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“Julián y el árbol encantado” o “La Rama Obscena” por Natrium

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Notas del fanfic:

Esta historia está inspirada en una interesante imagen que encontró cierta amiga mía...

 

22/10/2012

 

Julián se paseaba por el bosque que circundaba la pequeña ciudad en la que   vivía. Tenía 16 años y era bello como una estrella,  aun cuando se hallaba disgustado, como ahora.

La preocupación le hacía fruncir levemente el entrecejo dando a su rostro de ángel adolescente un toque humano que lo hacía aun más hermoso.

Y efectivamente, él no era un ángel. Ese era justamente su problema. Era un jovencito con ganas de divertirse, de jugar, de tener amigos…Y en cambio…Debía vivir esta vida.

Se dejó caer desconsolado sobre una roca gris que sobresalía entre la vegetación.  No podía desaprovechar sus escasos momentos de libertad lamentándose, se dijo, pero a veces era inevitable.

Julián era el sobrino del sacerdote de un pueblecito pequeño y agreste. Se había criado en las afueras, junto a su madre, en una granja en la  que nunca faltaba qué hacer. En la que se podía corretear y estar al aire libre todo el tiempo. En su casa de la niñez caía la noche poblada de grillos y uno estaba tan cansado y tan feliz que dormía sin pensar en nada.

Pero cumplió los 16 y su tío se presentó allí para llevárselo. El sobrino de un sacerdote debía tener una buena educación, no podía criarse como cualquier campesino. Debía estudiar y ser alguien.

 La madre de Julián estuvo de acuerdo así que aquí estaba.

Y no era que no quisiera superarse o que no le gustara aprender…Pasaba que su tío, un hombre al que apenas había visto durante su niñez, lo trataba como a un sirviente. Y peor, porque estos, después de terminar con las tareas de la casa no estaban obligados a estudiar la vida de los santos ni a rezar una hora de rodillas cada día antes de ir a la cama. Él si.

Suspiró con tristeza y acarició su larga cabellera, esa que su tío amenazaba cada día con cortar.

No se dio cuenta de que, entre los tupidos arbustos que crecían a su alrededor, se escondían un par de ojos oscuros que lo miraban y no perdían detalle de sus movimientos y sus gestos.

 Lo que si vio Julián fue una rama cilíndrica y gruesa que sobresalía de un árbol muerto y semi enterrado que se inclinaba al lado suyo y que, cual correoso dedo, parecía señalar justo a su boca…en realidad más que un dedo, parecía otra cosa… Julián se sonrió con picardía y dejando a un lado sus preocupaciones se aproximó para observarla mejor.

Era un perfecto pene erecto tallado por la naturaleza con todo detalle. El muchacho acercó una mano a la obscena ramita y volvió a sonreír sin atreverse a tocarla. Qué jugadas puede hacernos la percepción, nuestros sentidos. Qué perfectas esas figuras que se encuentran en las nubes o en las manchas de la pared…O en los arboles.

Finalmente Julián se decidió y tomó con delicadeza la cabeza del imaginario miembro viril entre sus dedos índice y pulgar. La acarició con suavidad y  le pareció sentir que hasta presentaba un orificio en la punta. Pasó varias veces la yema del dedo por ahí. Se rio de la tontería que estaba haciendo pero no se detuvo. Rodeo luego el diámetro de la rama con una mano ¡Si que era grueso! Sin soltarlo frotó arriba y abajo. ¡Apenas le cabía! El cosquilleo de la madera casi lisa en la palma de la mano lo hizo estremecerse y reír más. Se dio cuenta de que se estaba excitando… ¡Con la rama de un árbol! ¿A eso llevaba tanta oración? Debería tener vergüenza, se dijo.

 De pronto sintió que el viejo árbol temblaba, débilmente, pero temblaba… ¿Qué podía ser? ¡Ah! ¡Qué tonto! No era el árbol sino él, Julián quien se movía. Tenía que ser eso ya que no corría viento ¿O un habría sido temblor de tierra tal vez? Después  tuvo un impulso de lo más tonto...tocar con su boca el grueso y cabezudo tronquito…Pero… ¿Por qué querría hacer eso? Bueno, qué más daba. Miró un poco a su alrededor para asegurarse de que estaba solo en el bosque y se puso de rodillas. La rama obscena quedó  a la altura de su rostro. Se erguía ahí como rogándole que lo hiciera, que la rodeara con su cálida boca. Y Julián, sin saber muy bien qué clase de extraño deseo era ese, lo hizo.

Acarició primero la longitud de la rama con los labios entreabiertos. Primero  un lado, después el otro. Luego rodeó con sus labios la enorme cabeza frotándola apenas y  sin introducirla, sintiendo el relieve de la madera…si, había como un agujerito justo en el lugar en que correspondía. Qué gracioso, lo tocó con la lengua unas cuantas veces. Le pareció que la rama estaba caliente, pero no. Nuevamente, era él en todo caso quien lo estaba. Rio y se metió la rama entera en la boca. Era lisa y tenía un olor agradable y vegetal.  Movió su boca sobre ella un par de veces y se apartó.

Levantó la vista  y divisó unas hojas verdes, brotes nuevos, en las ramas más altas del árbol. No estaba muerto como había pensado en un momento. Y parecía mucho más alto desde esta posición, pensó.

Hubo un movimiento entre los arbustos a su espalda y se giró sobresaltado, pero no vio nada raro. La rama que aun sostenía en una mano le pareció por un momento húmeda y palpitante…estaba mojada… con su propia saliva, claro.

Decidió que ya era hora de volver a casa. Estaba anocheciendo, y ya había tenido bastante de juegos extraños por hoy.

 Además, desgraciadamente, era  hora de rezar un rosario junto a su tío.

***********************************

Apenas la silueta de Julián desapareció por el sendero, surgió de entre la vegetación un muchacho de cabello negro  rizado y de ojos oscuros y sonrientes. Se llamaba Braulio y, escondido entre los arbustos, había sido testigo de la anterior escena.

Se aproximó con curiosidad al árbol  e inspeccionó la rama obscena. También le pareció ver en ella un pene. No se atrevió a tocarlo, le pareció lo suficientemente bien tallado como para producirle cierta aprensión. Comenzó a reírse de lo que había visto hacer al otro chico. Con razón lo habían enviado a vivir con el sacerdote…si siempre hacía cosas así…

Braulio echó un último vistazo al sugerente tronquito que ahora, agitado por el viento, oscilaba arriba y abajo como invitándolo también a él a tocarlo. Pero tenía otros intereses así que no le prestó más atención y comenzó a caminar en la misma dirección que había tomado Julián. No notó que mientras se alejaba de allí lo único que se movía  en todo el bosque era ese viejo árbol derruido. No notó que en verdad, no soplaba ni una brisa.

Braulio ya conocía más o menos el itinerario de Julián. Sabía que ahora volvería a casa de su tío y estaría encerrado en el despacho de este más o menos una hora, así que no había apuro.

Había visto por primera vez a Julián unas dos semanas atrás en la iglesia. Quedó inmediatamente encantado con sus ojos dulces y su cabello largo y también, (tenía que confesárselo a sí mismo) le gustaba que fuera el sobrino del cura.

Todavía no había encontrado ocasión de hablarle … Julián estaba todo el día encerrado en casa y cuando salía, iba acompañado siempre por su viejo tío. Pero Braulio  no era de los  que se  dan por vencidos y justamente ayer  había descubierto que Julián lograba escapar algunas veces de la vigilancia del sacerdote  a la hora del crepúsculo y que entonces salía a caminar  por el bosquecillo.

Braulio no iba a desaprovechar ninguna oportunidad y tuvo suerte. Bueno, suerte hasta cierto punto porque no había hablado con Julián, pero había presenciado su extraño juego. Extraño y revelador, ya que ahora conocía la clase de insatisfacciones que parecía tener el otro chico…si quería meterse algo en la boca, él tenía la solución justa para eso, se dijo.

Llegó hasta la casa del sacerdote. Todo estaba en silencio, como esperaba. Julián y el viejo debían estar rezando.

 Braulio ya sabía cual era la ventana de la habitación de Julián, así que se ubicó cerca, cobijado por las sombras del anochecer, y esperó.

************************************************

La hora de oración era un tedio.

Julián debía rezar un rosario completo cada día, arrodillado frente a un Cristo crucificado y sangrante.

Por alguna razón, su tío no rezaba junto a él sino que se mantenía de pie a sus espaldas y esto a Julián lo ponía muy nervioso. Había llegado a imaginarse que el viejo se tocaba mientras él rezaba. Nunca se había atrevido a girar la cabeza para ver. A veces sentía que el sacerdote  se le acercaba demasiado y que estaba a punto de apoyarle alguna parte de su cuerpo en la nuca. Sentía su proximidad y un calor perturbador en el cuello…Tal vez era sólo que el hombre acercaba sus manos… ¿Qué manía era esa de imaginar porquerías todo el tiempo? Es que se aburría, se aburría tanto…siguió recitando Padres nuestros y Aves Marías que  pronunciaba de memoria mientras pensaba en cualquier otra cosa.

Por fin terminaron de rezar. Julián besó la mano fría y temblorosa de su tío, le deseó buenas noches y se retiró a su dormitorio.

 Sin desvestirse, se acostó sobre la cama y escuchó…A veces tenía la impresión de que su tío iba tras él y permanecía un rato parado junto a su puerta… ¿Con qué objeto? No lo sabía… Ahí estaba… Oyó los pasos amortiguados  acercándose con sigilo. Luego silencio…Julián contuvo la respiración. El viejo realmente estaba ahí, no era que lo imaginaba ¿Pero qué hacía? Pensó en abrir repentinamente la puerta y pescarlo con las manos “en la masa”. ¿Por qué no podía sacarse de la cabeza la idea de que el viejo se tocaba cuando estaba cerca de él? Tanta oración le estaba haciendo mal, se dijo.

En eso,  otro sonido llamó su atención: Unos golpecitos suaves en la ventana que daba a la calle.

Julián se puso de pie mirando alternativamente a la puerta y a la ventana sin saber muy bien qué hacer. Entonces percibió claramente los pasos pesados de su tío alejándose de la habitación.

Julián se dirigió  hasta la ventana y abrió apenas la gruesa hoja de madera. Se encontró frente a frente con el agradable rostro de un chico de más o menos su edad. Estaba encaramado a la enredadera que trepaba por la pared y sonreía.

Julián no estaba asustado  ni sorprendido, parecía más bien bastante divertido.  Hizo a Braulio un gesto de silencio con el dedo y se apartó un poco. El intruso no esperó  invitación y se metió  al dormitorio de un salto. Se aproximó a Julián con intención de abrazarlo. — ¡Hey! —, protestó, viendo que Julián no reaccionaba. — ¿No vas a decir nada? ¿No quieres saber quien soy ni a qué he venido? — Posó apenas sus manos en la cintura de Julián. La pasividad de este había frenado su primer impulso de estrecharlo y besarlo.

—Lo que quieres es evidente. Y quién seas, no tiene la menor importancia. —Respondió Julián encogiéndose de hombros.

— ¡Oh mi pobre corazón! Acabas de destrozarlo. ¿Cómo que no importa quien soy? ¿Te da lo mismo cualquier persona? A mi me gusta pensar que soy alguien especial…

Julián rio con la explicación.

—Además… ¿Me vas a hacer esto tan fácil? —Siguió Braulio— Seguía con las manos sobre la cintura del Otro chico. Lo miraba a los ojos mientras hablaba y le parecían mucho más hermosos ahora que los veía así de cerca. Y su boquita…era una invitación al pecado…a todos los pecados. —No estoy seguro de que me guste si no te resistes un poco —.Agregó de lo más divertido.

—Dije que era evidente lo que querías, no que yo estuviera de acuerdo...—Respondió Julián y apartó a Braulio de un empujón. —Por eso tampoco importa tu nombre, porque no voy a saber más de ti…No sé qué estabas pensando.

—Mmm… mejor que no sepas. —Braulio se sentó en la cama. —Me llamo Braulio— Se presentó y extendió una mano. —Y siempre consigo lo que quiero —, agregó  sonriente cuando tuvo entre las suyas la mano del otro muchacho, que se acercó para corresponder al saludo.

— ¿Si? ¿Has estado con muchos chicos? —Preguntó Julián sin inmutarse y se sentó también en la cama.

—Con todos los que quise…—Se ufanó Braulio —Mmmm unos tres o cuatro...

—Ah…

—Tres o cuatro por semana, quiero decir.

Julián hizo un mohín de incredulidad, no había tantos chicos en el pueblo y aunque los hubiera…. Braulio rio y se abalanzó sobre él acostándolo en la cama. Lo sujetó del pelo y besó sus labios cerrados. Julián no luchó. Lo dejó ponerse encima, lo dejó acariciarle el pecho después de que Braulio medio le arrancó la camisa. Le permitió mordisquearle las tetillas y sólo cuando este jugueteo se volvió brusco lanzó un gemidito y le apretó un hombro a Braulio. Este se detuvo enseguida. Julián se incorporó un poco y colgándosele del cuello lo besó en la boca. Braulio, lánguido, dejó que lo explorara con su lengua, que lo mordiera y que lo succionara con fuerza quitándole el aire. Él mientras, acariciaba con ternura a Julián y sentía como su sangre, la de ambos en realidad, comenzaba a hervir. Ya estaba disfrutando por anticipado de lo que vendría. Pero entonces Julián se detuvo.

— ¿Cuántos años tienes? —Preguntó.

—Los mismos que tú, si no me equivoco.

—Pareces más grande…

— ¿Estás insinuando que me veo viejo? —Braulio no esperó respuesta  y volvió a besar al otro. Le encantaba acariciarle el pelo mientras lo hacía.

Julián lo estaba disfrutando bastante, nunca  antes se había planteado dejarse tocar por otro chico, tampoco se había planteado no hacerlo…pero al fin y al cabo ¿qué tenía de malo? Eran solamente besos  y cualquier actividad era bienvenida si ayudaba a combatir ese tedio en el que se había convertido su vida. Lo único que le preocupaba era que su tío abriera la puerta y los descubriera, pero el viejo siempre golpeaba antes de entrar además era muy tarde ya… Braulio tomó su mano y la llevó hasta su entrepierna. Estaba rígido y caliente. Julián le aferró el miembro y lo tocó por sobre el pantalón.

—No es tan grueso como tu arbolito pero no te decepcionará…—murmuró Braulio dándole un besito en la oreja.

— ¿Qué? —Julián  se puso colorado de furia y se apartó— ¿Cómo sabes eso? ¿Estabas espiándome en el bosque? ¿Me has estado siguiendo, cierto?

—No, no, no… —Braulio hizo una señal con la mano a Julián indicándole que bajara la voz (la había elevado bastante). — Yo estaba juntando leña…. —mintió—. Entonces vi que te acercabas y como hacía rato que quería hablarte, me acerqué y, sin querer, vi cómo jugabas con ese tronco.

Julián lo miró un momento enojado y avergonzado.

—Besas muy bien ¿Sabes? —continuó Braulio enseñando su encantadora sonrisa.

Julián también le sonrió bellamente y ya se disponía a abrazarlo de nuevo, perdonándole lo del árbol, cuando unos golpes secos sonaron en la puerta.

Ambos se miraron con espanto un segundo.

— ¡Bajo la cama! —ordenó Julián en un susurro. Antes de que terminara la frase Braulio ya había desaparecido debajo de ella.

La puerta se abrió con un chirrido. El tío de Julián entró vacilante y se encontró a su sobrino sentado sobre la cama medio desvestido y un poco agitado.

— ¿Por qué no te has acostado todavía? —preguntó.

—Yo…creo que me dormí con la ropa puesta, tío. ¿Y usted por que está levantado?

El sacerdote palideció y sus manos comenzaron a temblar. O por lo menos eso le pareció a Julián.

—Solo quería ver como estabas…—masculló el viejo. Y se retiró del cuarto algo apresurado.

—Pues estás muy bueno… —susurró Braulio desde debajo de la cama.

—Shhh…—dijo Julián golpeándole el colchón desde arriba. —Es mejor que te vayas… Si el tío vuelve y nos ve…será un desastre…

— ¿Pero por qué vino? —.Preguntó Braulio emergiendo de su escondite y sacudiéndose polvo de la ropa — ¿Acaso estábamos haciendo ruido?

—No…él siempre….

— ¿Te vigila también durante toda la noche?

—Parece que si…

—Julián…. Eso es un poco raro ¿No crees?

—Es mejor que te vayas…—Julián se levantó y comenzó a empujar a Braulio hacia la ventana.

— ¿Pero no te gustaría que me quede aquí contigo y….? —protestó este.

— ¡No! De ninguna manera.

— ¡Pero!

— ¡Dije que no! Espérame mañana en el bosque en todo caso.

—Bien ¿En el árbol ese al que te gusta darle besos? —preguntó Braulio burlón.

—Ahí mismo. —Julián le dio un beso a Braulio y prácticamente lo arrojó por la ventana .Se asomó enseguida y viendo que el chico había logrado llegar hasta el suelo más o menos bien, le sonrió, le dijo adiós con la mano y cerró la persiana.

¿Qué era esta nueva conducta de su tío? ¿O acaso entraba siempre a su habitación durante las noches a…quién sabía a qué y él no se había percatado antes? Al día siguiente hablaría con él al respecto… ¿Debería? ¿O mejor hacer como si nada pasara?

Sintió unos leves rasguños en la ventana y se aproximó. Seguro que era Braulio de nuevo…Por lo visto ese chico no sabía cuando darse por vencido, se dijo con cierto alivio, porque ya  estaba arrepentido de haberlo echado.

Abrió la persiana y vio con decepción que no había nadie allí…sólo la oscuridad de la noche de ese pueblo en el que se sentía un extraño.

Se levantó una ráfaga de viento y un árbol cercano se agitó rozándole  el rostro con una rama. El chico retrocedió y su cabello quedó enredado en otra. El viento debía estar soplando fuerte, porque sentía que era jalado con  bastante violencia hacia afuera. Tironeó intentando liberarse y sintió que otra rama más le recorría el pecho, el estómago y la cadera como si fuera un largo dedo. Se estremeció y se quedó quieto. Sintió como el árbol seguía agitándose, tocándolo... movió un poco la cabeza,  incómodo porque sentía hojas y ramitas rozándole la boca y no conseguía zafarse. Justo cuando comenzaba a desesperarse,  su cabello se soltó del agarre.

Ya libre, Julián cerró la ventana y fue a acostarse. Debía estar avecinándose una gran tormenta, por la manera en que el árbol se sacudía. En verdad era la primera vez que notaba que había un árbol tan grande cerca de su ventana.  

Volvió a oír el susurro leve de las ramas arañando la ventana desde afuera. Si hubiera estado de humor para imaginar cosas habría pensado que el sonido que venía de afuera parecía un gruñido.

Metió la cabeza bajo la almohada y se durmió.

 

Al día siguiente su tío golpeó a la puerta muy temprano instándolo a que bajase a comer algo. Julián estaba terriblemente cansado y sentía los ojos hinchados. Se había dormido muy tarde.

Y su tío no parecía estar mucho mejor, notó. Tenía los ojos  enrojecidos y el temblor de sus manos era hoy muy notorio.

—Esta mañana no estudiaremos historia —. Dijo el sacerdote cuando acabaron de desayunar. —Me acompañarás a la capilla a poner algunas cosas en orden allí.

Julián se alegró mucho,  aunque trató de no hacerlo evidente. Lo que fuera que hicieran en la capilla, no podía ser más aburrido que estudiar la vida de los santos.

 Durante el resto de la mañana, estuvo ayudando  a su tío a vaciar  un depósito  lleno de candelabros y  objetos antiguos que necesitaban una buena limpieza.

Estaban solos en la  capilla cerrada. Era oscura y   fresca y se estaba bien allí en los días calurosos como este.

Trabajaban en silencio, cada uno concentrado en lo que hacía y en sus propios pensamientos. Julián  sorprendió un par de veces a su tío  viéndolo de una manera bastante extraña. Con furia o con algún sentimiento  que no logró identificar… ¿Lo odiaría su tío?  La familia había estado bastante avergonzada con su nacimiento, ya que no sabían quien era su padre. Por otra parte Julián era el único sobrino que el sacerdote tenía.

De pronto el viejo dejó lo que estaba haciendo y mantuvo los ojos clavados en los de Julián. Tragó saliva dificultosamente y tendió un brazo hacia el chico, hacia su rostro. Pero a medio camino desvió la  mano y la posó sobre el muslo de su sobrino.

 Este la miró un momento un poco confundido. Luego miró al rostro de su tío preguntándose a qué venía todo esto.

El sacerdote sonrió y le oprimió la pierna.

—Tío…—.Julián se puso de pie y se apartó un poco.

—Hay algo que quiero preguntarte —. Dijo el hombre con expresión grave y acercándose a Julián todo lo que pudo.

—… ¿Qué?

— ¿Duermes bien por las noches?

— ¿Qué? No sé a qué se refiere tío. —Respondió Julián y bajó la mirada porque sentía que estaba poniéndose colorado.

— ¿No te han despertado a veces  sentimientos oscuros? —El viejo tocó levemente su  rostro para hacer que levantara la cabeza y lo mirara.

Los ojos del sacerdote tenían un fulgor extraño. Julián se asustó un poco y trató de alejarse de él. —No entiendo…—Respondió.

—Mmm…espero que así sea —. Murmuró el tío y  volvió a su trabajo sin más explicaciones. No volvieron a dirigirse la palabra.

Julián lo miraba de reojo de rato en rato. Estaba comenzando a darle miedo ese hombre.

 

****************************

Cayó la noche. La hora de la máxima tortura.

La tensión para el viejo sacerdote se estaba volviendo insoportable. Y a esta hora era mucho peor.

Desde el comienzo había tenido sueños diabólicos con su sobrino. Ya la primera noche que el muchacho pasó bajo su techo  soñó que se metía en su dormitorio y fornicaba con él.  Había sentido el suave aroma de su cuerpo y había estrechado esa piel tierna y joven.

Al despertar dio infinitas gracias de que no hubiera sido real semejante abominación y se juró poner a su mente en penitencia los siguientes días. Pero  no lo consiguió. Al contrario, sus fantasías eran cada vez peores.

Eso sólo podía indicar una sola cosa: Los pensamientos oscuros que lo enloquecían cada madrugada provenían de su sobrino, no de él.

Debió haberlo sabido, si el chico nació con los mismos ojos de  su  madre, esa perdida. ¡Ah! Qué se podía esperar del hijo de aquel demonio seductor.

El chico lo estaba embrujando…debía poner fin a eso antes de que fuera demasiado tarde.

 

*****************************

Braulio esperó hasta que salieron las estrellas. Julián no apareció.

Sentado al pie del árbol en el que habían convenido encontrarse, no se resignaba a perder las esperanzas. Aguardaría un rato más…aunque era evidente que ya no vendría.

¿Habría descubierto algo el sacerdote? ¿Estaría Julián castigado?  Lo averiguaría. Levantó la vista hacia el cielo que iba tomando un color azul oscuro y sus ojos se toparon con la rama obscena. Parecía más erecta y más gruesa que el día anterior. Una gota de líquido le colgaba de la punta. Braulio sintió un poco de asco y se apartó.

—Si. Yo estoy igual, pero disimulo. —Le dijo al árbol. Este se agitó como respondiéndole. Braulio notó que tenía bastante follaje, cuando el día anterior había pensado que era un árbol muerto. Una  rama puntiaguda se movió y le tocó el trasero. Braulio pegó un salto y decidió que ya era hora de ir a buscar a Julián.

A mitad de camino, le pareció escuchar pasos entre la hierba. Se detuvo pensando que podía ser Julián y prestó atención. Notó que algo pequeño, seguramente algún animal, se movía muy cerca de él. Conocía la zona y sabía que no había grandes bestias así que no se preocupó demasiado.  Pero enseguida sintió que algo  pasaba reptando por sobre su pie. ¿Una serpiente? Por las dudas se quedó quieto un momento. Escuchó otro murmullo apagado y  aguzó el oído, le pareció que muchas víboras estaban pasando por su lado. Qué extraño.

Dio un paso cauteloso esperando no pisar a ninguna cosa que anduviera por ahí, dio otro más y entonces tropezó con algo, una raíz, y cayó al piso.

Intentó levantarse sujetándose a una prominencia, tal vez otra raíz, que tocó en el suelo, pero su pantalón quedó enganchado  y volvió a caerse. ¡Y qué manera de hacerlo! Porque la rama que lo había atrapado quedó metida dentro de su ropa, bien encajada en la raya de su trasero. Para colmo, mientras más intentaba él liberarse, más parecía enterrarse la rama. Se quedó quieto un momento, cansado y sintiendo las prominencias y la textura de la madera apretándose contra su piel. Braulio se estaba preguntando cómo había podido quedar en tal enredo. No había luna y no veía nada, estaba acostumbrado a vagar de noche en el bosque y nunca le había ocurrido algo así. Para colmo, aunque trataba de no moverse, sentía como si el trozo de madera que se le había colado por el pantalón, se estuviera enterrando cada vez más en su piel. Sintió un leve ardor en el trasero y soltó una exclamación de disgusto.

Otra rama le rozó el pecho y un manojo de hojas (o por lo menos eso supuso que era) se estrelló contra su cara. Algunas de esas cosas, que eran ásperas como pelo de barba se le metieron en la boca.

Braulio tosió y escupió y entonces, sin saber muy bien como, quedó libre. Sintió que su pantalón se soltaba y cayó al suelo de rodillas.

¡Cómo le ardía el trasero! ¿Es que la rama esa se le había metido un poco “ahí”? Introdujo la mano en su pantalón y se friccionó. Una sustancia pegajosa quedó adherida a sus dedos cuando los pasó entre sus nalgas…sería savia…

Braulio se limpió las manos en su ropa y siguió camino sin más tropiezos extraños.

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Julián miraba el cielo oscuro apoyado en su ventana abierta de par en par. Le había parecido sentir unos golpecitos en ella, unos arañazos más bien. Seguro de que era Braulio había corrido entusiasmado a su encuentro. Pero no había nadie afuera…

Tuvo que escuchar un sermón bastante confuso durante la tarde. Y había tenido que rezar dos  rosarios en vez de uno. Su tío había comenzado de nuevo a hablar de “sentimientos oscuros”, de los malos pensamientos y de que había que resistirse a ellos y cosas así. Julián no se atrevió a preguntarle a qué se refería exactamente. Mitad porque tenía miedo de que su tío se estuviera volviendo loco, mitad porque no tenía la conciencia tranquila debido a su encuentro con Braulio.

Se sentó en la cama y se mordió los labios, preocupado. Su tío con sus extrañas insinuaciones sólo lograba que no pudiera quitarse a Braulio de la cabeza. ¿Y si se escapaba con él?

Escuchó nuevamente un sonido apagado que venía de la ventana. Miró y vio que un bulto oscuro se perfilaba en ella. Dudó un segundo entre acercarse o no.

— ¡Julián! —Lo llamó la alegre voz de Braulio. El bulto era su cabeza. Terminó de escalar el muro y se metió en el cuarto.

— ¡Braulio! ¡Viniste! —Julián corrió a abrazarlo. Estaba feliz de poder hablar con otra persona que no fuera su trastornado tío.

— ¿Qué pasó? ¿Te castigaron?... ¿O es que no  querías verme? —preguntó Braulio rodeándolo con sus brazos y dándole un beso en el pelo.

—Claro que quería…—Julián lo abrazó aun más fuerte. —…. ¿A qué hueles? —preguntó al instante y se apartó arrugando la nariz.

— ¿A qué huelo...? No sé…la verdad es que me caí en el bosque y me lastimé un poco…—Braulio recién pudo ver, ahora que había luz, que tenía la ropa en un estado calamitoso, los pantalones y la camisa tenían desgarros por todas partes y también sus brazos estaban cubiertos de pequeños arañazos…sin embargo ninguno de esos cortes le dolía como ese raspón en el trasero…

—Y qué es esto…—Julián pasó su dedo por una gran mancha blancuzca en la pierna de Braulio y se la llevó a la nariz con un poco de asco.

—No sé. —Braulio tomó la mano de Julián y la acercó a su rostro .Olió la sustancia y puso cara de desagrado, pero ya que tenía ahí tan cerca mano de Julián, la besó.

Este se rio, lo abrazó de nuevo y lo besó en la boca. —Mi tío estuvo muy extraño hoy…—dijo —.No es que me haya castigado, pero tuve que rezar más que de costumbre y ayudarlo con muchas tareas que…—Braulio no lo dejó terminar la explicación. Lo único que quería era continuar con los besos. Julián comenzó a reírse contra su boca. — ¡Hueles tan mal! — dijo. Pero no lo soltó.

En eso sonaron,  como un trueno, tres golpes en la puerta. Y luego comenzó a abrirse lentamente.

Julián sintió que su corazón se detenía. Vio por el rabillo del ojo que Braulio se tiraba por la ventana, más ágil que un gato y luego, frente a él apareció el rostro afiebrado de su tío.

El sacerdote lo miró un segundo a él y luego se dirigió a la ventana. Echó una mirada a la oscuridad de afuera y  cerró las persianas con furia.

— ¿Qué significa esto? —Preguntó violento.

Julián sintió que la sangre se agolpaba en su rostro.

—Estabas tentando a algún demonio de los bosques ¿No es cierto? —El sacerdote se acercó a su sobrino con los ojos desorbitados y tomándolo por el cuello lo empujó hacia atrás hasta hacerlo caer en la cama.

Julián no daba crédito a lo que oía. Se había asustado pensando que el tío había visto a Braulio, pero las cosas eran al parecer mucho peores… ¡El sacerdote había perdido la razón! Y estaba apunto de tener más miedo aun.

El hombre sentado sobre  él comenzó a besarle el cuello y el pecho murmurando incoherencias. Mientras tanto a Julián se le iba el aire ya que la presión de los dedos en su garganta iba en aumento. Intentaba patalear pero estaba perdiendo el sentido y no sabía si lo estaba logrando.

Una de las manos de su tío soltó entonces el cuello del chico para ir a meterse entre sus piernas. Julián aprovechó para tomar un gran sorbo de aire y recuperando las fuerzas empujó al hombre. Pero este, fuera de si, se prendió de la larga cabellera de Julián y lo arrastró con él en su caída. Ya en el suelo lo tomó nuevamente del pelo, lo arrastró  y le golpeó la cabeza un par de veces contra un  fornido mueble  de madera.

Julián perdió el sentido sólo unos segundos pero cuando volvió en sí estaba nuevamente inmovilizado por su tío. Se encontraba ahora de espaldas en el piso, con el viejo acostado encima suyo babeándole el cuello y susurrando obscenidades. No podía moverse. Sintió que el hombre ponía una mano en su trasero y comenzaba a tocarlo. Gritó.

Oyó un ruido extraño, como un zumbido grave y continuo, escuchó el ruido de las ventanas abriéndose con violencia y rebotando contra la pared. Una fuerte ráfaga de viento le dio en el rostro. Se fue la luz y sintió que quedaba libre. Algo como el cuerpo liso de una serpiente pasó arrastrándose por el suelo y le rozó la boca.

El sacerdote lanzó un grito terrible y un líquido caliente salpicó a Julián.  Intentó levantarse aferrándose a algo en la oscuridad. Tuvo la impresión de chocar contra una madera alta, pasó sus manos por el objeto tratando de reconocerlo pero no pudo. Tal vez estaba desorientado y había chocado con la pared. Retrocedió un paso y su espalda chocó  contra otro objeto que no logró identificar.

Un alarido desgarrador de su tío sonó en  la habitación. Luego un golpe seco y después todo quedó en silencio…

Un fluido espeso y caliente  goteaba sobre la cabeza de Julián. Él se quedó quieto y callado. No estaba seguro de estar despierto, no estaba seguro de estar cuerdo y también tenia miedo de haberse quedado ciego ya que la oscuridad que lo envolvía no le parecía del todo normal.

De pronto las tinieblas parecieron disiparse. Julián escuchó un ruido como de ramas agitadas por el viento, y percibió un movimiento brusco en la ventana, cuyo hueco ahora podía distinguir bien. Siguió inmóvil parado en donde estaba. Ya no había ningún obstáculo rodeándolo. Tampoco su tío estaba por ningún lado.

Julián comenzó a temblar. ¿Qué había pasado?

Arrancó de un tirón una sábana de su cama y salió corriendo del cuarto. Decidió que iría a la capilla. Si estaba cerrada se quedaría sentado en la calle. Pero por nada del mundo pasaría la noche en esa casa.

Bajó las escaleras y atravesó la sala y la cocina. No había rastros de su tío.

Mientras atravesaba el campito que separaba la casa de la capilla, le pareció ver algo extraño allá en el bosque. Había un árbol mucho más alto que los demás y se sacudía de manera peculiar. Parecía moverse de manera independiente al viento. Julián se quedó un momento mirándolo. Le dio la impresión de que el enorme vegetal se estaba desplazando hacia la espesura del bosque, pero claro. Eso no podía ser.

Se tocó el cabello, lo tenía mojado y pegajoso. Y el líquido olía tan mal como Braulio  unas horas atrás…Braulio ¿Dónde estaría ese presumido ahora que lo necesitaba? Se limpió la mano con repugnancia y siguió caminando envuelto en su sábana.

Llegó sin contratiempos hasta la capilla, que,  como había previsto estaba cerrada con llave. Se acomodó en el arco de la entrada y se quedó profundamente dormido.

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Al día siguiente lo despertaron las preocupadas voces de sus vecinos.

— ¡Oh! Aquí está el chico —Dijo una mujer abrazándolo solícita. A plena luz del sol, Julián vio con horror que tenía la ropa manchada de sangre y de otros líquidos que olían muy mal.

— ¿Y mi tío? ¿Qué pasó con él? —preguntó. El grupo de personas que se hallaba a su alrededor lo miraba con preocupación.

—No lo sabemos. ¿Puedes explicarnos qué sucedió anoche? —Dijo un hombre joven.

—Yo…no sé…se fue la luz y oí al tío gritar…

—El sacerdote está muerto. —Explicó un anciano acercándose a Julián.

—¿C..cómo?¿Qué le pasó? —Tartamudeó el chico. Lo único que le faltaba ahora era que lo acusaran de asesinato. No sabía que  su cara de angelito lo mantenía a salvo de ese tipo de sospechas. Su cara de angelito y algunos testimonios que se conocerían después. Historias sobre un extraño gigante, que  de lejos parecía un árbol y que muchas personas vieron moviéndose en el bosque esa  noche…Y otras habladurías: historias sobre el sacerdote que indicaban que a veces, desvariaba.

—¿Qué le pasó? —Volvió a preguntar Julián. Los vecinos intercambiaron miradas de preocupación. La mujer que estaba junto a él volvió a abrazarlo.

Nadie se decidía a decirle nada.

 

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Braulio despertó esa mañana bastante tardecito. Desayunó rápidamente y lo extrañó un poco que su tía favorita no estuviera allí para prepararle algo, pero bueno, era tarde y ella tendría cosas que hacer además de consentirlo a él, se dijo.

 Terminó de comer y se encaminó a casa de Julián. Había escapado lo más rápido que pudo hacia el bosque así que estaba seguro de que el tío no lo había visto la noche anterior y por lo tanto esperaba que Julián no estuviera castigado. Era su hora de estudio pero él confiaba en poder verlo por la ventana aunque fuera un rato.

Atravesó alegremente el bosquecito, pensando que esta noche se quedaría con Julián pasara lo que pasara. Llegó a un punto del camino que conocía bastante bien y buscó con la mirada al árbol de la rama obscena. No lo vio…bueno, tal vez estaba más atrás y ya había pasado por su lado sin notarlo, se dijo, y siguió su alegre recorrido. Era un día soleado y tranquilo. No se escuchaba más que el canto de los pájaros. Parecía que  el pueblo se hubiera quedado dormido, igual que él esa mañana.

 A pocos metros de la casa de Julián divisó un árbol con una rama muy sugerente, mucho más que la del árbol que no había podido localizar. Se detuvo un momento a contemplarla. Brotaba como un pene erecto de lo alto de un vigoroso ejemplar  cuyo tronco tenía en el centro un largo agujero que prácticamente lo dividía en dos haciendo que pareciera que tenía dos piernas.

Braulio sonrió encantadoramente. Había tenido una idea de lo más divertida.

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Madera, madera, madera… sus extremidades aun se sentían como inerte corteza. Sentía la transformación inexorable pero tan lenta... Su piel endurecida y curtida por la intemperie iba tornándose poco a poco flexible y el calor… ¡Ah! Sentía cómo un nuevo fuego comenzaba a irradiarse desde su corazón haciéndolo vivir nuevamente. ¿Cuantos años habrían pasado desde la última vez que se movió? Muchos más de los que podía contar.

El ser, un gigante que parecía un árbol, intentó mover la boca pero no pudo. La parte que debería ser su rostro todavía permanecía inanimada. Tampoco podía ver con mucha claridad pero su olfato…estaba perfecto.

“Hasta que un muchacho virgen te brinde el calor de su cuerpo, no te moverás más”. Le  había dicho una bruja hacía muchos siglos en castigo por algún pecado  que no conseguía recordar.

¿Pero por qué estaba tardando tanto en revertirse el hechizo? Había seguido el rastro del dulce ángel que bendijo la madera de su miembro con un beso iniciando su vuelta a la vida y despertando su poderoso olfato.

El muchacho era virgen. Estaba seguro. Todas las veces que había revivido, en los siglos anteriores, su transformación había sido inmediata.

¿Por qué ahora no?

Olfateó de nuevo el amasijo de carne que colgaba de uno de sus extremos y se sintió un poco desconcertado. Era virgen, pero no olía como un muchacho… ¿qué había pasado?

Luego de ser despertado, había deambulado en la noche, siguiendo el aroma del muchacho que había roto su hechizo. Encontró su casa. Deseaba poseerlo y devorarlo cuanto antes. La primera noche no pudo hacerlo y volvió a su sitio. Se movía solamente de  noche porque la luz del sol lo adormecía.

La siguiente noche se desplazó otra vez. Se topó con un muchachito en el  bosque pero no era virgen, no le servía ni como alimento ni como amante.

Siguió su camino guiado por el olor del otro, del que lo había besado. Encontró la casa y logró abrir las ventanas. Esta vez nada se interponía entre ellos y se lanzó al ataque. Lo tomó y se lo llevó al bosque para saciarse de él…

Pero continuaba hechizado. ¿Por qué?  

Sintió a los pájaros posarse sobre él y oyó a las flores crecer por un buen rato. Su propia savia a estas alturas ya era tal vez sangre de nuevo. La sintió circular con creciente fuerza.

No dejaba de preguntarse porqué el hechizo no se había roto del todo.

 En eso percibió otro olor….más bien un sabor a muchachito joven. Y  sintió el tacto de unas manos recorriendo sus piernas que aun debían parecer fornidos troncos…el chico se veía delicioso, aunque no era virgen… ¿Qué quería? ¿Por qué no dejaba de tocarlo así?

Braulio miró hacia arriba sonriente. Esa rama seguro impresionaría a Julián. Era mucho más gruesa y correosa que la otra.

Pegó un salto y colgado de un tronquito superior la contempló en todo su esplendor y rio. Qué buena broma llevarle eso a Julián.

Se afirmó bien y sacando una navaja de su bolsillo la cortó limpiamente y la sostuvo en alto triunfante.

La guardó en una bolsa, saltó de nuevo al piso y prosiguió su camino muerto de risa.

No vio que a sus espaldas la savia brotaba abundante del corte, primero incolora y fluida y luego espesa y roja como sangre. Muchísima sangre.

Tampoco  se enteraría jamás de que aquel árbol comenzó a estremecerse imperceptiblemente luego del corte, a temblar como en agonía para quedar finalmente como petrificado. Seco. Muerto.

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Apenas Braulio entró al poblado se dio cuenta de que algo estaba pasando. Con razón tanto silencio. Vio con preocupación que la gente se hallaba agrupada en la iglesia. Se acercó corriendo y encontró a su tía.

Ella le contó  entre entusiasmada y espantada, los detalles del suceso que tenía a todo el pueblo conmocionado desde temprano: Habían encontrado al sacerdote del pueblo muerto en el bosque.

—Tenía el trasero destrozado —explicó la tía a Braulio, formando un hueco con la mano, para que su sobrino comprendiera que con “trasero”, no se refería a las nalgas. —Parece que…se desangró por ahí…—siguió.

 —Pero cómo….

—Lo encontraron tirado en el suelo, entre los arboles cerca de su casa. —Explicó la tía —Tenía el cuerpo todo arañado, y… —bajó la voz —En realidad parecía que alguien lo hubiera  ensartado en una rama… ¿Me entiendes? — La mujer movió sugestivamente las cejas.

— ¡Si! Pero ¿Y Julián?

— ¿El sobrino? Está bien… lo encontraron asustado y golpeado. Se niega a contar lo que sucedió.

Braulio se apartó de ella y se abrió paso entre la multitud.

Sentado en la entrada de la iglesia, tiritando como un pollito y rodeado por las matronas del pueblo, estaba  Julián.

— ¡Qué pasó! —Gritó Braulio y se lanzó hacia él.

Julián lo recibió con un abrazo tan desesperado que nadie se atrevió a interferir.—No sé. No sé—, explicó entre sollozos—. El tío estaba actuando tan raro últimamente… —Una de las viejas que los rodeaban asintió gravemente. —Y anoche…fue una locura. Creo que se tiró por la ventana. Había mucho viento y se fue la luz…

Julián tiritaba y Braulio lo abrazaba y acariciaba tiernamente su cabello. Pensó en la rama que había cortado para regalarle a Julián…Pero no era momento para bromas… Sería mejor tirarla.

Metió la mano en la bolsa y la retiró enseguida horrorizado: No fue el grueso miembro de madera lo que encontró en ella, sino una sustancia gelatinosa y negra que olía a carne putrefacta. Quedó mirándose la mano manchada sin dar crédito a lo que veía.

—¡Uf! ¿Qué es eso?  —Preguntó Julián con repulsión y se apartó un poco.

Braulio no supo qué contestarle. Volvió a mirar el interior de la  bolsa y luego la  arrojó lejos.

—Esta noche me quedo contigo —dijo a Julián mirándolo con dulzura.

—Claro…—respondió este haciéndole una discreta caricia en la espalda.

Alrededor de ellos la gente hablaba sobre el difunto sacerdote, hacía  tiempo que hacía cosas extrañas, todos lo habían notado y estaba más raro aun desde que su sobrino, ese dulce niño, vivía con él.

Que descansara en paz, pobre hombre, decía la gente.

En el bosque un ser milenario que había estado a punto de liberarse de una maldición, yacía muerto también y sus huesos y su carne resultaban ya irreconocibles en medio del lodo.

Fin

8/11/2012

Notas finales:

No sabía si ponerlo completo acá o en cpítulos, Creo que no daba para capítulos. Feliz Halloween atrasado!! Feliz día de las almas tambien!!


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