Cuando llega el tiempo en que se podría, ha pasado el tiempo en que se pudo.
Marie von Ebner—Eschenbach
Tiempo
Por: Erukota
—Dan ganas de cortarte el pito y dárselo a alguien que sí lo ocupe –comentó Sai con ese tono de quien no quiere la cosa. Lo que sea que eso signifique.
—Si a eso vamos, igual debería sacarte el cerebro y dárselo a alguien que le dé un uso decente –masculló en respuesta. Los chicos que estudiaban cerca de ellos, con cara de estar recibiendo tres crucios simultáneos, los miraron con odio infinito. Para variar. Sai casi dejó de lado su habitual mueca de nada para reírse, pero hasta él sabía que si hablar estaba prohibido en finales, reírse era causa de muerte.
—Es porque no follas, por eso eres tan amargado –susurró, intentado que los de al lado, que ya comenzaban a demostrar lo rojos que podían ponerse, no escucharan.
—Al contrario… tú follas tanto que por eso eres tan imbécil –gruñó. Sai podía ser brillante, pero debido a su ligereza, su futuro no pintaba tan luminoso. Los estudiantes de medicina no podía divertirse en ese punto de sus vidas, pura y llana sabiduría popular. Sasuke, en cambio, era un estudiante dedicado y tan pesado en todo lo que tuviera que ver con su carrera, que provocaba pegarle.
—Hasta Itachi—san dice que deberías salir –continuó, y los estudiantes de al lado definitivamente tomaron sus mochilas y apuntes con brusquedad y se marcharon con la irritación casi tatuada en la cara. Sai tocaba una fibra sensible, su hermano. Itachi era incluso más que perfecto, si era posible, aunque siendo Itachi, lo era. Había salido como el mejor de su clase, todo un genio el muy cabrón, y ahora se dedicaba a ser todo lo exitoso que una persona increíble debe ser. Además, siempre había sido su ejemplo a seguir.
—¿En qué momento? –Interrogó con furia—¿qué te parece si me escapo una hora o dos con alguna enfermerita, la amordazo para evitarme el coqueteo y la violo en alguna camilla? –su tono, peligrosamente sereno, no hizo menos que divertir a Sai. Para él, molestar a su primo era un deporte extremo que alegraba sus días.
—No… —negó, como pensativo—¿y si invitas a un chico? No lo digo por experiencia personal, porque mi trabajo me costó atrapar a Gaara, pero se supone que entre chicos no hay tanta necesidad de romance ¿no?
—No soy gay –la situación ya era cómica. No, no cómica, pero quizás estaba tan cansado que ya no razonaba.
—Claro que sí… ¿todavía crees que las piñas coladas te hicieron follar como conejo con Deidara? Oh, claro… seguro fue el pastel envinado lo que te desvió los gustos al punto de fijarte en Kimimaru.
—¿Y qué si lo soy? –Interrumpió hastiado del tema—tendría que buscarlo fuera de aquí, porque los pocos homosexuales que conozco aquí son unos idiotas.
—No todos –respondió de inmediato. Pero muy, muy inmediatamente. Si Sai le decía que podía pedirle tema, se moría—Uzumaki…
Al principio creyó que lo llamaba, incluso aunque hablaba bajo, porque justo iba pasando el susodicho por ahí, con el ambiente relajado de quien sabe que es un desastre estudiando como si no. Era un chico muy guapo y carismático, y eso quizás podría ser suficiente en cualquier otra universidad, pero no ahí. La mayoría de los profesores lo despreciaba, y los estudiantes otro tanto. Él mismo se sentía irritado cada vez que tenía alguna clase con él, porque hacía preguntas de lo más idiotas. Sin embargo, lo había visto en acción, y su trato con los pacientes era, muy a su pesar, admirable.
—Sí… realmente, sí –comentó pensativo. Como invocado, Uzumaki se acercó a ellos, con la cara de idiota que traía siempre. Pero incluso así se veía guapo.
—Hola –saludó—¿estudiando?
Sin saber muy bien cómo, o impulsado por qué, Sasuke comenzó a hablarle. Igual y era verdad que tanta sequía sexual lo estaba afectando, porque de pronto Uzumaki le parecía de lo más apetecible. Sai no participaba demasiado en la conversación, ocupado como estaba en mensajearse con su noviecillo, quien casaualmente era amigo de Uzumaki,
—¿Cafetería? –interrogó, mirando a, ahora, Naruto. El rubio asintió fervorosamente, y ambos se olvidaron de Sai, que de todos modos parecía muy metido en su rollo. Conociéndole, mejor era no preguntar o interrumpir.
A unos veinte pasos de Sai, Naruto comentó que había olvidado sus apuntes, y corrió hacia ellos. Sasuke lo miró a lo lejos, cada vez más a gusto con su presencia ¿cómo había podido creer que Naruto era imbécil? Ahora le parecía de lo más agradable.
—Gracias, Sai… por el pitazo. –el blondo le mostró una de sus famosas sonrisas, y Sai sonrió de lado.
—Te dije que lo mejor era esperar a que estuviera así de… necesitado, de otro modo, le daría por hacerle caso a sus famosos prejuicios—susurró, moviendo apenas la boca.
—Como sea –repuso—me alegra que Gaara te lo haya pedido.
Mientras Naruto corría hacía Sasuke, que tenía una perturbadora cara de retardado, pensó que a él también le alegraba. Hacerle favores a Gaara siempre tenía unas recompensas dignas de aceptar cualquier pedido sin rechistar.
—No tener tiempo… —murmuró alegremente, mientras hojeaba sin interés sus apuntes.
Sabiduría popular: Para guarradas siempre hay tiempo.