En el Parque
Sasuke Uchiha creía tener más de lo cualquier ser humano podía desear; es decir era él. Si ser Sasuke Uchiha no bastaba -humildad se vende por separado-, entonces tan sólo tenía que echar en cara su maravilloso físico, su prodigiosa inteligencia, el que era jodidamente perfecto en básicamente todo lo que requiriese habilidades manuales, corrección, en llanamente todo. Su familia tampoco estaba tan mal, quizás su padre llegaba a ser un tanto estricto y huraño y su madre se desubicaba en muchas cosas -omitamos a su hermano mayor, ese si era un tema que no quería tocar-; pero al final siempre lo apoyaban y lo alentaban a dar lo mejor de sí, o destruir a la competencia que era básicamente lo mismo.
Sasuke además contaba con el molesto título, de ser el rompecorazones por excelencia de su instituto; soñado por toda chica que rondara entre los doce a veinticinco años. Vaya suerte para el gatito de diecisiete primaveras.
Pero no todo era rosa pastelón, en la negramente orgullosa existencia de nuestro niño de rebelde cabellera color carbón.
Existía aquel al que consideraba sencillamente su némesis; un tío tan insoportable -entre su hiperactividad que rallaba la demencia y la ingenuidad con tintes de estupidez- que su sola presencia era capaz de arruinarle el día más jubiloso. Naruto Uzumaki y todo su resplandeciente encanto cegador, se podían ir muy a la mierda por si por él fuese. Odiaba a ese rubio bobalicón con aires de héroe.
De cualquier forma el sentimiento era mutuo, quizás ninguno de los dos sabría jamás a que se debía el desprecio por el contrario. Y tampoco era algo que les importara demasiado. Pero como buen Uchiha, para Sasuke era bien recibida, cualquier oportunidad para fastidiar la existencia del de las gemas añiles.
Ese sábado al salir rumbo a su curso de caligrafía*, su sorpresa no pudo ser mayor -al igual que la desbordante dicha futura- al encontrar tirado como un perezoso perro callejero, al Uzumaki que más detestaba.
Eso de los atajos por el parque parecía ser buena opción. Escucharía más seguido a Mikoto de ahora en adelante.
Ahí bajo un frondoso árbol, entre una suave cama de césped, estaba Naruto durmiendo a pierna suelta, siendo cobijado por los cálidos rayos que anunciaban el verano. Y parecía que el rubito acababa de entrar al sueño profundo; los sonidos de rana que emitía lo comprobaban.
Era la oportunidad perfecta de venganza.
Aun le quedaban recuerditos de cómo unas semanas atrás, ese güero andrajoso de los mil demonios se le había tirado encima, en tal acto kamikaze, que por poco sale a la perfección. Vaya que las futuras consecuencias le trajeron más de un problema físico. Pero por lo que más lo detestaba, era por la humillación que pasó a manos de Itachi, esa comadreja aún hoy se burlaba de la foto tomada por el idiota de Sasori.
Sacó un marcador permanente de su morral, dispuesto a dejar al blondo como el bufón que en realidad era; sabía que la casa del zorro estaba alejada lo suficiente para tener un buen recorrido lleno de humillación y vergüenza -la información iba de parte de Itachi, no es que a él le importase la vida de Naruto, que quede claro-, y considerando que al parecer podía ocurrir el terremoto del siglo e incluso así nada despertaría al del de los ojos claros, se daría el lujo de poner todo el detalle digno de una rebuscada obra barroca.
Acercó el plumín lentamente a la cara de su enemigo, sigiloso cual felino al acecho, inclinando de forma involuntaria su cuerpo en el transcurso. Estaba a punto de rozar la punta del instrumento en la bronceada cara del contrario cuando…
— ¿Qué haces nii-san*? —la vocecilla aguda petrificó su cuerpo al instante. Aterrorizado ante la idea de que alguien lo hubiese descubierto cometiendo una broma tal infantil e indigna para un Uchiha. Volteó la cara lentamente encontrándose con unos ojos tan blancos como perlas, colocados suavemente sobre un rostro de porcelana, que enmarcaba una larga y sedosa cabellera marrón. Una niña que no superaba los once años, lo miraba intrigada.
— Sabes, estoy ocupado, así que retírate —el chascarrillo aún no estaba perdido, era tan sencillo como deshacerse de la mocosa y seguir con lo suyo, para luego burlarse del idiota durmiente -el que aparentemente seguía sin percibir nada del mundo exterior-. A la pequeña le fue indiferente la petición, ya que seguía ahí viendo fijamente al Uchiha, inclusive se había ladeado levemente para tener mejor panorama de los jóvenes.
— ¿Vas a besarlo? —preguntó ansiosa, con un matiz que le causó indignación inmediata al albino muchacho ¿De qué demonios hablaba esa chiquilla tarada?
Fue en el instante, en que se decidió echar él mismo a la niña, para que dejara de atosigarlo, que se percató del estado en el que se encontraba con Naruto. El rubio con las manos a cada lado de su cara y las piernas ligeramente abiertas, entre las cuales se posicionaba la rodilla derecha del Uchiha, el que parecía que lo iba a asaltar a la mínima oportunidad. Seguramente desde la perspectiva de la infante, Sasuke estaba a punto de darle un buen morreo al rubio. Casi vomita ante tal -extremadamente desagradable- imagen mental.
Iba a aclararle ciertos aspectos a la de cabello castaño, cuando en un súbito e impredecible movimiento Naruto cambió de posición, sujetando el único brazo que Sasuke utilizaba de soporte, apresándolo como si se tratase de una almohada y llevándose con él, todo el equilibrio que el moreno poseía.
Lo siguiente fue bastante predecible. Sasuke cayó sobre Naruto, el rubio despertó ante tal agresión contra su humanidad, se dieron cuenta de la indecorosa posición en la que estaban, con sus caras tan cerca que más de uno pensaría que a esos chicos les gustaba liarse en parque públicos. El rubio gritó, maldijo y golpeó -en ese orden-, todo lo que representara genes Uchiha que estuviese a menos de diez centímetros de él. Sasuke se defendió tan bien como pudo, excusándose con el patético cuento de que él caminaba tan tranquilo cuando el Uzumaki había sostenido su pierna haciéndolo tropezar.
Y así terminaron ambos, entre una buena pelea que les estropeó la sabatina mañana.
Hanabi por otro lado, estaba feliz de haber presenciado tan tierno acontecimiento de tan puro amor varonil. De verdad que el Uchiha a punto de besar a Naruto-kun era un espectáculo digno de repetición. Lástima que al parecer ambos eran muy tímidos para soportar público. También era una pena que su hermana mayor gustara tanto del Uzumaki; ya se encargaría ella después de aclararle a Hinata que el rubito era propiedad de Sasuke nii-san.