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Engaño por Angel_Chan

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Notas del fanfic:

Serie: Saint Seiya.

Pareja: Shun-Hades.

Clasificación: Drama-OneShot.

Advertencia: Muerte de un personaje.

Notas: Mi primer fic de Shun con Hades… de seguro no es lo que esperan pero… bueno, luego me dicen.

Fecha: 29/11/2006.

Beta Reader: Pleasy Stay.

Disclaimer: Todo lo referente a Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada y a la Toei.

Notas del capitulo:

El Fic esta sin Betear, asi que mi Beta Reader me va a matar otra vez... pero bueno, vale la pena.

Engaño.

 

Caminaba lentamente los pasillos de aquel enorme palacio, lenta y tortuosamente, como solo puede hacer un alma sin esperanza, signada por la tristeza de años interminables de batallas y sufrimientos… de lágrimas que no habían tenido y poder de curar las heridas que aun guardaba su corazón.

Y simplemente caminaba; un muerto en vida, errante, como si estuviese esperando a que la eternidad no fuera en verdad tan larga e impiadosa con su alma.

Caminaba, sin ninguna prisa por llegar a donde, sabía muy bien, que era requerido.

Sus ojos apenas abiertos, no reflejaban más que el vacio, nada más allá del juego de luces que desprendían las antorchas de fuego azul, que iluminaban a medias el sendero desde su cuarto hasta la sala principal.

Solo un cuerpo moviéndose, porque así se lo había ordenado. Con su vista perdida en ningún punto, evitando cualquier cruce de miradas, evitando que sus pisadas hicieran algún eco… evitando cualquier tipo de contacto excesivo con aquel mundo.

Se sentía totalmente asqueado, la atmosfera le oprimía el pecho, los olores lo mareaban, todo a su alrededor era sufrimiento, soledad y dolor.

¿Cómo alguien podría soportar eso? Aun  si ‘viviese’ allí hace un largo tiempo… él llevaba meses allí, y aun no podía soportarlo, ni siquiera acostumbrarse; ante la idea que estar allí seria su destino de allí en más.

Contuvo el aire durante los últimos pasos que lo llevaron fuera del pasillo, y la gran bóveda anterior a la sala, brindo algo más de luz al lugar. Sin embargo, en nada cambio su paso, el peso que llevaba desde que había abandonado su cuarto no fue distinto, por mas rodeado de luz que ahora se encontrara; y no solo era por el pesado manto que vestía, sino que también era el peso que un alma ‘muerta’ le infringía a un cuerpo mortal y débil… ¡La desesperanza!

Ya no sabía bien cuantos meses llevaba allí, podían ser tan solo tres o ya podía estar medio año en el inframundo, y si pudiese expresarse con total libertad acerca de ello, gritaría que aquello era una larga eternidad de pura tortura. Era un esclavo, libre dentro del oscuro inframundo, pero esclavo de los deseos de un Dios. Y el encierro se le hacía cada vez agobiante, llegando a pasar varias horas solo en su habitación, aquel enorme y frio cuarto que dijeron, sería solo suyo; incluso se pasaban los días… sin saber si era de noche o si ya había salido el sol, hasta que fuese requerida su presencia en alguna parte del templo, o el mismo Hades se hiciera presente allí.

Solo, allí encerrado, pasando las desdichas de no tener ni siquiera los recuerdos de las personas que sabía, lo extrañaban allí afuera, porque no le estaba permitido recordar… conocer los rostros de aquella personas por las que había hecho aquel enorme sacrificio.

Solo y desesperanzado…

¡Solo y engañado!

Pues a pesar de no recordar muy bien el rostro moreno, ni el nombre… podía verlo, en sueños, vividos y recurrentes… y poco a poco iba descubriendo la verdad.

Dejo con pesadez que sus últimos pasos resonaran en la estancia, previa a la sala, para anunciar drásticamente su presencia allí. E inmediatamente los enormes ojos azules se posaron sobre su figura.

Tan solo un cuerpo más. Parado metros delante de él, observándolo, tan parecido a sí mismo. La misma tristeza, la misma pesadez en los miembros debilitados por las mitológicas batallas. Solo que aquel cuerpo era mucho más grande aun que el suyo, y la palidez de su rostro, casi mortal, evidenciaban los muchos siglos de vida inmortal que había pasado bajo ese mundo de muerte y pena.

Debilidad, no como la suya… sino otro tipo de debilidad.

Eso era lo que sus ojos le trasmitían cada vez que lo veía. Hades, el poderoso dios del infierno griego, sentado en su trono de oro negro, en lo más alto de su sitial. Y quizás, si hubiera sido otra la situación, Shun hubiese sentido lastima y mucha pena por él. Pero no podía hacerlo, en verdad no podía sentir tal cosa, si recordaba el trato que tenia consigo… ni la manera en que lo había engañado, aunque aun no tuviera todos los trozos de ese engaño.

Espero pacientemente, como siempre. Tres figuras altas y de negras vestimentas se pusieron de pie luego de ofrecer sus respetos al regente del inframundo, a la señal que este les había hecho para que se retiraran de la sala.

—Acércate.

Shun cerró sus ojos por unos instantes, el sonido de aquella voz siempre le producía escalofríos en la espina, y no podía evitar tal sensación, pues no soportaba que se dirigiera a él… ni directa, ni indirectamente.

—¿Mi Señor quería verme? —Se obligo a sonar solemne, aunque estuviese presionando sus dientes por dentro de su boca. Sus ojos seguían igual de inexpresivo, representando muy bien el papel de sirviente fiel, ante un Dios al que él no tenía deseos de servir.

Hades no contesto, ni siquiera con los acostumbrados gruñidos con los que usualmente contestaba a la empalagosa amabilidad de su prisionero. Se limito a levantarse de su sitial, al mismo tiempo en el que el Santo de Andrómeda se hincaba ante él --a la usanza japonesa--, a la espera de una orden a seguir. Nada vino sin embargo, solo los pasos ahogados en el tapis del suelo, y la respiración trabajosa de su nuevo Dios regente.

Shun inclino más su cabeza, no quería importunar al Dios… solo quería volver a la soledad de su cuarto, si era necesario; y por largas horas no pensar en nada. Porque eso era todo lo que podía llegar a hacer, su mismo seños se había encargado de que no tuviese nada en que pensar; eso era también parte del trato.

“Si te quedas conmigo, todos los inocentes que murieron en las guerras de esta ultima era… volverán a la vida. Entre ellos, los seres más queridos de tus hermanos”. Hades sonrió ante el asombro en los ojos verdes. “Pero luego no podrás ni siquiera recordar por quienes me diste tu vida… no estoy dispuesto a arriesgarme otra vez”

“Otra vez”

La frase era una obvia mención a Perséfone, a la que solo se le permitía pasar seis meses en el infierno. Con Shun, eso no pasaría, nadie lo obligaría a dejar ir a su esclavo personal, ni por un minuto de ‘caridad’ a las personas que lo amaban.

Perséfone.

Los ojos verdes elevaron su visión, Hades estaba plantado frente al bajo relieve que le recordaba de quien se había enamorado; a quien había amado, y aun amaba, con tanta entrega que incluso había accedido a tener que compartirla con su madre, Deméter.

Pasabas interminables horas observando los perfiles de unos labios construidos en mármol, labios que solo Zeus sabia hace cuanto que no besaba.

Él había estado durmiendo, para atenuar el dolor de la soledad, y ella… no sabía a ciencia cierta dónde estaba. Las guerras por un mundo mejor para sus seguidores, para él… y en definitiva, para ella, lo habían alejado de su cuerpo.

Pero no era lo mismo, su situación y la Perséfone, eran totalmente distintas. Ella había elegido quedarse con Hades, porque lo amaba; él sin embargo…

“Te engaño Otouto. No tiene fuerzas para hacer lo que te prometió, Shun”

Cada vez oía la frase con más nitidez, la voz grave al límite de sus fuerzas y haciendo todo lo posible para no llorar, era una revelación que se había convertido en un afilado puñal, muy agudo con el que tendría que vivir el resto de su miserable vida en compañía del Dios. Mas sabiendo que ni siquiera conocía a quien había echado luz sobre las sombras de aquel engaño, que intentaban cubrir sus ojos.

Solo los ojos penetrantes quedaron grabados en su mente, recordaba muy bien aquellos orbes azules, entristecidos y al límite de ser arrasadas por las lágrimas que le acarreaban la frustración y el dolor.

Trago en seco, justo a tiempo para ahoga el gemido de dolor que punzaba desde su pecho. No era más que una víctima, y sin embargo, no podía llegara a odiar a aquel que lo había convertido en su esclavo… ¿Por qué?

—Shun. —La voz volvió a estremecerlo. —¡Ve a mi habitación, y espera allí! —Fue la orden impartida.

Shun asintió respetuoso, aunque Hades no despegaba su mirada del perfil femenino, que escapaba casi con vida desde el bajo relieve, que adornaba la pared a un costado del sitial de Hades; con su mano recorriendo las formas del rostro conocido.

Pensó que era mejor así, pero de inmediato supo que no. Se interno en otro largo pasillo, igual de iluminado que el que lo traía desde su habitación a la sala principal, sola que este era aun más ancho, y lo flanqueaban tenebrosas gárgolas. Trago saliva, el miedo no sería nada comparado con lo que aun le faltaba pasar.

Todo eso se resumía en una ceremonia que había variado muy poco en el tiempo que estaba bajo las órdenes de Hades, y los cambios que podían llegar a suceder, se debían al estado de ánimo de su Señor, para hacer con él lo que le viniera en gana… ¡Y donde lo quisiera!

Lo supo en el instante en que sus ojos se cruzaron, y los suyos se volvieron hacia el perfil de su amada perdida. Los deseos del Dios serian difíciles de aplacar si este sentía la necesidad de poseer  el cuerpo de la mujer que fue suya.

El lugar que le tocaba ocupar a Shun no era nada sencillo.

Bajo su vista hacia sus pies, y luego los volvió a subir, en un súbito movimiento temeroso. Se había demorado mucho en llegar a la habitación, y ahora los pasos de Hades se oían a sus espaldas… si lo encontraba a mitad de camino, seguramente no estaría contento.

No podía pensar en lo que podía hacerle el Dios, bastante castigo tenia al tener que ocupar aquella posición, pero sin embargo, sabía que era mejor no forzar su suerte. Hades podía llegar a encontrar algo para hacerlo sufrir… con aquello que más le revolvía el estomago.

Se apresurar por llegar al cuarto, y ante la mirada de los enormes guardianes, empujo las enormes puertas de oro, tan solo dejando el suficiente espacio para que pasara su cuerpo, y una vez dentro, la cerró con un ‘clack’ ahogado.

Estaba más nervioso de lo que había estado la primera vez había estado allí, pensó en quitarse su ropaje, pero se detuvo a último momento, ya que cualquier cosa que no le fuera ordenado, era un ofensa a su Señor, y Shun sabía que no tendría indulgencia con él.

Opto por esperar pacientemente.

Pronto las puertas se abrieron de par en par, para que la figura envuelta en negro, traspasara el umbral de su habitación, donde el joven tan parecido a él, se inclinara para recibirlo. Con un solo gesto del revés de sus manos, pareció cerrar las pesadas puertas, solo restaba que los guardias se alejaran lo suficiente.

Shun volvió a erguirse, temblando tan imperceptiblemente, que ni él sabía que lo estaba haciendo. Quería que todo comenzar de una vez, así tendría la posibilidad de que todo ese suplicio pudiera acabar antes.

Hades solo lo observaba, como siempre, con una amplia distanci entre ellos, midiéndolo, escudriñando en sus ojos, algo que aun no había averiguado que era.

—¡Desnúdate! —Era más que una orden, pues hasta ahora, jamás lo había dicho directamente; solo esperaba que Shun interpretara la mirada expectante y mostrara por ‘gusto’ propio se cuerpo pálido, sin tapujos, y en completo contraste con la oscura atmosfera del cuarto.

¿Era eso lo que a Hades le recordaba a Perséfone? ¿La piel extremadamente pálida, y el cuerpo delgado, y en apariencia frágil y femenino de Shun, guardaba alguna similitud con el que en algún momento le perteneció al Dios?

Asintió a la orden, en total silencio, desatando lentamente las ataduras de su túnica; solo capas de tela, tan negras como las que vestía el mismo Hades, separaban su piel del lívido de aquellos ojos azules, penetrantes frente a su figura. ¡Demasiado lento! Demasiado desesperante el hecho de que su lentitud, le dijera a su amo que no tenía ganas de eso una vez más.

Demasiado, para un Dios que ya no contaba con el don de la paciencia.

Shun detuvo sus manos, cuando el sonido de los largos pasos de Hades, se colaron en su mente dispersa; las reglas estaban cambiando mucho, y muy deprisa para su gusto…

Dos lagrimas en perfecto silencio, dejo caer, como cada vez que era obligado a hacerlo. Difícil era el trabajo de soportar aquellas manos heladas, la humedad de esos labios, y lo rápido y rudo que lo desvestía.

El dios no estaba con deseos de esperar más, aunque no habían pasado más de dos días desde la última vez que visito su cuarto. Y cada vez los encuentros se hacían más y más habituales, así como más duraderos y salvajes.

Rasgo de un extremo al otro la túnica, revelando en solo segundos un cuerpo preparado en inclusiva para él, listo a entregársele cuando así se lo requiriera, porque ese había sido parte de su trato. Un pacto, formado desde un vil engaño. ¡Porque no quería perderlo todo!

Una lagrimas más, el nudo en su garganta y el dolor punzante en su interior. Hades volvía a tomar el control total de su cuerpo, dándolo vuelta en un solo movimiento, y arrogando su parte superior sobre la cama.

—Puedes llorar libremente, mi pequeño. Porque eso me excita más, incluso que tus esporádicos gemidos… —El aliento abrazador recorrió su oído, tan contrastante con el frio de su piel. —Pero llorar no aplacara el dolor de tu alma, ¿lo sabes, no? Porque tú, a diferencia de mi, ya no tienes nada… yo al menos te tengo a ti.

Gemía, porque no había placer más grande que una venganza bien realizada, que el dolor que causaba en los corazones de aquellos que desesperaban, al pensar en el bienestar del Santo de Andrómeda.

Gemía, porque no importaba nada en realidad… porque él también lo había perdido todo ya. No era más que un espectro; un reflejo de un plan que no resulto… sin poder alguno, más del ejercido sobre su esclavo personal; no tenía ni siquiera un amor verdadero. Y cualquier dolor que infringiera, preso de la ceguera de una cruel venganza, irónicamente se lo infringía a él mismo.

Mas dolor, mas lagrimas, gemidos y lamentaciones; Shun se mordía los labios para evitar que los sonidos escapasen de su boca. Quería evitar de cualquier forma, la sonrisa de satisfacción de quien lo miraba fijamente a los ojos, quería… él quería…

—No puedes. ¡Ya no puedes escapar de mí! —Como si estuviese leyendo sus pensamientos, como en un libro de páginas abiertas, en el mismo momento en que se formaban en su mente. Pero tenía razón, ya era completamente su esclavo, ya ni sus pensamientos le pertenecían… estaba vacío en cuerpo y alma.

—No puedes hacer otra cosa que resignarte, resignarte y llorar.

Las palabras lo herían más que la carne que entraba en él, con excesiva rudeza… y que aumentaba el ritmo y la fuerza a cada momento, rasgando su alma en cada arremetida. Allí sobre su pecho blanco, el pecho de ‘su’ señor, golpeaba contra él en una cadencia rítmica difícil de acompañar, sus cabellos negros adheridos a la extendió de su espalda.

Solo lloraba.

Lloraba y pensaba…

¡O no!

Fue el único movimiento que realizo, desde el día en que se había convertido en su juguete. Desde que, prácticamente, se dejo engañar. Porque, aunque fuera su enemigo, le había dado lastima… ¡Algo que ya no sentía!

Fue mucho más placentero que antes, la sonrisa lasciva se lo hacía notar; Hades sonreía de una manera que Shun jamás lo había visto antes, y sintió asco… porque era su mismo rostro, sonriéndole de esa forma, su rostro blanquecino desfigurado en una sonrisa que le helaba la sangre.

Y él, sus manos blancas, rojas por la presión, aferrándose a su cuello… tratando de quitarle esa mueca de su rostro.

—¿No hay eternidad que dure, si logro matarte, no es así? —Aun llorando, Shun sentía rabia por todo.

—Así, es… aunque también hubiera servido… si te quitabas la vida. —La sonrisa se curvo más aun, esforzándose en ese movimiento.

—No es a mí a quien quiero acabar, Hades.

—Pero es en ti donde yo habito… pequeño.

Pronto las manos blancas secaron en su agarre, cayendo inertes sobre el lecho negro por donde estaba, solo su cuerpo desnudo entre las sabanas… en blanco contraste.

Una última lagrima rodando por su mejilla, y ni siquiera el recuerdo de alguien querido en su mente… estaba completamente vacío.

Lejos de una vida eterna… pero más cerca de una muerte eterna.

 

Fin.

Notas finales:

Notas Finales: En el boceto manuscrito del Fanfic, hay una cosa que me pareció bastante graciosa, y dice asi: “Debo dejar a Shun en paz”. Y creo que es cierto, ya llevo varios fics haciéndolo sufrir.

¿Ustedes que opinan?


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