El día era cálido, la primavera había comenzado hacia poco pero los cerezos ya florecían a todo su esplendor. El muchacho caminaba tranquilamente por el parque inundado de pétalos rozados, regresaba después de un cansado día en la Universidad, donde a cada momento se encontraba rodeado por molestas y persistentes chicas, y a pesar de ser indiferente a ellas había veces que su cuchicheo llegaba a ser demasiado molesto haciéndolo desear estar ya junto a él, y que lo inundara con esa paz tan grata que solo él lo hacia sentir, hoy había sido un día como esos y por ello había salido de la Universidad en cuanto la campana sonó, sin siquiera darles la oportunidad a sus perseguidoras de alcanzarlo.
Mientras atravesaba el parque, observando atentamente su alrededor aunque su rostro reflejaba indiferencia, contempló sin mucho interés las diversas parejitas que deambulaban abrasadas por el lugar. Salió del parque y tomo la avenida, camino unas calles y doblo en la esquina, las casas comenzaban a ser familiares, desfilo sobre un estrecho callejón y llego a esa calle tan conocida que le anunciaba que estaba cada ves mas cerca de su destino. Recorrió ya menos ansioso el pequeño tramo de ese camino tan familiar, ese camino que nunca olvidaría, el camino hacia él.
Al fin llego a la entrada, se detuvo un momento sobre la acera, solo milésimas de segundo suficientes para darse cuenta de donde estaría. Se adentro en el camino de piedra pero de inmediato giro a la izquierda tomando el atajo del pasto hacia el patio trasero.
Sabía que estaría afuera, meditando en la contemplación del cielo, refrescándose y, aunque lo negara, esperándole. Al doblar la esquina lo vio, sus pies descalzos, su delgado cuerpo delineado por una colorida yukata, su delicado rostro tan blanco y resplandeciente, su fina nariz que sostenía firmemente sus redondos anteojos a través de los cuales que admiraban sus bellos y enigmáticos ojos bicolor.
-Thss- emitió en forma de queja el más joven, sosteniendo la pipa con su delicada mano, aspirando suavemente el humo hacia sus exquisitos labios, observando con el ceño fruncido al egocéntrico sujeto que caminaba directo hacia él.
- Cuantas veces tengo que decirte que no entres por allí, ¡usa la estrada principal!- le reclamo cuando estuvo lo suficientemente cerca como para notar su exagerada reacción. Fingiendo indignación aparto su mirada de él. Era como un pequeño niño haciendo pucheros, no es como si le molestara, era una de las muchas cosas que le encantaban de él.
-Oi-dijo el recién llegado pero no obtuvo respuesta, su interlocutor se esforzaba en fingir indignación.-Oi-se acerco un poco a él pero el resultado fue el mismo.
-Me estas obligando- le susurro divertido, pero nisiquiera haci lo miro-"Ya que" pensó.
Tomo su suave barbilla y lo obligó a mirarle, le arrebato sin fuerza la pipa y la colocó en la charola del sake. Le observo en silencio, acaricio su fino rostro y, cuando consiguió sacarle un leve sonrojo, se dio por satisfecho, sonrió como rara ves lo hacia y lo beso como si no lo hubiera visto en años.
Al separarse noto con agrado que había conseguido aumentar su sonrojo de leve a notorio.
-Estoy en casa. Kimijiro.
Ende