno. Cuando estuve afuera, me soltó de forma inesperada que perdí el equilibrio y empujé un cubo de basura. La tapa de metal provocó un gran estrépito. No se encendió ninguna luz; parecía que a nadie le importaba lo que sucedía en la calle, o bien todos los edificios estaban abandonados.


 


Uchiha me miró irritado y colocó la tapa en su lugar, se subió al cubo y ajustó la ventana, aunque no la cerró completa. Devolvimos el cubo de basura a su lugar y, de repente, Uchiha levantó la cabeza, y miró el final del callejón como si pasara algo. Con un rápido movimiento me cubrió entre su pecho y la pared matándome del susto. Intente apartarlo de mí, sin comprender nada, hasta que oí la voz de hombre a unos metros de Sasuke; entonces me aferré fuerte a su camisa. No podía entender qué decía, aunque Sasuke se volteó un poco y comenzó a hablarle en el mismo idioma. A pesar de todo seguía protegiéndome. No quería que me viera, o por lo menos no a la cara, así tampoco quería ver a la suya, por lo que mantenía la cabeza baja.


 


De nuevo intercambiaron palabras, y luego el hombre soltó una carcajada que me puso la piel de gallina. De nuevo hubo silencio. No se apartó de mí hasta que estuvo seguro de que el otro no volviera.


 


-¿Quién era?-pregunté-¿Qué quería?


 


-Preguntó si quería compartir-me aclaró mirando todavía el final del callejón por donde se había ido el hombre.


 


-¿Compartir?


 


-¡Compartir!-dijo, y me quedó claro a que se refería por el tono que había empleado.


 


Me cogió del brazo y nos pusimos a caminar.


 


-¿De qué conocías a ese tipo?-pregunté.


 


-¿Quién te ha dicho que lo conozco?


 


-Hablaste el mismo idioma-dije.


 


-Eso no quiere decir nada.


 


Se asomó por la esquina, miró a ambos lados del Mangetsu, y seguimos caminando, él agarrándome el brazo.


 


-¿Dónde está tu coche?-preguntó.


 


En la entrada del Mangetsu se montó en la moto y me ordenó a que subiera. Arrancó con un rugido y me senté detrás de él. Fuera quien fuera ese tipo, Uchiha me llevaba en moto hasta mi coche, que no estaba tan lejos, debía de ser peligroso. Se me revolvió el estómago.


 


-Vete directamente a casa-dijo una vez que llegamos a mi coche-y no vuelvas aquí nunca, solo por aquí, sobre todo después de anochecer.


 


-¿Quién era ese hombre? No hablarías así si no lo conocieras-dattebayo-dije y mi malestar creció.


 


-Lo he visto por Ichiraku, va a menudo. Tiene mala fama, sobre todo en lo que a adolescentes se refiere, porque no acepta una negativa. Espero a que nunca se cruce en tu camino. Yo si fuera tú no iría a Ichiraku.


 


-¡Hinata trabaja ahí! Como no voy a ir-respondí-. ¿También se lo dijiste a ella?


 


-Hinata sabe cuidarse sola-dijo irritado.


 


-¡Ah! ¿Y yo no?


 


-No, tú no.


 


-¿Y que piensas hacer si no te hago caso?-dije molesto subiendo al coche.


 


-Nada-contestó.


 


-Mejor, porque pienso seguir yendo-dattebayo. Nos vemos en el instituto-dije cerrando la puerta de golpe, y pisé fondo al acelerador.


 


Aunque hubiera evitado que me hubiera hecho algo, ¿quién se creía que era para decirme adónde podía ir y adónde no? ¡Qué arrogante!


 


Iruka y Kakashi me esperaban preocupados. Hinata había llamado y había preguntado por mí, así que se habían enterado de lo que había pasado. Ninguno de los dos me saludó. Kakashi se había quedado en silencio, e Iruka no sabía si regañarme o abrazarme.


 


Escuché el sermón y me fui a la cama.


 


Continuará…


 


 

Notas finales:

^^U

No se que decir jo, jo. Al Narutin la curiosidad mató al gato n-n

Bueeeeeno espero que les haya gustado ja, ja. (Hoy estoy algo necia :3) No olviden dejar su comentarios :D

Les deseo lo mejor y Feliz cumple Sasu-chan y Ariadnee n-n

Nos leemos :D


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