Bajo el sauce
Te conocí bajo el sauce, llegaste a mí esa tarde de otoño. Leía sentado a la sombra de ese viejo e imponente sauce, que debió haber sido testigo de muchos amores pero ninguno tan especial como el nuestro. En esa tarde calurosa, en medio del escondido claro del bosque el sueño comenzó a invadirme pero un fuerte golpe en la cabeza me hizo espabilar. Levanté al culpable mientras me sobo la cabeza, un grueso ejemplar de desgastada portada donde se lee: “Utopía” en grandes letras doradas. Miro al cielo creando descabelladas ideas sobre su provenir, y tú fuiste mi respuesta, llegaste de la misma forma que tu libro, la rama donde descansabas se quebró y caíste directo a mis brazos, te sujete un poco confundido mientras recuperaba el aire que me habías sacado al caer, te mire, te sentí, te recorrí, te admire, te abrase y me llene de ti para nunca más vaciarme.
-¡Vaya como duele!- dijiste con tu deliciosa voz mientras te sobabas el hombro que me había golpeado- menos mal que había algo suave aquí abajo.
-¡Ah! Hola mucho gusto me llamo Adam- me dijiste sonriendo cuando reparaste en que la “cosa suave de abajo” era un chico que te miraba anonadado- gracias por atraparme.
-De nada por ser una cosa suave- te conteste aun consternado por tu repentina aparición angelical.
-mucho gusto en conocerte- me extendiste tu mano aun sobre mi y sonreíste aun màs y con esa sonrisa tan mágica y dulce dijiste:-debe ser el destino.
El destino dijiste. Si, el destino caprichoso, impredecible y cruel que te arrojo a mis brazos solo para gozar el arrebatarte de mí.
Apartar de ese encuentro “destinado” nos volvimos inseparables, todos los días, por un acuerdo silencioso, nos encontrábamos bajo el sauce, el único testigo de lo que allí florecía. Llego el invierno, las blancas nieves que resaltaban tu pureza y el frio que solo tu presencia me quitaba. Tú, como yo, seguiste visitando el lugar todos los días, aun cuando implicaba que escaparas de casa, solo para venir a verme, y estar conmigo. Oh cuan feliz era de poder verte todos los días, de poder tocarte aunque fueran discretos roces, de poder oírte, de poder deleitarme con tu sonrisa; era tan feliz pero al mismo tiempo era tan infeliz de tener que contener dentro de mi ese sentimiento que crecía con desesperación y era mucho más grande que la amistad. Todo ese amor que me impulsaba con ansia a abrasarte y no soltarte nunca, estrecharte en mi pecho hasta fundir nuestros corazones.
No sabía qué hacer con ese sentimiento, quería decírtelo, que yo te amaba desde lo más profundo de mi ser pero ¿y tú a mi? ¿Conocías el amor acaso? eras joven en ese tiempo, solo un niño de doce años, inocente y feliz. Yo ya tenía diesiseis, había vivido más y escuchado del amor e incluso lo había visto germinar en mi hermano, pero cuando por fin lo experimente no supe qué hacer, el que estuvieras tan cerca de mi y tan lejos de mi alcance me estaba consumiendo por dentro. No fue sino hasta el 26 de diciembre que todo al fin sucedió, bajo el sauce.
Te vi al fin después de tres días de sufrir sin ti, tu familia te había prohibido terminantemente salir en Navidad; tu corriste emocionado directo a mis brazos, te arrojaste sobre mi y nos fundimos en un peligroso abraso, mi corazón palpitaba con desesperación mientras te estrechaba hacia mí y sentía tu corazón tan agitado como el mío.
Te separe y busque en mi abrigo, te extendí en paquete envuelto delicadamente, lo tomaste sonrojado y lo abriste con prisa, leíste entusiasmado el titulo “La Odisea” me miraste radiante de alegría y sin pensar lo que hacías te arrogaste a mí y me besaste, liberando una tormenta dentro de mí que nunca nadie lograría detener. Fue tan maravilloso, probar al fin tus labios. Pero te diste cuenta de lo que hacías y te separaste toscamente de mi, estabas preciosamente rojo y bastante confundido, comenzaste a balbucear intentando articular una escusa para ese beso pero no lo lograste, torpemente sacaste de tu bolsillo un paquetito cuidadosamente envuelto y me le tendiste, pero yo estaba aturdido, repentinamente me besas desatando un caos tanta en mis pensamientos como en mi corazón, tardo demasiado en asimilar lo que está pasando y tu lo tomas como una negativa al ver que solo estoy allí parado frente a ti mientras tu esperas que acepte tu regalo. Las lágrimas buscan salir pero te muerdes el labio y las reprimes, colocas tu regalo en mi mano inmóvil y te das la vuelta dispuesto a marcharte para siempre.
Pero jamás permitiría que eso pasara, no después de todo lo que sufrí por contenerme y después de todo lo que yo debí haberte hecho sufrir, tomo tu brazo y te atraigo hacia mi, te abrazo por la espalda y te susurro al oído simplemente:
-Te amo, te he amado desde el día en que me caíste del cielo, mi ángel.
Con otro jalón de mi parte, te acorralo contras el sauce que ha contemplado la escena en silencio, y sin darte tiempo de decir nada atrapo tus labios y los exploro mientras acaricio tu cuerpo con desesperación. No opusiste resistencia aunque al principio estabas bastante sorprendido, sentí como sonreías en el beso y comenzaste a acariciar mi cabello con suavidad.
-Estoy tan feliz-dijiste con lágrimas en las mejillas pero sonriendo tan hermosamente como jamás te había visto- he soñado con esto por meses, ¡pero es mucho mejor que todos mis sueños juntos! Te amo, ¡TE AMO!
Me sentía tan feliz, sentía que mi corazón estallaría en cualquier momento, el solo recordarnos en esa noche helada de Diciembre me hace estremecer, el día mágico de nuestro primer beso, bajo el sauce.
Nuestra historia ha durado cinco años, cinco maravillosos años en esta pequeña casa bajo el sauce, ahora estamos aquí recostados, recordando con ternura esos días de juventud y felicidad. Pero no todo en esta vida es felicidad y el amor siempre es puesto a prueba.