Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Rires et douleurs por Alexandra Black

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Título: Rires et douleurs


Autora: Alexandra Black


Disclaimer: Todos los personajes (menos los de mi invención) son de J.K. Rowling, así que ya saben que yo no gano nada escribiendo, solo lo disfruto.


Advertencia: Mpreg= Embarazo Masculino. (NO creo que en los próximos capítulos haya algo que cause traumas psicológicos, así que no se preocupen, esta todo dentro de lo ‘normal’).




Capitulo 1




Harry estaba sentado en la esquina de su cama en la habitación de Privet Drive. Sus usuales ojos esmeralda brillantes, se encontraban vacíos, dubitativos, agonizantes, tristes…estaba perdido en una confusión mental completamente incoherente. Su cuerpo estaba tenso, rígido, recto al no estar apoyado en el respaldar de su cama. Su cabeza le mandaba señales demasiado confusas y frustrantes, para tratar de evadir lo que sentía; pero sin ningún éxito, ya que después de que tu corazón acepta el sentimiento humano que aflora en todos nosotros, no había vuelta atrás. No la había.

Se sentía tan indefenso y frágil, como una suave hoja de papel, como un delgado cristal dulce, como el alma destapada por el amor.
Tantos años sin comprender…tantos años sin creer…tantos años de desasosiego negando toda existencia de ese amor, que ahora, intentaba salir con todas sus fuerzas, mientras lastimaba lenta y paulatinamente el corazón del joven.

* * *

Me muero por suplicarte, que no te vayas mi vida,
Me muero por escucharte, decir las cosas que nunca digas
Más me callo y te marchas, mantengo la esperanza…


* * *


Le lastimaba el solo pensar que nunca podría demostrar sus sentimientos, le lastimaba el saber que su amor era completa y afirmativamente prohibido, le lastimaba creer que su amor no era correspondido.
Le entristecía saber que esa persona estaba a millones de kilómetros de distancia, y que la única forma de verla era dentro de un agonizante y desesperante mes.

Le dolía tanto el sentimiento que había descubierto hace pocos días, que le ardía hasta lo profundo de su alma. Se sentía simplemente devastado, no podía hacer nada, no podía desparecer ese sentimiento, no podía reemplazarlo por otro, no podía olvidarse de él, no podía dejar de despertar sin él, no podía dormir sin él, no podía vivir sin él. Simplemente…no podía.

Desde el fatídico día en que había descubierto ese sentimiento, no había dejado de soñar con esa persona. No había dejado de soñar con su piel de luna, blanca y tersa, pegada a la suya, sudorosa; esclavizada por los deseos ocultos del corazón. No había dejado de soñar con su perfecto y divino rostro rozando el suyo con cada movimiento que daba. No había dejado de soñar con sus embriagantes labios, que sabían a dulce quemado, completamente delicioso…completamente sublime. No había dejado de soñar con sus cuerpos uniéndose con cada gemido, con cada aproximación, con cada caricia; tratando apasionadamente de volverse un solo y único…ser.

* * *

De ser capaz algún día, de no esconder las heridas que me duelen al pensar
Que te voy queriendo cada día un poco más…
¿Cuánto tiempo vamos a esperar?


* * *

Se maldecía así mismo por no haberse dado cuenta antes, se maldecía por ser tan despistado y tonto que no se había apegado a su corazón para saber que era lo que sentía, se maldecía por amar a quien amaba.

Se levantó de la cama y se aproximó a la ventana de su habitación, para encontrarse con la hermosa Luna que emitía una tenue luz en medio de la oscura noche. Hedwig había salido a cazar hace dos días, así que el hecho de mirar por la ventana esperando que volviera no la traería de vuelta, ya que regresaba en una semana recién.


Fijó su vista en el despejado cielo oscuro, mirando todos los espejos titilantes del éter. Las estrellas se encontraban más brillantes que nunca, al parecer, para darle ánimos para seguir; los cuales lo habían abandonado hace mucho tiempo.
Ya no le quedaban fuerzas para seguir luchando contra el sentimiento, se había dado cuenta que era algo a lo cual no se podía vencer, era un signo marcado con fuego en la piel. Así que lo tuvo que aceptar, y tratar de vivir con él, aunque sabía que le iba resultar demasiado difícil de ocultar, pero tendría que hacerlo… tendría que hacerlo hasta conseguir el valor suficiente para decirle a Ron y Hermione.



* * *

Me muero por abrazarte, y que me abraces tan fuerte,
Me muero por divertirte, y que me beses cuando despierte,
Acomodado en tu pecho, hasta que el sol aparezca…


* * *

Sus amigos…eso era lo que más lo acongojaba. Temía a la reacción de ambos, de que lo desprecien y desconozcan después de su fraude; porque eso era lo que había hecho después de haberse enamorado de alguien prohibido. Había defraudado a sus amigos, o al menos eso pensaba ya que no les había platicado nada del asunto, hasta el momento. Pero sabía que sus amigos lo ignorarían y no le volverían a hablar; lo considerarían una adefesio, y no los culpaba, tenían toda la razón del mundo de odiarlo y repudiarlo, pero no podía hacer nada ya; además, no se arrepentía de amar a esa persona, no se arrepentía de sus sueños, ni de sus deseos ardientes y desenfrenados, ni de sus pensamientos liberales y descontrolados sobre él, no se arrepentía de nada…absolutamente nada.

Un aire frío y sutil, como la seda, bañó su rostro que se encontraba de cara a la ventana abierta, mientras que sus mejillas enrojecían y su nariz se sonrojaba intensamente.
Cerró los ojos para disfrutar de la deliciosa caricia de la naturaleza, imaginando que el se la profanaba, era otra persona. Recordó todos los sueños profundos que había tenido con esas manos frías y suaves, que recorrían todo canto de su cuerpo, reclamando simple y absolutamente todo lo que encontraban a su paso. Recordó como sus ágiles manos jugaban con sus cabellos dorados, haciendo que su amante acelerara las caricias que mancillaban su indefenso cuerpo.
Abrió los ojos y detuvo cortantemente sus pensamientos, miró hacia abajo y divisó un bulto en sus pantalones. Se dirigió corriendo hacia el baño del corredor, mientras que enrojecía al darse cuenta de con quien estaba soñando.
Entró y se dispuso a esperar a que su pequeño incidente se calmara, para después volver a su habitación.
Cuando se tranquilizó, observó si no había moros en la costa, ya que si tío Vernon lo encontraba fuera de la cama a las 4 de la mañana, nunca más volvería a comer en su vida. Al ver que nadie se avecinaba, se encaminó hacia su dormitorio y cerró la puerta.
Se recostó en su cama, sin ni siquiera cambiarse de ropa y sin quitarse los lentes, cayó profundamente dormido por el desvelo.

Estaba en un dormitorio enorme y circular, pintado con colores plateados y verdes suaves. Su cuerpo estaba recostado en la enorme cama que había en medio de la habitación, completamente desnudo. Intento moverse para cubrirse con las blancas sábanas, pero al tratar de mover su brazo derecho, sintió una cabeza recostada encima. Miró hacia su brazo y se admiró al ver a un sudado y exhausto joven, de hermosos cabellos platinados apoyado sobre su brazo. Tenía una de sus frías y suaves manos sobre el pecho del Gryffindor, y la otra, en sus glúteos. Harry enrojeció al sentir esa anhelada mano en esa parte de su cuerpo, haciendo que una descarga eléctrica le recorriera todo el organismo. Jugueteó con los cabellos plateados del Slytherin, admirando en toda su plenitud, ese perfecto cuerpo que residía entre sus brazos. Se fue acercando cada vez más hacia su boca de sal, tratando de alcanzar ese deseado beso...cuando algo molestamente ruidoso lo hizo desistir en su intento.

* * *

Me voy perdiendo en tu aroma, me voy perdiendo en tus labios que se acercan
Susurrando palabras que llegan a este pobre corazón…
Voy sintiendo el fuego en mi interior.


* * *

Despertó sobresaltado al escuchar el insistente picoteo de Hedwig en el vidrio. Se levantó, todavía aturdido por el reciente sueño, y abrió la ventana.
La blanquecina lechuza entró indignada por la espera y mordió a Harry, molesta.

-Lo siento, pero estaba dormido, además, como esperabas que este despierto a las 6 de la mañana – le dijo, mientras acariciaba sus alas. La bella lechuza blanca, le picoteó amistosamente, para después, dirigirse a su jaula.

Harry volvió su vista hacia su cama, donde había una docena de cartas; observó extrañado los sobres, ya que en ese tiempo de las vacaciones, no recibía más que cartas de Ron y Hermione (las cuales habían llegado la semana anterior) y nadie más de su conocimiento le mandaría cartas mas que sus amigos.

Se sentó en el viejo colchón y este hizo un fuerte ruido, pero no le importó, y se dispuso a abrir la primera carta que estuviera a su alcance.
Tenía un sello muy extraño, entre verde, plateado, rojo y dorado (una mezcla de mi invento ^_^), no tenía remitente. Solo su nombre y la ubicación exacta en la cual se encontraba en ese momento. Desprendió curiosamente el sobre, cuidando de no rasgar el papel en su interior.

Se quedó anonadado, en el pedazo de pergamino viejo en donde lógicamente tendría que haber algo escrito se encontraban varias manchas de sangre fresca (se dio cuenta porque todavía manchaba su dedo cuando las tocó). No pudo evitar pensar en una vil broma de algún estúpido mago que le encantaba hacer esa clase de cosas retorcidas (el Sr. Weasley le había comentado algo al respecto), pero algo le decía que eso era completamente serio y que tenía que averiguar de donde venía la carta. Un rápido pensamiento le rozó la mente, y empezó a desgarrar todos los sobres que estaban sobre su cama. Después de desesperados movimientos todos los antiguos pergaminos cayeron al piso dejando ver diferentes formas y tamaños de manchas, igual hechas con sangre.

* * *

Me muero por conocerte, saber que es lo que piensas, abrir todas tus puertas,
Y vencer esas tormentas que nos quieran abatir,
Centrar en tus ojos mi mirada, cantar contigo al alba…


* * *
Su respiración era agitada por el desenfreno con el cual había desgarrado las cartas. Se desplomó sobre su cama e intentó calmarse.
¿Quién le habría mandado todo ese enigma? Porque eso era todo. Un enigma. Alguien había mandado todo eso por alguna razón y quería que él descubriese el porque. Intentó forzar su mente para pensar en algún sospechoso, pero nada de lo recordaba lo llevaba a la respuesta. Saltó de su cama y empezó a caminar en círculos por todo su cuarto.
¿Qué significaba eso? Era completamente incoherente que alguien lo hubiera hecho solo por fastidiarlo, ya que era sangre humana, la reconocía bien, nadie se tomaría la molestia de sacar sangre de sí mismo o de otro para jugarle solo una estúpida broma. No. Algo estaba detrás de todo eso, alguien quería que descubriera algo importante o algún hechizo, conjuro, maldición, cualquier cosa. Ya había leído sobre eso en los libros de Defensa Contra las Artes Oscuras, que la sangre humana representada como algo simbólico; era signo de maldiciones mortales o hechizos complicados, que solo el descubridor de cualquiera de las dos cosas podría acabar con la agonía de esa persona, la cual estaba siendo lastimaba lentamente.

Alguien quería que él descubriese alguna clase de hechizo o maldición para así poder salvarse. ¿Pero quien sería el desdichado ser que recurría a él para hacerlo? Pensó en Ron o cualquiera de los Weasley’s o hasta Hermione, pero descartó la posibilidad. Si fuera alguno de ellos reconocería su sangre, ya que Dumbledore había realizado un hechizo en él para reconocer la sangre de sus seres queridos, para que en cualquier situación necesaria o no, pudiera identificar el líquido.

Tenía que averiguar que era lo que ocurría con el individuo que le había pedido su ayuda inexplicablemente, pero primero tenía que encontrar a la persona.

-HARRY POTTER, BAJA A DESAYUNAR AHORA, O NO HABRÁ NADA PARA TI, MOCOSO. APRESURATE.

Harry identificó la gruesa y ruda voz de tío Vernon desde las escaleras, gritándole. Así que, para no tener que quedarse sin desayuno una semana, bajó a la cocina lo más rápido que pudo, todavía pensando en lo ocurrido en su habitación.

* * *

Besarnos hasta desgastarnos nuestros labios
Y ver en tu rostro cada día, crecer esa semilla, crear, soñar,
Dejar todo surgir, aparcando el miedo a sufrir.


* * *

Bajó lentamente por las escaleras y entró a la cocina. Ninguno de los habitantes de Privet Drive le dirigió la mirada ni un ‘buenos días’, pero no se inmutó, estaba demasiado acostumbrado a ese trato, que no le ofendía en lo absoluto.
Se sentó entre tío Vernon y el obeso de su primo ‘Dudley’. Miró su plato y escuchó como sus tripas rugían de enojo e indignación ante tal arrebato. Enfrente de él, el plato se encontraba lleno del mismo melón que había estado comiendo toda la vacación, por la dieta de Dudley. Pensó que ese día sería diferente, pero no. Pero hay que aceptar que existen los milagros.

Tomó su tenedor y empezó a comer la fruta pausadamente, observando las monótonas vidas de sus familiares. Tío Vernon, como siempre, leyendo el periódico, intentando informarse sobre más asesinos en serie y cosas espeluznantes según él, sobre la barbaridad de la juventud hoy en día. Tía Petunia, pegada al vidrio de la cocina para espiar matutinalmente a sus vecinos, su largo cuello de caballo, prolongado hasta más no poder, para husmear en la vida de los demás. Y su detestable primo Dudley, que se encontraba completamente hipnotizado por la televisión del comedor, con la boca abierta y el melón resbalándosele del tenedor, sin que el muy idiota se diese cuenta.
Sus familiares, a los cuales estaba estudiando esos momentos, no tenían ni la menor idea sobre todo lo que pasaba verdaderamente a su alrededor, ni sentían toda la desdicha que Harry sentía. No sabían sobre Lord Voldemort, ni de los mortífagos, ni sobre su vida. No imaginaban siquiera que su sobrino, estaba perdidamente enamorado de alguien inadmisible, no imaginaban que pudiera amar a alguien. Estaban demasiado ocupados en cosas innecesarias y materiales, que no se daban cuanta de lo que verdaderamente necesitaban en la vida. Pero era su problema, no el de él.

Un ruido extremadamente fuerte lo sacó de sus pensamientos, haciendo saltar de su silla a tío Vernon. Tía Petunia se dirigió a la puerta de entrada de donde había manifestado en sonido y lanzó un grito desesperado.
Harry corrió hacia la puerta, y se quedó boquiabierto cuando vio a dos cabezas pelirrojas sostenidas en la nada, mientras detrás de ellos el Sr. Weasley y Ron intentaban atrapar a los cuerpos de los gemelos, que estaban corriendo por toda la estancia. El Sr. Weasley atrapó a uno, mientras Ron se lanzaba hacia otro, y juntos pegaban los cuerpos a sus respectivas cabezas.

-Hola Harry, ¿Cómo estas? – el Sr. Weasley se le acercó, todavía jadeando por el esfuerzo empleado, tomándole la mano.
-Bien, Sr. Weasley – respondió sorprendido.
-Hola Harry – saludaron Ron, Fred y George, al unísono.
-Hola chicos, ¿Qué pasó? – preguntó intrigado.
-Al parecer, estos cabezas huecas no se acordaron de que no tenían práctica para aparecerse en el mundo muggle, y el cambio de tiempo hizo que sus cuerpos se quedaran en el mundo mágico, llegando un segundo después, y solo sus cabezas llegaron al momento, causando todo este desastre – explicó Ron, mirando con desaprobación a sus hermanos.
-Oye, no nos hagas quedar como idiotas – regañó Fred.
-Como sino lo fueran – susurró Ron.
-Deja de tus ridiculeces, Ron, solo queríamos ver como nos iba en nuestro viaje mundial- bromeó George.
-De veras, que no tienen remedio ustedes dos – sonrió Harry.
-Siempre Weasley – dijeron solemnemente los gemelos.
-Ahm, ahm – Harry volcó, observando divertido a tía Petunia escondida detrás de tío Vernon, y a Dudley pegado a la televisión, sin ni siquiera darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor.
-¿Quiénes son estas personas, Potter? – tío Vernon, intentó que su tono de voz no fuera tan débil.
-Vinieron hace dos años, tío Vernon, el Sr. Weasley, Ron, Fred y George, sus hijos y mis amigos – explicó Harry.
-¿Y que quieren? – tía Petunia.
-Vinimos a pedirles permiso para que Harry pase lo que queda de las vacaciones en nuestra casa – exclamó el Sr. Weasley amablemente.
-¿Irse? ¿Por todo un mes? ¡Que están esperando, llévenselo! – dijo emocionado tío Vernon.
-¿De veras? – preguntó el Sr. Weasley.
-Claro, pero apúrense tenemos que salir – dijo tía Petunia, muy poco convincente.
-Iré a traer mi baúl – dijo Harry – Ron, ven conmigo.

Harry y Ron se dirigieron por las escaleras hasta la habitación del primero, para sacar su baúl. Entraron y empezaron a meter desesperadamente todo lo que encontraban a su paso. Ropa, libros, pergaminos, plumas, frascos de tinta. Al terminar, bajaron silenciosamente, y se dirigieron a la puerta que estaba abierta.

-Bien, que pasen un buen año – deseo de mala gana Harry.
-Tú también, Potter – dijo tía Petunia, con su típica mirada de asco.

Salieron de la casa seguidos por el Sr. Weasley y los gemelos.

-¿Cómo llegaremos a La Madriguera, Sr. Weasley? – preguntó Harry, curioso.
-Por polvos Flu, Harry.
-Pero…
-Usaremos la chimenea de la antigua casa de Arabella Figg – respondió el Sr. Weasley.
-¿Ya no vive ahí? – preguntó Ron.
- Ya no, se mudó después del ataque de los dementores el año anterior – informó Harry.
-ô_ô no lo sabía.
-Tú nunca sabes nada, hermanito – bromeó Fred.
-…Cállate.
-¿Y como has pasado la parte del verano, Harry?- preguntó interesado el Sr. Weasley.
-Bien, Sr. Weasley, como todos los veranos – respondió.
-Ya no tendrás a esos muggles para molestarte Harry, anímate – le dijo George.
-Lo intentaré – dijo inaudiblemente.

Como le hubiera encantado poder reír con Ron y los gemelos en esos momentos, olvidarse de sus agresiones por parte de los Dursley, por parte de su mente…por parte de su corazón.
Pero era imposible, una fuerza lo incitaba a seguir recordando su estupidez, su dolor, su amor. Algo dentro de sí, lo perseguía, obligándolo a sentirse culpable de amar a quien amaba. Algo le decía que era un vil traidor por el hecho de haberse enamorado de Draco Malfoy.

* * *

Me muero por explicarte, lo que pasa por mi mente,
Me muero por intrigarte, y seguir siendo capaz de sorprenderte,
Sentir cada día ese flechazo al verte…


* * *

Intentó alejar sus pensamientos de Draco, pero su alma le ordenaba más dosis del recuerdo lejano del Slytherin. Le pedía que lo observara entre sus memorias, entre sus recuerdos, entre sus risas, entre sus dolores.

Recordó el día en que descubrió que amaba a Malfoy. Había estado caminando un miércoles por la tarde por los pasillos en dirección a la biblioteca cuando se chocó con alguien en una bifurcación.

-Ten cuidado por donde andas, Potter.
Harry levantó la vista para fijar sus ojos en la figura sentada en el suelo contra la cual había chocado.
-No te atravieses por mi camino, Malfoy.
Draco se levantó y de mala gana ofreció una mano a Harry para su sorpresa.
Cuando tomó su mano sintió que todo su cuerpo se quemaba y que el maldito olor de Draco se impregnaba en todos sus sentidos.
-No te acostumbres a la ayuda, Potter, agradece que no hay nadie cerca o sino hubieras muerto- advirtió Draco, con un brillo extraño en los ojos mientras le dirigía una última mirada a Harry. Y el otro podía haber jurado que le había guiñado el ojo.
Harry se quedó atónito, observando como Malfoy se dirigía hacia las mazmorras por los siguientes pasillos. Por fin se había dado cuenta de la razón de su insomnio los pasados dos meses.


Llegaron a la vieja casa de la señora Figg. Entraron a por la puerta principal, encontrándose con el asqueroso olor a cebolla y gatos que trasminaba toda la vivienda.
Se dirigieron a la sala, para encontrarse con la chimenea descuidada.

-Bien, tú primero George – el Sr. Weasley sacó un puñado de polvos Flu de su bolsillo, para entregarle un poco a su hijo.

George cogió un poco del polvo y desapareció por la chimenea exclamando ‘La Madriguera’.
Después fue Fred, que quiso desviarse al Callejón Diagon pero su padre lo detuvo a tiempo.
Entonces le tocó el turno a Harry.

-Vamos Harry, te acuerdas del procedimiento ¿verdad?
-Si, Sr. Weasley.
Tomó un poco de polvos Flu de la mano del Sr. Weasley entró por a la chimenea y exclamó ‘La Madriguera’.

Un fuerte vacío le inundó el estomago haciendo que sintiera que estuviera cayendo en la nada. Cerró los ojos y pegó sus hombros a su cuerpo para no sufrir daños.
Cayó pesadamente fuera de la chimenea encontrándose con la sonriente Sra. Weasley.

-Harry, querido, que bueno que pudiste venir, ¿quieres desayunar?
-Me da gusto verla también, Sra. Weasley, y si quisiera desayunar.

Al levantarse alguien cayó a sus espaldas y vio como Ron ingresaba a la sala cubierto de hollín, junto con el Sr. Weasley.

-Arthur, ¿que pasó en casa de los tíos de Harry?- la Sra. Weasley miraba con desaprobación a su esposo, que intentaba escapar de su mirada.
-Nada, Molly, los chicos solo tuvieron un contra tiempo – intentó calmar el Sr. Weasley.
-CONTRA TIEMPO, APARECER EN EL MUNDO MUGGLE Y PUDIENDO RESULTAR GRAVEMENTE HERIDO, NO ES UN CONRA TIEMPO, ARTHUR, ES LA FALTA DE CONCIENCIA DE TUS HIJOS- la Sra. Weasley estaba histérica.
-Lo siento, Molly, no volverá a pasar.
-Mas de te vale que no vuelva a pasar, Arthur Weasley, y en cuanto a ustedes – dijo, volviéndose hacia los gemelos que estaban sentados en la cocina- no se aparecerán en dos meses.

Se dirigió hacia la cocina donde estaba preparando salchichas y tocinos para poner junto con el pan tostado que estaba en la mesa.

-Creo que necesita unas vacaciones, ha estado así de irritante todo el verano – exclamó George.
-Es porque ustedes la desquician, idiotas – dijo Ron.
-Ronnie, es nuestra naturaleza, ya se debería haber acostumbrado- replicó Fred.
-Ignóralos, están muy orgullosos últimamente – susurró Ron, a Harry.

Harry observaba a la familia Weasley con melancolía. Cuanto hubiera dado él por tener una familia como esa en ese momento. Pero por alguna razón pasaban las cosas, y era solo cuestión de tiempo para descubrir el porque.

-Hola Harry.

El aludido volvió su cabeza para observar a Ginny Weasley parada enfrente de él con una amplia sonrisa.

-Hola Ginny.

Ella y Harry se habían convertido en muy buenos amigos, después del pasado curso, ahora eran como dos hermanos.

* * *

¿Qué mas dará lo digan? ¿Qué más dará lo que piensen?
Si estoy loca es cosa mía. Y ahora vuelvo a mirar,
El mundo a mi favor, vuelvo a ver brillar la luz del sol.


* * *

Los días en ‘La Madriguera’ pasaron demasiado rápido para el gusto de Harry.
Hermione había llegado una semana después de él, reanudando así, la pelea campal de todos los días entre ella y Ron.

No entendía porque esos dos peleaban tanto. Era completamente ilógico, pero así es el amor, te hace hacer cosas estúpidas. Porque él sabía que Ron estaba perdidamente enamorado de Hermione desde cuarto o tal vez desde antes; pero el punto era que nunca lo aceptarían, al menos no Hermione.
Porque Ron le había dicho a él personalmente, que amaba a la chica.

-¿Harry, puedo hablar contigo?- Ron había entrado en el dormitorio de los chicos tan silenciosamente que Harry ni siquiera lo había escuchado.
-Claro, Ron – exclamó Harry - ¿Qué te pasa? – el color del rostro de Ron no le gustaba para nada esos días. Estaba muy pálido y susurraba para el solo cuando caminaban por los pasillos a las clases.
-Mira, tengo un pequeño problema y necesito tu ayuda- fue lo que le respondió.
-Tú sabes que cuentas conmigo, dime.
-Bien…la cosa es…yo…estoy enamorado de Hermione-cerró los ojos al decir esto para no ver la cara de burla de Harry y sus carcajadas, pero nunca llegaron.
Abriendo los ojos, se asombró de ver a un Harry que lo observaba con una amplia sonrisa.
-¿Y de que te ríes? Es un problema muy grande, no es un payaso del cual necesitas reírte, Harry.
-Ron…ese no es…un problema- jadeó Harry, tratando de aguantar las inmensas ganas de reírse.
-CLARO QUE LO ES, YO NO PUEDO ENAMORARME DE HERMIONE, HARRY, NO PUEDO, SERÍA MEJOR MORIR DOLOROSAMENTE EN LAS MANOS DE TU-SABES-QUIEN, QUE CONFESARLE MIS SENTIMIENTOS - el pelirrojo se había exasperado mucho, cayendo así sobre la cama de Harry.
-No puedo…es imposible –murmuró con la voz compungida.
-¿Por qué es imposible, Ron? No tiene nada de malo.
-Ella nunca me vera mas que un amigo o el estúpido pelirrojo que tiene por compañero, Harry, tu lo sabes. Es la realidad.
Harry se prometió que nunca olvidaría la cara de contraído dolor que mostraba Ron en ese momento.


Lo recordaba como su hubiera sucedido ayer. Y en alguna parte Ron tenía razón. Porque Hermione nunca le diría él lo que sentía. Era demasiado orgullosa. Y Ron lo sabía.
“Se parecen tanto, pero a la vez son tan diferentes” pensó Harry, dando un abatido suspiro.

Se levantó del césped en donde se encontraba sentado, y se encaminó hasta la entrada de la cocina de La Madriguera.

-Toma, Harry, acaba de llevar – la Sra. Weasley le entregó un sobre, que al principio casi lo tira a la basura por la impresión, pero al ver el sello de Hogwarts lo abrió con alivio.

Como era usual, ahí venía el aviso de su partida al colegio el 1 de septiembre en el andén 9 ¾, y su lista de libros del sexto año.

-Mañana iremos al Callejón Diagon para comprar lo necesario- exclamó la Sra. Weasley, que acomodaba la mesa para la cena con la ayuda de Hermione y Ginny.

Harry sonrió al ver que Ron sacaba de su bolsillo unos cuantos galeones que esparció sobre la mesa, y empezó a contarlos. Gritándole que no era de su incumbencia lo que hacia con ‘su’ dinero, los gemelos se alejaron antes de que su hermanito los matase allí mismo.

Harry tuvo el pequeño presentimiento de que mañana iba a ser un día lleno de sorpresas y ajetreos.
Pero no sabía que sus pensamientos estaban muy bien acertados.





Notas de la autora:


Hola a todos, este mi primer fan fiction slash (la verdad es mi primer ff en cualquier sentido).
Espero que lo disfruten y que les guste la historia. Si pueden dejen mensajes, pero si no quieren, no hay problema. Estoy lista para abucheos y críticas, así que dejen su opinión.
Mas adelante les iré diciendo cada cuanto voy a actualizar. Les prometo que en los siguientes capítulos se pondrá más interesante.

Con cariño
Alex…


Canción: Sin miedo a nada.

Interprete: Alex Ubago y Amaia Montero.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).