Era un día soleado, calido y muy hermoso en Japón, y un joven rubio, llamado Mello hacia su día a día, como de costumbre.
Desde que se había unido a la mafia japonesa, su vida ya había cambiado mucho, pero ya se había acostumbrado a tal grado, que se había vuelto monótona, sin embargo, desde hace unas semanas atrás, algo había dado un pequeño, pero significativo cambio, y ese día, como todos los días, desde hace dos semanas para ser exactos, alguien (o en este caso “algo”) lo vigilaba tiernamente desde las alturas.
Un pequeño angelito, llamado Near, observaba desde su lugar a aquel rubio que lo cautivo desde el momento en que lo vio por primera vez.
Cada día, Near observaba silenciosamente a Mello, asegurándose de que nada malo le pasara, que nadie pudiera lastimarlo, e interviniendo de vez en cuando para que no le ocurriera ningún daño (a tal grado que este ya no sufría ningún rasguño).
Pero sus tiernas acciones, rompían por completo las leyes del cielo, sin embargo, hasta ahora, esto no le había causado daño a ningún ser humano, por tanto, sus superiores lo dejaban pasar, pues, además de pensar ellos de que el lo tomaba nada más como un entrenamiento para después ser un ángel guardián, era de los ángeles más jóvenes que tenían, y por ello, una de las jóvenes promesas, pues era el mejor de los estudiantes en la academia para ángeles.
Sin embargo, un día todo eso cambio…
-¡Hey tu, el rubio de negro!-grito un hombre detrás de Mello.
-¿Qué carajos quieres?-contesto irritado, pues estaba cansado después de haber trabajado todo el día (matar gente, amenazar, drogas, una pelea, etc., ya saben, lo de típico).
-No-dijo burlón-respuesta incorrecta-dijo al tiempo de que se acercaba peligrosamente a el con otros cinco “amigos”
-¿Qué quieren tu y tus amigos?-dijo, esta vez con un tono de voz más calmado.
-Nada en especial…-contesto sarcásticamente uno de los compañeros del contrario.
-Solo...estamos aburridos, y queremos jugar un poco, eso es todo.-dijo uno de ellos, al tiempo que lo acorralaban en la pared.
-No estoy buscando problemas, solo quiero ir a casa.-dijo Mello los más calmado que pudo porque, si bien era fuerte, en un cinco a uno traía las de perder.
-No daremos problemas, solo queremos jugar contigo y ya-dijo el más alto, al tiempo que se relamía los labios.
Y dicho esto ultimo, y sin darle tiempo a Mello de siquiera sacar su arma, lo tenían de espaldas contra la pared, y uno de ellos ya se estaba dando a la tarea de quitarle el cinturón.
-No, por favor, que llegue alguien o algo, ¡Mello, grita y pide ayuda!-suplicaba un pequeño ángel, mientras observaba aquella escena que prometía no terminar nada bien para SU rubio.
Y como era de costumbre, Mello no gritaría para pedir la ayuda de nadie, así estuviera muriendo, nunca pediría ayuda a nadie.
Pero no llegaba nadie, y menos a ese callejón oscuro, en una de las calles más peligrosas de toda la ciudad.
En su desesperación, Near hizo lo que, aunque no considero para nada prudente, le consideraba la única opción para salvar al objeto de su afecto.
Y sin detenerse a pensarlo más de una vez, interfirió de la peor forma en la que se le pudo haber ocurrido: bajo a la tierra a ayudarlo.
En cuanto toco el piso, sus alas y halo desaparecieron, pero no suficientemente rápido como para que no brillaran en la oscuridad.
Los criminales al ver esa luz, pensaron que se trataba de la policía y salieron huyendo del lugar, dándole a Mello tiempo para poder escapar, pero la curiosidad le gano, y se quedo para ver que fue lo que lo había salvado.
Sin más remedio, Near salio de la penumbra, para que Mello pudiera verlo.
-Miren nada más que niño tan lindo-dijo en burla-¿cual es tu nombre pequeño?-dijo al tiempo que se acercaba.
Me llamo Near-contesto entusiasmado de conocer al dueño de su corazón-y soy un ángel.