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Ladrón De Almas por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Los personajes de GB no son míos, pertenencen a Yuya Aoki

Notas del capitulo:

Es mi primer fic de GB >w< 

nos habituamos en D.F, México. 

 

*En una concurrida calle del Distrito Federal*

-¡Te dije que no era por este lugar!

-Pero, pero, pero, Ban ¡Es que yo no conozco este país!

-¡Ya lo sé!

-No me grites. –El que estaba próximo a llorar era un chico de cabellos rubios. Rebeles como sólo el mismo entendía. Y unos hermosos ojos color pardo. Sus ropas habitualmente eran frescas, pero ni eso, en el clima arrebatador de las medias horas del día, le quitaba el exceso de calor. –Mejor pidamos indicaciones. –Dijo ligeramente más animado.

-No quiero.

-¡Ban! Por favor, sólo tenemos que preguntarle… ah… ¡Ajá!

-Ajá ¿Qué?

-Por ejemplo. –Jalaba a su compañero. Mido Ban, de ojos color azul metálico, cabellos mil veces más rebeldes que los del rubio y de un color castaño oscuro. –Podríamos preguntarle a aquella linda chica de allí. –Señaló a una jovencita que estaba sentada tranquilamente, devorando un pastel de chocolate y un café.

-No, no, no. –Dijo deteniendo los planes de su mejor amigo y compañero en negocios. –No quiero depender de una mujer. –Decía estando a unos pasos de llegar a la cafetería que era a aire libre la mitad del establecimiento.

-Pero, sólo tenemos que preguntar. Además, sino nos reunimos con “Y-san” podríamos perder el empleo. Y no creo que quieras, quedaron de pagarnos una cantidad enorme ¡Y en dólares!

-De acuerdo… pero no coquetees. –Le dijo en tono ligeramente enojado.

-Claro que no. –Respondía sin entender la razón de por qué se lo había dicho. Entraron sin más, y llamaron la atención. Ban se puso inmediatamente a lado de Ginji, no soportaba las miradas de ajenos sobre su amigo. Y con un solo gesto, por parte del moreno, todos regresaron a su asunto. –Disculpe, señorita. –Dijo el rubio poniéndose frente a la mujer, que no reaccionó sino hasta que Ban le quitó los audífonos. La chica se asustó pero se calmó cuando vio que no tenían más intención que preguntarle una cosa. –Perdona, te asustamos. –Pedía disculpas el amable Ginji.

-No hay problema. –La chica era de cabellos rizados y castaños hasta la cintura. De unos ojos de color negro. Tan profundos como una noche sin estrellas. -¿Qué deseaban preguntarme?

-Ah, si. Deseamos llegar a la Av. In-In-Insur… ¡Ah! ¡Sigo sin poder pronunciarlo! –Dijo frustrado y abrazando a Ban, en su característica forma de chibi.

-¿Avenida Insurgentes? –Preguntó la chica, ofreciéndoles asiento. El rubio regresó a la normalidad y le tomo las manos a la mujer mientras asentía frenéticamente. –Pues… -Miró al oji azul, que estaba molesto. –Toda esa avenida atraviesa el Distrito, si pudieran decirme…

-Al sur. –Respondió secamente Ban. –Buscamos una tienda de antigüedades llamada “Quetzal” –Ban, ciertamente tenía un mejor pronunciación que Ginji. Y es que el moreno sabía varios idiomas, pero le divertía más ver a su compañero en problemas de dicción.

-¿Quetzal? –Se puso a pensar mientras dejaba un par de billetes en la mesa. La chica traía un par de pantalones de mezquilla y una blusa de color rojo en modelo de tirantes que hacían juego con su par de sandalias. –No es muy difícil llegar. –Tomó su bolso.

-Entonces, dinos. –Exigió el moreno.

-No seas grosero, Ban. –Reclamó Ginji dándole un golpe en la cabeza. -¿Podrías decirnos?

-Casualmente, voy para allá. Si gustan pueden…

-¡Claro! –Respondía el rubio.

-Claro que no. –Alegó Ban. –Sólo queremos que nos digas, no necesitamos otro tipo de guía. –El rubio se enojó de tanta grosería.

-Voy contigo. –le dijo a la morena que no prestaba atención a ninguna descortesía de Ban. El moreno llamó varias veces a su compañero, pero este nunca volteó a verlo. Si alguien se ofrecía a ayudarles, era mejor aprovechar la oportunidad. Entonces, sospechando todavía de la guía, se puso a seguirlos pasos detrás. Mientras, ambos chicos iban de lo más cómodos platicando. –Quisiera pedirte disculpas por lo que dijo Ban.

-Nadie puede hacerlo más que él mismo. Y descuida, no necesito sus disculpas. Ya estoy acostumbrada. –la chica era bonita, de mediana estatura y delgada. –Por cierto, me llamo Ophelia.

-¿Oferia? –Lo pronunció tal como en su fiel japonés.

-Ja, ja. Algo así. –Esperaron en el cruce mientras cambiaba el semáforo. La chica miró de reojo a Ban. -¿Vienen ambos de Japón?

-¡¿Eh?! ¿Cómo lo supiste?

-La verdad es que soy una lectora de mentes.

-¡¿En serio?! –Preguntaba divertido

-Si, y además soy una espiritista. Sé quien fuiste en tu vida pasada. –A Ginji comenzaron a brillarle los ojos.

-¡Waaa! ¡Eres genial! ¡Dime! ¿Quién era? ¿Elvis? ¿Cleopatra? ¿Hércules? ¿Afrodita?

-Eras… -Se quedó pensando. –Un vampiro, que en lugar de sangre tomabas leche. –Levantó las manos y hacía gesto malvado. El rubio no pudo evitar carcajearse con ganas. Deteniendo a multiplicidad de gentes que le miraban extrañado. -Eso y tú acento te delata. –Se empezó a reír.

Ban se venía retorciendo detrás de ellos. Quería llegar y alejar a su amigo de aquella tipa extraña. Pero no pudo, porque en menos de lo que canta un gallo llegaron frente a un enorme edificio.

-¿Es aquí? –Preguntó Ginji.

-Es la entrada, esta es una plaza y “Quetzal” se encuentra dentro. –Dijo la chica abriendo la enorme puerta antigua. Ban ajustó sus lentes color lavanda.

El rubio se quedó sorprendido, adentro era como una casa, de tres pisos y estaban en medio de la planta baja, un recibidor sin techo. Doblaron a la izquierda por un pasillo lleno de jarrones y pinturas de buenos artistas. Frida y Diego hacían pareja en toda una pared.

En una fuente, rodeada de bancas de fina madera se encontraba un hermoso muchacho. Cabellos cortos y de color negro, como sus ojos. De piel morena, dignamente una expresión de la nación. El rubio miró curioso.

-¡Hermano! –Corría la chica para llegar con aquel moreno.

-Oye, tardaste, mocosa. –Se levantaba dejando el libro a un lado y mirando a los recién llegados. -¿Amigos?

-Nop. Son los que te vienen a buscar. –Apuntó animadamente. Ginji y Ban se quedaron como piedras.

-Ah, vaya. Los estaba esperando. –Saludó el joven haciendo una media reverencia, Ginji no entendía pero correspondió el saludo.

-Disculpe, Pero ¿Es usted entonces Y-san?

-Soy yo. Lamento no darles mi nombre completo, pero ya nadie está a salvo en esta ciudad.

-¿Esperas que nos traguemos eso? –Ban aparecía frente a Ginji.

-Parece que no te creen. –Señaló la mujer.

-¿Qué quieren para probarlo? Fui yo quien fue a buscarlos en aquel Bar de Japón. Ninguno de los dos estaba cuando fui, pero dejé el recado con el encargado. Y me dijo que en cuanto los viera tendría que decirles el monto real de lo que deseo pagar.

-El verdadero “Y” tiene algo que nos debería probar su identidad.

-Ah, la frase. –Recordó el chico, se aclaró la garganta y con voz clara dijo en un inglés perfecto- “Cualquiera que sea su parentesco, la belleza, en su desarrollo supremo, induce a las lágrimas, inevitablemente, a las almas sensibles

-Allan Poe. –Aceptó al final el oji azul. –De acuerdo, te creo. –Puso sus manos en los bolcillos. Los tres suspiraron aliviados.

-Primero, pasen por favor. –Les invitó. Entraron a un pequeño cuarto, lejos de lo que pudiera causar distracción. –me alegra que hayan aceptado.

-Es por el dinero. –Contestó honestamente Ban mientras tomaba asiento en una de los pequeños sillones de colores claros.

-¿Qué quiere que hagamos, Y-san? –Ginji se sentaba en el suelo, quería sentir la suavidad de la alfombra.

-Primero, dejen de llamarme por ese alias. Mi verdadero nombre es Yuriel. –Ban enarcó una ceja. –Si ya sé que parece de niña, pero mamá es muy extraña cuando pone nombres. Cambiando de tema… la razón por la que están aquí es porque quiero que recuperen algo que es de gran valor para nosotros. Es una pintura. –Ambos empresarios se miraron mutuamente.

-Ya estamos experimentados en ese aspecto. –Comentaba el rubio.

-Me alegra. Será necesaria toda su experiencia.

-¿Quieres ir al grano?

-Ah, perdón. El cuadro que robaron hace aproximadamente un mes, es de herencia familiar. Talves no lo conozcan pero es de José María Velasco. La pintura “Valle de México, en siglo XIX”.

-¿Eso no debería estar en un museo? –Preguntó Ban, un poco más interesado.

-Lo del museo es sólo para señuelo, la verdadera se encontraba aquí.

-¿Qué más información tienen?

-Estamos seguros de que fue nuestro primo, Abdón. Y sabemos dónde está.

-Parece que no será un trabajo limpio. –Apuntó el oji azul.

-No, en gran parte. Yo no puedo ausentarme de la cuidad, y si se sabe que la pintura que estaba en el museo era falsa, no terminaremos bien parados.

-Entonces, no esperemos más.

-Falta que les diga algo más. –Ban se quedó frente a la puerta. –Mi primo… bueno talves no crean en falsas supersticiones, pero en este país tenemos largas tradiciones de… “brujos”. Este lugar es una fortaleza cuando la ocasión lo requiere, pero nos quedamos sin ningún sistema de seguridad, ni guardias porque nuestro pariente es hábil con las máquinas, y lo peor  de todo es que puede… puede controlar a las personas por medio de las almas. –A Ginji parecía que le estuviesen contando una historia de terror, ya estaba bajo la alfombra temblando como niño asustado. –Mi hermana se irá con ustedes, les será de ayuda.

-En lo personal, quisiera evitar que nuestro grupo aumentase. –Comentó el oji azul.

-Lo que ocurre es que, a donde van, no tendrán tantas ventajas como en una enorme cuidad. Está a más de cuatro horas de aquí, es campo abierto y la única señal que encontraran en un radio de cien kilómetros son árboles, y más árboles.

-Tsk.

-Yo quiero que Opheria-chan nos acompañe. –Dijo abrazando a la callada y divertida chica manteniendo su forma pequeña.

-Está decidido. Seré su guía aunque el celoso de Ban no quiera. –Dijo la morena.

-¿Celoso? –Preguntó Ginji. -¿Celoso de qué? –Trepó a su compañero que había tornado sus mejillas de un ligero carmín. Al parecer la chica era muy perceptiva. Ya lo había descubierto. -¿De quien tienes celos, Ban? ¿Eh? ¿Eh? Dime. Dime.

-Ahrg, ya cállense. Mejor apúrense y dejen de perder el tiempo. –Gritó saliendo de allí.

-Parece que me voy a divertir con estos dos. –Dijo la chica persiguiendo a sus nuevos compañeros. 

 

Notas finales:

¡Es el primer capi!

¡gracias por leer!


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