Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

ThE brOtHeRs ArE lOvE por Oliv_Lufk

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Espero les guste, es mi primer Original y estoy un tanto nerviosa.

Disfruten de la lectura.

Notas del capitulo:

Ojalá les guste, además de ser mi primer Original es mi primer shota jeje.

Nada más que decir les dejo leer.

ThE brOtHeRs ArE lOvE

By Oliv-chan

 

Siempre había pensado que el amor no era más que las feromonas activándose, hasta cuando aún era pequeño y las niñas ilusionadas me confesaban su amor yéndose decepcionadas y más de alguna llorando al regazo de sus madres. Hasta que naciste.

Estaba por cumplir mis nueve años y mi madre, que en cinta se encontraba, preparaba todo para mi fiesta de cumpleaños, con globos de colores, serpentinas, regalos enormes y demás. Ilusionada me seleccionaba la ropa que debería utilizar aquel día que ella veía como tan importante. Claro que lo era, pero no precisamente por mi nuevo año de vida, si no porque naciste tú, hermanito.

Era todo un espectáculo, gente que ni conocía se me acercaba a felicitarme y a darme regalos que no necesitaba. Me sentía fuera de lugar y un completo desconocido en mi propia fiesta. Mi madre que con una sonrisa resplandeciente los recibía a todos, cambió sus facciones a una de dolor. Llevó sus dos manos a su abultado vientre jadeante y sudorosa, pidiendo que la llevaran a un hospital con voz temblorosa.

La acompañé en el auto de uno de los invitados que gentilmente se ofreció, durante el trayecto la fuente se rompió y los asientos cubiertos de cuero italiano quedaron empapados.

Lo siguiente que ocurrió fue muy rápido, tanto que hasta pareció ir más lento de lo que realmente sucedía.

Todo volvió a ir a su ritmo normal cuando en la sala de espera aguardábamos el sujeto que nos transportó y yo para saber si había nacido mi hermano. Y así fue.

El doctor salió y me indicó que entrara a ver a mi madre que me esperaba. Fui sin demora dejando atrás a los dos hombres.

Cuando ingresé a la habitación mi corazón pareció dejar de latir por unos instantes y mi respiración se entrecortó sonoramente. Me acerqué a la cama en donde mi madre mecía a un pequeño bulto entre sus brazos y  divisé la pequeña cabeza por entre las cobijas que lo cubrían.

-Es un varón, Claude…- Me dijo mi madre con los ojos acuosos de felicidad.

Extendí mis brazos con intención de cargarlo y ella me lo entregó, dejándolo a mi cuidado y haciéndome su protector por lo que nos quedaba de vida.

Juguetee con sus diminutas manos que apresaban mis dedos con vehemencia y siendo víctima de sus penetrantes ojos negros. Mi madre nos miraba con alegría palpable y yo sentía que no iba a caber en mí de la excitación de tener a esa criatura entre mis brazos.

Y ahora, en estos instantes de madrugada te veo dormir arropado entre las cobijas, dejando sólo tu cabello castaño a la vista. Es increíble que ya hayan pasado ocho años y que hayas crecido a ser un  infante tan atractivo para tu corta edad.

Debo admitir que me siento atraído por ti y sé que no soy el único, varios compañeros míos del instituto me han dicho que eres demasiado hermosos como para ser humano y para ser sincero me molesta. Me molesta no ser el único que te mira y aprecia tu belleza, me molesta que a fin de cuentas yo tan sólo sea tu sobreprotector y celoso hermano mayor.

Te remueves en el colchón y lentamente te levantas hasta quedar sentado en la cama. Me miras con tus hermosas orbes ónices y refriegas con tus paliduchas manos adormiladas tus ojos.

-¿Ocurre algo, hermano?- Me preguntas con un murmullo de voz. Niego con la cabeza y me acercó hasta tu lado revolviéndote el cabello con afecto.

-No, nada…- Respondo simplemente mientras veo como alzas la cabeza y me miras para arriba deteniendo así mi caricia en tu cabeza.

-No parece nada. Estás triste…- Me contraatacas tan suspicaz como siempre. Sonrío con ironía y te beso la cabeza.

-Debes dormirte o si no mañana no habrá quien te despierte para tus lecciones de piano…- Te espeto con voz apagada.

Haces una mueca con tu boca y niegas frenéticamente con la cabeza. Te paras en la cama quedando casi de mi altura.

-No quiero. No si mi hermano está triste…- Susurras tocando mi rostro. Cierro los ojos y disfruto del tacto.

-No…- Intenté convencerte, pero tus infantiles y delicados labios me callaron con una caricia casi factible. Me quedé mudo y te miré con asombro, tú sólo bajaste la mirada ruborizado.

-Hermano, si estás triste yo estaré triste…. Depende de ti mi felicidad…- Me argumentaste con pena y los pómulos rojos de vergüenza.

-Elister…- Susurré apenas, apegando tu cuerpo al mío en un abrazo lleno de sentimientos prohibidos.

-Hermano… yo te amo y no quiero que estés triste.- El abrazo se estrechó y te pegué más a mi pecho, donde mi corazón latía con violencia.

-No los estoy, Elister… ya no lo estoy…-

Te alejaste mirando mis ojos caoba y yo corté la distancia con un tierno besó en tus sabrosos labios. Lo intensifiqué con alevosía a tu pureza e inocencia de infante y colé mi lengua en tu cavidad saboreando tu paladar, tus encías, tu lengua y hasta tus dientes. Me separé de ti con la respiración agitada al igual que tú, el rubor de tus mejillas era encantador y provocativo: Me encendías.

-C-Claude…- Susurraste apenas audible.

Tomé tu mentón y lo alcé devorando tus labios, ahora hinchados, nuevamente. Recorrí cada cálido recoveco con mi experta lengua succionando de vez en vez tu labio inferior.

-La próxima semana ya cumples nueve años…- Te dije luego de separarme de ti.

-Y tú tu mayoría de edad…. Que no se te olvide- Me contestaste orgulloso.

-Pero más importante es tu cumpleaños…- Ataqué con sorna.

-No es verdad, el tuyo es mucho más que el mío, después de todo tú naciste primero…- Contraatacaste.

-Pero sin ti yo no tendría por qué vivir…- Acallé tus quejas. Me miraste y sonreíste tímido.

-¿Soy tan importante para ti?- Preguntaste apretando tus manos contra tus piernas.

-Más que mi propia vida…- Contesté intentando unir nuestros labios de nuevo, pero me detuviste.

-Entonces…- Comenzaste.- Desvírgame, hermano…- Susurraste más que sonrojado por la petición. Yo te miré con duda de tus palabras.

-Elister, yo…- Intenté hacerte desistir.

-No… Claude, yo te quiero y como regalo de cumpleaños deseo que… Bueno, que… tú… ya sabes….- Terminaste desviando  la mirada.

-Lo haré si me lo pides, Elister…- Sonreí, hasta allí quedó nuestro juego, pero…

-Bien…- Decidido me abrazaste y acercaste tu boca a mi oreja, dejando tu respiración chocar contra ésta, estremeciéndome completamente.- H-hermano…- Gemiste.- Desvírgame, por favor…- Suplicaste con un tono muy… orgásmico.

Mi pantalón de repente me presionaba en mi parte baja y mi raciocinio estaba nublado. Tomé tu cintura diminuta y te tendí con cuidado en el mullido colchón colocándome a horcajadas sobre ti.

-Si quieres detenerme hazlo ahora, o después ya será demasiado tarde…- Te advertí con los ojos llenos de deseos.

-H-hermano… Tómame y h-hazme completamente t-tuyo…- El rubor de tus mejillas ahora se extendía por todo tu rostro y hasta tu cuello, perdiéndose en el comienzo de la polera del pijama.

No dije nada, simplemente besé las comisuras de tus labios y tocando todo su cuerpo por sobre las ropas te sentía estremecer. Profundicé el beso y te quité la estorbosa polera, dejando tu torso al descubierto, tu infantil torso de niño.

-No sé que le pasa a los niños de hoy en día, sólo puedo decir… que me encanta…- Murmuré contra tus labios entreabiertos, entremezclando tu respiración con la mía.

Jadeaste ante mi tacto frío sobre tu cuerpo, delinee cada fisura de ti con mis dedos, acaricié esas pequeñas tetillas rosas que despertaban por mis caricias. Gemiste.

Llevé mi boca hacia una y le repartí un firme lengüetazo, temblaste de placer y arqueaste tu espalda. Repasé con la punta de mi lengua la comisura de la misma, al tiempo que veía un diminuto bulto creciendo en tu parte baja y el mío acrecentándose dolorosamente.

Lo metí en mi boca succionándolo hasta ponerlo duro y besar la punta. Me acerqué al otro y lo mordí levemente para despertarlo por completo, mientras lamía la punta y con mi mano masajeaba al que atendía anteriormente. Tu cuerpo se convulsionaba en pequeños espasmos y de tu boca brotaban pequeños gemiditos, de entre tus labios descendía una hilera de saliva que caía hasta tu mentón. Me erguí y lamí el fluido que caía por tu boca, un sabor adictivo.

Besé castamente tus labios y jalonee el pantalón de pijama dejándolo hasta las rodillas. Miré tu bulto palpitante y sonreí para mis adentros.

-H-hermano, p-por fa-favor…- Suplicaste con los ojos acuosos de tanto placer.

-Todo a su debido tiempo, hermanito…- Jadee en contra de tu cuello, viendo pequeñas gotas de sudor resbalar por tu paliducho cuerpo.

Bajé lamiendo todo tu torso, hasta el comienzo de tu ropa interior húmeda, pasé mi lengua por ahí y un gemido más fuerte fue acompañado por el espasmo de tu cuerpo.

Caté el olor de tu sexo siendo apretado por esa ropa casi traslúcida, y tan jugoso como se encontraba la punta del mío.

-Estás todo mojado ya, hermanito…- Murmuré con voz ronca.- Y eso que aún no comienza la verdadera acción…- Susurré sobre tu miembro palpitante.

Quité completamente el pantalón del pijama tirándolo en alguna parte de la habitación y mordiendo el comienzo de la última prenda la tironee hasta bajarla y sacarla por tus afeminadas piernas de infante.

Tu diminuto pene erecto con esas dos bolsas repletas de lo que debería ser tu semen, colgando como péndulos, sólo logró ponerme más duro. Miré la escena mar erótica que en toda mi vida tendría el privilegio de ver y con ansiedad lamí la extensión dura de tu entrepierna. Me alejé viendo tu rostro arrugándose por placer y tu cuerpo contorsionándose, desesperado por seguir me miraste con fogosidad y relamiste tus labios.

-H-hermano…- Dijiste con dificultad.- Ya házmelo…- Volviste a suplicar.

Yo sólo te miré por un momento sintiendo mi mojado, palpitante y caliente miembro pidiéndome a gritos destrozarte el trasero, pero me contuve. Tu primera vez sería inolvidable.

-Déjame decirte que te ves hermoso en ese estado…- Dije viendo tu sonrojo expandirse.

Me quité mi jersey azul marino y la polera debajo de éste. Vi como desviabas la mirada apenado. Sólo sonreí.

Besé con candor tus encantadores labios rojizos y masajee con mi mano tu sexo despierto y suplicante de atención.

Gemiste entre nuestras bocas y apretaste la sábana debajo de nosotros con tus manos, buscando desesperadamente contener aquel placer ardiente y sofocante.

Tironee un poco de el haciéndote gemir sonoramente y lo apresé con los dedos juntos y apretando de vez en cuando más de la cuenta para que sientas la presión.

Apresuré el movimiento al compás de tus caderas que se meneaban coordinadas al vaivén de mi mano. Tus testículos golpeaban mi mano con el movimiento desenfrenado de la masturbación que te daba y de un momento a otro gemiste sonoramente, arqueando tu espalda con espasmos de placer y soltando lo que debería ser tu semen en mi mano….

…. Tu primer orgasmo…

Te vi jadear e intentar recuperar el ritmo de tu respiración, me miraste atento y te avergonzaste cuando lamí los efluvios de mi mano pecadora.

-Eres delicioso…- Espeté con una sonrisa y viendo como tu cuerpo volvía a reaccionar ante mi tacto.

Dirigí mis manos a tus tetillas aún duras y las masajee, pellizqué y apreté hasta que tu pene, recién descargado, reaccionaba nuevamente ante el placer.

Besé la punta de tu glande y tu respiración se cortó un momento eterno, para luego disfrutar de la felación que te daba. Desde lamer toda la extensión, hasta meterla completamente en mi boca succionando y sintiendo como te estremecías y retorcías ante mis actos.

Moví mi cabeza de adelante hacia atrás para morder levemente tus bolsas ardientes en – la aún no – esperma.

Mi cabeza tomo una velocidad alarmante y mis manos pellizcaban la delicada piel del escroto, mientras succionaba y tironeaba tu pene desde el glande.

-H-hermano…- Gemiste sonoramente.- M-me co-corro…- Susurraste arqueando tu espalda.

Me separé de tu sexo justo antes de que llegaras al segundo orgasmo y vi, desde tu orificio salir el líquido pre-seminal que anunciaba la llegada de más.

Me quité mis pantalones ante tu atenta mirada y rocé sobre mi ropa interior mi pene completamente adolorido. Gemí sonoramente ante esto y tú te sonrojaste más de lo que ya te encontrabas.

Retiré la última prenda que quedaba en mí, dejando por fin respirar mi miembro, comparable con una roca, te bese la frente.

Tomé un poco del líquido pre-seminal y te miré lujurioso.

-Date la vuelta….- Te ordené y tú obedeciste. Te volteaste y quedaste en cuatro.

Tu trasero completamente redondo y pálido me dejó entrever en medio de tus carnosas nalgas en agujerito de mi perdición. Dirigí mi mano hasta ese lugar y al rozar esa zona te sobresaltaste.

-¡Ugh!- Jadeaste y apretaste las sábanas debajo de ti, cerrando los ojos y apretándolos con vergüenza.

Hice círculos con mi dedo índice en la comisura de tu recto, introduciendo mi dedo lentamente. Lubrique con el primero todo lo que pude – aprovechando el fluido pre-seminal – e introduje un segundo dedo en un mete y saca lento, para luego abrirlos y cerrarlos sintiendo tu interior contraerse. Saqué los dígitos y llevé mi lengua hasta el lugar, metiéndola y sacándola con parsimonia.

Gemiste cuando la  velocidad aumentó y mi lengua terminaba de lubricar tu entrada pecaminosa.

La retiré y me apoyé en tu espalda, rosando la punta de mi pene con ese trozo de carne que se contraía tortuosamente. Con mi mano lo guié para adentrarse de manera lenta y tu cuerpo se crispó por el doloroso placer. Apresaste mi miembro a mitad de camino.

-N-no contraigas…- Te dije cuando sentía que me correría sin haber terminado de entrar, tú asentiste e intentaste relajarte.

Cuando lo hube adentro te embestí sin prisa, gemiste. Comenzó un lento vaivén que aliviaba mi duro sexo y tu estrecho ano se cernía a la perfección coronando la base de mi miembro. Cuando ya estuviste acostumbrado a la intromisión la velocidad aumentó y con ellos nuestros gemidos.

Me detuve y nos voltee tomándote de la cintura y dejándote encima de mi pene y completamente empalado. Te abracé de la cintura y pegué tu espalda a mi pecho, con un sube y baja placentero.

Me detuviste y te levantaste, dándote la vuelta para quedar frente a mí. Te volviste a sentar sobre mi orgullo rodando mi cintura con tus piernas y apegándome a ti, aplastando tu miembro entre mi abdomen y el tuyo, aliviándolo con un doloroso frenesí. Comencé las embestidas cuando tú te acoplaste a mi ritmo y nos abrazábamos con vehemencia.

Me perdí en tu hipnotizante mirada más negra de lo común y con un brillo especial, nos besamos brevemente para seguir con nuestros gemidos. Las gotas de sudor surcaban nuestros cuerpos que encajaban a la perfección el uno con el otro, los cabellos se pegaban a nuestras frentes mojadas y la habitación estaba inundada en gemidos, jadeos y fuertes exhalaciones.

Apretaste tu agarre en mí y yo en ti, el final estaba cerca. Aumentamos la velocidad de la penetración y tú gritaste de placer al sentir tu segundo orgasmo, tu interior se contrajo con los espasmos aprisionando mi miembro y finalmente yo llegué al mejor orgasmo que haya sentido. Buscamos desesperados nuestras bocas, uniéndolas en un baile hambriento y desesperado, mientras tú aún tenías los espasmos del reciente orgasmo.

Nos desparramamos en la cama cansados, agotados de la reciente sesión de sexo. Regularizamos nuestra respiración al compás de nuestros latidos y te atraje contra mi pecho.

Te besé la frente, corriendo el cabello pegado en ella con una de mis manos. Me miraste y sonreíste.

-Feliz Cumpleaños, hermanito…- Susurré contra tu cabeza, cansino.

-Gracias, Claude…- Murmuraste.- Te quiero mucho, hermano… Tanto que siento que no cabe en mí…- Me dijiste ocultando tu rostro en mi abrazo.

Te levanté el rostro y te besé castamente en los labios.

-Te quiero, Elister…- Contesté.

Lo abracé más y lo tapé con las sábanas manchadas de nuestra esencia, acaricié sus piernas y sentí el fluido viscoso caer por sus piernas. Sonreí.

-¿Sabes?- Murmuré.

-¿Eh?- Preguntó adormilado.

-El único amor que existe es el de hermanos, tal vez no el carnal y no el fraternal, pero nadie les puede quitar los lazos sanguíneos que los unen. En nuestro caso…- Me callé al sentir su acompasada respiración contra mi pecho. Volví a sonreír.

Cerré mis ojos disfrutando del sueño onírico en el que caía.

… En nuestro caso, no sólo es la sangre, si no también la atracción carnal y fraternal es la que nos une. Encajando ambos en el cuerpo del otro sin problemas…

Y me dormí…

Fin

Notas finales:

Gracias por leer, me gustaría saber si les ha gustado o no, todo se acepta menos el Plagio y Amenazas de Muerte.

Review?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).