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Cuando el Hielo se Derrite en Tu Cuerpo por Arwen Diosa

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Notas del fanfic:

Se que tarde demasiado.. lo siento de verdad. Pero la vida real no me ha dejado demasiado espacio y para rematar mi musa adorada se fue de vaciones prolongadas, asì que no podia ni escribir ni media letra.. nada... perdon en verdad. No era mi intencion... pero  la universidad ya es cuento pasado (hasta el año) asi que el siguiente especial o subo la semana que viene.

No estaba segura de subirlo como otro capitulo al fic original o abrir otro fic... asi que decidi de este modo, ojola no sea inconveniente ^^

Ponganse comodas y comodos, pasen lean y disfruten!

Notas del capitulo:

Es algo largo y tal vez un poco tedioso por que me parece que esta paretadito el capi pero no había forma de simplificar las cosas, quería hacer cada momento vívido... asi que pido disculpas de corazon si a ratos pareciera que el fic se desvia a otros temas... la pareja principal siguen siendo Milo x Camus

tengan un poquito de paciencia.

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CUANDO EL HIELO SE DERRITE EN TU CUERPO

 

 

 

         Especial Nº 1.-

         “Déjame Sostener Tu Mano”

 

 

         Definitivamente nada sucede en vano, definitivamente el tiempo es sabio y definitivamente la fuerza del corazón hizo posible vencer la desilusión y regalarse la magia del amor.

         La fuerza del amor…

         Milo posó sus labios en la mejilla de Camus con cierta ligereza, al separarse percibió que era observado por las orbes francesas.

         - ¿Te desperté? – Preguntó con una sonrisa a medias. Camus sólo le miró en silencio durante unos segundos, parpadeando somnoliento. Se quedó con los ojos cerrados con intenciones de continuar durmiendo pero sintió otra vez los labios de Milo,  esta vez sobre los suyos.

         - ¿Qué haces en mi Templo? – Preguntó Camus apenas sus labios estuvieron libres – Te dije que no vinieras.

         Milo paseó sus dedos por la cabellera acuamarin notablemente desordenada.

         - Te esperaba en mi Templo para que juntos bajemos a entrenar y como no venias… - no completó la oración, bien sabía Milo que era una mentira. Ni siquiera había esperado, solamente ascendió a Acuario.  Se estaba haciendo costumbre aparecer en el onceavo Templo apenas salga el sol para verle, desayunar juntos, recorrer el camino a los entrenamientos juntos y continuar de la misma manera por el resto del día. Al menos si era posible, porque no todo iba de acuerdo a sus planes.

         Estar juntos… su compañía era como un regalo de la vida y donde hallaban el coraje de afrontar, esta vez no a temibles enemigos ni feroces batallas, sino a sí mismos. Adiós a las parrandas con los amigos, adiós las máscaras de frialdad, adiós a las absurdas apuestas de conquista y adiós a pretender que los sentimientos están enterrados. Tan sólo ellos mismos, juntos lograron sacar lo menor del otro y de su propio corazón… sin orgullos, sin recelos.  Volver a tenerse ceñidos en un abrazo y sin tapujos…   

         No era a fin de llegar tarde a los entrenamientos matutinos, es más, Camus se caracterizaba por ser puntual en sus actividades. Pero le llenaba de pereza levantarse más temprano de lo habitual y con Milo apareciéndose apenas salía el sol… simplemente Camus quería dormir un poco más. Se aferró a sus sábanas sin mostrar un ápice de interés en asumir sus responsabilidades antes de tiempo pero de cierta manera le agradaba que Milo haga ese tipo de cosas tan propias de él, precisamente ese tipo de detalles habían ganado espacio en su corazón.

         El Escorpión se le quedó mirando  y una mano buscó la del francés por debajo de las sábanas hasta sostenerla con ternura, Camus no la apartó.

         - Déjame sostener tu mano.

         El contacto de sus pieles era… pronto entrelazaron los dedos sin decir nada, quizá no había necesidad de palabras, entre los dos ya no existía distancia alguna que los separara. Poco a poco recuperaron la armonía que les invadía al estar juntos, parecida a una fresca brisa en primavera o un deliciosos chocolate caliente en invierno. Cálido.

         - Camus – como le agradaba llamarlo por su nombre en completa paz, no como en el pasado, cuando tantos laberintos de incógnitas e incertidumbres los rebasaban. O cuando Milo se quedó sin el francés en el Santuario por más de un año, diciendo ése nombre en soledad.

         Milo acercó su rostro con intenciones de besarle, y lo hizo en una unión suave, pasando su mano libre por la mejilla. Apenas se apartó fue jalado por Camus de una manera algo torpe, pero en realidad sólo no se lo esperaba, el francés reclamaba un beso más largo y profundo. Milo no se negó, por supuesto que no lo haría, paseó sus dígitos por la dermis del cuello y acariciar sus hebras acuamarines mientras Camus enredaba sus manos alrededor del cuello de Milo.

         Se separaron un pocos apenas, uniendo ésta vez sus miradas relampagueantes, ansiosas, emanando el deseo que se guardaban para el otro y el riesgo de la pasión desenfrenada, desatada sobre sus cuerpos.

         Eran jóvenes, se amaban y un beso es la entrada, el portal para toda la esperanza, para la ilusión del amor. Para todo lo demás que hacía vibrar sus cuerpos por el latir marcado de sus corazones.

         - Te dejaré solo para que te cambies – dijo Milo dejando una caricia sobre la cabellera acuamarin y se retiró en un lento caminar. Al cerrar la puerta por fuera se asombró de sí mismo por ser capaz de salir de ésa habitación sin nada más que un beso. Suspiró un par de veces para calmar las ansias de su cuerpo por besarle la piel y abrazarle el alma.

         Su comportamiento no se debía a que no deseara estar con él de la manera más íntima posible, al contrario, lo deseaba, lo ansiaba. Pero está vez quería hacerlo con mesura, darle el tiempo necesario a Camus, tiempo… En realidad llevaban como dos meses saliendo y Milo no le había pedido nada mas de un beso y eso viniendo del Escorpión… tomando en cuenta lo sucedido entre ellos en el pasado…  mesura, tacto, delicadeza y fidelidad. Además no iba a dejar que sucediera y ya, no. Quería hacerlo especial. Sonaba romántico y cursi, que mas daba, se trataba de su Camus y no podía ser diferente.

         Descendieron al Coliseo del Santuario para el entrenamiento, la mayoría de los dorados ya estaban presentes y Shion sólo esperaba que estén todos para emparejarlos al azar y comiencen sus luchas.  

         - Kanon ya era hora que nos honres con tu presencia – exclamó Shion en cuanto vio al gemelo menor apersonase al Coliseo, su caminar era cansino y no venía precisamente del Templo de Géminis, al contrario, parecía que llegaba del pueblito cercano.

         - Buen día Patriarca – respondió suelto, al aparecer no le disgustaba de ninguna manera ser el centro de atención del resto de sus compañeros, ni siquiera de su hermano que le preguntaba, en voz baja, dónde había pasado la noche. Claro, todo estaría bien si entre sus compañeros de armas no habría un bocazas lengua suelta.

         - Jajajaja – Máscara de Muerte explotó en carcajadas que vanamente intentaron ser retenidas al notar el caminar un tanto rengo de Kanon - ¡¿Acaso el Templo Géminis está ocupado y por eso prefieres un motel del pueblito?! Por favor Kanon dime que tú eres el seme… - el Caballero Dorado de Cáncer no se limitaba en expresar sus ideas, y no lo hacía en mala racha. Solo no sabía decir las cosas con tacto – El Espectro ya se metió entre las… - calló de repente cuando un Caballero de Piscis por demás molesto aparecía en frente de él y le miraba inquisidor.

         - ¿Qué estabas diciendo? – Afrodita se cruzó de brazos - ¡¿Qué tiene de malo ser uke?! ¡¿Eh?! Respóndeme pues, cerebro de crustáceo. ¡Hasta Shion es uke!

         - Dita… no, es que… espera, no quise… no era mi intención.

         Camus fue uno de los tantos que vieron a Máscara de Muerte ser llevado de manera cómica por la oreja, en un agarre por parte de Afrodita que lo arrastró hasta que quedaron detrás de un pilar. Seguramente iba a regañarlo un buen rato.

         Shion ignoró el último episodio, conteniendo el tic que quería nacerle en el ojo, porque si terminaba dándole importancia  a todos los desmanes de sus Santos nunca empezaría el Entrenamiento.

         Kanon ni se había inmutado de los comentarios.

         - Entonces, ¿es cierto que Kanon está con Radamanthis? – Preguntó Camus a Milo. Estaban sentados juntos en la gradería de piedra que rodea el Coliseo.

         - Eso parece – dijo Milo sin mucho interés – Ya no nos llevamos como antes, en tu ausencia yo pasaba más tiempo con Shura.

         Camus apretó los labios, sin encontrar ánimos para cuestionar al Escorpión sobre sus interrogantes que llevaban bastante tiempo flotando en su mente, además, estaba esperando que un día sin  particular Milo le contase sin necesidad de preguntas… pero, quizá lo mejor era preguntárselo y ya.

         - ¿Qué sucedió para que se distancien? - Camus argumentó al instante - ¿Acaso es por lo de la apuesta? – No quería andarse con rodeos.

         Milo lo observó directamente de manera incierta, cuando sus orbes adquirían ése matiz era difícil saber qué era lo que estaba pensando.

         - No hay rencillas entre ambos, considero a Kanon un gran tipo. Es sólo que la joda, por decir de alguna manera, se acabó para los dos. Beber hasta perder la conciencia, hacer de galanes con medio Santuario… ya sabes de lo que hablo, no quiero decir que era eso lo único que nos unía, en verdad aprecio a ese idiota y lo de la apuesta… - sonrió con picardía – Puede que te enojes… pero de alguna manera le agradezco por haberme retado ese día. Todo comenzó ahí.

         En el pasado Camus quizá se hubiera molestado por tal comentario, pero ahora entendía a lo que se refería el Escorpión, no al contenido de la apuesta, no, tal situación fue sólo el comienzo para que los sentimientos ahora presentes sean tan gloriosos y fuertes. No iban a esfumarse de la nada.

         - ¿Qué me dices de la noche que pasaste en Géminis cuando concluyó el lapso de tiempo de la apuesta? – Inquirió Camus.  Al final Milo no había respondido.

         - ¿Esa noche? – Milo arrugó el entrecejo - ¿Estás celoso?

         - Por supuesto que…

         - Kanon será un idiota la mayor parte de las veces – dijo Milo interrumpiéndole – pero no es cínico. Si hago memoria… Kanon se dio cuenta que me enamoré de ti y bueno…

         - Al día siguiente recuerdo que te veías tan cansado.

         – Si estas celoso  - afirmó satisfecho el Escorpión y Camus arrugó la nariz – Pero no… no pasó nada de lo que piensas, en realidad nos la pasamos la noche bebiendo y  le conté todo hasta entonces sobre nosotros. Mis sentimientos… en completa sinceridad. Recuerdo que me dolía fatal la espalda porque dormí en mala posición…

         - Entonces sólo bebieron – sonaba aliviado.

         La sonrisa picarona de Milo se extendió.

         - ¿Celoso? Imaginar el hecho que alguien más me besó – Milo empezó a susurrar las palabras – Que sus manos tocaron aquí – y de manera un tanto lasciva se posó sobre sus pectorales y empezó a descender, al mismo tiempo se relamía los labios.

         - ¡Basta! – No fue Camus quien gritó - ¡Por todos los dioses! ¡¿Qué crees que haces?! ¡Date prisa o te llevo yo mismo a patadas! – Milo se quedó estático ante un Shion furioso que le gritaba que cumpliera una orden que ni se enteraba. El Patriarca tan bondadoso, no estaba beneplácito como siempre se lo encontraba – Ve con Kanon de una buena vez – El susodicho estaba apoyado en un pilar cabeceando de sueño - ¡¡¡A entrenar!!!

         Milo fue a toda prisa y Kanon terminó por despertarse y ambos llegaron al centro del coliseo al mismo tiempo.

         - Dúo de vagos – Y Shion continuó protestando – A la siguiente que los encuentre tan distraídos, les juro por la misma Atena que les pongo a trotar todo el Santuario hasta que se les gaste los zapatos ¡Y les daré unos nuevos!

         - ¿Qué le pasa? – Preguntó Milo en un susurro mientras adquiría una pose de lucha, Kanon respondió encogiéndose de hombros.

         - Ni idea – elevó los puños por pura usanza, en realidad ninguno de los dos tenía intenciones de gastarse la vida en un entrenamiento como ese. Especialmente porque era entre ellos dos - ¿Cómo te va con el témpano? – Preguntó Kanon a sabiendas que podía hacer explotar a Shion de la bronca que tenía esa mañana.

         Milo sonrió por lo bajo recordando ciertos pasajes de sus vida… donde Kanon, Shura, Mu e incluso Saga habían armado el camino hacia su felicidad titulada “Camus”.

         - Muy bien – dijo sin dejar de sonreír – Gracias por tus consejos.

         Shion por poco los asesina por ponerse a charlar en vez de iniciar su lucha pero, Camus que los había oído arrugó el entrecejo ¿Consejos? ¿Kanon dando consejos? ¿Qué tipo de consejos?

         Milo y Kanon quedaron más que cansados cuando Shion les ordenó repetir su lucha y se fijo en todos los detalles posibles. Shion tenía un mal día, todo el Santuario lo notaba pero en el transcurso del entrenamiento bastó una sonrisa de Dohko para que su mal genio aminorara, un poco.

         Milo volvió cansino al lado de Camus, se sentó a sus anchas demostrando sin pudor lo jadeante que estaba.

         - ¡Los siguientes! – Exclamó Shion… nadie se movió - ¡¿Qué no me oyeron?!           

      - Si, si, yo sigo – dijo Aioros, estaba con Mu golpeando unos pilares forrados, en el camino trastabilló un poco.

         Por unos momentos nadie más se movió.

         - Dado que Aioros no puede luchar solo – intentó hablar Shion lo más calmado posible - ¡¿Quién lucha con él?!

         Silencio…

         - ¿No eras tú? – Susurró Saga a Shura. Estaban sentados juntos.

         El español se señaló a sí mismo sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda, había olvidado que su nombre salió emparejado con Aioros. Miró hacia el coliseo encontrándose con el aludido. No lo examinó a profundidad pero se notaba que estaba nervioso… agitado incluso antes de comenzar a luchar.

         Lo había estado evitando tanto… mutuamente se estaban evitando y ahora tenían que librar una pelea, enfrentarse quizá no solo en combate sino… sus respuestas, sus cavilaciones, sus sentimientos. Desde el día que en el Templo de Capricornio,  Aioros terminó por besar a Shura confesando sus sentimientos… temblando, mientras demarraba lágrimas y las palabras fluían sinceras de su corazón pronunciándose con timidez. Recordaba el timbre de voz usado por Aioros, tan… 

         - Soy yo – Dijo Shura sin perder la compostura, se puso de pie y caminó hacia Aioros, sin mirarle directamente – lamento la distracción Patriarca, sólo perdimos unos segundos – habló tan serio que Shion sólo suspiró vencido antes que le diera un patatús.

         - Empiecen.   

         Se hizo silencio, ambos sin poder leer sus intenciones en aquella conexión muda de miradas.

         Shura hecho un suspiro discreto y adoptó una pose de ataque. Aioros le imitó. 

         - No creí que fueras a ignorarme – dijo Aioros serio, directo pero, con un timbre de voz suave, asegurándose que sólo Shura lo oyese.

         El mencionado elevó ambas cejas, sin romper su pose, sonrió de medio lado.

         - ¿Me dices que vas a mezclar los asuntos formales con tus sentimentalismos? – dijo Shura, Aioros agudizó la mirada – No te ignoro, te hago el favor de olvidar todas las estupideces que dijiste aquel día.

         El público veía atento, como nunca. No solían prestar atención a los entrenamientos, sólo lo necesario; pero, esta vez era diferente. La tensión entre ambos Caballeros de Sagitario y Capricornio respectivamente creaban un aura negra a su alrededor. ¿Sus cosmos? También podría ser la materialización de sus sentimientos encontrados.   

         - ¿Estupideces? – Repitió Aioros en un susurro, sintiendo como algo se quebraba en su interior - ¡Ah!

         Shura fue el primero en abalanzarse para dar el primer golpe y lo logró, con un Aioros que acababa de sentir una punzada en el corazón sintió también un golpe en las costillas que lo derribó sin esfuerzo.

         El Caballero de Sagitario cayó al suelo arenoso levantando una tenue capa de polvo, que no permitió que el resto de sus compañeros advirtiesen su expresión adolorida y quizá la acumulación de lágrimas. 

         - Tu, mezclando asuntos que ni importancia tienen… te haré el favor de olvidarme de  tus incoherencias – Shura lo miró desde arriba, con el reflejo del sol tras su espalda y su gesto serio sin dudar en sus palabras, parecía todopoderoso.

         Aioros apretó los dientes, un dolor agudo le oprimía el pecho desde aquella noche donde llevado por los sentimientos que Shura le inspiraba terminó por confesarle sin tapujo alguno. Se lamentaba el haber derramado lágrimas, como si estuviera arrepentido de su confesión. Pero las lágrimas salieron dolorosas al ver al dueño de sus sentimientos estático, peor que una estatua. Sin siquiera mirarle. Escapó esa noche pero sin arrepentimientos no se podía arrepentir de lo que hizo por amor.   

         Por amor…

         Ahora, sus sentimientos eran pisoteados…

         ¿Qué estaba diciendo Shura?

         - Mejor abre los ojos Aioros, se real… tu y yo, ¿juntos? Eres patético.

         Apretó los labios y tragó grueso, mas ni una de sus lágrimas se hizo presente en su faz que miraba directo a Shura a los ojos. A ésas orbes grisáceas que lo enamoraron con fervor, tanto que no se mitigaron sus sentimientos aún al saber que era su hermano menor el dueño de todo el amor que anhelaba… que el hombre que amaba, en un pasado no muy lejano lo había asesinado…

         Aioros se puso de pie con cierta lentitud, con sus sentimientos presentes y con la respiración un tanto agitada.

         Shura no podía lastimarlo con palabras.

         - Shura ¿piensas lograr algo con lo que me dices? – La mirada del Caballero de Sagitario se endureció a tal punto de volverse saetas decididas en asestar a su presa – Tu me mataste… nada de lo que digas o hagas podrá dañarme, nunca.

         No tuvo tiempo de saber exactamente qué es lo que sentía, qué era ese “algo” que se movió en su interior al ser receptor de ésas palabras, Shura solo atinó a inhalar oxígeno a sus pulmones y al segundo siguiente era atacado por Aioros con reciedumbre y una energía renovada… comenzaron a luchar con avidez… ¿O no? Era Aioros quien estaba concentrado en la lucha, concentrado en herir a Shura, en querer golpearlo como si su vida dependiera de ello, en cambio Shura estaba más preocupado en defenderse, en atajar los golpes y no retroceder.

“Si otra vez me lanzas al abismo…

Me levantaré Shura

Y esta vez no pensaré más en ti”

         Terminaron en diferentes extremos agitados y jadeando. Fue uno de los entrenamientos más largos y rudos que se había visto entre los dorados desde que Shion comenzó a emparejarlos.

         - ¡Los siguientes! – Exclamó Shion. Afrodita y Mu se apersonaron al centro de la cancha, definitivamente más relajados que sus anteriores compañeros.

         Aioros se apartó sin mirar a Shura, directo a golpear algunos pilares dejando sin una palabra a nadie.

         - Creí que esos dos eran amigos – comentó Milo en voz baja sólo para que Camus lo oyese – Tal y como pelearon parece que están muy disgustados – El Escorpión buscó con la mirada a Aioria - ¿Crees que Aioros está molesto con Shura por que terminaron con su hermanito? 

         - Lo dudo – contestó Camus sin pensarlo demasiado, Shura le había puesto al corriente de la situación en secreto, a sabiendas que no iría esparciendo al resto de los habitantes del Santuario los hechos.

         Shura se fue a sentar al lado de Milo masajeándose un poco el antebrazo.

         - Te ha dado una paliza el arquerito – bromeó el Escorpión.

         - Supongo que solo tiene mucha energía – dijo cortante el Caballero de Capricornio sin dejar espacio para que Milo se meta en sus asuntos.

         Cuando regresaban a sus Templos, Milo y Camus ascendían juntos charlando de cosas triviales, más que todo burlándose de Máscara de Muerte por lo “SEME” que era.

         - ¡Ah! – Recordó Camus – Hay algo que debes contarme.

         - ¿Debo? – repitió el eufemismo Milo.

         - ¿Qué consejos te dio Kanon?

         Milo le miró sin dejar de avanzar, mordiéndose suavemente el labio y agitando el cabello sin mucho esfuerzo.

         - He escuchado el nombre de Kanon mucho la mañana de hoy… - Camus intentó decir algo pero Milo continuó - ¿Celos? ¿Qué vas a hacer con ellos? Deberías pensar en algo para demostrarles a los demás que soy completamente  tuyo.

         El Caballero de Acuario parpadeó marcadamente un par de veces,  sin comprender muy bien a qué, Milo se refería.

         - Tonto – murmuró al fin, empezando a caminar más rápido – No estoy celoso.

          Aioros los vio pasar por su lado, casi llegando al Templo de Leo. Continuó a paso cansado, con las manos caídas a los lados pero con la mirada firme. Sí, estaba deprimido pero tampoco iba a permitir que todo el mundo lo notara. El corazón le dolía y tenía un extraño nudo en la garganta que no le dejaba respirar con normalidad y eso no facilitaba sus ansias por calmarse. Quería llegar a su Templo… lamentarse un poco y ordenar sus ideas.

“Shura tiene razón”

         Pensaba, no podía pretender que enamorarse de su asesino y el ex de su hermanito menor era algo viable. Entendía la lógica de Capricornio… en definitiva lo atendía. Además temía ser tomado como un remplazo por parte de Shura… un alguien muy parecido a Aioria y aprovecharse…

         ¿Pero quién demonios manda en el corazón?

“Después de Shura no hay nada… nadie”

         Había llegado a pensar años atrás, antes del incidente de su muerte, que tenía suerte en haber conocido a alguien como Shura, tener un amigo como él y… con el paso de los días pensó también  que Shura había nacido para él. Compartían tantas cosas, tan amigos que…

“Desearía pasar mi vida a su lado”

         - Hermano – Aioros se detuvo en medio paso al ser llamado por Aioria, estaban en el interior del Templo de Leo – Podemos hablar.

         - Por supuesto – acepto regalándole una sonrisa pero en realidad estaba nervioso ¿De qué quería hablar Aioria? ¿Acaso sabía algo?

         Se adentraron un poco al Templo hasta que tomaron asiento frente a frente en la sala de cómodos sillones.

         - ¿Puedo ofrecerte algo? – Dijo el menor – Él entrenamiento ha sido arduo hoy, especialmente cuando luchaste contra Shura.

         - Estoy bien, gracias – afirmó Aioros - ¿qué sucede?

         Ambos se miraron un instante, hasta que Aioria miró sus manos algo nervioso  sin saber cómo empezar, cómo expresarse… era algo que había notado ya desde antes, pero en el entrenamiento de hoy lo había confirmado.

         - ¿Qué sucede entre tú y Shura? – Preguntó directamente el Caballero de Leo.

         Aioros sintió como si una puñalada se incrustara en su estómago y un escalofrió le estremeció la espalda, no parpadeó ni respiró durante un par de segundos ¿Aioria sabía algo de sus sentimientos hacia Shura?

         - ¿Con… Shura? – repitió con ilusiones de haber escuchado mal… que su hermano había preguntado otra cosa. No era cobarde, por supuesto que no, sólo que no quería hacer público sus sentimientos a nadie, a nadie para no ser motivo de cotilleo… y tampoco de lástima al menos durante un buen tiempo, siempre y cuando sea correspondido.

          Ante la falta de respuesta fue Aioria quien continuó.

         - Te entiendo hermano… - dijo.

         - ¿De veras? – Preguntó sorprendido.

         - Claro que si – dijo de inmediato el menor de ellos – eres mi hermano y siempre quieres protegerme, pero ésta vez estás equivocado… yo soy el culpable.

         - ¿Qué? – Dijo confundido el mayor ¿Qué le estaba hablando su hermano?

         - Hoy te vi en el entrenamiento y por poco matas a Shura y estos días ya no se hablan, ni se miran. Sólo puedo pensar que es por mi culpa… como terminamos... pienso que tienes rencillas con él por éste asunto.   

         La mirada de Aioros se clavo en el suelo, con un sabor agrio en la boca, con un regusto ácido y una mezcla extraña de alivio inundaba su pecho… pero ¿Podía decirle a su hermanito sobre sus sentimientos hacia Shura? ¿Pero con qué finalidad?

         - No te preocupes, no pasa nada – dijo el Caballero de Sagitario con una sonrisa a medias, Aioria sonrió más ampliamente.

         - Es un alivio – dijo – Estaba tan preocupado, temía que odies a Shura, que dudaba en contarte algunas cosas…

         - Sabes que puedes contarme lo que sea.

         -Si, la verdad lo he estado pensando desde hace unos días, no quiero tomarlo a la ligera y por eso no lo he comentado con nadie. Eres al primero al que se lo digo… me he alejado de Shaka, estaba muy equivocado… tanto… - la expresión de Aioria cambió a una bastante seria y abrumada… quizá sólo Aioros lo había visto así en ocasiones, no hablaba por hablar, no.

         - Nos besamos hace unas semanas – continuó Aioria – Shaka y yo nos besamos por primera vez y… no pude, creía que con Shura estaba todo enterrado mucho más abajo del asfalto, pero Shaka… nunca los comparé. Pero al besar sus labios sentía que estaba engañando a Shura, que estaba haciendo algo imperdonable aún después de haber terminado hace tantos meses atrás… Desde ese día sólo pienso en Shura, quiero saber cómo está y… si pudiera ser… que yo siga siendo lo más importante en su vida, sería muy feliz.

         Aioros parpadeó marcadamente, apretó los labios y sintió como si su corazón diera el último soplo antes de ser enterrado por todas ésas palabras.

         - ¿Cuándo vas a decírselo?  - Cuestionó Aioros después de tomar aire y procesar en su mente lo dicho por su hermano.

         - ¿Tú, hermano crees que deba? Tengo miedo.

         - Es normal que sientas ese miedo, después de todo podría rechazarte, pero no te lo guardes más… más aún cuando puedes ser feliz. No importa que tan complicado parezca, Shura te amó en un pasado no muy lejano, no esperes a que su amor muera. Se feliz hermano. 

         - Shura no es orgulloso, pero temo que pueda pensar que estoy jugando con él.

         -¿Qué sucedió con Shaka? Dadas las circunstancias podría pensar que jugaste con él.

         Aioria negó por la bajo.

         - Un beso fue suficiente para mí, me di cuenta lo lejos que estaba de mi camino, del camino real y bueno… Shaka, lo sentí también, al tener sus labios contra los míos… impropio, como si deseara que estén sobre los de alguien más. 

         A los segundos de silencio entre ambos, Aioros sólo tenía algo más que decir.

         - Se sincero con Shura, te deseo lo mejor Aioria… 

         -Gracias.

 

        

         Caminar unos cuantos pasos, mirar la luna.

         Indudablemente la vida había sido ingrata con él, encargándose de hacerlo sentir un tanto desgraciado cada vez. Lo mejor era dejar que Shura y Aioria continúen su historia sin él de por medio… Lo mejor era dejar pasar sus sentimientos por Shura, que se pierdan en el viento.

“Yo encontraré las fuerzas para levantarme.

Repararé mi corazón destrozado

Y no miraré atrás”.

 

 

         - Aunque me canse de jurarme… no puedo evitar llorar, prometí que no lo haría… pero, pero…

         Shura sintió que su corazón se agitaba al ver a Aioria en la puerta de su Templo, con el rostro empapado de lágrimas y la expresión adolorida.

         - Shura – dijo en una solo voz  - Yo he estaba tan equivocado, todo… todo estos días, tantos días que se volvieron meses… perdóname. Nunca debí… terminar lo nuestro, nunca. Estar contigo es lo mejor que me ha pasado.

         - ¿Qué fue lo que te hizo cambiar de opinión? – Fue lo primero que preguntó Shura tras unos segundos de silencio.

         Aioria suspiró agachando la mirada.

         - Nada se formalizó con Shaka, y cuando estuvo a punto de suceder… simplemente no pude. Me di cuenta que era como si te traicionara… que yo te extrañaba y tu ausencia a mi lado duele… no te imaginas cuanto.

         - No es nada fácil ver a la persona que amas destrozar sin contemplaciones lo que ambos construyeron. Sin opción a dar vuelta atrás finalizaste lo nuestro  y no tardaste mucho en profesar sentimientos a otro, en irte a sus brazos…         - dijo Shura elevando un poco la voz.

         - ¡No! Tienes todo el derecho a reclamarme, lo entiendo. Y lo que dices… es cierto, lo entiendo… me fui con otro a sus brazos como tú dices… pero sólo tus manos pueden encontrarme, solo tus palabras no se desvanecen, sólo tu amor importa…

         Su voz atropellándose con las palabras, las lágrimas no dejaban de surcar sus mejillas de porcelana y su corazón se quemaba tal cual antorcha en su pecho.

         - Se que soy parte de ti Shura.

         Reconocía el miedo en la mirada de Aioria, el miedo al rechazo, a que simplemente pase de él. ¿Volver con Aioria? ¿Volver a arriesgarse en el amor?

         - Estos siete meses – dijo el Caballero de Capricornio mirando directo a los ojos de su león – te he extrañado cada minuto de mi vida, no puedo dejarte de pensar. Eres mío desde el primer momento en que te vi.

         Aioria atinó a taparse la boca mientras las lágrimas salían de regocijo de sus ojos.

         - Abrázame – dijo Shura extendiendo un poco los brazos y  él mismo acortó la distancia de sus cuerpos cubriendo con sus brazos la cintura masculina de Aioria.

         Poco a poco, con el paso del tiempo ambos recuperaron la dicha de estar juntos, para Shura la espera fue dura y los días separados, desoladores, unos más intensos que otros. Ellos no podían aprender a estar separados… al final ambos anhelaban el momento de que la fuerza del destino los una de nuevo.

         En cuanto a Aioros, sufrió… sufrió en silencio como estaba acostumbrado, nadie podía cambiar eso. Además nadie más que él lo sabía. La fuerza de su corazón, aunque destrozado se levantó como prometió, Aioros no era hipócrita, no fingía su felicidad al saber dichoso a su hermano, aún si fuera con el hombre que él amó. Aioria era lo más importante en su vida, eso no cambiaría.

“Todo pasa por algo”

         Pensaba. Sin que tenga sentido los acontecimientos del presente, más adelante del camino todo cobraría sentido y forma.

         Un día más, sin embargo tampoco era cualquier día para ellos, para el Santuario.

         - ¿Hola? ¿Aioros estas por aquí? 

         El aludido cambiaba los canales de la televisión (Saori les había dado uno en cada Templo) esperando encontrar algo que ver, pero al parecer era imposible. En cuanto escuchó que lo buscaban apagó el aparato y se dirigió al recibidor de su Templo.

         - Hola Saga – saludó el protegido por la constelación de Sagitario en cuanto se apersonó al recibidor.

         El Caballero de géminis le recibió con una sonrisa cálida mientras estrechaban manos. Ya era un tanto común verlos frecuentarse.

         - Feliz cumpleaños.

         - … ¿Eh? Aún falta para mi cumpleaños – dijo contrariado.

         - No – dijo Saga – Hoy se recuerda el segundo aniversario desde que nacimos otra vez… nuestra segunda oportunidad.

         - Cierto. Lo había olvidado.

         - Hay una celebración en el templo de Cáncer ¿irás? Todos estarán.

         - Claro… últimamente estoy muy distraído – agregó-  Vi a Máscara e Muerte y a Kanon llevando bebida y todo eso, pero no se me ocurrió relacionarlo.

         Ambos descendieron al Templo de Cáncer juntos, charlando un poco de casi nada.

         No eran grandes amigos, casi ni se conocían lo suficiente, Saga y Aioros no tenían demasiado en común, sólo las formalidades del Santuario los hacía saludarse a diario. De todas maneras en el pasado uno había sido la causa de la muerte del otro y esas circunstancias no ayudaban a ser llevaderas las cosas entre ellos. Aunque el tiempo ayuda bastante y la fe en amor también.

         Ahora sólo por amor abrirían la puerta de su corazón, respectivamente. Una destello por parte de Saga había logrado que centre su atención en Aioros… sentía que podía dar mucho para ver la cálida sonrisa del Santo de Sagitario, una sonrisa que hace mucho no veía en su esplendor…  Saga veía a Camus con Milo, dichosos, estaba consistente que Mu estaba ahora detrás de él, con intenciones de volver tras dejar a Shaka. Demasiado enredado y no le gustaba, de todas maneras ya no sentía gran cosa por el Caballero de Aries, aprecio tal vez. Pero… con una chispa es suficiente, en una relación uno siempre empieza queriendo más que al otro, al menos al principio y se espera que con el paso del tiempo los sentimientos se alcancen a la par de su intensidad. Ahora, bajo los rayos plateados de la luna Saga confirmaba que la chispa que sentía por Aioros era por demás suficiente para decírselo, proponérselo…

         La vida era ingrata, muy desagradecida con Aioros, la mayor parte de su vida desde que era Caballero se sintió desgraciado pero… todo tiene un motivo… miró a Shura besándose con su hermano en plena fiesta y luego al virar la mirada se encontró con las orbes de Saga que lo miraba a él… la voz de Saga había dicho algo que su alma anhelaba escuchar…

         El corazón de Aioros desde hace un buen tiempo se sentía hecho añicos de cristal, pero con un “- Te quiero” de la voz de Saga fue como ir en cámara en retroceso… irreal, inimaginable, las partículas del suelo de su corazón era como si se elevasen de la nada y se reconstruyan uniéndose unas con otras y se formaban con más fuerza…   

         - Estoy feliz de que estés cerca de mí hoy – apenas hubo un espacio de silencio entre ambos y estando apartados del grupo Saga habló a Aioros sujetándolo de la mano.

         - Saga…

         El mencionado llevó una mano a la mejilla de Aioros encargándose de unir miradas.

         - Yo… - dijo Aioros – no entiendo, es tan repentino… ¿Por qué?

         - ¿Por qué? Desearía saberlo también, así te podría decir con más razones que te convenzan. Tu mismo lo dijiste, estás distraído ¿no? Lo note, siempre eres amable con todos, siempre y de repente de veo triste… esa amabilidad melancólica llamó mi atención. Estuve pensando en ti, ¿Suele suceder que alguien se te mente en el pensamiento y no puedes sacarlo? Y luego te das cuenta que no quieres que salga.

         - Pero tú… ¿Qué pasará con Mu? Es mi amigo…

         - ¿Mu? No le entiendo, terminó con Shaka ¿no? Y ahora dice que quiere volver conmigo. Mu es una gran persona pero… no. Siento que aún tiene asuntos que resolver con Shaka.

         - Y… y… no haces esto porque Camus está con Milo – dijo Aioros mirando a un lado. “Ahora que lo pienso tenemos algo en común” pensó.

         - ¿Camus? Es también una gran persona que… merece ser feliz.

         En un instante Aioros pudo ver que Saga era alguien que alguna vez soñó, mientras más lo tenía en frente menos quería apartarse. “Tanto en común” pensó sonriendo un poco.

         ¿Acaso las heridas de sus corazones no se parecían?

         Caminaron por las afueras del templo de Cáncer intentado apartarse del ruido, mirando al cielo. Dos personas con las heridas parecidas, conocedores del mismo dolor… ¿Sólo dos personas así podían sanarse mutuamente? 

         - Aioros – Saga lo sujetó de la mano – Mírame – pidió.

         De las estrellas desvió sus orbes castañas a la faz de Saga.

         - Sabes – intentó decir Aioros pero…   

         Fue un beso, aguerrido y repentino, pero no lo apartó. Sintió como si su corazón malherido reparase las fisuras, melladuras. Un fuego ardiente que envolvió su alma entera.  Saga se sintió igual, que valía la vida entera no haber perdido la fe en el amor… que todos tienen a una persona predestinada y los caminos de la vida se trazan difusos por delante. Sin dejar de creer en las personas, en el amor… ahí estaban ahora los dos.

         Un beso… era el inicio de todo. Un comienzo sin palabras ni meditaciones.

         - Saga…

         - Quédate conmigo.

         Entrelazaron sus dedos para luego apretarse las manos con fervor, a la par de los latidos de sus decididos corazones.

         - Si.

 

 

         - La fiesta, la fiesta – se decía Camus, correteaba en el espacio reducido de su habitación arreglando los últimos detalles de su aspecto. El Santo de Acuario se sabía hermoso y no era cuestión de hacer demasiado esfuerzo para verse bien, aún así quería estar lo mejor presentable para ir a la dichosa fiesta en el Templo de Cáncer.

         Se miró al espejo una vez más, era de cuerpo entero así que podía apreciar toda su imagen en el reflejo. Se acomodo el cabello en nueva cuenta y se decidió a salir. Seguramente Milo estaría viniendo a recogerle y se encontrarían en el camino.

         En cuanto salió al recibidor de Acuario se encontró con Afrodita, que también descendía. El Santo de Piscis vestía de blanco con unos pantalones ajustados y una chaqueta del mismo color, por dentro llevaba una camisa del color de sus cabellos, resaltando su imagen adornaba su cabellera una rosa blanca.

         - Hola – se saludaron.

         - Camus ¿Iras así a la fiesta? – Preguntó de repente Afrodita examinando la imagen del mencionado.

         Camus afirmó en silencio, no le veía nada de malo a su aspecto ¿O sí?      

         - Bueno, pienso que estás con Milo, y él… tú eres bello Camus pero no eres el único. Para bien o para mal hay mucha carne deliciosa en el Santuario y mantener la chispa ardiente en una relación depende de ambos y no sólo en la intimidad, aprende a aprovechar una fiesta como esta para verte lo demasiado bien y así tu pareja se esté orgulloso de tenerte  a su lado.

         - ¿Qué? Milo no es tan superficial – acotó al instante – Además mi vestuario no tiene nada de malo.

         - Si claro, estaría bien si quieres volver a Siberia. No digo que tengas mal gusto, es sólo que deberías subirle un poco de tono. Nada más. Permiso - Afrodita se dispuso a retirarse.

         Camus se miró una vez más a sí mismo, desde el principio que no estaba cómodo con su vestuario pero no tenía otra idea. Pero tampoco sonaba tan mal la idea de Afrodita, sobre verse mejor… sobre todo si era para Milo.

         - Afrodita – lo llamo antes de que abandone su Templo por completo, el mencionado volteó.

         - ¿Si?

         - ¿Tienes alguna idea?     

         Una sonrisa se dibujó en los labios del Santo de Piscis.

 

         No iba a atarlo a su lado, no podía amarrarlo para que no se mueva, la idea de cubrirlo con un abrigo que le llegue hasta los talones le parecía tan apetitosa, pero simplemente no podía. Camus siempre le pareció bello y dueño de una gran fisionomía pero… esa noche estaba más hermoso que nunca.

         Milo no podía despegarle los ojos de encima, con ansias de cubrirlo de besos y… no dejarlo ir nunca.

         - Déjalo, que tanto mirarlo te vas a volver visco – le recriminó Aioria a Milo.

         - No puedo – dijo Milo – Siento que si despego los ojos de mi Camus medio Santuario le va a saltar encima.

         Aioria se tapo la boca para reír con disimulo, su amigo había hablado tan serio.

         En efectivo, Milo no despegaba su mirada de Camus que charlaba con Shura cerca de la mesita de los bocaditos. El León y el Escorpión estaban sentados en unos cómodos sillones mientras sus parejas habían ido por algo de comer.

         -  Camus siempre ha sido bello, pero hoy… hoy se ve tan hermoso.

         Y lo devoraba con los ojos, sin encontrar la razón exacta del motivo por el cual lo veía tan perfecto… llevaba el mismo peinado que siempre, ¿el color de su ropa? ¿La ligereza de las prendas? No importaba la razón, le gustaba y al mismo tiempo, no quería que nadie más lo mirara.

         A su vez Camus sentía la mirada de Milo sobre él, lo alagaba que a su novio le guste su imagen pero, no podía evitar sentirse  un tanto incómodo.

         - Jeje Milo no te quita la mirada – comentó Shura - ¿Estás bien?

         - Claro que estoy bien, aún no he bebido mucho – respondió Camus.

         - No, no me refiero a eso. Pero no vas a negarme que hoy te hiciste algo diferente… tu aspecto… 

         - ¡¿Qué?! – Se alarmó el francés – Sabía que me había pasado, no debí seguir los consejos de Afrodita.

         Ante la perturbación repentina del Caballero de Acuario, Shura rio de lado.

         - No digo que te ves mal, al contrario, ese aspecto te sienta mucho mejor…

         Camus se miró a sí mismo, inseguro de las palabras de su amigo. De buenas a primeras el cambio de ropa que le dio Afrodita no le pareció la mejor, pero una vez que las usó… le quedaba bien, el color negro de la camisa ajustada le favorecía bastante al color de sus ojos y la piel. Al remangarse las mangas resaltaba la prominencia de sus músculos y dejarse los primeros botones abiertos… el pantalón ajustado a sus posaderas…

         Aún así, no estaba acostumbrado a ese estilo, esperaba cumplir su objetivo de gustarle a Milo pero tampoco quería llamar demasiado la atención.

         - Gracias Shura – le dijo agarrando su copa y dándole un trago - ¿De verdad me está mirando? 

         Shura le acompañó con otro tragó – No te quita la mirada desde hace un buen rato – ambos sorbieron otra vez – No te salvas amigo, Milo ésta noche no te dejará dormir.

         - Cof, cof, cof.

         - ¡Camus!

         Amigos como Camus y Shura habían muy pocos, hablaban de sus sentimientos siempre, profundizando los túneles de sus pensamientos y las lagunas de sus corazones. Nunca de sexo, en raras ocasiones se coló el tema a sus amplias conversaciones pero nunca así de la nada y menos para una broma.

         Un Camus sonrojado fue el resultado después de atorarse. Shura no tardó en comprender el porqué de ese comportamiento. Sonrió con cierto afecto al ver a su amigo tan ofuscado por sus palabras.

         - No la han hecho ¿no?

         Camus desvió su mirada, hacia el Patriarca y Dohcko que bebían con Saga y Aioros.

         - No – dijo sin mirar a su amigo – A decir verdad…

         - Vamos, puedes confiar en mí – le animó Shura ante el silencio prolongado – Se que no lo hablamos antes de esto, pero…

         - Creo que… - se animó Camus – Milo… Milo lo ha estado evitando.

         Como respuesta el Caballero de Capricornio arqueó ambas cejas, confundido y sorprendido.

         - Entonces…

         - No lo estoy imaginado, si Milo lo deseara, lo hubiera intentado ya, hace mucho que hubo oportunidades para hacer… eso… y no lo hizo. Me confunde, Milo no es frío ni descortés, es más, es tierno, me ama…

         - ¿Es por eso que te vestiste así hoy? – Interrogó Shura, Camus afirmó – Te sientes inseguro porque Milo no intenta nada – afirmó una vez más - ¿Entonces por qué no lo intentas tú? ¿Cuál es el problema? Si Aioria comenzaría… yo encantado.

         - Es diferente, con Aioria ya sucedió entre ustedes, supongo que lo han hecho incontables veces. Con Milo no, y no me animo porque temo que me rechace, o se ofenda… si Milo deseara hacerlo… lo conozco… no se…

         Bebieron al unísono otra vez.  

         - ¿Pero tú quieres? – Fue la pregunta que hizo que las mejillas de Camus cambiaran de color a un tono carmesí.

         - Amo a Milo y me gusta tanto su semblante, su melena, - tomó un poco de aire –  sus brazos cuando me abrazan y el grosor de sus piernas… su voz… - dijo mirando a Milo, el dueño de todos sus sentimientos, en ése momento reía con Máscara Mortal y Aioria, al poco rato se acercó Afrodita con bebidas para ellos.

         Shura acarició los cabellos de Camus con aires de fraternidad.

         - Milo también te ama, tómense su tiempo, no apresures nada ¿vale? Ese tipo de eventos pienso que no deben planificarse, suceden cuando ambos lo desean.

         - Supongo – dijo sin mucho ánimo - ¿Cómo estás con Aioria?

         - Bien, muy bien, desde que volvimos estamos mejor que nunca – Sonrió – Nunca imaginé que Aioria aparecería en la puerta de mi Templo, fue un día tan glorioso…

         - Si – dijo pensando que los sentimientos de Shura, debieron parecerse mucho a los suyos, cuando se reencontraron con Milo después de ese año - ¿Qué sucedió con Aioros? – ese era un tema que no podía olvidar.

         - Nada… le dije lo que pensaba desde un principio aunque… me remuerde la conciencia, fui muy cruel con él. Ahora no nos hablamos más que lo ultra necesario y siempre cuando se trata de Aioria. 

         - ¿Fuiste cruel? ¿Qué le dijiste, qué hiciste? – Cuestionó Camus – Si estás consiente que lo lastimaste quizá deberías disculparte.

         Antes que Shura contestase, Aioria apareció a su lado y al lado de Camus, Milo que selló los labios del francés sin pudor alguno.

         La fiesta transcurrió lo bastante bien, como la anterior vez bebieron y bailaron, el ambiente era ameno y la variedad de bebida era al gusto de todos. Sólo hubo un percance en la fiesta que hizo que la música parase y todos se queden quietos, expectantes.

         - ¿Sucede algo mi Señora? – Shion fue el primero en hablar, Saori que hacía acto de presencia en el Templo de Cáncer.

         - Oh! Sólo quería visitarlos – dijo sonriendo levemente.

         - ¿La estamos molestando? – Interrogó Shaka – Fue precisamente que realizamos esta pequeña reunión en el Cuarto  Templo para no molestarla en su Aposento.

         - No te preocupes por eso Shaka, muy amable. Es sólo que nunca los he visto en una fiesta y como yo tampoco he participado en muchas… sólo deseaba participar un poco, me retiraré dentro de poco.

         Se miraron entre ellos con disimulo ¿Atena en una fiesta con ellos? Sólo lograban sonreír por cortesía y no decir nada. A nadie le agradó la idea de tenerla como participante. Era su Diosa pero ellos planeaban emborracharse esa noche, divertirse sin tapujos ni contemplaciones.

         - Bueno, ya que va a compartir – dijo Máscara de Muerte – beba esto – le alcanzó una copa de contenido pardo.

          Mu estuvo a punto de evitarlo pero Saori acepto.        

         - Gracias y ¿La música? – a su petición la música volvió a sonar y la joven diosa bebió sin respirar mucho. El que le llenaba la copa siempre era Máscara de Muerte donde le daba tragos más fuertes. Con intenciones de emborracharla en demasía, así lograría que se fuera más antes.

         Con la presencia de la diosa no estaban del todo relajados, se sentían como ratones haciendo fiesta y con el gato presente… Saori no ayudaba mucho, caminaba de rincón en rincón charlando con quien se cruzara en su camino, no se tuvo que esperar mucho hasta verla ebria.

         - Señora Atena – dijo Shion al acercarse a ella - ¿Quiere que la escolte a sus Aposentos?

         - ¿Ehhh? – Al parecer no entendió – Los devolví… a la vida… dos años… jeje – se miraron entre ellos son comprender de qué comenzaba a hablar – Un premio… premio…

         Al parecer la joven diosa ya lo tenía preparado y tenía la idea de llevar a cabo eso, sacó de los bolsillos de su estrafalario vestido unos papelitos doblados.

         - Quería hacer…lo hoy – rió tontamente – premiar a uno de ustedess con algo muyy especial.

         Atena extendió su mano mostrando a la vista de todos unos bolitos de papel, doblados en forma de acordeón.

         - Por favor – dijo intentando hablar bien – cojan a un bolito de papel, dentro sólo uno de ellos está marcado, el que lo saque será premiado con algo muy especial ¿Siii? – Nadie se movió – Vamos, vamos, no sean tímidos.        

         Empezaron a levantar los bollitos susurrando entre ellos el posible premio que recibirían, cada uno imaginando su propia utopía.

         - ¡Será vacaciones en Hawái!

         - ¡¿Un bufet de comida, toda la comida que queramos?!

         - ¡¿Un viaje por todo el mundo?!

         - ¡Sí!

         Cada uno empezó deshacer su papelito, esperando encontrar la dichosa marca.

         - ¡Es mía! ¡Es mía! Me tocó el sello ¿Vacaciones? ¿Dónde? ¿Dónde?

         Todos los presentes vieron a Shion exclamar de felicidad, sujetando a Dohko del hombro con una mano y con la otra sujetaba el papelito entre sus dedos, aún exclamaba de felicidad cuando sus compañeros lo felicitaron.

         - Felicidades Patriarca.

         - Creo que se lo merece

         - Shion, será un buen premio – dijo Saori mientras extendía la mano y utilizando una parte de su cosmos hizo parecer a Niké, sin mucho preámbulo señaló con él, al Patriarca.

         - ¿Qué? – dijo apenas cuando un brillo dorado lo envolvió.

         - Shion yo te bendigo con el don de la maternidad.

         …

         …

         Del aura de regocijo de la fiesta, de la efusividad causada por el premio sorpresa, se convirtió frenéticamente en un ambiente tenso. Sólo Saori alcanzó a reír tontamente haciendo desaparecer su báculo. Shion había palidecido cadavéricamente sin ser capaz de mover un músculo, a la par era Dohko el que tenía un tic en la ceja izquierda.

         - ¿A qué se refiere con eso? – Preguntó Mu, el primero que logró hablar – Mi maestro…

         - El don de la maternidad – se explicó Atena, como si fuese algo obvio – Pues tienen una vida nueva y no hacen mucho con ella…

         Shaka tomó por los hombros a su diosa con amabilidad, comprobando que a ésas alturas estaba muy ebria y quizá no sabía ni lo que hacía. Shion y Dohko se miraban estupefactos…

         - Atena ¿Hay manera de revertirlo? Mire al Patriarca no está muy contento con el “Don”  - dijo Shaka.

         - No hay manera alguna ni en el cielo ni la tierra – dijo al instante.

         Algunos de los presentes empezaron  a reír por la bajo y otros no hallaron otra que suspirar aliviados al no ser ellos los “bendecidos”.

         El ambiente se aligeró cuando Dohko empezó a reír también y abrazaba a Shion que aún no se la creía.

         - Que se le va a hacer, podía tocar a cualquiera de nosotros y te tocó a ti corderito… nos toca poblar el Santuario – dijo con ánimo, Shion adquirió un color azulino en el rostro - ¿Empezamos hoy?

         - ¡Ah no! No, no, no – dijo al parecer al volver en sí – Nada de eso, mejor ve a hacerte una esterilización.

         - ¡Ni que fuera animal!

         - Salud, salud. Salud por eso – dijo Máscara de Muerte tomando seco el contenido de su copa y otros más lo acompañaron, terminaron riendo por lo acontecido.

         Al final, Saga que era el más cuerdo de todos por su régimen de cero alcoholes se encargó de llevarse a la diosa a sus aposentos antes que termine “bendiciendo” a más a de uno.

         ¿Qué se le iba a hacer? Shion debía aprender a vivir con eso y por lo pronto que continuó bebiendo con Dohko, la idea de poder tener Shionsitos y Dohkitos correteando en los aposentos del Patriarca de repente no era tan mala.

         La música sonaba en nueva cuenta, estaban bebiendo sentados en los cómodos sillones. Se sentían mucho mejor sin Saori por los alrededores.

         - Ah! Al verlos ya siento envidia – dijo Milo codeando a Camus. Se refería a Dohko y Shion que hablaban animadameeten entre ellos – Hubiera sido genial que…

         - ¡No! – Dijo Camus esbozando una sonrisa - ¿Te has vuelto loco?

         - Un Camus en miniatura ha de ser tan lindo – seguía soñando el Escorpión, Camus negó por la bajo ya sin intenciones de bajarlo de su nube, que siga soñando no dañaba a nadie a final de cuentas.

         - Vengo en paz – escucharon de repente y la música volvió a parar – Vengo en son de paz.

         - Por favor hermano, Saga… por favor – era la voz de Kanon.

         Camus y Milo lograron ver qué era lo que sucedía. Radamanthis estaba en el umbral de la puerta del Cuarto Templo.  Vestía de civil y Kanon lo sujetaba de la mano, Saga que había vuelto de dejar a Atena en su habitación se encontraba a su hermanito con intenciones de hacerlo pasar a la fiesta.  

         No había razones para ponerse de villano, la noche era agradable y su hermano Kanon era muy importante para él, además que esa noche no pretendía ocuparse de otros asuntos que no sea Aioros, para Saga él era lo más importante ahora. La presencia de Radamanthis no le agradaba del todo, razones sobraban pero…

         - Bueno cuñado, por parte de la familia no hay problema, pasa – Saga miró al resto de sus compañeros de armas, incluido al Patriarca y todos asintieron en aprobación a sus palabras – Bienvenido. 

         Con un miembro más la fiesta remontó sin mucha dificultad, Radamanthis coopero con botellas de whisky que fue el empujoncito para que muchos de los presentes empezaran a sentir los efectos del alcohol en su forma de hablar, su equilibrio y las risas excedidas. Bailaron todos, sin que uno se pudiese salvar, a petición de Afrodita que hizo notar a todos que TODO lo habían compartido (N.A.: sin pensar mal ¿si?), desde la comida hasta la muerte y ahora que también la vida porqué no un bailecito. De castigo a quien se corriera le esperaba un trencito de bebidas una tras otra, así que como nadie quería ser noqueado, al principio medio que bailaron tensos pero… la arritmia de unos y la borrachera de otros permitieron también divertirse. 

         Poco a poco el Templo de Cáncer se fue vaciando, los primeros en irse fueron Afrodita y Máscara de Muerte al último Templo, sin otra opción, querían estar solos y celebrar su segunda oportunidad de esa nueva vida a su manera, así que trastabillando y riendo, con lo enamorados que estaban no notaron lo lejos que les quedaba Piscis, la noche recién había empezado para ellos.

         Los siguieron Saga y Aioros, el segundo mareado pero no tanto, ésta vez Saga no se indignó por el estado de su novio, es más, encontró tierno el hecho de poder cuidarle y acompañarlo hasta Sagitario.

           Kanon y Radamanthis tomaron “prestado” el Templo de Cáncer, ya que el dueño original no estaba ocuparon una de las habitaciones.

         A cada momento que había menos gente Milo comprendía que era hora de marcharse. 

         - Camus, amor – le dijo – Ya casi son las cuatro de la madrugada ¿no vamos?

         Su inexperiencia y falta de costumbre hacían mella en el onceavo guardián a la hora de beber, Milo no era uno de ésos que se emborrachan siempre pero en sus épocas de juventud… tuvo más oportunidades para experimentarse. En contrario de Camus que ahora, sin necesidad de beber demasiado el alcohol le afectaba en demasía.

         Ante la pregunta de su novio solo asintió y se puso de pie con cierta dificultad.  Milo pasó una mano por sus hombros.

         - ¿Se van? – Cuestionó Shura al verlos.

         - Si – respondió Milo.

         - Creo que nosotros también, pronto – dijo refiriéndose a Aioria más.

         Shion y Dohko continuaban bebiendo mientras charlaban con Aioria y Shura, Mu y Shaka tomaban aire en las afueras del Cuarto Templo, hablando también, recordando la época de cuando estuvieron juntos, al parecer podían hablar de eso sin sentir culpas. Aldebarán había bebido lo suficiente para tomar ciertas agallas que necesitaba para confesarse a alguien. En realidad fue el primero en irse, y como no había vuelto se notaba que le había ido bien. Un caballero de plata era el dueño del torito dorado.

         Milo y Camus emprendieron su ascenso por la escalinata de piedra, el primero se encargaba de sujetar a Camus a modo de abrazo, además de abrazarlo también lo protegía del frío y cuidaba que no pierda mucho el equilibrio.

         - Te llevaré a tu Templo amor – le dijo Milo besándole la mejilla – te ves tan guapo hoy – comentó después de ascender unas gradas – Siempre has sido bello pero hoy… ¿Qué te hiciste? ¿Eh?

         Camus sólo sonrió, no quería hablar, temía que las palabras salgan deformes de sus labios apenas abra la boca, estaba consciente de su estado de desconciencia…

         - ¿Te gusta estar conmigo Camus? – Preguntó de repente.

         - Claroo – dijo sin pensarlo – Me encanntaa.

         Tal y como pensaba sus palabras sufrían las secuelas del alcohol.

         - Yo soy muy feliz.

         - ¿De verasss?

         - No lo dudes.

         Silencio unos segundos donde Camus se mordió el labio, meditando sus siguientes palabras, no estaba del todo seguro, pero no podía contenerse más.

         - Y ssi noss quedamoss en tu Templo – dijo en una sola voz – Nos queda muchho más cerca. 

         Milo le miró a los ojos, con un brillo en ellos, Camus en esos instantes se sintió desnudo ante esa mirada y no pudo evitar sonrojarse hasta las orejas.

         - ¿Seguro?

         - Si – respondió apenado pero sin arrepentimientos.

         Emprender juntos el camino de vuelta a sus Templos y quedarse los dos en uno solo, serían la primera vez que dormirían juntos. Ya sea porque les quedaba más cerca y no sé qué cuentos, simplemente querían estar juntos.

         ¿Simplemente?

         Ahí el factor que marcaba la diferencia, no era un “simplemente”, claro que no.

         Comenzaron a besarse apenas se vieron acogidos por las paredes del Octavo Templo, fundidos en un abrazo que ajustaba sus cuerpos a cabalidad, los fundía en la oscuridad serena de aquella noche de luna llena.

         Milo fue el que empezó a caminar sin romper el abrazo y menos el beso que unía sus labios, guió en cortos pasos su andar hasta toparse con su habitación, al fondo del Templo del Escorpión.

         Sin que exista el tiempo y detenido el reloj… Milo lo dejó reposar sobre el colchón con suavidad, sin separar sus bocas, sin dejar en paz sus leguas…

         - No te puedes imaginar cuanto te amo.

         Milo acercándose a la cabellera acuamarin, olfatearla con devoción y depositando suaves besos en las mejillas, la nariz, la frente y sobre los ojos que lo miraban enamorado.

         - Te amo – confesó en nueva cuenta el Escorpión.

         - Milo – dijo acariciando el rostro griego y que amaba, cada facción  y detalle, la yema de sus dedos toco los labios gruesos y los pómulos, acarició también los cabellos que caían con elegancia por los contornos del rostro, delineando su contextura, el exquisito color de su piel.

         Sus labios se encontraron con calma y suavidad, con cierta serenidad. Sus corazones en un mismo latir, el ritmo acompasado de sus respiraciones… Milo fue el que se separo con delicadeza de los labios galos al sentir que ya no seguía el ritmo lento de los besos.

         Se miraron profundamente a los ojos, Milo no tardó en comprender lo que sucedía… Camus había bebido demasiado.

         Los ojos del galo empezaron a ser cubierto por sus párpados con sopor y letargo, luchó al principio por mantenerse avispado pero de un momento a otro ya no pudo abrir más los ojos. Sus manos quedaron sobre su vientre y sus labios entreabiertos.        

         - Me quedaré a tu lado – dijo Milo conmovido por la ternura y la emoción de tener a un Camus tan… tan…

         Milo se dio la tarea de sacarle los zapatos al francés y desajustar el cinturón, podía ser molesto a medida que transcurriera la noche. Lo arropó hasta los hombros con cuidado de no despertarlo.

“Un beso”

         Pensó Milo, viendo lo sabrosos que eran, carmines y carnosos, ésos labios húmedos. Se inclinó hacia Camus, logrando rozar su aliento cálido, un contacto suave.

“Sólo uno bastará”.

         Se separó arreglando las hebras acuamarines.

“No podría aprovecharme de él cuando está en ese estado”

         Pensaba, Milo que estaba en sus cinco sentidos y los demás no le costaba nada hacer el amor con Camus esa misma noche, con las ganas que tenía, con las ansias de besarle hasta el alma… pero… no en el estado de Camus. Quizá y para empeorarlo todo al día siguiente Camus no lograría recordar nada.    

         Milo se levantó de su lado y se despojó de la ropa que traía hasta quedar en interiores. Así era como acostumbraba a dormir.

         Rodeó la cama y se acotó al lado de Camus, se arropó también y abrazó la figura que lo acompañaba.

“Dormir en la misma cama…

Sin hacer nada…

Sin exigirle nada.

 Es la mejor forma de demostrarle que lo amo”

         Se puso de lado para mirar a Camus dormir, en la penumbra a esa luz a medias que ingresaba por la ventana, era un albor plateado, gracias a la luna podía ver el rostro níveo respirar profundo, con los labios entreabiertos… su belleza no había hecho más que crecer.

         Con ésa imagen en las pupilas se quedaba dormido. Milo apretó su abrazo, buscando con su mano la de Camus

         - Déjame sostener tu mano – dijo somnoliento.

         Y se desconectó de la dulce realidad…

         En un determinado momento, poco después que Milo quedase dormido Camus fue el que salió de su letargo, aunque no demasiado para razonar a cabalidad los hechos.

         Sencillamente se sentó sin destaparse demasiado, no miró con determinación a su alrededor así que su mente no procesó el escenario.

         - Que calor hace – Balbuceó en forma de protesta y se sacó la camisa negra dejándola tirada en el suelo, sus manos fueron a bajar su pantalón, quedando semidesnudo, “semi” porque el pedazo de tela que lo separaba del “completamente desnudo” era pegadita a su cuerpo… - Ahora si – dijo al tiempo que bostezaba y recuperaba su posición anterior.

         El sopor, letargo, la somnolencia eran más fueres que él y más en ese ambiente tranquilo. En algún momento de su accionar Camus divisó a Milo durmiendo a su lado, además notó el brazo de éste sobre su cintura. Sólo atinó a imitar a Milo, durmiendo de lado y lo abrazó con amor.

         - Buenas noches amor.

         El reloj dio sus correspondientes vueltas y el sol se avecinó al Santuario. De un momento a otro Camus y Milo se abrazaron, entrelazaron piernas y desordenaron la cama.

         Pajaritos piando, el sol entrando por la ventana… Camus fue el primero en despertar y ésta vez consciente. Sus ojos recorrieron los rincones del lugar donde se encontraba, con quién y cómo se encontraba. Sonrió ampliamente al ver que Milo compartía el lecho con él… Milo, tan lindo… ¿…?

         …

         Se sentó para examinar la situación, lo ameritaba. No tardó mucho en darse cuenta que estaba en interiores y por debajo de las sábanas comprobó que Milo igual… la ropa de ambos estaba esparcida en el suelo de la habitación, en el cuerpo llevaba el malestar clásico de una borrachera pero, no era algo que Camus conociera muy bien… se tocó los labios, llevaba el sabor griego que tanto le encantaba pero…  

         - Será que… - dijo para sí casi en un murmullo. Intentó recordar entonces… miró el rostro de Milo que dormía plácidamente con esperanzas de hallar ahí la respuesta, pero sólo vio la sonrisa de Milo en sus labios.

         Intentó recordar entonces…

         “La noche anterior, la noche anterior”  

         Pensaba. Recordaba la maternidad de Shion, la llegada de Radamanthis, el whisky, fernet, singani… ¿Qué más había?...

         Milo diciéndole que era hora de irse… subir juntos la escalinata y… a su mente vino su propia voz:

         “- Y si nos quedamos en tu Templo, nos queda mucho más cerca”.

         Para delante de eso, no lograba recordar nada más… negro en sus pensamientos y recuerdos. 

         Miró a Milo dormir una vez más y sonrió. No lograba recordar nada de lo sucedido entre ellos, nada… ¿Habían hecho el amor? Todo indicaba que si… no lograba recordarlo…pero no dudaba que de seguro debió ser un momento maravilloso, divino…

         - Te amo Milo.

 

                                      Continuará.

Notas finales:

Si alguien desea que haga un fic apartito de las parejitas secundarias yo con gusto... tengo planeado hacer mas historias. Y sugerencias nunca estan de mas.

^^ Gracias por leer y no olviden dejar su rewies

Nos leemos!!


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