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Afecto. por Seiken

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Notas del capitulo:

Esta es la segunda parte de Encuentros Fortuitos y será parte de una saga que planeo escribir próximamente.

Esto es Slash, es de los Thundercats, quienes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto.

Esta es la segunda parte de Encuentros Fortuitos y será parte de una saga que planeo escribir próximamente.

Afecto…

Tygus realmente creía que se trataba de un buen padre, tan bueno como cualquier felino podría serlo dadas las circunstancias atenuantes, que eran haber chocado en un planeta más o menos hostil después de ser relegado de sus funciones como capitán de las fuerzas especiales de Mum-Ra, unas fuerzas que habían sido destruidas el día que aparentemente se realizo una rebelión exitosa de la que no participaron.

A veces extrañaba los viejos tiempos en los cuales los cachorros simplemente nacían y eran cuidados por las nodrizas para ser posteriormente colocados en la academia en donde realizarían una carrera militar.

Una forma de enseñanza que funciono con él y en la cual los padres no tenían porque abandonar sus funciones, unas que ya no existían en su caso, para educar a sus hijos.

Esa era una época en donde él no tendría que buscar a un cachorro hibrido que había heredado sus dones especiales y que aparentemente había aprendido a una edad demasiado tierna a camuflarse con el exterior, volviéndose prácticamente imposible localizarlo.

Tal vez de conservar su implante podría encontrarlo con facilidad, los infrarrojos nunca le habían fallado, pero ahora que esa máquina había sido dañada  y en su lugar solo tenía un ojo mecánico cubierto por un parche de color negro tenía que buscarlo utilizando sus sentidos, el olfato, oído y la vista, que no era muy buena.

Se preguntaba sí su hiperactividad era una característica especial de los leones porque jamás había conocido a un tigre que se comportara como su cachorro lo hacía, aunque debía admitir que prefería esa vida aburrida a seguir sirviendo bajo las ordenes de Mum-Ra.

Tygus se detuvo junto a un árbol y cruzándose de brazos pronuncio, tratando de escudriñar las copas de los arboles, localizar al pequeño hiperactivo para poder continuar con sus lecciones.

Sí quería aprender a utilizar sus dones mentales como usaba la invisibilidad entonces le aguardaban muchas horas de meditación que para un niño de apenas ocho años de edad debían ser una tortura.

Para él lo fueron y cuando era un cachorro no conocía ninguna otra clase de vida más que servir a su amo, no podía como Claudius, esconderse de los ojos de su tutor para jugar en el interior de la nave.

La mera idea era ridícula y sin más pronuncio tan alto como podía. — Tienes tres segundos para dejar esta tontería, Claudius.

Tygus sabía que cuando usaba ese tono de voz su cachorro no tenía más remedio que llegar a su lado, por lo que contando en voz alta se limito a esperar que un pequeño e hiperactivo hibrido de león llegara ante él.

Cuando conto tres se dio la media vuelta y comenzó a alejarse, escuchando como le decían corriendo detrás de él, una voz no tan avergonzada, como le gustaría que fuera, pronunciada por un cachorro que sonreía en vez de parecer apenado. — Padre, no te vayas…

Tygus se detuvo y le pregunto con los brazos cruzados, con una expresión molesta que no llegaba a sus ojos porque aunque Claudius había escapado de su entrenamiento estaba orgulloso por el tiempo que pudo mantener la invisibilidad. — No recuerdo darte permiso para ingresar en el bosque tu solo, este es territorio hostil y no debes salir sin supervisión.

Claudius se rasco la cabeza, no estaba tan preocupado como debería y Tygus sabía exactamente por qué, ya le había enseñado varios trucos para poder defenderse, uno de ellos era una bomba de humo que podría usar en caso de peligro o avistamiento de chacales. — No, pero también me dijiste que debía estar en paz con mis alrededores y no sé cómo estarlo si no los conozco.

Tygus le sonrió acariciando su cabeza, pronunciando al mismo tiempo que rodeaba los hombros de Claudius con su brazo izquierdo, llevándolo a la cabaña que llamaba hogar, la cual estaba fuertemente armada. — Supongo que eso tiene tanto sentido como cualquier excusa que tengas.

Claudius era un Ligre, una rareza entre los suyos, la mezcla genética de un tigre y un león, una cruza que en el régimen de Mum-Ra no habría tenido la oportunidad de sobrevivir, al viejo costal de huesos no le gustaban las mezclas entre su raza favorita, la criatura milenaria se esforzaba en mantener la sangre de sus soldados pura.

Al entrar en su casa, que en realidad eran los restos de una nave de escape con algunos arreglos para volverla habitable Tygus se sentó enfrente de la mesa en donde ya estaban servidos dos platos de pescado con algo de verduras de un color pintoresco.

A Tygus le había costado mucho trabajo acostumbrarse a esa clase de comida, mucho más trabajo aun poder cocinarla adecuadamente, durante el régimen de Mum-Ra, la comida era una mezcla de proteínas, vitaminas, minerales y otros compuestos necesarios para una adecuada función corporal empaquetada en algo que parecía carne con jugo sin ninguna clase de sabor distinguible.

La que si jamás volvía a probar podría decir que era un felino muy afortunado, aunque a veces, ciertos comandantes o en su caso capitanes podían darse el lujo de comer alguna de las frutas nativas o en ciertas ocasiones comprar en el mercado negro comida que alguna vez estuvo viva o creció bajo el sol de algún planeta remoto.

Aquellas ocasiones eran raras, casi un lujo que podían presumir los afortunados y compartirlos con quienes ellos quisieran, que generalmente se trataba de camaradas, aliados o posibles parejas sexuales.

Flash Back.

Tygus observo los extraños platillos con una ceja levantada, sus brazos detrás de la espalda y sus labios torcidos en la mejor imitación de desdén que podía tener, pronunciando tras un largo minuto de silencio. — Déjeme ver si entendí comandante.

Leo parecía nervioso, una sonrisa estaba marcada en sus labios y sus ojos brillaban con intensidad, pero sus hombros parecían ligeramente encogidos, como si pensara que estaban a punto de darle un puñetazo. — Usted quería que discutiéramos nuestra siguiente misión a la hora de la comida.

El cual emparejaría el ojo que había logrado marcar tan graciosamente, el cual casi emparejaba con el color rojo de la mordida que seguía doliéndole después de tres tranquilos días. — Pero no en el comedor con nuestras acostumbradas raciones proteínicas, sino con estas cosas que parecen haber sido compradas en el mercado negro para algo remotamente parecido a una cita.

El comandante al ver que esperaba una respuesta le dijo rascándose la nariz, demasiado nervioso y al mismo tiempo con un aire de orgullo que comenzaba a encrespar sus nervios. — Sí, pero no es una cita, cita… es más bien una cita de trabajo.

Los labios de Tygus apenas se torcieron en una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, aquella había sido una de las tretas más viejas y sucias de todos los tiempos. — Con comida exótica, frutas de azúcar y carne fresca… pescado.

Leo volvió a asentir preguntándole aun demasiado nervioso para intentar acercarse a su cuerpo. — ¿Sí?

Tygus le respondió entonces, dando la media vuelta, indicándole con molestia, no caería en los juegos del comandante otra vez, se lo había prometido. — No lo creo comandante, cuando tome en serio mis habilidades hábleme.

Leo lo sostuvo de su brazo izquierdo diciéndole avergonzado. — Podría ordenarte que permanezcas aquí.

Tygus al principio le miro fijamente, tratando de decidir si hablaba en serio o solo estaba probándolo, al ver que no lo hacía le informo. — Parece que Lord Mum-Ra no le ha notificado que ya no le sirvo a usted.

Leo arqueo una ceja, debía aceptarlo, él era el comandante, era la mano derecha de Mum-Ra, lo que significaba que Tygus estaba bajo sus órdenes. — ¿De qué hablas?

Tygus alejándose lo suficiente para poder tomar una de las frutas de azúcar y morderla admiro la expresión de molestia en el rostro del león.

Después de su encuentro en las profundidades de la nave de su señor, Mum-Ra había decidido que desde ese momento únicamente le entregaría los informes al comandante, pero que las órdenes serian dadas por él.

Tygus se relamió los labios del dulce jugo de la fruta y dos dedos que se habían manchado con el líquido rojizo. — Ahora le sirvo directamente a Mum-Ra, comandante.

Leo trago saliva al verlo, sus mejillas pintándose de color rojo, sintiéndose repentinamente demasiado incomodo al ver el comportamiento del capitán, como lamia el jugo de sus dedos de manera sensual, robándole el aliento y después le respondió. — No lo sabía, pero seguramente no querrás que todo esto se pierda.

Tygus se rió entre dientes, parecía que el comandante no había entendido su negativa y le dijo. — No, supongo que no… solo que no es una cita.

Leo le respondió sentándose en la mesa, visiblemente emocionado, preguntándole al mismo tiempo que se servía un poco del pescado. — ¿Aun te duele tu mordida?

Tygus se toco el cuello evitando sonrojarse, diciéndole al mismo tiempo que tomaba otra de las frutas azucaradas, percibiendo que Leo le observaba fijamente. — Ya casi no, comandante.

Leo deposito en la mesa el tenedor diciéndole. — Siento haberlo hecho.

Tygus le respondió sirviéndose un poco de la comida, revolviendo la copa con la bebida de color rojizo en ella. — No lo creo.

El comandante se encogió de hombros, no lo sentía y si Tygus no estuviera tan molesto con su engaño le pediría que le dejara ver su marca, la que se imaginaba no había atendido por miedo a las preguntas que le harían o las miradas que recibiría. — Tienes razón… no lo siento.

Tygus se sonrojo al escuchar esa respuesta, ese muchacho sí que tenía agallas al decirle aquello e intento ignorarle fijando su vista en su alimento, tratando de terminarlo tan rápido como pudiera.

Leo al ver como se sonrojaba le pregunto terminando con su comida, recargándose en la mesa, fijando su mirada en donde sabía estaba la única marca de su encuentro de pasión. — ¿podría verla?

Tygus se levanto con calma respirando hondo, dejo la copa en la mesa y después le respondió, entrecerrando los ojos. — No vine aquí para divertirte comandante, gracias por la cena.

Poco después dio la media vuelta e intento marcharse, abandonando al comandante en la mesa, quien inmediatamente lo siguió diciéndole molesto, sin entender porque Tygus no aceptaba su coqueteo. — ¿Por qué tienes que ser tan difícil?

Tygus se detuvo antes de teclear la combinación maestra de las puertas de la nave, la que conocía al ser el capitán de las fuerzas especiales, quienes eran un grupo interno dentro de los felinos y varias otras especies, lo mejor de lo mejor.

Odiados y temidos por sus compañeros, quienes tenían un poco de independencia, aunque Tygus no trataría de engañarse, aunque tuvieran cierto control seguían siendo esclavos.

Tygus pensó por un momento en la pregunta que le hizo el comandante y poco después le respondió, recargándose en la misma puerta que quería abrir, cruzando sus brazos enfrente de su pecho, con una sonrisa burlona en su rostro. — No sería tan divertido, comandante…
 
En esa ocasión Leo fue quien se sonrojo, parpadeo varias veces y después sonrió diciéndole. — Eso quiere decir que tengo alguna oportunidad…

Tygus se relamió los labios y despejando su rostro de algunos cabellos rojizos le dijo, susurrándole al oído. — Francamente no creo que seas honesto con esto Leo y que pronto te aburrirás de la cacería.

Lamiendo la punta de su oreja prosiguió llevando su mano en dirección de su entrepierna. — Generalmente no tengo amantes de ocasión, aun así podemos intentarlo y saltarme los otros planes que tengas para llamar mi atención.

Leo gimió al sentir la mano del capitán acariciar su sexo por encima de la ropa, besando su cuello al mismo tiempo que le preguntaban. — ¿Qué otras tonterías planeabas hacer cachorro?

El comandante le respondió escuchando como Tygus comenzaba a desabrochar el cierre de su uniforme, hincándose delante de él con una sonrisa satisfecha en su rostro al ver su hombría que ya parecía bastante entusiasmada con su cercanía. — Una misión juntos… tal vez.

Tygus se relamió los labios antes de lamer su sexo, alejándose al escuchar que Leo le decía recargándose en la mesa, con los ojos cerrados, sus mejillas tan rojas que comenzaban a competir con el color de su cabello. — Y probablemente… probablemente lograría que nos encerraran en el mismo lugar otra vez…

Tygus se pregunto si acaso la primera vez había sido ocasionada por su comandante, pero ni siquiera ese león estaba tan loco para hacer una tontería como esa y continuando con su tarea se prometió que la próxima vez que el león hablara no sería nada coherente.

Leo comenzó a mover sus caderas siendo detenido por las manos de Tygus, quien le advirtió separándose de su hombría. — Sí te mueves me largo.

Leo asintió, quedándose tan quieto como podía sintiendo la boca de Tygus rodear su hombría, sus manos jalar su uniforme, el cual le ayudo a resbalar por sus brazos y después sus piernas.

La lengua de Tygus era deliciosa, su boca caliente y húmeda le hacía sentir como nunca antes, sus manos lo sostenían contra la mesa al mismo tiempo que su ronroneo se podía escuchar en esa habitación acompañando al suyo.

Tygus se alejo del cuerpo de Leo limpiando su boca que ya tenía un poco del liquido blancuzco en sus labios y levantándose comenzó a quitarse su uniforme, todo ese tiempo mirándolo de reojo.

En el momento que la ultima prenda cayó al suelo, Leo se acerco a él y comenzó a besar la marca en su cuello, recibiendo un gemido placentero del capitán como respuesta.

Tygus inmediatamente se dio la vuelta y sujetando sus manos le dijo, besando sus labios con pasión, introduciendo su lengua en el interior de su boca, un comportamiento que sorprendió al león.

Que respondió con la misma intensidad soltando sus muñecas, recorriendo su cuerpo con sus manos, rozando su sexo con el del tigre, quien le dijo besando su cuello, mordisqueándolo con delicadeza. — Es mi turno.

Leo sintió las manos de Tygus recorrer su cuerpo, sujetando sus nalgas, gruñendo cuando le respondió. — Pero me gusto la primera vez… y sé que a ti también te gusto.

Tygus empujándolo hasta que chocaron contra la mesa le dijo. — Y sólo debo recostarme para recibir tu sexo en mi cuerpo, comandante.

Leo tragando un poco de saliva escucho como Tygus tiraba al suelo los platos, haciéndole un lugar para recostarlo en la mesa. — No, hay muchas más posturas que podemos probar.

Tygus estaba a punto de lograr su objetivo cuando Leo lo empujo gruñendo, provocando que ambos cayeran al suelo, junto a los platos que había desechado. — ¿Cómo esta?

Leo asintió y comenzó a besar el pecho de Tygus, lamiendo uno de sus pezones, acariciando su hombría, escuchando un gemido sonoro del capitán, quien casi inmediatamente logro cambiar sus posiciones, sujetando sus muñecas arriba de su cabeza. — Tal vez…

Tygus sonrió cuando Leo le dijo, admitiendo su derrota y reconociendo que no podía esperar que cada uno de sus encuentros el capitán permitiera que fuera él quien pudiera poseer su cuerpo. — Podría ser interesante…

Leo prefería ser el dominante en una relación sexual, sin embargo, sus amantes generalmente confundían su amabilidad, su baja estatura y su melena por una actitud sumisa.

Cuando se daban cuenta que prefería ser quien llevara la batuta durante sus encuentros sexuales o que por lo menos lo dejaran poseerlos de vez en cuando se frustraban, ignorando que era el comandante del ejército de Mum-Ra, que no era una frágil criatura que obedecería sus órdenes.

Que no se recostaría complaciente esperando que tomaran su placer de su cuerpo, una relación funcionaba solamente si se trataban como iguales, sin importar la raza, si eran hombres o mujeres.

Tygus al escuchar su permiso comenzó a besar cada parte de su piel que podía encontrar, lamiéndolo y mordisqueándolo con cuidado de no dejar una sola marca, acariciando su cuerpo con ambas manos.

Repentinamente se detuvo recibiendo un gemido de inconformidad de su león y alejándose un poco de su cuerpo le pregunto. — ¿Te quedaras acostado como una muñeca? Cachorro.

Le ronroneo al escuchar esa respuesta y respondió a las caricias de Tygus con la misma intensidad, dando tanto como recibía, besando, lamiendo y marcando la piel del capitán, el dejando algunas marcas que no serán visibles por la mañana.

Tygus separándose un poco nuevamente se acomodo entre las piernas del capitán y lamio todo lo largo del interior del muslo del capitán, para después introducir dos dedos en su propia boca, los cuales comenzó a lamer, humedeciéndolos tanto como podía.

Leo al verle intento ayudarle con ello siendo recostado nuevamente cuando Tygus los introdujo en el agujero entre sus nalgas, diciéndole — Te enseñare como se hace esto.

El comandante gimió al sentir la intrusión y se mordió el dorso de la mano para silenciarse, escuchando que Tygus se reía entre dientes e introducía un tercer dedo, diciéndole. — Supongo que no eres virgen.

Leo le pregunto recargándose en sus codos sintiendo que Tygus introducía un cuarto dedo, preparándolo para su hombría, la cual estaba rodeada por una mata de pelo blanco un poco mas largo que el del resto de su cuerpo. — ¿Eso importa?

Tygus se encogió de hombros besando la punta del sexo de Leo, respondiéndole con tranquilidad. — No, pero por alguna razón siempre preguntan eso.

Leo se rio al escuchar eso, deteniéndose cuando Tygus volvió a succionar su sexo en el interior de su boca, separando su mano de entre sus nalgas para rodear su propia erección con ella.

Leo al verle le comento, sosteniéndose de las patas de un mueble cercano. — Eso no es justo… yo te deje participar la primera vez.

Tygus lo soltó diciéndole acomodándose entre sus piernas, besando sus labios, llevando sus manos a sus hombros con delicadeza. — Tú eres mucho más flojo comandante.

El león no esperaba esa respuesta y rodeando las caderas de Tygus permitió que se hundiera en su cuerpo de un solo movimiento, arqueando su espalda, permitiéndole llegar tan adentro como pudiera.

Tygus jadeo al sentir el apretado cuerpo caliente de su comandante alrededor de su hombría, deteniéndose un poco acostumbrándose a esa sensación tan exquisita que solo un amante podía proporcionarte.

A sus 28 años Tygus había tenido pocos amantes, no confiaba en las demás personas y trataba de mantenerlas tan alejadas de él como pudiera, sintiéndose vigilado a cada paso que daba.

Ignorando esa sensación y apegándose a su presunción comenzó a moverse sobre su comandante, siempre con cuidado para no lastimarlo, haciéndolo como a él le gustaba que lo poseyeran.

Leo al sentir los cuidadosos movimientos de su amante rodeo su espalda con sus brazos, al mismo tiempo que apretaba sus piernas alrededor de su cintura, esperando que apresurara el paso diciéndole. — Más… hazlo más fuerte.

Tygus asintió besando sus labios, silenciándolo un momento, acelerando el paso y la fuerza de sus embestidas, tratando de complacer al león sin utilizar demasiada fuerza como para lastimarlo.

Leo al sentir como el paso de su amante se aceleraba al igual que la fuerza de sus embestidas comenzó a besar la piel que podía alcanzar, acariciando su cabello con ambas manos, lamiendo la mordida que seguía roja.

Tygus al sentir la lengua de Leo sobre su herida gimió acelerando el paso todavía más, sosteniéndose de las caderas de su comandante para poder llegar aun más profundo, recargando su cabeza en el hueco de su cuello.

Leo comenzó a pronunciar gemidos fuertes, sonoros, que competían con los jadeos de Tygus, quien estaba próximo a alcanzar su clímax e introduciendo su mano entre ambos cuerpo comenzó a acariciar la hombría que había quedado desatendida escuchando las palabras medio incoherentes de su comandante.

Las que eran una letanía de “más” “más fuerte” “más rápido” continuos acompañados de gemidos y un ronroneo que podía escucharse con facilidad, acompañando al suyo que se mezclaba con sus jadeos.

Leo fue el primero en derramarse en su mano, manchándolo con su semilla, mordiendo su cuello con suficiente fuerza para que de la herida que apenas comenzaba a curarse brotaran algunas gotas de sangre.

Tygus se quejo al mismo tiempo que veía luces de colores, inundando el cuerpo de Leo con su semen, escuchando el latido de su corazón que se aceleraba al mismo tiempo que los espasmos de su cuerpo los debilitaban.

El capitán se separo del cuerpo de Leo y se recostó a su lado diciéndole, mirándolo de reojo. — Volviste a morderme.

Leo lamiendo la sangre que brotaba de su herida le dijo, recargándose en su hombro, invitándolo para que sus brazos rodearan su cuerpo. — Ya te lo dije, me gusta dejar mi marca en ti.

Tygus rodeando el cuerpo de Leo con sus brazos le respondió, acariciando su cuello con la punta de su nariz, recibiendo una pequeña risa como recompensa. — Yo creo que eres medio vampiro comandante.

Leo al escuchar le respondió. — Tal vez… o tal vez quiero que sepan que eres mío… o por lo menos que ya estas tomado.

Tygus cerrando los ojos le respondió, ignorando la posesividad del comandante creyéndola parte de las muchas promesas que los amantes se hacían en la neblina de la pasión. — No soy una mascota.

Leo le respondió, besando su frente reuniendo algo de fuerza para caminaran en dirección de la cama. — No, no lo eres…

Tygus al ver que Leo se levantaba e intentaba llevarlo con él se limito a seguirlo, porque no importaba cuanto placer hubieran sentido en ese suelo, era mucho mejor dormir en una cama. — Eres mi compañero.

Flash Back.  

Su compañero, aquella palabra era demasiado importante para tomarla a la ligera y aun así Leo no le tomo importancia, como hacerlo sí en la nave de Mum-Ra las relaciones solo eran una forma de dominación.

O el cumplimento de tu deber al aceptar a la pareja que Mum-Ra había elegido para ti.

Con Leo, a pesar de su noble apariencia y sus juramentos, ocurrió lo primero, solamente lo engaño y como un tonto se dejo engatusar creyendo cada una de sus mentiras.

Hasta el día que le robo la piedra de guerra, el mismo día de la rebelión y la caída del imperio de Mum-Ra el inmortal.

-¡Oye! ¿En qué piensas? — pronunciaron casi gritándole.

Despertándolo de su ensoñación, haciéndole recordar lo poco útil que era sumergirse en el pasado, más cuando las promesas hechas no valían de nada, cuando uno de quienes las hizo no las recordó.

Tratando de ignorar el dolor de su corazón, el cual era demasiado real en ciertas ocasiones, fijo su vista en Claudius.

Su pelaje tenia la indiscutible coloración de un león, aun el cabello era pelirrojo y estaba seguro que cuando creciera y se convirtiera en un adulto tendría melena, lo único que tenia parecido a él era la forma de su cabello, finalizando en dos puntas, una característica de los tigres, así como unas cuantas rayas de color blanco.

Tygus observo a Claudius de reojo preguntándole recargándose en la mesa, ofreciéndole su pescado, el cual acepto inmediatamente, sus ojos azules brillando con una luz propia, la que le hacía recordar a su comandante. — ¿Por qué debo pensar en algo?

Claudius midió sus palabras antes de pronunciarlas, una mala señal, porque le indicaba que sus pensamientos eran un tanto diferentes. — Siempre que tienes esa expresión es que estas recordando algo.

Tygus asintió y acariciando la cabeza de su hijo, alborotando su cabello, le respondió riéndose al ver su expresión de disgusto que tenía, odiaba que lo tratara como a un cachorro porque aparentemente su hijo creía que ya era un guerrero. — Estaba pensando que los leones siempre se meten en problemas.

Claudius entrecerró los ojos y frunció el labio molesto, respondiéndole poco después con una sonrisa en su rostro. — Pero solo soy la mitad león, también soy un tigre.

Tygus asintió respondiéndole después de beber un poco de agua. — Y esa es la mejor parte, de lo contrario creo que ya estarías muerto.

Claudius volvió a molestarse respondiéndole. — No soy tan descuidado…

Tygus levantándose de la mesa, depositando los platos en el lavabo le informo recordándole que sus odiadas clases de meditación debían continuar y que esta vez él se aseguraría que no huyera. — Bueno, saldremos a meditar un poco antes de que regreses a lavar los trastes.

La respuesta de Claudius fue la esperada diciéndole casi con un puchero, utilizando su mejor cara de gatito perdido, una que jamás había funcionado con él. — ¿Puedo lavar los trastos primero?

Tygus abrió la puerta diciéndole tajantemente. — No…

Claudius suspirando se quejo. — Pero me aburro…

Tygus le respondió nuevamente, saliendo de la casa que había construido, escuchando que Claudius lo seguía a regañadientes. — Eso no importa, tienes que aprender a controlar tu don como yo lo hice y todos tus antepasados antes que tu.


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