El incesante e imprevisto vibrar de su teléfono móvil, sobre el pequeño aparador junto a la tina, le forzó a entreabrir con hastío sus perspicaces y cautivadores orbes castaños, percibiendo, al incorporarse en la exquisita tibieza del agua, la somnolencia que su adquirida relajación le había dejado en el cuerpo. Por ello, extendiendo con parsimonia su brazo izquierdo hasta el irritable aparatito, contestó, regresando cauteloso a su posición anterior, semi- recostado sobre el burbujeante y apacible líquido vital.
-“¿Hola?”-Su tono al hablar resonó adormilado, a la par que sus ojos se volvían a cerrar con sopor.
-“Hey, monstruo.”-Se oyó risueña una suave y juguetona voz al otro lado del auricular-“¿Aún dormido?”-
-“¡Ash!”- exclamó sumido en pasmo total, incorporándose en su lugar como impulsado por un shock eléctrico-¿Cómo es que tú...?”-
Definitivamente, estaba atónito.
Y es que, el sólo haber vuelto a oír su voz, había conseguido acelerarle con vertiginosa precipitación los latidos del corazón. Pues, acaecía ya demasiado tiempo desde la última vez en que le vio. Tantos meses intentando resignarse a tenerle lejos… Tantas noches en vela tratando de serenar sus temores de perderle para siempre. Y ahora, consiguiendo arrancarle de golpe y porrazo el aliento, paralizando sus sentidos y reafirmando con dulce sutileza sus esperanzas, yacía con el celular casi fucionado con su oído ante la cercanía, oyendo la tierna y sagaz risita que escapaba de labios de su mejor amigo, con indescriptibles anhelos por su parte a ser algo más.
-“¿Sorprendido?”-Inquirió entusiasta, mientras el de mirada castaña luchaba contra su traidor nerviosismo y aparente carencia de cordura al hablar.
-“Cualquiera en mi lugar, ¿no?”-Bien, era hora de hacerse con su habitual sarcasmo, en pos de zafarse de sus ansias por gritarle que lo extrañaba cada día un poco más. Pues esto, sin duda, destruiría sin problema alguno su característica suficiencia, que por tantos años se había encargado de ir construyendo y reforzando frente a él.
Del otro lado, el joven Ketchum rió con aún más encanto y traviesa malicia, ruborizando las mejillas del de cabellos más claros, al tan sólo imaginar esos labios siendo deliciosamente sometidos por los suyos en un beso febril y anhelante.
-“Sí, supongo que sí.”-Concordó, tornando su tono un tanto más serio-“Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad?”-
Gary sonrió, entrecerrando alucinado los ojos. Pues, la última vez que su especial e intrépido amigo de cabellos oscuros mencionase aquello, él había estado a nada de declarársele al fin. Y, de no ser por la fastidiosa y malditamente estresante intromisión de alguien más, quizás en aquellos momentos la historia sería en exceso diferente.
-“Demasiado, Ash.”-Susurró a penas, golpeándose internamente al constatar el poco disimulo en su voz, que se había oído al filo de la desesperación por no tenerle. Algo que, por supuesto, le hacía, a su parecer, lucir patético.
Un suave silencio le siguió a esto, impacientando al, según el menor, presuntuoso castaño.
-“¿Tienes algún plan para esta tarde?”-Tras unos segundos inquirió el de mirada más oscura, oyéndose nervioso. Algo que, erróneamente, Gary atribuyó a sus poco predecibles reacciones a la hora de oír noticias.
-“Ahm… No.”-Sonrió esperanzado, ansiando oírle decir aquellas palabras que desde hace mucho había estado esperando-“¿Por qué? ¿Tú sí tienes alguno?”-
Del lado opuesto del auricular, Ash dibujó en sus labios una preciosa sonrisa de absoluta satisfacción. Pues, según notaba, su plan aparentaba estar marchando en perfecta afinidad a lo pronosticado desde un inicio.
-“¡No, y eso es excelente!”-Fue incapaz de mostrar parte de su felicidad, arrancándole al mayor una emocionada, pero disimulada risilla-“A eso de las cinco, en tu departamento, ¿te parece?”-
-“¿E-en serio?”-Por poco el corazón se le sale del pecho, al verse confirmando aquello que tanto ansiaba escuchar.
-“Muy en serio.”-Ash se sonrió discretamente satisfecho, en cierto grado extrañado ante el repentino actuar de su amigo-“¿A caso alguna vez te he mentido, Gary?”-
El aludido tan sólo se limitó a dejar que de sus labios le eludiera un nervioso suspiro, que pasó inadvertido para el pelinegro, mordiéndose el labio inferior con ansiedad.
-“No.”-Sentenció, en tono suave y algo dulce.
-“¿Entonces?”-Tanteó una vez más, impaciente y con las palpitaciones a mil.
-“En mi departamento, a eso de las cinco…”-
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Su reloj de pared marcó en punto las cinco de la tarde con quince minutos, al tiempo justo en que él se llevaba impaciente a los labios un vaso de Coca-Cola repleto en hielos, vaciando el contenido con excesiva rapidez y fuerte exasperación. Ash no había vuelto a llamar en lo que restó de día luego de su anterior conversación,desestabilizando sin cuidado alguno la confianza que el joven Oak instalase sobre su actuar de manera auto-impuesta. Porque, ahora sí y seguro de que nadie se lo impediría, restándole importancia a su usual presunción y abrumante vanidad, luchando en el proceso contra su caprichoso orgullo, se había decidido a no dejar pasar un sólo instante más de espera, determinando declarársele al moreno sin mayores preámbulos y de una sola vez.
Sin embargo, y jugándole totalmente en contra, este no daba ni un mínimo signo de pretender llegar aún.
-¿Será esta una señal?-Se preguntó cabizbajo, observando acucioso a través de la ventana que yacía en la pequeña salita de estar, la cual daba directamente hacia la entrada del edificio donde residía-Quizás no debería...-
No obstante, e interrumpiendo de golpe cualquier indicio pesimista en sus pensamientos, un familiar BMW gris convertible se estacionó justo de frente a la puerta de ingreso al lugar, del cual descendió un atractivo chico no sobrepasando los dieciocho años de edad, de particular vestimenta, consistente en jeans azul claro y chaqueta en iguales condiciones, aún conservando aquellos cabellos azabaches y alvorotados de siempre, siendo el único capaz de conseguir que a cierto engreído peli-castaño se le corte hasta la respiración de un sólo golpe.
Porque, en efecto y contra cualquier pronóstico, era él...
Era Ash.
Y, finalmente, después de tanta espera, Gary estaba presenciando justo de frente a sus ojos, esa ocasión que buscó desde siempre.
La oportunidad de ser de una vez sincero consigo mismo...
-“¿Gary?”-
...La oportunidad de confesarse al fin.