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Cuando el Hielo se Derrite en Tu Cuerpo por Arwen Diosa

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Notas del capitulo:

Hola y por favos, debo decir de entrada que lo lamento... mucho... prometí actualizar pronto y nunca acababa, no tengo excusa sino solo una acumulacion de falta de inspiracion dotada de algunos problemitas que nunca parecen acabar... bueno, espero sea de su agrado el fic^^ y el especial N 2 quiza el ultimo, si ustedes lo piden puede haber un tercero cuarto y asi hacerlos mas pero no quiero ser latosa todo depende de ustedes-

Y como solía escribir, pasen, ponganse cómodos y comodas y lean... 

CUANDO EL HIELO SE DERRITE EN TU CUERPO

 

 

 

         Especial Nº 2.-

         “- Camus, te amo, te amo, te amo”.

 

        

 

         Hace un buen tiempo atrás…

 

         Descender al templo de Géminis, el lapso de la apuesta había concluido y esa noche estaría al “merced” de Kanon tal y como estipulaban sus cláusulas. No lo deseaba, kanon era la  última persona que hubiera esperado ver, no quería estar cerca del gemelo menor y menos del mayor…

          Se adentró al Tercer Templo sin decir palabra.

         Un golpe en la nuca y una sonrisa.

         - Kanon – Milo le miró tocándose la nuca, el golpe por parte del gemelo menor carecía de fuerza pero no dejaba de ser molesto.  - Eres un niño Milo – Kanon esbozó una sonrisa acercándose al mencionado.

         - No jodas copia barata – le estampó.

         Kanon terminó  por pasar su brazo por los hombros del octavo guardián ignorando el último comentario.

         - Nunca te había visto así antes.

         - No estoy para tus jodidos comentarios, así que apuremos esto – le dijo quitándose el brazo de kanon de sus hombros.

         En verdad Milo no se encontraba de humor, le era irreal el sólo pensar que hace unos días estaba al lado de Camus de la mejor forma y ahora… saber que no había espacio para él estando Saga…

         Tal vez su presencia en el Templo de Géminis si era productiva, si kanon le seguía molestando aprovecharía que se parece a Saga para golpearlo.

         - El cazador cazado – dijo Kanon - ¿Te has enamorado?

         Milo volvió a apretar los dientes, los puños y al segundo siguiente lanzaba con toda la fuerza de su cuerpo un empujón a kanon que lo hizo retroceder.

         - ¡¿Y qué?! – Gritó – Sí, me enamoré y qué.

         Kanon logró mantener el equilibrio pero cayó al suelo cuando un Milo completamente colérico se le vino encima. Ambos estaban en el suelo y el Escorpión zarandeaba al gemelo chocándolo contra el suelo.

         - ¡¿Por qué tenías que haberle dicho de la apuesta?! ¡¡¡Es tu culpa maldito estúpido!!!     

         Kanon se mantenía en shock, sin hallar muy bien el inicio de esa pelea y los gritos a los que era sometido. Había acudido a Milo para ser el amigo que se suponía que era y… darle consuelo ¿no? En el buen sentido de la frase, no esperaba ser atacado…

         ¿Por qué le había dicho de la apuesta a Camus?

         Eso tenía una explicación.

         - ¡Responde! – exigió Milo.

         En el instante siguiente era Milo el que tenía la espalda contra el suelo y los brazos bien sujetos por las muñecas.

         - ¿Quieres saber por qué animal rastrero? – también gritó.

         - ¡Dime!

         - ¡Porque te estabas enamorando!

         No aguantó la rabia, estrelló su puño en la cara de kanon que retrocedió por el impacto y Milo recibió el mismo trato.

         El labio de Milo sangraba por el golpe y a Kanon le sangraban los dientes.

         - ¡Maldito! ¿Tanto te jodía que me enamorara? – Gritó Milo abalanzándose otra vez hacia el gemelo menor, quería ahorcarlo con sus propias manos – Lo arruinaste todo.     

         Esquivó el ataque pero sujetó del cuello a Milo y lo aventó al suelo boca abajo, logrando sujetar sus manos y pegarlas a la espalda. Kanon hizo presión para evitar que Milo se le escapara.

         - Me vas a oír Milo – dijo Kanon.

         - ¡Suélteme!

         - No

         - Copia barata de Saga.

         - Bicho mugroso.

         Un trueno retumbó en el cielo callándolos a ambos, la lluvia no hacía más que aumentar.

         - No me jode que te hayas enamorado – dijo Kanon más calmado – Me sorprendí… admito eso.

         - ¿Era por eso? Imbécil… por eso...

         - Calla y escucha… ¡Estar con Camus te hizo mejor persona! – Kanon sintió que Milo se paralizaba con sus palabras, tomó aire y continuó - Creía que era sin razón alguna ese repentino cambio, y no me desagradó. Yo también estoy aburrido de nuestros jueguitos de conquista que al final lo único que logran es hacernos sentir más vacíos de lo que empezamos. Me cansé de eso. Y tú empezaste con ése extraño andar… sin contarnos los avances con Camus… olvidando la apuesta… ¡Dioses! – Kanon suspiró – Se lo dije porque quería que te costara… esa es la verdad.

         - ¿Qué? – dijo en una sola voz.

         - Si, haber responde bicho ¿Qué hubiera pasado si Camus fuera un objetivo fácil?

         - ¡Suélteme! No quiero oír tus huevadas.

         - Obviando la existencia de Saga y solo tomando el hecho que Camus te hubiera aceptado sin que conociera la apuesta.

         - Pues seguiría con él – Dijo Milo – Por culpa tuya imbécil…

         - Y qué pasaría después  - le cortó kanon – Si así de fácil hubiera resultado.

         Silencio.

         - Estás equivocado – dijo Milo – No me hubiera aburrido, no necesitaba tu absurda ayuda…

         - Claro que si… los milagros no existen bichito y no hubieras cambiado tan fácilmente porque un día despertaste y te diste cuenta que le quieres. No… mínimo le hubieras traicionado con la mitad de los aprendices del Santuario. Mala hierba no muere. Ahora sabiendo lo que es estar sin él… verle con alguien más, y por cierto lo siento, ese no era mi plan, le valoras el triple ¿no? O quizá más.

         “Que te jodan Kanon”

         Pensó Milo impotente contra el suelo y siendo sujeto aún por el peso del gemelo menor.

         - Estoy hablando en serio Milito… - dijo Kanon aflojando su agarre y se apartó un poco – Hoy finaliza el lapso de la apuesto ¿no?

         Milo se incorporó del suelo mirando fijamente a su colega ¿Qué pretendía?

         - Bebamos hasta perder la conciencia, para recordar viejos tiempos y a la vez dejarlos atrás – dijo Kanon y Milo le miró con desconfianza – No pretendo arruinar nuestra amistad y de corazón espero que puedas llegar a ser parte de la vida del témpano.

         Kanon se dirigió a la pequeña salita correspondiste a  Géminis, ya tenía sus tragos favoritos preparados. Milo le siguió los pasos conociendo el camino, pues fueron tantas las veces que compartieron juntos, pero nunca como esa vez. Cómo celebrando un pacto entre ellos, un pacto de renovación.

        

         En el presente, al día siguiente de la fiesta…

        

        Amanecer al lado de Camus, abrazar su silueta por debajo de las sábanas que los acogían, el suave aroma a rosas envolviéndolo en paz y quietud. De repente Camus tan suavemente también lo abrazó, despertando plácidamente de su sueño.

         Apoyados en la blanda almohada, a una distancia no más corta, se miraron sonriendo.

         - Buen día – saludo el Escorpión, hablando casi en un susurro.

         - Buen día – respondió Camus con la misma dulzura.

         - ¿Estás bien? – Preguntó Milo.

         - Estoy bien – respondió Camus tras un corto silencio – No me hiciste daño.

         - … - Milo no supo que decir - ¿La resaca? – Cuestionó - ¿Quieres que te traiga algo de beber?

         Camus se percató que su boca estaba seca.   

         - ¿Tú no quieres beber nada? También debes tener sed, vamos juntos a la cocina.

         Milo acortó distancia para alcanzar los labios que amaba y los besó. 

         - Quédate un poco más en cama – le dijo al tiempo que se levantaba en interiores, Milo disfrutó en cierta medida ser visto por Camus y que se sonrojara por lo que la vista le ofrecía.

         El cuerpo de Milo… esa anotomía que era sutil y a la vez salvajemente adornada por su melena, los mechones desordenados del cabello se esparcían con gracia sobre los pectorales marcados y caían por los hombros, pasando por la espalda ancha y rozando sus prominentes y fuertes glúteos.   

         Camus suspiró profundo en cuanto estuvo solo. Amaba tanto a Milo.

         La fiesta fue divertida y logró relajarse, la mejor parte era que estaba con Milo. Compartir juntos las copas, bailar y disfrutar con los amigos eran las situaciones que no estaban muy acostumbrados a vivir por la vida que llevaban.          

         Reconocía que habían bebido demasiado... los hechos se lo confirmaban, no lograba recordar algunas cosas de la noche anterior y para el colmo su mente había bloqueado los sucesos desde que empezaron su acenso al Templo de Escorpio, justo después que él mismo le propusiera a Milo dormir juntos…

         Al llegar a esa habitación seguro debió pasar algo…

         Como deseaba recordar algo al menos de lo acaecido en esa habitación ¡¿Cómo pudo olvidarlo?! Si deseaba tanto estar con Milo y para el colmo lo olvidaba. Y para rematar la situación no podía cuestionar al Escorpión de los hechos.

         “-¿Milo qué tal la pasamos anoche? ¿Puedes creer que no recuerdo nada?“ Ya se imaginaba a si mismo diciendo tal estupidez, pero tampoco quería quedarse callado, algo debía decir para saber a cabalidad los sucesos.

         Milo volvió con una jarrita de cristal conteniendo el líquido trasparente y dos copitas más.

         - ¿Agua?

         - Si – Camus se sentó apoyándose en el respaldar de la cama, mostrando también la desnudes de su torso,  Milo se acomodó a su lado intentando no mirarle demasiado para no incomodarle.

         Al salir de la habitación notó que el pantalón que llevaba Camus en la fiesta ahora se encontraba en el suelo junto con la camisa ¿En qué momento se los había quitado? Bueno… eso no importaba demasiado, lo que rondaba por la cabeza sin intenciones de parar era la idea, el saber que su adorado Camus estaba en interiores por debajo de la delgada sábana que los había cobijado por la noche.

         ¿Cómo sería su ropa interior? ¿Una braga? ¿Bóxers? ¿Una tanga?... Milo sacudió ligeramente la cabeza para apartar esas ideas que se materializaban en su imaginación y no hacían más que acelerar su corazón y provocar un leve sonrojo, quizá también una sonrisa en sus labios.

         - ¿Dormiste bien? – Cuestionó Milo al tiempo que bebían, también quería ponerle un alto a sus pensamientos, luego se dedicaría a ellos – Creo que yo, en cuanto toqué la almohada quedé dormido.

         - ¿Si? Yo también dormí profundo, aunque no soñé nada.

         Milo recordó un poco – Yo sí, soñé con el día que me quedé en Géminis con Kanon y bebimos… un sueño inusual.

         - Hablando de eso ¿Qué consejos te dio? – Camus no quería insistir pero ya que el tema había salido a flote...

         - No se te escapa  ni una ¿No? – Dijo Milo – De repente tu y mi mente quieren que recuerde ese día, bueno, lo haré. Kanon me asombró ese día, el Kanon de esa noche era el resultado de lo mucho que había pensado sobre la situación que nos englobaba a ti, a mí y a su querido hermano. Ahí me di cuenta de la calidad de amigo que había estado a mi lado compartiendo tonterías. Me apoyaba y me comprendía, me aconsejaba que no me rindiera, y que no se me acaben las esperanzas. Tal vez hasta presumió al decir: “Yo sé que Camus está muy enamorado de ti, Milo”, sus palabras eran agradables pero me ponía de los nervios que dijera tan seguro saber algo de ti... – Milo volvió a beber agua – eso me aconsejó, que diera lo mejor de mi… - dijo sin más.

         Camus sonrió por lo bajo.

         - Entonces tendré que algún día mandarle mis agradecimientos a Kanon – Se acercó a Milo dejando sobre el buró su copa de agua, al ver el acercamiento Milo también dejó a un lado la suya y se sentó mejor para recibir con los brazos abiertos a su adorado Camus y abrazarle al tiempo que se besaban. Pronto se estrecharon en un abrazo, sus manos se paseaban por la piel desnuda de sus hombros y rozaban la espalda.

         Los labios de Milo surcaron el camino de descenso hacia la piel del cuello, lo beso y lamió sin apresurarse demasiado, se tomaba su tiempo en degustar de los pequeños gemiditos que se filtraban por los labios entreabiertos de Camus.

         - Milo, te amo.

         Superado por el deseo, por el amor que le profesaba y le conducía hacía Camus, Milo hizo gala de su destreza y de un movimiento suave cambió de posición. Dejó a Camus contra el colchón y se acopló en su encima. Unió sus labios al tiempo que le acariciaba los cabellos acuamarines con cierta ansiedad mezclada, deslizándose por el abdomen, rozando sus pezones con la yema  de sus dígitos y bajando a la curvatura de las caderas que amaba, rozando sus muslos. Sin dejar espacio entre ambos.

         Fueron solamente minutos, que se reducían a la insignificancia por lo que acontecía en la habitación de Escorpión. Minutos en los que sus labios se encontraron, intensificando la danza húmeda de sus lenguas y sus dígitos se perdieron en la conquista de sus cuerpos…

         Aunque todo tuvo que parar ahí, y no porque lo desearan. La pasión contenida en sus cuerpos y almas, la espiritualidad de su amor, la confianza desplegada… se unían con fervor en la intensidad de sus miradas enamoradas. Fue como si pararan la música en plena ejecución de una danza romántica y ellos se detuvieron expectantes ante quien los interrumpía.

         Milo exhaló un suspiro largo al percibir que quien que esté en el recibidor de su Templo no se marcharía hasta cumplir su cometido. Se puso de pie dirigiéndose hacia su armario, arropó su cuerpo con una camiseta blanca y unos pantalones azulados.

         - Ahora vuelvo – dijo Milo dejando un beso en la mejilla francesa, su ropa despedía el mismo aroma de su piel, de las sábanas y al parecer de todo el Templo. El suave bálsamo amable a los sentidos, su fino aroma de jaboncillo a manzanilla.

         El de cabello acuamarin le vio partir sin decir nada y en cuanto estuvo solo se incorporó y bebió más agua. Fueron largos los momentos que estuvo solo, al principio decidió esperarle acostado en la cama, aunque considerando la hora que marcaba el reloj no le pareció la mejor opción. Además su apetito se hizo sentir con unos leves sonidos, imaginó que Milo también tendría hambre.

         Camus se vistió colocándose la ropa que llevaba en la fiesta sin que le quedara otra opción y se dirigió hacia la cocina del Octavo Templo procurando no hacer demasiado ruido, no planificaba hacer de su vida privada el cotilleo de todo el Santuario. Sin embargo por los alrededores inundaba un silencio absoluto, no le prestó mucha atención e intentó no preocuparse.   

         La cocina era una pieza reducida pero acogedora, no había cambiado demasiado desde la última vez que estuvo ahí, aproximadamente un año atrás cuando fue invitado a almorzar y como lo notó aquella vez Milo era cuidadoso en esos menesteres, todo limpio y en su lugar. Examinó un poco más a su alrededor pensando un poco en qué podría hacerles de desayuno, no era fácil decidir dadas las circunstancias de su gran falta de conocimientos en la materia. A Camus nunca se le dio bien el cocinar ¿O sí era fácil? No sabía hacer mucho así que se puso manos a la obra.

         Puso agua a hervir y encontró un par de huevos en la nevera, quizá también podría tostar el pan. Mientras el desayuno se terminaba de preparar Camus decidió tomar una ducha, al salir decidió prestarse ropa de Milo. Al regresar a la cocina Milo aún no volvía.

         Tan sólo le esperó dedicándose a terminar de prepararlo todo, también arregló la habitación dejándola en orden. Fue cuando el café estaba listo para servir que Milo llegó. La seriedad estaba tallada en su rostro y se suavizó al ver a Camus, llevaba el cabello acuamarin húmedo y sujeto en una especie de moño enmarcando mejor sus facciones, llevaba un suéter largo que rozaba sus muslos y una de las calzas para entrenar. Al instante Milo reconoció ese conjunto de ropa como de su propiedad pero no había duda que le gustaba como le quedaba a Camus.

         Milo con un poco de prisa habló mientras caminaba.

         - Perdón por tardar pero no pudimos hacer nada para que cambiara de opinión ¡Dioses! Amor, lo lamento – Milo se adentró a la habitación y Camus lo siguió sin comprender a qué se debía en anterior discursillo.

         Parado bajo en marco de la puerta Camus observó a su pareja en silencio, esperando una explicación o al menos comprender lo que Milo hablaba.

         - Aioria también se  molestó ¡Cómo no hacerlo! Dice que fue anoche al Templo de Cáncer precisamente para ponernos al corriente de lo que debíamos hacer pero al ver la fiesta se le olvidó… hay veces que quisiera mandarla por el mismo… - Se contuvo de maldecir en voz alta – al fin y al cabo no podemos hacer nada más que obedecerla, además se disculpó la muy… - hablaba mientras hacía una maleta pequeña, una vez que terminó calló también y posó una vez más su mirada en Camus.

         - Lo lamento… - Milo resopló y comenzó a explicarse -  fue Aioria el que vino a mi Templo a recogerme, con él estaban dos guardias más y nos dirigimos donde Shion… él también está molesto porque se supone que después de la fiesta no debía haber ningún tipo de misión o la fiesta se hubiera postergado sin problemas… bueno, Atena indica que el leoncito y yo debemos partir hoy a Japón para ver unos asuntos de la fundación – suspiro.

         - ¿Por qué Caballeros Dorados? - Habló Camus por primera vez – Pueden hacerlo los de Plata ¿no?

         - Lo mismo le dije y ella explicó que quiere que la escoltemos nosotros. Ella también irá… como sea, no será por más de dos días. 

         Milo se colgó tras la espalda la pequeña maleta y camino hacia la salida pasando por el lado de Camus que le siguió hasta la salita de estar. Era una pequeña habitación de confortable aspecto y guindos muebles mullidos, a esa hora el sol penetraba la habitación con finos rayos dorados.

         - Partiremos enseguida – dijo con un tono de voz más calmado, Camus estaba a una considerable distancia y Milo la acortó entre ellos.

         - Camus bésame – pidió.

         - ¿Por qué justo tú tienes que irte? – Dijo el francés cruzándose de brazos y tomando asiento sin tomar en cuenta las últimas palabras de Milo– Podía ser cualquier otro y tienes que ser tú.

         - Preferiría ser yo a que tuvieras que ser tú – dijo Milo al instante – Así puedes quedarte un poco y descansar ¿no?... ¿No me vas a besar?

         Las orbes del galo se pasearon por el rostro de Milo sin creer aun que la idea de no verle por dos días era fatal… Camus ya sentía que lo extrañaba. Se puso de pie ante un Milo expectante que no se perdía ninguno de sus movimientos y un poco azorado colgó ambos brazos sobre el cuello de Milo y lo besó.

         - Cuídate – le dijo muy cerca de los labios – Te amo.

         Milo le abrazó por la cintura.

         - Volveré en dos días y te extrañaré mucho – se besaron una vez más – Cuando vuelva cenemos juntos ¿Si? Bebamos un poco de vino, amor y tengamos una linda velada.

         - Te falta la última parte – dijo Camus sin oponerse al abrazo por su cintura, las manos de Milo sobre su cuerpo parecían que se amoldaban a la perfección – Quiero repetir lo que hicimos anoche.

         Al decir ésas palabras Camus no pudo evitar sonrojarse pero no se lamentó de sus palabras. En verdad deseaba estar de la manera más íntima con el Escorpión, deseaba besar su piel y rozar su cuerpo con el suyo… lo ansiaba tanto… se sentía como un jovenzuelo enamorado con todas las pasiones que descargaba Milo en él.

         - No lo creo, prefiero que no bebamos demasiado – dijo Milo despreocupado, Camus arrugó el entrecejo – Lo mejor sería beber vino. Escoge el que quieras.

         Un incómodo silencio se implantó en la sala y entre ambos, Camus miraba hacia el suelo y Milo tenía la sonrisa congelada…

         - ¿Camus qué sucede?

         La confusión de por medio…

         - Pensé que te gustaba el vino.

         - ¿Qué…? Si, si me gusta – dijo Camus y se separó de Milo – Creí que sería bueno repetir lo que pasó anoche – su voz fue suave – Pero…

         - La próxima fiesta…

         - ¡No hablo de la fiesta!

         Milo fue el que arrugó en entrecejo ésta vez confundido pero no tardó mucho en comprender las palabras de Camus y también su actitud.

         - Camus te quedaste dormido apenas llegamos a mi Templo – Milo habló con calma.

         - Supongo que para ti no soy…

         - Te dormiste… no hicimos nada, no pasó nada – aclaró Milo – Amor, te dormiste y no iba a presionarte…

         Camus parpadeó marcadamente.

         - Entonces… – dijo esperando que Milo lo aclarase.

         - No hicimos nada, te quedaste dormido apenas llegamos -repitió Milo con el mismo tono de voz. Se acercó a Camus y  volvió a abrazarlo por la cintura.  

         Le acarició el rostro que conservaba rastros de su rubor en las mejillas y luego besó sus labios, paseando su lengua entre estos y esperando ser recibido en el interior, Camus separó los labios dejado espacio para que la lengua de Milo pronto se encuentre con la suya y sus brazos pasaron alrededor del cuerpo del Escorpión para abrazarlo.

         - Milo te amo… - dijo en cuanto se separaron – Por favor olvida lo que te dije, es mejor no pensar en eso ¿sí? Aun no puedo creer que haya bebido tanto… que vergüenza.

         Por la mente de Milo pasaron muchas ideas, muchas que pudo decir en ese momento pero sintió la necesidad de Camus de no mencionar más el tema, quizá a su vuelta puedan hablar un poco del asunto, por ahora tampoco podía dedicarse tanto como hubiera deseado, tenía una misión de por medio.

         - Tengo que irme – Milo rompió el abrazo dejando un beso en la frente de Camus.

         - No has desayunado – dijo Camus – Quédate un momento más, preparé el desayuno.

         - ¿Entonces ese es el delicioso aroma a café que viene de mi cocina?

         - También hice un poco de pan tostado y huevos.   

         Milo le volvió a abrazar mientras iban a la cocina.

 

         Se quedó ordenando y limpiando los trastes sucios, después de desayunar Milo partió enseguida, ahora le rodeaba un silencio absoluto en el Octavo Templo, pero en su interior no le dejaba en paz sus pensamientos y cavilaciones que rondaban por su mente sin tregua. Con lo último que se acababa de enterar…    

         “Milo no hizo nada… aún cuando yo mismo se lo propuse, aún cuando estábamos solos en su habitación y el momento era perfecto… ¿Por qué? Será que… Milo ha estado con muchas personas en el pasado y nosotros ya dormimos juntos antes, tuvimos sexo por razones muy diferentes a las de ahora… ¿será que no le gusté aquella vez y es por eso que me evita? ¿No soy de su tipo?”

         Suspiró largo, no podía evitar pensar en tantas cosas al mismo tiempo, y por mucho que lo pensara tampoco le quedaba demasiado por hacer... en la fiesta la noche anterior se vistió de una manera provocativa e incluso así… Además ¿por qué estaba tan ansioso de hacer el amor con Milo?

         - ¡Camus!

         Dio un respingo por la repentina voz que lo llamaba, volteo y vio ahí a Shura, cómodamente sentado en unos de los sillones guindos de la salita de estar.

         - ¿Cuánto más vas a seguir ignorándome? – Cuestionó – Llevo aquí como media hora ¿En qué piensas?

         - Hola – saludo – Sólo estoy distraído… ¿Cómo estás? ¿Cómo sabías que estaría aquí?– no se le ocurrió otra cosa que decir.

         - Supongo que estoy igual que tu, como Aioria también se fue de misión con Milo y la señorita Atena, vamos a estar solos estos dos días. Y estoy seguro que pasaste la noche con Milo ¿no? – una sonrisa cómplice se dibujo en el rostro de Shura.

         Camus se dejó caer en uno de los sillones tapándose la cara.

         - ¿Qué sucede Camus?

         - No entiendo ¿Acaso hay algo mal en mi? Milo… Milo, no hizo nada, estando lado a lado, ¡lado a lado! – Exclamó sin separar sus manos de si rostro – Nunca antes me sentí así, no sé cómo manejarlo, no estoy seguro de qué decir o si es buena idea preguntarle, hoy Milo se dio cuenta de mi ansiedad… y no dijo nada… si hago memoria de hace un par de años atrás hay un montón de nombres que se me ocurren de las personas con las que salió Milo, tal vez así tendría una idea del tipo que le gustan, pero al pensarlo no hago más que mortificarme. Pero no puedo evitar pensar en que no le gusto y es por eso que no hace nada… - tomó aire, había hablado tan rápido que no le quedaba más en los pulmones – Y a la vez… ¿No estoy muy ansioso? Quiero decir… ¿Qué prisa tengo? pero… todo esto sería mejor si Milo lo intentara y fuera yo el que tenga que pararle… - otro suspiro -   Soy un tonto ¿no crees?  

         - Si – dijo Shura sin pensarlo

         - ¿Te ofrezco algo?

         - Algo de soda estaría bien.

         Como lo había deducido antes, no había mucho que hacer, pensando en el tema no hacía más que torturarse y no llegar a ninguna conclusión. Tal vez Milo solo quería darle un poco de tiempo y espacio.     

         Sin duda estar sin Milo era más aburrido que otros días, no es que Shura no le simpatizara pero el corazón le obligaba a no despegar sus pensamientos de lo enamorado que estaba del Escorpión. Y sentimientos muy parecidos tenía Shura por Aioria en ésos momentos…

         Recordando viejos tiempos, Shura y Camus prepararon algo para comer y subieron a la terraza del Templo de Acuario apenas se puso el sol  .

         - Aioria me contó que Aioros empezó a salir con Saga – comentó Shura mientras comían – Su relación se formalizó ayer en la fiesta.

         - ¡Vaya! Es inesperado ¿Qué pasó con Mu?

         - No lo sé, Aioros le comentó a Aioria eso por la mañana antes que se fueran de misión y mi gatito me lo dijo a mí, no sé nada más.

         - Saga y Aioros – dijo Camus como intentando hacer un figurín en la mente – sólo espero que ambos sean felices, si te das cuenta las personas que ambos rechazamos ahora están juntos.

         - De veras… ¿Demasiada coincidencia no? Tal vez a eso se debe la frase de “todo pasa por algo” – Shura examinó el rostro de Camus, como analizando la posibilidad de platicar sobre el asunto de Milo – TODO pasa por algo – recalcó sus palabras - A mi me parece que Milo tiene razones muy pensadas y profundas para obrar así contigo. No se debe a que no le gustas…

         Camus exhaló el oxigeno de sus pulmones, como una muestras de su cansancio, ese tema le dejaba sin energía en su mente.

         - No se porque me preocupa tanto – dijo pasando los dedos entre su cabellera – Milo al parecer solo lo quiere tomar con calma, él mismo lo dijo hoy “- No quiero presionarte” y sólo eso. Y yo como tonto… ¿Qué estará pensando de mí?

         - No creo que esté pensado algo terrible, en lo personal si Aioria hubiera estado con ésas inquietudes desde el principio de nuestra relación a mi me enternecería su forma de pensar. Pero sé que tenía que darle su espacio y tiempo, si yo actuaría de otra forma y lo apresuraría quizá llegado el momento de hacer el amor por primera vez, él no estaría seguro de sus sentimientos… es por eso que decidí que si el momento llegaba sería porque la pasión y el amor se desbordarían solas. ¿Comprendes?

         Algunos bocados más a su comida, analizar las palabras de su amigo ¿Acaso…?

         - Comprendo lo que dices, pero… Milo… no está seguro de lo que siente por mi – no fue una pregunta, fue una completa afirmación, Shura le miró exasperado e hizo un ademán extraño con las manos, como si intentara ahorcar a Camus, él entendió y frunció el seño.

         -  ¡Quieres dejar de pensar estupideces! ¡Dioses Camus! ¿Quién te hizo tan inseguro de ti mismo?

         - Porque te molestas, si vemos desde otra perspectiva lo que me contaste pues…

         - ¡No! No hay otra perspectiva – le corto – Milo te ama hasta la médula, TODO DE TI – Dijo casi gritando – Te esperó por un año y un poco más sin saber nada de ti, te esperó en el más completo celibato por así decir, nada le aseguraba que tu volverías, estaba en la más completa incertidumbre sobre ti… tenía un montón de miedos, que al volver tu amaras a alguien más, miedo a que simplemente no volvieras y que te olvidaras de él. Siempre decía que tú le habías dado mucho, y por todo el amor que te tenía iba a esperarte, una y otra vez más. No te lloraba, decía que no iba a llorar tu ausencia simplemente iba a esperarte y no sólo que volvieras al Santuario, sino a su corazón…

         Shura soltó un suspiro cansado sin dejar de mirar duramente al Caballero de Acuario. Por su parte a Camus le invadía una sensación de “estupidez”, él también estaba seguro del amor que le tenía Milo, no era necesario que alguien se lo dijese, pero…

         - ¿Al volver notaste algo en tu Templo? – Interrogó Shura. Camus lo pensó un poco, al final negó con la cabeza – Bueno, Milo le pidió al Patriarca algo que un Caballero Dorado no hace más que en su Templo y todavía eso es extraño, Shion al principio se lo negó y Milo entonces lo hizo de todas maneras, luego le dio la autorización.

         - De que se trata.

         - Milo todas las mañanas, antes del entrenamiento se encargaba de la limpieza de Acuario. Decía que así a tu regreso encontrarías tu Templo como te gusta, si lo limpiaba era como si nunca te hubieras marchado, era como dedicarse a ti, mantener tu Templo limpio era una forma que Milo había encontrado para seguir amándote.

         Camus dirigió su mirada hacia sus zapatos, sintiendo unas ganas en crecimiento de correr hacia Milo y abrazarlo, besarlo. Todas las estupideces que se andaba pensando, rodeado por su propia inseguridad…

“No hay excusa…

Pero quizá soy así por todo lo ocurrido en mi pasado.

Temo perder a Milo más que cualquier otra cosa”.

         - Dejemos de hablar de temas que te provoquen esa cara –Shura le palmeó la espalda de forma amigable – Y a mi ganas de estrangularte.

         - Ok – respondió esbozando una sonrisa suave – Por ejemplo, cuéntame de ti.

         - ¿De mi?

         - Si, se supone que somos amigos, pero aún así no sé mucho…

         - ¿Qué quieres saber? Soy Caballero de Capricornio, tu vecino, soy muy guapo e inteligente – Camus rodó los ojos sin poder evitar reírse.

         - Estoy hablando enserio – dijo Camus sin borrar su sonrisa.

         - ¡Digo la verdad en cada palabra!

         - Dime algo que no me has contado antes – Shura apretó los labios mientras lo pensaba – Por ejemplo… no sé, tu primera vez.

         - ¿Qué?

         - Sí, tú lo sabes de mi ¿No? Yo te lo conté.

         - Si, me contaste porque estabas a punto de morirte de la depresión.

         - Mmm… ¡Vamos dime! Y no me vengas a decir que fue con Aioria que eso ni tú lo crees.

         - No… mejor hablemos de otra cosa.

         - ¡Dime! ¡Qué tan malo puede ser!

         Al parecer Shura lo estaba considerando, suspiró al vacío y luego miró a Camus.

         - Te lo diré si prometes dos cosas – Camus asintió – Primero, que no se lo contarás a nadie… por favor. Segundo, tú debes contestar una pregunta mía después sin correrte, debes contestar.

         - Está bien.

         - Bueno, fue hace mucho, cuando recién recibimos nuestras armaduras y ya éramos dorados… nos conocimos en los entrenamientos y nos caímos bien. No sé, yo lo veía como una simple amistad y debió quedarse así, pero una borrachera lo cambió todo. Los dos llevamos bebida a su Templo para festejar no se qué y…

         - ¿Un dorado?

         - Máscara de Muerte.

         Camus quedó con la mandíbula caída largos segundos, hasta que de un ademán Shura se la cerró.

         - ¡Vaya! – Exclamó - ¿Quién lo imaginaría?

         - Si, si, si – le interrumpió moviendo las manos – Ahora te toca a ti.

         Camus le miró esperando que formule su pregunta, pero de su rostro no se borraba la mueca de sorpresa.

         - ¿Por qué preferiste a Milo por encima de Saga? – Camus arrugo el entrecejo y Shura agregó – Escucha toda la pregunta antes. Después que te enteraras de la apuesta no dejaste de querer de Milo ¿Por qué? Aún cuando aceptaste a Saga como tu novio no dejaste de pensar en Milo y mirarle ¿Por qué? Aún cuando tú mismo le pediste que te olvidara y te fuiste, volviste más que ilusionado porque Milo te amara… ¿Por qué?

         No había muchas respuestas que dar, aunque no era fácil hallar una respuesta concreta a todo ese mar de sentimientos encontrados, sentimientos que… 

         “¿Por qué? … Claro que lo sé, Milo es como una suave canción,     me atrapó tal cual hechizante melodía, adictivo aroma… el timbre cálido de su voz, la esperanza que Milo sembró en mi corazón fue la semilla que lo hizo latir sin remedio haciéndome sentir vivo, abrigándome los sentimientos, llegué a pensar que en el único lugar en el mundo que me sentía seguro era entre sus brazos, los días sólo valían la pena si estaba a mi lado, si yo estaba a su lado… “

         - Intenté escapar, te aseguro que mi corazón lo intentó, lleno de inseguridad y desilusión sentía que era lo mejor para dejar de sufrir…  ya no quería… pero no pude, simplemente me aferré a lo que Milo me ofrecía desde un principio y aunque no le creí, quería en verdad ser amado por él, importante… ser indispensable para Milo, tal y como él lo era para mí.

         - La apuesta…

         - Si, fue eso lo que me empujó a estar con Saga, él fue alguien a quien amé alguna vez pero fue sencillo decidir rendirme, el proceso fue lento pero la esperanza de recuperarlo se desvaneció con la primavera,… con Milo… me fui por más de un año y dejé pasar cuatro estaciones sin verle, sin escucharle… sin nada, lejos de él y no se fue de mi, al contrario, las ansias de verle aumentaron. “Quiero ver a Milo” pensaba… “Amo a Milo”, pensar eso fue liberador y mágico para mí, como un milagro, una revelación y sentía que debía gritarlo, decírselo y ser correspondido fue… la gloria.  

         Camus y Shura se quedaron en silencio, como acostumbraban en sus tantas reuniones en el techo del Templo de Acuario, disfrutando de la fresca brisa del anochecer, aspirando el aire a sus pulmones con fuerza, sintiendo contra sus pechos el latir de su propio corazón, un suave palpitar, seguro de sus sentimientos. Sus vidas habían cambiado, días especiales, días maravillosos… enamorados…     

 

 

         - ¿Qué cambió?

         - Lo extrañé… no pude aprender a vivir sin él.

         - Te tardaste como medio año. Lo lastimaste mucho.

         - Lo sé… te juro que al final tenía tanto miedo de no volver a tener su amor que lloré, lloré Milo. Estaba temblando de miedo en frente de Shura, siempre pensé que tiene una mirada muy dura pero nunca había sido objetivo de ella hasta ése día, frío…

         - Pero te aceptó de nuevo.

         - Si. Soy muy afortunado.

         - Shura es un buen tipo gatito, no lo eches a perder.

         Aioria afirmó moviendo la cabeza un par de veces. Estaban en la mansión Kido, era de noche y esperaban que los llamen a cenar, al día siguiente volverían a Grecia después de cumplir las peticiones de Saori.

         - ¿Cómo te va con Camus?

         - Estamos bien – respondió Milo mientras se acercaba a la ventana de la habitación y la abría, una corriente de aire fresco ingresó. Aioria sacó del bolsillo de su chaqueta una cajetilla de cigarrillos y ambos se sentaron cerca la ventana abierta y fumaron un par.

         - ¿Con cuántos has tenido sexo Milo? – Preguntó de repente  Aioria mientras le daba una calada al tabaco, ante la mirada del Escorpión agregó – Sólo quiero saber.

         - No lo sé. Sin cuenta.

         - ¡¿Cincuenta?!

         - No 50 tarado – dijo Milo – Quiero decir que no lleve la cuenta, nunca los conté…

         - Con Kanon siempre nos preguntamos cómo fue que Camus te atrapó, ¿qué tiene que el resto de los “sin cuenta” no?

         Milo sonrió para sí, se acomodó en la silla a sus anchas y disfrutó las bocanadas que le daba a su cigarrillo, metió el humo a sus pulmones y lo exhaló parsimoniosamente. Aioria le miraba, analizando esa expresión que no vislumbró antes en ningún momento, el porte del Escorpión era muy diferente a como lo recordaba… era…

         - No existe punto de comparación.

         Milo era muy feliz.  

         La noche pasó rápida y bulliciosa, los Caballeros de Bronce se encargaron de preparar unos platillos que no estaban nada mal, no había de que quejarse, exceptuando su peculiar comportamiento, Seiya devorando la comida, Ikki con su clásico mal humor y Shun intentando mantener el ambiente amable y conversador, Yoga y Shiryu con su estabilidad de por medio. 

         - Debe haber algo que puedas contarnos Aioria – dijo Seiya, acababan de terminar de cenar y esperaban un pequeño postre que Shun sacaba del horno – No vamos hace mucho al Santuario, ¿cómo están todos?

         - Sabes que todos estamos bien – respondió Aioria de inmediato – Si hay algo que quieras saber debe ser los últimos cotilleos ¿no?

         Milo estaba sentado a sus anchas, con los  codos apoyados sobre la superficie de la mesa, relajado. Se dedicaba a escuchar sin pretender hacer nada y menos intervenir, pero algo le puso atento. Una sonrisa algo juguetona se dibujó en la faz de Aioria y era dedicada a su persona… Milo se puso alerta cuando advirtió las intenciones del León Dorado: chismear a Yoga.

         - Yoga ¿sabes algo de tu maestro?  - El cisne ayudaba a Shun con una bandeja sacada del horno y cortaban en rodajas el postre preparado para esa noche.

         - Mi maestro Camus  estuvo aquí hace un par de meses, nos dijo que esta era su última parada de su viaje antes de volver al Santuario, ¿Por qué preguntas?

         - Mmm, hay muchas cosas – dijo Aioria ante la mirada atenta de Milo, éste último no le creía capaz de desembuchar sobre su relación – Camus…

         - Ahora está saliendo conmigo Yoga, somos novios un par de meses, eso era lo que Aioria pretendía decirte – Milo habló sin sonar prepotente ni altanero, habló en un tono de voz tan… seguro que lo único que atinó a hacer el Cisne fue a asentir un par de veces mientras en su mente aún asimilaba la información.

         - Fe… felicidades Milo – Shun rompió el silencio con su suave voz mientras le alcanzaba un platillo con una tarta de fresa.

         - Gracias – respondió fijando su mirada en el Caballero de Andrómeda y recordando ciertas cosas del pasado…

         El ambiente del lugar se recuperó mientras todos comían, Milo fue el primero en retirarse después de agradecer la comida y fue a una habitación que le habían designado para pasar la noche.

         Lo había olvidado… a Shun… Aioria le había preguntado con cuántos se había acostado antes y Shun fue el último antes de hacer la apuesta con Kanon donde su objetivo era Camus. Shun era el último y hasta ahora lo recordaba, Andrómeda estaba en el Santuario por otras cuestiones y Milo no perdió oportunidad.

         Ahora sabía que tenía una relación con el Cisne y que les iba muy bien, incluso Ikki había aprendido a tolerar verlos juntos.

         Milo se dejó caer en la mullida cama mientras no dejaba de sonreír mientras cruzaba los brazos detrás de la nuca y en su pecho su corazón se regocijaba.

“Camus”

         El amor hace cambiar a las personas, de eso estaba seguro el Escorpión, los hace mejores, con Camus ya no necesitaba nada… nadie, ahora llevaba en la sangre el amor por Camus y ningún pasado al lado de quien sea tenía importancia.

         Camus era todo su mundo ahora.

         Decidieron partir al día siguiente después de cumplir las peticiones de Saori, exactamente después del almuerzo.

         - Milo – Lo llamó Yoga antes de que cruzara la puerta de salida, ya se habían despedido todos, pero al parecer el Cisne tenía algo más que decir – Cuida a mi Maestro Camus.

         - Tenlo por seguro – respondió y salió de la mansión seguido de Aioria.

         - Ey Milo, ¿Crees que estuvo bien decirle? ¿No debía ser Camus quien lo hiciese? – Aioria sonó angustiado.

         - ¡¿De verdad preguntas eso?! Tú fuiste quien empezó.

         - No pretendía decirle, solo estaba molestándote.

         - Yoga no se molestó y apuesto que Camus se sentirá mejor cuando le cuenta lo que su alumno me dijo “Cuida a mi Maestro”.

 

        

         - Está noche quiero más, así que prepárate.

         - Pero Camus, creo que Milo y Aioria llegan ésta noche.

         - No importa, en todo caso podemos decirles que se unan a nosotros ¿Cierto Shura?

         Shura rió.

         - En todo caso…

         - Prefiero los largos – dijo Camus – Son mucho más fáciles de manejar.

         - ¿De veras? En mi caso yo prefiero los gruesos, los sujeto con mayor confianza, son de mi tipo.

         Milo y Aioria se miraron extrañados, con el seño fruncido y empezando a molestarse. Acaban de llegar al Santuario de su misión y ascendían donde el Patriarca para reportarle los hechos de su misión y al llegar donde Capricornio escuchaban las voces no tan distantes de Camus y Shura en una conversación por demás…

         - He visto a Milo manejar el largo sin mucha dificultad.

         - Si, puede ser, tú también lo sabes controlar. Pero Aioria comparte conmigo que grueso es… no sé cómo explicarlo, puedes apretarlo con confianza.

         - ¿Puedo apretarlo ahora? Quiero hacerlo…

         - Claro que puedes.

         Milo y Aioria sin ponerse de acuerdo comenzaron a correr al mismo tiempo hacia donde provenían las voces de sus parejas, no tenían en mente nada en concreto pero… las cosas que escucharon sólo las hacía pensar en…

         - ¡¡¡Camus no toques a ese pervertido!!!

         - ¡¡¡Shura no dejes que te toque!!! 

         Gritaron al tiempo que corrían hacia la salita de estar de Capricornio, metieron la puerta y ambos se dirigieron hacia su respectiva pareja para apartarlo del otro.

         - ¡Milo!

         - ¡Aioria!

         La escena fue rápida pero al final Milo apareció sujetando a Camus por la cintura en un abrazo como si sus brazos fueran pinzas y Aioria delante de Shura y con los brazos extendidos formando una especie de muralla. Milo y Aioria por su parte examinaron la escena, tanto como Camus y Shura tenían ropa de entrenamiento y la cabellera del Caballero de Acuario estaba sujeta en una coleta, en el suelo de la salita de estar había un par de raquetas de tenis y pelotas de un particular color verdoso chillón.

         - ¿Ustedes estaban hablando de las raquetas? – Dijo Milo mientras soltaba un poco a Camus que seguía un poco pasmado por la repentina y efusiva interrupción.

         - ¿? – Camus miró a Milo extrañado – Pues si… y hola.

         Aioria parpadeó marcadas veces antes de comprender también, cuando su mente logró atar los cabos sueltos se dio la vuelta para ver de frente a Shura y le sonrió.

         - Shura hola, - dijo y se colgó de su cuello para besarlo, el Caballero de Capricornio no se negó al beso pero seguía confundido por las repentina aparición de su novio.

         - ¿Cómo les fue en la misión? – Interrogó Camus aún con el pasmo de por medio.

         - Bien, ahora mismo íbamos donde Shion.

         - Es mejor que vayamos – dijo Aioria cuando se separaron con Shura. Milo afirmó, dejó un beso en la mejilla de Camus y se dispuso a retirarse.

         - No creo que tarde mucho, ¿te recojo de aquí al bajar?

         - Si – dijo el de ojos acuamarin y sin más salieron.

         Camus y Shura compartieron miradas de incógnita y al final solo rieron.

 

         Cena y un vino de por medio, Camus y Milo habían bajado al pueblito a comer algo, una cena entre ambos que habían planificado antes de           que el Caballero de Escorpión parta a su misión.

         El cielo estaba adornado de muchas estrellas y la luna coronada de algunos nimbos nublosos pero no amenazaba con llover, la noche era fresca y también un poco silenciosa. La charla entre ambos era tan amena como siempre pero con algunas pausas de por medio sin que sean incómodas o se sientan innecesarias, simplemente disfrutaban de su cita y del tiempo juntos.

         Buscaron privacidad después de cenar,  sin que un techo los acogiera querían seguir caminando bajo el brillo plateado de luna y las estrellas, sus pisadas los llevaron a la playa, donde el mar tranquilo acariciaba la orilla y la ventisca movía apenas los granitos de arena de la superficie, el aroma del aire… era paz.

         Se descalzaron y sintieron en la planta de sus pies, en la yema de sus dedos la arena suave y tibia que empezaba a enfriarse al verse desprovista de los intensos rayos dorados del sol. Se sujetaron de la mano entrelazando los dedos.

         - En la mansión le comente a Yoga de lo nuestro.

         Camus le miró tensándose un poco, pero por el ambiente o el tono de voz empleado por Milo, no halló forma de molestarse.

         - Me pidió que te cuidara – contó Milo – Se lo conté porque prefería hacerlo de esa manera y que no se enterara por un chisme o como cotilleo de alguien.

         Camus lo pensó un poco, no tenía razones para molestarse.

         - Me parce bien que lo hicieras, sabes bien que Yoga te respeta tanto como me respeta a mí, es más, gracias por hacerlo.

         Una suave ventisca agitó el mar y las olas fluyeron hacia ellos con su peculiar eco, el viento levanto sus cabellos y ellos apretaron el agarre de sus manos. Se miraron a los ojos sin decir nada, y quizá a la vez expresándolo todo.

         - Sobre lo que te dije el otro día… – Dijo el francés.

         Milo examino la expresión de Camus.

         -  Yo… así me sentí y no hay manera de… lo que quiero decir, te pedí que lo olvidarás pero no hay forma de que salga de mi mente, yo… Milo, lo que menos deseo que pienses es en mi gran torpeza y estupideces. Cuando volvíamos de la fiesta a tu Templo y te pedí que nos quedemos juntos…

         Camus hablaba rápido y se notaba que no ordenaba las ideas en su cabeza pero aún así Milo comprendía lo que intentaba decir incluso antes de que pronuncie palabra, por su forma de mirar y mover las manos nerviosamente sabía a lo que se refería. El tono de angustia en sus palabras le lleno de ternura.    

“Con el tiempo… me enamoró más…

Lo que un día fue un corazón abierto, hoy es…

Estoy tan seguro de lo que siento por ti…

Me siento vivo, tan vivo…

         Siento que mi cuerpo ya no es suficiente para contener este sentimiento, éste deseo…

         Todo lo que siento.

Camus…”

         Fue presa de la sorpresa, ser sujetado por la cintura y Milo se colaba a su cuerpo, apegando su pecho contra la espalda de Camus y repartía suaves besos en la piel del cuello.

“Amor mío, estoy loco por ti”

         Camus giró sin romper al abrazo al que era ceñido su cuerpo y unió sus labios con los de Milo, pronto sus lenguas se encontraron.

“…Además no iba a dejar que sucediera y ya, no. Quería hacerlo especial. Sonaba romántico y cursi, que mas daba, se trataba de su Camus y no podía ser diferente...”

            Milo tenía muy en cuenta sus pensamientos anteriores, los que lo conducían a ser paciente y tomarlo con mesura. Milo tenía la idea de hacer un cúmulo de planes llegado el momento de hacer el amor con Camus: Invitarlo al cine, ir a cenar a un lugar romántico, un pequeño paseo por la cuidad, obsequiarle algo bonito e invitarlo a pasar la noche en su Templo, llegado el momento adornar la habitación con velas de aromas suaves y cubrir la cama con pétalos de rosas, beber champagne y hacer el amor…   

         Pero nada sale como uno planea, Milo esa noche había invitado al francés a cenar y fueron a comer a un lugar cómodo pero no romántico como un restaurante con vista panorámica y velas de por medio… no, esa noche salió incluso sin saber que sería besado con tal devoción por Camus y provocaría todo ese fuego en crecimiento en su ser.

         Fuego… descontrol…

         - Ah! Mmmgh

         Un gemido salido desde lo más hondo de la garganta de Camus se dejó oír y Milo fue consiste de sus actos, contra sus dos manos que antes descansaban en la cintura francesa habían descendido hacia sus nalgas y las apretaba con fervor, con un impulso por separarlas y…

         - Camus no sabes cuánto te deseo       

         El francés se sonrojó de golpe, el color carmesí le subió hasta cubrir todo su rostro mientras las manos de Milo no se separaban y no paraban de frotarle por encima de la ropa.

         - Milo.

         No atinó a decir más, no supo decir más, en su mente no lograba encontrar un principio o un final a todo lo que a su cuerpo le ocurría, o a su mente que le llegaban diferentes impulso de todas partes. Se había dicho en sus adentro que el día que llegara el momento de entregarlo todo por el todo, hacer el amor con Milo se desinhibiría de todos sus preceptos, se soltaría de la cordura para poder elevarse en el infinito del amor, el placer y toda su locura. Deseaba a Milo, ansiaba su cuerpo y sus besos, sus manos y su calor… su voz y sus miradas… todo de él. Pero… en medio de la playa, rodeados por el eco del mar en sus oídos y la luna como única testigo el corazón de Camus, su cuerpo y todas las ganas que contenía se petrificaron… como su respiración cuando Milo atacaba en ese momento su cuello con maestría. Camus sólo atinaba a abrazar a Milo, aferrarse a la anatomía griega como si temiera caer en cualquier momento, sentía que perdería el equilibrio, las rodillas le fallaban.

         - Camus, te amo, te amo, te amo.

         No existía escapatoria, siendo acariciado, tocando de esa forma apasionada por primera vez… conquistando su cuerpo con el suyo…

         - Milo.  

         - Eres tan hermoso.

         Camus se tapó la boca después de emitir prácticamente un grito de placer, del placer contenido, y ni sus manos sobre su boca fueron suficientes para mitigar los gemidos en aumento con Milo deshaciéndose con habilidad y cierta lentitud provocadora de los botones de su pantalón y la cremallera… descendiendo.

         Milo lo acarició primero, por encima de su ropa interior mientras Camus se arqueaba y buscaba apoyo sobre los hombros de Milo para no caer en cualquier momento, y sintiendo el aliento como flamas de Milo su sexo fue envuelto por la cavidad húmeda pero ardiente  y no lo tomó despacio y por lugares… no, su lengua y sus labios actuaron al mismo tiempo, con afán desenfrenado.

         La sensualidad de Milo y su virilidad, el despliegue de sus sentimientos profesados… degustaba a Camus y su sabor, sujetándolo por las nalgas y sus ojos observando las expresiones de su amado, sin perderse ni uno de sus gestos.

         Siendo capaz de encontrarse aún de pie Camus recuperó un poco de aire de sus agitadas exhalaciones cuando Milo abandonó su sexo y ascendió a sus labios, robándole el poco aliento que le quedaba pero sin ser obstáculo alguno de poder corresponder a tan sensual beso que éxito a ambos aún más.

         Milo tomó las manos de Camus y las besó.

         - Camus…

         Y el otro agitado, sonrojado, con los ojos entrecerrados y el cuerpo caliente sintió contra sus manos el sexo fuerte y rígido de Milo, las manos le temblaron al principio pero se apoderó de sus labios y Camus acarició a Milo mientras era besado.

         La ropa les estorbaba, a cada segundo las pendas era menos en sus cuerpos y más esparcidas sobre la arena y una que otra sobre las aguas tranquilas del mar.             

        La arena recibió sus cuerpos que se dejaron caer de un momento a otro sobre la mullida arena que continuaba tibia. Milo se acopló encima de Camus con total naturalidad, sin hacer esfuerzos. Le acarició el rostro con la yema de los dedos escudriñando la mirada acuamarin y su brillo, sin palabras aquella mirada lo decía… estaba tintada en ese matiz.

         Ambos lo deseaban.

         - Te amo… te amo.

         Sus labios se volvieron a encontrar esta vez mucho más calmados, una danza lenta, sus lenguas se acariciaron y frotaron hasta que Milo abandonó su boca para descender a la piel de cuello y sus manos sin mostrarse ansiosas y dueñas de una parsimoniosa calma poco a poco fueron acariciando los pezones de Camus, suavemente con las manos y también con la lengua y sus labios, encargándose de dejarlos en el clímax del placer.

         - Milo…

         Camus era presa de los nervios, lo ansiaba tanto, quería tanto este momento especial con Milo que… la timidez le sobrepasó, sus mejillas estaban prendidas al carmesí y su corazón se aceleraba a cada segundo más, cada caricia le provocaba impulsos eléctricos que su cerebro no creía capaz de soportar, su cuerpo se arqueaba y sus músculos se tensaban, su voz sólo era capaz de crear audibles gemidos que vanamente intentaban ser retenidos. Parecía que en cualquier momento saldría corriendo pero en verdad no podía pensar en estar haciendo algo más ni con nadie más en todo el mundo, en toda su existencia.

         La actitud pasiva de Camus sólo lograba encender más a Milo, le provocaba sensuales ideas para producir y llevar a su amado hasta lo limites de placer.

         - Camus…

         Dijo Milo mientras le succionaba con los labios un pezón y una mano masajeaba su sexo de forma lenta, el aludido apretaba con una mano la arena, los ojos los tenía clavados en el cielo estrellado y la otra mano masajeaba la cabellera salvaje de Milo, su voz entrecortada jadeaba y jalaba el aire a sus pulmones mientras pronunciaba entrecortadas palabras.

         - Annn… mhg… mi… lo

         - Camus… dime ¿Crees que el placer tiene límites?

         No le dio tiempo a responder o siquiera formular una respuesta, lo volteo, dejando que sus rodillas se apoyen sobre la arena, le levantó las caderas con cierta brusquedad mientras su boca iba a besarle la espalda y le retiraba los cabellos del cuello y también le succionaba la piel mientras sus manos le apretaban las nalgas y las separaba. Su boca descendió hasta ese punto, precisamente ahí… lo lamió y lo penetró con la lengua, jugando con la idea de llegar hasta lo más hondo de su ser… sus dedos le apretaban los pezones y una se desprendió hasta llegar a su sexo y tomarlo con destreza y sin ser paciente comenzó a mastúrbalo.

         - Aghh!!

         Su cuerpo estaba ardiendo, presa de un calor que se concentraba entre sus piernas y su entrada estaba deseosa de Milo, Camus sentía que podía empezar a llorar en cualquier momento de todo el placer que sentía, quería huir pero tampoco quería apartarse, su cuerpo luchaba por mantenerse firme.

         - Aghmm

         Gimió de repente sin poder contenerse… y su cuerpo sufrió un respingo seguido de otro mientras que una adrenalina se adueñaba de su sangre que teñía de carmín su rostro.

         - Eres sabroso…

         Milo loco por la imagen de un Camus pasivo y sin oponer resistencia,  jadeante y excitado por él lo llevo a tener entre sus dientes la piel suave pero carnosa de las nalgas de Camus, primero una,  mordió con fuerza calculada que hizo a Camus estremecerse y jalar un gemido y sin  querer contenerse mordió la otra.

         Su cuerpo sobre la arena volvió a girar y presa de todo el placer no supo en qué momento… Milo ya estaba entre sus piernas separadas, acariciando sus muslos y masajeándolos llevó sus dedos hacia la entrada de Camus.

         Le besó la boca para apaciguar su dolor, su Camus… su estrecha entrada recibió esos dedos resistiéndose un poco pero luego dócilmente se dejó penetrar. Había pasado largo tiempo dese la última vez que estuvieron juntos y por razones totalmente diferentes…

         - Milo…

         - Perdona si no puedo contenerme – jadeo Milo retirando los dedos, en medio del fuego del deseo y su amor lo poseyó rápidamente, penetrándolo de una sola estocada lanzando un gemido de placer y comenzar con el movimiento  acompasado de sus caderas.

         - Milo…

         La voz de Camus salió de su garganta extasiada, el dolor había sido sobrepasado por el placer que tal unión provocaba, que sentía, que le quemaba y extasiaba.

         - Te amo… te… amo… te… amo… Milo.

         Le sujetó por la cadera con frenesí atrayéndolo hacía él y profundizar las estocadas, queriendo llegar hasta lo más profundo de lo que la anatomía francesa ofrecía.

         Camus sujetaba a Milo de los hombros, los apretaba, le acariciaba el rostro, de nuevos sus manos bajaban a su espalda y la rasguñaba, su cuerpo se arqueaba y de su garganta solo se oían sonidos entrecortados, gemidos fuertes. Mientras el vaivén incontrolable de sus cuerpos se hondaba con estocadas impulsivas y fuertes que provocaba que la espalda de Camus se adentre más en la arena.

         De un momento a otro Camus se vio a sí mismo con las piernas sobre los hombros de Milo, él alcanzó los labios de Camus con los suyos provocando que las rodillas de Camus prácticamente queden a los lados de su pecho y por efecto que su entrada esté a mayor disposición del Escorpión.

         Grito de placer, ya sin poder, querer o siquiera intentar contenerse, Camus estaba envuelto completamente en el fuego de Milo, en las brazas ardientes de la pasión y el placer sensual de hacer el amor con la persona amada.

         - Te amo Camus…

         - ¡Milo!

         En las puertas del orgasmo ambos se abrazaron con fervor y necesidad de juntar más sus pieles.

         - Termi… nemos… juntos - la voz de Milo también salió entrecortada, agitada de su garganta.

         Milo arremetió con precisión y dureza, más de la que había usado mientras sentía que Camus le arañaba la espalda y sus músculos se tensaban, fue con un par de gemidos roncos y excitados que ambos terminaron al son del espasmo de sus cuerpos.

         Quedaron uno encima del otro, respirando el mismo aire agitado, sus pechos unidos sentían sus corazones latir presos aún del frenesí que circulaba su sangre, la excitación y el placer, qué bellas palabras al ser combinadas con el amor.

         - Te amo - confesó Camus mientras besaba levemente los labios griegos.

         - Te amo.

         Se abrazaron sonriendo, suspirando.

         - Eres lo mejor que me ha pasado Milo.

         Milo se quedó admirando la piel de porcelana de Camus, ante sus ojos vio las marcas de sus propios besos, luego se miró el mismo, además de tener chupetones en la parte del abdomen le ardía un poco la piel de sus costados, Camus le había rasguñado.

         - ¿Estás bien? - Cuestionó Milo a su Camus, acariciándole el rostro y parte de los hombros.

         - Si - dijo paseando sus dedos por las marcas que el dejó en la piel bronceada de Milo - Será mejor que…

         - Si, tienes razón. Aunque quisiera acurrucarme aquí mismo, no podemos amor - dijo Milo - Perdona por las marcas…

         - ¿Eh? No te preocupes, si son de tus labios me encantan…

         Se sentaron sobre la arena mientras se alcanzaban las ropas más cercanas a sus manos y luego medio vestidos iban por las más lejanas. La camisa de Camus estaba mojada al igual que la de Milo. Se vistieron sin decirse mucho, aún estaban adormecidos y con las sensaciones flotando el cuerpo.

         - Camus…

         - ¿Si?

         - Te amo.

         - Y yo a ti.

         Se abrazaron una vez más y caminaron por el largo de la playa y por debajo de la luna camino al Santuario sin dejar de estrechar sus cuerpos en un abrazo.

         - ¿Crees que alguien nos haya visto? - Cuestionó Camus en el camino, sonó algo temeroso - Mientras… mientras… - dudaba - ¿tú crees?

         - Sinceramente no lo creo, aunque no puedo asegurarlo, no me preocupé por cerciorarme de lo contrario.  Yo, tengo algo que decirte.

         - Dime.

         - Lamento lo del chupetón de hace tanto tiempo, ésa vez… En verdad lo lamento Camus.

         Como respuesta Camus le abrazó más fuerte - No lo digas, eso está lejos ahora…

         - Al ver tu piel teñida por mis besos, me sentí feliz al ver que la mía había sido tu lienzo también, tus marcas en mi… ¡Romántico! aunque siempre quise saber… ¿Cómo hiciste aquella vez para que las marcas desaparecieran?

         Camus sonrió con picardía y se arregló el cabello un poco mientras se relamía los labios.  

         - Creí que nunca lo preguntarías - sonrió - No puedo creer que hayan pasado tantas cosas… en tan poco tiempo… yo… sabía de la apuesta así que me encargué de hacer desaparecer el chupetón usando mi poder… ésas marcas son sangre coagulada ¿no?  Que asciende a la capa superficial de la piel por la succión, yo hice que con mi cosmos a la temperatura exacta esa marca desapareciera…

         Milo revolvió el cabello acuamarín con cierta ternura mientras empezaban a ascender los Templos.

         Llegaron al Templo de Escorpio sin hacer mucho ruido, más parecían no querer ser interrumpidos. Apenas estuvieron en privacidad Milo guió con besos y caricias a Camus hasta la recámara, sin esperar nada comenzó a desnudarlo otra vez.

         - ¿Mi… Mi… lo?

         - ¿Qué?

         Milo le sonrió con un brillo en los ojos.

         - He estado esperando por ti Camus, esa noche de la fiesta cuando me propusiste dormir juntos fue la gloria… pero no podía aprovecharme de ti… no, pero me di cuenta que tu también lo deseabas amor, quizá más que yo lo andabas pensando…

         - ¿Qué?

         - Me di cuenta esa mañana que despertamos juntos y tú creías que había pasado algo… me dio tanta ternura y… ahora que estamos juntos, no te dejaré descansar, despertaste al Escorpión.

         Camus se sintió de pronto como hundido, como si él solo hubiera cavado su propia tumba… pero al ver la expresión de satisfacción de Milo no pudo hacer más que sonreír y dejarse hacer, porque como lo había dicho… él también lo deseaba y mucho.

“La esperanza nace con un beso…

Se fortalece con una promesa

Y florece con la unión de sus cuerpos.

Irónico e irreal, ahí estaban dos personas que desde el principio se conocían y compartían mucho y a la vez nada, dos personas que entrelazaron sus caminos hasta volverlo uno… hasta volverse uno al calor de la pasión, del deseo y también del amor ”.

 

 

Fin.

 

Notas finales:

Bueno, espero haya sido de su agrado, muchas gracias por segir este "Cuando el Hielo se derrite en Tu Cuerpo" tan largo y espero sus reviews ^^ no se olviden de Arwen Diosa que pronto subira otro fic , lleno de intrigas, miedos, violencia y amor.


Amor, dinero, tortura y odio... 


Aun no tengo título pero ya lo leeran ^^.


Nos leemos!!! 


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