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Play por Oliv_Lufk

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Notas del fanfic:

Por razones que desconozco mi contraseña de la otra cuenta se perdió por lo cual debí crearme otra nueva cuenta. Estoy muy agradecida de todos los review que me dejaron, tanto de los que pude contestar como los que no.

Agradecería aún más su comprensión.

Espero les guste este nuevo proyecto y que entiendan algunos signos que sirven para saber cuando piensan, hablan o recuerdan, que ahora por falta de tiempo no podré escribir.

Notas del capitulo:

Espero que las personas que ya leyeron este fic cuando me llamaba "mai_olivia_soto" lo sigan en esta nueva cuenta.

Nuevamente gracias y perdón por las molestias.

Capítulo I: “Start”

By Oliv-chan

Ahí estaba de nuevo a la distancia, el ser de sus pesadilla y malos sueños que lo atormentaban noche tras noche tan campante caminando como si no le importase nada de lo que giraba a su entorno. Miró como ese espeluznante ser que se asemejaba tanto a si mismo tenía a su siga un montón de mujeres fáciles que se hacían llamar sus fan girl’s.

Tomó su bolso en una mano y camino con él hasta una banca que se encontraba en el patio del colegio ante la atenta mirada ónice que muy disimuladamente no le quitaba los ojos de encima, fingiendo prestarle atención al rubio oji azul que le hablaba en ese momento como un papagayo sin reparar en lo ignorado que estaba siendo.

Se sentó sacando un libro y comenzó a leer para relajar sus músculos de tensiones, pero sólo alcanzó a leer  un par de líneas cuando vio una sombra cubrirle toda la luz que en ese día nublado podría pedirse. Subió la mirada para toparse con la oscura del contrario que sonreía con soberbia y superioridad.

-Muévete… tapas mi luz…- Habló luego de breves instantes de mutismo.

-El patio es libre… puedo pararme donde a mí se me antoje…- Contestó cabreando al pelirrojo que le mandaba a la hoguera mentalmente.

-Muévete Uchiha…- Decía frunciendo su ceño carente de cejas.

-Muéveme Sabaku…- Contestaba el otro mandando al carajo la paciencia del de mirada aguamarina.

Se levantó con todas las intenciones de marcharse, no deseaba agarrarse a golpes con el orgulloso Uchiha, por lo menos, no dentro del establecimiento de aprendizaje, que era sagrado para él simplemente por el hecho de que no tenía en sus planes ser un mediocre cretino que piensa con la cabeza equivocada. Sin embargo, se vio detenido por la mano del de cabellos azabache.

-¿Qué demonios quieres Uchiha?- Preguntó al límite de su autocontrol.

-Yo creo que tú sabes que es lo que quiero…- Respondió sonriendo con sorna al ver el rostro de asesino que mostraba el taheño.

-Vete al demonio…- Espetó soltándose de su agarre.

Camino sin siquiera voltear a ver a su - hace poco - archirrival que no despegaba la mirada de su espalda o más bien a donde dejaba de llamarse así. ¿Qué estaba pensando cuando se emborracho? Simple, necesitaba desahogar la tristeza que lo embargaba y que jamás admitiría que tenía. ¿Qué estaba pensando cuando se dejó conducir por un desconocido a la bodega del pub en el que se encontraban? Era un idiota, no tenía la más remota idea de por qué había aceptado acompañarlo, aun sin haberle visto el rostro que solo era una mancha amorfa para sus ojos. ¿Qué estaba pensando cuando permitía ser embestido por ese hombre que resultaba ser ni más ni menos que Uchiha Sasuke, su peor enemigo? Era más idiota aún, no lo sabía y tampoco sabía por qué demonios se sentía tan bien ser penetrado por el bastardo de cabello ébano que daba justo en el punto que lo hacía gritar como una golfa de barrio.

Suspiró con fastidio, desde ese día que el Uchiha- a pesar de ignorarlo la mayor parte del tiempo- lo acosaba cuando se le daba la oportunidad, claro que no lo decía directamente para no levantar sospechas de sus deseos carnales, pero la mirada entre divertida y lasciva que le brindaba le hacía pensar más allá de lo que sus actos demostraban para todos.

Se sentó en el césped del patio cerrando los ojos con molestia, ya se había cansado de esa situación. ¡Que solo fue sexo de una noche, joder!, y el muy cretino veía todo con diversión, como si de una caza se tratase.

Un Tigre de Bengala detrás de un Antílope Impala

Tocó con sus dedos corazón e índice su sien intentando mitigar  la jaqueca que lo aquejaba desde ya un par de días.

Abrió sus aguamarinas y notó como un par de ojos incoloro los miraban con rencor palpable.

Suspiró.

Después de esa noche no solo ganó un acosador empedernido, si no que también un enemigo a muerte. Como odiaba su vida.

 

 

*

 

 

-¡Ya llegué!-

Escuchó la voz de la fémina desde la planta baja, que como todos los días avisaba su llegada a grito libre perturbando su tranquilidad.

-Gaara, ¿estás arriba?- Volvió a escuchar, mientras un disimulado tic se apoderaba de su ojo y el lugar destinado a su ceja derecha. Si no estaba ahí, ¿dónde más?

-¡Aquí estás!- Expresó como si hubiera descubierto el eslabón perdido* al abrir la puerta de su habitación, y hallarlo sentado frente a su escritorio con su preciado libro entre manos.- ¿No saludas a tu amada hermana?- Preguntó frunciendo el ceño y regañándole con la mirada.

-Hola. Sal de mi habitación.- Dijo con parsimonia mientras retomaba su perdida lectura.

-Siempre tan apático hermanito. ¿Sabes dónde anda Kankurô?- Volvió a inquirir mientras se cruzaba de brazos ofendida por el recibimiento de su otôto.

-Mhp…- Espetó con molestia.- ¿Por qué debería saber yo, dónde y con quién anda ese degenerado?- Preguntó escupiendo las palabras y frunciendo el ceño con furia.

No dio tiempo a réplicas al sacar a su hermana sin ningún cuidado de la habitación y cerrarle la puerta con enojo.

Retomó su lectura relajando poco a poco la expresión de sus facciones y sumiéndose por completo en el mar de letras que yacía entre sus manos, hasta que…

Tii tii tii… tii tii tii….

El molesto sonido de un mensaje de texto lo sacó - de nueva cuenta - de su lectura. Bufó por enésima vez.

Se levantó de la silla y caminó hasta la mesita de noche, tomó el aparato que se encontraba sobre ella y leyó el mensaje.

“Hola rojo, pienso en ti en este momento… ¿No deseas venir a hacerme compañía por un rato?, te aseguro lo pasaremos bien…

Sasuke.”

Frunció el ceño y borró el mensaje sin inmutarse y sin intenciones de contestar. Ya había asumido que tendría ese tipo de mensajes y llamadas cuando descubrió que el muy bastardo había averiguado su número de celular.

¿Cómo lo descubrió?

Se encontraba saliendo del baño con una toalla alrededor de su cintura, luego de haberse dado una ducha relajante, cuando escuchó su celular sonar lo cogió y contestó, sin poder evitar que sus ojos se abrieran y sus pupilas se dilataran ante la sorpresa.

-Hola rojo. ¿Me has extrañado? Yo si y no sabes cuanto. ¿Qué haces en este momento? Tal vez podría ir a visitarte o… si no es inconveniente tú venir a visitarme a mí, lo pasaríamos bien….

Colgó la llamada tirando el aparato lejos de su vista y entrando nuevamente al baño dispuesto a darse otro baño de tina de agua caliente con sales- si fuera necesario- para relajar sus recientemente agarrotados músculos.

Se dejó caer sobre el mullido colchón de su cama cerrando los ojos con resignación e intentando concentrar toda su furia y eliminarla por completo en el agarre del cubrecama debajo de él.

De pronto sintió una leve pizca de curiosidad por saber el por qué el azabache se había obsesionado tanto con su persona siendo que, de cierta forma, eran enemigos. Frunció los labios pensativo y a la vez confuso, mientras que con sus pies golpeaba la cama en una costumbre que había adquirido cuando aún era un infante caprichoso.

Suspiró con frustración al no poder hallarle una respuesta coherente a su interrogante y sin mucho ánimo se levantó y salió de su habitación dispuesto a ir a buscar algo de comida con que calmar la tripa**.

Caminó sin prisa ni interés pasando por el largo y – aunque de día – lúgubre pasillo de la segunda planta para bajar por la escalera hasta el primer piso y llegar con parsimonia a la cocina de donde cogió una manzana de la canasta de frutas limpiando la misma con su polera.

-Deberías lavarla, no basta  con pasarle un trapo.- Escuchó una voz y solo en ese momento reparó en la presencia de la rubia que le miraba desde la puerta del cuarto de lavado.

-Ajá…- Expresó sin interés mientras abría la llave del lavaplatos y refregaba la fruta con aburrimiento.

Terminó su tarea de refregar y la secó con papel higiénico mordiéndola distraído.

-¿Sabes…?- Comenzó la oji verde sentándose en una silla de la esmeradamente ordenada mesa en medio de la cocina obteniendo total atención del de cabellos bermejos.- De camino a casa me encontré con un chico verdaderamente guapo y me llamó la atención ya que choqué de casualidad con él y…- Habló mientras un leve sonrojo se apoderaba de sus mejillas.

-¿Casualidad?- Preguntó enarcando una ceja.- ¿A qué le llamas casualidad?- Inquirió el menor con neutralidad en su tono.

-¡Ese no es el punto!- Se apresuró a alegar aún sonrojada.- Al chocar con el chico se le resbaló de las manos una carpeta, de la cual cayeron unas fotografías…. Lo curioso es que en todas ellas estabas tú como protagonista.- Finalizó mirándolo entre entretenida y preocupada al ver al menor atorarse con un pedazo de manzana.

-Que ridículo…- Espetó frunciendo el ceño esperando – en el fondo de su ser – que fuesen mentiras de su hermana.

-Si quieres no me creas, hermanito… pero es lo que vi…- Y sin más salió dejando a la rubia completamente sola y sin escuchar lo último dicho por ella.

 

 

*

 

 

Sus dedos picaban por la ansiedad de llamar a su nuevo fetiche, mas intentó controlar sus impulsos concentrándose  –  y conformándose – con sólo mirar el aparato minúsculo y de tonalidades azulosas entre sus dedos con el cual ya muchas veces había atosigado al de cabellos bermejos con sus perversidades.

Suspiró con fastidio al saber que el de mirada aguamarina creía que lo hacía por molestarle, si tan sólo supiera….

Miró con curiosidad la hora en el reloj de su celular, deseaba tener esas fotografías de una buena  vez en sus manos, lo necesitaba y por más estúpido que sonara, se moría de ganas de poder ver al chico del kanji del amor directamente a la cara y no a través de unos inertes pedazos de hojas con su imágenes impresa en él.

Se levantó de la orilla de su cama, donde había estado sentado durante todo ese tiempo, acercándose a la ventana de su habitación y mirando por la misma hacia el cielo que se iba coloreando de los matices anaranjados, rosáceos y hasta violáceos, dando un toque dramático a su estado de ánimo.

Cerró su orbe ónices recordando el primer día en el que se había visto con el de cabello bermejo, el gran desprecio que había mostrado por todo el colegio y los que habitaban en él, incluso por el gran Uchiha Sasuke.

La campana del inicio de clases había sonado hace cerca de diez minutos y el maestro aún no llegaba, pero ¿Para que sorprenderse? Era el Hatake, y sus faltas eran pan de cada día. Fijó su mirada en el resto del salón notando como estaban todos desparramados en cualquier parte menos en sus puestos. Suspiró. Era la única salvedad con respecto a permanecer en los puestos asignados, y de cierta manera agradecía ese hecho – también al Hatake –, porque así no tenía que lidiar con las molestias que eran sus fan’s, hasta que llegaba el profesor, ahí se peleaban por sentarse a su lado.

Juntó sus manos sobre el pupitre entrelazando los dedos para luego llevarlas hasta su mentón apoyando los codos en la mesa y reposando su cabeza sobre los dedos. Suspiró al ver la hora en el reloj que reposaba sobre la pizarra llena de garabatos hechos por los estudiantes.

Cerró los ojos por un momento, cuando sintió la puerta del salón abrirse, tal vez era el Hatake que ya se había cansado se hacerlos esperar. Pero al abrir los ojos esa idea quedó desechada del todo.

En el umbral de la puerta yacía parado un chico de mediana estatura con el uniforme  del colegio, su camisa escolar afuera de los pantalones, la corbata mal anudada y torcida, el primer y segundo botón de la camisa desabotonada y la chaqueta con pliegues de mal planchado. Su cabello rojo fuego despeinado, dándole la apariencia de rebelde y sus orbes aguamarina cursadas por un negro intenso, con un bolso cruzado y las manos en los bolsillos.

Rió con disimulo al ver al chico, mientras todo el aula quedaba en un profundo silencio ante la presencia del extraño. Vio como miraba con detenimiento el lugar y de su bolsillo sacaba su mano con un papel, admirando algo en el mismo.

>Tal vez se equivocó de aula…<

Pensó al ver la cara dubitativa del pelirrojo. Y entonces notó una mano en el hombro del de mirada aguamarina y enseguida al peli plateado que entraba con parsimonia mirando a todo el alumnado.

-¿Sabaku No Gaara?- Preguntó mirando con intensidad al de mechas bermejas.

-Si…- Se limitó a contestar con una voz neutra y ronca por el eco del lugar.

-Pasa a sentarte junto a Uchiha, luego te presentaras.- Dio por finalizada la conversación yendo al puesto del maestro.

-¿Quién diablos es Uchiha?- Preguntó con desdén en el momento que todos expresaban con sorpresa un “UHHHH”.

Se levanto de su puesto con enojo y dijo con tono gutural.

-Yo soy Uchiha…-

El Sabaku lo miró sin expresión, acto que fue devuelto por el azabache y la sala de clases de pronto se volvió con un aire tenso y pesado.

 Salió de sus cavilaciones en el momento que sintió la puerta de su habitación cerrarse. Se volteo y vio al Hyuuga con una carpeta entre sus manos.

-Te demoraste…- Susurró sin despegar la vista del chico.

-Lo sé… una chica torpe  tropezó conmigo y las fotografías cayeron desparramadas por el suelo. Tuve que recogerlas todas…- Se excuso recordando a la mujer tonta que lo había hecho retrasar.

-Dámela…- Ordenó acercándose al peli castaño.

-¿Qué cosa?- Preguntó haciéndose el desentendido.

-La carpeta… dámela…- Volvió a ordenar estirando su mano para que se la entregue.

-Tienes que darme algo a cambio…- Dijo mostrando una sonrisa pícara.

Lo agarró con fuerza de los brazos haciéndolo soltar la famosa carpeta y lo lanzó a la cama con fiereza subiéndose a la misma a horcajadas y posándose sobre el cuerpo del de mirada incolora, metiendo su rodilla entre las piernas del Hyuuga y haciendo presión en su entrepierna, rió con sorna al escuchar el débil gemido producido por el leve tacto.

Siguió con el juego hasta sentir ese lugar duro y besó los labios cerezas que gemían su nombre y pedían los suyos con desesperación.

 

 

*

 

 

Su habitación estaba en penumbras, sólo era iluminada por la luz de la luna que se colaba por la ventana. Miró las cortinas corridas y su mirada quedó perdida en el movimiento de las mismas que provocaba el viento otoñal. Suspiró.

Se revolvió inquieto en su cama y miró su celular en la mesita de noche que vibraba con afán. Lo tomó de mala gana y miró la pantalla.

“Bastardo Llamando….”

Apretó con fastidio el botón que poseía un teléfono de color rojo y enseguida decía:

“Llamada Perdida…”

Lo volvió a dejar en el mismo lugar, pero enseguida escuchó el molesto sonidito.

Tii tii tii… tii tii tii….

De nueva cuenta lo tomó y leyó sin ánimo el mensaje de texto…

“Rojo, necesito hablar contigo. Juntémonos mañana durante la hora de Kakashi-sensei en el baño abandonado…

P.D: No acepto un NO por respuesta.

Sasuke.”

Bufó y borró el mensaje casi al instante, mientras cerraba los ojos con fastidio. Empuñó el celular en su mano y lo apegó a su pecho, intentando tranquilizar su arrítmica respiración.

>¿Qué demonios quiere ahora el Uchiha bastardo?<

Se volteó con desgana quedando en posición fetal y dando la espalda a su escritorio, donde yacía el libro que no le permitieron continuar en todo el trayecto del día, se concentró en un punto muerto de la pared y se sumió en sus cavilaciones.

Se aferró con absurda necesidad al cubrecama cuando su mente lo llevó al día del incidente con su padre, el pánico insensato que le provocaba ese hombre le producía náuseas, y no era para menos, después de todo nadie en su sano juicio podría mantener la calma estando frente a un ser con tal ingenio de depravación, que importándole poco lo moral, iba y era capaz de joderse a Cleopatra VII***.

Tembló ante la posibilidad de que aquel sujeto, al cual por las leyes dictadas debía llamar padre, apareciera después de tanto tiempo en la casa a cumplir la promesa que le había hecho.

Sabaku No Gaara no le teme a nada, pero él lo hace temblar cual pollo.

Intentó eliminar esos recuerdos y pensamientos de su cabeza, y al instante aparecieron imágenes del de cabellos ébano acosándolo. Prefería mil veces a ese bastardo que al depravado y degenerado de su padre, que sin prestar atención al pudor  y a la vergüenza, podría sin problemas darle una felación al presidente en plena plaza pública.

Se estremeció al imaginarlo, y una turba de escalofríos recorrió su columna vertebral hasta la médula.

Se levantó con pesadez y se acercó a la ventana, miró en la espesura  de la noche sólo iluminada por uno faros y por un momento notó el cabello azabache del de mirada ónice. Se restregó la manga del polerón que utilizaba en los ojos y volvió a enfocar la vista, viendo sólo noche.

>¡Genial! Lo que me faltaba. Ahora estoy alucinando…<

Cerró la ventana y las cortinas, quedando a oscuras en su cuarto, y fue sólo entonces, cuando se dejó caer a la cama y dejó fluir todos sus temores en los oídos sordos de la soledad y la boca muda de la almohada.

 

 

*

 

 

Sus dedos golpeaban con impaciencia la planicie de la mesa y su vista de dirigía con intensidad a la puerta del aula esperando ver la melena pelirroja, que hasta el momento no daba señales de vida. Su respiración se cortó y por una milésima de segundo temió que el Sabaku no apareciera. Él no podía hacer eso, no podía hacerle eso.

>Demonios, rojo… ¡Aparece ya!<

Su mano se empuñó e irracionalmente una ráfaga de ira sacudió su tenso cuerpo, se estaba preparando para levantarse e ir a casa del de mirada aguamarina a buscarlo y llevarlo a rastras, cuando lo vio entrar con parsimonia y sentarse con la misma calma ante la indiferente mirada de todo el alumnado, excepto él.

Suspiró con disimulo al sentirlo a su lado y con el mismo disimulo lo miró por el rabillo del ojo.

-Llegas tarde…- Murmuró lo suficientemente alto para que sólo el Sabaku lo oyese.

-No tengo que darte explicaciones…- Respondió de la misma manera.

-No te las estoy pidiendo…- Volvió a inquirir, medio volteó su rostro y con una media sonrisa, expresó.- En diez minutos saldré hacia el tercer piso, específicamente al baño abandonado, a los  cinco minutos de que yo halla salido, tú saldrás e irás al mismo lugar, ¿entendido?-

-¿Y si me niego?- Preguntó alzando el lugar destinado a sus cejas.

-Si te niegas…- Se detuvo y quedó meditándolo por un momento.- Si te niegas, haré más copias de éstas fotografías, y yo personalmente me encargaré de ir repartiéndolas salón por salón… Sin olvidar el aula de los profesores y dirección…- Expresó entregándole un sobre entre amarillo y café claro. El pelirrojo lo tomó y abrió, sin poder ocultar su sorpresa y estupefacción.

-¿Pero cómo? ¿Cuándo?- Se detuvo y miró al azabache.

-Pedí una copia de la grabación de la cámara de seguridad e imprimí las fotografías imagen por imagen… fue un arduo trabajo, pero creo que valió la pena…- Finalizó con una sonrisa burlesca en el rostro.

-Eso es chantaje…- Murmuró cerrando el sobre, y mirando hacia el frente con la mirada perdida en la nada.

-Tal vez… pero el hecho es que era la única manera de conseguir que fueras…- Volvió a decir.

-No te las he pedido…- Respondió dejando descolocado al de mechas ébano.

-¿El qué?- Preguntó sin comprender.

-No tienes que darme explicaciones…- Contestó mirando disimuladamente al contrario.

-Mhp…. Ya es hora…- Espetó el Uchiha levantándose y saliendo con paso lento.

Esperó a que pasaran los cinco minutos y se levantó de la misma manera que se había levantado y marchado Sasuke.

Camino por los pasillos y subió las escaleras hasta la tercera planta del edificio. Siguió caminando sin prestar mucha atención y se detuvo frente a la puerta del baño.

Entró y lo primero que sintió fueron unos brazos rodeándole los hombros y al instante un golpe sordo y la cerámica fría de las paredes blancas del baño. Estampado en la pared y con el Uchiha apegado a su cuerpo, se atrevió a preguntar.

-¿De qué querías hablar?-

Notó como se separaba de su cuello y pecho, mirándolo con intensidad.

-La verdad, ahora… lo que menos pretendo es hablar…- Respondió.

No hubo respuesta, sólo dos bocas devorándose con fiereza y con muy poco cuidado de dañar al contrario. Sus lenguas hambrientas recorrieron toda la cavidad bucal del otro y sólo cuando el aire ya les había escaseado se separaron jadeantes.

-Lo sabía…- Susurró contra los labios entreabiertos del taheño.

-¿El qué?- Preguntó intentando controlar su respiración acelerada.

-Sabía que en el fondo… tú también tenías la necesidad de éste encuentro.-

-No te hagas falsas expectativas… sólo me tomaste por sorpresa…- Respondió desviando la mirada para que no se percatara de su nerviosismo.

Sonrió con sorna y presionó su rodilla – que estaba entre las piernas abiertas del Sabaku – contra su sexo aún con tapujos estorbosos y poco deseados. Un sutil gemido se escabulló por entre sus labios, causándole gracias al de mirada ónice que comenzaba con desesperación a tocar cada parte del cuerpo del pelirrojo, que no hacía nada para detener o continuar con el juego empezado por el Uchiha.

Miró como Gaara se dejaba hacer sin interferir en sus actos, y por ilógico que sonara, se molestó. Con furia rajó la camisa blanca del de mirada aguamarina, dejando al descubierto su blanco pecho con dos botones rosas adornando el perfecto torso, con gula lamió uno de ellos sintiendo el estremecimiento del de mechas bermejas.

Descendió hasta el vientre del chico y sin miramientos le bajó los pantalones rompiendo la bragueta y descosiéndole el botón. Miró con lujuria el bulto pecaminoso que yacía frente a sus narices y con más furia y descontrol rajó el bóxer negro dándole completa libertad al blanco pene erecto que poseía una tonalidad rosácea en la punta del glande.

Se relamió los labios y miró la expresión neutra que mostraba el de cabellos carmesí. Frunció su ceño hasta el punto de que sus cejas casi se rozaron y colocándose de pie le agarró el brazo, lo tiró con fuerza en dirección de los lavamanos notando como por instinto se apoyaba en ellos para no perder el equilibrio y caer, dándole la espalda y moviéndole – sin intenciones – su firme culo.

Se aproximó con rudeza y con fuerza le tomó las caderas marcando sus dedos en ellas. Acercó sus labios a la oreja del de mirada aguamarina y susurró con ansiosa desesperación:

-Te deseo…-

To be Continued…

Eslabón perdido*, se refiere originalmente a los fósiles transicionales, cuando dichos estados intermedios aparentemente faltaban en el registro fósil o se desconocían.

Calmar la tripa**, manera de expresar para calmar el hambre que se siente.

Cleopatra VII***,  fue la última reina del Antiguo Egipto de la dinastía Ptolemaica, también llamada dinastía Lágida. 


Notas finales:

Ojalá no me tiren tomatazos >///

Gracias por leer, y muchas más gracias a las personas que se toman las molestias de dejar un Review.

Bye Bye.


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