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Un año más por Shun4Ever

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Despertó de aquella pesadilla de golpe, notando leves gotas de sudor recorrer su perlado rostro. Se incorporó, notando el corazón a mil por hora. De pronto, aquella sensación soñada se instó en él de nuevo y acabó escondiéndose, de un solo movimiento, bajo las cobijas, encogiendo su cuerpo aún temeroso de aquello, una vez más vivido. Cerró los ojos con fuerza mientras una de sus manos recorría su rostro, buscando lo que ahora le atormentaba. Cuando consiguió serenarse, abrió los ojos y asomó la cabeza para observar el calendario de su mesita adjunta. Era su día… su día y un estúpido recuerdo no debía estropeárselo. Sonrió leve y un tanto falsamente, como bien sabía hacer y se dispuso a dar comienzo a ese nuevo día.

Al contrario de lo que se podía pensar, el único espejo en la casa de los peces dorados, era un pequeño marco en el baño, tras el cual se escondían las cremas que, a diario, guardaba dicho guardián. Entró a la pequeña estancia y dio paso al agua caliente, se desvistió la cómoda ropa que empleaba para dormir y se metió en ella, sin siquiera querer mirarse en ese pequeño cristal reflectante.

Tras unos largos minutos de escuchar y disfrutar el correr del agua, salió de la ducha con un suspiro, notando su piel tibia y suave, justo como a él le gustaba. Sonrió para sí y se acomodó las ropas diarias, pues ni en su día, se libraba de las tareas impuestas a los caballeros. Tomó aire y tras un leve mohín, se dirigió a aquel viejo espejo. Chistó un poco, al reconocer esa vieja marca en la mejilla izquierda y abrió el armario para disponer de su, ya habitual, maquillaje.

Dejó el pequeño frasco sobre el mármol que acompañaba la pila y se dispuso a salir pues había olvidado la goma para anudar su cabello y no ensuciarlo en el proceso. En ese preciso instante, escuchó una enorme explosión en la misma estancia que acababa de dejar. Fue tan fuerte, que tuvo que cubrirse pues la misma pared había sido dañada.

No comprendía qué había sucedido pero lo que sí sabía era que el baño del templo, su baño había quedado reducido a unos míseros escombros. Iba a averiguar qué demonios había sucedido cuando unas voces, perfectamente audibles, se escucharon en ese mismo lugar.

- Te dije que no era necesaria tanta fuerza, ¡bruto!

- ¡Cállate imbécil! ¡Yo que mierda iba a saber que este templo es tan fácilmente destrozable!

- Si al menos, hicieras caso a lo que se te dice, cosas como esta podrían evitarse.

¿Sus compañeros? Abrió mucho los ojos al reconocer sus voces. ¿Pero qué narices habían hecho en su templo? Salió apresurado de su habitación y más que preparado para batallar. ¡Eso a él no se le hacía y menos ese jodido día! Justo en la misma entrada, quedó paralizado pues no sólo estaban presentes sus tres amigos sino que también el resto de sus compañeros de batalla. Se escondió antes de ser visto y recordó sólo entonces, que su maquillaje estaba en el baño… ese mismo que ya no existía más que en los recuerdos. Se mordió el labio un poco nervioso y se apresuró a esconderse en su jardín trasero pues, bien sabía él, no era accesible para muchos.

Tenía hambre, sed y frío. Ya la noche caía sobre sus rosas y ni siquiera ellas querían darle cobijo. Había apagado su cosmos pero eso no le impedía saber y percibir el de sus compañeros buscándole por el santuario entero. No iba a permitir que el resto de caballeros se rieran de él como bien hicieron sus compañeros de entrenamiento, allá en los fríos campos de Noruega. De todos los caballeros presentes, en ese instante, en el santuario, sólo uno podía ayudarle. Se maldijo a sí mismo por tener que recurrir a él. Ni en sus más sufridas pesadillas habría caído tan bajo… pero en ese instante… no le quedaba mayor remedio.

Salió, evitando ser visto de su querido y resguardado jardín y lo más rápido que pudo, se presentó en dónde los caballeros de plata se resguardaban hasta el siguiente día. Negó con la cabeza haciendo un leve mohín pues aún no creía lo que estaba por hacer. Tomó aire y, ya decidido, se acercó a la ventana que sabía pertenecía a aquel rubio egocéntrico y creído.

- Misty – Llamó bajito por la rendija de la ventana entreabierta – Necesito… - Trago duro y cerró los ojos.– Tu ayuda… - ¿Cuán bajo podría haber caído para hacer eso? Apretó los puños antes de hablar – por favor.

No se hizo tardar la reacción de su compañero pues la ventana se abrió de par en par.

- ¡Vaya! ¡Pero si es el mismísimo Adonis del Santuario el que clama por ayuda! – Soltó esa risa estridente que tanto crispaba sus nervios. Aun así aguantó sus palabras pues, de veras, le necesitaba - ¿Qué se le ha perdido a tan… divina deidad?

Las palabras salían como veneno de la boca del rubio menor y como tal entraban en los oídos del mayor, que aguantaba el tipo como mejor sabía. Sonrió como siempre lo hacía con Misty y retomó la palabra.

- Como ya dije… - Tomó aire de nuevo – Necesito algo que sólo tú puedes prestarme y… - Miró alrededor y, por primera vez, habló olvidando sus viejas rencillas – Por favor, necesito que me prestes… - Calló pues ambos ya se conocían lo suficiente como para saber no les gustaba hablar de ello – eso.

Su tono de voz y esa súplica sincera hicieron mella en el corazoncito del lagarto, que le miró sin mediar palabra, como indagando el motivo. De pronto, soltó una nueva risotada y arqueó una ceja cruzándose de brazos con superioridad.

- ¿Qué sucede? ¿Ya te hiciste tan viejo que olvidaste hacer tu pedido? – Rió de nuevo y esta vez con ganas - ¡Esta noche! – Sin duda estaba disfrutando de ese momento o al menos, así lo indicaba su risa incesante - ¡Precisamente! ¡Hoy que se celebra tu cumpleaños! – Siguió riendo.

Ya imaginaba que algo así sucedería, ¿qué podía esperar del que siempre había sido su rival? Un tanto desesperado, se aproximó más a la ventana y se aupó en esta, alcanzó una de las manos del rubio y tomándola entre las suyas.

- ¡Por favor Misty! Por eso mismo te estoy pidiendo ayuda. No puedo ir así.

Se acercó más al muchacho, preso de la desesperación, sin percatarse que su rostro, quedó expuesto a la luz de la habitación, haciendo que Misty dejara de reír en ese mismo instante. El silencio reinó en la estancia hasta que el menor retomó la palabra, aunque esta vez, sin maldad alguna en su tono de voz.

- ¿Qué… sucedió? – Ante esas palabras, Afrodita cayó en cuenta. Se maldijo a sí mismo internamente y se mordió el labio levemente negando con la cabeza. No sabía si podía o no contárselo pues temía se riera de él o lo proclamara a los cuatro vientos.

- Sí… - Negó un momento - ¿Me ayudarás?... por favor - Un momento de silencio fue lo que guardó Misty mientras pensaba en si hacerlo o no. Momento que le pareció eterno al guardián de Piscis. - ¡Olvídalo! – Habló de nuevo Afrodita, ya resignado a perderse su propia fiesta de cumpleaños.

- ¡Espera! – Misty había tomado su mano, impidiendo que el dorado de marchara de nuevo – Creo que… deberíamos poner fin a nuestras redecillas – Pudo notar una sonrisa sincera además de sus palabras.

- ¡Gracias Misty! – No pudo más que lanzarse a su cuello para abrazarle. En verdad estaba agradecido - No tienes idea de lo que esto significa para mí.

- Me hago una idea – De nuevo el menor sonrió levemente, separó el contacto y se aproximó a la cómoda, de donde sacó un botecito, prácticamente, igual al que Afrodita atesoraba – Espero sea de tu tono… aunque siendo de noche y con el poco miramiento que tienen – Chisto levemente – De seguro ni se enteran. – Dejó que el doceavo guardián se acercara al gran espejo de sobre la cómoda y comenzara a tapar esa gran mancha de su mejilla. Se atrevió a preguntar de nuevo- ¿Qué sucedió?

Afrodita dejó lo que estaba haciendo y miró a Misty por el reflejo del mismo espejo, suspiró y se decidió a hablar. Cuando la cháchara terminó y sintiéndose ambos, un tanto más en paz, Afrodita se dispuso a marchar, pues notaba el cosmos de sus compañeros, un tanto más que alterados.

- Gracias de nuevo Misty. – Sonrió con sinceridad al menor. Calló un instante y habló sin borrar la sonrisa - ¿Por qué no te vienes? Muchos de tus compañeros van a estar y… - Se acercó, tomando de nuevo su mano – A mí me gustaría que vinieras.

Misty miró a Afrodita un momento. No era mala idea un nuevo comienzo para ambos. Arqueó una ceja y le sonrió.

- Me parece una buena forma de comenzar de nuevo.- Afrodita le correspondió el gesto, sonriendo de nuevo – Un momento y me cambio.

Media hora más tarde y tras salir del templo medio destrozado de Piscis, sendos caballeros llegaron a la parte delantera del salón del patriarca, en dónde todos los dorados, estaban ya más que ansiosos por su visita. Antes de que nadie pudiera hablar, sonrió y habló el homenajeado.

- ¿Desde cuándo el homenajeado se presenta el primero? – Intentó así disimular pero bien notaba la mirada de todos sobre su nuevo amigo. Sonrió de mejor manera y ubicó su brazo derecho sobre los hombros del rubio, que se dejó hacer aunque un poco extrañado - ¿Qué no puede uno salir de compras con un amigo?

No se habló más aunque sí, estaba seguro de ello, se preguntaban cómo había sido que ahora Misty y él eran amigos. No lo diría ninguno de ellos pues de ese incidente del baño, había nacido una amistad que debió ser hacía mucho tiempo… 

Notas finales:

Bueno, he aquí un intento más de fanfic... 

Muchas gracias por leer y por llegar hasta aquí. Cualquier review que me ayude es bien recibido pues hace muuuucho tiempo que no escribo, y la verdad, creo que me he oxidado un poco... 

Espero lo hayas disfrutado. 

Nos leemos pronto!! ^^


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